Carreteras

Al fin y al cabo, las carreteras menos transitadas son las que llevan a los lugares más bellos.

M-230, Km 3

La vida es una carretera de montaña en la que nunca se sabe lo que vendrá detrás de cada curva. En ocasiones una placa de hielo nos pillará desprevenidos y nos dará un buen susto; pero otras veces tendremos ante nuestros ojos un paisaje de ensueño que merecerá la pena contemplar.

Sea como sea, mi filosofía de vida consiste en no tomar atajos, circular a la velocidad adecuada e ir con los ojos bien abiertos para aprender todo lo posible durante el trayecto. De ese modo, cuando uno llega a su destino lo hace con una sonrisa en la cara y la sensación de que cada kilómetro ha merecido la pena.

Conduciendo por la vida

A la hora en la que vuelvo del trabajo no hay ni un sólo lugar en mi barrio donde aparcar, de modo que siempre dejo el coche en una zona de chalets a unos cinco minutos de casa. Esto no me supone un gran problema (aunque hay gente que vendería su alma al diablo con tal de no dar tres pasos) pero como nunca me ha gustado ir por las mañanas con prisas, siempre que tengo oportunidad trato de acercar el coche al portal si hay huecos libres para así al día siguiente poder quedarme cinco minutos más en la cama  ^__^

Pues bien, puesto que hoy mi empresa me ha dado el día libre, a eso de las nueve de la mañana me he ido a recogerlo con intención de dejarlo por aquí cerca durante el fin de semana. Sin embargo, una vez al volante y cuando ya llevaba unos metros recorridos, se cruzó por mi mente la idea de aprovechar que a esas horas no hay apenas tráfico para irme a dar una vuelta con el coche sin rumbo definido; de modo que eso fue lo que hice: en lugar de dirigirme hacia mi calle, tomé la carretera que lleva a Loeches y continué por ella hasta ir mucho más allá de dicho municipio.

Loeches vs. Madrid

En realidad no sé exactamente hasta donde llegué, porque conduje y conduje por carreteras secundarias entre campos bañados por el sol de la mañana hasta que consideré que había llegado lo suficientemente lejos. La verdad es que no me importaba encontrarme completamente perdido porque estaba disfrutando de un fantástico trayecto entre paisajes relajantes y con la música de Radio 3 acompañándome. De hecho, la omnipresente visión de las cuatro torres de Madrid resplandecientes me mantenía orientado y provocaba en mí una grata sensación de libertad.

Como os digo, llegado a un punto indeterminado en el que tuve la impresión de que ya estaba lo suficientemente lejos de casa comencé a buscar un acceso a la autovía A-2 para que me llevara de vuelta a Alcalá de Henares. Y el caso es que tuve suerte porque no tardé demasiado en ello: un cartel que indicaba un desvío hacia Valdemingomez también marcaba el camino a tomar para salir a la autopista que buscaba, de modo que en apenas un par de minutos estaba circulando a 120 Km/h dirección Zaragoza y poco después la silueta del cerro del Viso en la lejanía me indicaba que mi excursión empezaba a terminar.

120

Durante ese tiempo en soledad también aproveché para pensar en todas las cosas que me están ocurriendo últimamente y, de hecho, como si de una metáfora de mi propia vida se tratara, me di cuenta de que nos pasamos nuestra existencia en un camino del que no sabemos lo que habrá detrás de la siguiente curva. A veces hay barrancos temibles, pero en ocasiones también te puedes encontrar con preciosos campos de trigo dorado.

Cuando llegué a mi casa eran poco más de las diez de la mañana, de modo que mi paseo había durado aproximadamente una hora y durante ese tiempo había recorrido algo más de noventa kilómetros. Un trayecto que tal vez algunos de vosotros veáis como una pérdida de tiempo y/o como una forma de gastar gasolina a lo tonto; pero yo, que siempre me alimento de buenas sensaciones y pequeños detalles, los encontré a montones en medio de ninguna parte.

Tráfico