Es cierto que en Madrid no puedo ver salir el sol por el mar y que para visitar rincones especiales me toca hacer unos cuantos kilómetros; pero con un mínimo de sensibilidad también se le puede encontrar el encanto a todo aquello que nos rodea allá donde nos encontremos.
Además de que los campos están ahora preciosos por la llegada de la primavera y su delicada luz, me encanta el contraste existente entre los prados de tonos ocres que abundan por la zona y la ciudad de Madrid: tan cerca y tan lejos a la vez.
Por cierto, comentar que estas dos imágenes están captadas a primera hora de la mañana con la Olympus E-PL1 y el 40-150mm que me compré hace unos meses; y viendo el resultado ya estoy deseando pasar por allí al atardecer con mi D300 y el 80-200 f/2.8 que reservo para las ocasiones especiales.