No existen canciones buenas ni malas

Tengo una teoría sobre la música desde hace un montón de años: no existen en términos absolutos canciones buenas ni canciones malas. La buena música lo es para nosotros porque la asociamos con cosas agradables o experiencias pasadas muy gratificantes; del mismo modo esa misma canción que a nosotros nos parece una maravilla a muchas otras personas puede no hacerles sentir absolutamente nada.

Este sencillo razonamiento también se puede aplicar al cine, la pintura, la literatura… y es que el arte en general tiene la particularidad de que cada persona puede formarse su propia «visión mental» de lo que tiene ante si, demostrando una vez más que las verdades absolutas son algo en realidad inexistente.

Por ejemplo, ¿por qué me gusta tánto la música de Los Planetas? Pues porque llegaron a mi vida en un momento en el que su mensaje me llegó muy hondo y era justo lo que necesitaba en aquel instante. Y sé que a muchas otras personas el grupo formado por J y compañía les parece un gran bodrio; pero es que como os decía la buena música lo es para cada persona en particular.

Del mismo modo, a veces he escuchado una canción el día que me ha ocurrido algo realmente bueno y tiendo a asociar el recuerdo de aquello con esa canción, ganando por tanto muchos puntos en mi «escalafón musical». ¿Nunca os ha pasado que una canción que antes no os decía nada se ha convertido de la noche a la mañana en una de vuestras favoritas? Pues si lo analizáis con calma seguro que al final llegáis a la conclusión de que es por algo de esto.

¿Cuál es por tanto la estrategia para encontrar buena música? Muy sencillo: escuchar tanta variedad musical como sea posible. Así tal vez algún día encontremos un grupo que no habíamos escuchado nunca antes y que podamos hacer propio y sentir cosas que nunca antes nos había proporcionado una canción.

¡Que viva la buena música! (de cada uno, claro  😉 )

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