Como os conté en la entrada anterior de esta serie, durante el invierno una infinita tranquilidad reinaba en Oropesa del Mar; y aunque es cierto que yo en particular adoraba aquella soledad, había ocasiones en las que a uno le apetecía caminar sin sentirse en un pueblo fantasma, de modo que cogía el coche y me acercaba a Castellón de la Plana.

La almendra central de Castellón es un horror para circular, así que normalmente dejaba el coche en las afueras y me daba un paseo por sus calles. Comparado con Madrid no es tan grande y estoy acostumbrado a recorrer grandes distancias a pie, de modo que por andar poco más de veinte minutos no me pasaba nada y así hacía algo de ejercicio al tiempo que podía dedicarme a mirar los detalles de la ciudad.
De esta localidad de Levante recuerdo alguna zona especialmente bonita como la de la plaza del Ayuntamiento y, sobre todo, el parque Ribalta. También guardo gratos recuerdos de la zona de la universidad Jaume I (recién construida por aquella época) y el tranvía que partía de allí pasando por el centro de la ciudad y dirigiéndose hacia el Grao. Recuerdo que incluso una vez hice uso de él por ver cómo funcionaba y escribir una entrada del blog.

Me acuerdo también de la tienda de música Portoles situada en la Calle de Enmedio donde para mi cumpleaños en el año 2012 me autoregalé una guitarra eléctrica y su correspondiente amplificador. Luego con el tiempo también me compré allí un par de cacharros de Korg; y aunque reconozco que la composición musical no es uno de mis dones, disfruto trasteando con este tipo de cosas. Eso sí, me acuerdo de que cuando fui a por la guitarra dejé el coche en un parking cercano porque una cosa es pasear y otra es cargar como un burro.

Recuerdo también pasear por calles angostas y oscuras, como la calle del Herrero, donde estaba la central de la empresa que llevaba parte de la comunicación móvil de la empresa y que siempre me pareció una calle especialmente deprimente. Sin embargo, muy cerca de ella se encontraba la plaza del teatro principal de Castellón, que me daba la sensación de ser un lugar elegante y con mucha vida.
Me da un poco de pena comprobar que de Castellón no tengo muchas fotos. Como os digo, solía ir a pasear a veces por allí o a comprar en el centro comercial La Salera, pero no me gustaba llevar la cámara encima como en Oropesa, Benicassim y tantos otros pueblos que tuve ocasión de recorrer en los dos años que pasé en aquella región porque en ciertas zonas se veía gente un poco «rara» pululando por las calles.

Que quede claro que Castellón de la Plana no es ni de lejos mi ciudad favorita, pero cuando ahora echo la vista atrás y recuerdo las veces que estuve caminando por sus calles reconozco sentir cierta añoranza de un lugar que estaba a apenas veinte minutos de mi casa y que me permitía ser consciente de que más allá de Oropesa del Mar había un mundo en el que la gente salía de sus casas después de la puesta de sol.

Hace cuatro años que no pongo un pie en Castellón; pero si me vuelvo a dejar caer por esas tierras esta vez llevaré alguna cámara más o menos discreta para poder retratar sus rincones y poder compartir con vosotros tanto las cosas buenas como las malas de esta localidad situada cerca de la orilla del mar Mediterráneo, ya que la mayoría de las fotos que ilustran esta entrada ya habían hecho acto de aparición en este blog en el pasado.

¡Nos leemos!
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