Review: Flir One (3ª gen.)

Como fan incondicional de los aparatos de medida en general y de las cámaras termográficas en particular le tenía echado el ojo a la Flir One desde que apareció en el mercado su segunda generación hace ya unos años por parecerme un inventazo. Cierto es que ya tenía en mis manos la TG130 que he usado hasta la saciedad durante los últimos meses; pero lo malo de ese modelo es que no hay posibilidad de sacar las imágenes de la cámara lo que me obligaba a fotografiar la pantalla dando lugar a resultados «poco profesionales».

Pues bien, para paliar esto decidí aprovechar una oferta puntual de Amazon y hacerme con el modelo más reciente de la Flir One en su versión para Android para así poder compartir más fácilmente aquello que se esconde en el mundo de la termografía infrarroja y ya de paso redactar un análisis que os muestre qué podemos esperar de este modelo y qué lo diferencia de otros similares.

Termografía para móviles

Hoy en día ya no necesitamos disponer de una cámara termográfica como tal para poder ver en mundo en infrarrojos, y es que en los últimos años han ido apareciendo en el mercado una serie de modelos que de un modo u otro se acoplan a un teléfono móvil y nos permiten capturar las imágenes térmicas para así editarlas, enviarlas, clasificarlas… todo ello con la rapidez y sencillez habituales en un smartphone.

Por supuesto, las cámaras termográficas «al uso» siguen teniendo su utilidad y no se pueden comparar con estas soluciones móviles de las que hoy os hablo y que están orientadas a usuarios sin grandes pretensiones ni necesidad de prestaciones punteras. Sin ir más lejos, en estas cámaras acoplables a teléfonos no disponemos de una escala de temperaturas calibrada en la propia imagen como sí ocurre en los modelos orientados al uso profesional; así que podemos suponer que están pensadas para atraer a nuevos usuarios de la tecnología infrarroja que antes o después darán el salto a un modelo superior si sus necesidades aumentan.

En el campo de las cámaras termográficas, y sin salirnos de la marca Flir, la gama E orientada al mundo industrial parte de unos 1000 euros con el modelo E4 con resolución de 80×60, pasando por la E8 que prácticamente cuadriplica dicho coste pero ya cuenta con resolución infrarroja de 320×240 pixels y máxima temperatura detectable de 250 ºC y acabando en la E95, cuyo coste ya sube a unos 8500 euros pero cuenta con resolución de 464×348 pixels, y monitorización de temperatura de hasta 1500 ºC.

Por encima de esto está la gama T orientada al mantenimiento predictivo y cuyo máximo exponente es la T1020 con una resolución térmica nativa de 1024×768 pixels, objetivos intercambiables, pantalla táctil, frecuencia de refresco de 30 Hz, rango de temperatura desde -40 hasta 2000 ºC… y un precio aproximado de 40000 euros (no, no sobran ceros; son cuarenta mil euros).

Como os decía antes, este tipo de cámaras tienen su nicho de mercado y, sin ir más lejos, en mi trabajo utilizo habitualmente una Flir i7 para realizar inspecciones de motores, tuberías y cuadros eléctricos para así verificar el buen funcionamiento de estos elementos de un simple vistazo. Son herramientas que en las manos adecuadas nos permiten adelantarnos a los posibles problemas que puedan surgir en el interior de equipos y que de otra manera ni siquiera podríamos intuir.

Pero a fin de cuentas, la idea del artículo de hoy no es contar las múltiples bondades de las cámaras termográficas profesionales; sino la de estos pequeños modelos que han surgido en los últimos tiempos y que están pensados para los usuarios que, como yo en mi vida personal, hacen un uso más esporádico de esta tecnología. Por tanto, vamos a echar un vistazo a lo que ofrecen las diferentes marcas a día de hoy:

Por un lado está Flir, que actualmente va por la tercera generación de su Flir One disponiendo de tres modelos diferentes: Flir One, Flir One Pro LT y Flir One Pro. Las diferencias entre ellas son una mayor resolución térmica en la Pro (80×60 vs 160×120) así como la posibilidad de añadir puntos de control de temperatura en pantalla (la One «a secas» permite tener sólo uno en el centro de la pantalla). Por su parte, la dos que llevan el apellido Pro están algo más protegidas frente a golpes y caídas; pero aun así este tipo de cacharros son delicados.

La conexión al móvil es en todos los casos por USB tipo C y poseen una batería interna que se recarga por otro puerto del mismo tipo. Por tanto, si tenemos un móvil con USB-C, además de que no hay que andar con adaptadores para usar la cámara térmica (lo desaconsejo totalmente porque aumentarían exponencialmente las posibilidades de que se nos caiga al suelo) usaremos el mismo cargador para nuestro móvil y para la cámara. Su rango de precios está sobre los 250 euros para la One, 350 para la Pro LT y 450 para la Pro.

Otra marca que dispone de aparatos similares es Seek, sólo que estos nos dan nada más que la visión en infrarrojo sin la posibilidad de superponer una imagen real para aumentar de ese modo el grado de detalle del mapa térmico que obtenemos. Cierto es que la resolución térmica de estos modelos es, en general, algo más alta que en el caso de las Flir, pero luego veréis que la tecnología de superposición de imágenes es una herramienta muy potente para identificar las zonas de calor. En precios anda más o menos a la par con respecto a los modelos de Flir y su conexión es mediante microUSB. Un detalle curioso es que sus modelos cuentan con un anillo de enfoque de tal modo que podremos incrementar el detalle de la imagen ajustando cuidadosamente la distancia de enfoque.

Luego está Thermal-App, que dispone de modelos cuya peculiaridad es que se acoplan al móvil a través de un soporte tipo garra y se conectan mediante un pequeño cable microUSB, lo que les da mayor seguridad y estabilidad. Su resolución es considerablemente mayor que en Flir o Seek pero sus precios se van a entre 800 y 1900 euros en función del modelo, por lo que quedan más alejados de usuarios casuales.

En los últimos tiempos ha surgido también un modelo de bajo coste comercializado por varias marchas chinas (entre ellas HTi bajo la denominación HT-102) que ronda los 120 euros, posee una resolución térmica de 32 x 32 pixels, se conecta mediante USB-C y hace uso de la batería del móvil un poco al estilo de Seek. Poco os puedo contar de esa cámara porque apenas hay información de ella, pero por precio y características no creo que sea ninguna maravilla.

Y por último, un caso algo especial es el de Caterpillar (CAT para los amigos) que dispone en su catálogo de los teléfonos S60 y S61 los cuales además de ser móviles reforzados capaces de soportar incluso inmersiones, disponen de una lente infrarroja Flir integrada que les permite ser una cámara termográfica sin más que abrir la aplicación correspondiente. La idea es brillante, y está triunfando mucho en algunos sectores profesionales; pero para el gran público el problema es que son móviles muy pesados, muy grandes y con unas prestaciones más bien discretas. En cuanto a precios, andan ahora mismo entre los 500 y los 750 euros.

Conociendo la Flir One

El punto fuerte de Flir con su modelo One desde la primera generación ha sido el aunar una imagen térmica con una imagen real (lo que ellos denominan MSX) dando lugar a termografías un poco fantasmagóricas pero que permiten distinguir las distintas temperaturas con mucha más precisión que si sólo disponemos de la paleta de colores dada por el infrarrojo.

La Flir One consiste en un cuerpo rectangular metálico con un puerto USB-C macho en su parte superior para conectarse al móvil y un puerto USB-C hembra en su parte inferior para cargar su batería interna, así como un LED de carga y un botón de encendido/apagado. En la parte frontal nos encontramos con dos objetivos: uno óptico como puede ser el de la cámara de nuestro móvil y el otro, que es donde está la chicha del asunto, de tipo infrarrojo para poder captar el mundo de un modo muy especial.

En cuanto a características técnicas, comentar que su resolución es de 0,1 ºC, que el rango de detección de la cámara va de -20 ºC a +120 ºC y que tiene un peso de 34 gramos. De todos modos, si queréis mirar todos los datos en profundidad os dejo un enlace a los mismos en la propia web de Flir.

La cámara se acopla al teléfono simplemente conectándola al puerto USB-C y su manejo se realiza a través de la aplicación de Flir disponible de forma gratuita en la tienda de aplicaciones de Google. Aplicación que es bastante intuitiva y que además de la interfaz tipo cámara de fotos, cuenta con visor de imágenes así como algunos elementos de conexión con redes sociales para compartir nuestras imágenes térmicas con el mundo.

Una cosa que me ha gustado bastante es que podemos regular la longitud del conector USB con una pequeña ruleta para así poder alargarlo ligeramente si en nuestro móvil llevamos una funda protectora; pero también os digo que al ser el propio puerto USB la única sujeción de la cámara siempre voy con miedo de darle un ligero golpe a la Flir One y que esta salga volando. Sé que no es fácil por la cantidad de móviles que hay en el mercado, pero yo buscaría la manera de añadir algún sistema de fijación adicional para evitar accidentes. He pensado en usar un par de gomas elásticas, pero claro, pasarían por delante de la pantalla del teléfono resultando muy incómodas, así que por el momento iré con cuidado.

Usando la Flir One

El uso es bastante sencillo: se conecta la cámara al móvil, se enciende esta y se inicia la aplicación de Flir, lo que por defecto nos lleva a la interfaz de la cámara. Enseguida comenzaremos a ver el mundo a través de la pantalla en unas tonalidades amarillo-violáceas que podremos capturar con el botón redondo de la parte inferior de la pantalla. Como veréis, también disponemos de opción de grabar vídeos y de hacer time-lapses.

En cuanto a resolución, en términos fotográficos la imagen resultante va a ser de 1440 x 1080 pixels, si bien la resolución térmica se queda en 80×60. Lo que ocurre es que entre que Flir aplica un algoritmo de suavizado a la matriz de pixels térmicos y que además fusiona esta paleta cromática con los contornos visuales de los elementos, la sensación es la de tener más resolución de la que en realidad capta el sensor infrarrojo.

El vídeo, por su parte, se graba a la misma resolución que las fotografías sólo que a una tasa de frames muy baja. No lo puedo precisar, pero a simple visita diría que lo que vemos se mueve a razón de 3 o 4 fps, por lo que no esperéis grabar con detalle ruedas derrapando u otros elementos en rápido movimiento como se puede ver en algunos vídeos promocionales de la marca, ya que esos han sido captados con cámaras de muchos miles de euros.

En cuanto a los time-lapses, esto se graban a la misma resolución que las fotografías y los vídeos pero con un tiempo entre capturas de entre 1 segundo y 60 segundos, pudiendo elegir también la velocidad de reproducción del vídeo resultante entre 1 y 25 fps.

Energía y autonomía

La Flir One incluye una batería interna que alimenta la cámara para así no rebajar la preciada autonomía de nuestro teléfono. Y lo que sobre el papel es una ventaja en realidad es uno de los puntos débiles de la Flir One, ya que con la batería cargada a tope, si nos dedicamos a ir viendo el mundo en infrarrojos y vamos capturando imágenes y algún vídeo, nuestra autonomía será tan sólo de entre 30 y 45 minutos. Cierto es que en menos de una hora la tendremos de nuevo a tope de carga para seguir con nuestra sesión de termografía de bolsillo, pero aun así creo que la autonomía es demasiado reducida y ver la velocidad a la que baja la carga de la batería puede llevarnos a cierta frustración inicial.

Seguro que estáis pensando en que podéis echaros una batería externa al bolsillo con un cable USB-C largo e ir cargando la cámara mientras la usáis porque el puerto de carga queda a la vista cuando se usa la cámara; pero siento deciros que en el momento que conectamos un cargador a la cámara esta impide ser utilizada al mismo tiempo, por lo que vuestro plan maestro para conseguir la autonomía casi-infinita no va a funcionar.

Dicho esto, hay que reconocer que de inicio la autonomía parece un problema grave (bueno, ya sabéis, los problemas del primer mundo) pero luego se va llevando mejor una vez que pasa el «factor wow». Me explico: los primeros días vamos a ir mirando todas y cada una de las cosas que nos rodean para ver qué aspecto tienen bajo un visor infrarrojo y así sorprendernos de lo diferentes que son bajo el prisma de la temperatura en lugar de la luz visible: la nevera, la vitrocerámica, un mechero, el equipo de sonido, el escape de la moto, nuestras propias manos, el fantasma del sofá…

Tras estrenar la cámara todo nos va a llamar la atención y nos va a tocar cargar su batería varias veces al día hasta que empecemos a calmarnos un poco y empecemos a pensar en la Flir One para usos más concretos. De hecho, yo ya he pasado la época de la experimentación inicial y ahora que ya sé más o menos lo que puedo esperar de ella quiero empezar a hacer algunas cosas específicas que mostraros por aquí. Dadme un poco de tiempo y espero conseguir sorprenderos o al menos haceros pasar un rato entretenido.

El día a día con la Flir One

Para el uso en el día a día de la cámara, me gusta especialmente la funda que viene con la Flir One: Es pequeña, semi-rígida, y en su interior cabe tanto la propia cámara como el cable USB-C para cargarla contando con elásticos en su interior para que no se mueva ninguno de estos dos elementos. La cremallera dispone de una pestaña de plástico para poder abrirla con guantes y, en definitiva, parece estar hecha para durar.

Eso sí, una vez que sacas la cámara de la funda y la sostienes entre tus dedos tienes la sensación de que se te puede caer en cualquier momento por lo pequeña y delicada que parece. El fabricante asegura que aguanta caídas de 1,5 metros, pero yo prefiero no comprobarlo. Mi consejo es que la sostengáis siempre por los dos rebajes engomados de los laterales, ya que el cuerpo de metal puede ser resbaladizo y si la cogéis de otro modo podéis poner los dedazos en las lentes.

La conexión de la cámara al teléfono permite que esta mire tanto hacia delante como hacia atrás por la concepción simétrica del puerto USB-C, de modo que podéis haceros selfies térmicos; aunque os advierto que en general saldremos poco favorecidos.

En cuanto a la disposición del puerto USB-C de vuestro teléfono, da un poco igual si está en la parte superior o inferior, ya que si tenemos activada la rotación automática de pantalla la aplicación se adaptará a la orientación que haga falta y, por tanto, podremos tener siempre la cámara físicamente colocada en la parte superior, que es más natural, intuitivo y seguro que llevarla colgando por debajo.

La aplicación arranca rápido y enseguida se entiende con la cámara. Me gusta lo intuitivo que es todo, ya que los menús son a base de iconos y todo se asimila al momento. Cierto es que no hay opciones muy complejas debido a que es un dispositivo enfocado a usuarios no muy expertos en la materia, pero se agradece que en un par de toques de pantalla podamos cambiar lo que necesitemos.

Comentaros que empleo la Flir One con un teléfono Xiaomi A1 con 4 GB de RAM y 64 GB de almacenamiento actualizado a Android 8.1 de manera oficial y observo que la aplicación no corre con toda la fluidez que sería deseable. Lo que vemos por la cámara tiene un retardo de aproximadamente un segundo con respecto al «mundo real», cosa que podemos apreciar fácilmente sin más que mover nuestra mano delante del objetivo. No es un problema grave si estamos termografiando elementos inmóviles; pero en el caso de cosas que se muevan con cierta rapidez (un niño de cinco años puede ser un buen ejemplo) tenemos que tener en cuenta ese retardo.

Del mismo modo, a la hora de grabar vídeos se nota que la tasa de frames es muy baja (calculo entre 3 y 4 fps) por lo que la sensación de movimiento no es en absoluto fluida. El sensor interno de la cámara es capaz de refrescar la imagen a razón de 9 cuadros por segundo, pero no sé si el hardware del teléfono o el software de la aplicación hacen que el rendimiento decaiga bastante. Además, la batería del móvil baja muy rápidamente cuando estamos ejecutando la aplicación de la Flir One, y dado que la cámara posee una batería interna para su alimentación y que por tanto no consume energía de nuestro móvil, está claro que la aplicación es un verdadero come-recursos del teléfono. Puede que en versiones posteriores se vaya optimizando un poco este aspecto, pero no creo que de la noche a la mañana se convierta en una aplicación ligerita que corra rápido en cualquier teléfono de gama media.

Un aspecto que debéis tener en cuenta es que las cámaras termográficas no funcionan bien en exteriores. No es que no detecte el calor, porque eso lo hace igual de bien; si no que en el momento que el cielo «se cuele» de alguna manera en el encuadre el contraste térmico caerá en picado.

Si apuntáis una cámara termográfica al cielo vais a ver que éste se encuentra a una temperatura de varios grados bajo cero por su propia naturaleza. Y claro, eso hace que el contraste entre ese cielo y el resto de elementos de la escena sea tan radical que apenas podamos distinguir las diferencias de temperatura entre ellos. En este sentido es muy similar a lo que ocurre en una fotografía donde incluyamos al sol en el encuadre; y es que si pretendemos que el cielo aparezca azul en tales circunstancias, lo más seguro es que el resto de elementos adquiera un tono gris predominante que hará muy complicado distinguir unos de otros.

En interiores, por contra, todo va mucho mejor. La sensibilidad de la cámara no está mal para el precio que tiene (150 mK; es decir 0,15 ºC) y enseguida vamos a poder apreciar gradientes de color aunque las superficies posean poca diferencia térmica entre ambas. Una prueba que siempre queda muy resultona es la de poner nuestra mano sobre una superficie de madera como una puerta durante unos segundos y a continuación mirar a través de la cámara termográfica para descubrir que allí ha quedado una siniestra «huella térmica».

Otra cosa que debéis tener en cuenta es que con el tiempo el calor tiende a extenderse por las superficies. Si pretendéis termografiar el motor de un coche, lo mejor es hacerlo cuando está frío para arrancar el motor y en ese momento empezar a mirar por la termográfica. Enseguida veréis que las correas es lo primero que comienza a calentarse y poco después lo hará el líquido del circuito de refrigeración.

Digo esto porque si hacéis esto mismo después de un trayecto en el que se haya calentado el motor, el bloque entero será de un color predominante en el que apenas podréis distinguir unos elementos de otros. Al igual que os decía antes, se trata de un tema de contraste de temperaturas; y por eso mismo recomiendo hacer el experimento del coche en un parking cerrado o garaje, ya que si estamos a cielo descubierto ocurrirá lo que os decía antes de que toda la bóveda celeste aparecerá a una temperatura gélida y el motor será un gran bloque blanco.

No quisiera pasar por alto la importancia de iluminar correctamente el elemento que estamos termografiando para que la tecnología MSX se aproveche al 100%. Si termografiáis un elemento uniformemente iluminado en la imagen resultante vais a poder apreciar hasta los más pequeños detalles que darán lugar a una mezcla adecuada de la imágen térmica con la óptica; pero en caso contrario, la imagen óptica será borrosa o presentará mucho ruido desluciendo el resultado final de la termografía realizada; así que no descuidéis ese detalle tan importante. Por cierto, la aplicación de Flir nos permite usar el flash del propio móvil como linterna para iluminar el modelo, lo que es práctico en lugares que nos queden en penumbra y el objeto a termografiar esté cerca de la cámara.

Y ya que estamos, me gustaría hacer un apunte sobre las paletas de colores disponibles, ya que hay un total de nueve que se seleccionan directamente desde la aplicación en el momento de disparar. La información que capta el sensor es la misma, pero dependiendo de la paleta escogida la representación térmica será muy diferente. Mi favorita es la «hierro» porque haciendo uso de ella se pueden apreciar bastante bien los gradientes de temperatura. Para ilustrar este tema os dejo a continuación cuatro imágenes muy similares pero usando en cada caso una paleta diferente.

Los cristales son un mal amigo de la termografía por ser un espejo para los rayos infrarrojos. Si apuntáis con la termográfica a una ventana cerrada lo único que podréis conseguir es una especie de selfie fantasmal porque el cristal reflejará vuestro propio calor corporal siendo totalmente opaco a lo que haya detrás de él. Del mismo modo, las bolsas de plástico son todo lo contrario, ya que aunque nosotros no veamos a través de ellas, son completamente transparentes a los infrarrojos, por lo que si hay algo a cierta temperatura en su interior podremos distinguir su forma a la perfección.

En otro orden de cosas, me gustaría aprovechar para comentar un detalle que me parece de suma importancia y que va a marcar la diferencia entre hacer una termografía con la Flir One muy vistosa o que esta no pase del nivel de «chapuza»; y es que la clave es el paralelismo. Vamos a explicarlo:

Como os he dicho ya, lo que hace la Flir One es mezclar las tonalidades de la imagen térmica obtenida con el sensor infrarrojo y una imagen «normal» que capta al mismo tiempo mediante la segunda lente del dispositivo para así obtener un nivel de detalle superior. Pues bien, dado que aunque ambas están próximas entre si pero es imposible que sean coincidentes, las imágenes resultantes no van a solaparse exactamente; sobre todo si estamos muy próximos al objeto a termografiar como podéis ver en el siguiente ejemplo.

Para tratar de solventar esto, Flir ha implementado en su aplicación un control llamado paralelismo que desplaza la imagen real sobre la térmica para tratar de lograr así una coincidencia plena. Normalmente es un proceso que el software realiza de forma automática; pero aun así tenemos la posibilidad de regularlo de forma manual (ya sea en tiempo real o a posteri) para aquellos casos en los que vemos que ambas imágenes están notablemente desplazadas. Por cierto, en teoría no podremos conseguir plena coincidencia en distancias inferiores a 30 cm.

De todos modos, una vez capturada nuestra imagen térmica, el mundo no se termina ahí, ya que la aplicación de Flir nos permite hacer algunos ajustes interesantes en «post-producción». Para empezar, dentro de la aplicación podemos deslizar la imagen arriba y abajo en la vista de la galería para poder alternar entre el mapa termográfico y la fotografía, de modo que nos facilitará todavía más la tarea de discernir las zonas a diferentes temperaturas que hemos captado.

Por otro lado, también tenemos la posibilidad de colocar un termómetro en cualquier punto de la pantalla (varios en el caso de la Flir One Pro) que nos dirá a cuántos grados estaba tal o cual zona en el momento de hacer la fotografía. También podemos cambiar de paleta o ajustar el paralelismo del que os hablaba antes si a posteriori vemos que las imágenes parecían más coincidentes en el momento de hacer la captura.

Otra posibilidad es cambiar la paleta entre cualquiera de las nueve disponibles, por lo que durante la captura de las imágenes no hace falta que os preocupéis demasiado si consideráis que la que estáis usando no es la más adecuada para captar los detalles de aquello que estamos termografiando, ya que luego podréis variarla a voluntad sin perder datos.

Conclusiones

Después de todo lo comentado, quería hacer un breve resumen en apenas unas líneas. Por un lado, para los fans de la tecnología la Flir One es un cacharro sin duda muy apetecible: tiene un diseño muy cuidado, una calidad de construcción más que aceptable y su funcionalidad es, cuanto menos, sorprendente.

Eso sí, no os compréis una Flir One si sois profesionales del mantenimiento y creéis ver en ella una herramienta con la que detectar conexiones eléctricas defectuosas, motores mal refrigerados, tubos de agua caliente tras las paredes, humedades en techos, corrientes de aire en los cierres de las ventanas… Cierto es que la Flir One es capaz de detectar ese tipo de cosas, pero sus prestaciones (especialmente por rango de temperaturas y sensibilidad) hacen más recomendable la adquisición de un modelo de gama profesional cuyos resultados serán más precisos.

Creo que con las imágenes que he puesto para ilustrar esta entrada os podréis hacer una idea de qué esperar de este modelo, ya que en ellas se pueden ver elementos cotidianos vistos a través de la Flir One, apreciando de ese modo la resolución que presenta, el rango de temperaturas o la nitidez de los contornos de los elementos a termografiar.

Yo recomiendo la Flir One como un método sencillo y práctico de observar toda esa energía infrarroja que nos rodea y que nos hará redescubrir las cosas desde un punto de vista muy atípico y siempre sorprendente. En definitiva, para despertar al niño curioso que, en el fondo, todos llevamos dentro.

Los problemas de conectividad de los Nexus 4 y 5

A poco que me conozcáis sabréis que adoro la familia de dispositivos Nexus fabricados bajo las directrices de Google. A día de hoy poseo un smartphone Nexus 4, una tablet Nexus 7 (2012) y un recientemente adquirido Nexus Player.

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El Nexus 4 ha sido mi teléfono habitual desde que lo compré hace ya un par de años directamente a Google y desde entonces no me ha dado más que alegrías y satisfacciones… hasta hace poco. Todo iba muy bien hasta que hace ya unos meses llegó vía OTA la actualización a Android 5.1 la cual nos trajo a multitud de usuarios de este teléfono (y me consta que a los del Nexus 5 también) un importante fallo que a día de hoy todavía no ha sido corregido. De hecho, desde hace algún tiempo vengo usando un Motorola Moto G de 2ª generación por culpa del dichoso bug que ahora os detallaré.

En esencia la cosa consiste en que si estamos conectados a una red WiFi durante un tiempo más o menos prolongado (casa, oficina, etc) y salimos de su alcance, el teléfono no es capaz de conectarse por si mismo a la red de datos de nuestro proveedor de telefonía quedándonos por tanto aislados en lo que a conectividad de datos se refiere (llamadas y SMS funcionan con normalidad, eso sí). Esto se nota en que en el icono de cobertura de red aparece un signo de exclamación en lugar del modo de conexión pertinente (3G, H+, E, G…) pero si no sacamos el teléfono del bolsillo no nos percataremos del tema.

Error conexion

Las consecuencias para el usuario son que cuando éste sale de casa o de la oficina no va a recibir correos, mensajes instantáneos, actualizaciones de twitter ni ningún tipo de información hasta que no reinicie la conexión de datos. Y, claro, cuando hacemos esto nos llegan de golpe y porrazo todas los notificaciones correspondientes a todo aquello que no nos ha llegado mientras estábamos sin conexión (esperemos que no fuera nada urgente).

Por cierto, ya aprovecho para comentaros que para volver a conectarnos a la red de datos podemos hacer cualquiera de estas tres cosas:

  1. Activar y desactivar el modo avión
  2. Reiniciar el teléfono
  3. Entrar a la configuración de los APN (opciones – uso de datos – ajustes avanzados – APN)

Sea como sea, esto no es de recibo, ya que el usuario no tiene por qué estar preocupándose de si entra o sale del alcance de las redes WiFi que tenga configuradas en su teléfono. Se supone que si llevamos el móvil encima estamos contactados al mundo. Y el caso es que pese a que los usuarios ya vamos por la actualización a la versión de Android 5.1.1 el famoso bug sigue ahí por el momento sin que Google haya dicho ni una palabra del asunto.

Os aseguro que me causa un verdadero cabreo salir de casa, al cabo de una hora sacar el teléfono del bolsillo y descubrir el puñetero signo de exclamación (!) que hasta la aparición de este molesto bug siempre asociaba a la saga de videojuegos «Metal Gear Solid».

Os dejo a continuación dos enlaces a sendos hilos de foros en los que se habla del tema para que veáis que no es una cosa de dos o tres usuarios; sino que es un problema bastante extendido y generalizado entre los poseedores de los Nexus 4 y 5.

Problemas de conexión con Android 5.1.1

Nexus 5 – Android 5.1 – Intermittent data connection issue

No soy experto en programación de móviles ni mucho menos, pero entiendo que si el problema surge a partir de la actualización 5.1 es por algún cambio realizado en el módulo de radio correspondiente a esta versión y los programadores deberían de ser capaces de saber «por dónde van los tiros» gracias a la cantidad de información que los usuarios estamos aportando. Además, al ser un problema tan extendido entre los Nexus 4 y 5 debería de ser motivo suficiente para que Google se pusiera manos a la obra y arreglara este error que tantas críticas le está suponiendo de un tiempo a esta parte.

Por descontado, lo único que pretendo con este artículo pretendo aportar mi granito de arena para hacer presión a los encargados del desarrollo del sistema operativo de los móviles Nexus; no vaya a ser que por ser las versiones 4 y 5 unos dispositivos con algún tiempo ya en el mercado los dejen olvidados y supongan que vamos a renovar unos terminales que, por lo demás, funcionan estupendamente.

De hecho, los rumores que corren sobre los próximos teléfonos de la familia Nexus los hacen sumamente apetecibles; pero tengo supeditada la adquisición de uno de ellos a que Google corrija este error del que hoy os hablo, ya que no hacerlo me generaría una gran desconfianza en la marca y su atención a los usuarios.

Cuatro millones de móviles acaban de quedar inutilizados

El Sábado me llamó mucho la atención que a las 10:30 de la mañana había una cola de personas que salía de la tienda Vodafone de la plaza de Cervantes y se prolongaba bastantes metros por la acera. En ese momento no caí en la razón por la que estaba allí toda esa gente, pero cuando después de comer escuché en TV que estaban hablando del tema de los móviles prepago caí en la cuenta:

Si tenéis un movil con tarjeta prepago y no habéis sido precavidos, ahora mismo tenéis un bonito trozo de plástico en el bolsillo debido a ley que obliga a tener asociado cada teléfono con su usuario. Una ley que ha contemplado dos años de plazo para llevar a cabo este proceso de identificación; pero incluso así las operadoras calculan que actualmente hay en España unos cuatro millones de móviles todavía sin identificar y que, por tanto, han quedado fuera de servicio hace apenas unos instantes en una especie de apocalipsis tecnológico.

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Inicialmente se dijo que todo teléfono no identificado el 9 de Noviembre de 2009 (es decir, hoy) quedaría inutilizado por completo; pero gracias a una negociación de última hora entre las operadoras y el gobierno se ha decidido dar un plazo extra de seis meses durante los cuales aquellos números no identificados no podrán llamar ni ser llamados hasta que sus dueños los registren convenientemente en una tienda de telefonía.

Sea como sea, el caos va a ser bestial: toda esa gente que se levantará de la cama y se encontrará con que su teléfono no funciona se acercará a las tiendas de telefonía para tratar de solventar la situación cuanto antes, por lo que las colas y los problemas están más que asegurados de ser ciertas las cifras de tarjetas prepago no identificados proporcionadas por las operadoras.

Vale que la medida tal vez no contente a todo el mundo; pero señoras y señores, ha habido dos largos años para identificar esas tarjetas, y para que todo el mundo se entere de ello las compañías han estado bombardeando con SMSs a los usuarios; por lo que aquellos teléfonos no identificados a día de hoy están fuera de servicio por despiste o dejadez de sus propietarios.

Espero que no estéis en esa situación, porque por la ley de Murphy hoy el móvil os hará más falta que nunca; pero bueno, al menos sabéis que tenéis seis meses para solventar la situación y que vuestro teléfono vuelva a la normalidad en cuanto os paséis por una tienda de telefonía perteneciente a vuestra compañía para dar vuestros datos personales. Eso sí, no lo dejéis correr; no vaya a ser que se os pasen también esos seis meses de plazo y entonces la cosa no tenga ya remedio.

De todos modos, las largas colas del Sábado por la mañana me demuestan una cosa: dejar las cosas para el último día es el auténtico deporte nacional.

Review: Vodafone 226

Pese a que ahora los teléfonos móviles poco (o nada) tienen que ver con lo que se podía encontrar hace unos años por la inmensa cantidad de aplicaciones de las que hacen gala, de vez en cuando conviene recordar que estos aparatos fueron diseñados en un principio con la idea de que sirvieran para hablar y mandar SMSs.

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Con los años se han ido añadiendo a este tipo de aparatos funciones de fotografía, vídeo, música, internet, comunicación por bluetooth, Wi-Fi, navegación GPS… un sinfín de elementos que si bien son de lo más útiles, a veces nos damos cuenta de que no usamos más que en contadas ocasiones, añadiendo un peso y un volumen al teléfono que a veces nos vendría bien ahorrar. Del mismo modo, los tiempos de autonomía se han ido reduciendo drásticamente por el mayor consumo de energía que necesitan todos esos subsistemas integrados en la circuitería del teléfono, así que es habitual que en los teléfonos más altos de gama haya que conectarlos al cargador cada dos días si no nos queremos quedar tirados sin batería a las primeras de cambio.

Pues bien, con esas premisas en mente me dirigí hace unos días a la tienda Vodafone que hay en la Plaza de Cervantes de Alcalá de Henares para ver cuál era el teléfono más sencillo, ligero y fino que tenían, y al final se vino para casa junto a mí un Vodafone 226 que llevo empleando durante la última semana con bastantes alegrías y alguna que otra decepción acostumbrado al Nokia 6630 que ya lleva unos meses junto a mí.

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Que conste que las razones de la compra del Vodafone 226 no son otras que el sentido práctico de la vida: debido al volumen del 6630 no es nada cómodo llevarlo en el bolsillo del pantalón, por lo que siempre iba en mi habitual bolsa-bandolera haciendo que no me enterara la mitad de las veces que me llamaban o me llegaba un mensaje si estaba caminando por la calle. El Nokia 6630 sigue viajando en mi bolsa, pero ahora está en el modo fuera de línea (sin tarjeta SIM, vaya) para emplear sus funciones alternativas; y como teléfono empleo éste que hoy os presento ya que puedo llevarlo en cualquier bolsillo por pequeño y estrecho que sea.

ABRIENDO LA CAJA

Lo primero que llama la atención del Vodafone 226 es que está fabricado por Sagem. La caja y el teléfono están serigrafiados con la conocida iconografía del operador, pero los manuales y el cargador del teléfono dejan claro quién es el fabricante del aparato. Y hablando de la caja he de decir que su tamaño es sumamente pequeño; acorde con el aspecto del teléfono que cobija en su interior.

Ya que hablamos de los teléfonos Vodafone, aprovecharé para comentaros que la operadora ha decidido desde hace ya un tiempo sacar unos terminales propios que no encontraremos en ningún otro operador. Están fabricados por la firma Sagem (como ya os dije hace un momento) y en general los comentarios que he escuchado sobre ellos son bastante favorables. En estos momentos hay seis o siete teléfonos de diferentes gamas tanto de formato clásico (como éste), slider o «de concha», por lo que cada uno encontrará la forma más acorde con sus gustos.

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Dentro de la caja nos vamos a encontrar el terminal, la batería y el cargador. Apenas una hoja desplegable hace de manual y aparte viene un pequeño catálogo de carcasas personalizables para la parte trasera del móvil. No hay ningún tipo de extra ni accesorio, puesto que Vodafone quiere dejar claro que estamos ante el teléfono más simple de toda su gama.

IMPRESIONES CON EL TELÉFONO EN LA MANO

Una vez instalada la batería y la tarjeta SIM (parece mentira lo que cuesta sacar la tapa trasera) pondremos el teléfono a cargar a través del conector que hay en un lateral protegido por una pletina de plástico. Pletina que cuesta un poco sacar la primera vez, pero que una vez cogido el truco ya sale sin más complicaciones. Es bonito ver que los bordes del teléfono están completamente limpios de conectores, dando una imagen bastante compacta y minimalista agradable para mi gusto aficionado a ese tipo de cosas.

Por cierto, las dimensiones del terminal son 103 mm de largo, 46 de ancho y sólo 11 de grosor. El peso es de unos inapreciables 65 gramos, por lo que estamos ante uno de los teléfonos más pequeños y ligeros que nos podemos encontrar actualmente en una tienda.

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Tras un par de horas la batería está completamente cargada y podemos empezar a utilizar el teléfono normalmente. Ya he dicho alguna vez que las baterías de li-ion son bastante flexibles en cuanto a cargas a medio uso y demás, pero a mí particularmente lo que no me gusta es empezar a utilizar un aparato electrónico sin haber cargado completamente la batería por primera vez.

El teléfono posee una pequeña pantalla de 128 x 128 píxels con 65000 colores; algo exigua para lo que se estila actualmente. Sin embargo en un teléfono tan simple como éste en el que no hay posibilidad alguna de meter en él algo que no sea texto (los fondos de pantalla son predefinidos así como las melodías) y que la cámara de fotos brilla por su ausencia no es un gran obstáculo para su manejo.

Lo que no me hace mucha gracia es que bajo el sol de mediodía no se distingue absolutamente nada en pantalla. Más vale que para escribir un SMS por la calle busquemos una sombra porque si no no sabremos ni lo que estamos redactando a no ser que seamos una de esas personas que no necesitan mirar a la pantalla para componer un mensaje. La visibilidad bajo el sol directo era un aspecto que el 6630 resolvía a la perfección, y la verdad es que ha sido un poco frustrante encontrarme de nuevo con este tipo de problemas en los días muy luminosos.

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El menú del teléfono es tan simple que se reduce a seis apartados. Aparte de los consabidos contactos, mensajes y configuración presentes en cualquier móvil, los únicos «extras» con los que contamos son una calculadora, un reloj despertador, un almanaque en el que no se pueden apuntar recordatorios y un Sudoku (al menos el juego de turno es entretenido y hace pensar). Nada que destacar en este aspecto, pues como digo el menú es lo más simple que nos podemos echar a la cara en la actualidad.

El teclado está inspirado en el de algunos modelos de Motorola: las teclas están situadas en «tiras» de tres y al tacto es completamente plano. Sin embargo, pese al escaso tamaño del móvil hay que reconocer que las teclas son cómodas para unos dedos de tamaño estándar como los míos. Su iluminación es bastante tenue, pero es en un elegante tono azul que siempre queda bien en este tipo de dispositivos.

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En la parte superior tenemos las consabidas teclas de colgar / descolgar, las dos teclas de función y un pad direccional con un botón en el centro que posee mejor tacto de lo que se podría esperar de un teléfono de esta gama. La verdad es que los acabados no van en consonancia con el precio del teléfono, pues su aspecto es bastante bueno comparado con otros terminales de parecidas prestaciones.

Las melodías con las que cuenta el teléfono son de dudoso gusto en su gran mayoría, pero al menos son de tipo polifónico y no son demasiado estridentes. Particularmente he optado por una que imita el sonido de un teléfono antiguo, porque los tonos «musicales» que han compuesto para la ocasión son demasiado horteras como para permitir que me suene el teléfono a todo volumen en medio de un lugar público.

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Un detalle que me ha gustado bastante es que la vibración del teléfono es fuerte y además en el caso de recibir un SMS el móvil vibrará durante unos ocho segundos; lo que hará que nunca se nos pase por alto un mensaje porque por lo general el aviso silencioso de la mayoría de los móviles no pasa de un brevísimo «bzzzzz» que caminando por la calle ni siquiera notaríamos. Hasta el momento no se me ha pasado ni una llamada y ni un mensaje caminando por la calle, que es justo lo que buscaba cuando me hice con este teléfono.

Por cierto, no dejaré de comentar el detalle de la parte trasera del móvil, pues está hecho de un plástico antideslizante que hará que el teléfono no ande dando vueltas por la mesa o el salpicadero del coche y que además en el caso de que roce con alguna superficie áspera no acabe lleno de marcas como suele suceder con cualquier teléfono lacado.

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La calidad de sonido es más que suficiente y aunque pegado al oído no se escucha tan fuerte como un Nokia 6630 sí que será suficiente como para escuchar a nuestro interlocutor con claridad a no ser que estemos enfrascados en medio del estruendo de las obras de Madrid. Comentar también que el teléfono dispone de manos libres integrado que, aunque distorsiona un poco, cumple con su función perfectamente.

CONCLUSIONES

Poco más me queda por contaros, pues el teléfono no da mucho más de sí: a modo de resumen os puedo decir que nos encontramos ante un terminal de lo más simple, a un precio más que ajustado (en pack prepago cuesta 29 euros), que cuenta con una autonomía realmente generosa y que ha sido diseñado para aquellas personas que quieren estar comunicadas pero sin verse obligadas a cargar con un teléfono el doble de grande y lleno de cosas que no usarán jamás.

La opción del Vodafone 226 no se reduce sólo a servir de segundo teléfono, pues por su escaso peso y su reducido grosor se llevará bien con esos vaqueros tan ajustados que tenemos por casa. Por cierto, en casi todas las tiendas Vodafone está agotado ahora mismo; por algo será.

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Review: Nokia 6630

Hoy os voy a hablar largo y tendido (más que en aquella primera toma de contacto, ya os lo advierto 😛 ) de las posibilidades que brinda un teléfono como el Nokia 6630. A día de hoy ya llevo un par de semanas de “trasteo” con él y creo que me he podido hacer una idea bastante global de las posibilidades que ofrece este móvil. De todos modos, antes de entrar en faena vamos a hacer un pequeño repaso histórico de este modelo en particular así como de su antecesor y predecesor.

UN POCO DE HISTORIA
Cuando Nokia sacó a la venta el 6630 la firma finlandesa ya tenía un teléfono de similares características en la calle: el 6600, que gozó de una gran popularidad en aquella época (apareció en el año 2003) y fue uno de los principales responsables de la gran expansión del sistema operativo Symbian y los smartphones en general.

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El 6600 había dejado el listón bastante alto gracias a las posibilidades de expansión que poseía (6 MB de memoria interna, slot para tarjeta MMC, Bluetooth, puerto de infrarrojos…) y de hecho estuvo a la venta durante más de tres años contando con los favores del público; todo un record para un producto de electrónica de consumo. Sin embargo, el 6630 que saldría pocos meses después de éste intentaría llegar todavía un poco más lejos.

Si bien la forma del 6600 era bastante peculiar, la del 6630 es de las más fácilmente distinguibles de todo el catálogo de Nokia. Su diseño ovalado en la parte inferior y sus líneas rectas en la superior lo hacen perfectamente reconocible incluso en la distancia. No era la primera vez que Nokia realizaba un diseño como éste, pero en esta ocasión se buscaba la elegancia en sus formas más allá de estridencias y diseños juveniles.

Por supuesto, el tema de la belleza o fealdad del modelo comentado es algo completamente subjetivo, pero en lo que a mí respecta me parece uno de los teléfonos móviles más bonitos que han pasado por mis manos (con permiso del Motorola RAZR V3, que me sigue pareciendo un ejemplo perfecto de diseño industrial). Sus formas son armoniosas, sus carcasas intercambiables tienen todas las esquinas redondeadas y el gran objetivo de la cámara en la parte posterior termina de definir las peculiares formas de este terminal.

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El 6630 fue sustituido con el tiempo (apareció a mitad del 2005) por el 6680; de un diseño más convencional y unas características algo superiores; si bien no logró el éxito y la popularidad de sus dos antecesores.

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CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS
Las principales características del 6630 son las siguientes:

  • Smartphone 3G con capacidades de videollamada operando bajo el S.O. Symbian serie 60
  • CPU ARM9 a 220 MHz: la CPU más potente incluida en un teléfono en el momento de su lanzamiento
  • Cobertura global en todo el mundo (Japón incluído)
  • Aplicaciones incorporadas para lectura de email, navegador web, reproductor de MP3 y visor de archivos de MS Office
  • Cámara digital de 1.3 Mpixels (1280 x 960) capaz de grabar vídeo a una resolución de 176 x 144
  • Pantalla TFT-LCD de 176 x 144 píxels a 65000 colores
  • Conectividad por Bluetooth
  • 10 MB de memoria de serie. Ampliación de la misma mediante tarjetas DV-RS-MMC de hasta 2 GB de capacidad
  • Medidas de 110 x 60 x 21 mm con un peso de 127 gramos

Pero más allá de las pesadas y espesas especificaciones de los fabricantes, lo que pretendo es daros a conocer mi punto de vista sobre una tecnología a la que hasta el momento no había puesto la mano encima y que me está haciendo pensar muy seriamente que en el futuro no querré otro teléfono que no corra bajo Symbian, así de claro 😉

IMPRESIONES Y SENSACIONES
Bueno, pues como os decía, voy a intentar transmitiros las sensaciones de estos primeros días con el teléfono: en primer lugar he de decir que cuando lo tuve por primera vez en las manos pensé que era un teléfono bastante grande, pero no tanto como lo había imaginado. Ya se lo había visto alguna vez a alguna persona por la calle, y también en escaparates y tal, pero no lo había tenido nunca en mis manos hasta la tarde del pasado 10 de Enero.

Claro, si comparamos el 6630 con un teléfono “microscópico” como lo era mi antiguo LG KG275, sí que nos va a parecer un móvil de generosas dimensiones y peso, pero al lado de mi habitual Motorola RAZR V3 la verdad es que este Nokia no destaca demasiado en este aspecto. De cualquier modo os comentaré que el 6630 mide 110 x 60 x 21 mm y que tiene un peso de 127 gramos.

Otro punto a comentar es el de la curiosa parte inferior del teléfono: una zona redondeada con unas teclas dispuestas en ángulo y que están todas muy próximas entre si, no existiendo en la práctica separación entre ellas. No es un teclado incómodo para escribir algún SMS una vez que se le ha “pillado el truco”, pero viniendo del V3 la verdad es que las teclas pueden parecer un poco pequeñas para nuestros dedos.

El volumen que escuchamos a través del auricular es algo escaso, pero en entornos ruidosos podemos activar el altavoz manos libres y así escuchar con claridad a nuestro interlocutor. No sé si será problema del modelo que tengo yo o de todos los 6630 en general, pero me da la sensación de que el sonido que se escucha a través del auricular es demasiado grave; aunque también hay que tener en cuenta que el Motorola V3 al que estaba acostumbrado es uno de los modelos que más alto y claro se escucha a través de su auricular.

La pantalla es de generoso tamaño y se ve bastante bien incluso en exteriores con el sol “en todo lo alto”. En la parte superior derecha del teléfono (junto al auricular) tenemos un sensor de luz que medirá la iluminación ambiental en todo momento y ajustará el brillo de la pantalla y la iluminación del teclado para que tengamos siempre un compromiso aceptable entre calidad de visualización y duración de la batería. En completa oscuridad se ajusta el brillo de la pantalla al mínimo a la vez que activa la iluminación del teclado; mientras que a pleno sol subirá al máximo la retroiluminación del display y desactivará los LEDs del teclado.

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Precisamente hablando de la batería es donde nos encontramos uno de los puntos débiles de este teléfono, y es que debemos recargarlo cada dos o tres días en condiciones normales de uso. Puede haber gente a la que no le parezca nada extraño, pero yo, acostumbrado a mi V3 que recargo más o menos una vez a la semana, encuentro que la autonomía es un poco escasa. Al menos la carga de la batería se realiza de forma más o menos breve, empleando para ello entre una y dos horas en función de lo descargada que se encontrara, pero como digo es mejor no perder mucho de vista el cargador.

Claro, esa escasa autonomía es el precio a pagar por cada función del teléfono, pero aun así creo que el tema de las baterías de los dispositivos móviles todavía han de evolucionar mucho y con el tiempo estos datos nos causarán risa como nos la causan las especificaciones de los terminales de hace una década.

SYMBIAN Y EL MANEJO DIARIO DEL 6630
Como ya dije en su momento, tenía muchas ganas de tener un móvil con sistema operativo Symbian para comprobar por mí mismo sus prestaciones y posibilidades. De entrada he de comentar que el primer día tuve un error que por lo visto es muy común a casi todo el mundo: salía de las aplicaciones con la tecla de “colgar” y lo que ocurre entonces es que en realidad no sales de la aplicación, sino que queda en segundo plano ocupando su porción de memoria.

Claro, haciendo eso mismo con unas cuantas aplicaciones se acabará por llenar toda la memoria RAM del teléfono obteniendo un mensaje de error (en el mejor de los casos) o un precioso cuelgue del sistema. Si algo me quedó claro es que de las aplicaciones hay que salir con la tecla “salir” o en su defecto, si se nos pasa el cerrar alguna correctamente, mantener pulsada un par de segundos la tecla de menú para que se nos abra un gestor de tareas (al estilo ctrl + alt + del en Windows XP) y podamos cerrar la tarea pertinente “a lo bruto”.

Tras esta advertencia inicial he de comentar que Symbian es un sistema multitarea, basado en el sistema incorporado en los ordenadores PSION y presente en multitud de teléfonos móviles de diversas marcas, siendo Nokia la más conocida de ellas.

Symbian va ahora mismo por la versión 9.3 estando la versión 9.5 ya anunciada y en camino. La versión presente en el 6630 es la 8.0a pack 2, cuyas especificaciones técnicas quedan fuera de nuestro ámbito, pues me quiero centrar en contaros cómo se maneja y qué tal funciona en el día a día.

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El menú de Symbian es un poco caótico: no parece haber orden aparente en las aplicaciones del menú principal y las carpetas que contienen otras aplicaciones. Tenemos un visor multimedia en el menú raíz y otro exclusivamente de fotografías (al estilo CoverFlow) en la carpeta llamada “multimedia”. En la carpeta “organizador” hay utilidades para manejar la memoria, en «herramientas» hay utilidades variadas… la verdad es que como digo es un poco caótico y los primeros días serán un poco de “probar” a ver dónde estaba la agenda o el gestor de archivos hasta que empecemos a acostumbrarnos dónde está cada cosa..

No obstante, lo que más me gusta es la posibilidad de asignar funciones a las teclas de dirección del teléfono así como a los dos botones que hay a su lado: en mi caso particular las tengo configuradas de la siguiente manera:

  • Arriba: ajustes de bluetooth
  • Abajo: guía telefónica
  • Derecha: galería multimedia
  • Izquierda: Tom Tom Mobile
  • Acción: – (no le he puesto nada para no activarla por error)
  • Tecla izquierda: mensajes
  • Tecla derecha: cámara

Esto cada uno se lo pondrá a su gusto en función de cómo se sienta más cómodo y las aplicaciones que más utilice. Me hubiera sido útil asignar los perfiles de sonido a alguna de las teclas, pero ya me había quedado sin opciones.

Algo inexplicable (al menos para mí) es que no exista la posibilidad de bloquear el teclado automáticamente una vez pasado cierto tiempo. Si queremos tal posibilidad debemos instalar un programa externo que realice dicha función, pero misteriosamente el sistema no la implementa en modo alguno. Ahora bien, como contrapartida tenemos el fantástico “modo offline” que consiste en que podemos desactivar la función de teléfono móvil pero dejar encendido el aparato de modo que podamos seguir utilizando el resto de sus funciones. Esto es potencialmente útil en aviones, hospitales, gasolineras y todo tipo de lugares en los que los teléfonos móviles están completamente prohibidos.

MULTIMEDIA
El 6630 se vendió como uno de los teléfonos con más capacidades multimedia en aquella época: posee una cámara fotográfica de 1.3 Mpixels capaz también de grabar vídeos (a 176*144 píxels) de hasta una hora de duración. Su calidad es más o menos decente: escasa comparada con una cámara digital de gama media pero sí que es similar a la de las primeras cámaras digitales de precio reducido con sensor CMOS (las fotos que saca me recuerdan un poco a las de mi antigua Genius G-Shot D211).

Desde luego que no os recomiendo la cámara de este teléfono como “cámara única” si sois aficionados a la fotografía, pero hay que reconocer que es práctico llevar encima en todo momento un dispositivo capaz de captar instantáneas de una calidad más o menos decente. Os dejo a continuación un par de fotografías hechas por mí:

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En cuanto a la música hay que decir que el teléfono se escucha con una calidad más bien escasa en este aspecto. Cualquier reproductor de MP3 es capaz de dar mucho más empaque a las canciones que queramos escuchar. Y os hablo de ello empleando el manos libres que se incluye en la caja, porque si es a través del altavoz del teléfono éste se escucha bastante alto pero con una calidad pésima (de lata de Coca-Cola, vaya). No creo que vaya a escuchar a menudo música en el 6630, y la única ventaja de que reproduzca MP3 es que podemos utilizar nuestra canción favorita como tono de llamada.

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El teléfono también es capaz de reproducir vídeos mediante la versión de Real Player incorporada de serie, función que tal vez sí que utilicemos más a menudo debido a que en un determinado momento podemos ver un capítulo de nuestra serie favorita en la sala de espera del médico o en cualquier otro lugar. Evidentemente necesitaremos un programa conversor para pasar a formato 3GP (el que usan los teléfonos móviles) y la calidad no va a ser excesiva, pero bueno, como digo para salir del paso puede servir alguna que otra vez. También contamos con la posibilidad de abrir archivos de Office gracias a una serie de aplicaciones incluidas en el software que acompaña al terminal.

Y creo que poco más me queda por comentar: tal vez decir a modo de resumen que estoy encantado con el teléfono por su capacidad de ser una auténtica «navaja suiza», ya que entre las aplicaciones que trae de serie y las que podemos instalar nosotros mismos siempre encontraremos sumamente útil al 6630 en multitud de ocasiones.

LECTURAS RECOMENDADAS
Nokia 6600 en Wikipedia
Nokia 6630 en Wikipedia
Nokia 6680 en Wikipedia
Symbian en Wikipedia
¿Qué es un móvil Symbian y para qué sirve?
Review Nokia 6630 en Mobile-Review.com