Nuevos aires para mi PC

Estaba claro que tras mis últimos escarceos con las curvas de los ventiladores y vista la importancia de la renovación del aire dentro de la caja del PC tenía que conseguir un chasis mejor ventilado sí o sí. Por tanto, el artículo de hoy va a tratar de cómo cambié todos los componentes de mi ordenador a una nueva caja y cómo ha influído esto en las temperaturas de sus elementos principales.

Tres premisas fundamentales

Las premisas en esta ocasión fueron las siguientes: caja con frontal mallado, posibilidad de meter ventiladores de 140 mm y disponer de mayor espacio interior para la correcta circulación del aire; así que vamos a ir detallando uno por uno cada uno de estos tres puntos.

  • Frontal mallado

Mi anterior caja tenía una abertura en el frontal por la que entraba el aire fresco del exterior, pero tenía dos problemas: realmente no entraba demasiado por si mismo de modo que le coloqué un par de ventiladores frontales, los cuales al forzar el paso del aire por la abertura provocaban cierto ruido aerodinámico que, si bien por el día no se apreciaba demasiado, ahora que tengo un bebé de 7 meses en casa cada decibelio que pueda rascar cuenta.

Por tanto, mi opción para la nueva caja no podía ser otra más que la de un frontal mallado que permita el paso del aire silenciosa y libremente para de esta forma enfriar los disipadores de gráfica y CPU. Teoricamente este tipo de cajas son las más adecuadas para esto, de modo que comprobaré por mí mismo si la diferencia es apreciable o no.

  • Ventiladores de 140 mm

Aunque tan sólo sean 20 mm más de diámetro, en general los ventiladores de 140 mm son capaces de mover mucho más aire que los de 120; o dicho de otra forma, para mover una misma cantidad de aire giran a menos RPM y por tanto el ruido producido es menor. Y es que, como os decía antes, ahora el silencio es una prioridad para mí.

Hay cajas que usan ventiladores de hasta 200 mm, pero eso ya empezaría a parecerse a una subestación eléctrica y quería algo que fuera, además de funcional, discreto. Por lo tanto, 140 mm me parecía una buena medida y a día de hoy hay multitud de cajas que los aceptan. Por supuesto tendrían que estar controlados mediante PWM para poder regular su velocidad en función de la temperatura interior de la caja.

  • Amplitud interior

Para que en el interior de la caja pueda haber un movimiento fluído de aire frío y caliente ha de existir espacio libre, y eso en una caja microATX es complicado porque, para empezar, la fuente de alimentación está a escasos centímetros de la entrada de aire de la tarjeta gráfica si esta es de las que ocupan entre dos y tres slots PCIe como es mi caso.

Sé que en su momento dije que las cajas ATX me parecían unos mamotretos enormes, pero también es cierto que para mis necesidades actuales además de bien ventilada quería la caja tuviera espacio de sobra para que las corrientes de aire se movieran con libertad en el interior del chasis. Por tanto esta vez opté por una caja grande (más alta pero también más ancha) pese a que la placa base iba a seguir siendo una B450M de MSI.

Buscando caja y ventiladores

Ya con la idea bien definida en mi cabeza me puse a buscar una caja con las características que os comentaba. La verdad que la anterior Aerocool Bolt Mini, pese a ser barata y sencilla me pareció muy bien resuelta, de modo que busqué dentro de la misma marca un modelo como el que tenía en mente y enseguida di con la Graphite, la cual la hay en dos versiones: una con RGB y otra sin él. Esta vez elegí la más discreta, que tiene un precio que ronda los 50 euros e incluye el lateral izquierdo en forma de puerta completa de cristal templado (esta vez no es de material plástico como en la anterior, que se raya con facilidad).

En cuanto a los ventiladores, la idea inicial era colocarlos como en la caja anterior: dos delante metiendo aire, uno detrás sacando y dos arriba también sacando aire caliente para ayudar a ventilar el habitáculo. El modelo elegido buscando un buen compromiso entre silencio y caudal y, por supuesto, con regulación mediante PWM fue el Arctic F14 PWM PST; en concreto en formato pack de 5 ventiladores que salía por poco más de 30 euros.

Manos a la obra

Una vez recibidos los nuevos componentes tocaba desmontar al completo la caja anterior; operación que no me llevó más de media hora. Con todo sobre la mesa luego la cosa fue ir metiendo los componentes en la nueva caja (aunque el conjunto placa+micro+disipador+RAM fue de una pieza, lo cual me ayudó a ganar algo de tiempo), colocar los nuevos ventiladores y organizar todo el cableado por la parte trasera.

Una vez terminado me di cuenta de dos detalles: los cables principales de la fuente eran un poco feos con esas terminaciones rojas, naranjas y amarillas junto a los conectores, de modo que compré unas extensiones de 30 cm en color negro para darle un aire más elegante. Y ya que estaba compré también un soporte tipo columna para la tarjeta gráfica, ya que aunque había fabricado uno provisional con una espuma muy densa, la verdad es que era un poco indigno.

Aprovecho para daros un par de consejos rápidos: si no usáis discos duros mecánicos podéis extraer la «jaula» que hay en el habitáculo inferior y aprovechar ese hueco para meter todo el cableado sobrante (imprescindible en el caso de usar extensiones). Y relacionado con esto, os recomiendo encintar los conectores que no uséis (especialmente los Molex) porque a veces sus contactos quedan algo expuestos y al estar todo arremolinado por los rincones oscuros de la caja podrían llegar a tocar algo metálico provocando un corto.

Con estos elementos añadidos di por finalizado el montaje de la nueva caja y he de decir que de aspecto quedé muy satisfecho. Sólo me chirría un poco el ventilador del disipador, que es de color blanco y canta bastante. Dado que compré el NOX Hummer H212 limitado por la estrechez de la caja anterior, seguramente me haga con un Cooler Master 212 Black Edition o algún modelo similar tanto por estética como por capacidad de enfriamiento. Eso siempre que previamente compruebe que no haga demasiado ruido, pues la ventaja del NOX es que incluso a su máxima velocidad su sonido es apenas perceptible y es capaz de mantener perfectamente a raya las temperaturas del Ryzen 7 3700x.

Ah, y hablando de ruido, para tratar de ganar un poco más de silencio de momento he decidido no poner los dos ventiladores superiores, ya que al tener una superficie de rejilla muy grande también en ese panel creo que el aire caliente saldrá con cierta facilidad y más si tenemos en cuenta que hay dos ventiladores metiendo aire y uno sacando, de tal modo que en el interior de la caja se produce una presión positiva que ayudará a la evacuación del aire por las rejillas.

Como anécdota, la primera vez que lo arranqué tuve que mirar si los tres ventiladores estaban funcionando porque el ordenador prácticamente no se escuchaba. Y sí, estaban funcionando a unas 500 rpm, siendo su máximo de 1300. A esa velocidad apenas los escuchaba, pero quedaba ver hasta dónde acelerarían cuando empezara a hacer pruebas con benchmarks y videojuegos exigentes.

Midiendo temperaturas

Tras un rato en idle, las temperaturas se estabilizaron en torno a 23 ºC para la gráfica, 31 ºC para el micro y 27 ºC para la caja, que son algo más frescas que con el chasis anterior. Buen comienzo, pero ahora empezaban las pruebas de verdad:

El día antes de desmontar el ordenador lancé el test Kombustor y lo mantuve en ejecución hasta que se estabilizaron las temperaturas de gráfica, micro y caja (para esta última se necesitan unos 20 minutos hasta que se mantiene estable) arrojando el siguiente resultado:

Gráfica: 73 ºC (aunque Afterburner da 72 ºC, cosas del redondeo) // Micro: 63 ºC // Caja: 55 ºC

Una vez finalizado el montaje hice la misma operación manteniendo las curvas de configuración de ventiladores en BIOS y Afterburner obteniendo las siguientes temperaturas:

Gráfica: 65 ºC // Micro: 52 ºC // Caja: 48 ºC

Esto representa una ganancia de unos 8 grados en la gráfica, 11 en el micro y 7 en la caja (todas las pruebas anteriores están hechas con una temperatura ambiente de unos 20 grados) pero lo que más me ha sorprendido es que incluso durante la ejecución de las pruebas el ruido generado por el ordenador es mucho menor que antes, hasta el punto de que fuera de la habitación con la puerta abierta es inaudible. De hecho es que con la caja a 48 grados los ventiladores de 140 mm giran a unas 650 rpm, que es el 50% de su velocidad nominal. Es decir, que funcionan en una zona en la que todavía no hacen casi ruido, pues siempre se ha dicho que en general los ventiladores empiezan a escucharse a partir de 750 u 800 rpm.

Me da mucha rabia no haber usado el sonómetro que tengo para haber medido el sonido del equipo antes y después del cambio de caja y ventiladores y tener así unos números de cómo ha cambiado la cosa, pero es que no imaginaba que la mejora iba a ser tan radical y por eso ni se me había pasado por la cabeza hacer la medición. Estoy contento con la bajada de las temperaturas, pero mi mayor alegría es el drástico decremento en la sonoridad del equipo, en serio.

 

Y ya está, poco más que contaros, puesto que el resto del hardware es el mismo. Aparte de la mejora de temperaturas y sonoridad del equipo esto también me ha servido para cacharrear un poco, que es algo que de unos meses a esta parte cada vez me puedo permitir en menos ocasiones por la cantidad de tiempo y energía que requiere el cuidado del pequeño terremoto que ya ha empezado a gatear por la casa y al que no puedo quitar el ojo de encima ni cinco segundos.

¡Nos leemos!

Regulación de las curvas de los ventiladores de un PC

De un tiempo a esta parte, concretamente desde que monté mi último ordenador de sobremesa, me he dado cuenta de la importancia de la ventilación en este tipo de equipos «potentes». Como hasta ahora no había tenido una tarjeta gráfica de cierta entidad y casi nunca había tenido problemas de calentones informáticos, era algo que siempre dejé de serie en mis ordenadores anteriores, pero en esta ocasión ha sido un punto importante en su diseño y de eso precisamente quería hablaros hoy.

Empecemos con una visión global de las cosas; y es que dentro de un PC actual hay dos elementos que necesitan refrigeración adicional: la tarjeta gráfica y la CPU. En los albores de la informática esto rara vez era necesario porque el número de transistores y su velocidad de funcionamiento eran relativamente bajos, pero con la carrera por el rendimiento cada vez estamos metiendo más potencia de cálculo en chips que consumen un montón de electricidad, lo que conduce a unas temperaturas de funcionamiento cada vez más elevadas. Y claro, si no somos capaces de disipar ese calor, nuestros preciados y carísimos componentes electrónicos se achicharrarían en pocos minutos.

Ahí es donde entran en acción los disipadores, que sirven para transferir el calor que se genera en el chip al aire circundante. Los primeros eran simplemente unas aletas de aluminio y ahora, para obtener un mejor rendimiento de refrigeración, aunque se siguen basando en el mismo principio de funcionamiento añaden ventiladores cada vez más grandes para refrescar esas aletas y que así puedan hacer su trabajo.

La tarjeta gráfica es, con diferencia, el componente que más calor disipa a día de hoy en un ordenador personal. Una tarjeta de gama media actual (mi RTX 2060 sin ir más lejos) llega a consumir unos 200 vatios ella solita cuando se le exige el máximo rendimiento, dispándose buena parte de los mismos en forma de calor, por lo que las gráficas actuales suelen contar con varios ventiladores y un disipador de tal tamaño que podríamos hacer unas salchichas sobre él.

La CPU por su parte no consume tanto (un procesador de gama media como el Ryzen 7 3700x que tengo ahora mismo consume unos 80 vatios de pico) pero también necesita un disipador hermoso y un ventilador de buen diametro para mantener su temperatura a raya porque esta se eleva con gran rapidez al ser un componente de pequeño tamaño. Para que os hagáis una idea, el límite de funcionamiento de mi microprocesador son 95 grados centígrados, que es prácticamente la temperatura a la que hierve el agua en un cazo, por lo que llevado al extremo os podéis imaginar el calorazo que desprende ese pequeño cuadrado metálico de 5 x 5 cm.

Pues bien, lo que hacen los sistemas de refrigeración de estos dos componentes cuando están en funcionamiento es contener la temperatura a base de intercambiar calor con el aire que hay dentro de la caja del PC, de modo que también es importante extraer el aire caliente de ahí dentro sustituyéndolo por aire fresco para que los disipadores que os decía hace un momento puedan hacer bien su trabajo. Y de eso se encargan los ventiladores de la caja del ordenador, que es otro de los puntos de este artículo, pues me ha llevado tiempo regularlos hasta dejar este aspecto a mi gusto y me gustaría contaros cómo lo he hecho.

Una vez descritos los dos elementos principales generadores de calor en un ordenador actual y vista la importancia de hacer circular el aire dentro de la caja vamos a hablar de la regulación de cada uno de estos tres elementos.

Tarjeta gráfica

Como os decía antes, éste suele ser el elemento que más calor genera dentro de la caja de un PC actual. No hay más que ver que la temperatura de la caja apenas se incrementa durante los benchmarks realizados al microprocesador pese a que este se ponga a unos 80 grados durante un buen rato, pero se eleva con cierta rapidez cuando es la tarjeta gráfica la que trabaja al límite de sus posibilidades como cuando lanzo el popular test FurMark. o le estoy dando caña un buen rato a Cyberpunk 2077.

Muchas gráficas tienen prefijada la opción de tener sus ventiladores parados hasta llegar a cierta temperatura (la mía sin ir más lejos). A diferencia de la BIOS del PC a estas normalmente no se les puede hacer poder variar el comportamiento de la refrigeración por hardware, pero sí que podemos hacerlo desde Windows con alguna aplicación del fabricante de la tarjeta o bien con la que para mi gusto es la que mejor funciona: MSI Afterburner.

En mi caso, como podéis ver en la curva que hay sobre estas líneas, prefiero que los ventiladores estén funcionando a baja velocidad desde el arranque y que luego progresivamente vayan subiendo de velocidad para pegar un último sprint si nos acercamos a los 80 grados, que empieza a ser ya una temperatura un poco excesiva. Con la configuración que veis la gráfica se me pone como mucho a 72 grados si estoy un par de horas dándole caña a juegos muy exigentes (Quake II RTX es un buen ejemplo de ello al estar toda la iluminación generada mediante Raytracing) o haciendo algún test de estrés de 3D Mark. Comentar que a partir de 83 grados la 2060 comienza a hacer thermal throttling para autoprotegerse, de modo que no conviene acercarse mucho a ese límite.

Microprocesador

Aquí la estrategia es también similar, pero en este caso como el ventilador del disipador que le he colocado recientemente es realmente silencioso he sido algo más permisivo y parto de una velocidad en idle más alta, ya que eso me permite aguantar pequeñas subidas de temperatura sin que lleguemos a tener que incrementar su velocidad. En cualquier caso, al contrario que en el Writh Prism que trae de serie el 3700x donde los cambios de velocidad por pequeños que fueran se notaban un montón, en el caso del Nox Hummer H212 que tengo ahora mismo hay que afinar mucho el oído para notar que el ventilador está acelerando o decelerando.

A diferencia de la tarjeta gráfica esta curva es directamente configurable desde la BIOS del PC, y aunque cada fabricante tiene su sistema, todos se basan en una serie de puntos sobre unas ejes de temperatura/velocidad de ventilador; de modo que ajustarlo es algo bastante intuitivo.

Aquí parto de un 50% mientras el micro no supere los 40 grados, y ya a partir de ahí voy incrementando velocidad hasta llegar a los 70 grados, momento en el que entraríamos en un punch final en el que a 75 grados o más iríamos al 100% de velocidad. Esto sí que he llegado a verlo en tests tipo CPU-Z y similares, pero por lo que veo no pasa de los 80 grados en estos casos extremos que os digo, por lo que todavía entramos dentro de lo que se considera normal para estos micros de AMD y más si estas temperaturas se alcanzan de una forma esporádica y puntual. En este caso la fiesta del thermal throttling comienza a los 95 grados, de modo que andamos con margen de movimiento incluso en las situaciones más extremas.

Sistema

El sistema es la temperatura interior de la caja del ordenador. Como os decía antes, en mi caso viene determinada principalmente por la carga de la tarjeta gráfica puesto que el microprocesador, debido a que tiene el ventilador trasero justo detrás del disipador, expulsa el aire caliente rápidamente al exterior. Sin embargo, la RTX 2060 evacua una gran cantidad de calor a través de su propio disipador que sube hacia la parte superior por el interior de la caja a diferencia de las tarjetas gráficas con ventilación «tipo turbina» que expulsan el aire directamente al exterior a través de unos conductos específicos que salen a la parte trasera del PC a cambio de hacer un ruido exagerado.

Tengo un total de 5 ventiladores de caja de 120 mm controlados desde la BIOS por esta función: dos de ellos en el frontal metiendo aire, dos en la parte superior sacando y otro más en la parte trasera también sacando el aire caliente (mi placa sólo tiene un puerto SYS_FAN, de modo que para poder conectarlos y que regulen he hecho uso de un hub específico para ventiladores PWM). Puesto que el aire al calentarse tiende a subir, la estrategia más adecuada es meter aire por la parte inferior de la caja y expulsarlo por la superior, que es lo que he hecho con este setup.

Estos ventiladores hacen algo de ruido cuando están a muchas RPM, por lo que mi estrategia ha sido en este caso que estén al 29% (unas 930 RPM) mientras la caja esté por debajo de 40 grados centígrados, que es la situación que se da siempre que no esté haciendo un uso intensivo de la gráfica, que a partir de ahí se eleve hasta llegar a un 60% a 65 grados y que si pasamos de esa temperatura incremente su velocidad hasta llegar a sus máximas RPMs a 80 grados, que sería una locura ya que los disipadores no serían capaces de refrigerar nada ahí dentro.

Esta refrigeración es la más laboriosa de regular, ya que a diferencia de micro y gráfica tiene bastante inercia y tanto las subidas como las bajadas de temperatura llevan unos minutos en notarse y, por tanto, las pruebas a realizar llevan bastante más tiempo. El micro tarda apenas unos segundos en llegar a su temperatura estable cuando estamos haciendo un test de estrés y en el caso de la gráfica puede llevar algo más, pero en apenas tres o cuatro minutos ya se empieza a estabilizar. La caja, para que estabilice su temperatura con el PC trabajando fuerte puede llevar del orden de 20 minutos, así que como os digo, dejar la curva a tu gusto va a requerir algo de paciencia.

En mi caso la temperatura de la caja se estabiliza sobre los 55 grados cuando gráfica y micro están trabajando a la vez a máxima potencia, de modo que estos cinco ventiladores giran a unas 1300 RPM y el ruido generado es más o menos llevadero. Cuando sí que hacen bastante ruido es justo en el instante de arrancar el PC, puesto que por defecto se ponen al 100% de velocidad (1800 RPM) durante un par de segundos hasta que se cargan las rutinas de la BIOS y a partir de ahí ya regulan mediante la curva que os mostraba antes, escuchándose nada más que un ligero zumbido si estamos en la misma habitación del PC.

Como os digo, usando durante horas aplicaciones que hagan un uso intensivo de micro y tarjeta gráfica, las temperaturas que obtengo se estabilizan en torno a 55 grados para la caja, 65 para la CPU y 70 para la gráfica sin que el ruido generado por la refrigeración sea especialmente molesto.

No son temperaturas altas para lo que se estila hoy en día en este tipo de componentes, pero como el frontal de mi caja es bastante cerrado soy consciente de que si tuviera un frontal de rejilla entraría más aire fresco y la temperatura de la caja bajaría unos grados y por tanto también la de los dos componentes principales cuyos disipadores estarían algo más frescos. Supongo que un día de estos me dará la ventolera de cambiar de caja aunque sólo sea por el bendito «cacharreo» (y sabéis que si estoy diciendo esto es porque ya lo tengo más que pensado y planeado).

¡Hasta el próximo artículo!

Refrigeración líquida vs. refrigeración por aire

En general, se considera que una refrigeración líquida para la CPU es más eficiente que las habituales de disipador + ventilador debido a que el agua tiene la propiedad de transportar el calor más rápido de un sitio a otro, de modo que el líquido que da vueltas en el circuito se calienta con facilidad en la bomba que está en estrecho contacto con el microprocesador pero también se enfría con rapidez en el radiador que refrigera un ventilador haciendo así que su temperaratura no se dispare. Igual que en un coche con motor de combustión, vamos.

Todo lo anterior junto con el factor «molar» (a primera vista las refrigeraciones líquidas son más cool que las de aire) hacen que mucha gente opte por uno de estos sistemas como si fueran la panacea; pero aun así, con el tiempo te vas dando cuenta de algunas desventajas y empiezas a pensar, como ha sido mi caso, que una refrigeración por aire tampoco está tan mal.

Entre los componentes del PC que monté a primeros de año estaba una refrigeración líquida AIO (All In One) de Cooler Master con radiador de 120mm, que desde mi punto de vista funciona a las mil maravillas y mantiene la temperatura del procesador bajo control de una forma muy estable gracias a la mayor inercia térmica del líquido refrigerante.

En el caso de mi placa base, una MSI con chipset B450, tengo dos conectores de ventilador, ambos regulables por PWM o por DC: CPU_FAN y SYS_FAN. Al primero de ellos se enchufa habitualmente el ventilador del disipador de la CPU; mientras que al segundo se suele conectar el ventilador trasero de la caja encargado de sacar el aire caliente de la misma. Luego ya es cuestión de regular sus curvas de funcionamiento en función de la relación temperatura/ruido que queramos obtener.

En el caso de optar por una refrigeración líquida la estrategia es diferente. Aquí se trata de que la bomba haga circular al líquido a una velocidad constante por el circuito, por lo que esta se suele conectar al SYS_FAN y se deja a velocidad fija, normalmente a 12 Vdc o bien al 100% de PWM, con la intención de que quede girando a su velocidad nominal. Por su parte el ventilador del radiador es que el que va a ir conectado a CPU_FAN y regulado mediante su curva PWM, de tal manera que si el microprocesador está frío el ventilador gire a baja velocidad y si la temperatura se incrementa lo haga también la velocidad del ventilador con objeto de enfriar más rápidamente el líquido en el radiador.

¿Qué ocurre en el caso de que sólo dispongamos de estos dos conectores de ventilador? Pues que si tenemos otros ventiladores adicionales en la caja para refrigerar su interior, o bien los compramos con adaptador MOLEX para que vayan a 12 voltios fijos, los regulamos mediante un reostato externo (este sistema se considera ya algo viejuno; sobre todo ahora que las cajas de los PCs no traen disqueteras ni bahías para CD-ROM) o los adaptamos mediante algún tipo de hub PWM para que vayan sincronizados con la velocidad del ventilador del radiador, cosa nada recomendable porque las continuas subidas y bajadas casi instantáneas de éste nos pueden volver locos por el incremento y decremento de la sonoridad global del PC.

Y luego está el problema clásico de las refrigeraciones líquidas: las pérdidas de agua. Y es que, hasta donde yo sé, ninguna refrigeración líquida emplea un líquido dieléctrico para funcionar, siendo todas de base agua con mayor o menos presencia de etilenglicol. Es decir, que como se nos fisure un tubo o se salga un racor con el ordenador en marcha nos podemos ir despidiendo de la placa base y/o la tarjeta gráfica y/o fuente de alimentación.

Al principio veía la cosa muy segura, pero a base de leer casos de fugas en refrigeraciones líquidas con unos cuantos años ya a sus espaldas empecé a pensar en hacerme con una refrigeración por aire, la cual tiene otro ventaja adicional y es que si se nos para el ventilador del disipador éste último puede seguir refrigerando algo de forma pasiva (sobre todo si el flujo de aire dentro de la caja es adecuado y consigue que se mueva algo de aire entre sus aletas) pero si se nos avería la bomba de una refrigeración líquida el micro se nos va a plantar en temperaturas perjudiciales para su salud en menos que canta un gallo y con posibilidad además de que por efecto del calentón uno de los racores de la bomba se dilate y acabemos además con la temida fuga de líquido.

Aún así, las refrigeraciones líquidas tienen otra ventaja que no he comentado hasta ahora y es que el calor del microprocesador lo sacan directamente fuera de la caja, ya que los ventiladores de los radiadores se suelen configurar para que eliminen ese calor hacia el exterior (y si el radiador está colocado en la parte alta de la caja de paso ayudan a sacar el aire caliente que hay acumulado dentro de la misma). La cosa es que cuando usas una refrigeración por aire, el disipador se calienta y por tanto también el interior de la caja puesto que su ventilador lo hace circular por su interior, de modo que es un motivo más para asegurar una buena circulación de aire dentro del PC con los ventiladores de la caja si no queremos que se eleven las temperaturas de sus componentes internos.

Por tanto, sopesando todo esto que os he contado decidí probar la refrigeración por aire que ofrece el propio disipador que viene con el AMD Ryzen 7 3700x (el famoso y colorido Wraith Prism) y comprando un juego de ventiladores regulables por PWM así como un HUB para poder conectar varios de ellos (cinco en concreto) al conector SYS_FAN de la placa base.

Tras unas pruebas iniciales me di cuenta de que el Wraith Prism es un avión a punto de despegar cuando pasas algún benchmark de CPU o si te tiras un buen rato jugando a algún juego muy exigente con el microprocesador y la tarjeta gráfica. Sus 3750 RPM máximas hacían un ruido tremendo aunque cierto es también que mantenía las temperaturas del microprocesador más o menos en los márgenes que jugaba la líquida que tenía puesta hasta ese momento.

¿Y por qué tanta velocidad de giro? Bueno, el problema es que es un disipador de perfil bajo, de modo que además de que el aire va «de arriba a abajo» impulsado con el ventilador, chocando por tanto con la placa base y disminuyendo su capacidad de refrigeración, las aletas de aluminio que tiene son más pequeñas que las del típico disipador «de torre» que habréis visto en multitud de PCs. Lo que han hecho en AMD es suplir ese menor rendimiento que viene condicionado por su diseño con un caudal de aire muy bestia, pero claro, los dbs también se disparan.

Buscando un poco en foros y demás encontré un modelo de disipador + ventilador en formato torre que funcionaba muy bien y además entraba en mi caja, que al ser para placas microATX no es demasiado ancha y está limitada a una altura máxima del conjunto de unos 15 cm; medida que sobrepasan muchos modelos de Noctua y Cooler Master equipados con ventiladores de hasta 14 cm a los que hay que sumar la altura de la base y el primer tramo de los heatpipes que llevan incorporados.

El modelo que compré fue el Hummer H-212 de Nox, que sale por unos 30 euros y es sumamente silencioso, también gracias a su ventilador cónico de 120 –> 92 mm que sopla sobre un disipador de aletas de aluminio y heatpipes de cobre a una velocidad máxima de 1600 RPM. He de decir que me ha sorprendido para bien, porque las temperaturas están a la par con el Wraith Prism pero el ruido que hace a máxima velocidad es una fracción del modelo de AMD y además en idle es prácticamente inaudible.

Como podéis ver en la imagen anterior, la disposición del conjunto disipador-ventilador es tal que el aire fresco entre por el frontal de la caja, lo recoge el ventilador, lo hace pasar por el disipador donde se calienta y a continuación sale por el ventilador trasero. Puede que algo de aire se derive hacia los dos ventiladores superiores, pero estos están principalmente para sacar el aire caliente que se acumula en la caja cuando la tarjeta gráfica está trabajando a plena potencia; si bien de esto creo que prepararé un artículo específico porque me parece un tema interesante.

Por tanto, y para resumir un poco todo lo comentado en este artículo, aunque las refrigeraciones líquidas son muy pintonas y funcionan muy bien creo que no van a conseguir barrer del mapa a las refrigeraciones por aire; ya que estas tanto por funcionalidad como sobre todo por seguridad tienen bastantes ventajas.

La revolución necesaria del DLSS

Para jugar a 1080p me bastaba con la Nvidia Geforce GTX 1060 3GB de Gigabyte que conseguí poco después de terminar el montaje de mi nuevo ordenador de sobremesa; pero no es menos cierto que desde el principio tuve el ojo puesto en la gama RTX para poder subirme al carro de una tecnología que en tiempos me hubiera parecido de ciencia-ficción: el DLSS, iniciales de Deep Learning Super Sampling.

La relación resolución / potencia de cálculo

Muy a grandes rasgos y a nivel muy muy básico, una tarjeta gráfica necesita más potencia cuantos más pixels tiene que dibujar en pantalla. A una resolución de 1080p son 2073600 pixels. A 1440p serían 3686400, a K4 nos iríamos a 8294400 y, por último, a 8K serían 33177600 pixels.

Pensad ahora que esos son los pixels necesarios para dibujar un sólo frame en pantalla, y si estamos jugando algo que requiera un mínimo de acción querremos que la imagen se refresque, al menos, 60 veces cada segundo para no tener sensación de discontinuidad en la animación, que es algo que saca del juego (y de quicio) a cualquiera.

Si tomamos el ejemplo de resolución 4K, en el que decíamos que la pantalla a dicha resolución se compone de 8294400 pixels y lo multiplicamos por 60, tenemos que la tarjeta gráfica tiene que calcular cada segundo la friolera de 497664000 pixels. ¡Eso son casi quinientos millones de pixels en un sólo segundo! ¡¡¡QUINIENTOS MILLONES!!!

Obviamente, para poder mover semejante cantidad de datos la potencia bruta y la velocidad de proceso de la tarjeta gráfica han de ser tremendas, porque los pixels no son sólo cuadrados de colores sin más; sino que hasta decidir su aspecto previamente llevan una rutina de posicionado, trazado de vértices, texturizado, sombreado… Y no digamos ya si emplean técnicas de iluminación mediante raytracing ¿Empezáis a entender por qué las tarjetas de gama alta cuestan lo que cuestan, abultan lo que abultan y se calientan como se calientan?

De cualquier modo, cuando se pasó de FullHD (1080p) a la resolución de 1440p los fabricantes se dieron cuenta de que la potencia necesaria para dar el salto a cada siguiente resolución se iba incrementando a un ritmo exponencial que el desarrollo de las tecnologías gráficas clásicas no iba a ser capaz de seguir. Se imponía por tanto buscar una solución que no fuera simplemente meter potencia bruta sin más, ya que con el 4K empezando a proliferar y el 8K en el horizonte no es posible disponer de tal potencia de cálculo en una tarjeta que de momento ha de entrar en la caja de un PC.

Buscando alternativas a la potencia pura y dura

Y así es cómo en Nvidia empezaron a dar vueltas a la idea de crear unos algoritmos de escalado dinámico que permitieran renderizar internamente a una resolución inferior para en un último paso resamplear a resoluciones más altas sin apenas pérdida de calidad. Y es que ahí está la clave de todo: podéis coger el Paint, abrir una imagen de 80 x 120 pixels y subirle la resolución todo lo que queráis, pero los píxeles tendrán el tamaño de un melocotón y el resultado será, como mínimo, decepcionante.

Lo alucinante del DLSS es que realmente la pérdida de calidad es muy pequeña para lo mucho que baja la resolución internamente el algoritmo. Por ejemplo, si vamos a jugar en 4K (2160p) y elegimos el modo llamado «Calidad» internamente renderizará a 1440p. Si elegimos el modo «Equilibrado» lo hará en 1253p, mientras que el modo «Rendimiento» lo hará a 1080p y el «Rendimiento Ultra» a 720p. Y sí que es verdad que en este último caso se nota pérdida de calidad sobre todo en los detalles más finos como el pelo de Lara Croft en Shadow of Tomb Raider o las estructuras metálicas finas lejanas en Cyberpunk 2077, pero si elegimos los modos «Calidad» o «Equilibrado» realmente apenas notaremos diferencia con la resolución original y la tasa de frames por segundo se incrementará considerablemente.

Hubo una primera versión que funcionaba en juegos muy específicos y era algo limitada, pero poco a poco la tecnología ha ido evolucionando y a día de hoy estamos ya en la versión 2.0 del DLSS que ofrece mejores prestaciones y una implentación en los títulos más sencilla para los desarrolladores. Hasta tal punto es así que algunos títulos que ya empleaban la primera versión del algoritmo se han actualizado para hacer uso de la versión actual.

Los detalles de cómo funciona el DLSS son bastante complejos, ya que se basa en una red neuronal que utilizando imágenes de muy alta y baja resolución del juego que Nvidia carga en sus servidores aprende cómo rellenar los huecos y desajustes que ocurren cuando se resamplea «a las bravas» una imagen y esta información la acaban volcando en los drivers gráficos que actualizan un par de veces al mes más o menos. Obviamente no os voy a dar el tostón aquí con tantos detalles tećnicos, pero si os interesa el tema os recomiendo echar un vistazo a algunos artículos (casi siempre en inglés) donde tocan en tema de forma bastante profunda.

Está claro que este post-procesado requiere una potencia de cálculo importante en la tarjeta gráfica, pero a la vista de los resultados, las unidades que computan estos algoritmos (los llamados Tensor Cores en las dos últimas familias de tarjetas gráficas de Nvidia RTX20 y RTX30) lo hacen bastante más rápido que si desactivamos el DLSS; lo cual me parece sencillamente alucinante. Que sea más fácil para la tarjeta «inventarse» parte de los pixels de la imagen que calcularlos y que además el resultado final sea tan bueno es algo que la primera vez que vi me sorprendió muchísimo.

DLSS en pruebas sintéticas: 3DMark

Para mostraros esto de una forma gráfica (nunca mejor dicho) he pasado el test específico de DLSS que incorpora la última versión de 3D Mark, el cual dicho sea de paso, es una pasada a nivel visual. Y es que, de hecho, 3DMark siempre ha sido la referencia para los gráficos más punteros, acordándome ahora mismo de la mítica demo de la versión del año 2000 que ejecutaba en mi AMD K6-2 de la época al que le puse una Voodoo Banshee con 16 MB de VRAM.

Volviendo al test de DLSS, en primer lugar aquí tenéis el resultado de pasar el test a una resolución de 1080p con mi Nvidia Geforce RTX 2060. La primera parte es sin DLSS y la segunda aplicando el algoritmo en modo «Calidad», haciendo que apenas haya diferencias gráficas entre uno y otro test.

Como podéis ver, sin aplicar DLSS obtenemos unos 32 FPS, y con el modo «Calidad» la media es de casi 58 FPS que es  un 80% de ganancia de rendimiento (casi el doble).

En caso de aplicar el modo «Rendimiento» en la misma resolución de antes perderemos algo de calidad gráfica en algunos detalles finos pero ganaremos unos cuantos FPS.

En esta ocasión hemos pasado de los 32 FPS al no aplicar DLSS a una tasa de prácticamente 76 FPS, lo que representa una ganancia de rendimiento del 135%.

DLSS en la práctica: Shadow of Tomb Raider

Vamos a ver ahora esto mismo pero aplicado a un juego comercial como es el Shadow of Tomb Raider dado que nos permite usar todos los modos de DLSS disponibles y así como, logicamente, prescindir de él. Se ha ejecutado en el mismo equipo que la prueba del 3DMark.

En las siguientes imágenes podéis ver, de arriba a abajo, cómo influye en la tasa de cuadros por segundo no emplear DSLL o ir usando respectivamente los modos Calidad, Equilibrado, Rendimiento y Rendimiento ultra, manteniendo en todos los casos la calidad gráfica del juego en el máximo y la resolución a 1080p.

¿Veis a lo que me refiero? Emplear DLSS hace que tengamos más FPS a costa de una apenas perceptible pérdida de calidad de imagen, de modo que es un recurso valioso que nos permitirá estirar un poco más la vida útil de nuestra tarjeta gráfica antes de plantearnos dar el salto a un modelo superior porque ya no da más de si.

Ahora bien, espero que con esto los desarrolladores no empiecen a optimizar los juegos malamente pensando que si va lento con que los usuarios activen el DLSS ya está todo arreglado, porque entonces estamos en las mismas al compensar una ventaja con una desventaja. El DLSS es un inventazo, pero yo lo entiendo como un modo de que gente que no tiene una tarjeta de gama alta pueda jugar a resoluciones y/o niveles de detalle que «de serie» no podrían alcanzar.

Que este tipo de tecnologías van a ser de un uso cada vez más general lo demuestra el hecho de que recientemente AMD ha sacado su algoritmo FidelityFX Super Resolution y que Intel, que ahora se va a subir también al carro de las tarjetas gráficas con sus modelos Arc, va a emplear una tecnología similar llamada XeSS. Está claro que esta era una revolución necesaria.

Monitorización de parámetros de un PC usando un Stream Deck

Desde hace muchos muchos años soy un fan total de los instrumentos de medida; y más si estos lo hacen en tiempo real. En mi casa tengo un vatímetro, un osciloscopio, un vúmetro, un luxómetro, una cámara termográfica… Como suelo decir a mis compañeros de trabajo, que ya me conocen bastante bien: «Si mide algo es posible que lo tenga».

Midiendo, que es gerundio

El caso es que el PC tampoco se libra de mi manía de cuantificar todo, y cuando planificaba el montaje de mi nuevo ordenador de sobremesa una de las cosas que tenía en mente era contar en algún momento con la posibilidad de conocer ciertos parámetros en tiempo real mediante algún tipo de pantalla externa o similar.

Al principio usaba utilidades como Aida64 o MSI Afterburner para ver los datos en el propio monitor que me hacían el apaño perfectamente, pero cuando estás usando un videojuego a mí particularmente no me gusta tener un montón de números superpuestos en una esquina de la pantalla, de modo que luego consultaba el histórico de las gráficas generadas por Afterburner y así veía qué temperaturas máximas había alcanzado la GPU, cómo de rápido se calentaba la caja del PC con los tests de estrés del 3D Mark, qué carga máxima de proceso soportó la CPU jugando a Cyberpunk 2077, a que porcentaje de regulación de PWM llegó su ventilador, etc.

El caso es que un día me cansé de mirar gráficas porque lo que quería era un sistema externo auxiliar al que pudiera echar un vistazo en todo momento mientras jugaba a Red Dead Redeption II o echaba números en una hoja de Excel y tras buscar información vi que tenía la opción de usar una Raspberry Pi conectada en red con un S.O. especial orientado a mostrar información de otro sistema en tiempo real. Tenía el material necesario para ello, pero no era una cosa sencilla y además iba a añadir unos cuantos cables a mi escritorio.

Lo que pasa es que al final di con algo con lo que no contaba inicialmente y que al final me pareció la mejor opción con diferencia para lo que yo buscaba: un Stream Deck de ElGato.

¿Qué es un Stream Deck?

El Stream Deck es un dispositivo USB consistente en un pequeño panel con una serie de botones físicos configurables para lanzar diversas acciones en el ordenador y cuya peculiaridad es que cuenta con una pantalla OLED de 72 x 72 pixels en el interior de cada tecla.

Lo habitual es que lo usen «streamers» de modo que durante sus retransimisiones puedan cambiar de cámara, jugar con la intensidad de la luz, modificar la superposición de imágenes, meter efectos de sonido, twittear algo, silenciar el micro… Pero además tiene una característica adicional que es la que me hizo decantarme por él: se pueden desarrollar plugins externos para agregar así funcionalidades no contempladas inicialmente por el fabricante.

Cómo usar un Stream Deck para monitorizar un PC

Y así, indagando un poco más, enseguida me encontré con un plugin que enlaza con el software de monitorización para Windows llamado HWinfo y nos permite mostrar en los botones del Stream Deck aquellos parámetros que queramos consultar en todo momento, refrescándose cada segundo y generando incluso una mini-gráfica para cada uno de ellos. Algo ideal para mis propósitos de tener siempre a la vista temperaturas, velocidades de ventiladores, carga de procesador y gráfica…

Como tampoco tenía 100% claro que la cosa fuera a funcionar todo lo bien que quería, me hice con el modelo más básico de los tres que existen, el cual cuenta con sólo seis botones. Lo bueno es que cualquier botón se puede convertir en una carpeta e ir así agrupando infinidad de parámetros, pero mi primera configuracion fue la que tenéis ahí arriba consistente en visualizar carga, temperatura y velocidad de ventiladores de CPU y GPU.

Total, que instalé el Stream Deck con su software, descargué el plugin desde este enlace siguiendo las instrucciones y también la versión gratuita del programa HWinfo en su revisión 6.24 ya que las posteriores dan algunos problemas de compatibilidad con esta historia que quería montar.

Una vez lanzado el configurador del Stream Deck sólo hace falta añadir el plugin y a partir de ahí empezar a personalizar tus botones para mostrar lo que quieras, siendo enorme la variedad de tamaños de letra, icosnos, colores… Yo, por supuesto, me decanté por el azul, ya que es el predominante en el ordenador desde el que os escribo.

Cómo lo uso yo

En mi caso particular, ahora mismo lo tengo configurado de tal modo que en la «portada» veo temperaturas de CPU, GPU y caja así como las RPM de los ventiladores regulados mediante PWM de la caja del PC. En los dos botones que me quedan libres he creado dos carpetas llamadas CPU y GPU entrando a las cuales dispongo en cada caso de otros datos como porcentaje de uso, potencia consumida, velocidad de ventiladores…

Viendo ahora lo bien que funciona creo que hubiera sido mejor hacerme con el Stream Deck de 15 botones porque así tendría todo a la vista de un simple vistazo sin necesidad de crear carpetas, aunque también es verdad que a veces el exceso de información puede saturarte y no fijarte en lo verdaderamente importante.

En realidad lo que quiero tener bien presente son las temperaturas de los tres elementos principales del PC: CPU, GPU y caja. El resto de cosas como velocidad de la conexión de red, velocidad de la RAM, temperatura de los discos duros, etc a día de hoy no me preocupan demasiado; y lo bueno es que si quiero tenerlas controladoras no tengo más que configurar los botones del Stream Deck, porque anidando carpetas puedes tener todos los parámetros del sistema a apenas un par de pulsaciones.

En la imagen que hay sobre este párrafo podéis ver cómo tengo configurado el stream deck ahora mismo con esos dos botones que me llevan a una «pantalla» anidada en la que puedo ver los datos específicos de la CPU y la GPU. Lo que hay a la derecha es un termómetro-higrómetro de Xiaomi que me dice la temperatura ambiente de la habitación, ya que es algo que influye bastante en la temperatura interior de la caja del PC y, por supuesto, también lo tengo a la vista y en cuenta.

Cuanto más sencillo, mejor

Como habréis podido ver esto que hemos visto hoy es algo muy sencillo de instalar y configurar, así que si os ha llamado la atención y os gustaría poder consultar ciertos parámetros de vuestro ordenador en cualquier momento os animo a que hagáis algo así en vuestro tiempo libre porque el resultado, desde mi punto de vista, es muy molón.

¡Nos leemos!

Actualización 18-10-2021

Finalmente he dado con la configuración que más me convence para el uso que le doy al Stream Deck, así que os voy a poner a continuación las pantallas que la conforman.

Pantalla principal con los iconos de acceso a los detalles bajo la temperatura de cada uno de ellos

Parámetros de la CPU

Parámetros de la tarjeta gráfica

Parámetros varios del sistema

Actualización 20-04-2022

Viendo que le doy bastante uso a este método de consultar en tiempo real diversos parámetros de funcionamiento del PC he sustituido el Stream Deck Mini por la versión estándar de 15 teclas, la cual me permite tener a la vista los principales datos de CPU, GPU y sistema además de permitirme tener una carpeta con accesos directos a las apliaciones que más frecuentemente utilizo.

Como podéis ver, esta vez he separado los parámetros por colores (CPU en rojo por aquello de que es AMD, GPU en verde por ser Nvidia y el sistema en azul porque me parece molón). De este modo tengo todo a la vista y puedo ver cómo van evolucionando los diferentes parámetros poniendo en perspectiva unos con otros.

La tarjeta gráfica más cara no siempre es la mejor opción

En la fase de planificación de mi nuevo ordenador de sobremesa estuve mirando muchos modelos de tarjetas gráficas, lo que me hizo darme cuenta de una cosa: tener la última gráfica tope de gama del mercado conlleva un elevado coste que no estoy seguro de que merezca la pena acometer.

Esto es algo que me gustaría ir desgranando a lo largo de este artículo y para ello empezaré usando una tabla en la que os muestro los datos del «estudio de mercado» que hice en el mes de diciembre para luego ir viendo todo de un modo mucho más visual.

Como podéis ver en la primera fila, la tarjeta gráfica de mi anterior ordenador (una AMD Radeon HD6540) daba unos miserables 199 puntos en el test de rendimiento que la gente de Passmark realiza a todos los modelos que incluyen en su base de datos. Obviamente la opción de quedarme con ella estaba completamente descartada desde el momento que me planteé usar el ordenador para jugar a cualquier cosa aparecida en los últimos diez años y, por tanto, a partir de ahí se abría un amplio abanico de posibilidades.

Si os ha tocado el euromillones está claro: iréis a por una RTX 3090 (o dos, configuradas en modo SLI) y santas pascuas. Sin embargo, al común de los mortales nos toca buscar un punto de equilibrio entre precio y prestaciones; algo que también nos tocará hacer al comprar un coche, una casa o un teléfono móvil.

Ordenando los modelos por rendimiento puro y duro en una gráfica de barras podemos ver que el incremento de potencia es prácticamente lineal entre las diferente tarjetas de las últimas cuatro generaciones de Nvidia (GTX 10, GTX 16, RTX 20 y RTX 30) por lo que a no ser que haya un cambio de paradigma muy radical en la concepción de las futuras tarjetas gráficas casi podremos calcular cuánto van a rendir los modelos de la marca que van a aparecer durante los próximos meses. Mi apuesta es que una hipotética serie RTX 40 saldrá de aquí a un año y sus rendimientos andarán entre los 25000 y 30000 puntos según se posicione el modelo dentro de la gama. Y, salvo sorpresa, no creo que me vaya a desviar mucho; el tiempo lo dirá.

El compromiso entre precio y aumento de prestaciones

Vamos ahora a hacer un pequeño estudio de costes y rendimiento en los siguientes párrafos para tratar de que veáis la idea principal de este artículo de una forma práctica.

Mi tarjeta actual es una GTX 1060 3GB, que ronda los 10000 puntos y esto representa un rendimiento 50 veces mayor que la Radeon HD6540 que tenía mi antiguo ordenador (aproximadamente un 5000% más de rendimiento) y por ella tendremos que pagar unos 200 euros.

Si quiero saltar al que ahora mismo es el modelo más básico de la serie RTX 30 tendré que irme a una 3060 Ti, que tiene un rendimiento de unos 20000 puntos, que es el doble que mi tarjeta actual (100% más de rendimiento que la GTX 1060 3GB). Sin embargo, para dar el salto tendré que aflojar unos 480 euros según estuve viendo hace un par de meses.

Supongamos que me vengo un poco arriba y decido que voy a pegar el salto a una RTX 3080, que saca una puntuación de 24000 puntos, lo que representa un 20% más que la 3060 Ti pero para ello ya tengo que gastarme unos 1000 euros.

Y en el caso extremo de que se me vaya por completo la cabeza y me quiera ir al tope de gama actual, la RTX 3090, voy a tener un rendimiento ligeramente por encima de los 25000 puntos (un 5% más que la 3080) pero para hacerme con una voy a tener que soltar la friolera de 2000 euros. Este caso es el más extremo del ejemplo y representa muy bien lo que os decía al principio: que tener lo último de lo último sólo representa un 5% más de rendimiento sobre el modelo inmediatamente inferior pero también implica un sobrecoste de 1000 euros con respecto a éste.

Antes vistéis antes una gráfica en la que ordenaba los modelos por su rendimiento teórico, y ahora vamos a verlas en el mismo órden, pero lo que muestro en esta ocasión es su precio aproximado de primera mano en tiendas de España.

Algo que llama la atención en esta imagen es que los modelos de las últimas series acabados en 80 salen por unos 1000 euros, representando estos el tope de gama de cada generación. Sin embargo, aunque ahora el tope de gama de las RTX 30 es la 3090 y eso se nota también en su disparatado precio de venta, la 3080 sigue en esa línea de flotación de los 1000 euros. Si os fijáis, las tarjetas acabadas en 70 suelen rondar los 500 euros, de tal modo que parece claro que Nvidia tiene estipulado que cada subida de escalón dentro de una misma serie implica una duplicación de su precio. Lo que pasa es que esto no conlleva ni mucho menos una subida de prestaciones en la misma proporción.

La virtud está en el punto medio

La magia sucede cuando combinamos ambas tablas para obtener un ratio que nos indica cuántos puntos de rendimiento sacamos por cada euro invertido en la tarjeta gráfica; y en este caso vamos a ver que, en general, los extremos son los que menos interesan para un usuario medio como puedo ser yo. Los modelos de la parte baja son económicos pero tienen poco rendimiento; mientras que los de la parte alta tienen mucho rendimiento pero a medida que nos vamos hacia la derecha el precio se dispara y por tanto el ratio cae.

Por tanto, una vez más, tenemos que tener muy claro qué es lo que necesitamos. Una RTX 2060 sería un modelo que nos permitiría a día de hoy mover cualquier juego actual en FullHD por poco más de 400 euros, por lo que sería un poco absurdo gastarnos los 2000 eurazos de una 3090 si no vamos a emplear un monitor 4K que nos permita mover los juegos a esa resolución (son 4 veces más pixels que la resolución FullHD, y eso requiere un montón de potencia de proceso adicional).

Del mismo modo, no debemos dejar de lado que el microprocesador, la memoria RAM o incluso el disco duro también nos van a limitar a la hora de mover los juegos con soltura porque no todo es cuestión de tarjeta gráfica. Y es que supongo que a nadie se le ocurrirá montar una RTX 3080 en un Celeron, con 2 GB de RAM DDR3 y un disco duro mecánico de 5400 RPM; porque en ese caso la gráfica renderizará un fotograma en pantalla para luego estar un buen rato esperando a que el resto de los componentes (que irán absolutamente asfixiados) sean capaces de mandar a la tarjeta gráfica los datos del siguiente, por lo que no aprovecharemos para nada el potencial que esta podría ofrecer y podríamos haber puesto una tarjeta mucho más barata obteniendo unas prestaciones prácticamente iguales.

En definitiva, mis dos recomendaciones a la hora de elegir una nueva tarjeta gráfica es que penséis si os merece la pena pagar un fuerte incremento de precio por apenas un poco más de rendimiento y que compréis algo acorde a vuestro hardware para poder sacarle todo el partido a vuestra nueva adquisición.

Pensad que a lo mejor merece más la pena gastar 1000 euros cada dos años que 2000 cada cuatro porque, al fin y al cabo, el salto de rendimiento entre modelos intergeneracionales similares es mayor que el siguiente escalón dentro de la misma serie. Además, una tarjeta recién sacada al mercado siempre va a recibir más atenciones por parte del fabricante que un modelo de una gama que ya va a ser descatalogada y para la que como mucho sacarán alguna actualización de drivers puntual.

En cualquier caso, todo esto estaría muy bien si todos los modelos que hemos visto a lo largo del artículo estuvieran plenamente disponibles; pero la realidad es que por diversos motivos actualmente la escasez de tarjetas gráficas en el mercado es brutal y las pocas que salen a la venta que no sean de gama baja duran literalmente segundos en stock.

En mi caso particular, una RTX 3060 Ti podría ser una muy buena opción y es a lo que apunto en un futuro; pero dado que en los próximos meses va a ser prácticamente imposible hacerse con una, como os decía antes he conseguido una GTX 1060 3GB de segunda mano que me está dando muy buen resultado con todo lo que estoy jugando actualmente en mi recién estrenado PC (Ryzen 5 3500X, MB B450, 16 GB RAM DDR4 3000, SSD M.2).

¡Nos leemos!

Actualización 25-02-2021

Ahora que ha salido oficialmente la RTX 3060 (de la que no hay stock en ningún sitio, tal y como se esperaba) os pongo una tabla con las puntuaciones de GPU Passmark de toda la gama GTX y RTX de Nvidia, pues es una forma muy visual de ver cómo han ido evolucionando los diferentes modelos. En las columnas están las diferentes series que han ido apareciendo y en las filas la gama a la que pertenece cada modelo.

Cómo diseñé y monté mi nuevo ordenador de sobremesa

El PC de sobremesa que he usado hasta ahora tiene ya más de 9 años y aunque es verdad que me seguía dando muy buen servicio, estas Navidades decidí renovarlo porque en los últimos tiempos han ido surgiendo avances en la informática que quería probar y si algo he aprendido de todos los años que llevo trasteando con este tipo de cacharros es que actualizar un ordenador que tiene más de un lustro suele ser a base de «parches» que no le permiten sacar todo el rendimiento posible y es mejor hacer una renovación total del mismo.

Es decir, podría actualizar el microprocesador, pero sólo a uno de la tercera generación Core de Intel (actualmente van ya por la undécima) debido al socket 1155 de la placa, por lo que pasaría de un i7 2600 a un i7 3770 en el mejor de los casos. También podría cambiar la tarjeta gráfica Radeon HD6450 pero el bus de la placa es PCIe 2.0 y el conector de alimentación de la fuente es de seis pines, podría ampliar la RAM pero estoy condenado a que sea DDR3 a 1333 MHz, también podría meter un disco M.2 pero tendría que montarlo en una placa adaptadora a PCIe 1x con el cuello de botella que esto supone… Vamos, que sería una actualización parcial que enseguida vi que no merece mucho la pena porque al final el incremento de rendimiento no era demasiado elevado.

Con esto en mente decidí por tanto hacerme un ordenador a medida empleando para ello componentes que iría comprando en diversos proveedores; si bien ya os adelanto que no he conseguido todo lo que quería y habrá alguna cosa que actualizaré en los próximos meses si las circunstancias lo permiten. Os iré desarrollando todo esto a lo largo del artículo porque creo que es interesante, no os preocupéis.

Sea como sea, mi intención con esta renovación es seguir usando el ordenador como de costumbre para escribir, edición fotográfica… pero también para ejecutar algún que otro juego de vez en cuando porque si algo tengo claro es que de momento no me voy a meter en la nueva generación de videoconsolas y la PS3 la tengo ya muy trillada.

No es que sea yo un hardcore gamer, pero sí que le estoy cogiendo el gustillo a echar alguna partidilla de vez en cuando si el resto de obligaciones laborales y personales me lo permiten. Por tanto, al igual que con mis dos últimos sobremesas pasé olímpicamente de la tarjeta gráfica porque para jugar usaba videoconsolas, en este caso sí que quiero una GPU digna que me permita jugar con soltura a lo que hay ahora mismo en el mercado.

Planificación

A la hora de plantearme este tipo de cosas hay un aspecto que disfruto especialmente, que no es otro que la planificación. Con esto lo que consigo es acotar de una forma bastante precisa qué necesito y hasta dónde estoy dispuesto a gastar para evitar así despilfarrar a lo loco y comprar cosas que no voy a emplear.

Por tanto, lo primero que hice fue crear una hoja de cálculo en la que planteé tres configuraciones diferentes especificando los componentes principales al detalle junto a sus precios: una muy básica, una media y una extrema. Al final viendo los presupuestos y rendimientos decidí que partiría de la base de la media, ya que para crear la básica casi que me quedaba con el ordenador que tenía y la extrema se iba completamente de madre en términos económicos (Core i9 10900K, 64 GB RAM 3600 MHz, RTX 3080, placa gaming de gama alta, SSD M.2 2 TB…). Y es que, como en la vida misma, la virtud se encuentra en el punto intermedio.

Os dejo a continuación la tabla con la configuración más bestia que se me ocurrió y que, como os decía, se va totalmente del presupuesto que podría estar dispuesto a gastar, de modo que quedó desechada.

Por tanto, el plan inicial adoptado para el nuevo ordenador consistía en un procesador Intel Core i5 de décima generación, una placa microATX con su caja correspondiente (las torres ATX me parecen un mamotreto), 16 GB de RAM DDR4, disco duro SSD de 240 GB para el SO y aprovechar el HDD de 1 TB que ya tenía para datos. En cuanto a la tarjeta gráfica la idea era hacerme con una Nvidia GeForce RTX 2070 o similar y también comprar un nuevo monitor Full-HD con altavoces incorporados porque el Acer que tenía desde hace más de 10 años sólo tenía conector VGA y estaba un poco harto de tener que hacer apaños con conversores y demás. Y bueno, ya que estaba quería darme el capricho de poner algún detalle de iluminación en color azul, cosa que haría con un par de ventiladores de caja. Ah, y también iba a necesitar una licencia de Windows 10, pues la que tenía el HP era OEM y por tanto no se podía transferir al nuevo PC.

Buscando los componentes

Con esta configuración en mente comencé a buscar componentes a principios de diciembre y me encontré con que el mercado de los procesadores, la memoria RAM y, especialmente, las tarjetas gráficas estaba completamente arrasado. Y no es una forma de hablar, es que las tarjetas gráficas más altas de gama que encontraba en stock eran las GeForce GT 730 o como mucho alguna GT 1030 suelta. La recién aparecida serie 30 no estaba ni se la esperaba a medio plazo salvo que estuvieras dispuesto a dejarte casi 2000 euros en una de las pocas RTX 3090 disponibles, pero es que pasaba lo mismo con la serie 20 e incluso con la 16. Sé que existe la opción de las gráficas de AMD que también van muy bien, pero habiendo pasado por ambas marcas en el pasado me quedo con Nvidia por pura preferencia personal.

Como os digo, lo de los procesadores también estaba muy complicado en esos momentos. Placas con socket LGA 1200 había bastantes disponibles, pero los microprocesadores estaban fuera de stock en la mayoría de los casos excepto los i3 10100 y similares, así que empecé a replantearme ciertas cosas y a pensar por primera vez en más de 20 años en comprar algo que no fuera de Intel.

Y así, buscando información en muy diversas fuentes llegué a dar con un microprocesador que para mí conseguía una buena relación precio/prestaciones y que además tenían en stock en una conocida tienda online de componentes de PC: el AMD Ryzen 5 3500X.

Claro, esto implica conseguir una placa con socket AM4, pero esto no fue un problema porque en la misma tienda eché al carro una B450M PRO-M2 MAX de MSI. Primero estuve mirando sus especificaciones y vi que se adecuaba perfectamente a lo que necesitaba: soporte directo de la familia 3000 de Ryzen (y de la 5000 con una próxima actualización de firmware), 2 ranuras de memoria DDR4 de hasta 4133 MHz y 32 GB, un zócalo M.2 NVMe, 4 puertos SATA y una BIOS que permite trastear bastante con los parámetros de velocidad de microprocesador, memoria y ventiladores.

En cuanto a la RAM, después de mucho mirar compré un pack de dos módulos de 8 GB cada uno de Corsair, en concreto las Vengeance LPX de 3000 MHz con disipador incorporado. Me hubiera gustado comprarlas de 3200 MHz, pero estuve esperando casi dos semanas y no había stock por ningún lado así que viendo que las diferencias de rendimiento iban a ser mínimas opté por las de 3 GHz y si en el futuro veo que merece la pena a lo mejor las sustityo por 32 GB de más velocidad, pues la placa soporta hasta 4133 MHz.

El disco duro elegido fue un Kingston A2000 NVMe de 240 GB conectado en el puerto M.2 de la placa en el que irá instalado únicamente el sistema operativo y los programas que uso habitualmente. El resto de programas, librerías, descargas y demás irá en un segundo disco duro que en principio pensé en que fuera el HDD de 1 TB del PC anterior, pero al final descarté esta opción y compré un SSD de 480 GB también de la marca Kingston conectado por SATA. Bueno, y también dediqué otro SSD Crucial SATA de 240 GB que tenía por casa exclusivamente para almacén de material multimedia y copias de seguridad. Por tanto en este ordenador han quedado desterrados los discos de tipo mecánico, que siempre ralentizan mucho el trasiego de datos de acá para allá.

En cuanto a la caja, compré una Aerocool Bolt Mini, que me gustó tanto por el panel lateral transparente (es metacrilato; no cristal templado) como por la línea quebrada que tiene en la parte frontal que se puede iluminar en diferentes tonos o bien que haga algunos efectos pintones. Ya os dije que me apetecía hacer la frivolidad de darle un toque de color a mi PC para que no sea la típica caja negra, sosa e invisible bajo la mesa.

El monitor es un Philips 243V7QDAB de 24″, FHD, 16/9, 75 HZ, con altavoces incorporados (hay cosas para las que no necesito gran calidad de sonido, y para las que lo necesito uso auriculares) y que dispone de conexiones HDMI, DVI y VGA. Un monitor sencillo pero en consonancia con el espacio de la casa que estaba dispuesto a asignar al ordenador, pues veo una tontería hacerse con un monitor 4K si no es de al menos 32 pulgadas, y en mi mesa algo de ese tamaño me iba a devorar.

Viendo que localizar la gráfica que quería iba a ser un jaleo y que no iba a encontrar en mucho tiempo un modelo como el que tenía pensado, decidí hacer otra cosa porque si no mi proyecto de nuevo ordenador no iba a arrancar en meses. Estuve mirando mi librería de Steam y vi que realmente para lo que tenía pendiente de jugar podía hacerlo con un modelo de hace unos años que podría comprar de segunda mano y mientras tanto esperar a que se normalice la situación y de aquí a un tiempo comprar una gráfica más actual para poder entonces empezar a hacerme con títulos «de ahora».

Siendo el monitor FHD 75 Hz vi que una GeForce 750 Ti podía hacerme el apaño y di con una MSI de doble ventilador nuevecita por apenas 50 euros, de modo que no me lo pensé mucho y fui a por ella, ya que tampoco es que hubiera muchas a la venta en el mercado de segunda mano. Se ve que el mundillo de las gráficas está muy parado y estamos todos esperando a que haya stock para renovar nuestro hardware. Por cierto, nada más llegar a casa con ella le desmonté todo el conjunto de radiador y ventiladores, le limpié el poco polvo que tenía y aproveché para cambiarle la pasta térmica porque vi que estaba algo reseca.

Relacionado con esto de la gráfica, de momento decidí mantener la fuente de alimentación del antiguo PC, ya que es de 500 W y tiene potencia de sobra para mover todo esto. Cuando vuelva a haber stock de tarjetas gráficas compraré una fuente acorde con la GPU que compre; aunque puede que pille antes una con potencia y conectores de sobra para cualquier modelo actual y eso que llevo por adelantado.

Un capricho de última hora

Y bueno, ya que me estaba montando un ordenador a mi gusto, aparte del tema de los detalles de la iluminación LED, tenía ganas de probar algo que me llamaba la atención desde hacía mucho tiempo: una refrigeración líquida para el microprocesador. Y en concreto elegí la MasterLiquid Lite 120 de Cooler Master. Un modelo AIO sencillo de instalar, fiable y que ya lleva tiempo en el mercado.

Al final estos sistemas funcionan como el radiador de un coche: hay una bomba que mantiene el líquido refrigerante dando vueltas en un circuito hermético y éste pasa por el disipador del procesador absorbiendo el calor que emite. Líquido que se vuelve a enfriar al pasar por el radiador que montamos en la parte trasera del PC y por el que pasa aire impulsado por un ventilador que girará más rápido cuanto más se caliente el micro.

Estuve a punto de comprar el modelo de 240 mm de largo (radiador con dos ventiladores) pero vi que el Ryzen 3500X no emite mucho calor con su TDP de tan sólo 65 W y que por tanto con el 120 mm iba de sobra, quedando mucho más discreto y silencioso que el modelo grande.

Y sí, algunos me diréis que es mejor un conjunto de disipador y ventilador, que las refrigeraciones líquidas acaban dando problemas de fugas y sedimentaciones, que son nada más que postureo… Todo eso ya lo sé, pero la cosa es que tenía ganas de probar una por mí mismo y para montar el ventilador que trae en la caja el Ryzen puedo hacerlo en cualquier momento, pues lo tengo guardado en el armario.

Montando el nuevo PC

Justo la semana antes de Navidad conseguí la gráfica y también me llegó la placa base, la memoria y el micro; así que con esto ya tenía todo lo necesario para poder empezar a montar el nuevo PC; pues la caja, la refrigeración líquida y los ventiladores ya los había comprado unos días antes y la fuente de alimentación es del antiguo ordenador.

Hay gente que puede considerar que este tipo de cosas son un auténtico tostón, pero en mi caso es algo que disfruto y que me encanta hacer. De hecho comentaba con mi chica el otro día que a un ordenador que tuvimos mi hermano y yo allá por el año 2000 le cambiamos tantas cosas a lo largo de su vida útil que al final la única pieza original que le quedaba era la disquetera. Eramos unos locos del hardware y por aquella época, dentro de lo que nuestros limitados recursos económicos nos permitían, manteníamos el PC acualizado a base de cambiar componentes cada dos por tres.

Así pues, empecé montando micro y memoria en la placa base, luego monté el conjunto en la nueva caja, monté la fuente de alimentación del antiguo PC y pasé todo el cableado por la parte trasera del chasis, monté los discos duros, conecté todas las alimentaciones y cables de datos a la placa y a los discos, monté la refrigeración líquida, la tarjeta gráfica y la tarjeta WiFi (el ordenador está lejos del router y no quiero andar pasando cables por todos lados) y por último instalé Windows 10, detectando todo a la primera y funcionando sin errores desde el primer instante empezando así a actualizar drivers e instalar actualizaciones del SO y mis programas habituales.

Por último, aproveché para comprar una alfombrilla XXL con iluminación LED fabricada por Mars Gaming y ya puestos una tira LED RGB de dos metros para iluminar todo el contorno inferior de mi mesa y así darle un toque más molón. Sé que el ordenador funcionaría igual sin estos dos elementos, pero como ya os he dicho en un par de ocasiones a lo largo de este artículo, me apetecía darle alguna pincelada de estilo tanto al ordenador como al cuarto donde lo tengo ubicado.

Aun así, todavía tengo alguna cosa pendiente como organizar los cables que se ven tras la CPU y cambiar la fuente por una de color negro para que no cante como la gris que tengo montada ahora mismo. Aparte de esto, como ya os dije en algún momento cambiaré la tarjeta gráfica por un modelo actual para alcanzar así el punto al que quería llegar con este ordenador.

Conclusiones

¿Qué he conseguido con este ordenador? Pues además de tener un equipo actual al que sólo le falta una gráfica más moderna y una fuente acorde con ella para mover todo lo que le echen, una motivación para haberme estudiado la arquitectura Zen de los nuevos micros de AMD, descubrir en qué se basan las mejoras de rapidez del conector M.2, conocer de memoria la gama de Nvidia al completo, unas cuantas horas viendo vídeos de hardware en Youtube (mi gran «descubrimiento» de estos días ha sido el canal de Nate Gentile) y un día entero de puro disfrute montando todo el conjunto de hardware y software, pues comencé a primera hora de la tarde montando el Ryzen en la placa base y terminé instalando los últimos drivers de la tarjeta gráfica en Windows a las tres de la madrugada.

Mientras se alinéan los astros para que aparezca una gráfica potente a un precio justo, usaré la 750 Ti con juegos como Metro 2033 Redux, Alan Wake, The witcher, Sleeping dogs o Bioshock 2 por ejemplo, ya que como tienen algunos años puedo ponerlos con el nivel de detalle al máximo corriendo a los 75 Hz nativos de mi monitor. Son títulos que tenía comprados desde hace bastante, pero que por falta de tiempo y/o porque en mi anterior ordenador no iban muy finos hasta ahora no he podido disfrutarlos como merecen. Al fin y al cabo siempre he dicho que las obras de arte son atemporales, así que nunca es tarde para disfrutar de estas cosas.

En cualquier caso, estoy más que contento con el resultado porque es la primera vez que monto un PC completamente desde cero y me ha sorprendido la ausencia de problemas y errores. No os digo más que en el primer arranque tenía una linterna en la mano porque estaba convencido de que al pulsar el botón de encendido pegaría algún chispazo y saltaría la luz de casa, pero no fue así.

Soy consciente de que no es un ordenador bonito en términos absolutos como algunas creaciones que se ven por ahí y que están diseñadas por gente que tiene mucho arte para estas cosas, pero al final es algo que he hecho yo de principio a fin dándole mi propio toque personal y estoy orgulloso de ello.

¡Nos leemos!

Actualización 28-01-2021

He conseguido una Gigabyte GTX 1060 Windforce OC 3 GB por 100 euros, que no es la tarjeta de mis sueños pero que obtiene un rendimiento de algo más del doble que la 750 Ti y eso se nota en algunos juegos como Shenmue III o Project Cars. Aunque con la fuente anterior hubiera sobrado para alimentar todo el conjunto, también me he hecho con una Tooq TQXGEII de 700 W que dispone de dos conectores de 6+2 pines para alimentar tarjetas gráficas (la 1060 sólo usa uno de 6 pines, mientras que la 750 Ti se alimentaba exclusivamente a través del bus PCIe). Sea como sea, el mercado de las tarjetas gráficas nuevas está, a dia de hoy, todavía peor que antes de Navidad. Espero llegar a hacerme con una RTX 3060 algún día, pero creo que la cosa va a estar muy muy complicada.

Por cierto, también he cambiado la tarjeta Wifi por una más rápida, ya que tengo contratada en casa fibra de 300 Mb/s y con la anterior no pasaba de 80 Mb/s. Con la nueva estoy en torno a los 270 Mb/s y eso es algo que se nota cuando toca descargar grandes cantidades de datos (los 68 GB de Doom, por ejemplo).

Un detalle más: en ocasiones, sobre todo cuando los ventiladores giraban rápido, a veces la tapa de metacrilato vibraba un poco y emitía un sonido que, aunque leve, me molestaba bastante. Lo que he hecho para silenciarlo ha sido pegar unos pequeños círculos adhesivos de goma de apenas 0,2 mm de grosor en las esquinas y la parte central de los largueros metálicos del chasis donde apoya el metacrilato. Desde ese momento se acabaron las vibraciones.

Actualización 13-02-2021

Hoy he comprado un nuevo disco duro SSD de 960 GB; concretamente un Kingston A400. Lo he añadido de tal modo que en él irá el grueso de mi biblioteca de Steam, ya que el de 480 GB se estaba quedando muy justo y las rebajas del año nuevo Chino han sido la puntilla.

Todavía queda en la placa base un puerto SATA libre para un quinto disco duro, pero de momento lo descarto, ya que como podéis ver en la imagen anterior el de 480 GB ha quedado vacío, los otros dos están todavía bastante libres y en el nuevo todavía hay unos 320 GB disponibles.

Actualización 22-05-2021

Hace unos días se me puso a tiro una tarjeta gráfica RTX 2060 a precio digno y no me lo pensé dos veces, de modo que me hice con ella y actualicé el ordenador. En concreto es una MSI RTX 2060 Gaming Z 6GB que aunque se come tres slots PCIe, gracias a su generoso disipador y sistema de refrigeración estos hacen que a plena carga no pase de 72 grados.

Más que por la potencia bruta (al jugar en 1080p no necesito un pepino tipo 3090) tenía ganas de actualizarme a la gama RTX por poder utilizar juegos como Quake II RTX o jugar a Control, Battlefield V o Shadow of Tomb Raider en todo su esplendor.

Comentar que tuve algunos problemas al instalarla porque el ordenador no detectaba la gráfica incluso antes de poder entrar a la BIOS, pero trasteando un poco vi que era porque debido a su elevado peso la tarjeta tendía a flexar un poco hacia abajo y alguno de los pines del slot PCIe no hacía buen contacto. Lo que he hecho ha sido introducir una pieza entre la gráfica y el chasis de la caja a modo de calzo y así la tarjeta queda totalmente horizontal y no da problemas.

Actualización 20-09-2021

Aunque estaba más que contento con el Ryzen 5 3500X he cambiado el microprocesador por un Ryzen 7 3700X, pasando de tener seis núcleos y seis hilos a ocho núcleos y dieciseis hilos. ¿Se nota en los juegos? Pues muy poco, la verdad, porque ahí casi todo depende de la tarjeta gráfica. ¿Se nota en los Benchmarks? En 3D Mark sí que se nota algo porque además de la gráfica hay partes de los tests que tiran de procesador puro y duro; pero esto se nota sobre todo en los benchmarks de cálculo tipo CPU-Z o Cinebench; donde el rendimiento en multinucleo duplica al del procesador anterior.

Lo que también ha aumentado son las temperaturas de funcionamiento, rodando los 35 grados en idle hasta los 77 aproximadamente que se alcanzan en pruebas de rendimiento largas en las que se le exige el 100% al procesador. Con el 3500X en idle estaba por un estilo mientras que las máximas rondaban los 63 grados. Sigo manteniendo la misma refrigeración líquida del principio, eso sí.

Actualización 05-10-2021

En parte porque en las últimas semanas me he emparanoiado con que cualquier día mi refrigeración líquida podría tener una fuga liándomela parda en el PC y en parte porque tenía ganas de experimentar, me he pasado a refrigeración a base de aire; aunque bien es verdad que la líquida la tengo bien guardada por si al final vuelvo a ella; que no lo descarto.

El disipador que estoy empleando ahora mismo es el Wrigth Prism de la propia AMD que venía en la caja del Ryzen 7 3700x. Lo tengo conectado nada más que al conector «CPU fan» de modo que muestra iluminación RGB cíclica pero no la puedo controlar a no ser que conecte un cable a uno de los conectores USB de la placa; cosa que de momento no voy a hacer porque primero me quiero asegurar de que el sistema refrigera correctamente.

Los ventiladores azules molones que tenía la caja (los que veis en la fotografía que hay sobre estas líneas) han dejado paso a unos sin iluminación pero regulados por PWM desde la BIOS a través de un hub y capaces de mover mucho más caudal, de modo que ahora tengo control preciso sobre la cantidad de aire que quiero hacer circular dentro de la caja, algo importante si en un espacio tan reducido tienes una tarjeta gráfica y un microprocesador funcionando a temperaturas que pueden rondar perfectamente los 70 grados centígrados. Si no eres capaz de sacar ese aire caliente de ahí dentro en pocos minutos empezarás a tener problemas de thermal throttling y otros fenómenos poco deseables; además de acortar la vida de los componentes del PC. Por tanto, la renovación del aire de la caja es algo de suma importancia.

El esquema es el clásico de dos ventiladores metiendo aire fresco por el frontal de la caja, uno en la parte trasera para sacarlo fuera y dos en la parte de arriba para ayudar todo lo posible a evacuar el calor de ahí dentro ayudando a la convección natural. Por tanto, el flujo de aire de salida gana al de entrada, lo que quiere decir que estoy generando una presión negativa dentro de la caja y convirtiéndola así en un pequeño aspirador para el polvo que haya en los alrededores de la torre. Aún así, como es una caja muy sencilla de abrir y cerrar de vez en cuando le pego una buena limpieza a todo y Santas Pascuas.

Me estuve pensando si generar una presión positiva o negativa, pero al final me quedé con la negativa porque tengo la sensación de que es más importante sacar todo el aire caliente posible por la parte superior de la caja que meter aire fresco, el cual por la presión negativa buscará cualquier hueco para entrar dentro de la caja.

En cualquier caso, en un uso exigente como es jugar a Cyberpunk 2077 durante un par de horas arroja unas temperaturas estabilizadas de unos 72 grados centígrados para la CPU, 70 para la GPU y 55 para el interior de la caja (no sé en qué punto de la placa base estará el sensor que mide esta última). Pueden parecer elevadas, pero he ajustado las curvas de los ventiladores para que llegados a ese punto todavía no hagan demasiado ruido. Si los subo de velocidad puedo bajar algún grado más, pero para una CPU Ryzen 7 y una gráfica de la serie «Gaming Z» de MSI rondar los 70 grados en una caja de pequeño tamaño y frontal semi-cerrado no es ninguna locura.

Actualización 12-10-2021

Cuando la temperatura de la CPU se dispara, el Wraith Prism es un avión en pleno despegue gracias a sus 3750 RPM de velocidad máxima. Es verdad que refrigera bien y mantiene las temperaturas del 3700X en la media de lo que es normal en este microprocesador, pero el ruido es bastante bestia y con la casa en completo silencio puede llegar a ser incluso molesto; de modo que me he animado a cambiarlo por un NOX Hummer H-212 que tiene fama de eficiente y silencioso.

Con éste modelo mantengo las temperaturas más o menos en rango que daba el disipador de AMD pero a costa de un ruido muy inferior incluso cuando su ventilador (cónico de 120 –> 92 mm) gira a toda velocidad, que son 1600 RPM. Tenía en el punto de mira un modelo de Cooler Master y otro de Noctua, pero la anchura de la caja me limitaba a modelos de como mucho 140 mm de alto, y no tenía ganas de recurrir a modelos de perfil bajo que siempre dan menos rendimiento.

Con esta configuración y una temperatura ambiente de 23 ºC tengo en IDLE el micro a unos 38 grados, la gráfica a 28 grados y la caja a 26 grados. Tras una hora jugando a Cyberpunk 2077 las temperaturas son de 68 grados en el micro, 70 en la gráfica y 53 en la caja, que no lo veo mal para ser microATX, sinceramente.

Y la verdad es que el punto en el que está el ordenador a día de hoy me parece que no le tocaré muchas más cosas. No me planteo un micro más potente ni memoria RAM más rapida, puesto que creo que las ganancias de rendimento no serían muy destacables. Tampoco creo que me meta en una gráfica más bestia, pues tal y como está el mercado prefiero seguir con mi RTX 2060 y ya para el siguiente PC me plantearé algo más actual si los precios de las gráficas han vuelto a sus niveles pre-locura tecnológica.

Lo único que se me pasa por la cabeza a medio plazo es cambiar de caja a una que tenga mejor flujo de aire, porque creo que aunque le metí dos ventiladores en el frontal, por la forma que éste tiene no consiguen que entre mucho más aire fresco del que entraría por aspiración de los otros ventiladores que extraen aire de la caja.

En cualquier caso, no descarto elaborar un par de artículos en base al sistema que he montado de monitorización de temperaturas en tiempo real, la experiencia del paso de refrigeración líquida a aire y el control de curvas de ventiladores a través de PWM; ya que me parecen temas interesantes sobre los que, si mi escaso tiempo libre lo permite, me gustaría explayarme a gusto. A ver si tengo ocasión de sentarme largo y tendido a aporrear teclas un día de estos.

Actualización 17-10-2021

He publicado un artículo que trata de cómo visualizar en tiempo real los parámetros principales del PC usando un Stream Deck; y es como es algo que he hecho en el ordenador sobre el que trata esta entrada he creído interesante enlazarlo. Espero que os parezca, cuanto menos, entretenido.

Actualización 16-11-2021

He cambiado la memoria RAM por dos módulos de 8 GB Crucial Ballistix a 3600 MHz CL16. Se nota algo de mejoría en los benchmarks de cálculo puro y duro (en torno a un 5%) pero en videojuegos la diferencia es prácticamente inapreciable, ganando un par de FPS como mucho. No es que me arrepienta porque de no haberlo hecho siempre me hubiera quedado la duda, pero si tenéis módulos de 3000 Mhz ya os digo que no merece la pena subir uno o dos escalones en lo que a velocidad se refiere.

Actualización 17-12-2021

He cambiado la caja del PC por una más amplia y mejor ventilada, lo cual ha supuesto una notable mejora en temperaturas pero sobre todo en la sonoridad del equipo durante su funcionamiento. He escrito un artículo al respecto con todos los detalles que espero os resulte interesante.

Actualización 20-12-2021

Ya que nos ponemos a hacer las cosas las hacemos bien. He adquirido cuatro cables SATA de Corsair que son redondos en lugar de planos y además van forrados en nylon, quedando mucho más acordes con la estética sobia que he buscado aprovechando el reciente cambio de chasis.

Actualización 20-03-2022

Al final no fui capaz de resistirme y cuando se me puso a tiro una RTX 3060 Ti (en este caso el modelo Twin Edge OC de Zotac) me hice con ella sin pensarlo demasiado. Sé que en su momento dije que teniendo una 2060 iba a pasar de la generación 30 para actualizarme directamente a la 40 cuando apareciera en el mercado; pero es que el cacharreo es tan entretenido… Sólo por el hecho de instalar la tarjeta, pasarle toda la batería de tests y benchmarks, ajustar la curva de ventilación y demás a mí ya me merece la pena la inversión. Aparte, claro está, del gusto de ver correr a toda pastilla juegos como Cyberpunk 2077 o Quake II RTX, que a día de hoy son de los más demandantes gráficamente hablando.

Por poner un par de cifras sobre la mesa, en el famoso test de 3DMark llamado «Time Spy» he pasado de los 8213 puntos de la 2060 a los 11429 de la 3060 Ti. Y en el «Port Royal» (un test enfocado a RayTracing) he pasado de 4455 a 6936. En ambos casos esto representa un incremento de rendimiento de entorno al 30%.

En lo estético la tarjeta es mucho más discreta (sólo cuenta con iluminación en color blanco en el logo de la marca) y funcionando es más o menos igual de silenciosa que la 2060 de MSI que tenía hasta ahora. La temperatura no supera los 71 grados en los tests más largos y exigentes, por lo que no parece que el calor vaya a ser un tema muy determinante para su buen funcionamiento; si bien esto es algo que ya busqué concienzudamente cuando estuve eligiendo la nueva caja. Ah, la tarjeta es ligeramente más estrecha que la anterior MSI, ocupando dos slots PCI cuando antes tenía ocupados 2,5 (lo que en la práctica inutiliza el tercero, claro).

Las impresiones iniciales son buenas y jugando en mi monitor de 1080p a 75 Hz todo va a toda pastilla incluso en los niveles más extremos de detalle, de modo que estoy contento con la nueva aquisición. Espero que el tiempo no me haga arrepentirme del cambio.

Actualización 20-04-2022

He sustituido el Stream Deck Mini por la versión estándar de 15 teclas para poder tener así más información a la vista de forma simultánea. Os dejo un par de fotos.

Solución a problemas eléctricos raros en Renault Zoe 2018

Creo (y espero) que el artículo de hoy pueda ser de utilidad a alguna persona que esté teniendo problemas eléctricos en su Renault Zoe 2018, ya que yo los tuve durante más de un año y ahora que hace ya cinco meses que los resolvieron y no han vuelto a reproducirse creo que sería bueno compartir la experiencia con vosotros.

A los pocos días de que me asignaran el coche allá por mayo de 2019 una tarde, después de cargar el coche, éste se volvió medio loco: no arrancaba, salía en el salpicadero el mensaje «Avería eléctrica. Peligro», el indicador de batería aparecía vacío y, además, emitía a todo volumen el sonido que hace circulando a menos de 30 Km/h pero estando el coche parado, apagado y cerrado. Se tiró así un cuarto de hora y de repente se reseteó y volvió a la normalidad, así que aunque muy extrañado me subí, arranqué y me fui.

Días después, ya con el tiempo primaveral virando hacia el verano, el episodio volvió a repetirse alguna que otra vez. Me daba cuenta de una cosa: esto sucedía, sobre todo, cuando cargaba el coche haciendo calor y trataba de salir con él poco después de finalizar la carga. Por tanto, empecé a tratar de cargar a primera hora, cuando sabía que luego el coche iba a estar en reposo un par de horas y cosas así y aun así muchas veces durante la carga se ponían a toda velocidad los ventiladores del coche hasta el punto de parecer un avión a punto de despegar.

El caso es que al salir de casa por las mañanas (cargo siempre en el trabajo) no me sucedía nunca, y empecé a pensar que la temperatura tendría algo que ver. Lo que pasa es que por mi trabajo no siempre era posible cargar en las condiciones que os digo, así que tuve más de un día en el que me tocó hacer tiempo forzosamente antes de ir a algún lado.

Durante los meses de julio y agosto la cosa fue a peor: los fallos ya no sólo se daban al salir, sino que a veces en mitad del camino tenía errores extraños relacionados con el ESC y/o los frenos a los que solía seguir un mensaje de «fallo eléctrico. STOP» y entonces en plena marcha el coche se reiniciaba (los tres segundos más largos de tu vida cuando vas a 100 Km/h por la M40 y pasa esto) y así desaparecían los fallos durante un rato al menos… Esto me estaba empezando a preocupar mucho, así que llamé a Renault para pedir cita para el taller, cosa que se iba a demorar unas semanas porque estábamos en pleno vereano de 2019 y además no había muchos talleres donde tuvieran formación para meterle mano a los Zoe.

Lo que ocurre es que llegó septiembre, la temperatura ambiente bajó y los fallos fueron cada vez más leves y esporádicos hasta desaparecer; de modo que al final entre pitos, flautas y muchos días aciagos en el trabajo dejé correr lo de ir al taller porque el coche fue yendo cada vez mejor y de hecho en la revisión no le vieron nada. Dado que el Zoe tiene conexión a internet propia pensé que a lo mejor se había actualizado el firmware o algo así de forma autónoma porque durante el invierno no tuve ni un sólo problema.

Sin embargo, fue llegar los primeros calores del mes de junio de este año y de nuevo empezó a fallar a veces cuando cargaba y a veces en marcha; así que esta vez no lo dejé pasar y viendo que iba a pasar otro verano sufriendo con el Zoe pedí cita en Renault donde esta vez me dieron cita a los dos días.

Para no alargar mucho la cosa me meteré directamente a contaros los dos problemas que se daban (sí, aunque todo parecía relacionado en realidad se estaban dando dos problemas diferentes al mismo tiempo: uno de software y otro físico) y la solución que adoptó Renault que, como digo, parece haber solucionado todo este jaleo.

Los Zoe de fábrica salen todos con el mismo software y luego, en función del país al que va destinada cada unidad, se le añade una modificación que amolda el funcionamiento interno a las circunstancias locales. Pues bien, resulta que mi unidad o no tenía esa modificación local o bien se le había instalado una que no era la correspondiente a nuestro pais. Eso el mecánico no me lo precisó, pero sí recuerdo que me dijo que «a mi Zoe en verano le pasaba lo mismo que a un finlandés en Sevilla»; y es que el pobre no era capaz de gestionar los casi 40 grados de Madrid a media tarde en agosto y por eso la refrigeración de la batería se volvía loca durante la carga y al detectar tanto calor luego no dejaba arrancar si no se enfriaba primero durante un buen rato. Por tanto, actualizando el firmware del coche a la versión correcta la gestión de temperatura se optimizaba.

Quedaba ahora el segundo problema, que a mí me parecía todavía más grave: los fallos y reseteos en marcha. Y el caso es que resulta que después de mucho probar e investigar, el mecánico (tuve mucha suerte de que me tocara una persona que se tomó este tema de forma casi personal y que en sus pesquisas fue mucho más allá de lo que los protocolos de taller dictaban) se dio cuenta de que lo que estaba pasando es que el coche se volvía loco porque detectaba que se estaba pisando freno y acelerador a la vez durante la marcha.

No es que yo fuera un patán o pensara que el coche tenía launch-control como los Tesla o los Porsche; sino que el cilindro del freno que encaja dentro de un sensor con forma de tubo para controlar la potencia de frenada a veces se quedaba atascado un par de mm dentro sin volver a la posición de reposo y eso el coche lo interpretaba como órdenes contradictorias y se volvía loco.

De ahí los mensajes de error del ESC, de los frenos y el reseteo en marcha del sistema intentando recalibrar todo. En este caso el mecánico lo que hizo fue aumentar la fuerza de retorno del pedal y así éste volvía correctamente a la posición 0% con lo que este problema también desapareció. Al preguntarle por qué este fallo también se daba en verano y durante el invierno no se manifestaba me dijo que posiblemente con el calor el cilindro dilataba unas micras lo suficiente para que se quedara atascado sin poder volver a la posición de reposo mientras que con el frío sí que retornaba bien.

¿Que cómo estoy tan seguro de que los problemas se han solucionado? Pues porque esto que os cuento fue a principios de julio más o menos (el coche estuvo unos 10 días en taller) y cuando me lo dieron estuve haciendo muchas pruebas del tipo cargar a las tres de la tarde en cargador rápido, desconectar la manguera cuando iba por el 80% y salir con él inmediatamente; por lo que si no era capaz de gestionar bien la temperatura le iba a dar un parraque de un momento a otro. Y como os digo, pasé el verano sin un sólo fallo ni cargando ni en marcha y (toco madera) de momento la cosa sigue igual de bien.

Como os decía al principio, si por lo que sea tenéis un Zoe y os están pasando cosas extrañas como las que se daban en mi unidad, espero que este artículo os sirva para daros cuenta de que en un coche eléctrico estamos un poco vendidos porque no podemos tocar muchas cosas ya que todo son señales de control que como entren en conflicto o haya un fallo del software de control estamos apañados.

Yo tengo claro que tuve la suerte de dar con un mecánico al que le gusta su trabajo, pero si nos toca alguien que no sale de las comprobaciones A, B y C que salen en su manual de taller y no da con nada raro nos iremos a casa con los mismos fallos una y otra vez hasta que a alguien se le encienda la bombilla y se le ocurra mirar algo que, de primeras, no parecía muy evidente.

¡Nos leemos!

Consejos para conducir un coche eléctrico (Renault Zoe 2018)

Por mi profesión me tengo que desplazar a diario a diferentes centros trabajo y para ello mi empresa me asignó un coche; sólo que por políticas de medio ambiente se decidió que fuera un vehículo eléctrico, concretamente un Renault Zoe de finales de 2018.

Como comprenderéis, entre lo amante de la tecnología en general que soy y mi fascinación por este tipo de vehículos (os dejo enlaces a la review del patinete eléctrico de Xiaomi y el repaso que le hice al cumplir mil 1000 Km) el primer día que me puse al volante del Zoe aluciné en colores porque esto ya jugaba en otra categoría de vehículos a pilas.

La idea de este artículo es la de plasmar mis experiencias en el día a día con este coche además teniendo en cuenta que en casa no tengo cargador y, por tanto, he de recargar la batería en el trabajo. Esto último no me supone un problema, pero esto es algo que matizaré más adelante porque considero que es uno de los aspectos más importante a la hora de utilizar este tipo de vehículos.

Para que os hagáis una idea, durante el último año he hecho con el Zoe algo más de 20000 Km, lo que creo que me da cierta perspectiva para hablar de él con propiedad. Lo he llevado en todo tipo de climas y he recorrido tanto carreteras como ciudades, así que vamos a ir punto por punto:

Si has conducido un coche automático ya sabes conducir un eléctrico

Los coches eléctricos sólo tienen dos pedales: acelerador y freno. Si nunca habéis llevado antes un automático (como fue mi caso) el consejo que os daré es que hasta que te acostumbres lo mejor es que el pie izquierdo lo escondas tras el derecho mientras conduces y de ese modo que te cueste sacarlo de ahí. Lo digo porque es un clásico que vas a detenerte en un semáforo, te crees que vas en un coche manual y al ir a buscar el embrague para que no se cale pisas el pedal de freno con todas tus fuerzas y el problema no es la reverencia que haces; sino que si llevas otro coche detrás lo mismo te reduce unos cuantos litros de maletero de golpe y porrazo.

La cosa es usar el pie derecho tanto para acelerar como para frenar, ya que en teoría no hace falta hacer ambas cosas a la vez (el punta-tacón no tiene sentido en un eléctrico). No cometáis el error de usar un pie para cada pedal porque el izquierdo lo tenéis acostumbrado al embrague y vais a clavar frenos todo el tiempo.

Par prácticamente constante

A diferencia de los motores de combustión, donde a cada régimen de revoluciones del motor corresponde un valor de par, en los coches eléctricos este es prácticamente constante desde parado hasta una velocidad determinada que en el Zoe se sitúa en torno a los 100 Km/h, bajando a partir de ahí el par y, por tanto, el empuje y el rendimiento.

Pero es precisamente en ese primer tramo del motor donde reside gran parte de la «gracia» de los eléctricos en ciudad; y es que mientras que los coches de combustión tienen que alcanzar ciertas RPM para empezar a acelerar con fuerza, un eléctrico lo hace según iniciamos la marcha, por lo que si hundimos el pedal del acelerador salimos disparados hacia delante de manera instantánea y constante (y además al no tener que cambiar de marchas ahí también ganamos ventaja, pues en los de combustión durante el cambio de marcha la aceleración es cero).

Vamos, que al salir de los semáforos siempre tendremos ventaja sobre el resto de vehículos en los primeros metros a no ser que el coche que tengamos al lado sea un Porsche 911 con cambio PDK o algún espécimen similar.

La influencia del clima en la autonomía

La autonomía de los coches eléctricos disminuye a medida que las temperaturas se hacen más extremas; hablando tanto de frío como de calor. Por tanto, de cara a maximizar la autonomía, las mejores épocas son la primavera y el otoño. Aun así, ya os adelanto que por mi experiencia el verano no es tanto problema como el invierno como ahora desarrollaré.

Esta disminución de la autonomía se debe fundamentalmente a dos factores: por un lado la batería ha de mantenerse siempre dentro de un rango de temperaturas fuera del cual corre el riesgo de deteriorarse con cierta rapidez, de modo que en caso de que la temperatura sea extremadamente baja se pone en marcha un sistema de calentamiento interno de la misma que la mantiene templada. En el caso de un calor extremo en la calle, la batería dispone de un circuito de refrigeración que la mantiene fresca para evitar problemas que podrían llevar a su degradación.

Por otra parte, como seres humanos que somos tenemos frío en invierno y calor en verano, y ambas cosas las combatimos mientras conducimos gastando energía ya sea en calefacción o en aire acondicionado. En el caso de coches de combustión interna la diferencia de consumo es escasa usando la calefacción o no porque lo que se hace es aprovechar el exceso de calor emitido por el motor para calentar el habitáculo, pero un eléctrico tira mucho de batería cuando queremos calentar el aire del interior (y ni os cuento cuando en invierno te encuentras el coche cubierto de hielo y tienes que esperar con la calefacción puesta a tope a que se derrita para poder ver).

Para empezar a poner cifras a todo esto, la autonomía oficial del Zoe que uso es de 300 Km con su batería de 41 KW. Pues bien, en tiempo primaveral u otoñal con una carga completa puedo hacer unos 270 Km reales, lo cual no está nada mal dado que de casa al trabajo tengo 33 kilómetros casi completamente de autopista y luego entre centros suelo desplazarme por carreteras nacionales de 90 o 100 Km/h. Lo habitual es que al día haga unos 120 Km de promedio, por lo que si apuro mucho podría cargar la batería en días alternos.

En verano la autonomía no se resiente demasiado, ya que aunque uso el climatizador a 22 grados en todos los trayectos menos en el primero de la mañana porque todavía hace fresco, la autonomía no baja demasiado y puedo hacer perfectamente unos 240 ó 250 Km. Todavía podría cargar cada dos días, pero el segundo día llegaría al trabajo al borde del infarto. Por lo que sea, el climatizador tira algo de batería, pero no demasiado.

Sin embargo, en invierno las cosas pintan peor: cuando el termómetro no sube de cero grados en todo el día a la batería le puedo sacar como mucho unos 200 Km si pongo la calefacción para ir a gusto (supongo que el sistema de calentamiento interno de la batería que os decía antes entra en acción). ¿El truco para maximizar la autonomía? Abrigarse más y usar la calefacción al mínimo para que no se empañen los cristales a diferencia de esa gente que en enero conduce en marga corta y con temperatura interior de sauna finlandesa. Si uso la calefacción lo mínimo imprescindible la autonomía sube a 220 Km aproximadamente. No parece mucho más, pero esos 20 Km pueden ser la diferencia entre llegar al cargador o llamar a la grúa.

Potencia de carga

Para cargar los coches eléctricos hay varios modos y cargadores. El más simple consiste en un cargador de emergencia con enchufe Schuko, pero el coche tardará un montón de horas en cargar la batería al completo porque en esos casos se limita a unos 3 KW/h como mucho. Lo ideal es usar cargadores tipo Wallbox que meten bastante más potencia de carga y en el caso de los más rápidos podemos cargar la batería al completo en apenas tres horas.

 

En números gordos y para que sea fácilmente comprensible, si la batería del coche es de 40 KW (es de 41, pero vamos a redondear), metiéndole 4 KW/h nos sale un tiempo de carga de 10 horas. Si el cargador es capaz de dar una potencia de 13 KW/h en aproximadamente tres horas tendremos la batería rellena suponiendo que hemos llegado al cargador «secos».

Si el cargador pudiera dar 80 KW/h tendríamos la batería cargada en apenas media hora; pero para aceptar potencias de carga tan altas el coche también tiene que estar preparado y no suele ser habitual en coches pequeños como el Zoe (esto es más de los Tesla, Porsche Taycan y similares). De serie, la carga más potente que admite el modelo de Zoe del que hoy os hablo es de 22 KW/h (el nuevo, aparecido hace apenas unos meses, puede llegar hasta los 50 KW/h).

En mi caso, puesto que dependiendo del día puede que me tenga que mover más o menos, siempre trato de ir con autonomía de sobra: si me quedan 100 Km de batería y sé que todavía voy a tener que hacer unos 70 Km no pienso en que todavía me sobrarían 30 Km, sino que cargo (aunque sea un rato) en cuanto puedo; y si puede ser en un cargador rápido mejor. Pensad que apenas un cuarto de hora en un cargador de 15 KW/h representan unos 25 Km más de autonomía, que ya es margen de sobra para ir tranquilo incluso si al final la cosa se complica y me toca dar un rodeo y hacer más kilómetros de la cuenta.

En la mayoría de los centros por los que suelo pasar hay cargadores, pero los hay más rápidos y más lentos. Os cuento: en mi base hay uno de 22 KW/h donde además pueden cargar dos vehículos simultáneamente; por lo que si llego seco en apenas dos horas tengo en coche cargado a tope. Sin embargo, en uno de los que están más alejados de mi base el cargador es de tan sólo 5 KW/h, de modo que si llego casi sin batería a ese lugar me va a tocar estar dos horas allí para ganar apenas 66 Km de autonomía y poder regresar.

Cálculo rápido de autonomía

Si hacéis un uso normal de un Renault Zoe el consumo promedio os va a salir de unos 15 KW/100 Km, lo que nos facilita mucho las cosas para realizar cálculos mentales rápidos de autonomía. Al final las matemáticas son las matemáticas y todo cuadra. Veréis:

La batería completa tiene 41 KW de capacidad, lo que quiere decir que la autonomía máxima que nos va a dar será (41/15)*100 = 273 Km. Visto de otro modo, para recorrer 100 Km necesitamos consumir 15 KW de la batería, y esto es con lo que os tenéis que quedar.

Conectados a un cargador de 15 KW/h, si estamos cargando durante media hora podremos recorrer unos 50 Km más. Si estamos dos horas enchufados a ese mismo cargador la autonomía se verá incrementada en 200 Km aproximadamente.

En el caso de que el cargador sea de tan sólo 3 KW/h (el Schuko que os decía hace un rato) para aumentar esos 200 Km de autonomía que decíamos hace un momento necesitamos meter 30 KW a la batería, cosa que nos llevará unas 10 horas, lo que quiere decir que si estamos conectados durante una hora tan sólo aumentaremos 20 Km la autonomía disponible.

Si tenemos la suerte de contar con un el cargador más rápido disponible para el Zoe (22 KW) esos 200 Km de autonomía los conseguiremos en aproximadamente una hora y veinte minutos, que sería el tiempo que tardaría en meter a la batería los 30 KW de los que hablábamos en el párrafo anterior.

Carretera: Velocidad vs. consumo

Cuando sales con un eléctrico a carretera la velocidad es un factor a tener muy en cuenta a la hora de estimar la autonomía. Aunque no lo parezca el aire que respiramos es denso y cuando circulamos en coche tenemos que abrirnos paso a través de él. A velocidades bajas esto es prácticamente despreciable, pero en cuanto cogemos velocidad el porcentaje de potencia que debemos invertir en esta labor ya tiene su importancia.

De hecho, la potencia necesaria para vencer a la aerodinámica tiene una relación cúbica con respecto a la velocidad. Es decir, que al doble de velocidad gastaremos ocho veces más potencia para vencer la resistencia aerodinámica. Imaginad que a 100 Km/h necesitamos emplear 3 KW/h en atravesar el aire; pues bien, a unos hipotéticos 200 Km/h tendremos que emplear 27 KW/h en esto mismo.

Por tanto, si hacéis mucha autopista con un Zoe tened paciencia y conducid tranquilamente a velocidades de entre 100 y 110 Km/h si no tenéis muy claro cuándo podréis recargar la batería.

Ciudad: cambia el chip

A diferencia de los coches de motor térmico en los que la ciudad es, con diferencia el entorno donde más gastan, en el caso de los eléctricos es todo lo contrario: si sólo usamos el coche en ciudad y somos finos dosificando la potencia podemos llegar a obtener autonomías incluso superiores a la oficial.

Por un lado circulamos a baja velocidad, de modo que la resistencia con el aire es menor y también está el factor de que las frenadas recargan la batería. Por eso los coches eléctricos hoy en día tienen en su mayoría un enfoque urbano y así es como la publicidad nos los quiere vender.

En el caso de los motores de combustión, cuando pisamos el freno y deceleramos el vehículo lo que estamos haciendo es convertir en calor por efecto de la fricción entre pastillas y discos la energía cinética que, en el fondo, ha salido del combustible del depósito. Por tanto, lo que estamos haciendo es gastar combustible en calentar unos discos de metal.

Hay un vídeo de Guille Alfonsín (Powerart) en el que en plenas Navidades se lía la manta a la cabeza y se le ocurre ir de viaje con toda la familia en un eléctrico para cenar en casa de sus suegros. Sobre el papel la autonomía era suficiente haciendo una paradita para recargar a mitad del trayecto, pero a los 30 Km de salir ya empezaron a darse cuenta de que cuando el coche va con peso y circulas a velocidad de autopista la batería baja que da miedo. Si estáis pensando en comprar un eléctrico porque pensáis que en viajes largos os puede hacer apaño, mejor mirad el vídeo y pensad si os merece la pena tanto sufrimiento al volante y que la cosa acabe en un proceso de divorcio.

Como siempre digo, para viajes desde luego que no, pero para la ciudad este tipo de coches eléctricos de pequeño tamaño no tienen rival por agilidad, ecología y silencio de marcha.

Las cuestas

Lo de las cuestas tipo puerto de montaña son una cosa que me fascina, ya que con los eléctricos son capaces de hacernos sentir terror, emoción, frenesí… Me explico: ahora ya no lo noto tanto porque mi casa y mi trabajo están aproximadamente a la misma altura sobre el nivel del mar, pero hasta hace unos meses había una diferencia de casi 200 metros de altitud, y esto me hacía ir echando cuentas mentales muchas veces.

La cosa es que cuando salía de casa y llegaba al trabajo, al ser todo cuesta abajo el consumo de batería era irrisorio. Había exactamente 37 Km de puerta a puerta y si salía de casa con una autonomía restante de, pongamos, 230 Km llegaba a mi destino con el contador marcando 217 Km. ¡Había gastado tan sólo 13 Km! Alguna vez se me ocurrió poner el contador de autonomía a cero justo antes de salir y, claro, al llegar a trabajar me decía que a ese ritmo podía hacer casi 400 Km con la batería restante.

El regreso al hogar me devolvía a la cruda realidad: al realizar ahora los 37 Km todos cuesta arriba, la autonomía se reducía en aproximadamente 60 Km durante el trayecto. De hecho, si hacía lo del reseteo del contador antes de este trayecto llegando a casa me decía que con la batería que me quedaba iba a poder hacer poco más de 150 Km.

Vamos, que si un día por lo que sea llegaba justito de carga a casa, al día siguiente no iba a tener muchos problemas porque la batería necesaria para llegar hasta el trabajo era mínima. Lo malo era cuando por lo que sea durante la jornada había tenido que dar más vueltas que una peonza y a la hora de irme el coche no había tenido apenas tiempo de cargar y la batería estaba renqueante. En ese caso alguna vez me tenía que quedar un buen rato mientras recargaba batería suficiente como para poder llegar a casa con un poco de holgura, ya que subir esos 200 metros requerían bastante más batería que el trayecto inverso y por aquella época el cargador que teníamos era de tan sólo 6 KW/h.

En cualquier caso, si echamos cuentas tenemos que para el trayecto de ida había bajado unos 15 Km, y para el de vuelta aproximadamente 60 Km, lo que suma un total de 75 Km. Si os fijáis los Km reales del trayecto completo de ida y vuelta eran 74, por lo que el cálculo de autonomía, si promediamos los dos recorridos es bastante preciso.

Neumáticos, frenos, suspensiones

Un coche eléctrico pesa un montón. El Renault Zoe, siendo un coche del segmento B (como un Fiesta, un Corsa, un Ibiza… todos ellos rondando los 1200 Kg) se va a entre 1500 y 1600 Kg. Los frenos no son un problema, ya que en el 95% de las ocasiones con el freno regenerativo eléctrico detendremos el vehículo, haciendo uso de discos y pastillas de freno sólo en el caso de que pisemos el pedal de freno con fuerza porque tengamos que detenernos con brusquedad. Y cuando se juntan los dos tipos de frenos os aseguro que el Zoe se clava.

El problema del mayor peso está en el desgaste de sobre todo neumáticos y amortiguadores. Por la distribución de pesos del coche y por la inercia que tiene en las rotondas (y sabéis que en España hay más rotondas que bares, que ya es decir) las ruedas delanteras tienden a comerse por la parte exterior de la banda de rodadura pese a que los lleves perfectos de presión. Me comentaron en la propia Renault que es algo típico de este modelo y me consta por otros compañeros que usan también un Zoe que aunque circulen despacio y lleven siempre bien de presión las ruedas, el dibujo de la parte central se mantiene bien pero por fuera se desgastan con una rapidez pasmosa.

Los amortiguadores siguen estando en buen estado tras más de un año circulando, pero supongo que al tener que sostener el mayor peso del coche también durarán menos que, por ejemplo, en un Clio.

El modo ECO

Todos los eléctricos tienen, al menos, dos modos de funcionamiento siendo uno de ellos ECO que busca maximizar autonomía a costa de recortar prestaciones y comodidades. Os explico lo que hace en el caso del Zoe:

Lo más evidente es la rebaja de la curva de aceleración. Con el modo ECO activado veremos que la aceleración del coche es mucho menor y que si queremos salir rápido tendremos que pisar el acelerador a fondo para que el modo se desactive momentáneamente y acelere con toda la energía que pueda. Por tanto, lo que consigue el modo ECO es que las aceleraciones sean más suaves y progresivas.

De la misma forma, la velocidad máxima en este modo está situada en 95 Km/h; mientras que en modo normal puede llegar a 140 Km/h (esto último no lo he comprobado, no tengo ganas de multas). ¿Os acordáis de lo que os decía que a partir de cierta velocidad baja el par y por tanto el rendimiento? Pues ya sabemos dónde está el punto de inflexión. Además, el evitarnos ir a más velocidad hará que baje la potencia consumida por la resistencia aerodinámica (recordad que la relación es cúbica con respecto a la velocidad) aumentado también por ello la autonomía.

Por último, en el modo ECO tanto la calefacción como el aire acondicionado funcionan a la mínima potencia posible pongamos la temperatura de consigna que pongamos, de modo que de ahí también se ahorran unos cuantos kilovatios. En invierno si vas abrigado se puede ir más o menos a gusto con el hilillo de aire caliente que sale, pero en verano a pleno sol es casi como no llevar AACC.

Sea como sea, tampoco es que el modo ECO consiga doblar la autonomía. Sí que es verdad que conduciendo en ECO todo el tiempo podemos sacar prácticamente los 300 Km de la batería porque podemos llegar a conseguir consumos de poco más de 13 KW/100 Km si circulamos sobre todo por ciudad, pero ir por la autopista a poco más de noventa por hora hará que nos adelanten hasta los camiones más grandes, de modo que mi consejo es que uséis el pie derecho con cabeza y dejéis el modo ECO sólo para situaciones chungas en las que la autonomía esté tan justa que te empiecen a entrar dudas sobre si llegarás a la estación de carga o no. Por suerte, no he llegado a experimentar esto último, pero que sepáis que tiene un nombre y se llama «la ansiedad del coche eléctrico».

Pequeños detalles

En este apartado os voy a contar algunas curiosidades que me han llamado la atención de una u otra manera sobre el Renault Zoe. Lo voy a hacer casi en plan telegrama:

El cuadro de instrumentos es completamente digital. Ahora ya me he acostumbrado, pero cuando me subí por primera vez me pareció una cosa prácticamente «de nave espacial». Precisamente hay un botón un poco escondido en la parte derecha del cuadro que nos permite cambiar entre seis pantallas diferentes para la instrumentación. En realidad son tres diseños en los que se muestra la información de diversas maneras y en cada una de ellas la posibilidad de mostrar o no un color de fondo que nos indicará si estamos siendo ecológicos al conducir (verde) o unos gastosos de cuidado (morado oscuro). Lo más cachondo es que el sonido de los intermitentes cambia según el diseño de la pantalla, siendo uno de ellos parecido al de dos trozos de madera golpeándose entre sí.

El coche puede trazar gráficas en tiempo real de potencia consumida y potencia regenerada en la pantalla central. Es muy interesante verlo en zonas de orografía irregular porque el perfil de las barras prácticamente calca el terreno por el que circulamos: se disparan al subir y se invierten al descender. Eso sí, aunque visualmente parece que recuperamos un montón de energía, si os fijáis en las escalas os daréis cuenta de que no es para tanto.

Una particularidad que me parece genial es que con el mando a distancia del coche podemos activar la climatización a la temperatura que tengamos seleccionada. Quiero decir que si tengo el coche a pleno sol y veo que me queda poco para irme, no tengo más que sacar la mano por la ventana y pulsar un botón del mando para que cuando suba al coche esté fresquito (o cálido en invierno).

De lejos el coche parece una pelotilla, pero esto es porque es más alto de lo normal ya que en el piso está la batería y eso hace que los asientos vayan más elevados y por tanto el techo tenga que ir más alto de lo normal. Sin embargo, si lo medís de largo tiene cuatro metros: igual que un Opel Corsa, Seat Ibiza, Ford fiesta… Por tanto, en realidad es una impresión visual.

Además de las formas redondeadas del coche (especialmente en la parte delantera) me llama la atención que la totalidad de los bajos del coche están cubiertos por planchas lisas de plástico para mejorar la aerodinámica; ya que de no ser así los elementos como las barras de dirección, amortiguadores, etc presentan cierta resistencia al viento incrementando así la energía necesaria para atravesar el aire como os comentaba hace unos párrafos.

Se hace muy extraño después de un trayecto largo, incluso en verano, tocar el capó y ver que está totalmente frío pese a que el motor eléctrico está en el mismo lugar que un típico coche de combustión. A diferencia de estos, se nota que éste no irradia calor y por tanto no se acumula en el vano motor.

Bajo el cuadro (en la parte izquierda bajo el volante, junto al botón de apertura de la tapa de carga y el ajuste de las luces) hay un botón que nos permite cambiar el sonido tipo OVNI que hace el coche por debajo de 30 Km/h para alertar a los peatones. Uno es discreto, otro tiene un punto intermedio (es el que yo uso) y el tercero hará que al entrar en el garaje todos los vecinos se giren extrañados. La elección es vuestra.

Lo que no me gusta tanto es que en un coche rodeado de un halo de modernidad como es el Zoe las luces sigan siendo halógenas en lugar de LED; y es que si os fijáis, tras las futuristas tulipas azuladas de los faros podréis ver las típicas bombillas de los coches de los años 80.

El nombre del coche viene de ZerO Emission; y es que aunque es verdad que la electricidad necesaria para recargarlo se ha de producir en algún lugar que de un modo u otro emitirá contaminantes a la atmósfera (la eólica y la solar son energía limpias, pero fabricar los generadores necesarios así como el propio vehículo también contamina) el coche circulando no emite CO2, partículas de hollín ni óxidos de nitrógeno, contribuyendo así a disminuir la contaminación en las ciudades.

La sensación de salir con el coche cargado

Esto es algo no cuantificable, pero no quería pasarlo por alto porque me parece una de las cosas más satisfactorias en un vehículo eléctrico: la sensación de ponerlo a cargar y saber que cuando lo vuelvas a coger tendrás toda la autonomía disponible; sobre todo si disponéis de un cargador más o menos rápido.

Lo digo porque a veces llego a la oficina con la batería al 30% y sé que a nada que me siente en mi mesa y me ponga a enviar unos correos o revisar hojas de Excel, si tengo que volver a salir para ir a algún sitio la batería ya estará casi cargada de nuevo y, por tanto, puedo volver a hacer más de 200 Km sin tener que preocuparme de hacer cola en gasolineras ni nada parecido. En serio, esa sensación es lo mejor de este tipo de vehículos más allá de prestaciones o cuadros de instrumentos futuristas.

Las protecciones de las baterías de ion-litio

Este artículo se me ocurrió a raíz de algo que me pasó hace unos días probando una linterna que funciona mediante una batería CR123A, ya que al exigirle mucha corriente el LED se apagaba directamente, y aunque al final la explicación tiene su lógica (como luego veremos) quería aprovechar para hablar un rato sobre las protecciones que incorporan este tipo de baterías.

Las baterías de iones de litio han supuesto una revolución en la electrónica de consumo por su gran capacidad de almacenar energía, la posibilidad de fabricarlas en muy diversas formas físicas y la flexibilidad que dan a la hora de cargarlas y descargarlas. Sin embargo, también tienden volverse inestables si se les saca de sus condiciones de funcionamiento y almacenaje adecuadas y llegado el caso podrían llegar a incendiarse o explotar.

Las circunstancias que voy a enumerar a lo largo de esta entrada son las que pueden llevar a la autodestrucción de una batería de ion-litio, y por eso hay un circuito de protección en su interior y algunas características físicas a la hora de diseñar la propia batería que las harán seguras de utilizar y de cargar. Vamos a ver cada uno de los apartados:

Protección de corriente máxima de descarga

Las baterías de litio están diseñadas para dar una corriente máxima y sobrepasarla provocaría un sobrecalentamiento que podría llegar a inflamar sus celdas. Este cantidad de corriente se determina mediante el parámetro C con un número puesto delante de él indicando lo siguiente:

Pongamos que tenemos una batería de 800 mAh de capacidad. Esto quiere decir que la batería es capaz de almacenar en su interior 800 mAh que irá entregando a la carga a una intensidad máxima marcada por el número que se antepone a la C. Es decir, que si la batería es de 1C la máxima corriente que puede dar será de 800 mA (y en teoría duraría una hora). Si fuera de 2C podría dar hasta 1600 mA durante media hora. Si fuera 5C podría dar un máximo de 4000 mA durante 12 minutos… Creo que está claro, ¿no?

Pues bien, veamos qué ocurrió con la linterna a la que me refería en la introducción de este artículo. Resulta que la batería que le estaba poniendo a la linterna era de 650 mAh pero con un coeficiente de descarga de 1C, lo que quiere decir que no le puedo exigir más de esos 650 mA en ningún momento. En los modos de funcionamiento más bajos no había problema porque la linterna consume menos de esa cantidad de electricidad; pero al poner el modo más alto de todos, pongamos que el LED le pide a la batería 900 mA y entonces a los pocos segundos el circuito de protección corta la corriente porque si no fuera así internamente la batería podría sobrecalentarse y dar problemas.

Al cambiar a una batería de la misma capacidad pero de 3,5C la corriente máxima que es capaz de dar en un momento dado es de 650 mA x 3,5 = 2275 mA que está por encima de esos 900 mA que el LED necesita en su modo más luminoso y entonces funciona sin problemas.

Esta misma protección es la que actúa ante cortocircuitos que puedan suceder si, por ejemplo, metemos la batería en una mochila con cosas de metal como clips, monedas y llega el caso (complicado, pero puede pasar) en que se ponen en contacto los dos polos de la batería generando un cortocircuito. En ese momento la electricidad teóricamente se haría infinita lo que sería peligroso para la integridad de la batería, así que la protección actúa desconectando internamente la batería y cortando así el paso de corriente y evitando el desastre.

Protección contra exceso de temperatura

La temperatura de las celdas de litio es peligrosa si se eleva demasiado por el motivo que sea; no sólo por sobrecorrientes. Como os decía en el apartado anterior, el circuito de protección monitoriza la corriente entregada en todo momento por la batería y cortará si sobrepasamos la máxima fijada por diseño, de modo que por ese motivo la batería no debería de calentarse en exceso.

Sin embargo, eso no quita que la batería se pueda calentar por factores externos como que el propio aparato al que alimenta genere un montón de calor, que la batería esté en un coche a pleno sol en verano… En ese caso disponemos de otro sistema de seguridad que se encarga de desactivar internamente la batería si detecta que su temperatura sobrepasa cierto nivel sea por el motivo que sea.

Protección contra polaridad inversa

Esta protección lo que hace es evitar que la batería pueda recibir corriente si la hemos conectado en sentido contrario a la hora de cargarla. Esto se implementa porque meter a las celdas de litio una corriente en inverso puede ser peligroso para su integridad y podría llegar a autocombustionar (como estáis viendo, son baterías muy delicaditas).

 

Protección contra descarga profunda

Otro factor peligroso para las baterías es tratar de hacerlas funcionar cuando estas se encuentran a una tensión extremadamente baja. Todas las baterías tienen una tasa de autodescarga; es decir, que aunque las tengamos metidas en un cajón sin utilizar se van a ir descargando poco a poco (su voltaje irá disminuyendo) tanto por la propia concepción de este tipo de baterías como por la circuitería de control que algo de energía necesita para mantenerse operativa en todo momento. Si la tensión de alguna celda cae a unos 3 V la batería no va a funcionar para evitar así que se le pida corriente estando la tensión tan baja.

Por tanto, si la tensión de las celdas baja de un nivel determinado la batería no va a funcionar, pero lo peor es que si el voltaje es realmente bajo (el límite se suele situar en unos 2,6 V para los habituales 3,7 V que suelen dar) el circuito impedirá incluso que podamos cargarlas, haciendo por tanto que la tengamos que tirar.

Protección contra sobrevoltaje

De forma muy similar al caso anterior, la circuitería de control de la propia batería va a vigilar constantemente (en este caso a la hora de cargar) que el voltaje de las celdas no sobrepase aproximadamente 4,2 V para que así no pueda darse alguna reacción violenta en el interior de la batería y acabar esta incendiándose.

Lo habitual es que los cargadores vayan monitorizando el voltaje de la batería que tienen conectada y detengan la carga cuando esta ha llegado a su voltaje nominal; pero como de todo hay en la viña del señor (AKA fabricantes muy piratas), es mejor que la propia batería vaya monitorizando esto y en caso de problemas que se desconecte internamente para detener así su carga.

Protección contra cortocircuito interno por deformación

Esta protección no consiste en un circuito electrónico, sino en una forma constructiva; y es que para que las celdas de litio no puedan deformarse y cortocircuitarse internamente, las baterías de este tipo se meten en una camisa metálica reforzando especialmente la zona del polo positivo. Esto es para que si, por ejemplo, la batería se cae al suelo esta no se deforme y pueda dar lugar al cortocircuito interno que os decía hace un momento.

Del mismo modo, en la zona del polo positivo suelen disponer de unos orificios de venteo para que en el caso de que todo vaya mal y finalmente por lo que sea la batería empieza a coger presión en su interior, los gases que se forman en el interior saldrían por estos orificios en lugar de inflar la batería minimizando así el riesgo de que llegue a hacer explosión.

Como veis es todo un mundo esto de las protecciones para las baterías de iones de litio, pero es que por sus características es más que recomendable disponer de este tipo de salvaguarda para evitar que un día podamos tener un disgusto.

Mi historial de ordenadores

Haciendo un ejercicio de memoria, hoy me he puesto a pensar en los ordenadores que he tenido a lo largo de mi vida y me he dado cuenta de que son unos cuantos. Lo que más me ha gustado es comprobar que todavía recuerdo las principales características técnicas de cada uno de ellos, así que voy a aprovechar para describíroslos muy someramente en un artículo organizado cronológicamente.

Eso sí, no incluiré aquí los portátiles de trabajo, porque han pasado ya unos cuantos por mis manos y entonces no acabaríamos en todo el día. Estos son sólo ordenadores que han sido míos en algún momento. Bueno, y tampoco meteré las Raspberry Pi que aunque por funcionalidad podrían hacer la labor de un PC a la perfección prefiero dejarlas para otra entrada más específica. ¡Vamos allá!

ZX Spectrum +2

Mi primer ordenador fue un ZX Spectrum +2 que me regalaron mis abuelos en 1987 y que contaba con 128 KB de memoria RAM, lector-grabador de cintas de casette y sin ningún tipo de disco duro, claro está. Utilizado por mi hermano y por mí principalmente para jugar, con los años me arrepentí de no haberlo usado para aprender algo de programación; ya que si con esas edades (yo tenía 7 años cuando me lo regalaron) eres capaz de hacer algunos pinitos programando estoy seguro de que con los años serás todo un maestro del código. Con el tiempo nuestra colección de juegos llegó a superar la centena, pero recuerdo como si fuera ayer el título con el que lo estrené fue el mítico Kane.

Siemens Nixdorf 486 DX-2

A este modelo le siguió en 1994 un PC 486 DX-2 66 MHz con 8 MB de memoria (de serie traía 4 MB pero elegí una ampliación a 8 por 25000 pesetas del ala), disquetera de 3,5″, 420 MB de disco duro, sistema operativo OS/2 Warp de IBM e impresora Canon BJ-200. Venía también con un monitor de 14″ de resolución 1024 x 768 a 16 millones de colores y recuerdo que cuando venían mis amigos a casa y les ponía juegos como Monkey Island, F29 Retaliator o Fury3 (este último cuando cambié el SO a Windows 95, que me compré original en disquetes por cierto) flipaban en colores. A este ordenador, pasados un par de años, le metí un «kit multimedia» consistente en una unidad de CD-ROM 4x, una colección de juegos en ese novedoso formato (Nascar Racing, 3D Pool, etc) y una tarjeta de sonido Soundblaster 16. Una de sus últimas ampliaciones fue incrementar su memoria RAM a 24 MB.

AMD K6-2

Tiempo después vino en el año 2000 un PC «clónico» AMD K6-2 300 MHz con extensiones MMX que contaba con 32 MB de RAM (que con el tiempo amplié a 128 MB), tarjeta de sonido, CD-ROM, 4 GB de disco duro y SO Windows 98. En ese ordenador instalé una de las primeras aceleradoras 3D (una Voodoo Bashee de 3DFX) haciendo que juegos como Need for Speed III o Quake II mostraran unos gráficos sencillamente increíbles. De todos modos, dado que por aquella época nos dio fuerte a mi hermano y a mí por los videojuegos, andar actualizando el ordenador cada dos por tres para poder correr los últimos títulos costaba una pasta y acabamos pasándonos al oscuro mundo de las videoconsolas de la mano de una Playstation.

Toshiba Satellite A50

Mi primer portátil fue un Toshiba Satellite A50 comprado en 2002 que equipaba un micro Intel Centrino, 512 MB de RAM, 40 GB de disco duro y Windows XP. Fue mi primer ordenador con WiFi y me vino muy bien para seguir las clases en la universidad, aunque rara vez me lo llevaba a clase porque no era lo habitual en aquellos tiempos. Cuando dejé de usarlo se lo regalé a mi padre quien un día derramó sin querer un vaso de Cocacola sobre el teclado y de esta manera tan poco épica ese ordenador se fue al cielo de los portátiles.

Asus Eee-PC 701

El primer ultraportátil que llegó a los grandes mercados (el mítico Asus Eee-PC 701 4G) fue mi siguiente adquisición en el 2008, contando con un micro Intel Celeron, 512 MB de RAM y 4 GB de disco duro SSD. Pese a su pequeño tamaño lo usé para escribir multitud de reviews en este blog y a día de hoy, aún con la batería casi destruida, lo saco de vez en cuando para arrancarlo y recordar así aquel ordenador que a veces me bajaba a la piscina para escribir offline algunos borradores.

Acer Aspire X1700

En 2009 llegó un sobremesa de perfil estrecho: un Acer Aspire X1700 con micro Intel Core 2 Duo E7300,  3 GB de RAM, 320 GB de disco duro y Windows 7. En principio lo usaba para edición fotográfica cuando me compré la Nikon D40 y de hecho con los archivos RAW de esa cámara iba muy bien, pero cuando me pasé a la D300, el aumento de megapixels se le atragantó bastante al pobre y empezó a arrastrarse cada vez que le pedía hacer algún cambio en los archivos. Con el tiempo se lo acabé regalando a mi padre y a día de hoy todavía lo sigue usando para sus tareas habituales.

Dell Inspiron Mini 10

Ya en 2010 me hice aprovechando una oferta de Carrefour con un Dell Inspiron Mini 1012 que incorpora un procesador Intel Atom N450, 1 GB de RAM y 250 GB de disco duro. Este modelo venía con Windows, pero sin ni siquiera estrenarlo se lo sustituí por la última versión de Ubuntu. Ordenador que sigo usando a día de hoy para escribir cosillas en el blog, jugar a GL-Quake y para algunas tareas de ofimática ligera gracias a que le actualicé la memoria RAM a 2 GB y el disco duro por un SSD de 120 GB, de modo que todavía es capaz de funcionar medianamente suelto. Sorprendentemente su batería aún es capaz de aguantar un par de horas y me gusta por lo cómodo que es para usarlo en el sofá aunque su parte inferior se calienta más que una estufa de butano debido a que Dell decidió no incorporarle ventilador para que así fuera completamente silencioso.

HP Pavilion

Al poco de llegar a Oropesa en mayo de 2011 me compré una CPU HP Pavilion que contaba con un micro Intel Core i7 2600, 8 GB de RAM (que enseguida amplié a 16 GB), 1 TB de disco duro y Window 8 que al poco tiempo se actualizó automáticamente a Windows 10. Era un ordenador con mucha potencia de cálculo destinado a la edición fotográfica con Lightroom y mi Nikon D300 y de hecho a día de hoy sigo usándolo con muy buenos resultados en ese campo. Fue una inversión fuerte (era la CPU tope de gama de HP en ese momento) pero nunca me arrepentí porque lo usé muchísimo durante varios años.

Lenovo A10

Hacia febrero de 2014 tenía ganas de probar un ultraportátil con SO Android para ver si podía hacer las labores de un ordenador «al uso» y sin darle muchas vueltas me compré un Lenovo A10. Claro, precisamente por haber sido una compra totalmente a ciegas la experiencia fue un poco desastrosa porque resulta que venía muy capado en cuanto a almacenamiento y el software incorporado se comía una buena porción de la misma de manera que su memoria se llenaba en cuanto instalabas alguna aplicación más de la cuenta. Al final se quedó para ver películas con VLC cuando íbamos de camping y cosas así. Es un gusto sostenerlo en la mano porque no pesa nada y es super-fino, pero a día de hoy está en un maletero de casa de mis padres. No descarto desempolvarlo un día de estos para ver si se me ocurre algo que hacer con él.

Dell Inspiron 3000

En mayo de 2015 llegó el ordenador desde el que escribo esta entrada, que es un portátil Dell Inspiron 3000 con procesador Intel Celeron N2840, 4 GB de RAM DDR3, 500 GB de HD (que cambié inmediatamente por un SSD de 250 GB), pantalla de 15″ y sistema operativo Ubuntu. Fue una compra un poco impulsiva en parte porque tenía ganas de probar un equipo portátil nuevo diseñado con Ubuntu en mente y en parte porque aproveché una suculenta oferta de Dell por la que me salía el equipo por apenas 224 euros aplicando un descuento que tenía junto a una promoción de gastos de envío gratis. Estoy muy contento con él y de hecho es el ordenador que uso para todo a excepción de la edición fotográfica, que es para lo que está el HP del que os hablaba antes.

La verdad es que no sé cuándo me haré con un nuevo ordenador y eso que hace ya cinco años del último. Estuve tentado por un Macbook Air mucho tiempo, y también por algún portátil de gama alta de Dell y de HP; pero es que al final siempre pienso lo mismo: «para lo que voy a hacer puedo hacerlo en el que ya tengo y eso que me ahorro». En total han sido 10 modelos hasta el momento, que no es poca cosa.

Actualización 15-10-2020

BMAX B1

A principios de octubre, después de ver una serie de vídeos en youtube, decidí que quería un miniordenador y opté por el BMAX B1. Un modelo súper básico cuyas principales características técnicas son procesador Intel Celeron N3060, 4 GB de RAM DDR3 no ampliable, HD EMMC de 64 GB soldado en placa, ranura para disco duro M.2 adicional, GPU integrada Intel HD Graphics 400, WiFi dual band, Bluetooth, Windows 10, salidas HDMI y VGA, conector de auriculares y micrófono, puerto RJ45, un total de 4 puertos USB (2 x 2.0 y 2 x 3.0) y un puerto microSD; todo ello metido en una caja de 12 x 12 x 3 cm y a un precio de poco más de 100 euros.

¿Es potente? Pues no mucho. ¿Es práctico? Según para lo que lo vayas a usar. ¿Es molón? Rotundamente sí.

Actualización 27-02-2021

Ryzen 5500X

Al final me animé a hacerme con un nuevo ordenador de sobremesa porque estaba un poco cansado del mundo de las consolas y sus casi obligatorias suscripciones a los servicios online; de modo que en diciembre de 2020 decidí hacerme con una serie de componentes y montarme un ordenador a medida con el que poder ejecutar algunos juegos que tenía pendientes y que con mi anterior PC no podía mover.

Al final ha quedado un conjunto muy equilibrado salvo por la tarjeta gráfica, ya que tal y como está el mercado ahora mismo es imposible hacerse con un modelo actual sin dejarse el sueldo de un mes en el intento; de modo que conseguí algo digno de segunda mano (Nvidia Geforce GTX 1060 3 GB) a la espera de que las cosas se tranquilicen un poco y pueda hacerme con una RTX de la serie 30 en alguna tienda.

El resto del hardware principal lo componen un micro AMD Ryzen 3500X con refrigeración líquida, 16 GB de memoria RAM DDR4 a 3000 MHz, disco duro SSD M.2, placa base MSI B450M, fuente de 750 W y monitor FHD 16/9 a 75 Hz.

En cualquier caso, redacté un artículo al respecto al poco de terminarlo; de modo que si tenéis interés es los detalles de cómo diseñé y monté este ordenador os recomiendo que le echéis un vistazo.

Review: Bastl Kastle V1.5

Puede que sea por mi formación en electrónica industrial, pero reconozco que siempre he mirado con ojos golosos a esos dispositivos llenos de lucecitas y botones capaces, en las manos adecuadas, de generar música.

Durante los últimos años me he ido haciendo con algunos dispositivos de Korg (la serie Kaoss me parece alucinante, ya os hablaré de ella) así como un par de Pocket Operators de Teenage Engineering y hace apenas unos meses el «cacharrín» del que hoy os quería hablar: un Kastle V1.5 de Bastl Instruments.

El caso es que esta entrada me va a servir, además de para daros a conocer este minúsculo dispositivo, para poder hablaros desde un punto de vista medianamente técnico de los sintetizadores, que es algo que siempre ha llamado poderosamente mi atención.

¿Qué es un sintetizador?

Muy a grandes rasgos un sintetizador es un dispositivo electrónico capaz de generar sonidos a través de un conjunto de componentes electrónicos internos. La interfaz con el usuario son una serie de controles mediante los cuales seleccionaremos la señal a utilizar y el tratamiento que se le dará en tiempo real a esta. Finalmente, la señal de salida es amplificada y llevada hasta los oídos de quien ande cerca del aparato.

Pensad en un piano de cola «de los de toda la vida». Cuando pulsamos una tecla lo que ocurre en su interior es que un pequeño martillo golpea a la cuerda correspondiente, la cual tiene una determinada longitud y una tensión que generarán una onda acústica que resonará en sus cavidades internas para llegar a nuestros oídos.

Pues bien, pensad en un hipotético piano en el que a través de una serie de controles físicos pudiéramos cambiar en todo momento no sólo la longitud y la tensión de la cuerda que golpea el martillo, sino incluso la forma y el material del propio martillo o hasta la forma de la caja de resonancia del piano. De ese modo el sonido que percibiríamos sería muy diferente en función de cómo estemos actuando sobre los controles que os digo.

Vamos un paso más allá, e imaginad que con otros controles diferentes pudiéramos coger el sonido que está a punto de salir de la caja de resonancia y pudiéramos volver a introducirlo en un paso anterior del proceso modificándolo también para darle «una vuelta más» creando resonancias, loops, reverberaciones, retardos…

Por último, pensad en que este piano tan extraño que os estoy describiendo tuviera la posibilidad de sustituir ese teclado que acciona unos martillos que golpean unas cuerdas por nuestra propia voz, unos pulsos generados por un sistema digital o los sonidos producidos por otro piano totalmente diferente, dotando entonces a nuestro piano original de una flexibilidad casi infinita a la hora de crear nuevos sonidos.

Si habéis llegado hasta este punto habiéndoos hecho una idea mental más o menos aproximada de lo que os estoy describiendo no estáis lejos de estar visualizando un sintetizador en términos generales, ya que se trata de un dispositivo que genera (o recibe) unas señales eléctricas que a continuación procesa internamente y que al final amplifica llevando la señal a un altavoz que nos da un sonido determinado.

Sintetizadores modulares

Ahora que más o menos nos hemos hecho una idea de qué es un sintetizador, podemos distinguir dos tipos en función de su forma constructiva: por un lado están los que conforman una unidad «cerrada» con unos controles configurados para modificar los sonidos de una determinada manera. Un ejemplo de este tipo de sintetizadores es el Korg Monotribe, el cual cuenta con un pequeño teclado a través del cual introducir las notas que queramos y a partir de ellas crear una secuencia modificando el sonido con los muchos y variados controles con los que cuenta la unidad.

Del mismo modo, podemos tener un sintetizador modular, el cual no tiene una estructura fija sino que el usuario lo monta e interconexiona en función de sus necesidades o preferencias, constando de varios módulos cada uno con su función. Tendremos un módulo generador de señales, otro para el filtro paso bajo, otro que hace de oscilador de baja frecuencia, otro con el amplificador de salida… Todos ellos con sus entradas y salidas que podemos cablear como queramos, de tal modo que nada nos impide tomar parte de la señal de salida y meterla en un lazo de realimentación a alguna puerta lógica controlada por voltaje para modificar así el sonido que sale del equipo dando lugar a una gama casi infinita de variaciones.

Sea como sea, existe también un esquema intermedio entre los dos casos que os he comentado antes; que es el del sintetizador semimodular. Esto consiste en que la estructura de los bloques es fija y ya lleva una interconexión interna entre ellos pero también contamos con conexiones integradas en la estructura del equipo que nos permiten llevar las señales para acá y para allá a través de unos cables que conectaremos a nuestro gusto tal y como se hace en un sintetizador modular pero sin la complejidad aparejada al setup inicial de estos.

Bastl y su Kastle

Al Bastl Kastle original (versión 1.0) llegué tarde. Cuando supe de su existencia ya estaba más que agotado y no había existencias a la venta tampoco en Amazon, eBay o similares. Se trata de un producto de producción bastante limitada y me resigné a quedarme sin él pese a lo atractivo que me parecía.

Sin embargo, parece que el destino se había aliado conmigo porque menos de una semana después de aquello me enteré de pura casualidad de que la gente de Bastl Instruments sacaba a producción una nueva versión del Kastle revisada y mejorada; así que para que esta vez no se me escapara fui directo a la web oficial y encargué mi unidad, llegando a mis manos apenas cinco días después.

Se trata de un minúsculo (45 x 53 x 68 mm aprox) sintetizador semimodular con seis tipos de síntesis, controles de tono, timbre y forma de onda, LFO de frecuencia regulable con salidas de onda cuadrada y triangular, un generador de impulsos pseudoaleatorio, alimentación por 3 pilas alcalinas AA o puerto microUSB, puntos de conexión entre sus componentes internos para el enrutamiento de la señal mediante el uso de cables dupont M-M (el Kastle trae una decena de ellos) y conexión con otros equipos a través de dos jacks de entrada/salida.

Eso sí, ya os advierto de que no se trata de un sintetizador con teclado en el que podamos crear armoniosas melodías ni nada por el estilo; ya que la filosofía del Kastle es la de crear sonidos prácticamente aleatorios y hacerlos variar de infinidad de formas para así crear sonidos ambientales. Podemos conectar elementos externos para traer al Kastle una melodía, pero al pasar por este mini-sintetizador tened claro que esa armonía se va a alterar en buena medida por la propia concepción del aparato hasta llegar a extremos que la harán casi irreconocible.

En cuanto al Kastle en si, lo primero que llama la atención nada más sacarlo de la caja es su minúsculo tamaño y es que, de hecho, en la palma de vuestra mano hay espacio para sostener dos de ellos holgadamente. Si le dais la vuelta veréis que en su base hay espacio para encajar tres pilas AA, y ese es justo el tamaño de la base del dispositivo, así que si os queréis hacer una idea muy aproximada del espacio en la mesa que ocupa un Bastl Kastle sólo tenéis que coger esas tres pilas que os digo y ponerlas juntas.

El Bastl Kastle V1.5 en uso

Si encendemos el Kastle sin cablear ninguno de sus puertos internos vamos a obtener un sonido tipo “drone” que podemos modular con cada uno de los siete potenciómetros de los que dispone el aparato. Esta es una buena forma de trastear con ellos y comprobar cómo afectan a los sonidos generados familiarizándonos así con cada uno. Por cierto, el Kastle no incorpora altavoz, así que nos toca usar auriculares o conectarlo a un amplificador externo.

Pues bien, dejad todos los controles más o menos en su posición central y vamos a coger ahora un cable para puentear la salida triangular del LFO llevándolo a la entrada nombrada como Waveshape. Nada más conectar el cable ya notaréis un cambio en el sonido, pero si ahora modificáis los potenciómetros del LFO y el de Waveshape vais a escuchar cómo el sonido se ve afectado por la señal que le estamos metiendo.

Sin modificar nada más, probad ahora a cambiar el extremo del cable de la señal triangular a la inmediatamente superior (la señal cuadrada del LFO) y veréis que el sonido cambia de una forma algo ondulante a un estilo más pulsante.
Otra conexión interesante es la de la salida rotulada como Stepped, ya que su salida es una combinación aleatoria de voltajes que se repiten durante el periodo del LFO dando lugar por tanto a un patrón de sonidos repetitivos que podemos tratar con los controles del equipo.

En cuanto a los modos de síntesis, estos se seleccionan a través de la conexión Mode, la cual podemos llevar a nivel bajo o a nivel alto variando así el sonido radicalmente. Si esta señal la conectamos a nivel bajo usaremos síntesis de ruido, mientras que si la conectamos a un nivel alto se usará síntesis por modulación de ruido. Obviamente si conectamos a una señal variable (como la salida del LFO) iremos cambiando de modo dinámicamente en función de si la señal está en nivel alto o bajo dando lugar a variaciones de sonido de lo más variopintas.

En general, y como bien dicen sus creadores, la gracia del Kastle es que podemos conectar cualquier punto con otro sin que al equipo le vaya a pasar nada, por lo que la gracia está en experimentar y ver cómo las diferentes interconexiones y variaciones sobre los potenciómetros van afectando al sonido creado. Además, a través de los puertos I/O podemos introducir señales sonoras externas, por lo que la creatividad se eleva exponencialmente a medida que, como os decía en la introducción de este artículo, conectemos fuentes de señal a este minúsculo sintetizador.

Sea como sea, después de todo este rollo que os he soltado, creo que la mejor manera de que entendáis su funcionamiento y podáis haceros una idea de sus posibilidades es dejaros con el vídeo que la propia Bastl creó en su momento para presentarlo en sociedad, ya que nadie mejor que sus creadores para mostraros las posibilidades creativas de este pequeño monstruo sonoro.

¡Nos leemos!

Más información

Página oficial del Bastl Kastle V1.5

Vídeo de Little Big Synths mostrando las posibilidades del Kastle

Pruebas de rendimiento familia Raspberry Pi (Zero, Zero W, 3A, 3B, 3B+, 4B)

Soy fan declarado de las Raspberry Pi desde que me hice con un model B de la tercera revisión hace unos tres años aproximadamente. Me parecen máquinas de un tamaño delicioso capaces de correr una versión «de verdad» de Linux con la flexibilidad que esto implica y con una comunidad de aficionados y desarrolladores detrás alucinante.

Por poner algunos ejemplos, con el paquete LibreOffice podemos editar textos, crear hojas de cálculo, bases de datos… Una completa suite ofimática que nos puede venir muy bien tanto para temas laborales como para nuestras cosas de casa. También los hay que usan una Raspberry Pi para emular diferentes sistemas; siendo las videoconsolas antiguas uno de los puntos fuertes de dicha vertiente. Y bueno, tampoco podemos dejar de lado a aquellos que usan estos microordenadores a modo de mediacenter para ver películas y series con una calidad impropia de un hardware tan pequeño o los que las usan como base de los más variados montajes electrónicos imaginables gracias a sus puertos de expansión.

Pues bien, combinando mi pasión por estas máquinas con la de las mediciones en general me he animado a esbozar un artículo hablando de la potencia de cálculo de esta familia de computadoras «de bolsillo» a través del conocido benchmark Hardinfo disponible para la mayoría de sistemas Linux.

Dado que la última versión de Raspbian (el S.O. nativo de las Raspberry Pi) puede funcionar en todas las máquinas anteriores la premisa inicial fue actualizar el sistema el día de la prueba e ir cambiando la microSD entre las máquinas haciendo la misma operación en todas ellas: iniciar el sistema sin conexión a internet, esperar unos segundos a que terminara el arranque por completo, ejecutar la batería completa de pruebas de rendimiento y generar un informe de cada máquina del que luego pudiera extraer los datos necesarios para este estudio.

Comentar que los modelos sobre los que he hecho las pruebas son los siguientes:

  • Raspberry Pi Zero
  • Raspberry Pi Zero W
  • Raspberry Pi 3 model A
  • Raspberry Pi 3 model B
  • Raspberry Pi 3 model B+
  • Raspberry Pi 4 model B (2 GB RAM)

A grandes rasgos, Hardinfo realiza un total de ocho tests correlativos: cinco son sobre cálculos con la CPU, dos de cálculos con la FPU y uno de dibujado en pantalla empleando la GPU.

Tras la ejecución de todos los tests en todas las máquinas estos son los resultados que he obtenido:

Tomando en cada uno de los test el mejor resultado, para mejorar la claridad de la interpretación he decidido asignar un valor del 100% a dicho resultado y calcular el resto como un porcentaje en comparación a este. De este modo he obtenido la siguiente tabla:

Aunque en la primera tabla ya se podía apreciar, en la de los porcentajes es más claro todavía: la Raspberry Pi 4 es la más rápida en todo a excepción del test de N-Queens, donde la 3B+ es notablemente más veloz. Supongo que será por alguna función no del todo optimizada todavía y que con el tiempo parchearán haciendo que también sea la más rápida en esa prueba; ya que su hardware es el más potente de todos a día de hoy.

Veamos todo esto de un rápido vistazo mediante una gráfica que he preparado; sólo que en vez de comparar cada máquina con su batería de pruebas, lo he agrupado por pruebas y así podemos comprobar el rendimiento de cada máquina en cada caso.

Cosas curiosas que saco como conclusiones:

  • En las Raspberry Pi Zero no hubo cambios de rendimiento con la llegada de la revisión W y esta gama es muuuucho más lenta que las Raspi de tamaño completo de su época (las Raspberry Pi 3). En algunos tests son bastante más lentas y en otros son tortugas como en el caso de los cálculos en coma flotante.
  • La 3A es una sorpresa, ya que con un tamaño que es prácticamente la mitad que la 3B+ clava prácticamente su rendimiento. Como amante de las máquinas miniaturizadas considero que es la que mejor relación tamaño/rendimiento obtiene más allá incluso de las Zero que, si bien son diminutas, están muy limitadas en cuanto a memoria y capacidad de cálculo.
  • La 4B es el último modelo aparecido hasta el momento y en general con una potencia netamente superior; sobre todo en los test que emplean la FPU. La única pega es a nivel gráfico si estáis usando los drivers experimentales, ya que todavía están por pulir y en las pruebas de dibujado en pantalla el rendimiento es malísimo. Si entramos a la configuración del sistema y seleccionamos el driver por defecto el rendimiento se pone a la altura de lo esperado.

Como os decía, lo mejor las Raspbery Pi es su flexibilidad y la cantidad de usos que se les pueden dar. Y es que aunque una Pi Zero pueda parece poca cosa, sin ir más lejos tengo dos por casa: una de ellas es un emulador de ZX Spectrum «de bolsillo» y la otra es un mediacenter con el que he visto multitud de series y películas manteniéndola escondida detrás de la TV y alimentándola simplemente por el puerto USB de la propia televisión.

Por su parte, estos días estoy probando a emplear la Raspberry Pi 4 como sustituto de mi ordenador de sobremesa para tareas ofimáticas y he de decir que estoy muy contento con ella, ya que sin ir más lejos, este artículo y las tablas que lo ilustran han sido creadas íntegramente con LibreOffice y el programa de edición gráfica GIMP. Lo malo de este modelo es que, por su elevado consumo energético, tenemos que emplear un adaptador USB-C que sea capaz de entregar 3 amperios de corriente (os recomiendo haceros con el oficial, que funciona de maravilla) y que para conectarla a una TV tendremos que emplear un cable microHDMI que, a día de hoy, todavía cuesta un poco encontrarlos.

Y ya por último, comentaros que la Raspberry Pi 3 model B la tengo configurada a modo de recreativa gracias al emulador MAME y un mando de ese estilo capaces de transportarme a aquellos años 90 en los que los salones recreativos eran el epicentro de la diversión de mi generación (hasta que llegó la PSX; pero eso es una historia que otro día os contaré).

Review: drone Ryze Tello

Tenía ganas de hacerme con un Tello desde que se presentó, ya que buscaba algo sencillo de manejar y que me permitiera hacer algunas fotos aéreas sin muchas complicaciones. En su día (hará unos tres años) tuve un mini-drone que me costó menos de 50 euros pero era bastante inestable y al no disponer de visión directa a través de la cámara era muy complicado manejarlo en cuanto se alejaba un poco además de que las fotos eran poco definidas, desenfocadas y con una cierta dominante azul. Sin embargo, este modelo del que hoy os hablo guarda un buen compromiso entre calidad y precio aunque también tiene sus carencias y limitaciones como iremos viendo a lo largo de este artículo.

¿Qué nos ofrece el Tello?

El Tello básico (drone en color blanco, una batería, un juego de hélices de repuesto y la herramienta para desmontar las mismas) cuesta oficialmente 99€ pero de vez en cuando salen ofertas en Amazon en las que el precio es menor. Sin ir más lejos a mí me salió por 73,55€ cuando me hice con él. Luego hay packs con más accesorios como un mando bluetooth, baterías adicionales, carcasas de colores… pero si lo que queremos es «echar a volar» y ver si nos gusta el tema, la opción más simple puede ser un buen punto de partida.

El Ryze Tello es un drone con un peso aproximado de 86 gramos, una autonomía de unos 13 minutos, una envergadura de 15 cm de lado a lado contando los protectores de las hélices, velocidad máxima de 28 Km/h, conectividad WiFi y una cámara estabilizada electrónicamente con focal f/2.2 y ángulo de visión de 82º capaz de captar fotos a 5 Mpixels y vídeos a 720p/30 fps. Lo bueno es que con la batería cargada sólo nos va a hacer falta un teléfono móvil para utilizarlo, ya que se controla y configura con una aplicación específica para este modelo sin necesidad de nada más.

Una de las peculiaridades del drone que hoy nos ocupa es que no necesita (ni puede albergar) ningún tipo de memoria interna para almacenar las fotos y los vídeos que hagamos durante nuestros vuelos porque se transmiten directamente a nuestro teléfono; lo cual es bueno y malo al mismo tiempo.

Lo positivo es la inmediatez, ya que según pulsamos el botón de disparo la foto ya está en nuestro móvil y podemos editarla, compartirla, subirla a Google Fotos… Con las fotos funciona bastante bien, y dependiendo de la distancia a la que se encuentre el drone la descarga será inmediata o tardará un par de segundos. Sin embargo, en el caso de los vídeos, en cuanto nos alejemos un poco del drone veremos que la imagen da pequeños saltos y tirones porque el flujo de datos que se transmite a nuestro móvil (o tablet) a través del WiFi no es todo lo estable que debería.

Por tanto, pese a que el fabricante está tratando de mejorar este aspecto en las diferentes actualizaciones de firmware que ha ido poniendo a disposición de los usuarios, se trata de un modelo que veo más orientado a las fotografías que al vídeo. En mi caso no es un gran problema porque mi idea era centrarme principalmente en las imágenes estáticas (no tengo arte para el vídeo, las cosas como son) pero debéis tenerlo en cuenta si vuestras prioridades son otras.

Y hablando de las imágenes, tened en cuenta que la cámara que lleva este drone va fija en la parte frontal, de tal modo que la perspectiva es siempre la misma. No es como en drones de gama alta cuyas cámaras van en una estructura que rota en los tres ejes y, por tanto, son capaces de grabar planos picados y similares.

No quiero pasar por alto que el Tello está fabricado por Ryze (una empresa china que se estrenó en 2017 precisamente con este producto) pero que cuenta con la colaboración de DJI en cuanto a ciertos componentes internos dedicados al vuelo y de Intel en la CPU. No quiere esto decir que el Tello sea un Phantom 4 en miniatura ni mucho menos, pero sí que cuenta con algunos detalles técnicos de drones de gama más alta. Ya sabéis, la progresiva popularización de la electrónica de consumo que hace que lo que hoy sólo se encuentra en el modelo tope de gama al día siguiente lo lleva de serie hasta el más económico (esto es un clásico en el mundo del automóvil).

La conectividad, como os comentaba antes, es a través de WiFi. El drone al encenderlo crea una red sin clave de ningún tipo a la que debemos conectar nuestro móvil y a continuación iniciar la aplicación de Tello, la cual nos permitirá controlar y configurar el cacharrín. Precisamente por su modo de funcionamiento, debemos tener en cuenta que no podremos alejar mucho el drone de nuestra posición física. De hecho Ryze declara una distancia máxima de manejo de 100 metros, la cual se reduce considerablemente en cuanto hay interferencias radioeléctricas en la zona donde estemos volando.

En relación a esto, os recomiendo que evitéis zonas con aparatos de potencia como transformadores, líneas de alta tensión, variadores de frecuencia, motores grandes, etc. porque el Tello se puede volver literalmente loco. De hecho un día me lo llevé al trabajo para ver si podía fotografiar una zona con unos equipos que de otro modo son inaccesibles y cuando estaba por allí arriba la comunicación se bloqueó y el drone se quedó «zombie» hasta tal punto que tuve que esperar a que se agotara la batería y aterrizara sólo porque no había manera de recuperar el control. Es la única vez que me ha pasado algo así y estoy seguro de que tuvo que ver con la intensa actividad electromagnética de la sala donde me encontraba.

Otra cosa a tener en cuenta es que el drone tiene un «techo virtual» que no podemos superar. En las primeras versiones de firmware era de 10 metros, pero en sus últimas revisiones podemos configurar ese límite de altura máxima entre 2 y 30 metros, que ya es considerable para un drone tan pequeño como este (haceos a la idea de que sería más o menos como subir hasta un décimo piso). Os dejo a continuación una fotografía tomada a una altura de unos 15 metros, que representa la mitad de la altitud máxima alcanzable por el Tello.

Hablando de alturas, tenéis que tener cuidado con el viento, ya que el Tello, como todos los drones de su tamaño, es bastante sensible al mismo y se tambaleará bastante en caso de rachas incluso no muy fuertes; cosa que suele ser más notable cuanto más altura alcanzamos.

De hecho, si tenéis pensado grabar vídeos, a no ser que lo hagáis en un día totalmente calmado vais a ver que el estabilizador electrónico de la cámara no es capaz de cancelar todos los vaivenes del aparato para mantenerse quieto en el aire. Además, si sopla algo más que una ligera brisa veréis que poco a poco se va desplazando llevado por la corriente pese a los esfuerzos por mantenerse quieto inclinándose en la dirección contraria al viento para tratar de compensar el movimiento.

Una cosa que me llama mucho la atención es que el Tello emplea un curioso sistema para mantener su posición durante el vuelo, ya que en su panza posee un sistema infrarrojo capaz de medir la distancia a la que se encuentra con respecto al suelo así como una pequeña cámara para tener una referencia visual del lugar sobre el que está para así detectar movimientos de desplazamiento y compensarlos si no le estamos ordenando que se mueva del sitio. Como es lógico al ser un sistema óptico necesita buena luz para funcionar bien, apareciendo un aviso en la pantalla del móvil si el drone no ve las cosas con la claridad necesaria. También cuenta con un barómetro interno, aunque sus datos no son accesibles directamente por el usuario y no tengo muy claro cuál es su función.

El manejo como tal es extremadamente simple. Para despegar sólo hay que pulsar un botón de la aplicación, confirmar que deseamos iniciar el vuelo y entonces el drone se situará a aproximadamente metro y medio del suelo en una posición totalmente estable (a no ser que haya viento, como os decía antes). A partir de ahí podemos manejarlo en altura, giro en ambos sentidos sobre el eje vertical y desplazamientos horizontales en las cuatro direcciones con dos controles táctiles «analógicos» mientras observamos en la pantalla del móvil en todo momento lo que ve la cámara frontal del Tello, haciendo que sea un modelo tremendamente sencillo de utilizar.

En cualquier caso, hay dos modos (o más bien velocidades) de uso: el lento y el rápido. La diferencia es que en uno la velocidad máxima es de 14 km/h y en el otro de 28 km/h; algo que viene dado por la inclinación del drone con respecto al plano horizonal cuando pulsamos el acelerador a tope. Son 9 grados en el caso del modo lento y 25 en el modo rápido y de ahí la diferencia en la velocidad de desplazamiento horizontal. Por supuesto, si no estáis acostumbrados a este tipo de aparatos voladores os recomiendo empezar en el modo lento y no cambiar al rápido hasta que no tengáis una buena soltura con los movimientos del drone, ya que la diferencia entre ambos es notable.

Como os comentaba en las especificaciones técnicas, la autonomía de vuelo es de unos 13 minutos como máximo, los cuales se pasan en un suspiro. Yo ya me he hecho con una segunda tercera cuarta batería y no descarto hacerme con otra más si veo que mis ansias aéreas siguen sin verse colmadas en cada sesión. Eso sí, tened en cuenta que la batería se carga dentro del propio drone mientras lo alimentamos a través de un cable microUSB, proceso que lleva aproximadamente una hora y media si se encuentra completamente descargada.

Si tenéis varias baterías enseguida os daréis cuenta de que os vendrá bien un cargador externo múltiple como los muchos que venden ya en tiendas online específicamente para este modelo (de hecho yo tengo uno para poder cargar 3 baterías simultáneamente). Por cierto, no he comentado que las baterías son de ion-litio, 3.8 V, 1100 mAh y tienen un peso de 26 gramos.

Hay un detalle que no me acaba de convencer del todo, y es que los motores del Tello llevan escobillas, lo que implica que con el uso van sufriendo cierto desgaste que nos llevará a su arreglo o sustitución en algún momento. El fabricante dice que sus motores tienen una vida útil de 40 horas bajo condiciones de uso extremas que van mucho más allá del uso normal que le damos los que nos compramos un drone de este tipo, pero sea como sea, si un vuelo dura 12 minutos se supone que cuando llevemos unos 200 vuelos realizados podríamos empezar a toparnos con problemas en los motores.

En este sentido los motores sin escobillas (brushless) son mucho más fiables, ya que no hay contacto mecánico para la transmisión de electricidad al devanado; sino que esta se realiza mediante campos magnéticos generados internamente. Aun así, tampoco penséis que los motores que lleva van a durar dos telediarios porque por ejemplo los taladros suelen llevar motores con escobillas y aguantan años y años de duro trabajo; pero habrá que comprobar la fiabilidad del Tello en ese aspecto a medio plazo, que es la característica que sobre el papel menos me ha convencido de este modelo de drone.

En otro orden de cosas comentar que el drone trae montados unos protectores plásticos para las hélices que harán que estas no se estropeen con el típico golpe contra una esquina o que nos arañen un dedo si nos despistamos y acercamos la mano demasiado en vuelo. Del mismo modo, el Tello trae unas patas de goma que le ayudarán a posarse sobre las superficies sin golpear a la hora de aterrizar. Estas patas son fijas, pero los protectores de las hélices los podéis retirar y descontar así unos 3 gramos del peso total; aunque la mayor ventaja de no llevarlos puestos es que mejora algo la estabilidad del drone cuando hay algo de viento.

Hablando de aterrizajes, este es uno de los aspectos más sencillos del Tello. A la hora de finalizar el vuelo, si pulsamos el botón de aterrizar el drone bajará lentamente en vertical hasta posarse suavemente en el suelo o en la palma de nuestra mano; si bien durante el descenso tendremos control sobre sus movimientos por si necesitamos corregir la zona de contacto con el suelo (bien porque haya charcos, hierba alta, piedras…).

Como ya estáis viendo, se trata de un modelo a prueba de torpes y manazas; más todavía si tenemos en cuenta que en caso de que la batería se esté agotando aterrizará sólo, que si la intensidad de la señal baja o detecta viento nos avisará mediante un mensaje en pantalla y que si nos llegamos a desconectar también aterrizará por si mismo… pero eso no quiere decir que no podamos lucirnos al usarlo, ya que posee una serie de modos automáticos que se activan con la pulsación de un botón consistentes en dar volteretas en el aire, subir y bajar en la vertical como si de un muelle se tratara, iniciar el vuelo lanzando el drone al aire, grabar un vídeo rodeando un punto fijo, hacer una toma panorámica de 360 grados… Elementos que se podrían hacer de manera manual con habilidad pero que están ahí para facilitarnos la vida y hacernos creer que estamos hechos unos profesionales del vuelo acrobático.

Otras leyes (aparte de la gravedad)

Por cierto, tema importante: la legislación. Lo primero de todo, tened en cuenta que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento; y os advierto que hay un reglamento muy claro para el vuelo de este tipo de aparatos, si bien se suavizan bastante en el caso de modelos como el Tello.

Digamos, a modo muy resumido, que con drones de hasta 2 Kg de peso podemos volar teniendo el aparato en zonas despejadas, teniéndolo siempre a la vista, hasta un máximo de 120 metros de altura y que debemos evitar volar directamente sobre personas, en zonas de vuelos de poca altura (parapentes, planeadores, globos aerostáticos…) y a menos de 8 Km de cualquier aeropuerto, aeródromo, helipuerto, etc. Recordad también que seréis responsables directos de cualquier daño que pueda ocasionar vuestro drone y, por tanto, os tocará responder económica y penalmente en tal caso. En el caso de drones de menos de 250 gramos (como es el caso del Tello) se permite volar en zonas urbanas siempre que no superemos los 20 metros de altura.

Por tanto, lo mejor para no tener problemas es que estando a más de 8 Km de un aeropuerto os vayáis a una zona lo más despoblada posible y allí hagáis vuestras peripecias usando siempre el sentido común, ya que por poner un ejemplo, me parecería una temeridad volar con el drone por encima de una autopista; ya que en caso de que caiga sobre la vía podéis causar un grave accidente.

En cualquier caso, os dejo un enlace que seguro os resulta de utilidad para aclarar cualquier duda que os pueda surgir con respecto a estos temas legislativos relacionados con el vuelo recreativo de drones en España. Echadle un vistazo porque es importante tener claro todo esto para no meternos en problemas.

La cámara

Vamos a echar un vistazo ahora a la cámara del drone. Como ya os dije se trata de una sencilla cámara con apertura f/2.2 y focal 1.98 mm la cual posee un ángulo de visión de 82 grados, que ya es un angular bastante majo. No llega a la amplitud de miras de una GoPro, pero para un producto como éste anda bastante bien. Por cierto, no es un ojo de pez, así que las líneas rectas lo siguen siendo en las imágenes que captamos.

Vamos a hacer una cosa: os voy a dejar a continuación con una imagen que hice en una mañana muy clara subiendo el drone a la máxima altitud posible (30 metros sobre el suelo) para luego analizar algunas zonas de la misma sin aplicar ningún tipo de reescalado y analizar así el detalle que es capaz de captar en esas condiciones.

A nivel general la imagen me sorprende por su buen nivel de detalle, si bien he de decir que la luz era especialmente propicia para ello en ese momento. A la ausencia de viento (el drone está estable en el aire evitando trepidaciones) se une que el día estaba realmente claro, lo que hace que todo se vea con mayor nitidez. Veamos ahora algunas zonas interesantes:

Éste es el centro de la imagen, que es donde los objetivos sacan lo mejor de si. Si os fijáis en el coche que está ahí aparcado, desde 30 metros de altura y con el objetivo angular del drone se puede distinguir la marca que es (por la forma de la parrilla) así como la forma y color de los asientos delanteros. También se aprecia buen nivel de detalle en los arbustos que conforman la vegetación de las aceras y además la tonalidad de todos los elementos es bastante real.

Si nos fijamos ahora en la esquina superior izquierda, que se corresponde con el fondo de la imagen, sí que se aprecia una notable pérdida de calidad. El pueblo que se ve en la imagen es Colmenar Viejo (a unos 6 Km en linea recta desde donde está hecha la foto) y las montañas del fondo son la sierra de Madrid. Puesto que es una zona captada por una de las esquinas del objetivo y además se trata de elementos muy lejanos (hay más aire entre la cámara y el motivo, lo cual provoca pérdida de nitidez) la calidad percibida es menor pero aun así no es ni mucho menos un borrón.

En la parte derecha de la imagen aparecen estas casas, las cuales con tantas líneas rectas serían candidatas ideales para apreciar en ellas deformaciones y aberraciones cromáticas. Sin embargo, no es así y además se perciben con una buena nitidez, especialmente para ser una cámara integrada en un drone de menos de 100 euros.

Por último, la zona de los columpios me parece muy representativa, ya que al estar el sol bastante bajo se aprecian perfectamente las sombras proyectadas, lo que me permite ver dos cosas: una es que la cámara gestiona bastante bien las zonas con claroscuros y otra es que el nivel de detalle es suficiente como para apreciar el relieve de la arena e incluso las sombras proyectadas por los elementos más pequeños (como esas cuerdas en forma de cuadrícula).

En definitiva, creo que el Tello posee una cámara que sorprende por su calidad en un drone de gama baja como el que tenemos entre manos. Eso sí, como os decía, es de vital importancia que la iluminación sea la adecuada para conseguir buena imágenes; ya que en el mundo de la fotografía todo es cuestión de luz.

Autonomía de vuelo

En cuanto a la autonomía del Tello, haciendo mis propias pruebas he podido comprobar que, efectivamente, el tiempo de vuelo con una batería totalmente cargada es de unos 12 minutos y que la zona delantera de la parte inferior del aparato es la que más se calienta durante su funcionamiento. Los motores también cogen algo de temperatura, como es lógico, pero puesto que las hélices lanzan un buen chorro de aire hacia abajo estos se refrigeran perfectamente.

Os dejo a continuación con un par de imágenes captadas con mi querida Flir One en las que podéis ver la distribución de calor del Tello tras unos 10 minutos volando tanto por su cara superior como por la inferior y confirmar que, efectivamente, lo que más se calienta es el módulo electrónico situado en la panza del aparato, que se pone a unos 40 grados estando la temperatura ambiente a 19.

También he podido constatar que en caso de batería muy baja el Tello aterriza sólo, aunque lo hace de una manera ligeramente diferente a como lo haría si lo hacemos posarse en el suelo con el control destinado a tal efecto: bajará de altura hasta quedarse a apenas un palmo de la superficie y ahí estará unos 10 segundos para, a continuación, bajar hasta tocar tierra y ahí es cuando parará los motores. Supongo que esto se hace para que si el drone va a aterrizar sobre una superficie poco adecuada (un charco, por ejemplo) nos de tiempo a posarlo en la mano o desviarlo hacia un lado.

El software de control

Hablemos un poco ahora de la aplicación oficial para controlar este pequeño drone, ya que mi impresión es la de un software fácil de usar y muy intuitivo. Todos los iconos son lo suficientemente explicativos y lo que voy a hacer es dejaros a continuación una serie de capturas de pantalla de mi propio móvil para que veáis cómo es la interfaz de usuario mientras usamos el Tello.

Como habéis podido comprobar en las capturas, a excepción de las pantallas de opciones estaremos visualizando en todo momento en segundo plano lo que la cámara del drone está viendo, lo que viene muy bien para tener sensación de control todo el tiempo y no temer que un despiste tonto se cargue una hélice o podamos perder el aparato por meternos en una zona indebida mientras pensábamos qué botón tocar para hacer un giro en el aire.

A mí la aplicación particularmente me gusta mucho por su sencillez y su claridad; y sobre todo porque con ella y el propio drone ya tenemos todo el material que nos va a hacer falta para echar a volar. Eso sí, no quiero pasar por algo que un día me encontré con la desagradable sorpresa de que usando un teléfono Nexus 4 la aplicación parecía ir bien, pero al llegar a casa me encontré con que las fotografías se habían grabado correctamente mientras que la totalidad de los vídeos consistían en archivos de apenas unos bytes que como podéis imaginar no contenían información alguna.

Y me dio mucha rabia, porque había unos cuantos captados el día de la primera foto hecha a 30 metros de altura que estoy seguro hubieran sido curiosos de ver. Por el contrario, en mi habitual Xiaomi Mi A1 la totalidad de las fotografías y los vídeos se almacenan siempre correctamente.

Imágenes de ejemplo

En este apartado de la review voy a ir colocando algunas imágenes que vaya haciendo con el Tello para que así tengáis algunos ejemplos prácticos de lo que es capaz de hacer este pequeño drone. Si veo que la cosa se alarga mucho iré borrando algunas para dejar sólo una pequeña selección más o menos representativa, pero la idea es que sea una sección que vaya cambiando y evolucionando con el tiempo.

1550076292250

1549990786467

Puntos positivos

  • Sencillez de manejo
  • Relación calidad/precio
  • La calidad de las fotografías captadas por su cámara
  • Recambios y accesorios de bajo coste y fáciles de encontrar

Puntos negativos

  • Está por ver la durabilidad de los motores a largo plazo
  • Alcance WiFi algo limitado, sobre todo en zonas urbanas por la presencia de interferencias (NOTA: esto mejora sustancialmente empleando un repetidor WiFi)
  • Imposible sacarlo a volar con viento.Si veis bailar las copas de los árboles mejor dejad el Tello en la mochila
  • Baja calidad de vídeo, sobre todo por los microcortes y tirones debidos a la transmisión en tiempo real

Conclusiones

En definitiva, estamos ante un drone que ya ha cosechado gran éxito en los meses que lleva a la venta y que en mi opinión merece bastante la pena como introducción a este tipo de aparatos.

Espero que os haya quedado claro que no está diseñado para acometer vuelos extremos ni para captar imágenes imposibles como algunos modelos que cuestan diez veces más; pero si nos hace ilusión grabar nuestras propias imágenes desde puntos de vista inusuales o queremos hacernos con un drone que podamos manejar con facilidad y sin temor a perderlo o estamparlo creo que el Tello puede ser un buen candidato a convertirse en nuestro fiel compañero de aventuras.

Actualización 07/02/2019: Un complemento más que recomendable

Introduzco este breve anexo a la review para comentar que la experiencia con el Tello mejora todavía más si empleamos un repetidor WiFi. Esto se basa en que en lugar de conectarnos directamente con nuestro teléfono al drone, lo que haremos es enlazar el repetidor (alimentado con una batería externa) con la red WiFi que genera el Tello y a continuación conectar nuestro móvil al repetidor. En mi caso empleo el Mi WiFi 2 de Xiaomi, pero me imagino que valdrá cualquier otro similar.

De este modo, la señal emitida por el Tello, por débil que sea, es recogida por el repetidor y reenviada con más potencia a nuestro móvil, de tal modo que así aumenta tanto el alcance del drone como la velocidad de transmisión de la señal de vídeo así como las imágenes que captemos durante el vuelo (que os recuerdo que se transmiten en tiempo real al dispositivo móvil que estemos usando para controlarlo). Desde que uso el repetidor he notado también más precisión en el control de los movimientos del drone, menos retardos y ausencia de cortes en la señal, lo cual ayuda a la hora de volar con él.

En definitiva, una adquisición más que recomendable si queréis mejorar vuestra experiencia con el Tello a costa de sacrificar algo la portabilidad, ya que esto nos obliga a llevar encima tanto el repetidor WiFi como una batería externa con la que alimentarlo.

Actualización 13/03/2019: Recuperando la pasión por la fotografía

Después de muchos vuelos quería añadir un par de párrafos a la review para comentar algunas sensaciones. Veréis, el Ryze Tello ha conseguido algo que llevaba tiempo buscando y que casi creí perdido: disfrutar de la fotografía.

Hace ya unos años que el salir con la réflex a hacer fotos como solía hacer cuando vivía en Oropesa me da mucha pereza y no lo disfruto como entonces. Sin embargo, usando el Tello vuelvo a sentir esa especie de ansiedad por buscar la iluminación precisa, el ángulo adecuado, un rincón inexplorado… Gracias a ello a no ser que vea que va a ser un día de mucho viento, suelo llevarlo en mi mochila para poder hacer un alto en el camino en algún momento y disparar algunas fotos.

Y la cosa es que cuando estoy volando el pequeño Tello y estoy pensando desde dónde hacer la foto, dónde está colocado el sol para buscar la mejor iluminación, que no haya un árbol en los alrededores contra el que me pueda estrellar… me siento tan entretenido que cualquier preocupación que me ronde la cabeza simplemente se la lleva el viento durante esos minutos; y creedme que eso es algo que vale mucho.

En definitiva, que cada día estoy más contento con la compra del Tello y disfruto más haciéndolo volar y retratando los sitios que visito desde un punto de vista diferente y que no podría alcanzar de ninguna otra manera.

Actualización 18/04/2019: Cuenta de Instagram y divagaciones sobre el Spark

Hace ahora algo más de tres meses que tengo este pequeño drone y he de decir que aunque me estoy planteando el salto a un Spark, el Tello no para de darme satisfacciones. Si el Tello tuviera cámara orientable en el eje vertical sería perfecto, puesto que al ser de orientación fija al final hace que todas las imágenes que captas tengan más o menos el mismo ángulo; pero esto tampoco es que sea un gran problema porque hace que tu galería de imágenes tenga un aspecto muy heterogéneo.

Hablando de fotos, comentar que hace un par de meses me hice una cuenta de Instagram bajo el nombre de luiperdrone en la que voy subiendo las mejores fotos que hago con el Tello y que poco a poco va ganando seguidores. Como os digo, se trata de una cuenta en la que únicamente subo fotografías hechas con drones, y como de momento sólo tengo un Tello todas las imágenes que hay en la galería a día de hoy las he captado con él.

Como os decía antes, si me estoy planteando la opción de un Spark es porque echo de menos una cámara orientable y una mayor distancia de vuelo, aunque dado que el modelo actual tiene ya dos años de vida no me extrañaría que en breve presentaran a su sucesor.

De hecho, si hay algo que me tira para atrás del Spark es que al fin y al cabo no tiene mucha más autonomía por batería que el Tello (unos 15 minutos en el mejor de los casos) y ya puestos a pedir me gustaría algo que fuera igual de discreto pero que llegue a unos 20 minutos seguidos en el aire. Y sí, sé que modelos como el Mavic Air o el Mavic 2 llegan y superan esta cifra, pero para mí la discreción es importante y todo lo que sea más grande que un Spark me parece que llama mucho la atención.

Del mismo modo, un Spark pesa unos 300 gramos, lo que lo saca del grupo de drones que podemos usar en ciudades y creo que eso sería algo que me limitaría bastante, ya que viendo mi galería podéis ver que la inmensa mayoría de mis imágenes están captadas en entornos urbanos.

En definitiva, si DJI presenta un Spark 2 con un peso inferior a 250 gramos, cámara montada en gimbal y una autonomía de vuelo de unos 20 minutos me haré con él porque sería mi drone ideal para esas fotos que suelo hacer. De momento hay un evento programado para el día 23, así que ya os contaré, pero mientras tanto seguiré volando el Tello mientras el viento lo permita.

Actualización 20/04/2019: Los complementos del Tello

Recuerdo que en el primer vuelo que hice con el Tello sólo llevaba el drone en la mano y mi teléfono móvil, nada más. Sin embargo, poco a poco empiezas a documentarte y ves que con un repetidor WiFi tienes más alcance y estabilidad de señal, que con una batería el tiempo de vuelo enseguida se termina y quieres una segunda, y una tercera… Y claro, al final te ves con unos cuantos cacharros encima cada vez que quieres salir a volar un rato.

Como ejemplo, aquí os dejo una fotografía del mis elementos básicos de vuelo. Es decir, lo mínimo que me llevo cuando salgo a hacer fotos con el Tello: teléfono móvil, drone, repetidor WiFi, powerbank para el repetidor y cuatro baterías. Todo esto, a excepción del móvil, dentro de una funda acolchada en la que también va un juego de hélices de repuesto, un cable microusb, un cable especial para poder cargar una batería sobre la marcha, una gamuza de limpieza por si la lente del drone se ensucia…

Por cierto, lo que veis sobre la carcasa del drone es cinta adhesiva reflectante, ya que quería personalizar de alguna manera el mío y además me sirve para que destaque si cae por accidente en alguna zona sombría con la ayuda de una linterna LED que siempre me acompaña a todas partes. Por cierto, hay otra pequeña tira que he colocado en la parte trasera, justo bajo el hueco de la batería para que así se pueda ver desde el mayor número de ángulos posible.

Review: Xiaomi Temperature and Humidity Monitor

Aunque muchos de vosotros conoceréis a Xiaomi por sus teléfonos móviles o por su famoso patinete eléctrico, el ecosistema de productos de la marca va mucho más allá; y para daros cuenta de ello podéis daros una vuelta por cualquiera de las tiendas que han abierto recientemente en España. Allí veréis cosas tan curiosas como un cocedor de arroz, gafas de sol, paraguas, cepillos de dientes eléctricos, destornilladores, mochilas, lámparas… y entre estos y muchos otros artículos, os encontraréis con éste del que hoy os quiero hablar: un medidor de temperatura y humedad.

Por los 13 euros que cuesta este aparato, nos llevamos un monitor de temperatura y humedad con posibilidad de conexión con nuestro móvil a través del bluetooth y la aplicación Mi Home, un aspecto elegante y una legibilidad muy alta. Con él también podemos automatizar ciertas acciones en casa, pero para ello tenemos que contar con una plataforma de Xiaomi que pondrá en contacto a todos los actores implicados para domotizar en cierta medida nuestro hogar.

El sensor viene en una caja de plástico transparente en la que aparecen por la parte trasera las especificaciones del mismo (en chino, eso sí) y una vez que la abrimos tenemos el sensor como tal, la base adhesiva y un par de manuales en varios idiomas incluyendo entre ellos el español. Comentar que no incluye la pila AAA que necesitamos para hacerlo funcionar, así que tenedlo en cuenta si no tenéis ninguna en casa.

Como podéis ver, tanto el aparato como su pantalla tienen forma circular, lo que me parece un detalle original y que le otorga cierta elegancia que lo diferencia de la mayoría de aparatos de este tipo que hay en el mercado, ya que lo habitual es encontrarnos con pantallas de forma rectangular.

Lo de la base independiente me parece una buena idea, ya que podemos dejarla fija en un sitio pero podremos llevarnos el medidor donde queramos puesto que ambos elementos se juntan por medio de un imán. Además, esto es necesario para pulsar el botón de enlazar por bluetooth o para cambiar la pila, así que en ese sentido me parece una solución estupenda.

Hablando de cambiar pilas, según Xiaomi la autonomía con una sola pila AAA es de varios meses. Yo, sinceramente, tengo mis dudas de que llegue a tanto; pero tengo el sensor desde hace 10 días y todavía el indicador de autonomía no ha bajado ninguna de las cinco rayas que tiene, de modo que al menos no parece que vayamos a tener que estar comprando pilas constantemente.

En cuanto a la lectura de los datos, he podido comprobar que la electrónica interna es muy rápida detectando los cambios tanto de temperatura como de humedad. Simplemente con soplar levemente en su parte frontal (ese hueco oscuro es donde tiene los sensores internos) ya vemos que los datos en pantalla empiezan a moverse. Del mismo modo, he probado a meterlo en el cuarto de baño mientras me duchaba y la humedad se iba a más del 65%, volviendo a valores de entre el 40 y el 50% en cuanto lo llevaba de nuevo al salón.

También he probado a poner el climatizador del coche a 22 grados en un viaje de un par de horas y al llegar a mi destino con la temperatura estabilizada el Xiaomi marcaba 21,8 grados, de modo que la medida de temperatura parece bastante precisa. De la humedad no tengo nada con lo que comprar, pero sí que he podido comprobar que cuando activo el aire acondicionado en el coche la humedad comienza a bajar con rapidez.

Digo todo esto porque hay medidores de temperatura y humedad que reaccionan muy tarde ante los cambios del entorno. De hecho tengo un datalogger de temperatura que necesita varios minutos para «darse cuenta» de que he puesto la calefacción del coche, por lo que cuando intento hacer un estudio de la evolución de la temperatura ambiente en función de la consigna de la calefacción los datos que obtengo no son reales porque de hecho yo empiezo a sentir calor y veo que el datalogger todavía no se ha movido del valor inicial. Esto no ocurre con el Xiaomi, que reacciona de inmediato a los cambios ambientales, pero para mi propósito tampoco me sirve por lo que os voy a contar ahora.

El caso es que compré este aparato pensando que en algún tipo de memoria interna guardaría los registros de los datos que va leyendo de tal manera que luego podríamos sacar gráficas, promedios, etc como hacían otros modelos similares más antiguos de la marca. Sin embargo, me he llevado la desagradable sorpresa de que no es así. El sensor muestra en pantalla (y en el móvil) los valores de temperatura y humedad que hay en ese preciso instante, pero no guarda en su interior nada con lo que podamos consultar históricos o similares.

Es decir, que se trata de un modelo enfocado a tenerlo en una estancia (o en más de una, ya que podemos conectar varios de ellos a través de la aplicación de Xiaomi) y consultar qué temperatura y humedad tenemos en un momento determinado o bien integrarlo con la plataforma de Xiaomi en un sistema de automatización para ciertas tareas como poner la calefacción si la temperatura baja de cierto nivel o conectar un humidificador si detecta que el aire está demasiado seco, pero lo que yo quería es podemos analizar posteriormente cómo han ido cambiando los valores de temperatura y humedad a lo largo del tiempo en un lugar determinado; y con este modelo no puedo hacerlo.

Sea como sea, si lo que queréis es conocer las condiciones ambientales de alguna estancia de vuestra casa de una forma sencilla, elegante y cómoda, esta opción de Xiaomi puede ser muy acertada tanto por la calidad de las mediciones como por el bajo precio del aparato.