Benicassim tiene más vida en invierno que Oropesa del Mar; y estando a apenas ocho kilómetros de distancia es lógico que algunas veces me diera una vuelta por allí o me llevara la cámara para hacer unas fotos. La soledad de Oropesa tiene su encanto; pero es verdad que a veces a uno le gusta ver algo más de gente, y para ello hay que acercarse a esta pintoresca localidad o incluso a Castellón de la Plana, capital de la provincia.
La foto que tenéis a continuación la hice tras un par de días de lluvias muy intensas, y de ahí que la arena de la playa esté tan horadada, pues al fluir el agua hacia el mar toma caminos preferenciales y acaba excavando en la playa auténticos ríos.
Precisamente gracias al agua acumulada es por lo que se me ocurrió esta fotografía; ya que me daba la oportunidad de retratar no sólo una puesta de sol en los dos tercios superiores de la fotografía sino también de poner el reflejo de esas dos palmeras en el tercio inferior restante.
Estamos nuevamente ante un ejemplo de «la regla de los tercios», que aunque tremendamente sencilla también es muy eficaz a la hora componer nuestras fotografías.
En otro orden de cosas, en la línea del horizonte podéis ver el puerto de Castellón con sus múltiples grúas y un poco más a la izquierda uno de los habituales petroleros que se acercan por las refinería que hay allí a descargar empleando para ello unas tuberías submarinas (esto se hace para evitar que el barco se tenga que acercar demasiado al puerto).
En cuanto al cielo, aquella tarde era una de esas que tanto me gustan en las que las nubes parecen algodón de azúcar por su textura y el sol, mientras se oculta en la lejanía, lo pinta todo en colores pastel.