Los silencios del amanecer

Hay gente que pone cara rara cuando digo que tengo por costumbre madrugar los fines de semana y dar una vuelta por las calles de Alcalá. Muchas veces voy con mi cámara en busca de imágenes que reflejen la tranquilidad de los rincones por los que paso, pero mi mayor motivación está en el silencio que se respira cuando un sábado o un domingo el sol acaba de salir por el horizonte.

El trasluz del amanecer

Si doy una vuelta por la tarde es posible que me lleve algo de música para animar mi caminata; pero a primera hora de la mañana el verdadero placer está en escuchar mis propios pasos retumbando en el asfalto, en disfrutar del canto de los pájaros que parecen extrañarse de la presencia de alguien a esas horas, en sobresaltarme con el crujido de algunas persianas levantándose poco después del despertar de sus dueños…

En esas circunstancias es cuando más disfruto de la ciudad, porque durante toda la semana estoy tan acostumbrado a los atascos, las prisas y el bullicio que, en realidad, los silencios del amanecer hacen que Alcalá parezca un lugar mucho más pequeño de lo que en realidad es.

El eco de mis pasos

Ya sé que os lo he comentado alguna que otra vez, pero no puedo dejar de manifestar lo mucho que me gusta levantarme pronto los domingos y recorrer las calles del centro de Alcalá sin prisas y con el sonido de mis pasos como única compañía.

Adoquines

De hecho, esta mañana me llamó poderosamente la atención que recorriendo una de las callejuelas que parten de manera perpendicular a la calle Mayor el único sonido que se podía percibir era el eco que provocaban mis zapatos sobre el asfalto. Nada más: ni voces, ni tráfico, ni ladridos ni radios sonando en la lejanía. Sólo el más absoluto silencio que le hace a uno sentirse como el último habitante de Alcalá.

El caso es que, animado por la sensación de soledad y la tranquilidad reinante, estuve casi tres horas dando vueltas por estos rincones que tantas veces me han visto pasar y haciendo unas cuantas fotografías; pues llevaba un par de semanas sin coger la cámara y en estos dos últimos días me he desquitado a base de bien haciendo una buena cantidad de fotos que os iré mostrando en los próximos días. Obviamente, la tranquilidad de mis primeros pasos se esfumó en cuanto los vecinos y los turistas empezaron a recorrer los mismos rincones que yo, pero eso también le dio vida a las calles y me sumergió de nuevo en el ritmo habitual de la ciudad.

De excursión

¡Nos leemos!  ^__^

Los restos de la batalla y el silencio del primer día del año

Los restos de la batalla

Esta fotografía la tomé en una calle de mi barrio el pasado 1 de Enero sobre las 10 de la mañana. Como podéis ver los restos del fin de año todavía estaban sobre las aceras y lo que más me llama la atención a esas horas es el absoluto silencio que reina en la ciudad.

Cualquier día, incluso un domingo cualquiera a primera hora, puedes bajar a la calle y escuchar muchas cosas: coches en la lejanía, una conversación entre dos personas, alguien llamando por teléfono, un perro ladrando en un balcón… pero en la mañana del 1 de Enero todo el mundo duerme y no hay ningún sonido que perturbe la paz del momento. Ya los U2 decían en su canción New year’s day «All is quiet on new year’s day», y es que todos los primeros de año por la mañana me gusta bajar a dar una vuelta pronto para experimentar esa extraña sensación de absoluta soledad que sólo se puede encontrar durante unas pocas horas al año.

Me encanta fijarme en las pequeñas cosas que se salen de lo habitual, y esta es una de ellas  😉