Recuerdos de Oropesa (III)

La fotografía que ilustra la entrada de hoy la capté a primera hora de la tarde de un lunes de primavera cuando iba de camino a mi trabajo en Oropesa del mar.

Pasa la vida

Pulsé el disparador porque quería transmitir una sensación con esa fotografía: que el tiempo es fugaz, que aunque hoy estamos aquí puede que mañana nos despertemos en otro lugar y, sobre todo, que vayamos hacia donde vayamos nunca debemos de olvidar nuestros orígenes. De ahí la importancia del retrovisor; porque si está ahí puesto es para que por muy rápido que avancemos siempre podamos mirar hacia atrás de un simple vistazo.

A nivel técnico la fotografía es muy simple, ya que se basa en enfocar al infinito para obtener nitidez en el reflejo y conseguir un tiempo de disparo más o menos largo con idea de dar una cierta sensación de movimiento (algo que se aprecia en el asfalto). En cuanto a la composición, he tratado de centrar el espejo tratando de llenar con él buena parte del encuadre y al mismo tiempo intentar que aparezca también el marco de la ventanilla para situar así al espectador en el contexto de la imagen.

No echo de menos aquellos días a orillas del Mediterráneo porque me siento muy feliz de haber vuelto a Madrid; pero he de admitir que tenía cierto encanto aquello de que el camino hacia la oficina estuviera flanqueado por cientos de almendros y naranjos.

¡Hasta la próxima fotografía!