Además de que hoy presento mi proyecto de fin de carrera, esta noche a las 21:00 comienza la cuarta temporada de ultimONivel; así que tiene pinta de que va a ser un día lleno de sensaciones fuertes.
De lo del proyecto ya hablaremos mañana, pero me gustaría destacar que me he levantado muy tranquilo gracias a que el ensayo general de ayer me salió perfecto. Esta tarde le dejaré la cámara de fotos a mi hermano o al novio de mi hermana para así tener un recuerdo gráfico que añadir a mis impresiones.
De todos modos, no quiero referirme hoy a ese tema (es mejor que piense en ello lo menos posible para evitar nervios de última hora); sino que me gustaría centrarme en comentaros algo sobre el programa de esta noche. No estoy autorizado a desvelar ninguna de las sorpresas que os vais a encontrar si lo escucháis, pero sí que os puedo decir que los primeros minutos van a ser una verdadera obra de arte en la que tenemos que ver todos los miembros de ultimONivel. Algo que no deberíais perderos si apreciáis las cosas bien hechas, con paciencia y con espíritu de equipo (vais a flipar, os lo aseguro).
En cuanto al resto del programa, consistirá en un análisis de Need For Speed: SHIFT acompañado de alguna que otra sección nueva que esperamos sea de vuestro agrado. En cualquier caso, pinchando sobre la imagen iréis a la noticia oficial con toda la información al respecto. Eso sí, os advierto que ha aparecido hace apenas unos minutos un enigmático mensaje en la portada de la web que no se sabe muy bien a qué se refiere, por lo que supongo que los chicos de la radio nos tienen preparada alguna sorpresa de última hora…
Sin más, os dejo el enlace para escuchar online la emisora de Montcada Radio de modo que podáis oír el programa si así lo deseáis (más que recomendable para todo el mundo e imprescindible para los seguidores del programa). Recordad que comenzamos a las 21:00, pues esta temporada estrenamos nuevo horario de emisión.
Sin embargo, el otro día me encontré con una tienda inglesa de eBay llamada Mike’s Camera Accesories en la que vendían un ojo de pez diagonal con montura para cámaras Nikon en formato DX por 299 dólares con gastos de envío por UPS incluidos (unos 203 euros al cambio) y tras buscar por Internet la poca información que hay sobre este modelo, me decidí a dar el paso y adquirirlo. Por cierto, aprovecho para comentaros que este modelo también está disponible en monturas Canon, Olympus, Pentax y Sony/Minolta.
Un poco de teoría sobre ojos de pez
La gran diferencia de un objetivo gran angular con respecto a un ojo de pez es que el primero tiene una fórmula óptica calculada para que la proyección de la imagen sobre el sensor de la cámara sea rectilínea; es decir, sin distorsiones (en teoría, claro) mientras que en el caso del ojo de pez va a existir una distorsión más que acusada a medida que nos acercamos a los extremos de la fotografía.
Fotografía de samyang.pl
Esta falta de corrección en las distorsiones ópticas es lo que permite al ojo de pez alcanzar un ángulo de visión de 180º (en algunos casos incluso mayor, llegando a los 220º en un mastodóntico modelo de Nikon que podéis ver en la siguiente fotografía y que es capaz de encuadrar cosas que se encuentren incluso detrás de la propia cámara) mientras que un ultra-gran angular no suele llegar más allá de los 110º. De hecho, lo más bestia que ha hecho Nikon hasta el momento en ese sentido es un 13mm para cámaras réflex de 35mm cuyo ángulo de visión son 118º.
Un ojo de pez recibe esta peculiar denominación porque originalmente se basaban en la difracción del agua. Si nos sumergimos en el mar y miramos hacia el cielo comprobaremos que nuestro campo de visión se amplía considerablemente, aunque percibiremos los extremos de dicho campo bastante deformados debido a la curvatura que se produce en los rayos de luz al atravesar el líquido elemento. Sin ir más lejos, los primeros ojos de pez no eran más que una lente llena de agua.
Como curiosidad me gustaría comentaros que los objetivos de este tipo fueron desarrollados originalmente para aplicaciones científicas e industriales. Con ellos se podía capturar la bóveda celeste al completo así como fotografiar espacios interiores muy reducidos. Prueba de ello es que hoy en día los aficionados a la astrofotografía suelen emplear este tipo de ópticas para capturar los sorprendentes trazos que dejan en el cielo el movimiento de las estrellas durante la noche.
Dicho esto hay que aclarar que existen dos tipos de objetivos ojo de pez: los circulares y los diagonales. El circular tiene un campo de visión de 180º tanto en el eje vertical como en el horizontal, y lo que obtenemos con él es un círculo inscrito dentro del sensor de la cámara, por lo que las imágenes obtenidas serán como la siguiente.
Los de tipo diagonal, también llamados de cuadro completo, alcanzan los 180º en la diagonal del sensor (de ahí su denominación), por lo que el círculo de imagen estará circunscrito en el sensor de la cámara, de tal modo que la imagen obtenida será similar a la que os muestro a continuación.
Las peculiaridades del Falcon 8mm fisheye f/3.5
El ojo de pez del que hoy estamos hablando es de tipo diagonal y válido únicamente para sensores de tipo APS-C (el famoso formato DX en Nikon), por lo que las fotografías que podemos hacer con él serán similares a la imagen de la vaca que tenéis aquí encima, si bien este modelo posee una característica que hasta ahora no se ha visto en ningún otro: su proyección es de tipo estereográfica, que consigue una menor deformación de los elementos de la imagen al ser más lineal que en los ojos de pez clásicos; cosa que trataré de explicar con ayuda de la siguiente gráfica que relaciona la fórmula de proyección con la longitud focal y el ángulo de visión resultante:
Diagrama de lenstip.com
La línea roja pertenecería a un objetivo ultra-gran angular (rectilíneo), y en ella podéis ver que en el hipotético caso de conseguir fabricar uno de tan sólo 6mm tendríamos un campo de visión de 135º, sin llegar en ningún caso a los 180º de un ojo de pez.
La línea azul oscura pertenecería a la fórmula óptica de un Nikkor Fisheye 10.5mm f/2.8 (un ojo de pez «de toda la vida» para formato DX) que, como veis, alcanza los 180º en diagonal a dicha distancia focal. (Los 180º están representados por esa línea horizontal de color marrón que hay en la parte media de la gráfica).
Como podéis apreciar, el Falcon (que estaría representado por la línea de color azul claro) está a medio camino entre el ojo de pez clásico y el objetivo rectilíneo: pertenece al grupo de los primeros porque alcanza los 180º a una distancia focal aproximada de unos 8mm, pero no llega a distorsionar tanto la imagen como los segundos, siendo por tanto un punto intermedio muy interesante para fotografía. De hecho, es el primer ojo de pez que emplea la proyección estereográfica en su fórmula óptica.
Diagrama de samyang.pl
Eso sí, el empleo de dicha proyección representa un pequeño inconveniente (en todos los aspectos de la vida lo que se gana por un lado se pierde por otro), y es que el tamaño y el peso del Falcon 8mm fisheye f/3.5 es considerablemente mayor que el de los ojos de pez de la competencia: su cuerpo es algo más largo y su elemento frontal tiene una forma tan curvada que sobresale de la superficie del mismo, siendo necesario emplear una aparatosa tapa que se engancha en los laterales del parasol para protegerlo con la desventaja de que impide usar cualquier tipo de filtro.
Aprovecho para comentar que podéis encontrar este objetivo comercializado bajo diferentes denominaciones: Vivitar, Phoenix, Bowens, Polar, Falcon y Samyang. En todos los casos lo único que varía es la tipografía de las letras que hay en la superficie del cuerpo, porque internamente todos ellos son exactamente iguales debido a que están fabricados por una misma empresa Coreana que está tratando de hacerse un hueco en el mercado de las ópticas para cámaras réflex.
Reconozco que un ojo de pez no es el objetivo más práctico del mundo. Siempre lo he dicho y siempre lo diré, pero también tengo que admitir me llaman mucho la atención los grandes angulares y esto no deja de ser un caso muy extremo de este tipo de ópticas. En fotografía siempre trato de buscar nuevos puntos de vista y considero que con un objetivo como éste puedo captar algunas imágenes bastante curiosas.
Ahora bien, si en su momento os decía que disparando con un angular es recomendable tratar de sacar algún elemento en primer plano, con un ojo de pez esto se convierte en el pan nuestro de cada día. Para conseguir imágenes sorprendentes el secreto está en acercarse al objeto a retratar casi hasta tocarlo con el extremo. De ese modo exageraremos las proporciones del motivo para meter al espectador en un mundo extraño e irreal.
En cualquier caso, vamos a dejarnos de tanta teoría y vamos a poner nuestras manos sobre esta óptica tan peculiar a ver qué tal se comporta.
Desempaquetando el objetivo
Antes de tener el paquete en mis manos pensé en darle un poco más de bombo al proceso de desembalaje del objetivo, pero como de lo que tenía ganas era de montarlo en la cámara y empezar a hacer pruebas con él, al final no hice fotografías ni nada, de modo que me limitaré a deciros que el objetivo viene con la tapa que os decía antes de 75mm de diámetro para proteger el elemento frontal, una tapa para la bayoneta trasera, una sencilla hoja de instrucciones y una funda de tela para guardarlo a salvo de polvo y rayones muy similar a la que incluye el Nikkor AF-S 35mm f/1.8 G.
El objetivo en la mano y en la cámara
El objetivo en la mano impresiona por el tamaño de su elemento frontal, recordando un poco en su aspecto al mítico Nikkor 14mm f/2.8 ED AF. salvando, obviamente, las distancias en cuanto a tamaño y peso, pues el objetivo de Nikon es bastante más grande y pesado que éste (del precio mejor no hablar).
Sus 417 gramos lo convierten en una óptica no demasiado pesada pero sí sólida. Quiero decir que se puede sostener en la mano sin esfuerzo, pero pesa bastante más que los objetivos de kit habituales. Si vuestra cámara réflex es ligera y la lleváis colgada al cuello con este objetivo montado la notaréis bastante «cabezona», sobre todo porque casi todo el peso está en la parte frontal; aunque no es habitual pegarse largas caminatas con un ojo de pez, sino que se suele llevar en la bolsa para emplearlo en situaciones puntuales.
Este objetivo es un modelo de funcionamiento completamente manual sin ningún tipo de contacto electrónico con la cámara ni autofocus, por lo que en mi D40 no puedo emplearlo en ningún modo automático ni semiautomático; únicamente en manual y sin medición de luz. La bayoneta es metálica, la apertura se elije mediante un anillo de tacto muy suave y el enfoque se varía con un otro más grueso, forrado de goma e igualmente preciso. Por suerte, un ojo de pez se basa en la composición y nunca en el enfoque o la profundidad de campo, por lo que no va a haber grandes problemas con este aspecto.
De todos modos, es lógico que las prestaciones de esta óptica sean algo limitadas, pues de algún sitio había que recortar gastos para mantener el precio por debajo de los trescientos dólares, y prefiero que haya sido en electrónica en lugar de calidad óptica pues, como veremos en el siguiente apartado, el objetivo es capaz de hacer fotografías muy nítidas y con un aspecto francamente bueno.
En un objetivo de 8mm, aplicando la teoría de la distancia hiperfocal tenemos que empleando una apertura de f/5.6, si enfocamos a 0,6 metros vamos a verlo todo nítido entre 30 cm y el infinito. Curiosamente, esta óptica alcanza su máxima nitidez a f/5.6 y es capaz de enfocar a 30 cm como mínimo, por lo que la configuración anterior será la que emplearemos en el 90% de las ocasiones.
En todo caso, se trata de un objetivo «de prueba y error» con el que debemos realizar la fotografía a ojo y según lo que veamos en pantalla jugar con la velocidad, la apertura y la sensibilidad ISO. Algo a lo que ya estoy acostumbrado cuando disparo empleando mi 35-70 con tubos de extensión. No es una óptica para ir con prisas, y de ahí que sea un elemento un poco «experimental» dentro de mi equipo fotográfico.
Usando un ojo de pez en el mundo real
La primera vez que miré a través del visor de la cámara con el ojo de pez montado en ella tuve una sensación extrañísima: mi habitación era kilométrica, y si miraba a mis pies parecía haber crecido hasta más allá de los tres metros de altura. Observar el mundo a través de un ojo de pez es variar nuestro sistema de percepción de la realidad, dando lugar a fenómenos a los que no estamos acostumbrados. Pero al margen de esta primera impresión hay sobre todo dos cosas que me han llamado la atención:
Por una parte está el hecho de que las cosas parecen estar mucho más lejos de lo que en realidad están. Si ponemos nuestra mano a escasos centímetros del frontal del objetivo y miramos a través de la cámara nos va a parecer que está como mínimo a medio metro de distancia. Esto, que de primeras nos llevará a acercarnos muchísimo a los elementos a fotografiar puede representar un peligro para el curvado elemento frontal, pues podemos acercarnos tanto que lleguemos a golpear dicha lente de cristal y rayarla o, en el peor de los casos, romperla.
En la imagen que tenéis a continuación yo estaba prácticamente pegado a la fuente de piedra, pero como el ángulo de visión del ojo de pez es inmenso, incluso así sobra espacio en el encuadre de la fotografía (qué bien me hubiera venido un objetivo así para alguna rueda de prensa multitudinaria en la que apenas podía despegar los codos del cuerpo…).
La verdad es que se hace realmente extraño que las cosas que tenemos a nuestro lado aparezcan dentro del visor. Acostumbrado a objetivos rectilíneos, me parecía alucinante que poniéndome casi en paralelo con un objeto, mirando a través de la cámara lo estuviera observando en el encuadre, por lo que a la hora de componer debemos tener cuidado porque se nos pueden «colar» en la fotografía cosas que normalmente damos por sentado que quedarán fuera de la imagen (la correa de la cámara, una pata del trípode, un dedo de la mano que está sujetando el objetivo, el propio sol…).
Fijaos en las dos fotografías siguientes, porque con la ayuda de mi hermano, mientras yo captaba la imagen con el ojo de pez él me fotografió a mí con otra cámara de tal modo que podéis apreciar que estando junto a la columna, esta ocupa una buena parte del encuadre.
Por cierto, es evidente que en un objetivo con un campo de visión tan amplio muchas veces se nos va a meter el sol en el encuadre; algo que podría provocar molestos reflejos y flares por lo prominente del elemento frontal. En el caso es de éste modelo de objetivo no parece ser un gran problema, porque incluso metiendo al astro rey en una esquina de la fotografía no he podido más que provocar un pequeño halo azulado en el centro de la imagen, no siendo demasiado molesto que digamos. Del mismo modo, me he encontrado con un halo similar pero algo más definido en caso de que se nos meta en una esquina del encuadre alguna luz puntual de mucha potencia (un foto, una luz halógena…)
Eso sí, lo que es absolutamente inevitable es que en lugares muy abiertos vamos a tener diferencias de iluminación enormes debido a que si hacemos fotografías entre cuatro paredes es más que probable que estemos sacando tres de ellas en el encuadre, por lo que según la incidencia de la luz solar podemos tener al mismo tiempo zonas muy oscuras y otras muy claras, lo que podría representar un problema si excedemos el rango dinámico de nuestra cámara.
Ah, y del flash integrado en la cámara olvidaros por completo: si empleando un gran angular se pueden producir sombras en la parte inferior de la imagen, os podéis imaginar que con el ángulo de visión de un ojo de pez casi habría en la fotografía más sombras que luces. O disparamos con la luz que haya en el ambiente o bien empleamos un par de flashes externos controlados remotamente, porque un sólo destello lanzado desde la cámara no es capaz de cubrir todo el área a fotografiar ni de casualidad.
Por otra parte, me gustaría comentar que es importante tener la superficie de la lente frontal lo más limpia posible. En un objetivo con una profundidad de campo tan bestia, el polvo o los rayones en su superficie podrían llegar a apreciarse en las fotografías, por lo que ante la imposibilidad de emplear un filtro para proteger el objetivo, es importante limpiarlo con relativa frecuencia así como colocar entre disparo y disparo la tapa que viene de serie aunque sólo sean intervalos de medio minuto. De este modo nos evitaremos sustos y posteriores disgustos.
Conclusiones
Tras probar el ojo de pez en interiores y en exteriores durante unos días me reafirmo en que no es un objetivo para emplear habitualmente. El espectacular efecto que consigue en ciertos tipos de imágenes puede llegar a cansar al espectador si abusamos de él, pero empleado con lógica y puntualmente puede llevarnos a conseguir resultados sorprendentes.
La forma de componer con un ojo de pez es diferente si pretendemos lograr amplitud en las tomas o bien un desequilibrio entre los conceptos de «cerca» y «lejos». En el primer caso vamos a jugar con las líneas del horizonte, siendo necesario romper la regla de los tercios para situarlo en el centro del encuadre; único lugar donde las rectas se verán rectas. A partir de ahí se trata de llevar las paredes del recinto a los extremos del visor donde se curvarán potenciando la sensación de amplitud.
En el caso de primeros planos, aquí ya hay más juego, pues podemos colocar el elemento a destacar en cualquier lugar del encuadre, pero siempre teniendo en cuenta las deformaciones que se producen a medida que nos alejamos del centro de la imagen. En todo caso, el secreto aquí está en acercarse lo máximo posible al objeto a fotografiar para conseguir impactar al espectador con un cambio en las proporciones que se sale de toda lógica. Fijaos en la siguiente fotografía y podréis ver que las proporciones corporales de mi hermano están completamente desvirtuadas (sale paticorto) y que incluso aparezco yo en la fotografía al apuntar la cámara ligeramente hacia abajo.
De todos modos, con el Falcon 8mm fisheye f/3.5 no vamos a poder aplicar esto que os digo a elementos muy pequeños (como una flor por ejemplo) porque su distancia mínima de enfoque de 30 cm medidos desde el plano del sensor es relativamente larga para una óptica de este tipo ya que, como os decía antes, todo parece estar más lejano en el visor de lo que realmente está.
Vídeo del objetivo
He decidido adjuntar un vídeo que he grabado en el que muestro el objetivo en la mano y montado en mi Nikon D40. Creo que será de utilidad para aquellas personas que se están preguntando qué aspecto tiene «en vivo» esta peculiar óptica.
Imágenes varias
Algunas imágenes obtenidas con este objetivo y mi Nikon D40 para que os hagáis una idea de lo que se puede esperar de él.
(NOTA: iré añadiendo algunas más en los próximos días)
Si desde el mismo lugar desde el que disparamos las fotografías que ilustraron la entrada del lunes pasado miramos hacia nuestra izquierda, veremos una panorámica de la actual capilla del oidor: que en tiempos pasados era la iglesia de Santa María la Mayor; el lugar donde bautizaron a Miguel de Cervantes y que fue muy dañado durante la guerra civil española por haber sido incendiada en los primeros compases de la contienda. De hecho, lo que se puede ver hoy en día no es más que la torre de la iglesia y una capilla lateral (llamada «capilla del oidor») de todo el conjunto que había allí originalmente y que analizaremos en una futura entrada.
A los pies de la torre se extiende la plaza de Cervantes, y fijándoos con atención en la siguiente imagen podréis ver que toda la estructura superior de la iglesia estaba seriamente dañada, quedando la torre en un estado muchísimo mejor pese a estar situada a escasos metros.
"Iglesia de Santa María la Mayor". 1940-45. Fotografía de Mariano Moreno extraída del libro “El archivo y la fotografía de Alcalá de Henares”. ISBN: 84-87914-53-3
Hoy en día el lugar está impecablemente cuidado y los restos de la iglesia fueron eliminados para dar lugar a un conjunto agradable a a la vista. De hecho, en un lateral de la torre todavía se pueden apreciar los restos de la unión con la nave central del tempo. Si algún día os sentáis a esperar al autobús en este lugar tratad de recordar la fotografía de los años 40 y fijaos en cómo han cambiado las vistas.
¡El lunes que viene a las tres de la tarde más fotos de Alcalá!
Ya os dije la semana pasada que ultimONivel comienza su cuarta temporada (a la que hay que unir las tres anteriores de Montcada En Juego) y ahora que apenas quedan un par de días me gustaría comentaros algo al respecto:
Algunos de vosotros sabréis que durante las dos primeras temporadas fui redactor de la página elaborando durante ese tiempo un montón de artículos sobre videojuegos ya sea en forma de análisis, previews, opiniones, reportajes o presentaciones. Es una labor que disfruté muchísimo, que me enseñó muchas cosas y gracias a la cual conocí a un montón de gente interesante.
Sin embargo, llegó la tercera temporada y justo en ese momento sentí que necesitaba un cambio de aires en mi vida: entré a trabajar en Komatsu, me puse «en serio» con mi proyecto de fin de carrera… y claro, me empecé a agobiar por la falta de tiempo. Analizar un videojuego se convirtió en una pesada carga y no era capaz de ponerme al día del mundillo del ocio digital como antaño.
Por todo esto comencé a descolgarme cada vez más de los videojuegos hasta el punto de no sentirme en absoluto identificado con la temática de la web y jugar nada más que una partida al Tetris muy de vez en cuando. Seguía llevando la etiqueta de redactor en ultimONivel, pero durante la temporada pasada apenas cubrí dos presentaciones y realicé un análisis para la web; algo que estaba a años luz de las dos primeras temporadas.
Ahora parece que mi vida empieza a asentarse de nuevo: en Junio terminó mi contrato en Komatsu y dentro de dos días presentaré mi proyecto de fin de carrera, obteniendo así el ansiado título universitario que me abrirá algunas puertas en el mundo laboral. Tal vez sea éste el momento de retomar muy poco a poco mi labor en ultimONivel; desde luego mucho más pausadamente que en aquellos dos primeros años. Además, ahora hay más gente colaborando con la web y las tareas se pueden repartir mejor (en las dos primeras temporadas casi todo el material lo sacábamos adelante entre tres o cuatro personas). De hecho, hace unas semanas retomé el contacto con Nintendo en la presentación de Wii Sports Resort; encontrándome con varias caras conocidas y pasando una mañana bastante agradable.
Pues bien, este regreso a ultimONivel conlleva un cambio de «status»: en lugar de redactor seré colaborador, que consiste en que mis colaboraciones serán de carácter puntual, sin necesidad de tener que redactar un artículo a la semana ni mucho menos. Prefiero retomar mis pasos muy poco a poco y, si se dan las circunstancias adecuadas, volver a coger algo de ritmo con el tiempo. Sé que de ese modo lo que pueda ir haciendo en ON lo disfrutaré y no será en absoluto una carga para mí.
Durante este último año muchas cosas han cambiado, y desde luego no veo el mundo de los videojuegos con los mismos ojos que hace tiempo. Ahora disfruto mucho más de cosas como la fotografía o la redacción de esas pequeñas cosas de cada día en este mismo blog; pero si vuelvo a ultimONivel es básicamente por mis compañeros, por algo de nostalgia y porque siento un compromiso con ese proyecto que tantas alegrías me ha dado siempre.
Dicho esto, sólo me queda deciros una cosa: escuchad el inicio de la temporada este miércoles a las 21:00 porque va a ser espectacular. En serio: si ya conocéis ultimONivel vais a flipar, si os gustan los videojuegos y no conocéis el programa escuchadlo porque os va a enganchar y si no encajáis en ninguno de los dos grupos anteriores, al menos (ya como algo personal) os pido que escuchéis los primeros diez minutos del programa del Miércoles porque van a ser algo alucinante.
La cita será, como digo, el miércoles 30 de Septiembre a las 21:00 en www.ultimONivel.net (encontraréis un enlace en la portada de la web para escuchar la radio en directo).
Si dais una vuelta por la calle Pescadería os encontraréis entre las casas regionales (antiguo matadero municipal) y la tienda de informática Batch-PC con un lugar por el que apenas han pasado las últimas décadas y en cuyo interior hay ahora una abundante vegetación consistente en palmeras y otras especies diversas de árboles.
No me atrevo a decir si esto era una casa, un taller o una tienda porque apenas quedan sus dos puertas, pero si tuviera que elegir una de las tres cosas, diría que se trata de un antiguo taller de coches por el rayado de los laterales del portalón, pero el caso es que ni siquiera remontándome a mi infancia soy capaz de recordar el aspecto de este lugar cuando había gente habitándolo.
Breve apunte para comentaros que he colocado un icono en la parte inferior de la columna de la derecha que enlaza a una traducción automática a idioma inglés del blog al completo realizada mediante Google Translate. La mayor ventaja de emplear este sistema es que no sólo la portada aparece traducida, sino que cualquier enlace en el que pulséis llevará a una versión de su contenido en la lengua de Shakespeare.
Digo esto porque el otro día estuve leyendo unos textos en polaco (todo tiene su explicación, ya lo veréis dentro de unos días 😉 ) y me di cuenta de que las traducciones que hace Google son bastante naturales, por lo que tras probar un poco con algunos artículos de este blog he creído que puede ser una buena idea colocar un enlace en el lateral por si cae por aquí algún angloparlante que no se apañe demasiado bien con el español.
Y una vez dicho esto, vuelvo a mi presentación del proyecto de fin de carrera, que ya la tengo casi completamente terminada y voy a empezar con los ensayos generales.
Aunque mucha gente cree que el colegio de San Ildefonso tiene sólo tres patios (uno, dos y tres), en realidad hay un cuarto que para mi gusto es el más bonito de todos. Para acceder a él podéis hacerlo entrando por la puerta principal y luego yendo hacia la derecha para salir por la puerta que hay junto a las escaleras que llevan a la planta superior o bien directamente desde la calle, metiéndoos por la pequeña puerta de madera que hay frente al antiguo asador de pollos «El Espolón».
Como os digo, se trata de un lugar único por la tranquilidad que se respira en él. Además, hay una abundante vegetación que consigue que siempre haya un gran contraste entre luces y sombras así como un pequeño estanque en su parte central. Por cierto, me gustaría comentaros a modo de curiosidad que en este patio se encuentra una pared con ventanas que fue objeto de la entrega número 25 de Alcalá de Henares ayer y hoy.
Sin más, os dejo con algunas fotografías del lugar.
La pastelería Salinas situada en plena plaza de Cervantes no es un lugar abandonado como tal ni mucho menos. Se trata de un negocio que aparentemente goza de buena salud, siendo todo un clásico de las pequeñas tiendas de Alcalá. Sin embargo, pese a que el local de la propia confitería está absolutamente impoluto, no se puede decir lo mismo de las dos plantas superiores del edificio tal y como se puede apreciar en las siguientes fotografías:
Ignoro si las plantas superiores se emplearán como almacén o algo parecido, pero sea como sea, el aspecto triste y desolado de la fachada afea bastante el conjunto de los edificios que rodean a la plaza. Además, es curioso que este edificio esté situado a apenas 50 metros del nuevo mercado porque el ayuntamiento (que también se encuentra junto al citado mercado) demolió el antiguo hace un par de años por motivos estéticos y funcionales. ¡Qué cosas!
Tal vez algunos de vosotros recordéis que hace unos meses publiqué dos entradas que mostraban los patios de Santo Tomás de Villanueva y Trilingüe del colegio de San Ildefonso, perteneciente a la universidad de Alcalá.
Pues bien, después de haber pasado un par de mañanas entre los muros de este bonito edificio saco hoy a la luz la tercera entrega de la serie, la cual retrata distintos rincones del patio de los filósofos, que es el que se encuentra situado entre los que visitamos en las dos primeras entregas.
Después de la tristeza que me produjo subir al monte Bovalar poco tiempo después del incendio que se produjo durante la primavera de 2006 en Oropesa del Mar, este verano me propuse volver allí a ver si ahora las cosas pintaban algo mejor. Era el único modo de borrar aquel intenso olor a ceniza que se había quedado grabado a fuego en mi memoria (nunca mejor dicho), así que le comenté a mi hermano la posible excursión y enseguida se apuntó poniendo como condición llevar la bicicleta de montaña.
Dicho y hecho: él llevó mi mountain bike hasta lo alto del monte (bicicleta que he cogido en alguna que otra ocasión este verano después de tres largos años sin dar una sola pedalada) y yo fui haciendo el mismo camino pero a pie y llevando la cámara de fotos. En cualquier caso, no me pude resistir a darle la cámara a mi hermano y “conducir” la bicicleta en algunos tramos tanto de subida como de bajada.
El caso es que a medida que subía por las faldas del monte me daba cuenta de que recordaba cada curva del camino, las zonas de piedras, las pinadas… la cara Norte no había sido casi afectada por el fuego, pero al llegar arriba y observar la cara Sur recordé que las secuelas de un incendio tardan décadas en desaparecer por completo.
Con el paso de los años esos troncos quemados se convertirán en abono para los nuevos brotes, un manto de hierba recubrirá la tierra desnuda y el verdor de la montaña se irá imponiendo a la negrura del carbón. Pasará tiempo hasta que eso ocurra, pero al menos, el panorama allí arriba ya no es apocalíptico como lo era hace un par de años e incluso fui capaz de realizar alguna fotografía de paisaje; cosa que no fui capaz de hacer entonces.
Reconozco que iba con un poco de “miedo” porque cuando fui allí después del incendio me invadió una sensación bastante desagradable que tardó un tiempo en desaparecer; pero esta vez bajé del Bovalar con una sonrisa en la cara y un montón de imágenes en la cámara.
Me gustaría mostraros dos elementos curiosos que tengo por casa cuyo nexo en común es que en ambos casos no son lo que parecen a primera vista. Vais a ver que lo que parece un diskete y un posavasos son en realidad dos cosas muy diferentes a lo que su apariencia lleva a pensar.
La historia del primero de estos elementos viene de lejos: es un diskette muy especial que me regalaron con el primer PC que tuvimos en casa allá por el año 1994 (tuve un Spectrum +2 desde mucho antes). Recuerdo que los vendían al público a un precio de 590 pesetas, pero ya que mis padres se habían dejado un pastón considerable en aquel 486 DX2-66 con 8 MB de RAM, 420 MB de disco duro y tarjeta gráfica con 1 MB de memoria el dueño de la tienda decidió regalarme uno al darse cuenta de que mientras mi padre pagaba el ordenador, yo miraba con atención a la vitrina donde estaban expuestos.
Pues bien, lo que parece ser un diskette de 3,5″ (podéis ver la comparación con uno «de verdad» en la imagen) no es otra cosa que una calculadora solar cuya célula fotoeléctrica está oculta tras la chapita metálica del mismo modo que los números y signos grabados en el plástico del diskette son las teclas de la calculadora.
No os podéis imaginar la cara de los profesores que vigilaban los exámenes del instituto a los que me llevaba esta calculadora. Creo que no hubo ni uno que no me preguntara qué hacía con un diskette encima de la mesa, y cuando les explicaba lo que era al tiempo que hacía cualquier pequeño cálculo en ella se quedaban completamente fascinados.
El segundo elemento es más simple; pero no por ello menos original: se trata de un posavasos de corcho que regalaba la firma Nordic Mist y que a mí me dio una compañera de Komatsu hace unos meses.
Pues bien, el área circular negra del posavasos es en realidad un CD-audio de ocho centímetros de diámetro con cinco pistas de chill-out grabadas que se puede «desmontar» e insertar en cualquier equipo de música.
Para la entrada de hoy he pensado que sería una buena idea acercarnos hasta un lugar típicamente alcalaíno: la Plaza de Cervantes. Pero en este caso vamos a mirar desde ella hacia la calle Trinidad, que parte en dirección Sur para dar cabida en ella a algunos de los edificios más bonitos de la ciudad.
"Calle Trinidad desde la Plaza de Cervantes". Años 60. Fotografía de Baldomero Perdigón Puebla extraída de una colección de postales del mismo autor.
La fotografía original es de la década de los 60 (sin poder precisar más de momento el dato) y está realizada por Baldomero Perdigón Puebla; aunque en este caso no pertenece a su libro Alcalá de Henares en Blanco y Negro; sino a una colección de postales a la que gracias a Ángeles (una ilustre alcalaína 😉 ) he podido tener acceso.
Si nos situamos en el mismo lugar desde el que Baldomero hizo la fotografía original y echamos un rápido vistazo, vamos a ver que apenas nada ha cambiado por aquí. Fijaos en la forma del colegio de Málaga (el edificio de la izquierda) y os daréis cuenta de que no se ha modificado ni un ladrillo en la misma. ¡Hasta el nido de cigüeña que hay sobre ese tejadillo lleva ahí más de 40 años! Cierto es que han florecido semáforos por doquier y ya no se ven carros de caballos por las calles; pero el espíritu del lugar ha permanecido intacto durante estas cuatro últimas décadas.
Ya os he mostrado alguna que otra vez en el pasado que Alcalá de Henares es una ciudad llena de contrastes entre el pasado y el presente; pero también ha habido otras muchas ocasiones en las que los cambios acontecidos con el paso de los años han sido mínimos, y el de hoy no deja de ser uno de esos ejemplos de que cuarenta años no son nada.
«El tiempo es un gran maestro que pone en su lugar muchas cosas»
Hace unos días me encontré de casualidad con un rodaje realizado en el campo de fútbol que hay junto a mi antiguo instituto. Obviamente, ya que llevaba la cámara de fotos aproveché para captar un par de imágenes de una película que se estrenará dentro de unos meses y que contará la vida de Adolfo Suarez, así que aquí os las pongo.
Aprovechando la luz del sol con un enorme reflector
Sí; el de sonido se apoya la pértiga del micro ahí mismo...
¿Alguien reconoce a alguno de los actores? Yo desde luego no (podéis hacer click sobre la imagen para acceder a resoluciones mayores)
Por cierto, anda que no se ruedan películas y series en Alcalá. Cada dos por tres me encuentro con los de Cuéntame y de vez en cuando con los sets de rodaje de cualquier otra película.