Review: Olight Obulb

A primera vista la Obulb parece uno de esos proyectos creativos ideados durante las horas libres de algún ingeniero de la marca tanto por su filosofía de uso como por los detalles diferenciadores que posee. Sea como sea, esta última creación de Olight es un producto práctico, liviano y muy original que puede cumplir perfectamente tanto para uso personal como para regalar.

El cuerpo

A diferencia de todas las linternas que han pasado por aquí la Olight tiene forma de bola contando con una base plana para darle estabilidad. La semiesfera superior es de plástico blanco traslúcido que no permite ver su interior, que es precisamente donde se alojan los LEDs que producen la luz que emite este modelo.

Por su parte, la mitad inferior está forrada de goma (con el logo de la marca, el nombre del modelo y el número de serie escritos sobre su superficie) y en ella reside tanto la electrónica de control como el sistema de carga magnética y también la batería de polímeros de litio de 630 mAh que le otorga la autonomía necesaria para que este modelo cobre pleno sentido.

Esta base se une herméticamente con la semiesfera superior en un anillo de apariencia metálica del típico azul brillante tan presente en esta marca de linternas. Hablando de colores, la Obulb está disponible con la base en colores rojo, verde, naranja, gris, morado y rosa.

Las dimensiones de la Obulb son de 54 mm de anchura por 48 mm de altura, por lo que podemos decir que es sólo ligeramente más grande que una bola de golf para que así os hagáis una idea mental de lo que abulta. En cuanto al peso, es bastante liviana porque son apenas 55 gramos.

Ya os adelanto que no hay posibilidad de abrir la Obulb sin romperla y que todo lo que se puede tocar está en su base; y es que si le damos la vuelta lo primero que nos va a llamar la atención son los tres contactos metálicos de color dorado que no son otra cosa que su sistema de carga magnético. Como es lógico esto necesita de un cable de carga especial, que es el mismo que emplea la Baton 3 de la misma marca (referencia MCC 1A) y que se alimenta a través de un puerto USB.

Este cable de carga tiene una pequeña superficie transparente junto a la base que se acopla a la linterna que se iluminará en rojo mientras dure el proceso de recarga (el cual se realiza a razón de 5V y 0,65 A y dura unas dos horas en el caso de que la batería esté completamente agotada) y pasará a color verde una vez que esté totalmente llena de energía.

Aprovechando esa característica de carga magnética podemos colocar la Obulb sobre ciertas superficies metálicas de forma bastante firme. No la pondría en el capó de un coche circulando por la autopista pero sí que aguanta perfectamente en la puerta de un frigorífico o si le acoplamos un gancho metálico y la colgamos boca abajo de una cuerda (esto lo sugiere la propia Olight en las promos de este modelo para su uso en tiendas de campaña y similares) gracias a su bajo peso. Comentar que este modelo no cuenta con ningún tipo de anilla, anclaje o similar en el poder poner una correa directamente, dependiendo toda sujección de la mencionada base magnética.

Por último, el único botón de control con el que cuenta la Obulb también está en su base, aunque más que un botón es un área gracias a la cual podemos presionar en buena parte de la superficie central de la base, con lo cual nunca fallaremos una pulsación porque además tiene muy buen tacto. Luego hablaremos de la funcionalidad de este botón, pero de momento lo que quería es que viérais que todo lo que tiene esta linterna se encuentra en su cara inferior.

En cuanto a resistencia a los elementos, según la propia marca la Obulb aguanta caídas de hasta 1,5 metros de altura sin romperse y posee certificación IPX7, que la convierte en resistente a salpicaduras y, lo que es más, por su diseño podemos usarla a modo de «vela flotante» para montarnos un SPA en casa. Eso sí, nunca debemos ponerla a cargar sin secarla previamente, pues podríamos cortocircuitar los contactos del cargador quemándolo.

Como os decía antes, la linterna posee un imán en su base que sirve tanto para acoplar su cargador como para que la Obulb pueda fijarse sobre materiales ferromagnéticos; pero si por lo que sea tenemos la necesidad de ponerla muy habitualmente sobre una superficie en la que el imán no funcione, en la caja viene una «moneda» con adhesivo en una de sus caras que podremos pegar sólidamente en vídrio, madera, cemento… sobre la cual la linterna se queda pegada perfectamente. Eso sí, esta placa metálica circular es de un sólo uso, y una vez pegada si la queréis reutilizar tendréis que buscaros la vida para quitarla, retirar los restos de adhesivo y aplicar algo que le permita volver a fijarse con firmeza.

La luz

La luz que emite la Obulb es, en general, cálida y difusa. Muy buena para iluminación ambiental y suficiente para alumbrar suavemente una estancia a oscuras incluso en su modo más bajo. Hablando de modos, os describo los cuatro que tiene a continuación junto a sus autonomías:

  • Bajo (3,5 lumens): 56 horas
  • Alto (55 lumens): 3,5 horas
  • Rojo fijo (7 lumens): 7 horas
  • Rojo parpadeante (7 lumens): 30 horas

Los dos modos principales (Bajo y Alto) serán los que utilizaremos con mayor frecuencia, y en mi caso es el Bajo el que empleo la mayoría de las veces, ya que tengo la Obulb en la mesilla de noche y la utilizo como iluminación ambiental cuando, por ejemplo, le tengo que dar el biberón al niño y no quiero despertar a mi chica. Con esos 3,5 lumens y los ojos acostumbrados a la oscuridad tengo luz de sobra como para ver lo que estoy haciendo en toda la habitación y no tropezar con nada de camino a la cuna ni meterle al niño la tetina del biberón en un ojo. Además, la autonomía en este modo es de más de dos días seguidos, lo cual está más que bien y me permite despreocuparme de la carga durante bastante tiempo incluso si me la dejo encendida la mayor parte de la noche, que es lo que me suele pasar en muchas ocasiones.

En cuanto a los otros tres modos, el Alto está bien si la estancia a iluminar es muy grande (tipo salón) o tenemos que hacer alguna tarea que requiera algo de precisión visual, pero para el uso que yo le doy apenas lo empleo. No dudo que habrá quien le vea más ventajas a éste, pero no es mi caso.

Y el modo de iluminación roja es típico en tiendas de campaña y similares por dos motivos: no deslumbra y además no atrae a los mosquitos, así que tendrá su público. El modo parpadeante se supone que es para llamar la atención en caso de que queramos que nos vean en la oscuridad, pero ojo que aunque se ve bastante no os recomiento confiar vuestra vida a él en caso de que os quedéis tirados en la carretera; que no es una señal V16 homologada ni mucho menos.

El encendido de la linterna se realiza con una pulsación breve del botón de la base y para alternar cíclicamente entre los cuatro modos hay que mantener pulsado ese mismo botón estando la Obulb encendida. Por cierto, la linterna posee un modo de bloqueo que consiste en mantener pulsado el botón durante un par de segundos cuando la linterna está apagada, de modo que es útil para que no se nos encienda si la llevamos apretada en un bolso o similar. Comentar también que en todo caso el último modo empleado quedará en memoria y al volver a encender la Obulb será el que emplee.

Las sensaciones

Lo primero que entra por los ojos de la Obulb es, sin duda, su diseño molón. Entre su tamaño, la viveza de los colores de la base y el anillo azul de aspecto metálico hay que reconocer que los diseñadores de Olight han conseguido un producto que llama la atención nada más sacarlo de la caja.

Como podéis ver en la fotografía anterior, en la caja de la Obulb viene, además de la propia linterna, el cable de carga, la «moneda» adhesiva para superficies no metálicas (que va a juego con el color de la base) y un pequeño manual de instrucciones multiidioma que explica además de cómo cargar la linterna y demás, que no debemos usarla como juguete para mascotas o dársela a niños pequeños.

Al margen de consideraciones estéticas personales, el diseño de este modelo tiene una gran ventaja, y es que la luz que emite se expande uniformemente en todas direcciones, lo que la hace estupenda para iluminación ambiental de baja intensidad. Si la ubicamos en el centro de la estancia irradiará luz hacia todos los rincones de tal modo que no nos hará falta moverla para nada mientras hagamos uso de ella.

Aunque se supone que la Obulb está preparada para resistir caídas de hasta 1,5 metros de altura, hay un detalle que me transmite cierta intranquilidad a la hora de usar esta linterna, y es que ya me ha pasado alguna que otra vez que se me resbala de las manos por el tacto tal suave de la parte superior y me ha tocado cazarla al vuelo. Sé que en parte es culpa de mi torpeza y que si la agarrara por la base no pasaría esto, pero si me despierto en la madrugada y quiero encenderla mis dedos la agarran por donde primero tocan. No se me ha ido al suelo en ninguna ocasión, y si ocurriera en teoría debería de aguantar el tipo, pero quedáos con este detalle si no animáis a haceros con una y tened cuidado al agarrarla.

Si la ponemos junto a un par de linternas más tradicionales de la marca (i5T EOS CU y i3S EOS) podemos apreciar su reducido tamaño y la forma que posee que poco o nada tiene que ver con lo que hasta ahora ha pasado por este blog desde que me he puesto a hablar de linternas. Original es un rato, desde luego.

Conclusión

Estamos ante un modelo discreto y que sorprende por la cantidad de luz que ofrece cuando se emplea en las condiciones adecuadas (iluminación de interiores por la noche) y que son para las que se ha diseñado. Está claro que no es un producto pensado para llevarlo al campo y hacer una carrera nocturna alumbrando los senderos con él, pero en una mesilla de noche o en el borde de una bañera puede ser un buen compañero.

Lo bueno

  • Iluminación ambiental suave en un tamaño mínimo
  • Buena autonomía en modo Bajo
  • Base magnética
  • Flota en el agua

Lo malo

  • Batería no reemplazable
  • Cable de carga especial
  • Usabilidad bastante específica

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El derecheo del histograma

Aunque esto que os voy a contar hoy no es nada nuevo (las primeras referencias al tema aparecen en 2004) la técnica del derecheo del histograma me resulta especialmente interesante por ser algo que aúna mi afición por la fotografía con los conocimientos técnicos de electrónica que adquirí en la carrera de ingeniería técnica industrial.

De hecho, hay abundante información sobre este asunto en diversos lugares de Internet, siendo el origen de esto un artículo publicado en la web The Luminous Landscape titulado Expose (to the) right, que abreviadamente se conoce pos sus siglas ETTR. A partir de ahí diversas webs y foros se han ido haciendo eco del tema, tanto en inglés como en castellano; por lo que mi contribución al asunto, como os decía, no es novedosa aunque sí que pretendo simplificar un poco las cosas para demostraros una vez más que en fotografía hay muchos modos de captar lo que nos rodea y ninguno es mejor o peor que el resto en términos universales. Cada metodología tiene sus ventajas e inconvenientes; eso es todo.

Luis en multiángulo

Eso sí, me gustaría dejar claro desde el principio que esta técnica no es demasiado útil en la mayoría de situaciones, y su empleo es más como «cosa curiosa» o algo instructivo que como un concepto realmente práctico. Desde luego, a mí no se me ocurriría ponerme a derechear cuando estoy en algún sitio haciendo fotos a todo lo que me llama la atención o en circunstancias de disparo complicadas como iluminación cambiante, sujetos en movimiento…

En general, el exposímetro de la cámara (encargado de medir la luz de la escena) hace en la mayoría de las ocasiones un trabajo estupendo y podemos confiar tranquilamente en que el cálculo de la exposición va a ser el más adecuado para lo que pretendemos fotografiar; pero si un día tenéis tiempo y ganas de aprender, ponerse a trastear con esto del derecheo del histograma puede ser un buen modo de ampliar vuestra «cultura fotográfica».

Por lo tanto, aunque me temo que el artículo va a ser largo y bastante teórico, me voy a centrar en contar la teoría del derecheo del histograma con un lenguaje claro y conciso que os haga ver que aunque se base en una serie de principios bastante técnicos, en realidad se trata de algo muy sencillo de entender.

Recordando lo que es un histograma

Antes de meternos «en faena» es conveniente tener claro lo que es un histograma. Para profundizar en el tema podéis echarle un vistazo a la entrada que publiqué hace un par de meses en la que os hablaba de su enorme utilidad; pero para resumirlo un poco se puede decir que el histograma consiste en una representación gráfica de los valores de luminosidad que toman los pixels de una fotografía distribuidos de tal modo que a la derecha estará el blanco puro (RGB = 100% 100% 100%) y a la izquierda el negro (RGB = 0% 0% 0%).

Histograma habitual de una fotografía cualquiera

Por tanto, la utilidad del histograma es que nos permite conocer de un vistazo y sin depender de ningún tipo de calibración del monitor o condiciones de iluminación exterior la exposición de la fotografía que acabamos de hacer. Un pequeño detalle que representa una de las mayores ventajas a la hora de hacer fotografías con una cámara digital frente a una analógica.

Sensor digital vs. película analógica

Aunque el funcionamiento de una cámara digital se basa en los mismos principios básicos por los que se rigen las cámaras de película analógica desde hace varias décadas, hay una diferencia fundamental, que es el comportamiento de ambos componentes frente a la luz captada.

· Película analógica:

Werlisa club 35

En el caso del carrete se puede sobreexponer ligeramente el negativo porque antes de llegar a la saturación del mismo hay una zona en la que el comportamiento ante la luz captada deja de ser lineal para pasar a ser casi asintótico; es decir, que hay que pasarse bastante de exposición para llegar a saturar por completo la película, y gracias a ello cuesta alcanzar ese «punto de no retorno» más allá del cual habremos incurrido en el mayor pecado que se puede cometer en fotografía: perder información durante la captura. Digamos que con una luminosidad media el comportamiento del negativo es más o menos lineal; pero a partir de cierto punto presenta una cierta resistencia a la saturación que es la que nos va a permitir esa ligera sobreexposición sin arriesgar la integridad de la imagen.

· Sensor digital:

Puesto que los sensores digitales en esencia no son más que un ADC (conversor analógico-digital) estos van a reaccionar de forma completamente lineal ante la luz hasta llegar sin previo aviso al punto de su saturación que, como vimos en la entrada que hablaba sobre zonas quemadas en una imagen, no es más que aquella situación en la que el sensor no es capaz de almacenar más información en al menos uno de los tres canales correspondientes a los colores fundamentales en fotografía (rojo, verde y azul).

Es decir, que mientras estemos dentro del rango de funcionamiento del sensor, una señal el doble de luminosa que otra dará una señal digital proporcional a su salida; pero si la señal de entrada sobrepasa el valor máximo admisible, la señal digital tomará el valor máximo posible dando lugar al temido blanco puro que indica que hemos quemado una zona de la fotografía. Esto es algo que comprenderéis a la perfección viendo la siguiente gráfica.

Función de transferencia de un ADC de 12 bits. En función del valor de la señal continua de entrada, a la salida tenemos un valor digital concreto. Vref marca el punto de saturación a partir del cual la señal de salida será siempre la misma originando la pérdida de datos.

Para entender todo esto mejor, vamos a suponer que tenemos una cámara digital capaz de captar con detalle siete pasos de diafragma (un paso de diafragma, también denominado EV, significa un cambio del doble o la mitad en la cantidad de luz capturada). Esto se traduce en que entre las áreas más oscuras y más claras de la fotografía va a haber como máximo una diferencia de luminosidad de 2⁷, lo que significa que las zonas más claras pueden llegar a serlo 128 veces más que las más oscuras. Es algo que se puede explicar de un modo mucho más técnico; pero vamos a tratar de hacerlo de forma sencilla y asequible.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el sensor va a ser capaz de capturar los detalles de la iluminación con una profundidad de 12 bits. La cámara internamente trabaja a 12 o 14 bits; pero lo normal es que el RAW se grabe a 12 bits en las cámaras más habituales y a 14 bits en las cámaras profesionales. Por supuesto, si grabamos las imágenes directamente en formato JPG sólo tendremos 8 bits de resolución; pero es que para aplicar la técnica del derecheo del histograma es absolutamente imprescindible trabajar en formato RAW para garantizar la integridad de los datos que estamos capturando.

Pues bien, esos 12 bits en los que ha sido codificada la información del fichero RAW nos va a dar un total de 2¹² = 4096 niveles diferentes a la hora de digitalizar los datos capturados. Ahora bien, por su funcionamiento interno, la electrónica encargada de estas tareas no se va a limitar a repartir esos 4096 niveles equitativamente entre los siete diafragmas; sino que lo hará de tal modo que al diafragma más claro le asignará 2048 (la mitad de todos los niveles disponibles), al siguiente 1024, al siguiente 512… y así sucesivamente hasta que al séptimo diafragma (el correspondiente a los tonos más oscuros) se le van a asignar tan sólo 32 niveles.

Por lo tanto, queda claro que en los tonos más claros de la imagen se va a almacenar mayor cantidad de información, y es por esto por lo que, en general, con una cámara digital vamos a poder recuperar datos de las zonas más claras de la fotografía siempre que disparemos en formato RAW. De hecho, en el caso de que tengamos una imagen ligeramente sobreexpuesta, siempre que no hayamos abrasado por completo alguna zona, vamos a poder ajustar los niveles de tal modo que vamos a obtener al final una imagen correctamente expuesta. Sin embargo, en el caso de una acusada subexposición, el aclarado de las zonas en sombra va a resultar en una generación de ruido considerable debido a la falta de detalle en esos tonos más oscuros tal y como vamos a ver a continuación.

¿De dónde proviene el ruido de una fotografía digital?

El ruido que os comento presente en las zonas más oscuras de las fotografías viene dado porque al haber un rango menor de niveles con los que digitalizar la luz que le llega al sensor, la conversión no es tan fina como debería y da lugar a imperfecciones que no aparecen cuando nos manejamos con muchos más niveles disponibles como sucede en los tonos más claros.

De hecho, los pixels de colores que aparecen como ruido en una fotografía no son otra cosa que puntos con valores pseudoaleatorios de luminosidad debido a que no se ha digitalizado correctamente la cantidad de luz que ha llegado hasta los fotocaptores del sensor. Algo que podemos ver claramente en la siguiente captura de una zona oscura de una fotografía subexpuesta cuya exposición he incrementado cuatro pasos en Adobe Lightroom:

Subexposición aclarada por software cuatro pasos

Sin embargo, puesto que al capturar los tonos más claros en una imagen la precisión es mayor, al aclarar los tonos esos mismos cuatro pasos en un RAW correctamente expuesto nos vamos a encontrar con una ausencia de ruido casi total como muestran las dos imágenes siguientes que corresponden a zonas de la fotografía que eran de color negro antes del incremento:

Exposición correcta aclarada por software cuatro pasos

Exposición correcta aclarada por software cuatro pasos

Para poner un ejemplo relacionado con cosas tangibles, imaginad que tenéis que clasificar a la población de una ciudad en función de su edad: si sólo tenéis posibilidad de hacerlo en tres grupos tendréis gente de muy diversos años dentro de un mismo grupo (ruido) mientras que si podéis clasificarlos en quince tramos de edades diferentes, dentro de cada grupo todo será mucho más homogéneo. Pues más o menos esto es lo que provoca el ruido en los tonos oscuros de las fotografías y la ausencia del mismo en las zonas más claras.

Obviamente, al subir la sensibilidad ISO de la cámara los errores al digitalizar la señal analógica se van a amplificar y por eso empeora la relación señal / ruido. Por lo tanto, debemos tener especial cuidado en obtener una imagen inicial correctamente expuesta en caso de disparar con una sensibilidad elevada tal y como vimos en la entrada que hablaba de este delicado tema.

Derecheando el histograma

Como os decía al hablar del histograma, los tonos claros se representan en la parte derecha del mismo y los oscuros a la izquierda. Por tanto, ya os estaréis imaginando que el concepto de derechear consiste en tratar de aclarar la imagen lo máximo posible (el histograma se cargará hacia la parte derecha) pero siempre sin llegar a quemarla para así disponer de la máxima información posible a la hora de capturar los colores.

De hecho, la técnica no es más que eso; aunque la forma de lograrlo va a variar considerablemente en función del tipo de iluminación de lo que queramos fotografiar. En este caso nos vamos a centrar en escenas en las que no haya variaciones demasiado grandes de iluminación, de modo que el histograma resultante sea más o menos estrecho; pues en caso de fuertes contrastes, aunque midamos en las luces más altas, los tonos oscuros se nos van a ir irremediablemente a la parte izquierda y tendremos poco margen para la modificación posterior de los niveles. Un ejemplo de estas escenas con zonas muy claras y muy oscuras al mismo tiempo es la imagen que tenéis a continuación, donde la nieve es prácticamente blanca y la ropa de mi hermano es negra casi por completo dando lugar a un histograma muy amplio.

Jump! (they say)

En la gran mayoría de las situaciones, la cámara va a exponer por defecto de tal modo que el histograma va a quedar más o menos centrado en la pantalla, así que para derechear el histograma lo que debemos hacer es compensar esta exposición positivamente de tal modo que la imagen resultante quede más clara de lo habitual pero sin llegar a quemarla. La teoría original dice que el procedimiento a emplear consiste en emplear medición puntual, medir en las luces más altas de la escena (la zona más clara) y a continuación compensar la exposición positivamente dos pasos, lo que en teoría hará que esta zona se quede justo al borde del quemado pero sin llegar a él.

Lo que pasa es que este método es demasiado rígido y además varía en cada cámara y para cada escena; por lo que debemos ser flexibles y compensar más o menos en función de los resultados que vayamos obteniendo. En todo caso, puesto que perseguimos ajustar el histograma a la parte derecha de la gráfica (pero sin llegar a tocar dicho extremo) también podemos disparar en modo manual hasta obtener el resultado deseado. Es decir, que no hay por qué cegarse en emplear medición puntual y poner la compensación en +2; sino que debemos ser flexibles y adaptarnos a las limitaciones de nuestro equipo y a las condiciones de iluminación existentes. Como de costumbre, lo mejor es ir probando para ver qué es lo que mejor se adapta a nuestra forma de trabajar, y de ahí la importancia de practicar mucho «sobre el terreno».

Un ejemplo práctico

Hace unos días estuve por los márgenes del río Henares a su paso por el barrio de Nueva Alcalá tratando de obtener un ejemplo claro que me sirviera para ilustrar esta técnica que hoy os comento, de modo que me armé de paciencia y busqué un lugar que me permitiera captar una escena que diera lugar a un histograma lo suficientemente derecheado como para demostraros todo lo que esconde una fotografía en apariencia inservible. Por cierto, aprovecho para comentaros que haciendo click en las fotografías podéis acceder a una versión a más resolución de las mismas y así apreciar mejor los detalles de las mismas.

Histograma correspondiente a la imagen original, donde se puede ver que la mayor parte de los pixels están en la parte derecha del mismo pero sin llegar a saturar ninguna zona

Como podéis apreciar a simple vista, la fotografía está claramente sobreexpuesta y en condiciones normales se iría directamente a la papelera. Lo que ocurre es que mirando con detenimiento su histograma veréis que no existen zonas quemadas, por lo que podemos considerar que el derecheo ha sido correctamente llevado a cabo. Lo que debemos hacer entonces es cargar esta imagen RAW en nuestro revelador favorito (Capture NX, Adoble Lightroom, Photoshop + ACR…) y ajustar los niveles de exposición, brillo, contraste, intensidad, etc para obtener una imagen con una rica variedad cromática.

Modificando los niveles del RAW anterior hemos conseguido "estirar" el histograma hasta ocupar la totalidad de la gráfica, dando lugar a una imagen con una gran riqueza cromática

Si os fijáis en la imagen una vez ajustada veréis que además de haber obtenido una tonalidad y un colorido muy semejantes a los que nos hubiera dado la cámara empleando el valor por defecto usando la medida del exposímetro integrado, en las zonas más oscuras hay una ausencia de ruido total debido a que en la imagen anterior esas zonas no eran negras; sino de unos tonos medios que se guardaron con más precisión debido a lo que comentábamos anteriormente sobre la forma de trabajar de los conversores ADC.

De hecho, en la riqueza cromática no va a haber una gran diferencia en comparación con una exposición calculada de forma automática por la cámara, estando la única ventaja del derecheo en la disminución del ruido en las zonas oscuras de la fotografía.

Para ilustrar con otro ejemplo todo esto aquí tenéis una captura tomada directamente de Adobe Lightroom (haciendo click sobre ella podréis verla a su resolución nativa) para que veáis la gran diferencia entre la imagen original en la parte izquierda y la resultante tras unos minutos de ajuste de parámetros y niveles. Como veis, lo que en un principio parece una fotografía sobreexpuesta y carente de detalle, en realidad esconde dentro de ella una riqueza cromática que podremos aprovechar si disparamos en RAW y sabemos manejar mínimamente nuestro programa de edición digital.

Conclusiones

Una vez repasado y asimilado todo el proceso del derecheo del histograma he de advertiros que el resultado final después de ajustar el RAW original no es muy diferente al que obtendríamos mediante la exposición normal calculada por la propia cámara, y por eso os decía que esta técnica, aunque curiosa y resultona, no acaba de ser una opción viable para emplear continuamente en nuestras fotografías: aparte de correr el riesgo de quemar sin remedio las luces más altas de la escena, el nivel de compensación necesario para derechear el histograma correctamente variará considerablemente entre unas escenas y otras, de modo que el único modo de hacerlo bien será a base de tiempo, pruebas y errores. Un trío que no siempre podemos permitirnos a la hora de salir a hacer fotos.

Ramas desnudas

No obstante, sí que es cierto que comprendiendo bien las bases en las que se basa la técnica del derecheo habremos aprendido conceptos sobre la captura digital de imágenes de los que no se suele hablar demasiado. Ya sabéis que siempre he pensado que conocer bien nuestro equipo nos ayudará a conseguir mejores imágenes; y esto que hemos visto hoy no es otra cosa que una incursión más o menos profunda en el funcionamiento interno de una cámara digital.

De cualquier modo, si queréis extraer una conclusión práctica de este largo artículo, esta podría ser que entre subexponer y sobreexponer es mejor la segunda opción; pero siempre teniendo cuidado en no llegar a quemar nada. Luego todo es cuestión de postproceso.

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* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Las limitaciones de los flashes

¿Os habéis fijado alguna vez en toda esa gente que desde las gradas más altas de los grandes estadios de fútbol dispara fotografías con flash cada vez que se arrima por esa zona del césped la estrella de turno? La próxima vez que veáis un partido por la televisión, fijaos en ese detalle y veréis la ingente cantidad de fotografías que se realizan en un momento y que en la mayoría de las ocasiones quedarán irremediablemente oscuras.

Precisamente este artículo se me ocurrió hace un par de días cuando vi a una chica intentando fotografiar unos edificios de Oropesa del Mar a las doce de la noche empleando el flash de su cámara compacta estando situada aproximadamente a medio kilómetro de distancia. Tras su tercer intento en vano, estuve a punto de acercarme para comentarle que con la luz del flash poco iba a iluminar desde allí, pero se la veía tan entusiasmada que no iba a ser yo quien la disuadiera de su propósito, así que pensé en publicar una entrada hablando sobre este tema. Quién sabe, a lo mejor al volver de sus vacaciones en la playa busca en Google por qué le salen las fotos oscuras y encuentra esta entrada. Casualidades más extrañas me han ocurrido en el pasado…

Las Vegas desde la playa de La Concha

Fotografía tomada desde el sitio donde estaba aquella chica. Sí, esas dos torres pintadas de blanco y verde son las que pretendía iluminar con el flash de su compacta.

Las limitaciones del flash

Los flashes incorporados en las cámaras tienen una potencia muy limitada y, de hecho, en las cámaras compactas no suelen alcanzar a iluminar con claridad más allá de dos o tres metros en el mejor de los casos. En las réflex tal vez lleguemos algo más lejos, pero si queremos alcanzar al menos una veintena de metros debemos hacernos con un modelo externo que de mucha más potencia.

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Fijaos en todo el área que es capaz de iluminar el flash del fotógrafo

En cualquier caso, ni con un SB-900 vamos a ser capaces de iluminar un estadio de fútbol desde el cuarto anfiteatro, de modo que todos esos destellos luminosos que veis entre el público en todo gran partido que se precie, no dan lugar más que a fotografías en las que todo lo que no esté en primer plano aparecerá casi completamente negro.

¿Cómo medir el alcance máximo de un flash?

Ya que estamos metidos en harina, os comentaré que el alcance de un flash viene dado por su número de guía a una determinada sensibilidad ISO (habitualmente 100), que no es más que el producto de la distancia máxima (en metros o en pies) que alcanza dicho flash multiplicado por el número f (que es el que define la apertura del objetivo a la que vamos a disparar la fotografía). De todos modos, aunque no vamos a entrar en ello, también la distancia focal del objetivo influye en esta distancia, pues no es lo mismo iluminar la pequeña zona que abarca un teleobjetivo, al inmenso rectángulo que capta un ultra-gran angular.

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Acoso a base de "flashazos"

Si por ejemplo tenemos un flash con número de guía de 17 metros a ISO 200 (el que viene integrado en mi Nikon D40), si estamos empleando una apertura de f/4 podremos iluminar un objeto situado a 4,25 metros. Si cerramos hasta f/10 sólo alcanzaremos a iluminar un objeto que esté a 1,7 metros de distancia, y si abrimos el diafragma a f/2 (suponiendo que el objetivo sea capaz de alcanzar dicho valor) podremos iluminar un objeto colocado a 8,5 metros. Por supuesto, si incrementamos la sensibilidad ISO, la distancia a la que podremos colocar el objeto a iluminar aumentará, aunque no de manera lineal porque el área a iluminar se incrementa con el cuadrado de la distancia, así que si estamos usando ISO 200, para poder colocar el objeto a fotografiar al doble de distancia y que quede igual de iluminado con la misma potencia del flash tendremos que colocar el ISO en 800.

En general, para que os hagáis una idea de las distancias de las que estamos hablando, el flash de una cámara compacta suele tener un número de guía que ronda los 15 pies (5 metros) mientras que uno externo de gama profesional puede llegar a los 250 pies (que son unos 75 metros). Si tenemos en cuenta que la apertura máxima del objetivo de una compacta rara vez irá más allá de f/2.8, tenemos que el flash va a alcanzar poco más de dos metros en los casos más favorables.

Lo que hacen los profesionales

En el caso del estadio que os comentaba antes, lo mejor es olvidarse del flash por potente que sea y optar por utilizar una óptica muy luminosa. De hecho, si os fijáis con atención en los fotoperiodistas que están a pie de campo, veréis que ninguno de ellos dispara con flash a largas distancias, y que lo que llevan montado en sus cámaras son monstruosos teleobjetivos con unas aperturas máximas tremendas.

Reporteros teleobjetivos

¿Por qué creéis que un Canon 200mm f/2 o un Nikkor 70-200 f/2.8 cuestan 5500  y 2000 euros respectivamente? Pues porque son las únicas ópticas que nos van a permitir tomar fotografías en esas condiciones de luz. Eso y, por supuesto, también contar con una cámara réflex de gama alta que nos permita subir la sensibilidad ISO hasta la estratosfera (3200, 6400…) sin que las imágenes pierdan demasiada calidad. Esos son los equipos con los que los reporteros hacen esas fotografías de portada en las que los jugadores aparecen completamente estáticos en medio de un salto o al disparar una falta. Si fuera tan sencillo como usar el flash de una compacta, las redacciones de los diarios deportivos se ahorrarían una pasta en equipos fotográficos, ¿no creéis?  😉

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia