Aquellos maravillosos años de la infancia: 1984

Las dos fotografías de hoy pertenecen al año 1984 y muestran a un Luis bastante parecido al que se puede ver hoy en día dando vueltas por Alcalá de Henares con una cámara en la mano.

La primera de las dos está hecha durante el mes de Enero en la localidad de Manresa; lugar donde nació mi hermano pocos meses antes de asentarnos definitivamente en la ciudad complutense. No recuerdo muy bien esa vitrina marrón con tanto cristal ni el cuadro que hay detrás de mí; pero sí que me acuerdo del teléfono rojo que se puede apreciar en la semioscuridad del fondo de la imagen.

Enero de 1984

En cuanto a la segunda imagen, esta fue hecha en el mes de Junio, poco después de llegar al piso de Alcalá. En ella se puede ver un banco que teníamos en la terraza por aquella época y, medio escondido detrás de mí, un coche a pedales que aunque era para ir al parque a jugar, también empleaba por el pasillo y las habitaciones volviendo a llenar de marcas el suelo de la casa como ya hacía en 1982 en el puerto de Santa María.

Junio de 1984

Confieso que redactando estas entradas me sorprende ver cómo iba cambiando foto tras foto durante las primeras épocas de mi vida. Si ahora veis una imagen mía del año 2000 podréis apreciar que tenía prácticamente el mismo aspecto que ahora mismo; pero a principios de los ochenta entre retratos con pocos meses de diferencia los cambios son más que evidentes. Cambios que seguiremos viendo otro día con alguna imagen tomada en 1985.

Aquellos maravillosos años de la infancia: 1983

La imagen que hoy os muestro está tomada en Mayo de 1983 en la localidad Barcelonesa de Manresa y me resulta especialmente interesante porque en esta ocasión sí que recuerdo la gran mayoría de elementos que aparecen en ella; dándome a entender que mis primeros recuerdos conscientes proceden de esta etapa de mi vida.

Mayo de 1983

En primer lugar, esa mesa camilla que tiene una «falda» hasta los pies era mi refugio dentro de la casa en la que vivíamos entonces. Por aquella época se ve que tenía ganas de independizarme y todo el día estaba jugando a las casitas. De hecho, recuerdo que después de la mudanza mis padres me hacían chalets (más bien chabolas) con las cajas de carton que habían empleado en ella porque me encantaba pasarme el día metido en su interior.

También me acuerdo del macetero blanco con ese ficus que medía casi lo mismo que yo; pero más que la planta como tal, recuerdo las broncas que me echaba mi madre cuando me dedicaba a mover aquel mamotreto salón arriba y salón abajo gracias a las ruedas sobre las que se apoyaba. Era divertido y lo más parecido a conducir que tenía a mano en aquellos años; pero seguramente las marcas sobre el parquet fueran un buen indicativo de que era mejor optar por juegos menos destructivos con el entorno.

En cuanto a lo que hay sobre la mesa, recuerdo con claridad que dentro de ese frasco de cristal había unas flores secas y unas manzanas de madera que olían a perfume y que con ese triciclo de madera y mimbre solía jugar transportando canicas, muñecos y todo tipo de cosas pequeñas que tuviera por allí cerca. Queda claro que como por aquella época yo era hijo único, mi única manera de entretenerme era echándole imaginación a las cosas; algo que no he dejado de hacer desde entonces.

¡Nos vemos en 1984!