Soy usuario de los servicios de Google desde hace muchos años. Creé mi cuenta de Gmail en 2004 gracias a una invitación de mi hermano y desde entonces toda mi comunicación personal «digital» se ha basado en ella por parecerme una herramienta mucho más integrada, fiable y potente que las ofrecidas por la competencia.

La evolución de Android
Como aficionado a la tecnología seguí con atención y curiosidad los primeros pasos de Android durante 2009 en aquellas primitivas versiones que ya apuntaban maneras y que han ido madurando hasta la actual Jelly Bean. Parecía imposible plantarle cara a Apple y su sistema iOS pero el tiempo ha demostrado que Android es sistema tan versátil y capaz como el de Cupertino. He visto crecer a Android desde que era poco más o menos que un experimento corriendo sobre un prototipo hasta la popularización que ha tenido en los últimos meses con todo tipo de dispositivos basados en este software y he de decir que la evolución ha sido increíble.
En cualquier caso, viendo lo que prometía este sistema operativo, desde hace aproximadamente dos años y medio poseo un Samsung Galaxy S con sistema Android 2.3.4 al que desde hace poco más de un mes acompaña un Nexus 7 con su Android 4.2.1 con el que estoy encantado.
Del Nexus 7 me gusta especialmente la duración de su batería, la fluidez del sistema operativo al no llevar ninguna capa propia del fabricante así como la política de actualizaciones directa por parte de Google. También su precio es un aspecto rompedor para un producto de este tipo que ha contribuido a potenciar su presencia en un mercado que ahora mismo está en plena expansión.
Precisamente por todos estos motivos tengo muy claro que mi próximo móvil volverá a llevar Android. Concretamente será uno de la gama Nexus y más concretamente el recién lanzado Nexus 4, que es precisamente de lo que quiero hablar en esta entrada.
Lanzamiento fantasma
Al igual que mucha gente, intenté en vano hacerme con un Nexus 4 cuando salió al mercado hace poco más de un mes (el 13 de Noviembre, exactamente) pero debido al caos que sacudió ese día la web de Google Play con miles de personas tratando de hacerse con uno de estos dispositivos simultáneamente y agotando todas las unidades disponibles en apenas quince minutos me fue imposible renovar mi ya veterano Galaxy S.

Era previsible que la demanda inicial iba a ser altísima debido a las características del teléfono y su «bajo» precio (lo entrecomillo porque no dejan de ser trescientos eurazos) pero lo que es inadmisible, y más en una empresa como Google, es que después de tanto tiempo sigamos con el producto agotado y sin saber cuándo se va a reponer el stock de este modelo en nuestro país.
Yo me estoy resistiendo a hacerme con un Samsung Galaxy SIII o algún modelo similar por los dos motivos que os comentaba anteriormente, pero no me parece ni medio normal que miles de clientes queramos adquirir un producto comercializado por una gran empresa y un mes después del lanzamiento todavía no tengamos ni la más mínima noticia del asunto.
No es de recibo que Google no de ni siquiera previsiones de reposición de stock y que incluso haya gente que consiguió adquirir su teléfono el día de lanzamiento y todavía no lo haya recibido; como tampoco es de recibo que el único comunicado oficial haya sido para echar las culpas a LG, que es la empresa que fabrica el teléfono como tal. Al fin y al cabo Google es la que vende el teléfono desde su propia web y empleando su logística interna, de modo que culpar a LG de este descontrol es algo muy poco elegante y que está fuera de lugar. Seguro que si el lanzamiento hubiera sido un éxito ya se encargaría Google de no sacar a relucir el nombre de LG por ninguna parte.
Pese a todo sé que antes o después acabaré haciéndome con un Nexus 4 porque ese es el móvil que quiero por muy diversos motivos y de ahí no hay quien me apee, pero Google ha de tener claro que con este desastroso lanzamiento ha perdido muchos clientes potenciales y, a la vez, ha dañado el prestigio que tenía hasta ahora; pues no ha sabido prever una situación que estaba cantada. Como siempre, dentro de unas semanas la situación se estabilizará y el ratio de oferta y demanda se acercará a la unidad permitiendo comprar el teléfono a todos los que estamos interesados en él, pero para entonces se habrán dejado de vender muchos miles de dispositivos.

El poder de la información
Google sabe perfectamente lo que buscamos en internet (Google Ads es una prueba de ello) y un simple vistazo a Google Trends muestra que en los días previos al lanzamiento muchos andábamos buscando cualquier información del dispositivo que pudiéramos encontrar, de modo que los encargados de marketing de la empresa sabían perfectamente que la demanda del dispositivo iba a ser tremenda.
¿Por qué entonces tan sólo se pusieron a la venta unos pocos miles de dispositivos? ¿No hubiera sido más lógico haber planeado mejor el lanzamiento para poder cubrir la demanda y más siendo en las fechas previas a Navidad? Tal vez el poco tiempo que separó la presentación del teléfono de la fecha de lanzamiento (un par de semanas aproximadamente) pudo tener algo que ver, pero el caso es que Google apostó por romper el mercado al colocar un precio de 300 y 350 euros a las dos versiones existentes del Nexus 4 y ya se imaginarían que eso iba a provocar una avalancha de peticiones como ya ocurrió en su momento con el Nexus 7.

Por supuesto que no soy ningún experto en marketing, pero creo que la jugada que ha hecho Google (apuntar muy alto y disparar con pólvora mojada) le pasará factura si en el futuro piensa seguir comercializando sus propios dispositivos, ya que en ese campo parece quedar claro que su gran rival Apple le lleva siglos de ventaja.
Por descontado, todo mi apoyo a Google y su estrategia de introducir en el mercado dispositivos de gama alta a precio de gama media porque así conseguirán que los fabricantes no nos cobren 700 euros por unos dispositivos que nos les cuesta más de 200 euros fabricarlos; pero si anuncias algo a bombo y platillo has de ser capaz de aguantar el tipo cuando llegue la hora de lanzar el producto y no desentenderte de los clientes que han decidido confiar en ti.
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