Como persona de ciencias, siempre he pensado que toda acción tiene su origen y su explicación; de modo que hoy me gustaría hablaros de algo que desde mi más tierna infancia ha llamado poderosamente mi atención: las linternas.

Afán por la lectura
Cuando iba al colegio devoraba los tebeos como si no hubiera un mañana: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, El Botones Sacarino, Superlópez, Pepe Gotera y Otilio, Carpanta… En mi casa había una inmensa colección de volúmenes de todas las épocas y autores y aunque mis padres y abuelos me iban comprando las novedades que salían al mercado, a mí no me importaba releer una y otra vez los tebeos que ya casi me sabía de memoria.
Al igual que ahora considero que siempre es buen momento para un café o un disco de Queen, en aquellos años consideraba que siempre era buen momento para ponerme a leer un tebeo; sólo que si al día siguiente había clase, mis padres me hacían ir a la cama a las diez en punto y a esas horas mis ansias lectoras todavía no se habían aplacado del todo.
La solución a mi problema
¿Qué hacer entonces cuando se suponía que debería estar durmiendo pero yo quería seguir leyendo un rato más? Pues coger una linterna que había en un cajón de mi cuarto (una Cegasa blanca y azul que se alimentaba con dos pilas AA) y meterme bajo las sábanas con mis lecturas como si de una tienda de campaña se tratara para poder seguir desgranando historias desternillantes.
No recuerdo bien si alguna vez me pillaron. Creo que sí, pero si me cayó bronca no debió ser demasiado grande porque supongo que todavía me acordaría. Sea como sea, durante una buena época de mi niñez fui incapaz de dormir si no disfrutaba de mi rato de lectura nocturna; hasta el punto de que había ocasiones en las que me quedaba dormido con la linterna encendida y luego me despertaba cuando al girarme me la clavaba en la cara o bien directamente me la encontraba sin pilas a la mañana siguiente (una linterna pequeña de aquella época tenía una autonomía de como mucho un par de horas).
Los años pasaron y poco a poco fui dejando aquella costumbre de lado; más que nada porque mis padres ya no me obligaban a irme a la cama temprano si tenía clase. Al fin y al cabo, era ya lo suficientemente mayor como para ver que si al día siguiente estaba medio zombie era señal de que debía de dormir algo más.
Recuerdo de mi época de instituto dormirme a las tres o las cuatro de la mañana leyendo libros de Stephen King, pero esta vez con la luz de la mesilla de noche encendida. Tal vez de esa época viene mi afición por el café bien cargado por las mañanas; pero eso es algo que dejaré para otro artículo.
Volviendo al tema de las linternas, como os decía, de pequeño consideraba a aquello como una herramienta que me permitía disfrutar de mi afición favorita durante unas horas más al día; y creo que eso quedó tan grabado en mi inconsciente que ya nunca dejaron de llamarme la atención y así lo plasmé en alguna de mis primeras fotografías en las que, gracias a su ayuda, podía pintar en el aire. 
Un regalo inesperado
Sea como sea, durante muchos años esa afición permaneció latente en mí hasta que un día de invierno en Oropesa del Mar al salir de trabajar me acerqué a la farmacia del pueblo a por paracetamol y la chica que me atendió me preguntó: «¿Te hemos dado el regalo de Navidad?» y ante mi negativa metió en la bolsita una pequeña caja de cartón y me dijo que esperaba que me gustara.
Nada más salir de la farmacia abrí aquello y resultó ser una pequeña linterna cilíndrica de tacto metálico, con un LED en la cabeza y tres pequeñas pilas AAA a modo de alimentación. Hasta el momento todas las linternas que había tenido llevaban una bombilla incandescente que no daba más que una pequeña mancha circular de luz anaranjada, pero nada más encender la linterna que me acababan de regalar la acera se iluminó con un potente halo blanco al tiempo que algo se encendió en el pozo de mis recuerdos.

La linterna responsable de esta aficción
El «redescubrimiento» del LED
Hasta el momento para mí los LED eran unos dispositivos utilizados para señalización y poco más. En la carrera los empleé en numerosas prácticas (recuerdo una que consistía en hacer un marcador de tenis) pero hasta ese instante no había pensado en ellos como dispositivos de iluminación. La verdad es que aquel pequeño regalo me hizo empezar a curiosear más profundamente en el campo de los LED y que mi aletargada afición por las linternas se reactivara.
Como ingeniero en la rama de la electrónica, siempre pensé que las bombillas de filamento eran el extremo opuesto de la optimización. Una dispositivo luminoso que desperdiciaba más del 90% de la energía que consumía en forma de calor era algo inadmisible en un mundo donde la electricidad cada vez es más cara y los recursos más escasos; pero el LED al convertir en luz aproximadamente el 85% de su energía consumida era algo muchísimo mejor.
Aquella pequeña linterna podía alumbrar a muchos metros de distancia durante horas, dejando en ridículo al pequeño círculo anaranjado de mis antiguas linternas incandescentes. Como os decía antes, nada más sostener aquella linterna en mis manos noté cómo mi afición se reactivaba y esa misma noche comencé a buscar en internet cualquier cosa que tuviera que ver con el tema.
No soy el único
Y así, vi que por todos los rincones del globo había gente con mi misma afición. Existen en la red multitud de blogs, webs y foros dedicados al mundo de las linternas y sus derivados (baterías, cargadores, luces para bicicletas, frontales…) en los que se puede aprender muchísimo de este apasionante mundo en el que los lumens son el mantra sagrado.
Gracias a la cantidad de información disponible, buscar reviews y datos de linternas está alimentando todavía más esta extraña afición mía hasta el punto de que en los últimos meses me he hecho con algunos modelos de pequeño tamaño que a mí particularmente me parecen fascinantes.

Que sí, que ya sé que hoy en día todos llevamos un móvil en el bolsillo que se puede utilizar como linterna y que a estos cacharros se les saca partido en contadas ocasiones; pero es que esta es una afición que tiene poco de racional y mucho de pasional.
De hecho tengo pensado publicar de ahora en adelante algún que otro artículo referido a este mundillo linternero hablando de algunos de los modelos que tengo pero desde mi peculiar punto de vista y empleando mis propias fotografías para ilustrar los artículos. No serán muy técnicos porque no tengo ni los conocimientos ni los medios para hacer un análisis pormenorizado de consumos, intensidad lumínica, tiempos de autonomía… pero sí que me gustaría comentar mis impresiones y las sensaciones que evocan en mí algunos de estos juguetes que tanto me gustan.
¡Nos leemos!
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