Texturas sorprendentes

Al igual que hace unas semanas os mostré por aquí unos tablones de madera cuyo veteado captó poderosamente mi atención, hoy me gustaría compartir con vosotros una fotografía que hice recientemente y que también consiste fundamentalmente en una textura.

Lego

Lo que veis en la imagen es una zona de la acera del paseo marítimo de la playa Morro de Gos que se utiliza para que los ciegos sepan que ahí hay un acceso a la playa (su textura rugosa destaca notablemente cuando pasan el bastón-guía sobre ella; pero también si llevas una zapatilla de suela fina). No obstante, puesto que mi infancia estuvo marcada por las piezas de LEGO, no puedo dejar de ver ahí las típicas bases a partir de las cuales ibas colocando «ladrillos» hasta construir un chalet, un coche de carreras o un puente colgante.

Una prueba más de que la visión del mundo de cada uno está condicionada por lo que ha vivido en el pasado.

Libreros a ras de suelo

Cuando cortan al tráfico una de las calles principales de una ciudad es una ocasión única para hacer fotografías desde un punto de vista original.

En este caso, dirigiéndome hacia el mercado medieval me fijé en que al haber asfaltado este verano la calle Libreros, las líneas que delimitan los dos sentidos de circulación todavía estaban muy marcadas sobre el pavimento y podían dar lugar a una fotografía que se saliera un poco de lo normal.

Eso sí, tuve que darme prisa porque a mi espalda venía un grupo muy numeroso de personas que hubieran arruinado la ambientación de la imagen; de modo que elegí un diafragma bastante cerrado, me agaché todo lo que pude y pulsé el disparador una única vez obteniendo el resultado que tenéis a continuación:

Libreros a ras de suelo

Un par de minutos después me encontraba ya en las atestadas calles del centro dando vueltas entre puestos y caballeros andantes; pero eso es algo que os contaré en la próxima entrada  😉

Facilitando la vida a los cacos

Balcón a ras de suelo

Si yo fuera el promotor de este bloque de viviendas regalaría a los compradores de los primeros pisos una buena alarma anti-intrusiones o directamente les instalaría una barandilla electrificada.

No sé en qué cabeza cabe hacer una terraza prácticamente a ras de suelo teniendo en cuenta que no existe jardín ni valla alguna entre la acera de la calle y la pared del edificio, pero el caso es que así es: residir en un piso como este es prácticamente vivir en la calle.

Por las cosas que se suelen ver un sábado de madrugada, ya me imagino que habrá habido algún que otro cazurro que se habrá metido en el balcón de un salto solo para hacer la gracia delante de sus amigotes. Y eso por no comentar que el día menos pensado te puede desaparecer alguna silla o lo que tengas allí puesto.

Nuevas construcciones

Las mirillas de la calle Mayor de Alcalá de Henares

Hay cosas en Alcalá de Henares que son universalmente conocidas: la fachada de la universidad, ser la ciudad natal de Miguel de Cervantes, su numerosa población de cigüeñas… sin embargo, hay un pequeño detalle en la calle Mayor que siempre me ha llamado mucho la atención y que no mucha gente conoce: las mirillas que hay sobre algunas de sus puertas.

Mirillas en la Calle Mayor (I)

Seguro que en vuestra casa tenéis una mirilla para ver quién llama (lo más habitual del mundo) o, si vivís en una vivienda de nueva construcción, un sistema de videoportero automático. Pues bien, si os dais una vuelta por la calle más emblemática de la ciudad complutense fijándoos con atención en sus techos tendréis la oportunidad de ver con vuestros propios ojos al antecesor de todo eso.

Las casas de la calle Mayor son de dos o tres alturas siendo, por lo general, la planta baja destinada a la entrada y poco más. No es más que un portal con unas escaleras que conducen a las plantas superiores, por lo que no es habitual que los habitantes de la casa se encuentren allí. Precisamente por esto es por lo que surgió la idea de estas originales mirillas.

Mirillas en la Calle Mayor (IV)

Mirillas en la Calle Mayor (V)

Se trata simplemente de practicar un agujero cuadrado de unos diez centímetros de lado sobre la posición que ocuparía la persona que está llamando a la puerta de entrada (viendo alguna de las fotos que ilustran esta entrada os haréis una idea mucho mejor) y tapar el hueco con una tablilla de madera en el suelo de la planta, de tal modo que cuando alguien llamaba a la puerta, el dueño de la casa, en lugar de descender fatigosamente hasta el portal de forma sistemática, lo único que tenía que hacer para ver de quién se trataba era abrir esa tapa y observar a través del hueco.

Si el visitante era conocido, se bajaban las escaleras y se le abría la puerta; pero en caso de que fuera algún «indeseable» se le ignoraba por completo y santas pascuas (aunque seguro que algunos de vosotros ya estáis pensando alguna trastada para espantarlo, jejeje).

Cierto es que en aquella época (estas mirillas datan del siglo XIX) no se podía abrir la puerta a distancia tal como hacemos hoy en día; pero sí que nos permitían ver remotamente a la persona que nos acababa de despertar de la siesta con un timbrazo y actuar en consecuencia; más o menos como hacemos con un videoportero automático (salvando las distancias, claro  😛 ).

Mirillas en la Calle Mayor (III)

Curioso, ¿verdad?  😉

Alcalá de Henares a vista de gato

El pasado fin de semana paseaba por una calle de Alcalá de Henares (para variar 😀 ) y un gato que se movía grácilmente unos metros por delante de mí me hizo pensar en cómo se verá la ciudad casi pegado al suelo.

Evidentemente no me iba a quedar con la duda, así que aprovechando una calle desierta (domingo por mañana más o menos temprano) me senté en el suelo y este es el resultado: Alcalá de Henares a vista de gato.

Alcalá a vista de gato

¡Gracias por la idea, minino, pero me quedo con mi metro setenta y dos! 😛