Los lagos de Covadonga fue el lugar al que nos dirigimos una vez terminada nuestra visita al santuario del mismo nombre. Era uno de los puntos fuertes de nuestros días en Asturias y la verdad es que no nos decepcionó en absoluto.
Sólo hay una cosa que no me acabó de gustar de los lagos de Covadonga: la estrecha y serpenteante carretera que lleva a este lugar; y es que a sus características intrínsecas hay que sumarle que no paraban de bajar autocares de excursionistas a toda mecha y que además estaban en plena «operación asfalto» con cortes de tráfico en medio de las rampas más fuertes.
En cualquier caso, a mitad de camino os recomiendo deteneros unos minutos en el Mirador de la Reina y que echéis un vistazo al paisaje que se divisa desde allí.
Aunque la vista desde el Mirador de la Reina es tremenda, no lo es menos el paisaje que se divisa desde la orilla del lago Enol, que es el más conocido de los dos que conforman el conjunto de los lagos de Covadonga.
En cualquier caso, una vez en los lagos hay algo que os va a sorprender mucho nada más bajaros del coche: el sonido de los cencerros de las vacas que hay por el lugar. Un ambiente alegre y apacible que os relajará mucho y que además os inspirará fotografías muy naturales.
He de reconocer que me lo pasé pipa por aquellas praderas. Me pareció un lugar lleno de paz en el que la gente pasea sin prisas entre vacas, terneros, pájaros y árboles disfrutando de un aire limpio y sin rastro de contaminación.
Lejos, muy lejos de aquí quedan las prisas de la ciudad, los horarios estrictos y el Metro en hora punta. Los lagos de Covadonga son un rincón para disfrutar y para olvidarse de todo lo demás.
De verdad, si os acercáis a ver el santuario de Covadonga, aprovechad también para visitar los lagos porque es una excursión que merece mucho la pena y os vais a dar cuenta (si no lo habéis hecho ya) de los rincones tan bonitos que hay en España.