Ya sabéis lo mucho que me llama la atención todo lo relacionado con el paso del tiempo y el efecto que tiene en los lugares; de modo que hoy me gustaría hablaros de un rincón de Oropesa del mar al que solíamos en bicicleta ir mis amigos y yo a mediados de los noventa. Se trata de la calle del Astor, que cuenta con un fuerte desnivel en el que podías alcanzar grandes velocidades sin correr peligro de que te atropellara un coche gracias a la gran visibilidad que había.

Como podéis apreciar en esta foto que hice durante el verano de 1994, en dicha calle no existía vivienda alguna y, de hecho, no había ninguna construida entre este lugar y el pueblo de Oropesa que se divisa al fondo; consistiendo toda esta extensión en campos de almendros.
Cierto es que aquellos campos parecían estar medio abandonados porque recuerdo que año tras año se acumulaban las almendras en el suelo sin que nadie (al margen de la gente que pasaba por allí) se preocupara de recolectarlas para sacar así un dinero. Sin embargo, reconozco que descubrí con sorpresa hace cerca de una década que la zona se había parcelado y empezaban a levantarse multitud de viviendas unifamiliares hasta el punto de que hoy en día el aspecto de este lugar es radicalmente distinto como podéis apreciar en la siguiente imagen:

Obviamente han pasado casi dos décadas y es normal que durante todo este tiempo las casas hayan florecido como las setas en otoño (sobre todo en localidades turísticas como esta) pero no me negaréis que es curioso ver en un par de imágenes diecisiete años de evolución. Por cierto, atención a la caja del contador eléctrico que hay en la parte izquierda de la fotografía, porque aunque se le haya aplicado un lavado de cara, sigue siendo estando exactamente en el mismo lugar.
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