Rincones: Palacio de Cibeles (Madrid)

Hace unos días estuve dando una vuelta con mi chica por el centro de Madrid cuando se nos ocurrió visitar el conocido Palacio de Cibeles. Un emblemático edificio situado en la plaza del mismo nombre y en el que existe un mirador desde el que se puede contemplar toda la ciudad.

Palacio de Cibeles (I)

Para los que somos aficionados a la fotografía, subir a ese mirador de la octava planta y disfrutar de sus vistas es ya de por si toda una experiencia; pero a esto hay que añadir que el interior del edificio también es de lo más pintoresco, ya que en él encontraremos exposiciones de arte moderno, salas de lectura, cafetería… Comentar que el interior del palacio es de acceso libre y que la única zona de pago es el mencionado mirador para el que tendremos que desembolsar dos euros que nos darán derecho a estar allí durante media hora.

Como sabéis, este tipo de entradas del blog es eminentemente fotográfico, de modo que os voy a dejar con las imágenes que capté ese día y que he dividido en dos grandes grupos: interior del palacio y vistas desde el mirador. ¡Espero que os gusten!

Interior del palacio

Como os decía antes, en el interior del palacio os encontraréis exposiciones temporales, obras de arte moderno, fotografías expuestas… La idea del palacio de Cibeles es ofrecer a los ciudadanos un espacio cultural abierto a todos en el que quepan diversos tipos de manifestaciones artísticas, lo que unido a la peculiar arquitectura del edificio da lugar a curiosas composiciones bastante fotogénicas.

Os ofrezco a continuación algunas imágenes que capté en diversos rincones del palacio.

Palacio de Cibeles (IV)

Palacio de Cibeles (VI)

Palacio de Cibeles (VII)

Palacio de Cibeles (V)

Palacio de Cibeles (III)

Palacio de Cibeles (II)

Vistas desde el mirador

El interior del edificio es pintoresco; pero para mí, como amante de la fotografía que soy, el mayor aliciente de esta visita al palacio de Cibeles era la vista panorámica de Madrid que se divisa desde el mirador de la octava planta. Desde allí tendréis un punto de vista privilegiado de la capital y podréis apreciar muchos detalles y relieves que «a ras de suelo» pasan desapercibidos.

Comentar que la sensación al atravesar la puerta de la terraza por primera vez es una especie de saturación de los sentidos porque hay tantas cosas que ver que al principio no sabemos muy bien dónde mirar (aunque yo lo tengo claro: la confluencia de la calle de Alcalá con Gran Vía es mi debilidad en esta gran ciudad que es Madrid).

Os dejo con unas cuantas fotografías captadas desde allí arriba recordándoos que el edificio es accesible a todos los públicos y que podéis disfrutar de este mirador por tan sólo un par de euros.

Mirador del palacio de Cibeles (III)

Mirador del palacio de Cibeles (I)

Mirador del palacio de Cibeles (II)

Mirador del palacio de Cibeles (VI)

Mirador del palacio de Cibeles (VIII)

Mirador del palacio de Cibeles (V)

Mirador del palacio de Cibeles (IV)

Mirador del palacio de Cibeles (VII)

¡Hasta la próxima entrada!

Madrid de mis amores

Ha pasado ya más de un año desde mi regreso a Madrid: la ciudad que ha sido mi cuna y mi casa durante casi toda mi vida y por la que siento un apego muy especial. Me siento contento y afortunado de haber podido volver a estas tierras; pero sobre todo tengo la sensación de que ahora veo Madrid desde la perspectiva del que la ha echado de menos en la lejanía.

Madrid

Mentiría si dijera que no estuve a gusto en Oropesa del Mar, porque la experiencia de vivir allí durante más de dos años me ha dado alas tanto en lo personal como en lo profesional. Durante ese tiempo aprendí a organizar una casa, a valorar el tiempo libre, a echar de menos a la gente que quiero, a ser totalmente independiente… y en cuanto al trabajo se refiere, lo más satisfactorio para mí fue llevar el control de una planta industrial y dirigir a un equipo humano unido y sólido que espero que nadie desmonte ahora que otra persona es su responsable.

Sin embargo, siempre eché de menos Madrid. Cuando durante esa época de mi vida venía los fines de semana y paseaba con mi novia, siempre decía lo mismo: «Ahora es cuando más cuenta me doy de lo bonito que es Madrid». Por eso, cuando la empresa me ofreció la posibilidad de regresar no tuve que pensármelo mucho: eso significaba estar todos los días cerca de mi gente, volver a pasear por las calles que me han visto crecer y, en definitiva, ser más feliz.

Un rincón a la sombra

Sólo lo sentí por la gente que conocí en Oropesa y de la que no me pude despedir por lo apresurado de mi regreso: el panadero del pueblo, los porteros de la urbanización, Paco el fotógrafo, los camareros de la heladería La Jijonenca, los dueños de Doña Resu, gente relacionada de un modo u otro con mi trabajo… Cuando vuelva por allí y me los cruce aprovecharé la ocasión para disculparme; pero creo que pasará una larga temporada hasta que vuelva a aparecer por aquellos rincones porque, aunque hace ya tiempo de mi regreso, el cuerpo todavía me pide «descansar» de Oropesa. Aun así, creo que en general se habrán alegrado por mí, porque ellos sabían que en mi mente siempre estuvo la idea de volver a Madrid algún día.

Jadines de Sabatini (Madrid)

Madrid es vida y alegría, es gente por todos sus rincones, es tráfico y es polución, es el Retiro y el Palacio Real, es Malasaña y es Chamberí, es el Thissen, el Rastro, las cuatro torres y las corralas de Lavapiés. Madrid son ambulancias sonando en la lejanía, es la Plaza Mayor y el Mc Donalds de Callao, es el Metro entrando en la estación, es una terraza en la Castellana o un autobús descubierto en Colón. Es Cibeles y Neptuno, la M-30 y la Gran Vía, la estación de las Delicias, un enjambre de taxis, una tienda de antigüedades, un malabarista en un semáforo, un bocadillo de calamares.

En barca por el lago del Retiro

Todo eso siempre estuvo ahí, pero es de un tiempo a esta parte cuando he empezado a valorarlo como se merece. Madrid, como toda gran ciudad, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas; pero Madrid siempre será ese Madrid al que odias cuando estás en él pero añoras cuando estás lejos tal y como cantaba Joaquín Sabina.

Palacio de cristal

¡Nos vemos por Madrid!