¡Larga vida al bolígrafo Bic!

Es curioso: por mi mano derecha han pasado decenas de bolígrafos diferentes y aunque unos me han parecido mejores que otros, he de reconocer que hasta el momento ninguno ha conseguido reemplazar definitivamente al mítico boli Bic azul al que vuelvo una y otra vez demostrando que hay inventos que son imperecederos.

Hola!

PD: la mano que sujeta el bolígrafo es la de mi hermana… 😛

Esos pequeños gestos que hacemos cada día

Siempre me llaman la atención los pequeños detalles de la vida antes que las grandes cosas, y hace unos días me encontré con un pequeño gesto de una persona que me dejó bastante pensativo. Aunque inmediatamente pensé que merecía la pena escribir sobre aquello, al final ha pasado el tiempo y por diversos motivos lo he ido dejando un poco de lado… hasta hoy  😉

El caso es que estuve recientemente en la secretaría de la escuela politécnica de la Universidad de Alcalá de Henares haciendo unos trámites administrativos. No hay nada extraño en ello, y de hecho no lo hubo en toda la mañana, pues al fin y al cabo no vi nada que se saliera de lo normal; pero es que precisamente la normalidad de un pequeño gesto captó mi atención de inmediato.

Aquellos papeles que había ido a entregar eran importantes, de modo que le estuve comentando a la persona que me estaba atendiendo que necesitaría una confirmación de que todo el trámite se había realizado correctamente; pero claro, esa no era tarea que tuviera que hacer aquella persona, de modo que comenté que llamaría al día siguiente para que me dijeran que todo estaba correctamente tramitado. Evidentemente no estaba por la labor de poner en antecedentes a cualquier otra persona de secretaría de toda la historia que había llevado a aquella situación, sino que lo ideal sería ponerme en contacto con la misma chica que me estaba atendiendo para solucionar el tema en unos segundos.

Pues bien, cuando pregunté «¿Por quién he de preguntar cuando llame mañana?» aquella persona anónima hasta el momento se puso la palma de la mano derecha contra el centro de su pecho y dijo «Yo me llamo Beatriz».

Sé que es un gesto de lo más habitual y que mucha gente lo hace a la hora de decir su nombre a alguien; pero al verlo no puedo evitar pensar que a veces realizamos acciones de lo más primitivas sin ni siquiera pensarlas, y es que en ese instante vino a mi mente la típica imagen de Tarzán indicándole a Chita las diferencias entre el yo y el tú.

Nunca dejarán de maravillarme esas pequeñas cosas que nos suceden cada día y en las que muchas veces, por las prisas cotidianas, no tenemos ocasión de fijarnos.