Sólo una sonrisa. La primera novela de Verónica Domínguez

Hubo un tiempo en el que quería ser escritor (fruto de ello tenéis en el blog una categoría de relatos que llevo mucho tiempo sin actualizar) pero por suerte me di cuenta de que aquello no era lo mío y pasé a centrar este pequeño rincón de internet en mi afición favorita: la fotografía. De este modo, el mundo perdió a un pésimo narrador pero ganó a un tipo al que le gusta contar historias con imágenes.

Soledad

Con el paso del tiempo me doy cuenta de que aquella elección fue de lo más acertada, pues hay gente mucho más preparada que yo para inventar historias a partir de una hoja en blanco. Un verdadero escritor ha de ser capaz de plasmar en sus páginas algo que, por muy fantástico que pueda parecer, consiga meter en la historia a aquellas personas que decidan invertir su tiempo en la lectura.

Una de esas personas a las que se le da bien imaginar y contar historias es Verónica Domínguez. Una persona muy aficionada a la lectura desde su más tierna infancia y que ahora se ha animado a saltar al otro lado del papel publicando su primera novela titulada «Sólo una sonrisa». Una narración que trata sobre la creciente complejidad de los sentimientos a medida que se suceden los encuentros y desencuentros entre los componentes de un triángulo amoroso.

Sabedora de mi afición por la lectura, Verónica me envió recientemente una copia en formato electrónico de la novela y aunque el inicio me dejó un poco descolocado debido a la presentación de todos los personajes en apenas un par de páginas, he de reconocer que la historia va ganando enteros a medida que se va desarrollando la misma hasta el punto de que cuando apenas nos quedan veinte hojas para llegar al final uno ya no es capaz de abandonar la lectura hasta descubrir cómo termina todo lo que se narra en ella.

E-ink vs. papel

Al margen de la página que Verónica ha creado especialmente para su novela, en la web de Bubok podéis leer el primer capítulo online y, si os gusta, haceros con una copia de la novela que os costará 1 € en formato electrónico y 12 € en papel. A modo de curiosidad os diré que en este momento ya lleva vendidos 112 ejemplares en formato físico, lo cual está más que bien para alguien que todavía no tiene padrinos en el mundillo editorial.

Como os decía al principio de esta entrada, yo no soy escritor ni pretendo serlo. Lo mío es coger la cámara y retratar esas pequeñas cosas que me voy encontrando cada día en el camino. Sin embargo, la fotografía no es mi única afición, ya que sumergirme en un buen libro antes de dormir es algo que también disfruto enormemente y, precisamente por eso, de un modo u otro la literatura es algo que también tiene cabida en este blog.

Excursión fotográfica a Torija (Guadalajara)

Hoy me gustaría mostraros la última parada en mi viaje de tres etapas por tierras alcarreñas. Tras visitar el pequeño pueblo de Fuentes de la Alcarria y la pintoresca Brihuega, Torija (localización en Google Maps) me pillaba de paso para volver a Alcalá porque, de hecho, la autopista que me conduciría a casa se toma a los pies de esta localidad.

Torija

Torija es un municipio de unos 1200 habitantes con dos elementos muy característicos: su imponente castillo (que tenéis en la fotografía que hay sobre estas líneas) y una amplia plaza a los pies del mismo en la que siempre hay niños jugando en cuanto se asoma un rayo de sol en el cielo.

La visita a esta localidad fue la más breve de todas, durando unos tres cuartos de hora debido a que ya he estado un par de veces por allí y más o menos sabía por dónde moverme. Además de los dos lugares antes mencionados, mi cámara también dio cuenta de la bonita iglesia que hay a escasos metros del castillo, de alguna calle con un encanto especial así cómo de otros rincones que llamaron mi atención y a los que no me quedó más remedio que inmortalizar en forma de fotografías.

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Torija

Como os adelantaba en la entrada anterior, esta visita a Torija cierra mi particular «viaje a la Alcarria». Una diminuta aventura que quise llevar cabo desde que leí hace ya unos años la conocida novela de Camilo José Cela y me di cuenta de que, en el fondo, yo también deseaba ser el viajero y adentrarme en soledad en unas tierras cercanas a la gran ciudad de Madrid pero muy alejadas de la capital en cuanto a su forma de entender la vida. Quise mezclarme con sus gentes, pasear por sus calles y poder plasmar todo ello en forma de fotografías que perduren al paso del tiempo; y eso es algo que, como habéis podido comprobar a lo largo de estas tres entradas, me siento feliz de haber hecho.

Si todo va bien, dentro de unos meses podría dedicar muchos fines de semana a explorar otros lugares, otros pueblos y otras sendas para compartir con vosotros rincones de España no tan conocidos como puedan ser Barcelona, Sevilla o los picos de Europa pero que seguro también estarán plagados de detalles que no pienso dejar pasar por alto. Sin embargo, eso de momento es un proyecto de futuro que llegará cuando tenga que llegar.

¡Muchas gracias por acompañarme en el camino!  😉

Todos necesitamos un guardián entre el centeno

Me siento un poco idiota por dos motivos: el primero es por haber dejado pasar tanto tiempo sin leer El guardián entre el centeno. El segundo es por haber contribuido a esa estúpida corriente que encumbra a los artistas cuando mueren. No obstante, creo que he ganado mucho después de haber leído la obra y al final eso es lo que importa, ¿no?

La culpa es de mi subconsciente, que sin permiso alguno me hizo entrar ayer a estas horas a una librería del centro de Alcalá para ponerme a buscar dicho libro. Algo que no hubiera hecho de no ser por la noticia del reciente fallecimiento del escritor estadounidense J.D. Salinger, por un comentario en el blog de hace unos días, una reseña de Natalia y, sobre todo, por la entrada que leí en DUDAS apenas unas horas antes y que me convenció definitivamente de que me había estado perdiendo algo grande.

No me gustan las novelas que cuentan una historia sin más; y por eso me animé a devorar El guardián entre el centeno en apenas veinticuatro horas. Hace escasos minutos que he pasado la última hoja y en mi mente flotan ahora mismo un montón de ideas y sensaciones provocadas por la visión nihilista del mundo de Holden Caulfield y su traumática adolescencia. Un sentimiento muy parecido al que he experimentado en el pasado con películas como Trainspotting o videojuegos como Silent Hill 2; pues una vez terminados te dejan con un vacío interior que te hace ver las cosas desde otro punto de vista.

Bajando las escaleras con comodidad

Holden es uno de los personajes más complejos que me he encontrado en una novela: capaz de pasar del amor al odio y volver de nuevo al amor en apenas unos segundos, con una tremenda capacidad de autodestruirse sin inmutarse lo más mínimo y de mostrar algo de interés por aquellos que le rodean solamente cuando a él le conviene… Y sin embargo, con un fondo de inmensa humanidad que únicamente sale a relucir cuando se refiere a su hermana pequeña, que parece ser la persona más sensata de todo el libro.

Me llama poderosamente la atención comprobar cómo el jóven protagonista de la historia desprecia a todo y a todos; incluso a si mismo. Cómo se deprime por cualquier mínimo detalle, como detesta cualquier pequeño defecto de todo el que se acerca a él y, sobre todo, cómo muestra su completa incapacidad de pensar en el día de mañana. Pero a pesar de todo, incluso contando con ese inmenso odio interior, es fascinante ver que se niega a resignarse ante la simple posibilidad de que se  pierda la inocencia de la niñez.

Tiempos pasados

El guardían entre el centeno es una de esas obras atemporales que siempre estará de plena actualidad. Corran los tiempos que corran se hace necesario un catcher oculto entre las espigas para que los niños que juegan despreocupados en los campos no se precipiten al vacío.

Yo no sé dónde está ni quién puede ser; pero a lo largo de mi vida siempre he sentido que ha habido alguien que me ha llevado por la senda correcta y que no me ha dejado caer al abismo por muy mal que se presentaran las cosas. Nunca he sabido explicarlo, pero ahora conozco un libro que lo hace por mí; y por eso me alegro tanto de haber descubierto esta novela aunque haya sido con unos cuantos años de retraso.

abismo

Gracias Salinger.