Aunque las nubes siempre me habían llamado la atención como os decía en el post anterior, también es cierto que hasta que hace un par de años nunca pude apreciar la fotografía de paisajes como es debido. En la ciudad es raro encontrar extensiones de campo tan grandes como para captar una imagen en la que no aparezca rastro alguno de edificio y por lo tanto la sensación de amplitud es menor; pero eso no era así en un pequeño pueblecito de Soria en el que estuve durante una semana hace dos veranos y en el que miraras hacia donde miraras las espigas, los caminos de tierra y los árboles se perdían en el infinito.
Aquellos días capté varios centenares de imágenes con mi cámara; pero estas tres que muestran kilómetros y kilómetros de campo son, para mí, bastante representativas de lo que se puede encontrar uno cuando se aleja de la ruidosa urbe.