Mi nuevo ordenador de sobremesa

Viendo que mi Core 2 duo con 3 GB de RAM sufría más de la cuenta procesando mis fotografías en Lightroom decidí liarme la manta a la cabeza y renovar mi equipo, ya que cuando tienes que editar más de un centenar de imágenes y no dispones de mucho tiempo libre, quieres que el equipo vaya realmente fluido y no andar esperando a que desaparezca el sempiterno reloj de arena del Windows (aunque ahora sea un círculo azulado).

Caracol col col

Requisitos previos: Micro, memoria, disco duro y tarjeta gráfica

Puesto que mi filosofía a la hora de comprar algo es que si ese «algo» se va a usar con frecuencia merece la pena invertir algo más de dinero, me senté a ver qué es lo que necesitaba y tracé los requisitos más importantes: buscaba un ordenador con una buena dotación de memoria RAM y, sobre todo, con la mayor potencia de cálculo posible; así que opté por la gama más alta de Intel y busqué un micro Intel Core i7 de segunda generación (los llamados «Sandy Bridge»).

Una vez aclarado lo del microprocesador me puse a darle vueltas al tema de la RAM; y aunque en teoría con 4 GB Lightroom funciona perfectamente prefería que el ordenador contara con algo más de esa cantidad o que, en su defecto, tuviera la posibilidad de ser ampliada en el futuro. Eso sí, imprescindible que fuera DDR3; aunque en realidad los micros Core i7 necesitan funcionar con ese tipo de memoria forzosamente porque llevan el controlador de la RAM integrado en el propio micro y no son compatibles con DDR o DDR2.

En cuanto al disco duro, con 750 GB me llegaba; ya que tengo otros dos discos duros externos donde voy volcando todo lo que voy haciendo en lo que a fotografía se refiere. De hecho el Core 2 Duo tenía un disco de 320 GB y nunca tuve el más mínimo problema de espacio a pesar de que 70 GB estaban dedicados en exclusiva a la instalación de Ubuntu.

La tarjeta gráfica me daba exactamente lo mismo, ya que el ordenador de sobremesa sólo lo uso para edición de fotografía, escuchar música y ver alguna película; tareas para las que lo mismo da tener una gráfica integrada en placa que un pepino de 600 euros.

No me hacía falta monitor porque ya tengo uno que se adapta perfectamente al uso que le doy como os comenté en una entrada de hace ya bastante tiempo.

En busca del nuevo ordenador

No tardé demasiado en dar con un buen candidato para venirse a casa conmigo (y además cada vez invierto menos tiempo en buscar aparatos electrónicos; en cuanto veo uno que me convence saco la tarjeta sin darle muchas más vueltas). A medida que iba recorriendo la estantería donde reposaban las CPUs a la venta enseguida me llamó la atención un HP Pavilion de aspecto bastante sobrio y elegante cuyas características se acercaban bastante a lo que había pensado. Su precio era de 799 euros; pero estaba decidido a hacerme con un equipo que no se me quedara pequeño en un par de años y la verdad es que no me pareció excesivamente caro viendo lo que ofrecía:

  • Procesador Intel Core i7 2600 «Sandy Bridge» (3,4 GHz, modo turbo a 3,8 GHz, 4 núcleos, multithreading, 8 MB de caché)
  • 8 GB de memoria RAM DDR3 1333 MHz (de los cuatro slots disponibles hay dos libres)
  • Disco duro SATA de 1 TB
  • Tarjeta gráfica Ati Radeon HD 6450 con 1 GB GDDR3 dedicada
  • Tarjeta LAN, WiFi integrado, sonido 7.1, lector de tarjetas, grabador de DVD…
  • S.O. Windows 7 Home Premium

Cierto es que la tarjeta gráfica es una patata; pero el equipo cuenta con una buena cantidad de memoria RAM ampliable sin problemas y el microprocesador es ahora mismo uno de los modelos más altos del catálogo de Intel (aunque ya se sabe que dentro de tres meses habrán sacado un puñado de modelos que le darán mil vueltas) por lo que para edición fotográfica el equipo va que vuela; y es que las tarjetas gráficas potentes son esencialmente para videojuegos o aplicaciones de animación tridimensional, ya que los programas como Lightroom lo que necesitan es potencia de cálculo y mucha memoria RAM debido a que las transformaciones que realizan en las imágenes son aritmética pura y dura.

Atardecer

Llevo un par de semanas ya con el nuevo ordenador en casa y he decir que he notado un aumento de velocidad brutal en Adobe Lightroom: las fotografías disparadas con mi D300 en formato RAW a 14 bits se abren en una décima de segundo y cualquier cambio en ellas se refleja en pantalla sin ningún tipo de retraso o brusquedad; algo que provocaba ralentizaciones muy importantes en mi anterior Core 2 Duo que ahora regalaré a mis padres, que tienen un Pentium IV con 512 MB de RAM que incluso para navegar por Internet se las ve y se las desea. Ironías de la tecnología: lo que yo considero lento a ellos les parecerá que va a la velocidad del rayo.

Corrección de defectos ópticos con Lightroom 3

Los que me conocéis o habéis seguido un poco la evolución de este blog sabréis que desde hace tiempo Lightroom es todo lo que necesito para el procesado de las fotografías que disparo desde que salen de la tarjeta de memoria hasta que las subo a mi Flickr. Me parece una solución completísima tanto para las operaciones de procesado como tal sobre los ficheros RAW como para la clasificación y organización de los mismos; y de ahí que siempre que alguien me pregunta sobre qué software utilizar le recomiende esta opción de Adobe.

El refresco del dragón

Pues bien, en la versión 3 (que lleva ya unos meses a la venta) una de las novedades más jugosas es la incorporación de una función de corrección de defectos ópticos de forma automática siempre que el conjunto de cámara y objetivo empleado para hacer la fotografía esté en la base de datos del programa (en caso contrario tenemos la opción de hacerlo manualmente). Una base que sigue ampliándose poco a poco hasta el punto de que ya abarca a la mayoría de mis ópticas y que si queréis consultar podéis mirar en el blog oficial de Adobe Lightroom donde se han ido comentando las ópticas y cámaras que se han añadido en cada revisión lanzada (actualmente está disponible la 3.3).

¿Qué defectos corrige Lightroom 3?

Los defectos corregidos de manera automática por Lightroom son el viñeteo, las aberraciones cromáticas y las distorsiones ópticas; precisamente los tres tipos de defectos que hemos visto en otros tantos artículos del blog.

Estas correcciones se llevan a cabo sin más que activar la opción correspondiente a la hora de procesar una fotografía determinada; pero no penséis que están hechas «a capón» porque por ejemplo, como ya os dije en el artículo correspondiente, la distorsión geométrica en objetivos de focal variable varía en función de la distancia empleada; y ya que esta información se graba en los datos EXIF de la imagen, Lightroom hace uso de ella para que la corrección sea precisa y al final obtengamos líneas rectas en todo el encuadre. De hecho, si tenemos un ojo de pez Nikon podemos linealizar la imagen resultante de forma totalmente automática.

Lo mismo ocurre con el viñeteo (que también varía en función de la distancia focal y la apertura empleada) así como las aberraciones cromáticas, por lo que empleando Lightroom 3 podremos disparar con cierta tranquilidad sabiendo que en post-procesado podemos corregir estos defectos que os comento sin demasiadas complicaciones.

Sea como sea, el programa siempre nos da la opción de variar la cantidad de aplicación de cada uno de los tres parámetros según nuestros gustos, porque tal vez para un retrato nos interese mantener un cierto oscurecimiento en las esquinas que siempre centra la atención del espectador en la zona central de la imagen. Esto se realiza mediante los tres controles deslizantes que se pueden apreciar en la captura de pantalla anterior.

Un ejemplo sencillo

A modo de ejemplo, os ofrezco un ejemplo un poco extremo realizado con mi Nikkor AF-S 16-85 f/3.5-5.6 VR en el que disparé a la mínima distancia focal y máxima apertura de forma perpendicular a una pared de ladrillos con objeto de dejar patente tanto la distorsión de barril como el viñeteo producido.

Nikon AF-S 16-85 VR @ 16mm f/3.5 (sin corrección por software)

Una vez procesada la imagen en Lightroom 3 el resultado es similar a haber realizado la fotografía con un objetivo de mayor calidad al no quedar apenas rastro de defectos ópticos como se puede apreciar en la siguiente imagen.

Nikon AF-S 16-85 VR @ 16mm f/3.5 (corregido por software)

¿Y si mi objetivo no aparece en Lightroom 3?

Si por lo que sea determinado objetivo no está todavía incluido en la base de datos del programa, siempre podéis echar mano de la corrección manual de los parámetros antes descritos para mejorar mediante postprocesado el rendimiento del mismo aunque, como comprenderéis, lo más cómodo es contar con una óptica soportada por el programa para que con un simple click nos olvidemos de los dichosos defectos ópticos y que además las correcciones se adapten a la focal (si es que el objetivo es de tipo zoom) y la apertura empleadas en cada fotografía.

Siempre es mejor partir de una buena base

Obviamente siempre es mejor emplear un objetivo que no introduzca ningún tipo de defecto óptico en nuestras imágenes, porque en fotografía cuando mejor sea «la base» mejores resultados obtendremos al final. Sin embargo, no debemos ignorar la opción que nos da Lightroom de mejorar la calidad de nuestras ópticas sin más que hacer un click de ratón.

Aparcamiento

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El proceso cruzado

Es bastante posible que alguna vez os hayáis encontrado con imágenes cuyo aspecto sea perfectamente real pero sus colores tengan un aspecto extraño. Puede que los negros tengan una componente azulada, que en los grises aparezca una dominante verdosa o que el cielo aparezca teñido de un rosa muy sutil. Pues bien, lo que estáis viendo es ni más ni menos que una fotografía a la que se le ha aplicado un proceso cruzado.

Momentos de reflexión

¿Qué es el proceso cruzado?

El proceso cruzado (cross processing en inglés o simplemente xpro) no es una técnica aparejada a la fotografía digital pese a que durante los últimos tiempos esté en boca de mucha gente, ya que en realidad sus orígenes se remontan al revelado de la película analógica, donde se empleaban unos reactivos determinados en función del tipo de carrete a positivar.

De hecho, se cree que el proceso cruzado se descubrió «por error» allá por los años 60 cuando algunos fotógrafos emplearon reactivos para película de diapositivas en carretes destinados a fotografías en papel y viceversa, obteniendo unos colores en cierto modo irreales y unos contrastes muy marcados que, en algunos casos, daban lugar a imágenes muy atractivas. El resultado variaba en función del reactivo empleado y la película a revelar, pero en general la imagen seguía siendo perfectamente válida después del proceso pese a haber utilizado un producto no adecuado para ello.

La plaza de Cervantes

El proceso cruzado se ha empleado desde entonces en multitud de imágenes; sobre todo en el mundo de la moda y la publicidad debido al alto contraste y la saturación de los colores que se obtiene. Incluso se han llegado a rodar películas empleando esta técnica para revelar los rollos, dando una idea de la expansión de esta técnica. Es decir, que a partir de un simple error se ha creado una tendencia fotográfica que, basada en él, intenta plasmar el mundo desde un particular punto de vista tonal.

El buen pastor

El proceso cruzado en la fotografía digital

Hoy en día es muy sencillo aplicar el proceso cruzado a nuestras imágenes digitales, ya que la gran mayoría de programas de edición gráfica incluyen estos efectos entre sus funciones. Photoshop, Lightroom, GIMP… Todos ellos disponen de filtros para dar a nuestras imágenes esa apariencia que os digo en la que los elementos que aparecen en ellas adquieren unas tonalidades muy diferentes a lo que estamos acostumbrados a captar a través de nuestros ojos.

S.P. Cabanillas - C.D.E. Caraquiz (23/10/2010)

El proceso cruzado se adapta bastante bien (al menos emulándolo digitalmente en Adobe Lightroom 3) a fotografías bastante luminosas, dando resultados algo pobres para mi gusto en fotografías subexpuestas. Puesto que la gracia del asunto es la variabilidad de los diferentes tonos presentes en la imagen, no conseguiremos gran cosa con una imagen con un claro predominio del negro.

En cualquier caso, como todo en fotografía la cuestión es probar y probar para darnos cuenta por nosotros mismos si la técnica se adapta a lo que queríamos expresar con nuestra imagen. Ya sabéis que en estos artículos acostumbro a presentaros las cosas de modo sencillo y luego sois vosotros los que tendéis que comprobar por vosotros mismos si os son de utilidad o no.

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Aberraciones cromáticas

Las aberraciones cromáticas suelen aparecer con frecuencia en algunas fotografías. Es un defecto óptico que se suele dar con mayor frecuencia en cámaras compactas de gama baja, si bien también puede darse en cámaras réflex empleando algunos objetivos y bajo ciertas condiciones de iluminación.

¿Qué son las aberraciones cromáticas?

El término aberración cromática engloba a los defectos ópticos consistentes en la tinción con cierto color no deseado de las transiciones entre elementos muy contrastados de la imagen. De hecho, el método clásico para comprobar si aparecen aberraciones cromáticas bajo ciertas condiciones consiste en hacer una fotografía a unas ramas o elementos similares a contraluz.

Como podéis apreciar, los bordes de las hojas a contraluz aparecen teñidos de un tono morado bastante antiestético que es un claro ejemplo de aberración cromática.

¿Por qué se producen las aberraciones cromáticas?

Este defecto depende fundamentalmente de la óptica empleada y se produce por algo muy sencillo de entender: la luz se compone de muchas longitudes de onda diferentes, correspondiendo cada una de ellas a un color tal y como muestra la siguiente imagen.

A modo de curiosidad os diré que las ondas de longitud mayor de 700 nm se consideran radiación infrarroja del mismo modo que aquellas ondas con una longitud inferior a los 400 nm pertenecen al espectro de la radiación ultravioleta. En cualquiera de los dos casos, estas ondas son invisibles para el ojo humano, ya que sólo podemos captar longitudes de onda entre 400 y 700 nm, que son las que originan el espectro visible de colores.

Una vez repasados estos conceptos básicos, en lo que a fotografía se refiere lo ideal sería que cuando tenemos algo enfocado todas las longitudes de onda converjan en el mismo punto de la superficie del sensor para «dibujar» el elemento de forma completamente nítida. Sin embargo, empleando ciertas ópticas puede ocurrir que determinadas longitudes de onda tengan su punto de convergencia ligeramente adelantado o retrasado con respecto a la superficie del sensor. En tal caso, los bordes de elementos oscuros sobre fondo claro (o viceversa) pueden aparecer teñidos de tonos azules, rojos, verdes o amarillos; algo que se intenta evitar añadiendo ciertas lentes especiales a la fórmula óptica del objetivo.

En la siguiente imagen tenéis una explicación gráfica que os ayudará a entender el por qué de esos bordes coloreados en ciertas imágenes. Si las componentes azul y roja de la imagen se dibujan en puntos diferentes al del plano de la imagen aparecerá en los bordes del motivo fotografiado este defecto óptico que hoy estamos viendo.

También es habitual que las aberraciones cromáticas aparezcan en los reflejos puntuales sobre superficies brillantes; y de hecho esto es algo que ya os comenté en la review del Nikkor AF ED 80-200mm f/2.8D sacando a relucir el siguiente recorte a escala 1:1 de una fotografía tomada con él:

En una óptica perfecta, esos bordes azulados en los brillos no deberían de existir, siendo los límites de los mismos completamente blancos. Sin embargo, ya veis que en este tipo de situaciones aparece una componente azul en forma de halo en torno al punto luminoso que en ciertas fotografías pueden apreciarse con claridad.

¿Cómo evitar las aberraciones cromáticas?

Puesto que estamos ante un defecto óptico del objetivo, para evitar la aberración cromática sólo podemos tratar de «esquivar» las condiciones bajo las que éste se produce. La cosa no sólo consiste en evitar reflejos puntuales y fuertes contrastes en nuestras imágenes; sino también evitar usar las aperturas y las distancias focales más propensas a producir este fenómeno. Ya sé que siempre insisto en lo mismo, pero se demuestra una vez más que conocer nuestro equipo fotográfico es lo que más nos va a ayudar a hacer mejores fotografías.

De todos modos, las aberraciones cromáticas no son demasiado complicadas de eliminar en postproceso. Cualquier software avanzado de retoque fotográfico nos va a ofrecer la posibilidad de mitigar estos defectos e incluso hay cámaras que corrigen esto por ellas mismas internamente, por lo que no llegaremos a ver las aberraciones cromáticas captadas por el sensor si disparamos en formato JPG y tenemos activada esta característica que os digo.

De hecho, me gustaría mostraros con un ejemplo práctico el resultado de una corrección de este tipo, y para ello vamos a emplear una imagen tomada hace unos días en un partido de fútbol donde estuve probando el 80-200 f/2.8, la vamos a abrir en Adobe Lightroom para visualizarla a escala 1:1 y luego nos centraremos en ese detalle que os he marcado con un recuadro rojo.

Si nos fijamos en el poste vertical de la portería que hay al fondo vamos a ver que en su parte derecha hay una componente amarillo-verdosa que no es otra cosa que una de esas aberraciones cromáticas de las que estamos hablando hoy.

Mediante los controles de corrección de las aberraciones cromáticas podemos mitigar estas eliminando la componente de color no deseada del borde del poste dándole a este una apariencia casi completamente neutra como podemos ver en el siguiente recorte capturado una vez aplicado el correctivo.

Como podéis imaginar, en la fotografía vista a un tamaño normal la aberración cromática es prácticamente invisible, y prueba de ello es que en la imagen original que subí hace unos días a Flickr ni siquiera me molesté en aplicar la corrección que hemos visto hoy porque sencillamente ni me di cuenta del tono amarillento del poste que aparece al fondo. De hecho, aquí tenéis la imagen en cuestión en la que la atención se centra en el jugador con el número 30:

Día de partido

La importancia de conocer las cosas

Ahora ya sabéis de dónde proviene este defecto óptico que tan a menudo se presenta en ciertas ópticas; y precisamente eso es lo más importante que quería mostraros en este artículo. Evitar su aparición no es fácil porque bajo ciertas condiciones poco vamos a poder hacer para que no se produzca pero, como habéis podido ver, siempre podemos mitigar sus efectos en buena medida mediante las herramientas que la fotografía digital pone a nuestro alcance. Ahora, como de costumbre, todo es cuestión de probar y experimentar por nosotros mismos.

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Cómo hacer un desaturado selectivo con Adobe Lightroom 2

Los desaturados selectivos (también conocidos como cutouts) son imágenes bastante vistosas y que siempre llaman la atención del espectador. De hecho, en este mismo blog ya he publicado alguna fotografía de este estilo que, por lo general, ha tenido cierto éxito entre vosotros.

Más vale prevenir...

Pese a lo que pueda parecer, realizar un desaturado selectivo no es una tarea excesivamente compleja; o al menos no lo es si empleamos mi herramienta favorita para tratar las imágenes que salen de la cámara: Adobe Lightroom 2.

Precisamente, lo que pretendo con esta entrada es presentaros un pequeño tutorial explicando cómo realizo este tipo de imágenes para adjuntaros un vídeo al final que demuestra lo rápido que podemos tratar una fotografía para lograr este curioso efecto. Vamos pues con la explicación:

Seleccionando las imágenes adecuadas

No todas las imágenes son aptas para un cutout. Funcionarán mejor aquellas fotografías con colores puros y luminosos, pues además de lograr un efecto más espectacular, serán más fáciles de realizar al estar más definidas las zonas de diferentes tonalidades. Si queréis buscar un escenario para realizar vuestro primer desaturado selectivo, una buena opción puede ser uno de esos modernos parque infantiles llenos de columpios, pues allí reinan los colores primarios muy saturados.

Del mismo modo, si tenéis la posibilidad de disparar en RAW os lo recomiendo por encima del JPG, pues al no haber ningún proceso previo de compresión los colores llegan al ordenador de una forma más pura y definida.

Auditorio Manuel Azaña

Nuestra imagen inicial: unas gradas plagadas de graffitis. Lo que nos proponemos es destacar la pintada azul que hay en la parte superior

Bueno, ya tenemos la imagen adecuada para nuestros propósitos, así que ahora vamos con la chicha del proceso:

Tratando los colores en Lightroom

Pantalla de Lightroom 2 nada más abrir la imagen para tratarla

Una vez abierta la fotografía en Adobe Lightroom 2 vamos a ir al panel de la derecha y allí desplegaremos la pestaña llamada HSL / Color / Grayscale. Una vez dentro de ella emplearemos el primer modo de trabajo (HSL) por ser el relacionado con el tono, la saturación y la luminosidad de los colores; así que a su vez dentro de él trabajaremos con la opción Saturation.

Este paso es el más sencillo de todos: se trata de llevar al mínimo la saturación de todos los canales. Con esto tendremos una imagen en tonos de gris a la que posteriormente resucitaremos los tonos adecuados.

Bajando la saturación de los diferentes canales de la imagen uno por uno. Se trata de llevarlos todos al valor -100 para dejar la imagen completamente gris

Ahora seleccionaremos la herramienta de ajuste sobre el terreno (ese pequeño punto con dos flechas a la izquierda de la palabra «Saturation») y llevaremos el cursor sobre la zona cuyo color pretendemos destacar. Hacemos click con el ratón y sin soltar el botón movemos el mouse suavemente hacia arriba, viendo como van subiendo los canales correspondientes a ese tono (puede que sólo suba uno de ellos si el tono se corresponde exactamente).

Con la herramienta de ajuste subimos la saturación de la zona a tratar hasta que ronde el cero (o un poco más para que el color quede más vivo). Otras zonas con componente azul también han avivado su color, así que luego las volveremos a "apagar".

El problema es que ahora tenemos esa zona del tono deseado; pero también otras partes de la imagen que se correspondían con dicho color. Por lo tanto, tenemos que buscar algún modo de que esas zonas que queremos mantener en gris vuelvan a su estado anterior.

Esto lo haremos con el pincel de ajustes: una herramienta muy potente que nos va a permitir ir ajustando en los lugares que deseemos cosas como el brillo, el contraste, la exposición… y, por supuesto, la saturación de los colores.

Ajuste de la herramienta pincel: saturación en -100 para eliminar el color de las zonas no deseadas

Seguro que ya os estáis imaginando lo que hay que hacer. Seleccionamos el ajuste de la saturación dentro de la herramienta y llevamos su valor a -100. Con esto, allá por donde pasemos el pincel volverá el reino del color gris; por lo que debemos repasar todo aquello que se haya coloreado sin haberlo deseado. Lo más aconsejable es comenzar con un tamaño de pincel pequeño para delimitar bien el borde de la zona que estamos destacando y luego ampliar el radio generosamente para retocar rápidamente el resto de la imagen sin contemplaciones.

En esta zona de la pantalla podemos ver el efecto de ir pasando el pincel: aquello que va tocando vuelve a ser completamente gris

Una vez que nos hemos asegurado de que todo rastro de color fuera de la zona a destacar ha sido aniquilado podemos dar por terminada nuestra imagen y exportarla a JPG para poder enseñársela al mundo. ¿Verdad que no era tan difícil?

Auditorio Manuel Azaña (cutout)

Nuestro desaturado una vez finalizado

Haciendo un cutout en dos minutos

Para que veáis que no os engaño cuando afirmo que se puede hacer un desaturado selectivo en apenas un par de minutos os dejo un vídeo capturado con mi propio ordenador en el que podéis ver en tiempo real los pasos que os he ido explicando en el tutorial. La verdad es que en este tipo de imágenes lleva más tiempo el elegir la fotografía más adecuada a nuestros propósitos que el proceso de desaturado como tal.

Por cierto, visto en el propio blog es posible que no apreciéis bien los detalles del vídeo por su tamaño limitado a 500 píxels de ancho, así que os recomiendo que lo veáis en alta definición haciendo click con el ratón en el logo de Youtube que hay en el propio vídeo o bien pulsando directamente en este enlace.

Si alguna vez habéis visto este tipo de fotografías con la sensación de que son muy complicadas de realizar, espero haber conseguido convenceros de que es algo mucho más fácil de lo que parece y que en apenas un rato podéis obtener una imagen con la que provocar una mueca de sorpresa.

¡Veo estrellitas!

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¿Qué significa que una fotografía digital está quemada?

Seguro que más de una vez habéis escuchado (ya sea comentando alguna fotografía con alguien o leyendo algún foro sobre el tema) que «el cielo de tal o cual foto está quemado» o que «se han quemado las luces altas». Si al escuchar expresiones como estas os quedáis con cara de no saber de qué va el tema voy a intentar explicaros con brevedad y concisión qué es lo que ha ocurrido.

¿Cómo se representan los colores en una fotografía digital?

Cualquier color del espectro visible se puede obtener mediante una combinación de los colores primarios (rojo, verde y azul; más comúnmente expresados con sus iniciales en inglés RGB). La cantidad de cada uno de estos tres colores se puede representar de diversos modos, pero para no liar más las cosas vamos a trabajar en porcentajes, que es como expresa estos parámetros el fantástico Adobe Lightroom 2.

paleta

Comenzaremos observando que los tonos primarios vendrán dados por su correspondiente valor RGB al 100% y el resto al 0%. El rojo será RGB=100%, 0%, 0% (a partir de ahora obviaré los símbolos de porcentaje, ¿OK?  😉 ), el verde será RGB=0, 100, 0 y el azul será RGB= 0, 0, 100. Como veis, estos tres valores son una especie de «paleta virtual» en la que podemos mezclar los tonos primarios que conforman los píxeles de cualquier monitor tal y como comenté en una entrada de hace ya unos meses.

Recordaréis que en el colegio nos enseñaron que el negro es la ausencia de color, por lo que este tono se representará con los colores RGB=0, 0, 0. Del mismo modo, el color blanco puro no es otra cosa que la mezcla de los tres colores primarios a su máximo valor; algo que expresaremos como RGB=100, 100, 100. Por otra parte, los tonos grises vendrán dados por valores idénticos de los tonos primarios (RGB=20, 20, 20 para un gris oscuro, RGB=75, 75, 75 para otro mucho más claro…).

Pues bien, ya os estaréis imaginando cómo funciona todo el invento de representar los colores: otorgando un valor entre 0 y 100 a cada uno de los tres colores primarios, así que vamos a ver cómo nos afecta todo eso a la hora de hacer una fotografía digital.

El rango dinámico

Las cámaras digitales tienen una limitación a la hora de representar una escena compuesta por luces y sombras llamada rango dinámico. El rango dinámico no es otra cosa que la máxima diferencia que la cámara puede captar entre la zona más oscura de una fotografía y la más clara. Esa diferencia, por lo general, es más grande cuanto más alto es el escalón que la cámara ocupa en la gama del fabricante; pero a rasgos generales se puede decir que las cámaras réflex tienen un rango dinámico bastante más alto que las compactas y las bridge por el tamaño y la calidad de los sensores que emplean.

Un rango dinámico elevado nos va a permitir, por ejemplo, realizar un retrato de alguien que está situado en la sombra sin que el cielo se quede completamente blanco o sacar un cielo lleno de nubes sin que el suelo quede demasiado oscuro. Sin embargo, esa misma situación en una cámara con escaso rango dinámico va a hacer que en cuanto haya una cierta diferencia de iluminación entre el sujeto y el fondo tengamos que elegir entre sacar oscuro al retratado y correctamente expuesto el fondo o conseguir un rostro correctamente iluminado y un fondo «quemado» (ya tenemos aquí la famosa palabrita).

Luces, sombras y barrotes

En esta fotografía hay luces y sombras; pero no hay zonas quemadas porque la diferencia entre unas y otras no es demasiado elevada. No hemos excedido el rango dinámico de la cámara.

¿Pero lo que se quema no queda negro?

Bueno, un bosque o una pila de papel sí; pero en el caso de la fotografía, lo que queremos decir cuando una zona se nos ha quemado es que hemos llegado al límite superior de los canales RGB (100, 100, 100); algo que se puede ver echando un vistazo al histograma de la imagen tanto en la propia cámara como en nuestro programa de retoque digital favorito porque cuanto más alta es la barra pegada al límite derecho del mismo más píxels «quemados» habrá en la imagen. Es lo mismo que sucede cuando estamos grabando un sonido y excedemos la capacidad de captación del micrófono porque estamos hablando demasiado alto: perdemos información al estar saturando el sensor.

Si nuestra zona completamente blanca no lo fuera tanto (imaginad por ejemplo que en vez de 100, 100 ,100 fuera 99.5, 98.7, 99.8) tendríamos toda la información necesaria de los tres canales y podríamos tratarla con los algoritmos de nuestro programa de retoque fotográfico habitual; pero en el momento que los tres datos están al 100% (también perderemos información si saturamos tan sólo uno de los tres, pero vamos a suponer que los saturamos todos) sólo sabemos que la luz en esa zona era excesiva para el sensor de la cámara y hemos excedido su límite; pero puede ser por sólo un poquito o porque en esa zona de la fotografía brillaba una luz más potente que la del sol. Precisamente por eso decimos que hemos perdido información y es imposible saber la intensidad de la luz en ese punto. Vamos a verlo con un ejemplo:

NOTA: podéis hacer click sobre las imágenes de ejemplo para que se abran a su tamaño original en una nueva ventana/pestaña y así poder los detalles que os comento al pie de las mismas.

Fotografía en la que buena parte del cielo se ha quemado. Fijáos en el histograma de la derecha y en los valores medidos sobre la zona más brillante del cielo: los tres canales RGB están al 100%

Fotografía en la que buena parte del cielo se ha quemado. Fijaos en el histograma de la derecha y en los valores medidos sobre la zona más brillante del cielo: los tres canales RGB están al 100%

Mal remedio tiene una zona completamente quemada a la hora de corregir niveles en una fotografía digital (y en este punto aprovecho las bondades de disparar en RAW para este tipo de labores). Se podrá oscurecer, pero como no sabemos el porcentaje de cada color que había originalmente, ese blanco puro se convertirá en un tono de gris más oscuro cuanto más rebajemos la luminosidad; pero claro, tal vez en la escena original esa luz no era gris sino que tenía una cierta componente azulada que nos hemos cargado al saturar los tres canales del sensor.

Fijaós en que al oscurecer la fotografía en general, las partes completamente quemadas del cielo siguen igual de blancas (las nubes) y el azul ha quedado de un tono muy extraño (señal de que el canal de ese tono estaba saturado)

Fijaós en que al oscurecer la fotografía en general, las nubes (que estaban completamente quemadas) siguen igual de blancas en algunas zonas y lo que era azul claro ha quedado de un color muy poco natural (señal de que el canal de ese tono estaba saturado)

Cómo evitar «el incendio»

A la hora de hacer una fotografía es importante darse cuenta de los contrastes de luz que hay en la escena. Si toda la imagen está uniformemente iluminada (aunque sea con gran intensidad) no habrá problema, pues sólo tendremos que ajustar los parámetros del disparo para que no llegue demasiada luz hasta el sensor ya sea cerrando el diafragma, reduciendo el tiempo de exposición…

Del mismo modo, si la iluminación es uniforme pero escasa tendremos que utilizar los recursos que tenemos a mano para conseguir que la fotografía quede correctamente expuesta (abrir el diafragma lo máximo posible, aumentar la sensibilidad ISO, incrementar el tiempo de exposición…).

El problema es que ambas situaciones son completamente contrapuestas, por lo que en caso de una escena con zonas muy iluminadas y otras a la sombra vamos a tener que elegir un compromiso entre los dos casos antes vistos si no queremos arruinar la imagen. No siempre es sencillo; y puestos a elegir es mejor medir la luz en las zonas más brillantes (aquí sería útil emplear el modo de medición puntual) quedando las sombras demasiado oscuras antes que exponer correctamente las sombras quedando las luces completamente «quemadas». Si conseguimos que en la fotografía no haya ninguna zona en el límite del 100% podremos subir y bajar la exposición de tal modo que todos los tonos quedarán equilibrados; no como en el caso del ejemplo que vimos anteriormente.

Fotografía sin zonas quemadas. La exposición ha quedado equilibrada entre las zonas de luces y de sombras.

Fotografía sin zonas quemadas. La exposición ha quedado equilibrada entre las zonas de luces y de sombras.

Al bajar la exposición de la fotografía todos los colores quedan equilibrados porque no había zonas saturadas

Al bajar la exposición de la fotografía todos los colores quedan equilibrados porque no había zonas saturadas

Por el mismo motivo podremos subir bastante la exposición de la fotografía manteniendo el equilibrio tonal original

Por el mismo motivo podremos subir bastante la exposición de la fotografía manteniendo el equilibrio tonal

La importancia de la práctica

De cualquier modo, el único modo de salvar los muebles en este tipo de situaciones es practicar lo máximo posible y conocer bien las posibilidades de nuestra cámara para, llegado el caso, conseguir una imagen de la que poder sentirnos orgullosos. No siempre es sencillo, pero con un poco de paciencia los resultados son más que satisfactorios.

Las iluminaciones uniformes son muy útiles para sacar una fotografía bien expuesta sin complicarnos demasiado la vida, pero hay que reconocer que los juegos de luces y sombras pueden dar lugar a imágenes muy bonitas; por lo que merece la pena intentar sacar provecho de esos contraluces que a veces aparecen en los más insospechados rincones.

De cualquier modo, me gustaría daros una última indicación: la luz a primera hora de la mañana y a última de la tarde no sólo es mejor porque al ser casi perpendicular al motivo a fotografiar realza su volumen, sino que también, al tener menos intensidad, reduce bastante la diferencia entre las luces y las sombras; algo que nos va a facilitar mucho las cosas a la hora de conseguir una buena fotografía.

Ya no me asomo a la reja

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Mi ordenador llevará Debian y Windows XP en particiones separadas

Finalmente conseguí que Debian + KDE4 funcionara correctamente en mi ordenador de sobremesa. Ya no tengo efectos gráficos no deseados (era culpa del driver de nVidia; con uno más actualizado se solucionó el problema) y el ordenador funciona estable y a toda velocidad gracias a que he instalado la versión de 64 bits del sistema operativo que aprovecha mejor las prestaciones de mi micro Core2Duo.

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Lo que ocurre es que lo de la virtualización del Windows XP no es algo tan simple como pensaba; y aunque he conseguido hacerlo funcionar a una velocidad bastante decente se me presenta el problema de la resolución de pantalla y el rendimiento de Lightroom: lo que ocurre básicamente es que en el ordenador virtualizado tengo un hardware de vídeo muy poco potente (lógico, pues todos sus componentes están emulados por software) y los milagros en informática no existen.

El manejo general del sistema operativo es rápido (también influye que le he asignado 2 GB de RAM; dejando a Debian con la memoria muy muy justita) pero el pobre Lightroom rinde poco más o menos que como en mi portátil además de que estoy limitado a una resolución máxima de 1600×1200, que si bien no es poca, sucede que es de formato 4:3 con las desventajas que esto implica a la hora de trabajar con fotografías como ya os comenté en una entrada de hace un tiempo.

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Total, que la solución que voy a llevar a la práctica (ya tenía la idea anteriormente; pero varios comentarios vuestros en la entrada sobre la eliminación de Windows Vista me han llevado a ver que puede ser la mejor opción) es dividir el disco duro en tres particiones:

– Una para Debian, que será la que arranque por defecto ya que será el sistema que emplee la mayor parte del tiempo.

– Otra para Windows XP; sin demasiadas necesidades de espacio porque va a ser para el sistema, Lightroom y poco más.

– Una tercera (con todo el espacio restante) para datos, de tal modo que en ella tendré todas las fotografías y vídeos que vaya editando así como el grueso de los juegos que pueda analizar para ultimONivel. Lo más importante es que a esta partición pueda acceder tanto desde Debian como desde Windows XP.

En fin, a ver qué tal queda todo al final, pero de momento me he dado cuenta de que aunque la virtualización va muy bien para ejecutar el sistema base y programas «estándar», para cosas que requieran muchos recursos la bajada de rendimiento es bastante acusada y, en ocasiones, no va a ser posible emplear las mismas posibilidades que el sistema sin virtualizar (como lo de la resolución de 1920×1080 en mi caso particular).

Espero que la próxima entrada hablando sobre este tema sea para comentaros que ya está todo instalado y funcionando  😉

El formato RAW: ventajas y desventajas

En fotografía digital se habla mucho del formato RAW: que si es mejor que el JPG, que si los colores salen mates, que si da más calidad, que si es como un negativo, que si es poco práctico… Reconozco que yo mismo le tenía cierta «manía» a dicho formato porque me parecía un  auténtico rollazo tener que procesar en el ordenador cada una de las imágenes para obtener una fotografía que se pudiera imprimir, subir a Internet o compartir con el resto del mundo. Sin embargo (y pese a que antes de empezar a experimentar por mí mismo con todo este tema me declaré fan del JPG) actualmente con la D40 disparo absolutamente todo en RAW y me doy cuenta de que mis imágenes en general han mejorado bastante desde que las proceso en Lightroom.

Mi conversión ha sido tan radical que si antes era un enemigo acérrimo de cualquier proceso de postproducción en fotografía, desde que me he estrenado en el mundillo de las réflex me doy cuenta de que manejar con cierta soltura este tipo de software es casi tan importante como saber encuadrar o controlar los parámetros de la exposición.

Poda salvaje

¿Qué es el formato RAW?

RAW no es un formato propiamente dicho, sino un «concepto». Un archivo de tipo RAW no es otra cosa que los datos del sensor de la cámara directamente tomados de la memoria intermedia (buffer) de la cámara y sin ningún tipo de proceso posterior. Si lo queréis ver de otro modo, podemos decir que son un montón de datos numéricos que el sensor ha tomado al hacer la fotografía, por lo que no se pueden considerar una imagen de ninguna de las maneras, pues para obtener una imagen visualizable hay que aplicar a esos datos un proceso.

Cuando disparamos en JPG lo que se hace en la cámara después de disparar es tomar esos mismos datos del sensor y aplicarles una serie de parámetros y conversiones para guardar la imagen final en la tarjeta de memoria. Esas transformaciones que os digo se basan en nuestros ajustes de la cámara (intensidad del color, nitidez, compresión de la imagen…) y una vez realizadas se pierden para siempre los datos del sensor quedando guardada la imagen JPG para la posteridad. Lo que hacemos al disparar en RAW es guardar esos datos «en bruto» para aplicar luego nosotros los cambios que queramos y de la manera que queramos en un ordenador.

Si queréis un símil fotográfico, es como cuando configuramos nuestra cámara para disparar en blanco y negro. La fotografía, una vez realizada se guarda así, por lo que si quisiéramos pasar una de esas imágenes a color sencillamente no podríamos. Sin embargo, si hubiéramos hecho la foto original en color, nada nos impedirá, una vez en casa, usar un programa de edición para pasarla a blanco y negro. Pues con el RAW es más o menos así: en el archivo tenemos toda la información posible y por lo tanto vamos a tener la máxima flexibilidad a la hora de tratar nuestra fotografía como creamos más conveniente.

Para que veáis esto que os digo con un ejemplo, os pongo a continuación dos capturas de Lightroom. En la primera aparece el NEF (NEF es la extensión del formato RAW en las cámaras Nikon) recién abierto y sin ningún tipo de modificación. En la segunda, lo que aparece es la misma imagen ya tratada y lista para ser exportada como JPG.

Imagen RAW en Adobe Lightroom sin ningún tipo de tratamiento

Imagen RAW en Adobe Lightroom sin ningún tipo de tratamiento

El mismo RAW ya tratado y listo para ser exportado

El mismo RAW ya tratado y listo para ser exportado (fijaos en cómo ha cambiado el histograma de la parte superior derecha)

Como podéis ver, la mejora de calidad y las posibilidades de edición son más que evidentes; sin embargo tanto RAW como JPG tienen sus cosas buenas y sus cosas malas.

Desventajas del RAW

El problema del RAW es que no es nada portable. Como os decía al principio de este artículo, con este tipo de archivos no podemos pinchar la tarjeta de memoria recién sacada de la cámara y ver las fotos en el ordenador de alguien que no tenga instalado un software específicamente compatible con nuestra cámara de fotos, pues cada fabricante (y en algunos casos cada modelo de cámara) va a tener un formato diferente e incompatible con los demás. Si queremos mostrar nuestras imágenes al mundo, lo que debemos hacer es convertirlas con Lightroom o algún programa similar a JPG u otro formato más universal.

En el caso de la Nikon D40 que poseo, los archivos JPG a máxima calidad ocupan algo más de 2 MB, mientras que un RAW necesita entre 5 y 6 MB, haciendo que nuestra tarjeta pueda albergar menos imágenes. Como dato orientativo os puedo decir que en la de 4 GB que empleo habitualmente puedo almacenar aproximadamente 600 fotografías en formato RAW.

Las ventajas de disparar en RAW

Lo mejor del RAW es su flexibilidad a la hora de «trastear» con las fotografías. Si trabajamos con las imágenes en formato RAW en un programa como Adobe Lightroom vamos a poder variar todo tipo de parámetros como balance de blancos, exposición por zonas (luces altas, medias y negros), nivel de detalle, contraste, reducción de ruido, saturación e iluminación selectivas, viñeteo… Una serie de elementos que en el caso de trabajar con un JPG ya vienen prefijados de antemano y no los podremos tocar o, el que caso de que podamos, generarán una pérdida de información al tener que volver a comprimir una imagen que ya venía comprimida desde la cámara.

Como veis, las ventajas del formato RAW son evidentes si queremos sacar el máximo partido a nuestras imágenes. Yo ya no me preocupo tanto por el balance de blancos, por ejemplo, pues sé que luego en casa lo puedo ajustar hasta dejarlo en el punto que desee sin perder un ápice de calidad. ¿Cuántas fotografías he tirado a la basura en el pasado por un balance de blancos mal configurado? Ahora sé que trabajando con RAW nunca me volverá a ocurrir eso; y bien que me alegro.

JPG vs RAW

Lo que debemos tener en cuenta es que una imagen JPG y un RAW recién abierto poco tienen que ver en el aspecto visual, y de ahí que mucha gente crea que se ve mejor el JPG que el RAW. Todo tiene su explicación, y lo que ocurre en este caso es que el JPG se suele almacenar con unos datos de color y nitidez ya prefijados por la cámara para que la fotografía luzca bien en el monitor o en el papel mientras que con los datos en RAW inicialmente va a aparecer en pantalla una imagen de colores más planos porque son exactamente los que el sensor captó al hacer la fotografía.

Las primeras veces que usaba el formato RAW abría los archivos en Lightroom y quedaba muy desencantado al comprobar que todo tenía unos colores apagados que no me gustaban nada; pero esto es así porque es como lo ve la cámara «por defecto». Fue entonces cuando comprendí que me tocaba a mi jugar con esas imágenes para darle el colorido que yo quisiera; ya fuera para intensificarlo o atenuarlo según lo que pretendiese expresar con la imagen.

Por otra parte, hay que señalar también que una imagen en JPG tiene 24 bits de color por píxel, mientras que en RAW varía entre 36 y 48, por lo que la gama de tonalidades será muchísimo más amplia en este segundo caso y nos permitirá unos ajustes mucho más finos de cualquier parámetro. De todos modos, veremos mejor la diferencia real entre uno y otro formato a la hora de trabajar en el siguiente apartado de esta entrada.

Un ejemplo práctico

Las cámaras réflex tienen la posibilidad de realizar las fotografías en RAW y JPG al mismo tiempo; y precisamente basándome en ello me gustaría mostraros con un ejemplo práctico qué diferencias hay «en el mundo real» entre los dos formatos. Recordad que pinchando sobre las imágenes se os abrirá una nueva ventana / pestaña que la mostrará a mayor tamaño.

JPG original de la camara

Éste es el JPG directamente extraído de la cámara sin ningún tipo de tratamiento al margen de los valores por defecto que la propia cámara le da al comprimirlo

RAW sin editar

Esto es el RAW exportado a JPG con Adobe Lightroom sin ningún tipo de tratamiento por mi parte. Si os fijáis con atención veréis que los tonos son algo más apagados y la nitidez es algo menor que en la fotografía anterior

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Aquí vemos el RAW en Lightroom antes de empezar a tocar nada. Vamos a tratar a continuación de darle un poco de vida a una fotografía que ha quedado un poco "gris" debido a que el día estaba bastante nublado.

raw-editado-lightroom

Una vez finalizado el proceso de retoque podemos ver que la imagen ha cambiado bastante de tonalidad; algo que se puede comprobar observando que en el histograma hay una mayor presencia de amarillos y rojos en los píxels más brillantes (se corresponden con las tapas de los contenedores, las señales y algunos coches)

comparacion-retoque-lightroom

Colocando la imagen original junto a la resultante, los cambios se hacen más evidentes. Lo mejor de todo es que hemos mejorado considerablemente la toma sin perder un ápice de calidad

RAW editado

Por último, aquí está la imagen que hemos exportado desde Lightroom con todas las modificaciones aplicadas. Como veis, el resultado final es bastante mejor que el JPG que generó la propia cámara, y es que aunque los automatismos sean eficientes, todavía no son capaces de distinguir las sensaciones que queremos transmitir con una imagen.

Resumiendo, que es gerundio

En definitiva, desde fuera puede parecer que esta forma de trabajar con las fotografías es lenta y pesada; pero nada más lejos de la realidad. De lo que se trata ahora, tal y como os comenté en la entrada que hablaba de Lightroom, es de hacer cincuenta fotografías en vez de quinientas, y de esas cincuenta seleccionar las que realmente merezcan la pena; que a veces no son más que una o dos; pero esas que han quedado realmente bien hay que trabajarlas hasta que sea imposible hacer que luzcan mejor. A mí eso me produce más satisfacción que llenar una tarjeta con centenares de fotografías mediocres, así que creo que algo he avanzado en esto de la fotografía.

Por cierto, mi agradecimiento sincero desde aquí a Mario; un compañero de trabajo que fue quien me animó a disparar en RAW cuando le comenté que me acababa de comprar una reflex digital. Realmente fue él quien me abrió los ojos a esta forma de entender la fotografía.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Mi forma de trabajar con Adobe Lightroom 2

Lightroom 2 es una maravilla para trabajar con fotografías. No está enfocado al retoque puro y duro como Photoshop, pero sí que es imbatible para trastear a nivel general con colores, balances de blancos, saturación de tonos… y además es un excelente catalogador de imágenes, pues Lightroom es en esencia una base de datos en la que tener clasificadas todas nuestras imágenes.

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Además, hay que tener en cuenta que Lightroom es un programa de edición no destructiva de imágenes, lo que significa que la fotografía original permanece siempre inalterada y lo que vamos haciendo son cambios que se van mostrando en tiempo real sobre la pantalla. Por eso, para sacar la imagen definitiva, hemos de emplear la opción de «exportar» al final de todo el proceso.

Lo que me gustaría explicaros hoy es el proceso que sigo desde que saco la tarjeta de memoria de la cámara hasta que me pongo a editar las fotografías en este programa creado por Adobe. Desde que utilizo Lightroom he cambiado mi modo de trabajar con las imágenes; y es que en lugar de dar por bueno todo lo que disparo, ahora prefiero hacer una selección de imágenes y emplear un buen rato en tratar cada una de ellas en busca del mejor acabado posible.

Nada más meter la tarjeta de memoria en el lector del ordenador (o de conectar directamente la cámara al puerto USB) se abre el siguiente cuadro de diálogo en el que elijo el programa Nikon Transfer para pasar la totalidad de las fotografías realizadas al disco duro.

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Desde que comencé a hacer fotografías siempre he sido muy cuidadoso con la forma de almacenarlas y nombrarlas. Lo que hago en dividir todo en carpetas según el modelo de cámara y luego por meses empleando como nombre de las carpetas 0901 para el mes de Enero de 2009, 0705 para Mayo de 2007… a continuación lo que hago es transferir las imágenes empleando un número más que indica el día. Para las fotos de Nochebuena del año pasado emplearía el nombre 081224 y a continuación un número de tres cifras único y correlativo para cada imagen.

Es decir, que esas fotos de Nochebuena se llamarán 081224_000, 081224_001, 081224_002… y así sucesivamente. Respecto a la extensión, esta dependerá del formato en el que dispare. Antes todo lo hacía en JPG, pero desde que empleo Lightroom sólo disparo en RAW (un tema del que otro día hablaremos  😉 ).

La imagen que tenéis a continuación muestra el interface de Nikon Transfer en el que se puede ver lo que os decía sobre la nomenclatura empleada para tenerlo todo bien ordenado.

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Bien, las fotos ya están en el disco duro del ordenador. En este caso han sido guardadas en la carpeta D40 porque han sido disparadas con esa cámara, así que abrimos Lightroom y en la columna de la izquierda hacemos click con el botón derecho sobre la carpeta D40 y elegimos la opción «sincronize folder…» (sincronizar carpeta).

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Tras dar a «aceptar» en los dos siguientes cuadros de diálogo que aparecerán, Lightroom actualiza la ventana y nos muestra sólo las imágenes que hemos transferido hace unos minutos. Lo que ocurre es que algunas de ellas no nos van a servir, y por lo tanto debemos purgar la selección.

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Con un doble click sobre la primera la abrimos a pantalla completa (y aquí entra en juego la importancia de tener un monitor de buena resolución) para poder apreciar los detalles. Así, iremos seleccionando o deseleccionando según vayamos avanzando por las mismas con ayuda de las flechas del teclado. Vamos a ver con un ejemplo cómo es eso de seleccionar o no las imágenes.

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Esta ha sido un desastre de toma. Nos ha salido movida y no se puede sacar nada de provecho a partir de ella. Puesto que no nos interesa, vamos a marcarla como «no válida» con una de esas banderas que hay en la parte inferior izquierda de la pantalla.

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Pulsamos sobre la bandera negra (os lo he resaltado con un cuadrado rojo) y queda resaltada, indicando que la foto no sirve. Si la foto cumpliera con nuestros propósitos la marcaríamos con la bandera blanca de tal modo que al llegar a la última tendremos algunas con bandera blanca (serán aquellas sobre las que vamos a trabajar) y otras con bandera negra (esas se irán directamente a la papelera).

Para tener en pantalla sólo las fotos marcadas con bandera negra, pulsamos la tecla ‘g’ para ver la totalidad de las fotografías, a continuación vamos a la parte superior de la ventana y elegimos la opción de ver las imágenes por sus atributos, resaltando la bandera negra. En ese momento sólo se mostrarán aquellas imágenes que hemos marcado como «no válidas», por lo que elegir todas y borrarlas es una tarea de lo más simple.

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Una vez borradas, pulsamos sobre la opción «none» y ahí tendremos el resto de fotografías transferidas hace un rato esperando a que las tratemos como nos parezca conveniente. Lightroom es un mundo amplio y complejo sobre el que se podría escribir un libro entero (de hecho hay varios publicados) y por lo tanto es algo en lo que no me voy a meter.

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Una vez terminadas todas las fotos, las exportaremos a un formato más transportable que el RAW (JPG  y TIFF principalmente) y al pinchar en la barra izquierda sobre el nombre de la carpeta donde están almacenadas todas nuestras fotos originales, podremos ver todas las que allí hay y no sólo las que hemos descargado la última vez.

¡Un saludo!

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

De acuerdo, me uno al retoque fotográfico creativo

¡Vaya tela! No sé cuántos años declarándome enemigo del retoque fotográfico y ahora, en apenas un par de semanas, empiezo a hacer fotos en RAW, descubro Adobe Lightroom y alucino con los resultados que se pueden obtener teniendo un poco de maña y paciencia.

Cierto es que si la imagen capturada originalmente no es buena no hay nada que hacer, y de ahí la importancia de la sensibilidad y los conocimientos técnicos subyacientes detrás de toda buena fotografía; pero no es menos cierto que estos programas son una herramienta alucinante para transmitir sensaciones y sentimientos a quienes se quedan mirando detenidamente las imágenes… ¿y no es eso acaso lo que busco en todo lo que hago?

A continuación cuatro ejemplos rápidos que he generado «jugando» un poco con la saturación selectiva de los colores. Otro día os doy una charla sobre el formato RAW y sus ventajas / desventajas 😉

Azul

Azul

Verde

Verde

Rojo

Rojo

Amarillo

Amarillo