Deporte urbano

No es que sea yo un deportista nato. Evito todo lo posible la vida sedentaria; pero no soy una de esas personas que todos los fines de semana se ponen a correr una maratón o pasan las tardes haciendo pesas.

Bueno, sí que es verdad que tuve una época en la que me machacaba bastante en el gimnasio: me lo pasaba bien, conocí a mucha gente y gané bastante masa muscular (algo que incluso llamó la atención de alguna chica por aquellos tiempos). Sin embargo, después de dos años y pico lo dejé por falta de tiempo y en apenas unos meses volví a mi complexión habitual, comprendiendo entonces que es muy complicado luchar contra la propia naturaleza.

Verano de 1998

Lo que os quería decir es que pese a que no practico deporte en el sentido que todos entendemos, sí que es cierto que no hay día en el que no salga a la calle y recorra caminando un trayecto más o menos largo haga el tiempo que haga. De hecho, para ir de mi casa a la plaza de Cervantes y volver hay que recorrer entre tres y cuatros kilómetros; y por lo general mis paseos por la ciudad son bastante más largos que esto. Además, cuando voy sólo camino a toda velocidad, de modo que es muy habitual es que vuelva a casa con una agradable sensación de cansancio que siempre abre el apetito y ayuda a conciliar el sueño a la hora de ir a la cama.

Es decir, que aunque no estéis apuntados a un gimnasio ni juguéis al tenis los fines de semana, si tenéis la sana costumbre de ir a los sitios caminando de vez en cuando al menos ya estaréis haciendo más ejercicio que toda esa gente que coge el coche hasta para comprar el pan.

Ah, por cierto, aprovecho la ocasión para comentaros que la fotografía es una excusa inmejorable para obligarse a salir a dar una vuelta; así que además de potenciar la creatividad también mejorará vuestro fondo físico. Y hablando de fotografías, mirad la curiosa imagen que capté el pasado viernes en el cruce de la plaza de los Santos Niños y que ilustra bastante bien el concepto de «deporte urbano» del que soy un firme defensor.

Deporte urbano

Recuperando la forma física perdida

Puesto que en los últimos meses he estado físicamente muy inactivo preparando los últimos exámenes de la universidad y el proyecto de fin de carrera al llegar aquí noté que mi forma física había decaído preocupantemente. No es que hubiera cogido kilos (cosa que no me vendría mal) pero sí que notaba que me agotaba bastante al hacer ciertos esfuerzos que en años anteriores no me suponían ningún problema.

De hecho lo primero que me llamó la atención nada más llegar aquí hace un mes es que al subir la cuesta que lleva a la Torre del Rey me costaba incluso coger aire para recuperar oxígeno. No era normal, porque esta localidad está llena de cuestas y estoy muy acostumbrado a pegarme tremendas palizas sin demasiadas consecuencias físicas. Sin embargo había subido una cuesta de no más de 150 metros y me notaba bastante cansado.

Oropesa, lugar de cuestas

Oropesa del Mar; el pueblo de las mil cuestas.

Del mismo modo, los primeros días que bajé a la playa sentía que me agotaba bastante en el agua al nadar. Salía a la orilla y todavía notaba la respiración agitada, cosa que en el pasado no me ocurría, de modo que decidí ponerme las pilas y aprovechar estos días para hacer más ejercicio y ponerme un poco «en forma».

Comencé a bajar a caminar con paso rápido por las mañanas después de desayunar, antes de comer y también antes de cenar sin más compañía que mi música. Los primeros días relajadamente, y ya al final a ritmo rápido para exigirme un plus de esfuerzo. El caso es que enseguida comencé a notar los resultados y mi respiración volvió a ir con la cadencia lenta que siempre he tenido a la hora de hacer ejercicio.

Puesto que siempre he sido una persona muy activa mi ritmo cardíaco es relativamente bajo, por lo que las grandes caminatas no me agotaban demasiado; de ahí que me llamara la atención ese cansancio casi inmediato a la hora de caminar por cuestas. Por suerte, gracias a estos días de paseos a casi todas horas vuelvo a tener las sensaciones habituales y me hace ver una vez más que la vida sedentaria es de lo peor que uno se puede regalar. Un poco de ejercicio de vez en cuando es algo de lo más recomendable.

¡Publico esto y me bajo a dar una vuelta! 😛

Sordera temporal tras los conciertos

NOTA IMPORTANTE: Si tienes la más mínima duda de que pueda haber algún daño en tus oídos provocado por una exposición a ruidos fuertes consulta con tu médico, porque aunque a mí el pitido y la sordera se me pasen en poco tiempo, cada persona es un mundo y reacciona de un modo diferente.

No tengo muy clara la causa de lo que os voy a contar, pero cada vez que voy de concierto luego me paso aproximadamente un día entero con pitidos en los oídos y sin poder escuchar los tonos agudos. Al final el pitido se va sin más y la audición vuelve a ser normal, pero esas 24 horas de semisordera son de lo más molestas y gracias al intenso pitido me cuesta incluso conciliar el sueño.

Me ocurrió el otro día en el concierto de La Calle de Atrás y no era la primera vez, pues también he estado igual tras todos los conciertos a los que he asistido en mi vida; siendo especialmente molesto el tema tras el concierto de Niños Mutantes en el que conocí a Carol. En aquella ocasión la sensación me duró casi dos días y por unas horas empecé a preguntarme si no tendría algún tipo de lesión permanente en el oído. Por suerte, antes de que la preocupación fuera a más todo comenzó a ser de nuevo normal.

Sin embargo no dejo de preguntarme por qué a mis hermanos no les ocurre esto y me miran con cara rara cada vez que lo comento. De hecho he estado buscando en internet gente a la que le ocurra lo mismo y he visto que los hay, y muchos; del mismo modo que otros son inmunes a esto que os cuento. Los hay que el efecto les dura unos minutos y otros que se pasan hasta tres días medio sordos; y por lo que veo yo soy de esos últimos. Supongo que será por “sensibilidad” auditiva, y es que aunque la vista no sea mi punto fuerte, sí que tengo un buen oído y es posible que por ahí vayan los tiros…

Si alguien sabe algo sobre este tema o pertenece al club de los “sordos temporales” estaría genial que dejara un comentario contando su experiencia.

¡Muchas gracias! 😉

La vida sedentaria y sus (remediables) consecuencias

NOTA IMPORTANTE: Esta entrada no se refiere al sedentarismo como evolución de la forma de vida nómada; sino a la ausencia de ejercicio físico. Una vez aclarado esto, espero que nadie más se sienta molesto por el doble significado de esta palabra.

Después de haberme pasado varios meses pegado a esta silla preparando los exámenes del pasado mes de Febrero me doy cuenta de que estoy en baja forma física: no he perdido apenas peso, pero sí que me he dado cuenta de que cuando ahora me pego un palizón a caminar por la ciudad en busca de imágenes que capturar vuelvo más cansado a casa que de costumbre.

Atardecer en Santos NiñosPor un lado noto que a mis piernas les cuesta un poco más recuperarse de los esfuerzos, y por otro que tantas horas encima de los libros y los apuntes me han dejado de recuerdo un dolor de cervicales que no se acaba de ir del todo y me da bastante la lata en cuanto me descuido.

Pues bien, ya que este último cuatrimestre en la universidad es más relajado y puedo sacar más tiempo para otras cosas que no sean las estrictamente académicas he empezado desde hace unos días a no parar tanto tiempo en casa. Por el proyecto de fin de carrera no me puedo permitir estar todo el día por ahí haciendo el indio, pero sí que intento bajar a la calle aunque sea a dar una vuelta como mínimo una vez al día.

No es que me vaya a apuntar a un gimnasio y me vaya a poner a hacer ejercicio como un loco, pero sí que quiero retomar saludables costumbres que hasta hace unos meses no descuidaba, así que nada, si vivís por Alcalá de Henares seguramente me volveréis a ver ciudad arriba y ciudad abajo con la cámara de fotos a cuestas 😛

¡Un saludo!

El apasionante mundo del té

Soy un apasionado del té; eso es algo que todo el que me conoce sabe muy bien. Una estampa muy habitual en mí es el estar en el ordenador escribiendo con una humeante taza de té al lado para «inspirarme» sea la época del año que sea.

El caso es que hoy os quería hablar un poco por encima del mundo del té, pues degustar un té es mucho más que el mero hecho de tomarse un cierto tipo de infusión, ya que el té es toda una ceremonia con su ritual particular, sus elementos y sus características propias.

No os preocupéis, pues me voy a quedar en la superficie del tema, ya que esto da para escribir párrafos y párrafos y no es ni mucho menos mi intención el aburriros de mala manera; el tiempo en general escasea y no seré yo el que os lo haga perder.

Vamos a repasar un poco de carrerilla qué es el té, qué variedades hay y qué formas hay de prepararse una buena bebida en casa que sea capaz de dar una alegría al paladar y que además tenga propiedades saludables. Espero que os guste este pequeño reportaje 😉

¿QUÉ ES EL TÉ?

Bajo el nombre de «té» (o «cha» en Japón, Rusia y Portugal) se oculta todo un entramado de términos, variedades, procesos y elementos que al no iniciado en este mundillo pueden sonar un poco a chino.

El té es una bebida preparada con las hojas de un arbusto llamado camellia sinensis que crece principalmente en China, India, Japón, Kenia y Nepal, aunque puede ser cultivado en muchos otros lugares de forma artificial. Estas hojas se cortan del arbusto, se someten a un proceso de oxidación y se desecan para dar lugar al té que luego nosotros prepararemos en casa mediante un proceso de infusión en agua caliente.

Básicamente todos los tipos de té provienen de la misma planta, y sus diferencias vienen dadas por el proceso de elaboración que luego veremos más en detalle y las sustancias que acompañen a dichas hojas. Por ejemplo, el típico «té verde con menta» no son más que hojas de té recién cortadas con algunas hojas de hierbabuena añadidas.

TRES FORMAS DE PREPARAR UN TÉ

Bueno, de primeras he de comentar que hay varios «niveles» a la hora de preparar un té, y normalmente están basados en el tiempo del que dispongamos o lo que nos queramos complicar a la hora de prepararlo. Cuanto más alto sea el escalón mejor quedará el té (siempre que lo preparemos correctamente, claro) y mayor satisfacción personal obtendremos:

I – En un primer escalón están las bolsitas de té que todos conocemos: es un medio rápido y sencillo de tomar un té. Se calienta agua, se mete la bolsita, se espera el tiempo especificado (tema del que luego os hablaré), se saca la bolsita y se bebe con cuidado de no quemarnos.

Hay muchos tipos y muchas marcas de té en bolsitas, pero si me tuviera que quedar sólo con una sería la de Earl Gray Tea de la marca Twinnings.

II – Si tenemos más ganas y más tiempo podemos optar por liarnos la manta a la cabeza un poco y comprar té en una tienda para prepararlo con ayuda de una de esas bolas metálicas que os pueden vender en el mismo establecimiento.

Podemos prepararlo de la siguiente manera (que es lo que yo hago cuando estoy un poco perezoso como para afrontar el tercer escalón): cogéis una taza y calentáis agua hasta que vaya a hervir. Hay una serie de temperaturas para cada tipo de té, pero podemos asumir que cuando el agua esté empezando a hervir está en su punto. Los puristas dirán que hay que calentar el agua a fuego lento (y les doy toda la razón; el método original es ese) pero si lo hacemos con ayuda de un microondas obtendremos un resultado bastante decente a cambio de un esfuerzo mínimo.

A continuación ponemos en la bola una cucharada de té del sabor que más nos guste e introducimos la bola en la taza dejándola reposar unos entre dos y cinco minutos en función de tipo de té que sea.

III – Por último está el modo de preparación con el que mejor suele quedar el té y por lo tanto el más recomendable cuando dispongamos de tiempo suficiente y ganas de saborear una buena infusión:

Podemos coger una tetera o bien una de esas tazas que tienen una especie de rejilla dentro para las hojas del té. La cosa es que esta vez en lugar de dejar las hojas dentro de una bola metálica o una bolsita de fieltro lo que vamos a hacer es dejar que las hojas se infusionen directamente en el agua, por lo que tendrán más espacio para expandirse y soltar en el agua las sustancias que contienen.

Claro, al final lo que vamos a tener es un «puré» de té bastante particular, pero si usamos una tetera con un poco de habilidad conseguiremos que lo que salga por ella al servirlo sea té sin muchas hojas en suspensión. Del mismo modo, si empleamos una de esas tazas que os comentaba no hay más que sacar la rejilla para que las hojas se queden en ella y podamos tomarnos el té sin necesidad de colarlo ni nada parecido.

LOS TIPOS DE TÉ

Aunque si vamos a una tienda especializada en té es muy posible que nos mareemos con la inmensa variedad existente en las estanterías, en realidad no hay más que cuatro tipos principales de té, siendo todo lo demás variaciones sobre lo mismo. Vamos a ir comentándolos desde el punto de vista de la oxidación.

La oxidación del té es el proceso de maduración del mismo. Muy similar al que sufren los vinos, pues dependiendo del tiempo de maceración se da lugar a sabores y olores muy diferentes. Nada más recoger las hojas del arbusto del té no están oxidadas nada en absoluto, de modo que en función del tiempo que luego esté almacenado en condiciones especiales vamos a obtener un tipo de té u otro:

· Té blanco: es un té recién recogido que es desecado sin dejarlo oxidar. Tiene un sabor muy suave y se suele tomar sin ningún tipo de edulcorante, pues cualquier sabor añadido lo desvirtuaría por completo. Su tiempo de infusión es muy breve, entre 2 y 3 minutos, pues los tés de este tipo dan un sabor muy amargo si los dejamos en infusión demasiado tiempo. Del mismo modo, la temperatura del agua ha de ser menor (del orden de 80 grados centígrados) para no «quemar» las delicadas hojas del té blanco.

· Té verde: el té verde se deja oxidar ligeramente antes de ser desecado. Lo más habitual en este tipo de té es hacer pequeñas bolitas con las hojas dándoles el nombre de gunpowder. El té verde, al igual que el blanco precisa de un tiempo de infusión breve y de una temperatura del agua no demasiado elevado. Lo peor que podemos probar en el mundo del té es uno de este tipo con demasiados minutos de infusión, pues adquirirá un sabor muy amargo que ni todo el azucar del mundo conseguirá eliminar.

Es un tipo de té famoso por sus beneficios para la salud y el más consumido en Japón y Asia en general. De hecho las ceremonias del té japonés se suelen realizar con este tipo de té.

· Oolong: está a medio camino de los tés verde y negro, pues lleva un proceso de oxidación de unos tres días. Es una variedad muy popular en China y posee el aroma del té negro pero con el sabor suave del té verde. Al igual que el té verde se suelen formar pequeñas bolitas con las hojas del té a la hora de envasarlo para su puesta a la venta.

Como curiosidad añadiré que la palabra «oolong» sinifica en chino «dragón negro», y es que el origen de este tipo de té está envuelto en leyendas asiáticas que hablan de dinastías, montes, dragones de piel oscura y todo tipo de historias que van pasando de generación en generación.

· Té negro: es lo que los occidentales solemos conocer como «té», pues la inmensa mayoría del que se consume por aquí es de esta variedad. El nombre proviene del color de sus hojas, pues han sido sometidas a un fuerte proceso de oxidación, aunque en China se le llama «té rojo» porque al fin y al cabo la bebida resultante es de ese color vista al trasluz.

El té negro suele estar muy picado (habitual en las bolsitas ya preparadas a las que antes me refería) o bien en hojas enrolladas sobre si mismas. Por lo general, cuanto más picado está el té de peor calidad será, pero como en todo en la vida hay excepciones y también en ello entra el gusto personal de cada uno, así que no voy a dar más vueltas sobre ese tema.

El té negro es el que más temperatura del agua precisa para poder ser infusionado correctamente, ya que idealmente ha de estar entre 90 y 100 grados centígrados (es decir, que cuando veamos que el agua comienza a hervir es el momento de apagar el fuego y poner el té en ella).

· Pu-erh: el llamado pu-erh es una variedad de té con características un poco peculiares, pues además de la oxidación propia del té después es sometido a un proceso de fermentación que puede durar bastantes años. El pu-erh se prepara en «ladrillos» que luego son desmenuzados a la hora de ponerlo a la venta en herbolarios y tiendas especializadas en té e infusiones.

Este tipo de té es de gran popularidad en China por sus propiedades digestivas y antioxidantes hasta tal punto que allí es considerado una bebida medicinal y artífice de una buena salud para la gente que lo toma habitualmente. Aquí lo podemos encontrar en estado puro con su sabor intenso no tolerado por todo el mundo o bien mezclado con otros sabores (os recomiendo los de canela y vainilla 😉 )

EL TIEMPO DE INFUSIÓN: LA DIFERENCIA ENTRE UN BUEN Y UN MAL TÉ

El tiempo de reposo que han de estar las hojas del té en el agua caliente es tal vez el parámetro más importante a la hora de preparar un té: en general el tiempo de infusión varía entre los dos y los cinco minutos. Ya os dije al hablar de los diferentes tipos de té que en los blancos y verdes no ha de ser superior a tres minutos y en los tés negros no debemos superar los cinco o seis como máximo.

Esto por supuesto es algo que se aprende con la práctica, y de todos modos, lo que a mí me puede parecer un té amargo e imbebible, a otra persona le puede parecer que tiene un sabor fantástico, por lo que como os digo, lo mejor es coger un cronómetro e investigar por vuestra cuenta.

UNOS CONSEJOS FINALES

· Jamás de los jamases echéis agua a un té para enfriarlo. Si se quiere un té helado hay formas de prepararlo, pero enfriar unos grados un té caliente añadiendo agua o un cubito de hielo sólo consigue estropearlo por completo (comprobado personalmente).

· La leche casa muy bien con el té negro, pero no se os ocurra echar leche a un té verde o blanco, pues la leche casi seguro que se cortará y os quedará una bebida de color gris con terrones de nata flotando en la superficie (verificado por mi amigo Tomás 😉 )

· Puestos a elegir es mejor quedarse corto en el tiempo de infusión que pasarse. Si nos quedamos cortos vamos a obtener un té flojito de sabor, pero si nos pasamos nada será capaz de eliminar la sensación de amargor.

· El té contiene teína, que no es otra cosa que cafeína, de tal modo que un té oscuro antes de ir a la cama garantiza una fantástica noche de insomnio. La cantidad de teína / cafeína va en función del «color» del té, pues tiene que ver con la oxidación: los tés negros tienen casi tanta como una taza de café y los tés blancos apenas contienen nada.

· Las teteras no se friegan. Aunque pueda parecer una guarrada, una tetera es mejor cuantos más tés lleva hechos, ya que se forma una capa oscura en su interior que hace que los que se preparen en el futuro sepan todavía mejor. Al fin y al cabo la tetera está más que desinfectada porque cada vez que preparamos un té en ella estamos hirviendo el agua y por tanto mueren todos los microbios que pueda haber en ella.

Y bueno, poco más tengo que añadir. Me queda comentaros nada más que llegué al mundo del té por un amigo que era aficionado y se empeñó en contarme las excelencias de esta bebida, que, aunque parezca difícil de creer es la más consumida en el mundo después del agua. Por detrás del té están el eterno café y la omnipresente coca-cola, y es que aunque en nuestro país no sea una costumbre muy extendida, en otros lugares del mundo la ceremonia del té es una verdadera religión.

Si nunca os habéis parado a probar un buen té, esta es una buena idea pedirle a algún amigo / familiar que sepa del tema que os prepare uno. O si no también podéis pedir uno la próxima vez que vayáis a una cafetería. Ya veréis como poco a poco le vais cogiendo el gusto al tema y os empieza a picar el gusanillo de probar nuevos tipos de tés, mezclarlos, probar con diferentes técnicas y en definitiva montar vuestro propio universo alrededor de estas hojas que todos los días se consumen en el mundo por toneladas.

Si alguno de vosotros, después de leer esto, se levanta y decide prepararse un té entonces el tiempo invertido en este post habrá merecido la pena.

¡Un saludo! 🙂