El fin de semana pasado me acerqué a Bilbao a una celebración familiar; pero como nunca antes había estado por aquellas tierras, enseguida mi chica sugirió acercarnos a Gaztelugatxe: un escarpado islote con una ermita en su parte superior y que está unido con la costa a través de un estrecho puente dando lugar a un conjunto que parece sacado de un libro de aventuras.
Como podréis ver en las imágenes que ilustran esta entrada, para llegar a la ermita de San Juan hay que subir una escalera de 160 peldaños que en ciertos tramos llega a ser bastante empinada, por lo que hay que andarse con ojo no vaya a ser que peguemos un inoportuno traspiés y rodemos unos cuantos metros hacia abajo.
Una vez arriba (y también durante el trayecto) podremos disfrutar de unas espectaculares vistas que nos harán sentir el esfuerzo de la ascensión ha merecido la pena, pues tanto la visión de las escaleras desde la parte superior como los acantilados de la zona nos harán sentirnos muy pequeños en comparación con el entorno.
Mención aparte merece el mar Cantábrico; mucho más rocoso, frío y movido que el tranquilo Mediterráneo que hasta hace poco estaba acostumbrado a contemplar a diario. Precisamente una de las cosas que más me gustan de España es que pese a no ser un país demasiado extenso (sobre todo en comparación con otros) hay una gran diversidad de climas, relieves y paisajes que confieren a cada zona una identidad única.
Y con esto me despido; pero no sin antes aseguraros que antes o después volveremos a asomarnos a las tierras del norte, porque igual que hace poco hicimos un tour por Sevilla, Granada y demás, también Oviedo, Ferrol o Bilbao tienen el mismo derecho a ser disfrutadas y admiradas.