Review: Panasonic Lumix G 14mm f/2.5 ASPH

Ya sabéis lo mucho que me gustan los objetivos de focal fija. Sin ir más lejos, el 35mm f/1.8 suele ser la pareja de mis réflex Nikon en muchas ocasiones ya sea por estas tierras o en algún que otro viaje a Madrid.

Precisamente por eso la compra hace aproximadamente un año de la Olympus E-PL1 sólo tuvo un «pero»; y es que no encontré en aquel momento el kit que venía con el 17mm f/2.8 de la misma marca, teniendo que conformarme con un 14-42 de prestaciones básicas.

Sin embargo, desde hace un tiempo le tenía puesto el ojo encima al Panasonic Lumix G 14mm f/2.5 ASPH, de modo que al final conseguí hacerme con uno que, dicho sea de paso, no he desmontado de la cámara desde el momento en que lo recibí.

Análisis Panasonic G 14mm f/2.5 ASPH

Ya os comenté hace poco que lo bueno del estándar micro cuatro tercios es que mientras los objetivos se ajusten a dicha especificación podemos montarlos en el cuerpo que tengamos ya sea de una marca u otra. Por eso aunque esta óptica esté firmada por Panasonic funciona al 100% en los cuerpos Olympus y viceversa (las ópticas Olympus funcionan perfectamente en cuerpos Panasonic).

Tres Oreos apiladas

Había leído que el tamaño de este objetivo es más o menos como el de tres galletas Oreo apiladas; y aunque de primeras pensé que sería una exageración, en cuanto lo tuve en la mano me di cuenta de que la comparación es bastante acertada, porque de verdad que la óptica es realmente diminuta.

Lamentablemente no tengo por aquí tres galletas de la conocida marca para hacer la comparación; pero sí una moneda de dos euros y mi Nikkor AF-S 35mm f/1.8 para que veáis lo poco que abulta esta pequeña creación de Panasonic.

Análisis Panasonic G 14mm f/2.5 ASPH

Análisis Panasonic G 14mm f/2.5 ASPH

La bayoneta es metálica, el cuerpo (sin las tapas protectoras) mide apenas un par de centímetros de grosor y la lente frontal ni sobresale ni es de gran tamaño; por lo que estamos ante una óptica de lo más discreta que no atraerá demasiadas miradas ajenas como ocurre, por ejemplo, cuando llevo la D300 con el Nikkor 80-200 f/2.8.

Todavía recuerdo cuando una pareja pasó a mi lado mientras hacía fotos del triatlón que se celebró recientemente por aquí y ella dijo «Uy mira, parece que esto va a salir en el periódico» mientras me señalaba claramente a mí.

Análisis Panasonic G 14mm f/2.5 ASPH

Una cámara m4/3 con este objetivo de tipo pancake montado en ella dará lugar a un conjunto ligero y de pequeño tamaño que cabrá en cualquier bolsillo amplio (desde luego no en unos vaqueros ajustados) y que nos permitirá captar imágenes de buena calidad siempre que sepamos lo que tenemos entre manos (ya sabéis de mi insistencia en conocer las limitaciones de nuestro equipo).

Para que os hagáis una idea, mi Olympus E-PL1 con el objetivo montado, batería y tarjeta de memoria pesa exactamente 400 gramos; mientras que una Nikon D40 con el 35mm f/1.8 que os decía antes sube hasta los 780 gramos.

Análisis Panasonic G 14mm f/2.5 ASPH

Es un angular

Como ya sabréis, el formato m4/3 tiene un factor de recorte de 2x, de modo que este 14mm va a darnos un ángulo de visión similar al de un 28mm montado en una cámara full frame: una focal de lo más clásica que siempre ha sido un referente para la fotografía social dado que al entrar en el terreno del angular nos permitirá situar en su contexto al motivo principal de la imagen.

De todos modos, como siempre os digo, vale que el ángulo de visión sea similar al de un 28mm en una cámara FF; pero en lo que respecta a la percepción «cerca-lejos» es un 14mm y eso es algo que tendremos que tener en cuenta (si lo usamos para hacer un retrato en primerísimo plano la nariz aparecerá más grande de lo normal ocurriendo justo lo contrario con las orejas; aunque eso no siempre tiene por qué ser un problema).

Renault 4

Como ya os he comentado alguna vez, los angulares son mucho más complejos de utilizar que los teleobjetivos, ya que mucha gente tiende a emplearlos para que «entren más cosas en la foto» y esto sólo da lugar a imágenes vacías de contenido dominadas en gran parte por cielos y suelos sin ningún interés.

Un angular sirve para jugar con los conceptos de cerca y lejos; algo para lo que tendremos forzosamente que llenar el encuadre con el motivo principal de nuestra fotografía. Y, claro, con un ángulo de visión tan amplio si queremos hacer eso no nos queda más remedio que acercarnos mucho a lo que queramos retratar (principal motivo por el que no son las mejores ópticas para ir de safari a Kenia).

Agua

Por tanto, mi recomendación es la misma que a la hora de emplear cualquier distancia focal corta: acercarse mucho al motivo a fotografiar para llenar el encuadre con él y lograr así un punto de vista muy distinto al que estamos acostumbrados cuando vemos el mundo a través de nuestros ojos.

Características técnicas

Aunque en los primeros párrafos ya os he comentado a grandes rasgos las características de este objetivo, voy a enumerarlas a continuación de una forma más ordenada para aquellos amantes de los datos técnicos. Un aspecto del que yo cada vez paso más para centrarme principalmente en la composición y en jugar con la luz.

  • Construcción: 6 elementos en 5 grupos (3 elementos asféricos)
  • Distancia focal: 14 mm
  • Rango de aperturas: f/2.5 – f/22
  • Diafragma: 7 palas redondeadas
  • Distancia mínima de enfoque: 18 cm
  • Ratio máximo de magnificación: 0,10x
  • Ángulo de visión: 75 grados
  • Diámetro de filtro: 46 mm
  • Peso: 55 gramos
  • Dimensiones: 55 mm de diámetro por 21 mm de grosor (sin tapas)

Haciendo fotos

Aunque parezca una perogrullada, no debemos olvidar que la función de un objetivo es hacer fotos (a no ser que esté estropeado, en cuyo caso podría servir como vistoso pisapapeles) y éste es el punto al que ya tenía ganas de llegar. Nada más tener la óptica en mis manos y alucinar con su pequeño tamaño la monté en la cámara y desde entonces toda la luz que he captado con la E-PL1 ha pasado a través de los cristales del pequeño Panasonic.

Textura

Lo primero a destacar con respecto al 14-42 f/3.5-5.6 que venía originalmente con mi cámara es la precisión y la velocidad al enfocar. Una apertura mayor implica que llegará más luz hasta el sensor de la cámara y, por tanto, todo lo que tenga que ver con la evaluación de la imagen en tiempo real por parte de la electrónica interna funcionará mucho mejor.

Es como si nos ponemos a leer un libro bajo la luz del sol o en penumbra. En el primer caso veremos las letras con total claridad y nitidez, mientras que si no disponemos de mucha luz siempre tendremos que forzar más la vista y a veces podemos confundir ciertas letras que tengan trazos similares.

Alpargatas

Con respecto a las aperturas disponibles (de f/2.5 a f/22) he de decir que aunque los resultados a plena apertura son bastante buenos, no son uniformes en todo el encuadre. Disparando a f/2.5 el centro de la fotografía aparece nítido y brillante, pero en las esquinas se aprecia cierto viñeteo y pérdida de definición que si bien no son demasiado graves (cuando disparamos a plena apertura es porque queremos centrar la atención del espectador en el motivo principal de la fotografía, que ocupará seguramente todo el centro del encuadre) sí que restan algo de nota a esta óptica.

Si disparamos entre f/3.5 y f/6.3 obtendremos mejor comportamiento en las esquinas; pero entonces obtendremos las mismas imágenes que podríamos captar con el 14-42 que venía originalmente con la cámara. Estamos de acuerdo en que todo objetivo mejora su comportamiento si cerramos ligeramente el diafragma; pero el caso es que si nos compramos un objetivo de apertura generosa será para sacarle partido a esa característica, ¿no?.

Derecha

Lo que no os recomiendo como norma general es disparar por encima de f/9 aproximadamente porque la pérdida nitidez debida a la difracción empieza a hacerse evidente a simple vista. Ya sabéis que cuanto más pequeño es el tamaño del sensor a mayor apertura (número f más pequeño) comenzará a aparecer la difracción. Además, con una focal tan corta no es necesario cerrar mucho el diafragma para tener una buena profundidad de campo.

Desde mi punto de vista, lo mejor de este 14mm es la ligereza y la discreción que otorga a la cámara; y eso que la E-PL1 no es precisamente una de las m4/3 más pequeñas que hay en el mercado. Me gustaría ver esta misma óptica montada en una E-PM1 porque el conjunto resultante debe de ser del tamaño de una compacta avanzada, sólo que con un sensor de mayor tamaño.

Agua

Como podréis ver en algunas fotografías que ilustran este artículo, este 14mm montado en una cámara m4/3 no da ningún tipo de distorsión óptica. Las rectas son rectas aunque discurran cerca de los bordes del encuadre, si bien esta linealidad es producto de la corrección por software que realiza la propia cámara; ya que de no aplicarse las imágenes sí que mostrarían un acusado efecto de barril por lo que he leído en algunos análisis más técnicos de esta óptica.

Del mismo modo, me gusta comprobar que pese a disparar contra fuentes de luz intensas (el sol, sin ir más lejos) no suelen aparecer flares ni reflejos fantasma. Esto nos permitirá captar bellas puestas de sol que lucirán de una forma muy natural. Tampoco parecen apreciarse excesivas aberraciones cromáticas aunque forcemos algunos contraluces.

Sol y nubes

Conclusiones

Me apetecía mucho hacerme con esta óptica por varios motivos. Uno de ellos es que una focal fija siempre te obliga a moverte más y trabajar los encuadres. No sé si tendréis la misma opinión que yo, pero a veces los zooms nos hacen vagos y en lugar de acercarnos o alejarnos del motivo a fotografiar en busca de nuestra propia perspectiva, nos situamos en un mismo punto y nos limitamos a variar la distancia focal del objetivo. Con un fijo, si queremos acercarnos al motivo a fotografiar tendremos que emplear lo que yo llamo pedestrian zoom.

Grua

Por otra parte, como ya os decía antes, los angulares son focales más complicadas de usar que los teleobjetivos. Con un tele podemos centrarnos en los detalles obviando todo el resto de la escena; mientras que con focales cortas tendremos que tener especial cuidado con la composición porque van a aparecer multitud de detalles en el encuadre y alguno de ellos puede dar al traste con una buena foto. Un angular es una buena manera de mejorar nuestra técnica y la percepción del entorno a la hora de hacer nuestras fotografías.

Pueblo

Por último, tenía muchas ganas de poder llevar en un bolsillo una cámara que me diera una buena calidad de imagen. No sé si es que me estoy haciendo mayor o es que cada vez le doy menos importancia a la técnica y más a la creatividad; pero el caso es que hay veces en las que hasta la D40 me parece demasiado voluminosa como para llevármela a dar un simple paseo.

Si voy específicamente a hacer fotos no me importa cargar con la D300 y las ópticas que crea necesarias porque el resultado final hace que merezca la pena el esfuerzo; pero para el día a día valoro algo ligero, discreto y de pequeño tamaño que me permita captar escenas de los sitios por los que voy pasando. Para cumplir con estas premisas, este conjunto de cámara y objetivo del que hoy os hablo se adapta perfectamente.

Análisis Panasonic G 14mm f/2.5 ASPH

Más ejemplos

Tal y como os decía antes, un objetivo se usa para hacer fotos, así que considero que puede venir muy bien terminar este análisis con algunas fotografías más captadas a través de esta pequeña y ligera óptica que os ayudarán a haceros una idea de lo que puede ofrecer.

Chalet

8

cactus

Bancos

Piedra

Ventana

Carriles

Naranja

Playa

Suelo

Escalera

Poste

Escalones

Botones

Primera hora

Al final de la vía verde

Otros análisis de este mismo objetivo (en inglés)

Por si queréis ampliar información, os dejo enlaces a algunas reviews que leí en su momento y que me ayudaron a decantarme por esta óptica por encima de otras opciones que hay en el mercado.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Retratos y angulares: no siempre incompatibles

Siempre se ha dicho (yo el primero) que lo mejor para realizar un retrato es usar un teleobjetivo, ya que éste aplana las facciones y además difumina el fondo de la imagen de tal modo que la atención del espectador recaerá sobre el protagonista de la misma.

Frustración

Ejemplo de retrato hecho con un teleobjetivo en el que podemos ver cómo el fondo aparece tan difuminado que es irreconocible.

Sin embargo, usar un angular para estos menesteres puede ser útil en determinadas circunstancias; sobre todo si buscamos darle un aire informal a nuestro retratado.

Tened en cuenta que al utilizar un angular, las facciones se alargarán más cuanto más corta sea la focal (sobre todo teniendo en cuenta que para llenar el encuadre tendrás casi que ponerle el objetivo en la nariz al modelo) y además el retratado y el fondo aparecerán con una nitidez similar debido a la gran profundidad de campo que poseen este tipo de ópticas y que es algo que podéis apreciar en el ejemplo que tenéis bajo estas líneas y para el que he empleado la técnica de la distancia hiperfocal.

Playa de Morro de Gos (Oropesa)

Fotografía de paisaje realizada con un objetivo angular

Pero como os decía, no siempre debemos de evitar estos efectos secundarios, ya que en ocasiones pueden resultar creativos y divertidos. Os dejo a continuación con un par de ejemplos de esto que os digo explicando un poco lo que pretendía en cada uno:

Plano picado con angular

En el primero de ellos lo que buscaba al emplear el angular era precisamente ese alargamiento del cuerpo que se puede apreciar gracias al ángulo de disparo y la focal empleada, sobre todo en el brazo que está más cerca de la cámara. Como podéis ver, esa alteración en las proporciones llama la atención del espectador y al mismo tiempo nos sitúa en el lugar donde está hecha la fotografía.

Autoretrato

El segundo ejemplo está hecho a escasos centímetros de mi cara (ya os decía que para llenar el encuadre con un angular hay que acercarse mucho) y de ahí que mi nariz y mis ojos aparezcan desproporcionadamente grandes. Lo que pretendía en este retrato es darle a la imagen un aire un poco irreal; algo que también busqué mediante el tratamiento del color. No sé si lo conseguí o no; pero la fotografía al menos me ha servido para ilustrar esto que hoy quería contaros.

Como os decía antes, para retratos «serios» lo suyo es emplear un teleobjetivo (y mejor si es de apertura generosa). Sin embargo, el uso de un angular puede dar lugar a efectos interesantes que darán un aire informal a nuestras imágenes. Esta es la teoría. Ahora sólo os queda coger la cámara y poneros a practicar.

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Calor y humedad: enemigos del bokeh

Supongo que a estas alturas de la película ya sabréis que el bokeh es una característica muy apreciada en fotografía que consiste en que al emplear ópticas con aperturas grandes y/o distancias focales elevadas, los elementos que quedan en segundo plano se difuminan suavemente y los puntos de luz se convierten en discos luminosos.

Water & bokeh

Pues bien, haciendo fotografías por los alrededores de Oropesa durante estos días de sol y calor utilizando para ello el Nikon AF 80-200 f/2.8 ED me daba cuenta de que si bien los elementos en primer término aparecían tan nítidos como siempre, en algunos casos los fondos tenían un aspecto desdibujado y nervioso que no me convencía demasiado y que, además, no aparecía nunca en las imágenes que captaba en Alcalá.

Mirando las fotografías con atención enseguida descubrí dónde estaba el problema; y ya os adelanto que más vale que me vaya acostumbrando a esos fondos si quiero seguir haciendo fotos con mi teleobjetivo favorito durante los meses más calurosos del año.

Setas de verano

El problema se manifiesta principalmente en aquellas imágenes en las que hay una gran distancia entre el primer plano y el fondo; y la causa de ese desdibujamiento no es nada achacable a la óptica ni a la cámara, ya que no es más que el aire que hay entre los planos de la fotografía como ahora os aclararé. Por supuesto, el efecto sólo será visible empleando distancias focales largas (teleobjetivos) debido a que por sus características ópticas aumentan el tamaño relativo del fondo con respecto al primer plano y, por lo tanto, harán que las imperfecciones también se magnifiquen.

Para entenderlo mejor fijáos en la siguiente imagen tomada desde el mirador del monte Bovalar: el muro de piedra estaba situado a unos 10 metros por delante de mi posición; mientras que los edificios del fondo se encontraban a varios kilómetros de distancia. Esto significa que entre la cámara y el muro hay aire, pero los rayos de luz lo atraviesan sin distorsión porque es poca cantidad.

Con vistas al mar

Sin embargo, el rayo de luz que viaja rebotado desde Marina Dor hasta el sensor de mi cámara tiene que atravesar unos cuantos kilómetros de aire húmedo y caliente ascendiendo desde el suelo por efecto del calor, y eso es lo que provoca que esas zonas tan lejanas en la imagen tengan una apariencia algo irreal.

Esto viene a ser más o menos lo mismo que vemos cuando miramos hacia el infinito en una carretera recta en mitad de un día de verano (parece que el fondo se mueve por efecto del aire caliente que sube desde el asfalto) o el efecto de calor que se puede ver por encima de los coches cuando hay un atasco muy grande en una tarde calurosa o en la típica toma frontal de la parrilla de salida de una carrera de F1 justo antes de ponerse el semáforo en verde.

Por tanto, en días frescos y en aquellos en los que no haya tanta humedad ambiental (difícil viviendo en una localidad costera) los fondos aparecerán más suaves y mejor definidos que en los soleados y calurosas días del verano.

De hecho, si os fijáis en alguna imagen tomada con el mismo teleobjetivo en Alcalá de Henares (donde hay mucha menos humedad ambiental) veréis que los fondos se dibujan de forma mucho más suave al ser un aire más neutro en lo que a distorsiones ópticas se refiere.

Columnas

Como veis, no importa el tiempo que llevéis haciendo fotos porque cada día que se sale con la cámara con ganas de aprender se descubre algo nuevo.

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La escala de distancias de los objetivos

Hay un elemento que hace años incorporaban todos los objetivos y que en los últimos tiempos parece haber caído en el olvido: la escala de distancias. No obstante, puesto que en este blog me gusta abarcar todos los aspectos posibles de la fotografía, hoy nos vamos a centrar en ver la utilidad de este «invento» a través de una breve explicación teórica y unas cuantas fotografías de ejemplo.

Marexar 28mm f/2.8 (para hacer macro mediante inversión)

La profundidad de campo

En una fotografía sólo puede haber un plano (perpendicular a la cámara) perfectamente enfocado y de grosor infinitesimal. En el caso de un retrato suelen ser los ojos de la persona o si es un paisaje algún elemento cercano que queramos destacar por encima del resto. No obstante, jugando con parámetros como la apertura o la distancia focal vamos a hacer que la distancia a la que las cosas aparecen nítidas por delante o por detrás del plano de enfoque (lo que se conoce como profundidad de campo o, abreviadamente, PDC) sea mayor o menor en función de lo que queramos expresar con nuestra imagen.

En el caso del retrato esta PDC va a ser muy pequeña porque lo que queremos en esta disciplina fotográfica es aislar al sujeto principal del fondo de la fotografía; y eso lo logramos haciendo que prácticamente todo lo que no esté en el plano de sus ojos quede difuminado. Puesto que para hacer esto necesitaremos focales largas y/o aperturas grandes, ya tenéis el tipo de objetivo que nos va a venir mejor para este tipo de fotografías: un teleobjetivo luminoso.

Estela

Por su parte, si estamos ante un paisaje, lo que nos va a interesar es que aparezcan nítidos la mayoría de los elementos que lo componen; por lo que aunque hayamos situado el plano de enfoque en un elemento más o menos cercano, empleando una apertura pequeña y/o una distancia focal corta cumpliremos con nuestros propósitos de que se represente con nitidez todo lo que aparece en el encuadre; algo para lo que un angular nos vendrá muy bien. Por cierto, os recuerdo que para esto viene muy bien saber lo que es la distancia hiperfocal.

Un rincón para contemplar las nubes

La escala de distancias

Como os decía al principio de este artículo, la escala de distancias es algo que incorporaban prácticamente todos los objetivos hace unos años y que en los últimos tiempos ha desaparecido casi por completo. Por eso, no es raro ver que hay gente que pregunta por el funcionamiento de este elemento y de ahí la inspiración para escribir este artículo.

No está de más recordar que un objetivo tiene mayor profundidad de campo cuanto menor es su distancia focal (vuelvo al ejemplo del paisaje y el angular). Por tanto, a mayor distancia focal más estrecha va a ser la franja en la que aparecen nítidos los elementos y eso es algo que vamos a ver reflejado en las escalas de distancias según la focal empleada como luego comentaré.

Por cierto, aprovecho también para comentar que la PDC no es simétrica con respecto al plano de enfoque, sino que se distribuye de forma que la zona nítida estará repartida un tercio por delante del plano de enfoque y dos tercios por detrás del mismo. Y aunque creo que nadie se liará con esto, me gustaría aclarar que cuando digo «por delante del plano de enfoque» me refiero a un área situada entre dicho plano y la cámara; mientras que «por detrás del plano de enfoque» se refiere a lo que queda más lejos del plano de enfoque desde la posición en la que está situada la cámara (y por lo tanto nosotros).

Marexar 28mm f/2.8 (para hacer macro mediante inversión)

En la imagen anterior podemos ver que el anillo de distancias se compone de dos elementos: por una parte tenemos un elemento solidario con el cuerpo del objetivo que consiste en una línea central que marca la distancia de enfoque con una serie de líneas a uno y otro lado asociadas a diferentes aperturas. Por otra parte existe una escala de distancias expresada tanto en pies como en metros de forma no lineal que gira junto al anillo de enfoque (que es la zona rugosa que podéis apreciar claramente). Estos dos elementos en conjunto (de nada sirve el uno sin el otro) son los encargados de decirnos antes del disparo qué es lo que aparecerá nítido en nuestra imagen y lo que quedará fuera de foco.

Cuatro casos prácticos

Una vez aclarado sobre el papel para qué es y para qué sirve la escala de distancias me gustaría hacer una pequeña demostración práctica de lo anteriormente expuesto a través de cuatro ejemplos muy sencillos. En ellos os mostraré cómo leer los datos que nos da la escala en diferentes situaciones, así que vamos a ello:

a) 28mm enfocado a 1,5 metros

Marexar 28mm f/2.8 (enfoque a 1,5 m)

En la imagen que tenéis sobre estas líneas podéis ver claramente la escala de distancias del 28mm que compré el otro día. Como podéis ver, enfocando a algo que esté a metro y medio de distancia y disparando a f/22 (la apertura que ofrece más profundidad de campo en esta óptica) tendremos nitidez entre todo lo que esté colocado a 70 cm de nosotros y el infinito (e incluso más allá).

Del mismo modo, si disparamos a f/11 obtendremos nitidez entre aproximadamente un metro y algo más de tres; y disparando a una apertura de f/4 la profundidad de campo se situará muy pocos centímetros por delante y por detrás del plano de enfoque. Por cierto, ya veis que las marcas que corresponderían a f/2.8 (el diafragma más amplio disponible) ni siquiera aparecen, porque esta apertura daría lugar a una PDC tan estrecha que prácticamente estarían sobre la línea verde que marca la distancia al plano de enfoque.

b) 50mm enfocado a 1,5 metros

Nikon AF 50mm f/1.8D (enfoque a 1,5 m)

En el caso del 50mm f/1.8 que tenéis sobre estas líneas y que también he enfocado a metro y medio, podéis apreciar que sólo tenemos marcas de PDC para f/22 y f/11; siendo la «zona de nitidez» bastante más estrecha que en el objetivo anterior. Esto es debido a la mayor distancia focal del objetivo, ya que cuanto más larga es una óptica más estrecha es la PDC resultante a igual apertura.

En este caso, a f/22 y enfocando el objetivo a metro y medio, la zona nítida va a ir desde poco más de un metro hasta los dos y medio aproximadamente; mientras que a f/11 se va a reducir a una estrecha franja de unos pocos centímetros en las inmediaciones del plano de enfoque dejando claro por qué una óptica larga da una PDC muy estrecha (especialmente si lo combinamos con una gran apertura).

c) 28mm enfocado a 0,3 metros

Marexar 28mm f/2.8 (enfoque a 0,3 m)

Como podéis ver, si enfocamos del 28mm a una distancia corta (30 cm) el rango de elementos que estarán en foco se reduce considerablemente, ya que a f/16 la PDC abarca apenas unos pocos centímetros en torno al plano de enfoque. En el caso de disparar a f/4 la PDC sería del orden de un centímetro según se aprecia en la fotografía anterior.

d) 50mm enfocado a 0,5 metros

Nikon AF 50mm f/1.8D (enfoque a 0,5 m)

Disparando a f/11 con el 50mm enfocado a medio metro vamos a tener una PDC de apenas un par de centímetros como muestra la imagen que tenéis sobre este párrafo. Del mismo modo, a f/22 la PDC resultante sería de unos 5 cm por delante del plano de enfoque y aproximadamente 10 cm por detrás del mismo. Os podéis imaginar que la PDC resultante disparando a la máxima apertura disponible (f/1.8) sería tan sumamente estrecha que habría que afinar mucho el enfoque para conseguir que el motivo principal de nuestra imagen no aparezca borroso.

Empleando la escala de distancias en la teoría de la hiperfocal

Una consecuencia muy evidente de todo lo anterior es que si nuestro objetivo cuenta con escala de distancias podemos emplear la técnica de la distancia hiperfocal fácilmente de dos modos diferentes:

Paisaje costero

1. Si tenéis un elemento sobre el que queráis enfocar la cámara, una vez realizado este paso podéis mirar la escala de distancias y seleccionar la apertura que queda sobre la marca de infinito. En el ejemplo ‘a’ vemos que dicha apertura sería f/16.

2. Si queréis hacer la fotografía a una apertura determinada, podéis hallar la distancia hiperfocal de dicha apertura girando el anillo de enfoque de tal modo que coincida con la marca de infinito. En esas condiciones tendréis nitidez en todos los elementos situados entre la mitad de la distancia de enfoque marcada por el objetivo y el infinito (esto no es más que un modo diferente de ver el punto anterior).

M-30

Conclusiones

Con el fin de ahorrar costes, la escala de distancias se ha convertido en un elemento cada vez más raro en los objetivos fabricados actualmente. Cierto es que gracias a la fotografía digital podemos comprobar al instante si ese elemento que aparece unos metros por detrás del motivo principal de nuestra imagen está lo suficientemente nítido y en caso negativo repetir la fotografía; pero siempre es útil saber para qué sirven esos números y esas líneas que aparecen en el cuerpo de algunas ópticas que cuentan con algunos años ya en sus cristales y engranajes.

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Cómo interpretar las curvas MTF de los objetivos

Buscando información sobre un objetivo concreto puede que os hayáis encontrado alguna vez con una gráfica un poco enrevesada que se supone debería ayudar a valorar de un simple vistazo las características ópticas del modelo en cuestión pero cuya interpretación a veces acaba por convertirse en un auténtico galimatías; y es que hoy vamos a hablar de las curvas MTF.

Review Nikon 16-85 VR

Pérdidas de calidad

En un mundo ideal, los objetivos se limitarían a proyectar lo que «ven» sobre el sensor de la cámara sin ningún tipo de distorsión óptica ni aberración cromática. Sin embargo, esto no es posible y todo objetivo introduce en mayor o menor medida una cierta pérdida de calidad que también afectará al contraste y a la resolución.

De hecho, os habréis dado cuenta de que a veces las esquinas de las imágenes aparecen algo más difuminadas que la zona central; y precisamente esa pérdida de definición y contraste es lo que refleja una gráfica de este tipo. Pues bien, el problema es que en muchas ocasiones estas curvas MTF (de Modulation Transfer Function) lejos de ayudar al común de los mortales le confunden todavía más; ya que al aparecer varias líneas de diferentes colores la cosa no parece estar muy clara que digamos. Sin embargo, enseguida vamos a ver que el tema es más sencillo de lo que parece.

Trabajando sobre un ejemplo real

Vamos a usar para explicar todo esto la curva MTF del recién aparecido Nikon AF-S 85mm f/1.4 G (tele corto de gran apertura diseñado sobre todo para retratos) cuyo imponente aspecto tenéis a continuación:

Las curvas MTF son empleadas por todos los fabricantes de ópticas y son muy similares (por no decir iguales) en todos los casos; pero este artículo lo voy a centrar en las publicadas por Nikon debido a que es la marca de mi equipo fotográfico y por tanto es la que mejor conozco.

La apertura empleada

Las curvas MTF se suelen dar para la máxima apertura del objetivo, que es donde peores resultados vamos a obtener (siempre os digo que cerrando un poco el diafragma podéis obtener mayor nitidez en vuestras fotografías). También hay fabricantes que dan diferentes gráficas hechas a varias aperturas; pero como siempre sucede que los peores resultados en cuanto a nitidez y pérdida de contraste se obtienen a plena apertura, lo más útil es ponernos en el caso más desfavorable y ser conscientes de que a medida que vayamos cerrando el diafragma la cosa irá mejorando.

AF-D Nikkor 50mm 1:1.8 (III)
Los ejes de la gráfica

En una gráfica MTF hay dos ejes: el vertical indica el contraste de la imagen, siendo máximo en su parte superior y mínimo en la inferior; mientras que el horizontal indica la distancia al centro de la fotografía en milímetros.

Como os decía, el eje vertical indica el contraste de la imagen, siendo del 100% en su parte superior y del 0% en la inferior. Por lo tanto, en términos generales, cuanto más alta vaya la línea de la gráfica mejores características tendrá sobre el papel la óptica analizada. Habitualmente se considera como excelente un valor por encima del 80% y como bueno si está por encima del 60%. Por debajo de este último valor la pérdida de nitidez va a empezar a ser apreciable a simple vista.

En cuanto a la distancia al centro de la imagen (representada en el eje horizontal) la cosa es bastante simple. El extremo izquierdo de la gráfica representa el centro exacto de la imagen, mientras que el derecho será una de las esquinas de la misma, que es donde va a haber una caída más brusca del contraste en la mayor parte de las ópticas.

Las diferentes líneas

En lo que a las líneas se refiere, como podéis ver en el ejemplo que estamos empleando las hay de dos tipos y colores: continuas y punteadas tanto en rojo como en azul.

La nomenclatura de la parte inferior (S10, M10, S30 y M30) no es muy clarificadora; y aunque tiene su sentido, lo que voy a hacer es explicaros cómo interpretar la gráfica de un modo bastante simple:

Las líneas de color rojo indican un muestreo a 10 líneas por milímetro (lpmm); lo que representa un detalle medio que es el predominante en una fotografía y el que mejor capta nuestro ojo de un simple vistazo. Por su parte, las líneas azules indican un muestreo a 30 lpmm que pone a prueba la capacidad de resolución de la imagen, ya que en este caso se trata de un detalle muy fino.

Lechuza

Por tanto las líneas rojas nos dan idea del contraste general que es capaz de lograr la óptica; mientras que las líneas azules nos dan idea de la capacidad de resolución del objetivo. Parámetro este último muy importante si nos compramos una cámara equipada con un sensor de una densidad de pixels tremenda; ya que si el objetivo no es capaz de ofrecer la resolución que el sensor necesita nos vamos a encontrar con patrones extraños de ruido (Moiré) y otros defectos ópticos que no son objeto de esta entrada.

¿Por qué hay una línea rayada y otra continua de cada color?

El hecho de que haya dos líneas de cada color indica que en una de ellas el sampleo se ha hecho a 45º con respecto a la horizontal y en la otra a 135º. Esto nos va a venir muy bien para intuir el bokeh que es capaz de ofrecer la óptica; ya que idealmente las dos líneas de cada color deberían de ser coincidentes y en ese hipotético caso el bokeh sería perfecto (suave, progresivo, sin bordes marcados…). Por el contrario, si las líneas de cada color llevan trayectorias muy diferentes nos vamos a encontrar un bokeh «nervioso» o deformado, no resultando demasiado agradable a la vista.

Luces de selenio

Extrapolando la información a los cuatro cuadrantes

Por tanto, lo que la gráfica está representando es la resolución de uno de los cuatro cuadrantes de la imagen; pero al existir simetría tanto vertical como horizontalmente podemos aplicar estos datos a todo el encuadre, ya que la información de los otros tres cuadrantes es exactamente la misma sólo que reflejada como muestra la siguiente gráfica que he confeccionado:

Lo que tenéis sobre este párrafo es una especie de representación de la definición del objetivo aplicada a toda la imagen. Como veis, serían las esquinas de la fotografía las zonas de la imagen más afectadas por la pérdida de nitidez y contraste; siendo el muestreo a 10 lpmm más o menos estable en todo el encuadre pero notándose cierta pérdida de calidad cuando hacemos el análisis a 30 lpmm debido a la mayor exigencia de resolución. Obviamente esta gráfica que os presento no es nada científico; pero es para dejaros claro que la información que nos dan es extrapolable a los cuatro cuadrantes de la imagen.

Por cierto, a estas alturas del artículo ya os habréis dado cuenta de por qué una óptica diseñada para formato 35mm (FX en Nikon) rinde también en cámaras equipadas con sensores APS-C, ¿verdad? Al fin y al cabo, lo que estamos haciendo en tal caso es emplear solamente la zona central del objetivo, que es donde mejor rendimiento ofrece.

Ferias y Fiestas Alcalá 2010

Otros ejemplos de curvas MTF

Después de todo lo visto, os habrá quedado claro que la situación ideal sería aquella en la que las líneas de las gráficas fueran completamente planas y todas ellas estuvieran en la parte superior de la gráfica porque esto implicaría que no hay pérdidas de contraste ni definición en todo el encuadre. Y aunque esto es algo imposible de diseñar porque todo sistema óptico implica una cierta pérdida de calidad por leve que sea, hay algunos objetivos cuyas gráficas resultan tan espectaculares como su precio.

Fijaos por ejemplo en las curvas MTF de un Nikon AF-S 600mm f/4 G VR (8600 euros) e imaginad la nitidez y la calidad que es capaz de ofrecer.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que los objetivos de gran apertura suelen viñetear bastante cuando abrimos su diafragma al máximo y debido a ello sus curvas MTF pueden parecer un tanto «pobres». Sin ir más lejos, el conocido Nikkor AF-S 50mm f/1.4 G (370 euros) tiene una curva que no es ni mucho menos para tirar cohetes; pero es ahí cuando debemos de ser conscientes de que es un objetivo que rinde muy bien cerrando el diafragma un par de pasos y sólo debemos emplearlo a plena apertura bajo ciertas circunstancias.

Por contra, el Nikon AF-S DX 35mm f/1.8 G (200 euros) mantiene más o menos bien el tipo disparando a plena apertura como podéis apreciar en su gráfica y de ahí que las fotos realizadas con él siempre tengan un toque que a mí particularmente me gusta mucho; especialmente disparando a f/2.8; apertura a la cual el desenfoque siegue siendo acusado y las líneas de la gráfica seguramente aparezcan bastante más planas que a f/1.8.

Supongo que os habréis dado cuenta de que en todos los casos la gráfica MTF viene dada para sensores de 35mm (fijaos que el eje horizontal llega hasta los 22mm; que es más o menos la mitad de la diagonal de unos de esos sensores), de modo que aunque el objetivo esté diseñado para cámaras con sensor APS-C igualmente se expresa el rendimiento en todos los objetivos de la misma manera.

Quiere esto decir que en realidad la gráfica para esta última óptica debería de llegar sólo hasta los 15mm de longitud, ya que aproximadamente esa es la distancia que hay en un sensor APS-C entre el centro del mismo y una de las esquinas. Por tanto, la gráfica «útil» del Nikon AF-S DX 35mm f/1.8 G una vez recortada apropiadamente quedaría del siguiente modo:

Como podéis apreciar, la ganancia de rendimiento de un objetivo diseñado para formato completo al ser empleado en una cámara APS-C es más que evidente; ya que la caída más brusca de rendimiento suele tener lugar en esa zona exterior que diferencia ambos tipos de sensores. De hecho, si miráis la gráfica del 85mm del que hablábamos al principio del artículo y hacéis un corte imaginario por los 15mm os daréis cuenta de que las líneas de la gráfica quedan casi completamente planas.

Nada más que datos técnicos

De cualquier modo, todo esto está muy bien sobre el papel y nos puede ayudar a decidirnos por una u otra óptica antes de ir a la tienda. Sin embargo, la nitidez depende de muchos otros factores; y de nada servirá el más caro de los objetivos si por sistema disparamos a f/22 o tenemos un pulso tembloroso que arruina cualquier foto que no haya sido disparada a pleno sol. Los datos técnicos son muy útiles y a mí, como ingeniero, me llaman mucho la atención; pero en el mundillo de la fotografía lo más importante es sacarle partido a lo que tenemos y centrarnos tan sólo en sentir lo que nos rodea.

El lienzo de arena

Más información

Modulation Transfer Function (Ken Rockwell)

Understanding MTF (Luminous landscape)

Listado de objetivos Nikon para consulta de características (foro Nikonistas)

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Distorsiones ópticas en fotografía

Después de aquella entrada en la que os hablaba de las aberraciones cromáticas tenía pendiente escribir un artículo sobre otro de los defectos ópticos más habituales en nuestras imágenes: las distorsiones tanto de barril (barrel distortion en inglés) como de cojín, llamada pincushion distortion en el idioma de Shakespeare.

Ida y vuelta

¿Qué es la distorsión?

La distorsión en fotografía son aquellas deformaciones ópticas de la imagen causadas por el objetivo empleado (o la óptica de la cámara en caso de ser una compacta o una bridge) y que diferencian la imagen capturada de lo que realmente había delante de la cámara en el momento de disparar. Por lo tanto, la distorsión es algo a evitar pero que cualquier sistema de tratamiento de señales va a introducir en mayor o menor medida durante el proceso. En el caso de la fotografía, estas distorsiones serán más evidentes cuanto más nos acerquemos a los bordes de la imagen quedando el centro de la misma, por lo general, libre de estos defectos ópticos.

En un mundo ideal no hay distorsiones; y por lo general ese paradigma se da tanto en los objetivos fijos de 50mm como en aquellas ópticas de gama profesional diseñadas para dar la más alta calidad de imagen posible. Ya sea por la simpleza y la simetría de las lentes que conforman un 50mm como por la complejidad óptica de, por ejemplo, un 70-200 f/2.8, en esos objetivos no vamos a encontrarnos con distorsiones apreciables a simple vista en las imágenes resultantes.

Verde

En caso de emplear una óptica diseñada para formato completo en una cámara réflex equipada con un sensor de tipo APS-C, al emplear solamente la parte central de la misma estaremos prácticamente exentos de cualquier defecto óptico, ya que como os decía antes, la zona más «conflictiva» de los objetivos es la parte exterior de los mismos.

En cualquier caso, hay objetivos que buscan expresamente esas distorsiones geométricas tal y como sucede con los ojos de pez, que emplean una exageradísima distorsión de barril para poder encajar en la imagen un campo de visión de 180 grados.

Luis en multiángulo

Las ópticas más conflictivas en cuanto a esto de las distorsiones van a ser, por tanto, los zooms de gama baja diseñados para formato APS-C y aquellos objetivos en los que el rango focal sea muy elevado (un ejemplo clásico es el habitual «18-200 VR» de Nikon que mucha gente monta el primer día en su cámara para no tener que cambiarlo nunca). Lo habitual en estos modelos es que tengamos un punto intermedio en su recorrido donde no exista ninguno de los dos tipos de distorsión pero en los extremos nos encontremos con ciertas deformaciones de la imagen que se harán más patentes cuanto más nos acerquemos a las esquinas de la misma.

Distorsión de barril (barrel distortion)

La distorsión de barril es la más común y suele darse por lo general en distancias focales cortas. Como su propio nombre indica, se trata del abombamiento de la imagen de tal modo que las líneas situadas en los extremos del encuadre aparentarán salir hacia el exterior. Puesto que este defecto óptico se suele dar sobre todo en objetivos angulares; al ser estos empleados habitualmente para paisajes, en cuanto llevemos a los extremos del encuadre un edificio de varias plantas o el mismo horizonte se apreciará claramente la distorsión. También se suele dar habitualmente en la posición de gran angular de las cámaras compactas así como en los modos macro de las mismas.

A modo de ejemplo, podéis fijaros en el abombamiento del horizonte de la fotografía que tenéis a continuación y que fue tomada hace ya unos cuantos años con mi Konica Minolta dimage Z2.

Vista desde la planta de coronación

Distorsión de cojín (pincushion distortion)

La distorsión de cojín suele pasar más desapercibida porque se da, por lo general, en los teleobjetivos y consiste en que los extremos de la imagen parecen curvarse hacia dentro. Como os decía, se suele dar más frecuentemente en distancias focales largas; pero al usar de forma habitual este tipo de ópticas para aislar detalles del fondo enfocando nuestra atención en la zona central del encuadre, el efecto de la distorsión muchas veces pasará completamente desapercibido.

De hecho, he tenido que buscar durante un rato en mi archivo fotográfico hasta dar con una imagen en la que se apreciara este efecto con cierta claridad; y lo he encontrado en la siguiente fotografía tomada hace poco más de un año con mi Werlisa Club 35 y en la que podéis apreciar claramente la distorsión de cojín en las líneas que trazan los ladrillos de la pared.

Octubre09_8

Distorsión de bigote (moustache distortion)

Aunque en ocasiones veréis este tipo de distorsión tratarse por separado, en realidad es una combinación de las dos anteriores y su efecto consiste en que a lo largo de las líneas paralelas a los extremos del encuadre se dará distorsión de barril en la zona central y de cojín en las exteriores; dando lugar a una forma que recuerda a un bigote.

Este tipo de distorsión suele aparecer en algunos angulares extremos cuando se llevan a su focal más baja (entre 10 y 12 mm) debido a la complejidad de mantener la linealidad de la imagen empleando ángulos de visión en torno a los 108º.

Las ventajas de la fotografía digital

Columnas

En la época de las cámaras analógicas era muy complicado eliminar estas deformaciones ópticas durante el proceso de revelado (aunque no me atrevo a decir que era imposible porque puede que hubiera algún método) pero hoy en día es bastante sencillo corregirlo en formato digital. De hecho, una vez repasados los principales defectos ópticos que suelen aparecer en nuestras imágenes (básicamente el viñeteo, las aberraciones cromáticas y las distorsiones vistas hoy) me gustaría abordar en una futura entrada la corrección de dichos defectos mediante el programa Adobe Lightroom 3, pues incluye una función específica este fin.

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Jugando con los desenfoques

Del mismo modo que hace unos días hablábamos de tres elementos que me sirven de inspiración para hacer fotografías, hoy me gustaría hablaros de un recurso por el que tengo cierta predilección: los desenfoques.

De viaje

Desenfoques con compactas: misión (casi) imposible

La incapacidad de realizar desenfoques acusados con cámaras compactas (a no ser que empleemos el modo macro de las mismas y disparemos a escasos centímetros del sujeto en cuestión) debido al minúsculo tamaño de sus sensores siempre fue algo frustrante para mí. Cuando veía imágenes captadas con cámaras réflex en las que el sujeto principal aparecía completamente aislado del fondo deseaba poder hacer algo similar, pero era consciente de que aquel equipo fotográfico tan limitado no iba a ser capaz de lograr resultados ni remotamente parecidos.

Ese fue precisamente uno de los motivos por los que me pasé a réflex hace ya algo más de dos años. Y aunque en las primeras fotos hechas con el venerable 18-55 que venía «de serie» con mi Nikon D40 ya se notaba un gran cambio con respecto a mis cámaras anteriores, pronto me hice con ópticas que me permitían conseguir mis ansiados desenfoques; siendo la primera de ellas el siempre resultón Nikkor AF 50mm f/1.8D y el más claro ejemplo de ello el recién llegado Nikkor AF 80-200 f/2.8 ED, que gracias a su generosa apertura y a su distancia focal permite una libertad creativa bastante grande debido al control que estos dos parámetros nos dan sobre la profundidad de campo.

Miradas (II)

La importancia de la profundidad de campo

No está de más recordar que a la hora de realizar alguna fotografía empleando este recurso tenemos que pensar en tres dimensiones, porque si disparamos por sistema a la máxima apertura y distancia focal del objetivo es posible que incluso partes del motivo retratado aparezcan desenfocadas por la minúscula profundidad de campo resultante; de modo que tendremos que jugar con la apertura empleada y la distancia al sujeto para asegurarnos de que lo que estamos desenfocando es únicamente lo que nosotros queremos (algo para lo que es muy útil el botón de previsualización de la profundidad de campo).

Del mismo modo, hemos de ser conscientes de que, por lo general, obtendremos mayor nitidez si evitamos la máxima apertura del objetivo empleado cerrando ligeramente el diafragma. A modo de ejemplo, en mi querido 50mm f/1.8 siempre trato de disparar a aperturas no superiores a f/2.8 porque en este modelo a plena apertura se nota cierta pérdida de nitidez que cerrando un paso de diafragma queda mitigada casi totalmente. Si no queda más remedio ya sea porque buscamos una PDC muy reducida o porque la luz disponible es muy escasa dispararemos a f/1.8; pero yo al menos lo evito siempre que puedo. Sin embargo, con el AF-S Nikon 35mm f/1.8 DX sí que puedo disparar a máxima apertura sin preocupaciones porque sé que la pérdida de calidad de la imagen con respecto a aperturas más pequeñas es prácticamente imperceptible.

Red & blue

Los tres factores clave

Para lograr desenfoques pronunciados tenéis que tener en cuenta tres cosas: un sujeto que esté más o menos cerca de nosotros (os recuerdo la importancia de llenar el encuadre), una distancia focal elevada y una apertura amplia. Jugando con estos tres parámetros vamos a poder variar la nitidez de los fondos de tal modo que podamos destacar un elemento sobre el resto o bien hacer todo lo contrario y, aplicando la teoría de la hiperfocal, dar nitidez a todos los planos de la imagen.

La elección de cómo queréis plasmar el mundo en una fotografía ha de ser siempre cosa vuestra; y precisamente por eso es por lo que afirmo que comprarse una réflex y usarla en modo totalmente automático es una lástima.

Quilmes

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Diferencias entre tubos de extensión y duplicadores

Leyendo algunos foros de fotografía me doy cuenta de que hay bastante gente que confunde dos accesorios que poco tienen que ver entre ellos: los tubos de extensión y los duplicadores.

Éste equívoco que os comento se debe a que ambos elementos tienen una forma externa muy similar y se utilizan del mismo modo: colocándolos entre la bayoneta de la cámara y nuestro objetivo; aunque enseguida vamos a ver que la finalidad de ambos no tiene nada que ver.

Tubos de extensión

Aunque ya hablé extensamente de mis tubos de extensión en una entrada sobre fotografía macro económica, no está de más recordar que se trata de un elemento metálico hueco regulable en longitud al estar dividido en varios tramos que se pueden encajar entre si y que se utiliza para reducir la distancia mínima de enfoque de un objetivo mediante la separación física de la óptica con respecto al plano del sensor, logrando así ratios de ampliación mayores.

De todos modos, la gran desventaja de utilizar tubos de extensión es que vamos a perder la posibilidad de enfocar a infinito, de modo que el empleo de este elemento sólo tiene sentido para fotografías de tipo macro porque la cámara se va a volver «miope» mientras los estemos empleando. Además, al intercalar los tubos entre la cámara y el objetivo vamos a perder algo de calidad de imagen así como cierta luminosidad en función de la longitud empleada y con los tubos más básicos también perderemos todos los automatismos de la cámara.

Duplicadores

Los duplicadores (hay gente que también los llama multiplicadores) son elementos ópticos que se colocan entre el cuerpo de la cámara y el objetivo aumentando la distancia focal del mismo al multiplicarla por un factor determinado pero sin reducir la distancia mínima de enfoque. En concreto, lo más habitual es que los duplicadores se fabriquen en 1.4x, 1.7x y 2x y, como os digo, se trata de un elemento con lentes en su interior cuyo inconveniente principal es la pérdida de nitidez y luminosidad con la que lastra al objetivo al que se acopla; pero con la ventaja de que siempre vamos a poder seguir enfocando a infinito.

Los duplicadores se emplean con grandes teleobjetivos muy luminosos (200 f/2, 70-200 f/2.8, 300 f/2.8…) porque en objetivos de prestaciones inferiores la pérdida de calidad va a ser muy notable y, en muchos casos, ni siquiera encajará físicamente en la montura de la óptica si esta no tiene la lente trasera bastante «hundida» en el cuerpo. Por tanto, si empleamos un duplicador de 2x en un 200 f/2.8 vamos a aumentar su distancia focal al doble (se convierte en un 400 mm) pero también vamos a perder dos pasos completos de apertura máxima, por lo que se quedará en un discreto f/5.6, que puede ir muy justito para fotografiar escenas con iluminación escasa. Del mismo modo, con determinados modelos podemos perder el autofocus o el sistema VR.

Resumiendo

Por lo tanto, para fotografiar la luna llena tratando de llenar el encuadre de nada os van a servir unos tubos de extensión porque sencillamente no podremos enfocar al infinito con ellos; siendo en ese caso necesario un objetivo con una distancia focal muy larga o, en su defecto, emplear un duplicador si nuestro teleobjetivo lo admite.

Luna llena de Agosto

Del mismo modo, los tubos de extensión os serán de utilidad si queréis hacer una fotografía a algo a escasos milímetros de distancia y no disponéis de un objetivo macro tal y como vimos en la entrada que os referencié anteriormente y que está ilustrada con algunos ejemplos gráficos. Puede que un duplicador nos permita acercarnos algo más al motivo a retratar debido al aumento de la distancia focal, pero se trata de elementos que cuestan varios cientos de euros y el resultado no será tan espectacular como con unos sencillos tubos de extensión.

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Jugando con la profundidad de campo

Aunque el tema de la profundidad de campo ya lo vimos muy por encima tanto en aquella primera entrada que hablaba sobre los cuatro principios básicos de la fotografía digital como en la que trataba de explicar qué es la distancia hiperfocal, hoy me gustaría explicaros con unas imágenes muy descriptivas la influencia de la apertura en este importante parámetro.

Detalles complutenses (I)

¿Qué es la profundidad de campo?

La profundidad de campo (PDC para los amigos) es la distancia por delante y por detrás del plano enfocado dentro de la cual los elementos se muestran nítidamente en la fotografía resultante.

Esta PDC está influenciada por cuatro factores: la distancia focal del objetivo, el tamaño del sensor de la cámara, la distancia a la que se encuentra el motivo a retratar y la apertura empleada a la hora de captar la imagen; y aunque en esta entrada me quiero centrar en la influencia de la apertura sobre la PDC, me gustaría también tocar ligeramente los tres primeros factores.

Sed

1. Distancia focal

Cuanto mayor es la distancia focal del objetivo más estrecha va a ser la PDC, y es por eso que para retratos e imágenes en las que se busca desenfocar de forma prominente los fondos se tiende a emplear teleobjetivos y, en general, ópticas largas.

Más información en: Tipos de ópticas en fotografía

2. Tamaño del sensor

Cuanto más grande es el sensor más acusado es el desenfoque a una misma apertura y distancia focal, de modo que en términos generales un mismo objetivo va a desenfocar más el fondo a la hora de hacer un retrato si lo montamos en una cámara equipada con un sensor FF que en una que lleve uno de tipo APS-C.

Más información en: Los dos tamaños de sensor en las réflex Nikon

Parking en línea

3. Distancia al motivo

La profundidad de campo es menor cuanto más cerca estamos del motivo a retratar. Por eso en fotografía macro la PDC puede llegar a ser en ocasiones de menos de un milímetro, por lo que cualquier desajuste en el enfoque de la cámara dará al traste con la nitidez de la fotografía resultante.

4. Apertura empleada

Aunque cada persona entiende la fotografía de una manera, para mí la profundidad de campo es el concepto más importante a la hora de hacer una fotografía; y eso se nota en que la inmensa mayoría de mis imágenes han sido realizadas empleando el modo de disparo conocido como «prioridad a la apertura» (se elige una apertura de diafragma y la cámara calcula la velocidad necesaria para que la exposición sea correcta). Hay otras personas que se centran más en el movimiento mediante la variación de la velocidad de disparo; pero como suelo fotografiar elementos estáticos (con excepciones) tiendo a centrarme más en los desenfoques y la nitidez de los elementos de la escena.

Como os decía, lo que pretendo con esta entrada es que asociéis la mayor o menor apertura empleada a la hora de disparar una fotografía con el efecto que esto produce sobre la profundidad de campo: ya sabemos que las aperturas grandes típicas de objetivos muy luminosos producen grandes desenfoques, pero hasta ahora no me había puesto a hablar de este tema ejemplificándolo de forma visual, así que vamos a ponernos manos a la obra con una serie de imágenes muy ilustrativas:

Aperturas intermedias (f/6.3 – f/11)

Estas son las aperturas a las que suelo disparar la mayoría de mis imágenes porque representan un buen compromiso entre nitidez, PDC y tiempo de disparo. Todos los objetivos rinden más o menos bien a f/8 como os decía en la entrada que hablaba de la importancia de conocer las limitaciones de nuestro equipo fotográfico, de modo que si queréis aseguraros un buen resultado podéis disparar a estas aperturas intermedias.

50mm 1.8D (f/8)

Un objetivo de 50mm con una apertura seleccionada de f/8. Fijaos en el bonito «juego» que hacen las laminillas del diafragma para abrirse y cerrarse a voluntad.

f/8

Como podéis ver, a f/8 las hojas en primer plano aparecen completamente enfocadas porque entran dentro de la PDC resultante, pero en el fondo de la imagen apenas se distinguen las formas difusas de unos árboles en la parte derecha y la fachada de un edificio debido al fuerte desenfoque.

Aperturas pequeñas (f/16 – f/22)

Las aperturas más pequeñas dan como resultado una gran profundidad de campo, aunque el tiempo de exposición va a alargarse bastante debido a la menor cantidad de luz que entrará a través del objetivo. Del mismo modo os recuerdo que perderemos algo de nitidez por efecto de la difracción de la luz al atravesar un orificio de pequeño tamaño.

50mm 1.8D (f/22)

Notad cómo el orificio del diafragma resultante a f/22 es minúsculo, dejando pasar muy poca luz hasta el sensor y aumentando considerablemente el tiempo de exposición. De cualquier modo, precisamente por el efecto del paso de los rayos de luz por un diafragma tan cerrado es por lo que la profundidad de campo es tan alta.

f/22

A la mínima apertura disponible podemos apreciar perfectamente detalles del fondo como farolas, señales de tráfico e incluso un campanario o una grúa de color rojo que se encuentran muy alejados del motivo retratado en primer plano.

Aperturas grandes (f/1.8 – f/2.8)

Las aperturas grandes son un bien preciado en fotografía, ya que cualquier objetivo se puede cerrar hasta aperturas bastante pequeñas (f/22 o incluso superiores) no hay ninguna manera de abrir el diafragma más allá de la máxima apertura.

Es decir, que el típico objetivo 18-55 que viene con las cámaras más básicas podremos cerrarlo hasta, por ejemplo, f/22 sin ningún problema más que los asociados a la mencionada difracción; pero si queremos abrir el diafragma más allá de f/3.5 no nos va a ser posible porque esa es la apertura máxima de la óptica (y ese f/3.5 suele ser a 18mm; ya que a distancias superiores la apertura máxima será menor).

50mm 1.8D (f/1.8)

En la imagen podéis ver un 50mm f/1.8 abierto a su máxima apertura. Además, gracias a que a esta apertura las palas del diafragma se esconden completamente en la estructura del barril, el bokeh resultante va a ser más suave que en las aperturas intermedias.

f/1.8

Fijaos que en la apertura más grande disponible (f/1.8) el desenfoque del fondo es tan fuerte que lo único que se aprecian son manchas de colores. De hecho, ni tan siquiera todas las hojas están completamente enfocadas debido a que la PDC es tan estrecha no llega a abarcar los pocos centímetros que separan las más cercanas a la cámara de las que están detrás de ellas. De hecho, aunque los dos objetivos fijos que poseo (sin contar mi ojo de pez) tienen una apertura máxima de f/1.8 no suelo abrir el diafragma más allá de f/2.5 a no ser que sea absolutamente imprescindible.

Usando la PDC a nuestro antojo

Jugando con la PDC podemos dar a nuestras imágenes una personalidad propia y mostrar en ellas lo que más nos interese resaltando el motivo principal y desenfocando el resto. Si tenéis ocasión de probar un objetivo de apertura generosa os recomiendo que fotografiéis algo a un par de metros de distancia empleando las aperturas más grandes disponibles para comprobar el aspecto que adquiere la fotografía resultante porque estoy seguro de que os va a sorprender.

Por contra, a la hora de fotografiar paisajes, carreteras que se pierden a lo lejos o inmensos campos de trigo lo que os recomiendo es que empleéis aperturas cerradas para aumentar la profundidad de campo y que así todo aparezca enfocado en la imagen resultante.

Volando aviones en las cercanías del cerro del viso

Controlar pequeños detalles como estos son los que nos van a permitir expresarnos como nosotros queramos; y por esto mismo siempre digo que es una pena tener una cámara réflex y emplearla en modo automático. Sacudios la pereza y animaos a usar los modos semiautomáticos (o incluso el modo manual) y ya veréis cómo vuestras imágenes ganan muchos enteros al ser vosotros los que definís lo que queréis obtener en vez de dejar a la electrónica de la cámara la toma de estas decisiones.

Más información (en ingles)

Depth of field (Wikipedia)

Depth of Field (Toothwalker.org)

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¿Qué es la difracción?

Cuando el otro día hablábamos de cómo obtener la máxima nitidez posible en nuestras fotografías, os comenté que los objetivos tenían un rango focal en el que daban su rendimiento más óptimo y que si nos salíamos del mismo perderíamos algo de definición en la imagen obtenida.

Pues bien, resulta que aunque los objetivos profesionales (que son, por lo general, los más caros) están diseñados para dar una nitidez tremenda incluso empleando las aperturas más grandes, ningún modelo por muy de gama alta que sea se libra de un fenómeno físico inherente a la propia naturaleza ondulatoria de la luz y que hace que en las aperturas más cerradas perdamos bastante definición: la difracción.

Trasera Nikkor 50mm 1.8D (f/22)

Objetivo Nikon 50mm AF f/1.8 D con su diafragma cerrado a f/22

¿Qué es la difracción?

La difracción es un fenómeno que tiene lugar cuando las ondas que forman la luz atraviesan un orificio estrecho, ya que estas se deforman y a partir de ese punto no avanzarán en forma de haz; sino que «se abrirán» como los faros de un coche en mitad de la noche debido a que el orificio actúa como un nuevo emisor. Y claro, como ya os estaréis imaginando esto es lo que ocurre cuando empleamos las aperturas más pequeñas disponibles en un objetivo, puesto que estamos obligando a pasar a la luz por un agujero diminuto de un modo muy similar a lo mostrado por la siguiente imagen.

Difracción de una onda al pasar a través de un orificio de pequeño tamaño

Por tanto, la difracción hace que la luz ya no se concentre en un punto preciso, sino que se va a dispersar formando lo que se conoce como un disco de Airy; que no es más que la representación de esa deformación de la onda que veíamos en la figura anterior pero tal y como se proyectaría sobre el plano (el sensor de la cámara en este caso) perpendicular a su dirección de avance.

Disco de Airy

Siempre os digo que en fotografía todo es cuestión de equilibrio; así que si necesitamos capturar una imagen con una gran profundidad de campo para que todo aparezca enfocado, no todo es cerrar el diafragma a tope y disparar. Es verdad que cuanto más cerremos el diafragma más cosas aparecerán enfocadas en la fotografía, pero no es menos cierto que llegará un momento a partir del cual cerrar más el diafragma va a dar lugar a una pérdida general de nitidez por lo que os comentaba anteriormente.

Comparación visual: f/5.6 vs f/14

Fijaos en los siguientes dos recortes sin escalar de la zona central de una imagen que capté hace unos días con mi Nikon D40 y el objetivo Nikkor AF-S DX 35mm f/1.8 G. La primera está disparada a f/5.6 (apertura a la que, en teoría, esta óptica da la máxima nitidez) y en ella podréis ver que se aprecian todas las imperfecciones y los detalles del óxido presente en una valla de acero sobre la que daba el sol directamente:

Nikkor AF-S DX 35mm f/1.8 G @ f/5.6

Sin embargo, si hacemos esa misma fotografía a f/14 podréis comprobar que la pérdida de detalle es bastante notoria. Y que conste que todavía hice una fotografía más cerrando el diafragma a f/22 que ofrecía aun menos detalle, pero entre toma y toma el trípode se me desplazó un pelo y ya las fotografías no quedaron exactamente igual encuadradas, por lo que opté por usar la toma a f/14 para ilustrar la pérdida de nitidez porque el efecto de la nitidez ya era tan patente que se podía apreciar a simple vista.

Nikkor AF-S DX 35mm f/1.8 G @ f/14

La difracción en función del tamaño de sensor y su resolución

En función del tamaño del sensor de las cámaras y su resolución va a haber una determinada apertura a partir de la cual comenzaremos a notar el efecto de la difracción. Vamos a comprobar que cuanto más pequeño es el sensor y más alta la resolución la difracción aparecerá a aperturas cada vez mayores; pero en cualquier caso, estos valores no han de tomarse como una frontera infranqueable, sino como una apertura orientativa sobre la que nos podemos mover con tranquilidad si necesitamos profundidad de campo pero que no deberíamos superar ampliamente si pretendemos mantener el nivel de nitidez de la fotografía resultante.

Paisaje costero

Como vais a ver en la siguiente relación calculada gracias a una aplicación web disponible en Cambridge in Colour, tendremos más «margen de maniobra» en sensores de igual tamaño cuando su resolución es menor; y de ahí que las cámaras compactas con muchos megapixels presenten difracción practicamente en todas las aperturas (por ese mismo motivo no suelen cerrar el diafragma más allá de f/8).

Por cierto, tal vez esteis pensando que el tamaño de la apertura del diafragma es más pequeño cuanto más corta es la distancia focal del mismo; pero aunque esto es así (el diámetro de la apertura del diafragma viene dado por el cociente «distancia focal / número f» ) tened en cuenta que la distancia entre el diafragma y el sensor es mayor cuanto más larga es la distancia focal (pensad en lo largo que es un teleobjetivo de 300 mm y lo corto que es un gran angular, por ejemplo) y esa distancia provoca que el disco de Airy se proyecte sobre el sensor de una forma más difuminada de tal modo que una cosa se compensa con la otra y al final la difracción sólo es producto de la apertura empleada.

Bueno, vamos con los ejemplos que os decía antes y las respectivas aperturas a partir de las cuales comenzaría a aparecer la temida difracción:

  • Sensor Full Frame (36 x 24 mm) de 24 Mpixels: f/9.6
  • Sensor Full Frame  de 12 Mpixels: f/13.6
  • Sensor Nikon DX (24 x 16 mm) de 12 Mpixels: f/9
  • Sensor Nikon DX de 6 Mpixels: f/12.7
  • Sensor Canon APS-C (22 x 15 mm) de 18 Mpixels: f/7
  • Sensor Canon APS-C de 10 Mpixels: f/9.3
  • Sensor 4/3 (17 x 13 mm) de 12 Mpixels: f/7.2
  • Sensor de 1/1.8″ (7 x 5 mm; habitual en compactas) de 12 Mpixels: f/3

Como veis, el tener una cámara con un montón de megapixels no siempre es lo mejor, ya que superando una cierta relación superficie / resolución la difracción aparecerá cada vez a aperturas más amplias con la merma que ello supone de cara a la calidad de las imágenes (fijaos en el ejemplo de la compacta de 12 Mpixels). De hecho, los fotógrafos profesionales especializados en moda y naturaleza suelen emplear cámaras de medio formato cuyos sensores son mucho más grandes que el negativo «estándar» de 35mm y que están en otra dimensión en cuanto a calidad de imagen, resolución y precio.

De todos modos, volveremos a este interesante tema de resolución vs. calidad de imagen en un futuro artículo que estoy comenzando a preparar. Mientras tanto, haced muchas fotos y disfrutad de estos días de sol.

Más información (en inglés)

Wikipedia (Diffraction)

Wikipedia (Airy disk)

Ken Rockwell

Cambridge in colour

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Los problemas de pasarse a Full Frame

Hace tiempo estuvimos hablando de los dos tamaños de sensor en las cámaras réflex digitales (al menos en lo que a Nikon se refiere, aunque esta distinción también se da en Canon o en Sony por ejemplo). En general, los modelos tope de gama de estas marcas son los que van equipados con sensores de tamaño completo (también denominados Full Frame o directamente FF) que tienen las mismas dimensiones que un negativo fotográfico de 35mm, mientras que las inferiores llevan sensores de tipo APS-C que poseen unas medidas más reducidas como podéis apreciar en la siguiente imagen.

Sensores Full Frame y APS-C

Pues bien, ya sabemos que el mundo de la electrónica de consumo siempre va de arriba a abajo, y poco a poco los modelos de cámaras equipadas con sensores de tamaño completo se van extendiendo por las gamas de los fabricantes. En el caso de Nikon, ya no sólo las D3, D3s y D3x van equipadas con estos sensores, sino que la D700 también lo lleva, siendo bastante más barata (aunque lo mejor sería decir «menos cara») que sus hermanas mayores.

Algo más que una simple diferencia de precio

Como os digo, si vemos el catálogo completo de Nikon vamos a ver que la diferencia de precio entre una D300s (el tope de gama actual en sensor DX) y una D700 (que en esencia es una D300 con sensor FX) no es demasiado elevada; o al menos es lo suficientemente reducida como para hacernos dudar si no merecerá la pena dar directamente el salto a Full Frame. En concreto, la primera sale por unos 1300 euros y la segunda por aproximadamente 2000. Y aunque esos setecientos euros son una pasta se miren por donde se miren, hay muchos usuarios que aplican lo de «caballo grande ande o no ande» y acaban optando por la D700 sin saber muy bien qué es lo que buscan en una cámara.

Los sensores Full Frame tienen mayor rango dinámico, mejoran la relación señal / ruido a sensibilidades elevadas, tienen una definición muy buena, los angulares mantienen intacta su distancia focal… pero también llevan aparejadas una serie de desventajas en las que algunas personas no pensaron cuando se deshicieron de su cámara APS-C para pasarse al sensor FF.

Estamos de acuerdo en que la diferencia de precio entre una cámara APS-C tope de gama y una FF tal vez no sea demasiado elevada; pero el verdadero gasto vendrá a la hora de «calzar» dicha cámara con las ópticas adecuadas: en términos generales las ópticas para FF son mucho más caras que en APS-C, pesan y abultan mucho más y, lo que es peor, nos va a dar la sensación de que no nos acercan lo suficiente al motivo a fotografiar.

El factor de recorte

Técnicamente, al no haber factor de recorte, un objetivo de 200mm en una cámara Full Frame es un 200mm, no hay más. En APS-C ese 200mm cerraría su ángulo de visión para dar el equivalente a un 300mm en Nikon (1,5x) o 320mm en Canon (1,6x); algo que adoran los amantes de los animales salvajes y las competiciones deportivas. Sin embargo, en FF para «acercarnos» al sujeto como en nuestra anterior cámara APS-C tendremos que comprar un 300mm «de verdad» con las consecuencias que esto implica para el bolsillo y la espalda.

Vamos a ver esto empleando como ejemplo dos teleobjetivos fijos con características técnicas similares (AF-S, VR y f/2.8) montados sobre cámaras Nikon:

Teleobjetivo Nikkor 300 mm f/2.8 ED-IF AF-S VR

  • Dimensiones: 268 x 124 mm
  • Peso: 2850 gr
  • Precio aproximado: 5000 euros

Teleobjetivo Nikkor 400 mm f/2.8 G ED AF-S VR

  • Dimensiones: 368 x 159 mm
  • Peso: 4620 gr
  • Precio aproximado: 8000 euros

Como podéis ver, el teleobjetivo de 400mm pesa y cuesta prácticamente el doble que el de 300mm y además es 10 cm más largo. Y la cosa es que en términos de ángulo de visión, el 300mm montado sobre una cámara DX equivaldrá a un 450mm, por lo que ni siquiera con el 400mm montado en nuestra cámara FX podremos acercarnos tanto al motivo a fotografiar. Esto va a dar lugar al síndrome «no estoy lo bastante cerca» que ha afectado a numerosos usuarios que han dado el salto a Full Frame y se han encontrado con un 200mm se queda corto para fotografiar ese gorrión que saldrá volando si damos un paso más.

Además, hay otro «problema» añadido: la gente que pretende encontrar un objetivo todoterreno para FF como los 18-200 que hay en formato APS-C con los que se puede ir a pasar el día con la cámara a cuestas sin mayor problema lo llevan claro. Para conseguir esas distancias focales en FF apenas hay opciones; y de hecho casi lo único que hay en ese sentido es el Canon EF 28-300mm f/3.5-5.6L IS USM que cuesta 2500 euros, pesa 1,7 Kg y es un mostrenco que abulta como un 70-200 f/2.8. Vamos, ideal para ir de excursión a la montaña con la cámara colgada del cuello.

Los objetivos de focal variable para cámaras con sensor de 35mm rara vez alcanzan relaciones de zoom más allá de 3x o como mucho 4x. Ópticas como 14-24 (1,7x), 35-70 (2x), 24-85 (3,5x) ó 70-300 (4,3x) son lo habitual; mientras que en DX es muy común encontrar en el mercado zooms de rango focal 18-135 (7,5x), 18-200 (11,1x) e incluso un 18-270 (15x) fabricado por Tamron.

Conclusión

No hay duda de que una cámara Full Frame da una calidad de imagen impresionante, pero eso no quiere decir que las cámaras con sensor APS-C no tengan su público. De hecho, en el caso de que os gusten las fotografías de naturaleza así como retratar eventos en los que no nos queda más remedio que estar alejados del sujeto principal (partidos de tenis, mítines políticos, aviones despegando…) tenéis en el factor de recorte a un buen aliado, ya que para conseguir distancias focales semejantes en una cámara Full Frame vais a necesitar dos cosas: ser millonarios y estar bastante fuertes.

Evidentemente no seré yo el que os desaconseje la compra de una cámara FF «porque sí», ya que son una verdadera maravilla visual y allá cada uno lo que haga con su dinero; pero sí que os diré que meditéis muy bien si realmente le vais a poder sacar todo el partido posible. Tened en cuenta que en el mundillo de las cámaras réflex son las ópticas y no la cámara las que marcan el límite entre las fotografías que podréis o no podréis hacer; y en Full Frame el dinero que hay que pagar por elevar ese límite aumenta considerablemente.

Review: ojo de pez Falcon 8mm fisheye f/3.5

Sí; lo reconozco: hasta yo mismo estoy sorprendido por haber comprado un ojo de pez para mi cámara réflex. Hace ya un tiempo pasé ligeramente sobre este tipo de objetivos en aquella entrada que hablaba sobre las principales clases de ópticas que existen y también hablé del tema cuando fabriqué uno de ellos con ayuda de un adaptador de gran angular para cámaras compactas, pero hasta ahora no me había planteado hacerme con algún modelo porque su uso es bastante ocasional y cuesta un poco «pillarles el truco» para sacar buenas fotografías.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Sin embargo, el otro día me encontré con una tienda inglesa de eBay llamada Mike’s Camera Accesories en la que vendían un ojo de pez diagonal con montura para cámaras Nikon en formato DX por 299 dólares con gastos de envío por UPS incluidos (unos 203 euros al cambio) y tras buscar por Internet la poca información que hay sobre este modelo, me decidí a dar el paso y adquirirlo. Por cierto, aprovecho para comentaros que este modelo también está disponible en monturas Canon, Olympus, Pentax y Sony/Minolta.

Un poco de teoría sobre ojos de pez

La gran diferencia de un objetivo gran angular con respecto a un ojo de pez es que el primero tiene una fórmula óptica calculada para que la proyección de la imagen sobre el sensor de la cámara sea rectilínea; es decir, sin distorsiones (en teoría, claro) mientras que en el caso del ojo de pez va a existir una distorsión más que acusada a medida que nos acercamos a los extremos de la fotografía.

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Fotografía de samyang.pl

Esta falta de corrección en las distorsiones ópticas es lo que permite al ojo de pez alcanzar un ángulo de visión de 180º (en algunos casos incluso mayor, llegando a los 220º en un mastodóntico modelo de Nikon que podéis ver en la siguiente fotografía y que es capaz de encuadrar cosas que se encuentren incluso detrás de la propia cámara) mientras que un ultra-gran angular no suele llegar más allá de los 110º. De hecho, lo más bestia que ha hecho Nikon hasta el momento en ese sentido es un 13mm para cámaras réflex de 35mm cuyo ángulo de visión son 118º.

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Un ojo de pez recibe esta peculiar denominación porque originalmente se basaban en la difracción del agua. Si nos sumergimos en el mar y miramos hacia el cielo comprobaremos que nuestro campo de visión se amplía considerablemente, aunque percibiremos los extremos de dicho campo bastante deformados debido a la curvatura que se produce en los rayos de luz al atravesar el líquido elemento. Sin ir más lejos, los primeros ojos de pez no eran más que una lente llena de agua.

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Como curiosidad me gustaría comentaros que los objetivos de este tipo fueron desarrollados originalmente para aplicaciones científicas e industriales. Con ellos se podía capturar la bóveda celeste al completo así como fotografiar espacios interiores muy reducidos. Prueba de ello es que hoy en día los aficionados a la astrofotografía suelen emplear este tipo de ópticas para capturar los sorprendentes trazos que dejan en el cielo el movimiento de las estrellas durante la noche.

Fisheye star trails finish size

Dicho esto hay que aclarar que existen dos tipos de objetivos ojo de pez: los circulares y los diagonales. El circular tiene un campo de visión de 180º tanto en el eje vertical como en el horizontal, y lo que obtenemos con él es un círculo inscrito dentro del sensor de la cámara, por lo que las imágenes obtenidas serán como la siguiente.

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Los de tipo diagonal, también llamados de cuadro completo, alcanzan los 180º en la diagonal del sensor (de ahí su denominación), por lo que el círculo de imagen estará circunscrito en el sensor de la cámara, de tal modo que la imagen obtenida será similar a la que os muestro a continuación.

Fisheye lens

Las peculiaridades del Falcon 8mm fisheye f/3.5

El ojo de pez del que hoy estamos hablando es de tipo diagonal y válido únicamente para sensores de tipo APS-C (el famoso formato DX en Nikon), por lo que las fotografías que podemos hacer con él serán similares a la imagen de la vaca que tenéis aquí encima, si bien este modelo posee una característica que hasta ahora no se ha visto en ningún otro: su proyección es de tipo estereográfica, que consigue una menor deformación de los elementos de la imagen al ser más lineal que en los ojos de pez clásicos; cosa que trataré de explicar con ayuda de la siguiente gráfica que relaciona la fórmula de proyección con la longitud focal y el ángulo de visión resultante:

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Diagrama de lenstip.com

La línea roja pertenecería a un objetivo ultra-gran angular (rectilíneo), y en ella podéis ver que en el hipotético caso de conseguir fabricar uno de tan sólo 6mm tendríamos un campo de visión de 135º, sin llegar en ningún caso a los 180º de un ojo de pez.

La línea azul oscura pertenecería a la fórmula óptica de un Nikkor Fisheye 10.5mm f/2.8 (un ojo de pez «de toda la vida» para formato DX) que, como veis, alcanza los 180º en diagonal a dicha distancia focal. (Los 180º están representados por esa línea horizontal de color marrón que hay en la parte media de la gráfica).

Como podéis apreciar, el Falcon (que estaría representado por la línea de color azul claro) está a medio camino entre el ojo de pez clásico y el objetivo rectilíneo: pertenece al grupo de los primeros porque alcanza los 180º a una distancia focal aproximada de unos 8mm, pero no llega a distorsionar tanto la imagen como los segundos, siendo por tanto un punto intermedio muy interesante para fotografía. De hecho, es el primer ojo de pez que emplea la proyección estereográfica en su fórmula óptica.

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Diagrama de samyang.pl

Eso sí, el empleo de dicha proyección representa un pequeño inconveniente (en todos los aspectos de la vida lo que se gana por un lado se pierde por otro), y es que el tamaño y el peso del Falcon 8mm fisheye f/3.5 es considerablemente mayor que el de los ojos de pez de la competencia: su cuerpo es algo más largo y su elemento frontal tiene una forma tan curvada que sobresale de la superficie del mismo, siendo necesario emplear una aparatosa tapa  que se engancha en los laterales del parasol para protegerlo con la desventaja de que impide usar cualquier tipo de filtro.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Aprovecho para comentar que podéis encontrar este objetivo comercializado bajo diferentes denominaciones: Vivitar, Phoenix, Bowens, Polar, Falcon y Samyang. En todos los casos lo único que varía es la tipografía de las letras que hay en la superficie del cuerpo, porque internamente todos ellos son exactamente iguales debido a que están fabricados por una misma empresa Coreana que está tratando de hacerse un hueco en el mercado de las ópticas para cámaras réflex.

Reconozco que un ojo de pez no es el objetivo más práctico del mundo. Siempre lo he dicho y siempre lo diré, pero también tengo que admitir me llaman mucho la atención los grandes angulares y esto no deja de ser un caso muy extremo de este tipo de ópticas. En fotografía siempre trato de buscar nuevos puntos de vista y considero que con un objetivo como éste puedo captar algunas imágenes bastante curiosas.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Ahora bien, si en su momento os decía que disparando con un angular es recomendable tratar de sacar algún elemento en primer plano, con un ojo de pez esto se convierte en el pan nuestro de cada día. Para conseguir imágenes sorprendentes el secreto está en acercarse al objeto a retratar casi hasta tocarlo con el extremo. De ese modo exageraremos las proporciones del motivo para meter al espectador en un mundo extraño e irreal.

En cualquier caso, vamos a dejarnos de tanta teoría y vamos a poner nuestras manos sobre esta óptica tan peculiar a ver qué tal se comporta.

Desempaquetando el objetivo

Antes de tener el paquete en mis manos pensé en darle un poco más de bombo al proceso de desembalaje del objetivo, pero como de lo que tenía ganas era de montarlo en la cámara y empezar a hacer pruebas con él, al final no hice fotografías ni nada, de modo que me limitaré a deciros que el objetivo viene con la tapa que os decía antes de 75mm de diámetro para proteger el elemento frontal, una tapa para la bayoneta trasera, una sencilla hoja de instrucciones y una funda de tela para guardarlo a salvo de polvo y rayones muy similar a la que incluye el Nikkor AF-S 35mm f/1.8 G.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

El objetivo en la mano y en la cámara

El objetivo en la mano impresiona por el tamaño de su elemento frontal, recordando un poco en su aspecto al mítico Nikkor 14mm f/2.8 ED AF. salvando, obviamente, las distancias en cuanto a tamaño y peso, pues el objetivo de Nikon es bastante más grande y pesado que éste (del precio mejor no hablar).

Sus 417 gramos lo convierten en una óptica no demasiado pesada pero sí sólida. Quiero decir que se puede sostener en la mano sin esfuerzo, pero pesa bastante más que los objetivos de kit habituales. Si vuestra cámara réflex es ligera y la lleváis colgada al cuello con este objetivo montado la notaréis bastante «cabezona», sobre todo porque casi todo el peso está en la parte frontal; aunque no es habitual pegarse largas caminatas con un ojo de pez, sino que se suele llevar en la bolsa para emplearlo en situaciones puntuales.

Este objetivo es un modelo de funcionamiento completamente manual sin ningún tipo de contacto electrónico con la cámara ni autofocus, por lo que en mi D40 no puedo emplearlo en ningún modo automático ni semiautomático; únicamente en manual y sin medición de luz. La bayoneta es metálica, la apertura se elije mediante un anillo de tacto muy suave y el enfoque se varía con un otro más grueso, forrado de goma e igualmente preciso. Por suerte, un ojo de pez se basa en la composición y nunca en el enfoque o la profundidad de campo, por lo que no va a haber grandes problemas con este aspecto.

De todos modos, es lógico que las prestaciones de esta óptica sean algo limitadas, pues de algún sitio había que recortar gastos para mantener el precio por debajo de los trescientos dólares, y prefiero que haya sido en electrónica en lugar de calidad óptica pues, como veremos en el siguiente apartado, el objetivo es capaz de hacer fotografías muy nítidas y con un aspecto francamente bueno.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

En un objetivo de 8mm, aplicando la teoría de la distancia hiperfocal tenemos que empleando una apertura de f/5.6, si enfocamos a 0,6 metros vamos a verlo todo nítido entre 30 cm y el infinito. Curiosamente, esta óptica alcanza su máxima nitidez a f/5.6 y es capaz de enfocar a 30 cm como mínimo, por lo que la configuración anterior será la que emplearemos en el 90% de las ocasiones.

En todo caso, se trata de un objetivo «de prueba y error» con el que debemos realizar la fotografía a ojo y según lo que veamos en pantalla jugar con la velocidad, la apertura y la sensibilidad ISO. Algo a lo que ya estoy acostumbrado cuando disparo empleando mi 35-70 con tubos de extensión. No es una óptica para ir con prisas, y de ahí que sea un elemento un poco «experimental» dentro de mi equipo fotográfico.

Usando un ojo de pez en el mundo real

La primera vez que miré a través del visor de la cámara con el ojo de pez montado en ella tuve una sensación extrañísima: mi habitación era kilométrica, y si miraba a mis pies parecía haber crecido hasta más allá de los tres metros de altura. Observar el mundo a través de un ojo de pez es variar nuestro sistema de percepción de la realidad, dando lugar a fenómenos a los que no estamos acostumbrados. Pero al margen de esta primera impresión hay sobre todo dos cosas que me han llamado la atención:

Por una parte está el hecho de que las cosas parecen estar mucho más lejos de lo que en realidad están. Si ponemos nuestra mano a escasos centímetros del frontal del objetivo y miramos a través de la cámara nos va a parecer que está como mínimo a medio metro de distancia. Esto, que de primeras nos llevará a acercarnos muchísimo a los elementos a fotografiar puede representar un peligro para el curvado elemento frontal, pues podemos acercarnos tanto que lleguemos a golpear dicha lente de cristal y rayarla o, en el peor de los casos, romperla.

En la imagen que tenéis a continuación yo estaba prácticamente pegado a la fuente de piedra, pero como el ángulo de visión del ojo de pez es inmenso, incluso así sobra espacio en el encuadre de la fotografía (qué bien me hubiera venido un objetivo así para alguna rueda de prensa multitudinaria en la que apenas podía despegar los codos del cuerpo…).

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

La verdad es que se hace realmente extraño que las cosas que tenemos a nuestro lado aparezcan dentro del visor. Acostumbrado a objetivos rectilíneos, me parecía alucinante que poniéndome casi en paralelo con un objeto, mirando a través de la cámara lo estuviera observando en el encuadre, por lo que a la hora de componer debemos tener cuidado porque se nos pueden «colar» en la fotografía cosas que normalmente damos por sentado que quedarán fuera de la imagen (la correa de la cámara, una pata del trípode, un dedo de la mano que está sujetando el objetivo, el propio sol…).

Fijaos en las dos fotografías siguientes, porque con la ayuda de mi hermano, mientras yo captaba la imagen con el ojo de pez él me fotografió a mí con otra cámara de tal modo que podéis apreciar que estando junto a la columna, esta ocupa una buena parte del encuadre.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Por cierto, es evidente que en un objetivo con un campo de visión tan amplio muchas veces se nos va a meter el sol en el encuadre; algo que podría provocar molestos reflejos y flares por lo prominente del elemento frontal. En el caso es de éste modelo de objetivo no parece ser un gran problema, porque incluso metiendo al astro rey en una esquina de la fotografía no he podido más que provocar un pequeño halo azulado en el centro de la imagen, no siendo demasiado molesto que digamos. Del mismo modo, me he encontrado con un halo similar pero algo más definido en caso de que se nos meta en una esquina del encuadre alguna luz puntual de mucha potencia (un foto, una luz halógena…)

Eso sí, lo que es absolutamente inevitable es que en lugares muy abiertos vamos a tener diferencias de iluminación enormes debido a que si hacemos fotografías entre cuatro paredes es más que probable que estemos sacando tres de ellas en el encuadre, por lo que según la incidencia de la luz solar podemos tener al mismo tiempo zonas muy oscuras y otras muy claras, lo que podría representar un problema si excedemos el rango dinámico de nuestra cámara.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Ah, y del flash integrado en la cámara olvidaros por completo: si empleando un gran angular se pueden producir sombras en la parte inferior de la imagen, os podéis imaginar que con el ángulo de visión de un ojo de pez casi habría en la fotografía más sombras que luces. O disparamos con la luz que haya en el ambiente o bien empleamos un par de flashes externos controlados remotamente, porque un sólo destello lanzado desde la cámara no es capaz de cubrir todo el área a fotografiar ni de casualidad.

Por otra parte, me gustaría comentar que es importante tener la superficie de la lente frontal lo más limpia posible. En un objetivo con una profundidad de campo tan bestia, el polvo o los rayones en su superficie podrían llegar a apreciarse en las fotografías, por lo que ante la imposibilidad de emplear un filtro para proteger el objetivo, es importante limpiarlo con relativa frecuencia así como colocar entre disparo y disparo la tapa que viene de serie aunque sólo sean intervalos de medio minuto. De este modo nos evitaremos sustos y posteriores disgustos.

Conclusiones

Tras probar el ojo de pez en interiores y en exteriores durante unos días me reafirmo en que no es un objetivo para emplear habitualmente. El espectacular efecto que consigue en ciertos tipos de imágenes puede llegar a cansar al espectador si abusamos de él, pero empleado con lógica y puntualmente puede llevarnos a conseguir resultados sorprendentes.

La forma de componer con un ojo de pez es diferente si pretendemos lograr amplitud en las tomas o bien un desequilibrio entre los conceptos de «cerca» y «lejos». En el primer caso vamos a jugar con las líneas del horizonte, siendo necesario romper la regla de los tercios para situarlo en el centro del encuadre; único lugar donde las rectas se verán rectas. A partir de ahí se trata de llevar las paredes del recinto a los extremos del visor donde se curvarán potenciando la sensación de amplitud.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

En el caso de primeros planos, aquí ya hay más juego, pues podemos colocar el elemento a destacar en cualquier lugar del encuadre, pero siempre teniendo en cuenta las deformaciones que se producen a medida que nos alejamos del centro de la imagen. En todo caso, el secreto aquí está en acercarse lo máximo posible al objeto a fotografiar para conseguir impactar al espectador con un cambio en las proporciones que se sale de toda lógica. Fijaos en la siguiente fotografía y podréis ver que las proporciones corporales de mi hermano están completamente desvirtuadas (sale paticorto) y que incluso aparezco yo en la fotografía al apuntar la cámara ligeramente hacia abajo.

De todos modos, con el Falcon 8mm fisheye f/3.5 no vamos a poder aplicar esto que os digo a elementos muy pequeños (como una flor por ejemplo) porque su distancia mínima de enfoque de 30 cm medidos desde el plano del sensor es relativamente larga para una óptica de este tipo ya que, como os decía antes, todo parece estar más lejano en el visor de lo que realmente está.

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Vídeo del objetivo

He decidido adjuntar un vídeo que he grabado en el que muestro el objetivo en la mano y montado en mi Nikon D40. Creo que será de utilidad para aquellas personas que se están preguntando qué aspecto tiene «en vivo» esta peculiar óptica.

Imágenes varias

Algunas imágenes obtenidas con este objetivo y mi Nikon D40 para que os hagáis una idea de lo que se puede esperar de él.

(NOTA: iré añadiendo algunas más en los próximos días)

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Review Falcon 8mm fisheye f/3.5

Terraza de la escuela politécnica

El patio de la escuela politécnica

En medio del asfalto

Desfile de coches

Andamios y carteles

El filo de un cuchillo

A ras de suelo

Los carteros también se pierden

Tomando algo en el VIPS

Recreativa de Initial D

Recreativa de Initial D

Colegio de Málaga a vista de pez

Colegio de Málaga a vista de pez

Hangares abandonados en el campus de Alcalá

Mercado medieval 2009

Aparcamiento en Nueva Alcalá

De viaje

Alcalá Magna a vista pez

Bajando las escaleras con comodidad

Más información (en inglés)

Samyang 8 mm f/3.5 Aspherical IF MC Fish-eye review (Lenstip.com)

Samyang Fisheye Lens short review (Michel Thoby)

Ficha técnica del fabricante

Fisheye lens (Wikipedia)

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Las ópticas en fotografía: del ojo de pez al teleobjetivo

A la hora de escribir artículos más o menos técnicos sobre fotografía a veces doy por sentado que quien los lee domina ciertos conceptos y determinado vocabulario relacionado con el tema. Sin embargo, hace unos días el comentario de un lector habitual me hizo pensar que podría ser útil repasar las diferentes clases de objetivos que existen para que quede clara la aplicación a la que está enfocado cada uno de ellos así como sus principales características.

Esto, que puede ser trivial para aquellas personas relacionadas con la fotografía, no siempre es algo tan simple como puede parecer a primera vista. Vamos a ver, pues, uno por uno los diferentes tipos de ópticas que existen para que quede todo bien claro:

Normal, estándar o prime

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Estos son los objetivos más «clásicos» y, por lo general, más luminosos de todos. Pensad en la obra del fotógrafo Henri Cartier-Bresson y os aproximaréis a lo que ofrece una óptica de este tipo: una distancia focal fija, un diseño óptico relativamente simple, un ángulo de visión similar al del ojo humano, una gran nitidez y una capacidad de realizar desenfoques realmente sorprendentes gracias a su generosa apertura.

La distancia focal de un objetivo normal (a los que también se les denomina bajo el nombre de estándar o prime) es la de la diagonal del sensor de la cámara en la que va montado. En el caso de una cámara con sensor de 35 mm, FX o full frame (dimensiones de 36 x 24 mm) es fácil comprobar mediante el teorema de Pitágoras que esa diagonal medirá √(36²+24²) = 43,2mm, aunque a efectos prácticos, se consideran 45 ó 50mm como la longitud focal necesaria para catalogar como tal a un objetivo de este tipo.

El problema es que un objetivo de esta longitud montado sobre una cámara con sensor de tipo DX va a alargar su distancia focal un 50% en términos de ángulo de visión (algo que ocurre con TODAS las ópticas que se monten en cámaras equipadas con estos sensores), por lo que aunque mantendremos las prestaciones que os comentaba antes, su ángulo de visión se cerrará en proporción y perderemos esa identificación con la vista humana que os comentaba hace un momento.

Me gustaría aclarar que en el caso de estos sensores de menor tamaño (24 x 18 mm), un objetivo normal debería tener una longitud focal de √(24²+18²) = 30 mm; aunque también se suele aceptar que la óptica normal en una cámara DX tenga una longitud focal de 35 mm.

No obstante, para evitar confusiones, a lo largo de este artículo no volveré a referirme a los sensores de tamaño reducido, de tal modo que todo lo referente a ángulos y longitudes focales de los objetivos comentados hasta el final de la entrada se basará únicamente en cámaras equipadas con sensores de tamaño completo.

Tenéis bastante información sobre los dos tipos de sensor que montan las cámaras réflex digitales Nikon en esta entrada del blog que publiqué hace unos días para arrojar algo de luz sobre un tema que a todos (a mí el primero) nos ha vuelto un poco locos en alguna ocasión.

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Suelen ser unos objetivos empleados para retratos de medio cuerpo o para recorrer las ciudades arriba y abajo en busca de escenas que fotografiar (vuelvo a hacer mención en este punto a Cartier-Bresson; un auténtico genio en ese tipo de cosas). Son ligeros, de pequeño tamaño y con un precio bastante contenido: en el caso del 50mm f/1.4 que tenéis sobre estos párrafos estamos hablando de unos 320 euros, mientras que la versión con apertura f/1.8 sale por unos 130 euros, siendo el objetivo más barato comercializado por Nikon y uno de los que ofrece mayor nitidez.

Angular

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Angular es todo objetivo cuya distancia focal esté por debajo de la que correspondería a un objetivo normal hasta llegar a los 24 mm. Por debajo de eso estaríamos hablando de un ultra-gran angular; pero eso lo dejamos para dentro de un rato. Un angular es capaz de abarcar más ángulo de visión que los objetivos normales, suele poseer una apertura algo menor que estos y su construcción sigue siendo más o menos simple aunque no tanto como en un 50 mm.

Los objetivos angulares pierden la similitud con la visión humana, pues además de que el ángulo de visión es más ancho (el 35 mm que tenéis encima abarca 62º) tienden a agrandar aquello que está cerca del objetivo con respecto al fondo como consecuencia de su menor longitud focal. Por lo tanto no son las mejores ópticas para retratar el rostro de una persona debido a que en tomas muy cercanas van a dar unos rasgos faciales un poco desproporcionados, aunque son bastante empleados en retratos de cuerpo entero o de grupo y también para «callejear» por las ciudades.

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Sus precios son algo más altos que los de un objetivo normal porque, como os decía hace un momento, su construcción es un poco más compleja. En concreto, el objetivo que os he puesto a modo de ejemplo en esta categoría (un Nikon 35mm f/2) se vende a unos 400 euros hoy en día.

Teleobjetivo

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El teleobjetivo es una óptica cuya distancia focal es superior a la de un objetivo normal y capaz de acercarnos a los elementos más lejanos (de hecho son el juguete favorito de los paparazzi). Sus aperturas rara vez van más allá de f/2.8 debido al tamaño de las lentes necesarias para fabricarlos; y además hay que tener en cuenta que es más complicado tener una apertura grande cuanto más elevada es la distancia focal, aunque hay alguna excepción en teleobjetivos cortos como el espectacular Canon 85mm f/1.2.

Este tipo de ópticas tienden a comprimir los planos en el eje Z (todo parece más próximo entre si) aunque también logran importantes desenfoques en los fondos, por lo que son ideales para fotografía de naturaleza y también para retratos.

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Los teleobjetivos más habituales suelen rondar los 200 ó 300 mm, aunque los modelos orientados al mercado profesional pueden llegar con facilidad a los 500 ó 600mm empleando aperturas de f/4 aunque a un precio prohibitivo (concretamente el 400 f/2.8 que tenéis encabezando este apartado cuesta la friolera de 8000 euros).

Ultra-gran angular

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El ultra-gran angular, como os podéis imaginar por su nombre, es un objetivo angular llevado al extremo; es decir, con una distancia focal bastante pequeña y, por tanto, capaz de abarcar grandes ángulos de visión. En concreto el 14 mm que tenéis sobre estas líneas es capaz de captar paisajes con un ángulo de 119º (recordemos que la visión humana abarca 45º aproximadamente).

Estos objetivos espacian mucho más que los angulares «simples» los planos en el eje Z de la imagen, por lo que disparar a un paisaje con un elemento en primer plano, va a dar una perspectiva poco habitual que exagerará muchísimo los conceptos de «cerca» y «lejos» que tenemos asimilados desde la infancia. Siempre se ha dicho que estos objetivos deforman la perspectiva, pero en realidad lo que hacen es darnos un nuevo punto de vista de las cosas. Sus aperturas no son demasiado grandes y se suelen caracterizar por poseer un elemento óptico frontal muy amplio así como un diseño de sus lentes internas bastante complejo. Dos factores que elevan su precio hasta situarse en no menos de 500 euros para los modelos más sencillos y subir más allá de los 1500 euros que hay que pagar para hacerse con el modelo de Nikon que encabeza este apartado.

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Su uso principal, como os podréis imaginar, es para captar fotografías muy amplias en plena naturaleza o en entornos urbanos. El paisaje es su especialidad tanto por su inmensa profundidad de campo (recordad lo que hablábamos hace poco sobre la distancia hiperfocal) como por las espectaculares perspectivas que es capaz de ofrecer.

Objetivos zoom

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Los objetivos zoom siguen los mismos principios ópticos que los fijos, pero teniendo en cuenta que pueden variar su longitud focal en cualquier momento. Una óptica de este tipo será más versátil a la hora de componer nuestras fotografías porque podremos jugar con los efectos que dan las diferentes longitudes focales disponibles (como hemos visto al comentar los diferentes tipos existentes) pero siempre serán más restrictivos que los fijos en términos de nitidez, peso y longitud focal debido a la mayor cantidad y complejidad de los elementos ópticos implicados en su construcción.

A la hora de diseñar una óptica fija se tiene en cuenta su longitud focal y se emplean lentes específicamente calculadas para ella. Sin embargo, en un objetivo zoom hay que tener en cuenta la variación del rango y emplear unas lentes creadas con un margen suficiente como para que se adapten bien a todo el recorrido del objetivo; de ahí que no se pueda «afinar» tanto como en un objetivo de longitud focal única.

Hay objetivos zoom de distancias focales cortas, largas, intermedias… Son objetivos que, en general, se emplean para multitud de tareas en función del rango de su recorrido; desde paisaje, hasta retrato en primer plano, aunque hay que tener en cuenta que, por lo general, cuanto mayor sea su rango de alcance peor calidad de imagen va a dar por lo que os comentaba anteriormente.

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Aprovecharé para comentar que últimamente se están poniendo de moda los objetivos zoom de gran recorrido, a los que la gente suele denominar «todoterrenos», pues evitan cambiar la óptica cada dos por tres y están especialmente indicados para viajes en los que no queramos / podamos cargar con nuestra colección completa de objetivos.

Un ejemplo de estas ópticas el AF-S 24-120 f/3.5-5.6 VR que tenéis sobre estos párrafos y que, por los 500 euros que cuesta, cumple labores de angular y de teleobjetivo corto sumando además el sistema de reducción de vibraciones VR para evitar la trepidación en las fotografías.

Ojo de pez

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El ojo de pez es un objetivo que se sale bastante de lo normal: es capaz de abarcar un ángulo de visión de 180º e incluso superior en algunos casos, lo que hará que disparando una fotografía de paisaje aparezcan nuestros propios pies en en el encuadre.

La característica principal de los ojos de pez es que distorsionan fuertemente las líneas rectas que aparecen en las fotografías. En el resto de los objetivos aquí comentados el campo de visión es más o menos amplio pero las líneas rectas siempre son rectas; sin embargo, en estas ópticas las líneas rectas se vuelven más curvas cuanto más se alejan del centro de la imagen.

Su aplicación es sobre todo de tipo creativa. Las fotografías resultantes sorprenden al espectador y le llevan a un mundo donde nada es lo que parece. Un retrato hecho con un ojo de pez muestra unas facciones exageradamente desproporcionadas, con una nariz inmensa, una frente muy alargada y con el fondo que parece situarse a decenas de metros de distancia.

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El Fisheye Nikkor 16 mm que tenéis ahí arriba es un ojo de pez comercializado por Nikon desde 1993 y actualmente os podéis hacer con uno por aproximadamente 1000 euros, lo que da una idea de lo específicas que son estas ópticas que siempre ofrecen resultados espectaculares (aunque pueden llegar a cansar si se emplean compulsivamente).

Macro

macrostock

Los objetivos macro son capaces de reproducir las cosas a escala 1:1 en el sensor de la cámara. Esto significa que si tenemos una flor que mide lo mismo que el sensor, en la foto que obtendremos al final la flor ocuparía la imagen al completo. Esto, que en cámaras compactas es muy sencillo de conseguir, no es algo tan simple en el caso de cámaras réflex debido precisamente al gran tamaño de su sensor, por lo que tendremos que recurrir a estas ópticas para fotografías de este estilo si queremos resultados profesionales.

Las distancias focales de este tipo de objetivos suelen estar entre los 60 y los 200 mm en función del modelo; y por lo general suelen ser fijas para conseguir una máxima precisión y nitidez. Precisamente esas dos características son las que hacen de estos objetivos un prodigio de la ingeniería. Por cierto, el modelo que tenéis sobre estos párrafos es el Micro Nikkor 105 mm f/2.8 VR que se comercializa en Europa a un precio que ronda los 750 euros y con el que podréis hacer fotografías como la que tenéis a continuación.

macrosample

Estos objetivos se emplean para fotografía de precisión de cosas realmente pequeñas, pero nada impide emplearlos como un objetivo general que nos permitirá capturar cualquier imagen con gran nitidez pero siempre contando con la limitación de su longitud focal fija.

NOTA IMPORTANTE: todas las imágenes empleadas en este artículo han sido extraídas de la página web de Nikon España. En todos los casos se trata de la fotografía «oficial» de la óptica así como una fotografía realizada con ese mismo objetivo para demostrar las prestaciones que puede ofrecer.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

El sistema Nikon VR de estabilización óptica

Mi curiosidad por la tecnología suele llevarme a probar aquello que me llama la atención, así que como hacía ya tiempo que tenía ganas de ver qué tal funcionan los estabilizadores de imagen en los objetivos Nikon me he hecho con un 18-55 VR que añade esta característica a la óptica que venía «de serie» con mi D40.

En la entrada de hoy me gustaría echar un vistazo a este sistema óptico de estabilización de Nikon así como hacer un pequeño análisis del objetivo que os comentaba hace un momento enfrentándolo a la versión sin estabilizar.

Nikkor AF-S 18-55 VR

¿Qué es eso del VR?

VR son las iniciales de Vibration Reduction (reducción de vibraciones) y consiste en un sistema óptico en el interior del objetivo que mantiene la imagen estable para que podamos disparar a velocidades relativamente bajas sin que la fotografía salga movida. Ya os mostré en una entrada de hace unas semanas los resultados entre emplear estabilización o no en una cámara de vídeo; así que hoy vamos a meternos en aspectos algo más técnicos sobre el funcionamiento del sistema:

La clave de la estabilización óptica de Nikon está en una serie de elementos que detectan el temblor de nuestro pulso a la hora de sujetar la cámara y unos actuadores que mueven una lente en el interior del objetivo para compensar esos mismos movimientos de tal modo que al final la imagen llegue lo más estable posible a la superficie del sensor.

VRweb

A grandes rasgos (ya sabéis que la finalidad de estos artículos no es dar una sesuda explicación científica; sino dar una visión global fácilmente comprensible de cómo funcionan las cosas) hay en el interior del objetivo dos sensores de movimiento que van a analizar constantemente el temblor de la cámara estado uno en el eje horizontal y otro en el vertical.

Estos dos componentes son muy precisos y envían instantáneamente la información de esos pequeños movimientos a un chip que se encargará de analizarlos y enviar en tiempo real los impulsos necesarios a dos pequeños motores que desplazarán una lente interna en sentido contrario a los movimientos detectados en los ejes X e Y. El movimiento de esta lente va a conseguir que la imagen que vemos por el visor (y por tanto la que llega al sensor) sea más estable y podamos sacar fotografías más nítidas, pues va a corregir esos minúsculos movimientos que a veces acaban con lo que podría haber sido una buena imagen.

VR y luminosidad: fines parecidos, cosas diferentes

Para hacer fotografías en condiciones de poca luz vamos a tener dos fieles aliados tanto en los objetivos equipados con estabilización óptica como en aquellos que son muy luminosos (aperturas de f/2.8, f/1.8, f/1.4…). Sin embargo, ambas cosas apenas tienen nada en común como vamos a ver a continuación.

Hay una regla clásica en fotografía que dice que si tenemos que disparar una fotografía a pulso evitaremos que esta salga movida si aplicamos un tiempo de exposición inferior a la inversa de la focal empleada en su equivalente en 35 mm.

Por cierto, aprovecho para comentar que la palabra que se emplea para denominar a una fotografía que ha quedado borrosa debido al movimiento de la cámara es trepidada; que seguro que lo habéis leído en más de una ocasión por diversos foros y páginas de fotografía.

Fotografía claramente trepidada por el mal pulso del fotógrafo

Detalle de una fotografía claramente trepidada por el mal pulso del fotógrafo

A efectos prácticos esto indica que en una Nikon D40 (sensor DX, factor de multiplicación 1,5) empleando un objetivo de 50 mm debemos disparar nuestras fotografías con un tiempo de exposición inferior a 1/75 segundos. Del mismo modo, si empleamos en esa misma cámara un teleobjetivo de 300 mm debemos disparar con él a 1/450 o más rápido. Por la misma razón, con un ultra-gran angular de 10 mm podemos hacer fotografías incluso a 1/15 segundos sin miedo a que salgan trepidadas.

Ahora bien, como comprenderéis, todo lo aquí expuesto está sujeto al pulso del fotógrafo; y es que nada tienen que ver los resultados de disparar una misma fotografía con manos de relojero o dejándole la cámara a un tío que se ha tomado ocho cafés en apenas un par de horas.

Vamos a resumir un poco lo que es cada cosa:

Luminosidad vs. VR

AF 50mm 1.8D (objetivo luminoso) y AF-S 18-55 1:3.5-5.6 VR (objetivo estabilizado)

– Un objetivo luminoso nos va a permitir captar mucha luz gracias a su amplia apertura, por lo que va a aprovechar la iluminación existente de tal modo que no necesitaremos largos tiempos de exposición para obtener una fotografía correctamente expuesta y por ello evitaremos la trepidación de la imagen. Si abriendo lo suficiente el diafragma del objetivo conseguimos una correcta exposición a, por ejemplo, 1/100 podremos congelar el movimiento de una persona caminando o un coche circulando a poca velocidad.

En los madriles

Fotografía tomada a pulso con el 50mm 1.8D (f/2.5, 1/25)

– La estabilización óptica (VR en este caso) también evita la trepidación de la imagen, pero en este caso lo que hace es permitirnos disparar sujetando la cámara «a pulso» durante más tiempo del indicado por la regla de la inversa de la focal anteriormente comentada, logrando que la cantidad del luz que llegue al sensor acabe siendo la suficiente como para lograr una imagen bien expuesta pese a que las condiciones lumínicas de la escena no sean demasiado favorables. En este caso el tiempo va a ser largo; y vamos a poder hacer fotografías, por ejemplo, a 1/4 sin que los elementos estáticos de la escena aparezcan trepidados. Sin embargo, con un tiempo de exposición tan largo, cualquier elemento móvil que haya en la escena aparecerá borroso por su propio movimiento por muy lento que este sea.

Los fantasmas de la noche

Fotografía tomada a pulso con un Nikkor AF 50mm f/1.8D

Evidentemente la mejor solución es unir ambos conceptos en un objetivo muy luminoso y equipado con estabilización óptica; conjuntos de altas prestaciones que existen en la gama alta de los fabricantes pero para los que hay que pagar una millonada: sin ir más lejos el famoso 70-200 2.8 VR de Nikon se cotiza a 1700 euros; así que a la inmensa mayoría de los aficionados a la fotografía nos toca hacer números y decidirnos por una u otra opción en el mejor de los casos.

Nikkor AF-S 18-55 vs. Nikkor AF-S 18-55 VR

Como os decía al principio de la entrada, recientemente he adquirido un 18-55 VR para poder probar por mí mismo las bondades del sistema de estabilización. Aprovechando la posibilidad de poner un objetivo al lado del otro y compararlos punto por punto he decidido realizar un breve apartado dentro del artículo para ilustrar mejor las diferencias entre emplear VR o no.

18-55 vs. 18-55 VR (I)

Los dos objetivos en su forma más compacta (el VR es un poco más largo)

18-55 vs. 18-55 VR (II)

Máxima extensión (en este caso tienen la misma longitud)

Externamente ambos objetivos no se diferencian demasiado. De hecho, si lo montara en la cámara y me pusiera a hacer fotos por casa estoy seguro de que nadie me diría «oye, ese objetivo no es el mismo que tenías antes, ¿verdad?». A primera vista apenas se distinguen por el interruptor que activa o desactiva el sistema VR y las dos letras doradas que indican esta característica. En cuanto a dimensiones, la versión estabilizada es 6 mm más larga, 3 mm más ancha y 60 gramos más pesada que mi anterior objetivo. El resto de diferencias son poco menos que anecdóticas; como el acabado rugoso de la superficie, el leve cambio de aspecto del elemento frontal o el hecho de que la lente posterior tiene un diámetro ligeramente mayor.

18-55 vs. 18-55 VR (III)

Elementos ópticos frontales (leves diferencias)

18-55 vs. 18-55 VR (IV)

Lentes posteriores (ligeramente mayor la del objetivo dotado de VR)

Internamente sí que hay bastantes cambios, y es que en condiciones de poca luz el sistema VR representa una seria ventaja con respecto a los objetivos no estabilizados. Es cierto que la diferencia es más acusada en los teleobjetivos porque son más propensos a sacar fotos movidas al más ligero temblor de manos debido a su mayor distancia focal; pero después de estar pensando sobre el tema he llegado a la conclusión de que un angular con VR se adapta bastante bien al tipo de fotografías que suelo hacer como os comentaré al final del artículo.

Además, Nikon ha modificado el diseño óptico de este modelo de objetivo, añadiendo algunas lentes más a las presentes en el original y modificando otras; lo que explica en parte el incremento de peso de la óptica estabilizada. Podéis apreciar ese aumento de la complejidad óptica en los dos diagramas siguientes:

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Diseño óptico del 18-55

Diseño óptico del 18-55 VR

Diseño óptico del 18-55 VR

Como veis, en el objetivo estabilizado la luz atraviesa más lentes hasta que toca el sensor de la cámara; pero pese a ello la nitidez no se resiente en absoluto como demuestran todas las reviews que he leído sobre esta óptica y las imágenes que he sacado estos días con ella.

El VR en funcionamiento

Bueno, con respecto al funcionamiento he de comentar que el sistema de estabilización no está activo durante todo el tiempo, sino que entra en acción únicamente al pulsar el botón del disparador para enfocar y durante la toma de la imagen. Durante ese tiempo se activan los sensores y actuadores que os comentaba unos párrafos más arriba y la imagen se hace más estable. Eso sí, al emplear el objetivo equipado con el sistema VR se perciben dos pequeñas diferencias con respecto a la versión más básica:

VR

Por un lado, acostumbrado a objetivos sin ningún tipo de estabilización, al mirar por el visor y pulsar el disparador hasta la mitad se nota que nuestro pulso queda «amortiguado». Los leves (repito: leves) movimientos de nuestros brazos y muñecas no se perciben en lo que vemos a través de la cámara, y reconozco que en la primera toma de contacto me sentía un poco extraño. Es como si nuestras manos y nuestro cerebro fueran desacompasados; y de hecho he leído alguna vez que los primeros usos del VR pueden dar lugar a una cierta sensación de mareo hasta que nos habituemos a su dinámica de funcionamiento.

Por otra parte, si estamos haciendo fotografías en completo silencio vamos a notar cómo dentro del objetivo se escucha una leve vibración (que no es más que el elemento óptico estabilizador haciendo su trabajo) así como un ligero «clack» cuando se activa y desactiva el sistema. Como os digo, son sonidos apenas perceptibles que sólo escucharemos en pleno silencio o si pegamos el oído al objetivo; algo no muy habitual al hacer fotografías, dicho sea de paso.

Eso sí, al encontrarnos ante un objetivo bastante básico el VR que equipa también lo es. De hecho, en objetivos más caros y de mayores prestaciones,además de la activación/desactivación del sistema, también contaremos con otros controles para diferentes tipos de situaciones (por ejemplo para disparar desde un vehículo en movimiento). Sin embargo, el principio de funcionamiento es esencialmente el mismo, por lo que todo lo explicado es válido para toda óptica equipada con VR sea de la gama que sea.

Las diferencias en forma de imágenes

Siempre digo que el movimiento se demuestra andando, así que después de toda esta teoría vamos a ver un par de ejemplos en forma de fotografías realizadas con el VR desactivado y activado respectivamente para que veáis con vuestros propios ojos las diferencias existentes:

VR OFF

Disparada a pulso con un objetivo Nikkor AF-S 18-55@44mm. Nikon D40, f/5.3, 1/4, ISO 200

VR ON

Disparada a pulso con un objetivo Nikkor AF-S 18-55 VR@44mm. Nikon D40, f/5.3, 1/4, ISO 200

Como podéis ver, es muy complicado tomar una fotografía nítida a pulso cuando la cámara nos obliga a disparar a una velocidad de 1/4 de segundo. Sin embargo, con el objetivo VR la imagen quedó completamente nítida al primer intento, demostrando que la ventaja al emplear el sistema de estabilización es evidente.

Conclusión

Me encantan los paisajes, sobre todo cuando la oscuridad empieza a hacerse patente. Lo que ocurre es que para sacar una fotografía nítida ante la falta de luz tenemos la opción de subir la ISO de la cámara o abrir mucho el diafragma. Por un lado no soy muy partidario de subir el ISO alegremente, pues en las zonas de sombra va a aparecer un granulado coloreado que no me gusta nada. Debido a ello, la opción de abrir el diafragma parece mucho mejor, y de hecho lo es de no ser porque al hacerlo perdemos profundidad de campo, que es justo lo contrario que pretendemos a la hora de fotografiar un paisaje (¿recordáis aquella entrada sobre la distancia hiperfocal?).

Es verdad que mi 50mm f/1.8 me permite hacer fotos nocturnas a pulso sin demasiados problemas; pero del mismo modo siempre he dicho que no es una óptica adecuada para paisajes en general porque es demasiado «larga». Si abro el diafragma casi a tope pierdo mucha profundidad de campo y no podré tener todo enfocado ni de casualidad; a lo que hay que añadir el problema de que debemos olvidarnos de captar zonas amplias para centrarnos nada más que en los detalles debido a que el objetivo se convierte en términos de ángulo de visión en un 75 mm; demasiado estrecho para estos menesteres además de que en la D40 estamos obligados a enfocar a mano empleando esta óptica. Por eso, hasta el momento las fotografías de paisajes que he hecho han sido realizadas con mi 18-55 bajo la luz del sol; pues es el único modo de poder cerrar bastante el diafragma, captar un amplio campo de visión y mantener una alta velocidad de disparo.

La plaza de Cervantes a través de los rosales

Por todo esto que os he contado hoy es por lo que he creído que un angular VR me puede traer bastantes ventajas a la hora de fotografiar paisajes al anochecer: según Nikon gracias a la estabilización de la óptica es posible disparar entre cuatro y ocho veces más rápido (dos o tres pasos de diafragma) que con el objetivo no estabilizado; algo que en la práctica se traduce en que podemos hacer fotografías nítidas sin trípode a velocidades bastante bajas si tenemos un pulso más o menos decente como habéis visto en el ejemplo anterior, por lo que es un buen sistema para retratar la ciudad a la luz de las farolas sin necesidad de recurrir a aperturas extremas (ganando por tanto profundidad de campo).

En fin, con el tiempo iré viendo si realmente ha merecido la pena la inversión en esta nueva óptica, pero sobre el papel creo que me va a permitir hacer algunas cosas que hasta ahora no podía a no ser que fuera cargado con el trípode (cosa que evito siempre que puedo).

¡Ya os iré mostrando los resultados por aquí!  😉

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Distancia hiperfocal: la mejor herramienta para fotografiar paisajes

La distancia hiperfocal es uno de los conceptos más importantes si, como a mí, os gusta la fotografía de paisajes. De cualquier modo, es algo íntimamente ligado a la profundidad de campo, de modo que vamos a ver en qué consisten ambas cosas porque una vez conocidas, nuestras fotografías ganarán muchos puntos.

Azul cielo

La profundidad de campo

Cuando hacemos un retrato a alguien siempre tratamos de desenfocar el fondo de tal modo que la atención del espectador se centre en aquello que pretendemos destacar. Sin embargo en caso de querer fotografiar un paisaje, por lo general vamos a tratar de tener enfocado tanto el primer plano como los elementos más alejados de nuestra posición.

Con lo que estamos jugando en ambos casos se llama profundidad de campo (PDC para los amigos), y es algo de la que ya hablamos en aquella entrada que trataba sobre los conceptos más básicos de la fotografía. Sin embargo, podemos resumir ese concepto comentando que la profundidad de campo indica el rango de distancias entre las que tendremos los elementos de la fotografía enfocados por delante y por detrás del sujeto principal. Con una PDC pequeña, todo lo que esté ligeramente por delante o por detrás del punto enfocado aparecerá borroso en la fotografía, mientras que una PDC grande hará que la zona en la que los elementos de la imagen aparecen nítidos sea mucho más amplia.

¿Cómo podemos modificar la profundidad de campo?

Los elementos de la cámara que influyen en la profundidad de campo son dos: la distancia focal (cuanto más largo sea el objetivo utilizado menor PDC) y la apertura empleada (cuanto más abierto esté el diafragma del objetivo menor PDC). Todo esto sin mover la cámara de lugar y sin variar la posición del elemento a retratar, pues la distancia entre ambos elementos también varía la profundidad de campo, siendo esta más pequeña cuanto más próximos estén cámara y elemento enfocado.

Precisamente por esto, a la hora de realizar un retrato nos vendrán mejor objetivos largos y luminosos mientras que para fotografías de paisaje nos serán más útiles grandes angulares cuyo diafragma podamos cerrar bastante sin perder demasiada calidad en la imagen.

Es decir, un gran angular no sólo tiene la ventaja de que «entran más cosas en la foto», sino que nos va a permitir tener todos los elementos de nuestra composición enfocados gracias a su pequeña distancia focal.

Cómo descubrí todo esto

Antes de descubrir esta técnica lo que hacía era encuadrar la fotografía, enfocar al infinito y disparar. De ese modo, lo que aparecía en primer plano aparecía desenfocado mientras que el fondo quedaba nítido; y es que mi razonamiento consistía en que al admirar un paisaje solemos mirar al infinito y no a lo que tenemos más cerca, por lo que puestos a elegir prefería destacar el horizonte frente al primer plano.

Hasta hace poco no sabía que podía evitar aquella elección teniéndolo todo enfocado empleando la técnica de la distancia hiperfocal, que es lo que me gustaría contaros hoy. Una técnica que descubrí de pura casualidad esta Semana Santa y que a mi regreso a Alcalá, ya con conexión a Internet, comprendí por completo buscando información por la red.

Todo comenzó con las fotografías de paisaje que realicé recientemente en Oropesa del Mar: puesto que la luminosidad era altísima debido a lo limpia que estaba la atmósfera me veía obligado a cerrar bastante el diafragma (f/11, f/13…) a la hora de realizar las fotografías, aumentando por tanto la profundidad de campo de la imagen resultante como ya sabía desde los tiempos de mi Canon A75. Sin embargo, al seguir con mi mala costumbre de enfocar al infinito no había grandes diferencias con respecto a las imágenes que hacía antes, pues lo que estaba situado más o menos cerca de mí seguía apareciendo desenfocado por mucho que cerrara el diafragma. Sin embargo, en un par de imágenes me dio por enfocar a algún elemento más o menos próximo porque me parecía interesante resaltarlo llevándome una agradable sorpresa.

Paisaje costero

Pues bien, cuando llegué a casa y vi el resultado en el ordenador me di cuenta de que había una diferencia abismal con respecto a mis anteriores fotografías de paisajes: ahora TODO estaba enfocado y la sensación de profundidad era enorme. Me di cuenta, por pura casualidad, de que al cerrar tanto el diafragma la profundidad de campo aumentaba de tal manera que aunque enfocara a poca distancia, se podía ver nítidamente incluso el horizonte.

La distancia hiperfocal

La hiperfocal es una distancia determinada que varía según la distancia focal del objetivo, la apertura empleada y la cámara utilizada y que viene dada por una ecuación matemática. Lo interesante del asunto es que si en una fotografía enfocamos a la distancia hiperfocal, se verá nítido todo elemento que se encuentre entre el plano correspondiente a la mitad de dicha distancia y el infinito, de modo que obtendremos la máxima profundidad de campo posible.

dof_hyperfocal

Imagen explicativa extraída de DOFmaster

Es decir, que si por ejemplo tenemos una distancia hiperfocal de 3 metros, si enfocamos nuestra cámara a esa distancia, sabemos que en la fotografía quedará nítido todo lo que esté situado entre 1,5 metros por delante de nosotros y el infinito. Supongo que con este ejemplo (y la ilustración anterior) el concepto os habrá quedado claro, pero vamos a ver un caso real para que os deis cuenta de cómo varía esta distancia en función de los parámetros que empleemos a la hora de disparar con la cámara:

Un rincón para contemplar las nubes

Si tomamos como referencia los 18mm empleados en esta fotografía que realicé hace apenas unos días y tenemos en cuenta que fue disparada con una Nikon D40 a una apertura de f/13, aplicando la fórmula correspondiente (o consultando la calculadora online de DOFmaster) tenemos que la distancia hiperfocal es de tan sólo 1,3 metros, lo que significa que si enfocamos a algo que esté a esa distancia, aparecerá nítido todo lo que se encuentre entre 65 centímetros y el horizonte. De ahí que tanto el banco que hay en primer plano como las nubes del fondo aparezcan perfectamente definidas en la imagen.

Fijaos en que si en esta misma cámara montáramos un ultra-gran angular con una distancia focal de 10mm cerrando al diafragma a f/22, la distancia hiperfocal sería de tan sólo 23 cm, por lo que enfocando en ese punto aparecerá nítido absolutamente todo lo que tengamos en el visor de la cámara (entre 12 cm y el infinito; es decir, TODO). Del mismo modo, en un teleobjetivo de 300mm con apertura f/4, la distancia hiperfocal será de 1125 metros, por lo que en caso de emplear esta técnica tendremos enfocado todo lo que esté entre 560 metros y el infinito; dándonos a entender por qué no se suelen emplear este tipo de objetivos para la fotografía de amplios paisajes.

Conclusión

Os aseguro que hay una gran diferencia en cuanto a calidad entre la técnica que usaba anteriormente para hacer fotografía de paisajes y el empleo de la distancia hiperfocal. Creo que este tipo de fotografías (las que más suelo hacer) han ganado bastantes enteros desde esta Semana Santa, y la verdad es que estoy contento con los progresos realizados y de ahí que quiera compartir todo esto con vosotros. Ya sólo me queda deciros que aunque hoy os haya comentado la teoría sobre este tema, lo mejor para dominarla es practicar y practicar hasta llegar a un punto en el que no tengamos que pensar demasiado en lo que estamos haciendo porque ya nos sale prácticamente por si mismo.

Enlaces de interés (en inglés)

DOFmaster

Depth of field (Wikipedia)

Hyperfocal distance (Wikipedia)

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia