Hay cosas en Alcalá de Henares que son universalmente conocidas: la fachada de la universidad, ser la ciudad natal de Miguel de Cervantes, su numerosa población de cigüeñas… sin embargo, hay un pequeño detalle en la calle Mayor que siempre me ha llamado mucho la atención y que no mucha gente conoce: las mirillas que hay sobre algunas de sus puertas.

Seguro que en vuestra casa tenéis una mirilla para ver quién llama (lo más habitual del mundo) o, si vivís en una vivienda de nueva construcción, un sistema de videoportero automático. Pues bien, si os dais una vuelta por la calle más emblemática de la ciudad complutense fijándoos con atención en sus techos tendréis la oportunidad de ver con vuestros propios ojos al antecesor de todo eso.
Las casas de la calle Mayor son de dos o tres alturas siendo, por lo general, la planta baja destinada a la entrada y poco más. No es más que un portal con unas escaleras que conducen a las plantas superiores, por lo que no es habitual que los habitantes de la casa se encuentren allí. Precisamente por esto es por lo que surgió la idea de estas originales mirillas.


Se trata simplemente de practicar un agujero cuadrado de unos diez centímetros de lado sobre la posición que ocuparía la persona que está llamando a la puerta de entrada (viendo alguna de las fotos que ilustran esta entrada os haréis una idea mucho mejor) y tapar el hueco con una tablilla de madera en el suelo de la planta, de tal modo que cuando alguien llamaba a la puerta, el dueño de la casa, en lugar de descender fatigosamente hasta el portal de forma sistemática, lo único que tenía que hacer para ver de quién se trataba era abrir esa tapa y observar a través del hueco.
Si el visitante era conocido, se bajaban las escaleras y se le abría la puerta; pero en caso de que fuera algún «indeseable» se le ignoraba por completo y santas pascuas (aunque seguro que algunos de vosotros ya estáis pensando alguna trastada para espantarlo, jejeje).
Cierto es que en aquella época (estas mirillas datan del siglo XIX) no se podía abrir la puerta a distancia tal como hacemos hoy en día; pero sí que nos permitían ver remotamente a la persona que nos acababa de despertar de la siesta con un timbrazo y actuar en consecuencia; más o menos como hacemos con un videoportero automático (salvando las distancias, claro 😛 ).

Curioso, ¿verdad? 😉
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