Recuerdos de Oropesa (XVI)

Benicassim tiene más vida en invierno que Oropesa del Mar; y estando a apenas ocho kilómetros de distancia es lógico que algunas veces me diera una vuelta por allí o me llevara la cámara para hacer unas fotos. La soledad de Oropesa tiene su encanto; pero es verdad que a veces a uno le gusta ver algo más de gente, y para ello hay que acercarse a esta pintoresca localidad o incluso a Castellón de la Plana, capital de la provincia.

La foto que tenéis a continuación la hice tras un par de días de lluvias muy intensas, y de ahí que la arena de la playa esté tan horadada, pues al fluir el agua hacia el mar toma caminos preferenciales y acaba excavando en la playa auténticos ríos.

Gemelas

Precisamente gracias al agua acumulada es por lo que se me ocurrió esta fotografía; ya que me daba la oportunidad de retratar no sólo una puesta de sol en los dos tercios superiores de la fotografía sino también de poner el reflejo de esas dos palmeras en el tercio inferior restante.

Estamos nuevamente ante un ejemplo de «la regla de los tercios», que aunque tremendamente sencilla también es muy eficaz a la hora componer nuestras fotografías.

En otro orden de cosas, en la línea del horizonte podéis ver el puerto de Castellón con sus múltiples grúas y un poco más a la izquierda uno de los habituales petroleros que se acercan por las refinería que hay allí a descargar empleando para ello unas tuberías submarinas (esto se hace para evitar que el barco se tenga que acercar demasiado al puerto).

En cuanto al cielo, aquella tarde era una de esas que tanto me gustan en las que las nubes parecen algodón de azúcar por su textura y el sol, mientras se oculta en la lejanía, lo pinta todo en colores pastel.

Paraisos cercanos

Que a escasos diez minutos de casa tenga ocasión de captar imágenes como la que tenéis a continuación es algo que me motiva a sacar tiempo de debajo de las piedras para seguir practicando esta bendita afición.

Paraisos cercanos (Benicassim)

Y no, no es ningún rincón del Caribe; sino la playa de Benicassim.

Microclima tropical en Oropesa del Mar

Este año no me he encontrado grandes novedades en Oropesa del Mar en lo que a urbanismo se refiere. Atrás quedaron las épocas del ladrillazo en las que durante los inviernos florecían nuevos edificios en cualquier pequeña parcela que pudiera quedar libre cerca de la costa; pero eso no quita que me llevara una sorpresa nada más poner un pie en la playa de La Concha.

En una zona en la que anteriormente sólo había arena, el ayuntamiento ha plantado una treintena de palmeras y ha instalado un sistema de pulverización de agua para crear una especie de microclima tropical donde una nube de pequeñísimas gotas empapa lo que sea en apenas unos instantes. Además, para que esto tenga una utilidad real, también se han colocado columpios y bancos para que niños y mayores puedan disfrutar de un rato refrescante tal y como muestran las siguientes imágenes.

El palmeral

Paseando al fresco

Microclima tropical

A nivel de ingeniería el sistema me plantea varias preguntas sobre su funcionamiento; ya que he observado que se activa únicamente durante las horas centrales del día (no sé si llevará un programador horario, reaccionará ante la luminosidad ambiental, la temperatura…) y también me hace pensar en que durante estos días en los que está haciendo un calor de espanto por allí, debe de haber auténticas bofetadas para hacerse con un hueco entre estas palmeras. Pero sea como sea y pese a que escuché alguna opinión discordante sobre esta iniciativa, creo que la idea es original y le da un cierto aire de modernidad a la playa que me ha visto crecer durante todos los veranos de mi vida.

NOTA: añado estas líneas para comentar que el sistema funciona conectado a la red de agua que abastece a las duchas de la playa así como a los lavapies presentes sobre la arena. Dicha agua es no potable y, por tanto, no pertenece a la misma red que da servicio a las viviendas y comercios de Oropesa del Mar.

Palmeras infinitas

Palmeras. Veo palmeras. Una fila infinita de palmeras medio resecas que se alejan hacia el horizonte y por mucho que las persigo nunca llego a alcanzarlas.

Y cuando voy caminando al lado de ese enorme muro vegetal no pienso en otra cosa que en el listo de turno que diseñó semejante adorno para una carretera y sobre todo en los pobres jardineros que tuvieron que encargarse de materializar la estúpida idea de un fanático del Out Run bajo un sol abrasador.

Palmeras sin fin

Una vez más queda claro que el dinero y el buen gusto no tienen por qué ir siempre de la mano.