El pasado fin de semana estuve en el campo de fútbol Felipe de Lucas «Pipe» (que pese a lo que os comenté hace unos meses, todavía no ha desaparecido) haciendo unas fotillos con mi recién adquirido Nikon AF 80-200mm f/2.8 para probar qué tal se portaba en uno de los usos más habituales de este tipo de objetivos: las competiciones deportivas.
Las ventajas de un dosocho
Un teleobjetivo de apertura amplia y constante consigue dos cosas muy deseables en estos eventos: aislar los sujetos del fondo y conseguir unos tiempos de exposición breves que consigan congelar el movimiento de los jugadores. Por eso mismo las imágenes que ilustran esta entrada están todas hechas entre f/2.8 y f/3.5; ya que para disparar a f/8 directamente me hubiera llevado mi Nikon 55-200 VR que hubiera aligerado considerablemente mi mochila esa mañana.
Velocidad de enfoque
La velocidad de enfoque, al menos en mi D300, es más alta de lo que me había imaginado. Siempre leí que por ser un objetivo de tipo AF, no era capaz de seguir a elementos que se movieran con rapidez, pero cuando estaba empleando el modo de seguimiento continuo me di cuenta de que el foco no se perdía pese a que los jugadores no paraban de moverse de lado a lado del campo.
Sacando el máximo partido al objetivo
A nivel óptico os puedo decir que en caso de tener luz de sobra es mejor disparar cerrando ligeramente el diafragma antes que hacerlo a plena apertura. Aunque las imágenes a f/2.8 son perfectamente utilizables, a dicha apertura los bordes de las zonas más brillantes presentan un cierto halo brillante que, si bien podemos eliminar en postproceso, hará que disminuya un poco el contraste general de la imagen.
Del mismo modo, con la apertura más amplia la profundidad de campo es tan pequeña que a nada que el sujeto varíe su distancia hasta nosotros se notará un ligero desenfoque. Por ese motivo es por lo que os comento que es recomendable cerrar ligeramente el diafragma si necesitamos asegurar el disparo y obtener la máxima nitidez.
Pero que nadie piense que las imágenes a f/2.8 son inutilizables, pues apenas distinguiremos defectos en las mismas a no ser que las veamos a escala 1:1. Podemos recurrir a la máxima apertura siempre que lo necesitemos ya sea por falta de luz o por capacidad de desenfoque; pero si queremos sacar lo mejor de esta óptica debemos de emplear diafragmas ligeramente más cerrados (f/3.5 representa un paso menos con respecto a f/2.8) que nos proporcionarán una nitidez increíble.
Ya sabéis lo importante que es conocer bien nuestro equipo fotográfico para sacarle el máximo partido; y yo todavía estoy en ese proceso con mi D300 y este 80-200 f/2.8 con el que he capturado las imágenes que ilustran esta entrada. Supongo que con el paso del tiempo iré sacándole más partido; pero de momento estoy muy contento con los desenfoques que permite y la nitidez general de las escenas fotografiadas a través de él.
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