La fotografía que ilustra esta entrada la hizo mi madre en El Puerto de Santa María (al igual que las dos de la correspondiente a 1981) cuando tenía dos años recién cumplidos.
En ella podéis ver que mi pelo había dejado de ser rubio para tomar un tono más castaño y que los ojos habían mutado para ir más o menos a juego con la cabellera. A lo largo de los meses siguientes el pelo se oscurecería algo más y los ojos tomarían un tono verdoso; pero ya en Enero del 82 poco quedaba de mis pintas de niño sueco con cara de no haber roto un plato.
De hecho, al ver esta imagen me doy cuenta de varias cosas: por un lado la forma de mi peinado ya se parecía ligeramente a la actual; con esa especie de remolino en el centro del flequillo que se rebela contra mí en cuanto sopla un poco de viento. Por otra parte, me llaman la atención esos dedos «porretos» que tenía por aquella época (ahora son más bien finos) así como los pedazo de mofletes que gastaba. De cualquier modo, al ver las fotografías de esta época mi madre siempre comenta que cuando estábamos en León era un auténtico glotón y que me solía zampar yo solito una fuente entera de pescado rebozado.
Por lo demás, no soy capaz de reconocer casi ninguno de los elementos que aparecen en la fotografía; pero es que con apenas dos años uno no tiene demasiada memoria, la verdad. Sin embargo sí que me acuerdo de ese triciclo en el que estoy subido y del cual sólo se ve el manillar; pero eso es porque todavía duraría unos cuantos años, hasta el punto de que incluso mi hermano disfrutó de él cuando era pequeño.
¡Hasta la próxima foto! 😉