Review: Olympus M. Zuiko Digital ED 30 mm f/3.5 Macro MSC

Siempre me ha gustado mucho la fotografía macro y de hecho en los últimos tiempos, gracias a mis reviews de linternas, he usado intensivamente el Tamron 90 mm montado en mi Nikon D300. Gracias a ello he podido mostraros detalles micúsculos que de otro modo no podría haber fotografiado con la calidad que quería.

Y el caso es que aunque estoy más que contento con el conjunto que os acabo de describir, a medida que voy cumpliendo años cada vez me da más pereza salir con un equipo grande y pesado para fotografiar el mundo que me rodea, prefiriendo algo más manejable aunque a priori pueda perder algo de calidad de imagen.

Es en ese punto donde se me ocurre hacerme con un objetivo macro para mi ya veterana Olympus E-PL1, pues dispongo para ella de zooms entre 14 y 42 mm (el objetivo que trae de serie) y entre 40 y 150 mm además de un 14 mm fijo f/2.5 que me gusta mucho para fotografía urbana. Sin embargo, no podía hacer macro con esta cámara… hasta ahora.

Aspecto externo

Una vez más, lo primero que sorprende de los objetivos para el formato micro 4/3 es su tamaño y su peso: acostumbrado a los objetivos Nikon, estando diseñado alguno de los que tengo para formato Full Frame, el pequeño 30 mm macro de Olympus es un peso pluma que cabe en la palma de la mano. No llega a los extremos de portabilidad del 14 mm de Panasonic pero hay que reconocer que es una pequeña maravilla.

Más allá de sensaciones, para describirlo os diré que tenemos un barril de plástico con un amplio anillo de enfoque, una parte engrosada con un relieve que facilita su agarre que es la que queda pegada al cuerpo de la cámara cuando lo montamos y un fontal en el que destaca una pupila de entrada de poco diámetro en comparación con el diámetro del barril.

La montura por su parte es metálica, lo que ayuda a que el objetivo quede firmemente fijado a la cámara, y esto en comparación con los objetivos de montura plástica se nota en el tacto a la hora de cambiar de óptica. Una vez que escuchamos el click que anuncia que el objetivo está colocado en su sitio no se mueve ni un milímetro aunque lo forcemos en uno u otro sentido.

El objetivo no tiene ningún tipo de control incorporado (enfoque manual/automático, limitación de rango de enfoque, etc) más allá del anillo de enfoque, por lo que una vez montado en la cámara todo se maneja a través de los controles de la cámara.

Características técnicas

Como suelo hacer en este tipo de artículos, os enumero a continuación los datos técnicos del objetivo para que os hagáis una idea de lo que puede ofrecer:

  • Formato: m4/3
  • Distancia focal: 30 mm (60 mm en equivalente a 35 mm)
  • Construcción: 7 elementos en 6 grupos. 2 elementos asféricos, un elemento de baja dispersión
  • Ángulo de visión: 40 grados
  • Tipo de enfoque: automático con motor ultrasónico y compatible con vídeo
  • Distancia mínima de enfoque: 9,5 cm
  • Ratio máximo de ampliación: 1.25x (2.5x en equivalente 35 mm)
  • Diafragma: 7 palas redondeadas
  • Apertura máxima: f/3.5
  • Apertura mínima: f/22
  • Diámetro de filtro: 46 mm (no gira cambiando el enfoque)
  • Dimensiones: 57 mm (diámetro) x 60 mm (largo)
  • Peso: 128 gramos

Uno de sus aspectos más destacables es que el ratio de ampliación es de 1.25x cuando lo habitual en este tipo de objetivos es que sea de 1x; lo que implica que a la distancia mínima de enfoque sobre el sensor de la cámara el objeto a fotografiar se va a proyectar a un tamaño un 25% mayor que el que tiene realmente y eso nos va a ayudar a distinguir mejor aquellos detalles que queremos mostrar.

Calidad de imagen

Si bien la calidad de las fotografías que obtenemos con este objetivo en la E-PL1 no es mala en absoluto, si lo comparamos con lo que logramos con el conjunto de Tamron 90 + Nikon D300 vemos que se queda un poco atrás. Cierto es que como ya os dije hace tiempo, con la Olympus disparo siempre en JPG y con la D300 lo hago en RAW, por lo que en ese caso en postproducción puedo sacar más información y más calidad de la imagen original. Aun así, como os decía al inicio de este párrafo, creo que la calidad que ofrece este objetivo es más que decente, sobre todo teniendo en cuenta su ligereza, su tamaño y la inmediatez de resultados que obtengo al prescindir del procesado posterior.

Lo que observo es que las zonas desenfocadas quedan algo emborronadas y sin la sensación de fundirse como queso que tiene el Tamron en la cámara con montura F. Aun así, los mejores resultados los conseguimos (como en cualquier rama de la fotografía) con una adecuada iluminación. Si tiráis de ISOs altos veréis que las imágenes no quedan nítidas del todo porque el ruido no es muy evidente pero se nota que está ahí disminuyendo la nitidez global de la imagen.

Es mucho mejor que trabajemos con una iluminación potente al ISO nativo de la cámara y disparando a aperturas intermedias para maximizar así la capacidad del objetivo de captar el detalle de las cosas.

De hecho, las primeras pruebas las hice en interiores sin iluminación auxiliar y la verdad es que me hicieron torcer un poco el gesto, pero al día siguiente bajé a la calle después de comer a fotografiar aquellos detalles que me llamaran la atención y ahí sí que empecé a ver que había hecho una buena compra porque luego en el ordenador es cuando me di cuenta de que la calidad de esas imágenes en exterior era bastante mejor.

Una cosa que debemos tener en cuenta es que al tener una distancia mínima de enfoque de tan sólo 9,5 cm con respecto al sensor de la cámara, para conseguir el ratio de magnificación de 1,25x tendremos que situar la lente frontal del objetivo a apenas un par de centímetros del objeto a fotografiar, de modo que es más que posible que nosotros mismos provoquemos sombras precisamente por la proximidad a la que nos situamos.

En tal caso, una buena iluminación lateral (ya sea con la posición del sol respecto al motivo o con alguna fuente de luz auxiliar) ayudará a que no se generen esas antiestéticas sombras que os digo.

En cuanto a la profundidad de campo, como en todo objetivo macro éste es un tema muy crítico a la hora de mostrar algo, pues es fácil que quede ligeramente borroso si no clavamos el plano de enfoque; aunque entre que el objetivo es de 30 mm y que el sensor de la cámara es algo más pequeño que un APS-C como los de las reflex de Nikon, Sony y Canon aquí tenemos algo más de margen.

En términos generales, y al igual que hago con mi D300, mi consejo es que paséis del autofocus y en fotografías macro empléis el enfoque manual; algo a lo que ayuda en las cámaras Olympus la ampliación digital en pantalla de hasta 10x de la zona de la fotografía que queráis. Además, el anillo de enfoque de este objetivo es muy progresivo, de modo que no os costará clavarlo en el punto que queráis.

Es un macro, pero no se queda sólo en eso

Aunque estamos hablando de un objetivo de tipo macro, no quiere decir que sólo podamos enfocar a cosas que estén a apenas unos centímetros delante de la cámara, sino que al fin y al cabo es un 30 mm en formato m4/3 con todo lo que esto implica. De hecho, una ventaja de los objetivos macro es que suelen ser muy nítidos, carentes de deformaciones y con pocas aberraciones cromáticas, y este Olympus no es una excepción.

Además del uso principal para el que está concebido lo he empleado también para hacer algún retrato, fotogafía de paisaje urbano… Lo único malo es que su apertura máxima es de f/3.5 que no es mucho para una focal fija; pero aun así es suficiente para desenfocar los fondos si nos acercamos lo suficiente al sujeto principal (en este caso la distancia mínima de enfoque nunca va a ser un problema).

Un 30 mm es una focal muy natural en una cámara m4/3 y la perspectiva que da se parece bastante a la del ojo humano. De hecho, si os fijáis en las fotos que he hecho por las calles con esta óptica veréis que se parece mucho a lo que observamos cuando estamos dando una vuelta por ahí.

Conclusiones

Como os he comentado a lo largo del artículo, la virtud de ese objetivo es que nos permite disponer de un 30 mm muy nítido y un objetivo macro muy capaz a un coste contenido (su precio oficial es de 269 €, pero a poco que busquemos podemos encontrarlo por debajo de los 200 €) y sin penalizar ni en peso ni en tamaño. Lo considero, por tanto, una buena óptica para llevar en la cámara a la hora de dar un paseo con buena luz y poder captar tanto el paisaje que nos rodea como aquellos pequeños detalles que nos vamos encontrando.

Imágenes de ejemplo

Os dejo por aquí algunas fotografías más captadas con el objetivo que hoy analizamos montado en la Olympus E-PL1. Como ya os he comentado antes, aunque dispone de la opción de formato RAW, con esta cámara disparo exclusivamente en JPG de modo que las imágenes que ilustran este artículo no tienen ningún tipo de postprocesado.

Otras reviews (en inglés)

Os dejo con algunos artículos que han aparecido en otros rincones de internet por si queréis ampliar información de este objetivo que, como os digo, guarda un buen compromiso entre calidad, precio y ligereza.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Review: drone Ryze Tello

Tenía ganas de hacerme con un Tello desde que se presentó, ya que buscaba algo sencillo de manejar y que me permitiera hacer algunas fotos aéreas sin muchas complicaciones. En su día (hará unos tres años) tuve un mini-drone que me costó menos de 50 euros pero era bastante inestable y al no disponer de visión directa a través de la cámara era muy complicado manejarlo en cuanto se alejaba un poco además de que las fotos eran poco definidas, desenfocadas y con una cierta dominante azul. Sin embargo, este modelo del que hoy os hablo guarda un buen compromiso entre calidad y precio aunque también tiene sus carencias y limitaciones como iremos viendo a lo largo de este artículo.

¿Qué nos ofrece el Tello?

El Tello básico (drone en color blanco, una batería, un juego de hélices de repuesto y la herramienta para desmontar las mismas) cuesta oficialmente 99€ pero de vez en cuando salen ofertas en Amazon en las que el precio es menor. Sin ir más lejos a mí me salió por 73,55€ cuando me hice con él. Luego hay packs con más accesorios como un mando bluetooth, baterías adicionales, carcasas de colores… pero si lo que queremos es «echar a volar» y ver si nos gusta el tema, la opción más simple puede ser un buen punto de partida.

El Ryze Tello es un drone con un peso aproximado de 86 gramos, una autonomía de unos 13 minutos, una envergadura de 15 cm de lado a lado contando los protectores de las hélices, velocidad máxima de 28 Km/h, conectividad WiFi y una cámara estabilizada electrónicamente con focal f/2.2 y ángulo de visión de 82º capaz de captar fotos a 5 Mpixels y vídeos a 720p/30 fps. Lo bueno es que con la batería cargada sólo nos va a hacer falta un teléfono móvil para utilizarlo, ya que se controla y configura con una aplicación específica para este modelo sin necesidad de nada más.

Una de las peculiaridades del drone que hoy nos ocupa es que no necesita (ni puede albergar) ningún tipo de memoria interna para almacenar las fotos y los vídeos que hagamos durante nuestros vuelos porque se transmiten directamente a nuestro teléfono; lo cual es bueno y malo al mismo tiempo.

Lo positivo es la inmediatez, ya que según pulsamos el botón de disparo la foto ya está en nuestro móvil y podemos editarla, compartirla, subirla a Google Fotos… Con las fotos funciona bastante bien, y dependiendo de la distancia a la que se encuentre el drone la descarga será inmediata o tardará un par de segundos. Sin embargo, en el caso de los vídeos, en cuanto nos alejemos un poco del drone veremos que la imagen da pequeños saltos y tirones porque el flujo de datos que se transmite a nuestro móvil (o tablet) a través del WiFi no es todo lo estable que debería.

Por tanto, pese a que el fabricante está tratando de mejorar este aspecto en las diferentes actualizaciones de firmware que ha ido poniendo a disposición de los usuarios, se trata de un modelo que veo más orientado a las fotografías que al vídeo. En mi caso no es un gran problema porque mi idea era centrarme principalmente en las imágenes estáticas (no tengo arte para el vídeo, las cosas como son) pero debéis tenerlo en cuenta si vuestras prioridades son otras.

Y hablando de las imágenes, tened en cuenta que la cámara que lleva este drone va fija en la parte frontal, de tal modo que la perspectiva es siempre la misma. No es como en drones de gama alta cuyas cámaras van en una estructura que rota en los tres ejes y, por tanto, son capaces de grabar planos picados y similares.

No quiero pasar por alto que el Tello está fabricado por Ryze (una empresa china que se estrenó en 2017 precisamente con este producto) pero que cuenta con la colaboración de DJI en cuanto a ciertos componentes internos dedicados al vuelo y de Intel en la CPU. No quiere esto decir que el Tello sea un Phantom 4 en miniatura ni mucho menos, pero sí que cuenta con algunos detalles técnicos de drones de gama más alta. Ya sabéis, la progresiva popularización de la electrónica de consumo que hace que lo que hoy sólo se encuentra en el modelo tope de gama al día siguiente lo lleva de serie hasta el más económico (esto es un clásico en el mundo del automóvil).

La conectividad, como os comentaba antes, es a través de WiFi. El drone al encenderlo crea una red sin clave de ningún tipo a la que debemos conectar nuestro móvil y a continuación iniciar la aplicación de Tello, la cual nos permitirá controlar y configurar el cacharrín. Precisamente por su modo de funcionamiento, debemos tener en cuenta que no podremos alejar mucho el drone de nuestra posición física. De hecho Ryze declara una distancia máxima de manejo de 100 metros, la cual se reduce considerablemente en cuanto hay interferencias radioeléctricas en la zona donde estemos volando.

En relación a esto, os recomiendo que evitéis zonas con aparatos de potencia como transformadores, líneas de alta tensión, variadores de frecuencia, motores grandes, etc. porque el Tello se puede volver literalmente loco. De hecho un día me lo llevé al trabajo para ver si podía fotografiar una zona con unos equipos que de otro modo son inaccesibles y cuando estaba por allí arriba la comunicación se bloqueó y el drone se quedó «zombie» hasta tal punto que tuve que esperar a que se agotara la batería y aterrizara sólo porque no había manera de recuperar el control. Es la única vez que me ha pasado algo así y estoy seguro de que tuvo que ver con la intensa actividad electromagnética de la sala donde me encontraba.

Otra cosa a tener en cuenta es que el drone tiene un «techo virtual» que no podemos superar. En las primeras versiones de firmware era de 10 metros, pero en sus últimas revisiones podemos configurar ese límite de altura máxima entre 2 y 30 metros, que ya es considerable para un drone tan pequeño como este (haceos a la idea de que sería más o menos como subir hasta un décimo piso). Os dejo a continuación una fotografía tomada a una altura de unos 15 metros, que representa la mitad de la altitud máxima alcanzable por el Tello.

Hablando de alturas, tenéis que tener cuidado con el viento, ya que el Tello, como todos los drones de su tamaño, es bastante sensible al mismo y se tambaleará bastante en caso de rachas incluso no muy fuertes; cosa que suele ser más notable cuanto más altura alcanzamos.

De hecho, si tenéis pensado grabar vídeos, a no ser que lo hagáis en un día totalmente calmado vais a ver que el estabilizador electrónico de la cámara no es capaz de cancelar todos los vaivenes del aparato para mantenerse quieto en el aire. Además, si sopla algo más que una ligera brisa veréis que poco a poco se va desplazando llevado por la corriente pese a los esfuerzos por mantenerse quieto inclinándose en la dirección contraria al viento para tratar de compensar el movimiento.

Una cosa que me llama mucho la atención es que el Tello emplea un curioso sistema para mantener su posición durante el vuelo, ya que en su panza posee un sistema infrarrojo capaz de medir la distancia a la que se encuentra con respecto al suelo así como una pequeña cámara para tener una referencia visual del lugar sobre el que está para así detectar movimientos de desplazamiento y compensarlos si no le estamos ordenando que se mueva del sitio. Como es lógico al ser un sistema óptico necesita buena luz para funcionar bien, apareciendo un aviso en la pantalla del móvil si el drone no ve las cosas con la claridad necesaria. También cuenta con un barómetro interno, aunque sus datos no son accesibles directamente por el usuario y no tengo muy claro cuál es su función.

El manejo como tal es extremadamente simple. Para despegar sólo hay que pulsar un botón de la aplicación, confirmar que deseamos iniciar el vuelo y entonces el drone se situará a aproximadamente metro y medio del suelo en una posición totalmente estable (a no ser que haya viento, como os decía antes). A partir de ahí podemos manejarlo en altura, giro en ambos sentidos sobre el eje vertical y desplazamientos horizontales en las cuatro direcciones con dos controles táctiles «analógicos» mientras observamos en la pantalla del móvil en todo momento lo que ve la cámara frontal del Tello, haciendo que sea un modelo tremendamente sencillo de utilizar.

En cualquier caso, hay dos modos (o más bien velocidades) de uso: el lento y el rápido. La diferencia es que en uno la velocidad máxima es de 14 km/h y en el otro de 28 km/h; algo que viene dado por la inclinación del drone con respecto al plano horizonal cuando pulsamos el acelerador a tope. Son 9 grados en el caso del modo lento y 25 en el modo rápido y de ahí la diferencia en la velocidad de desplazamiento horizontal. Por supuesto, si no estáis acostumbrados a este tipo de aparatos voladores os recomiendo empezar en el modo lento y no cambiar al rápido hasta que no tengáis una buena soltura con los movimientos del drone, ya que la diferencia entre ambos es notable.

Como os comentaba en las especificaciones técnicas, la autonomía de vuelo es de unos 13 minutos como máximo, los cuales se pasan en un suspiro. Yo ya me he hecho con una segunda tercera cuarta batería y no descarto hacerme con otra más si veo que mis ansias aéreas siguen sin verse colmadas en cada sesión. Eso sí, tened en cuenta que la batería se carga dentro del propio drone mientras lo alimentamos a través de un cable microUSB, proceso que lleva aproximadamente una hora y media si se encuentra completamente descargada.

Si tenéis varias baterías enseguida os daréis cuenta de que os vendrá bien un cargador externo múltiple como los muchos que venden ya en tiendas online específicamente para este modelo (de hecho yo tengo uno para poder cargar 3 baterías simultáneamente). Por cierto, no he comentado que las baterías son de ion-litio, 3.8 V, 1100 mAh y tienen un peso de 26 gramos.

Hay un detalle que no me acaba de convencer del todo, y es que los motores del Tello llevan escobillas, lo que implica que con el uso van sufriendo cierto desgaste que nos llevará a su arreglo o sustitución en algún momento. El fabricante dice que sus motores tienen una vida útil de 40 horas bajo condiciones de uso extremas que van mucho más allá del uso normal que le damos los que nos compramos un drone de este tipo, pero sea como sea, si un vuelo dura 12 minutos se supone que cuando llevemos unos 200 vuelos realizados podríamos empezar a toparnos con problemas en los motores.

En este sentido los motores sin escobillas (brushless) son mucho más fiables, ya que no hay contacto mecánico para la transmisión de electricidad al devanado; sino que esta se realiza mediante campos magnéticos generados internamente. Aun así, tampoco penséis que los motores que lleva van a durar dos telediarios porque por ejemplo los taladros suelen llevar motores con escobillas y aguantan años y años de duro trabajo; pero habrá que comprobar la fiabilidad del Tello en ese aspecto a medio plazo, que es la característica que sobre el papel menos me ha convencido de este modelo de drone.

En otro orden de cosas comentar que el drone trae montados unos protectores plásticos para las hélices que harán que estas no se estropeen con el típico golpe contra una esquina o que nos arañen un dedo si nos despistamos y acercamos la mano demasiado en vuelo. Del mismo modo, el Tello trae unas patas de goma que le ayudarán a posarse sobre las superficies sin golpear a la hora de aterrizar. Estas patas son fijas, pero los protectores de las hélices los podéis retirar y descontar así unos 3 gramos del peso total; aunque la mayor ventaja de no llevarlos puestos es que mejora algo la estabilidad del drone cuando hay algo de viento.

Hablando de aterrizajes, este es uno de los aspectos más sencillos del Tello. A la hora de finalizar el vuelo, si pulsamos el botón de aterrizar el drone bajará lentamente en vertical hasta posarse suavemente en el suelo o en la palma de nuestra mano; si bien durante el descenso tendremos control sobre sus movimientos por si necesitamos corregir la zona de contacto con el suelo (bien porque haya charcos, hierba alta, piedras…).

Como ya estáis viendo, se trata de un modelo a prueba de torpes y manazas; más todavía si tenemos en cuenta que en caso de que la batería se esté agotando aterrizará sólo, que si la intensidad de la señal baja o detecta viento nos avisará mediante un mensaje en pantalla y que si nos llegamos a desconectar también aterrizará por si mismo… pero eso no quiere decir que no podamos lucirnos al usarlo, ya que posee una serie de modos automáticos que se activan con la pulsación de un botón consistentes en dar volteretas en el aire, subir y bajar en la vertical como si de un muelle se tratara, iniciar el vuelo lanzando el drone al aire, grabar un vídeo rodeando un punto fijo, hacer una toma panorámica de 360 grados… Elementos que se podrían hacer de manera manual con habilidad pero que están ahí para facilitarnos la vida y hacernos creer que estamos hechos unos profesionales del vuelo acrobático.

Otras leyes (aparte de la gravedad)

Por cierto, tema importante: la legislación. Lo primero de todo, tened en cuenta que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento; y os advierto que hay un reglamento muy claro para el vuelo de este tipo de aparatos, si bien se suavizan bastante en el caso de modelos como el Tello.

Digamos, a modo muy resumido, que con drones de hasta 2 Kg de peso podemos volar teniendo el aparato en zonas despejadas, teniéndolo siempre a la vista, hasta un máximo de 120 metros de altura y que debemos evitar volar directamente sobre personas, en zonas de vuelos de poca altura (parapentes, planeadores, globos aerostáticos…) y a menos de 8 Km de cualquier aeropuerto, aeródromo, helipuerto, etc. Recordad también que seréis responsables directos de cualquier daño que pueda ocasionar vuestro drone y, por tanto, os tocará responder económica y penalmente en tal caso. En el caso de drones de menos de 250 gramos (como es el caso del Tello) se permite volar en zonas urbanas siempre que no superemos los 20 metros de altura.

Por tanto, lo mejor para no tener problemas es que estando a más de 8 Km de un aeropuerto os vayáis a una zona lo más despoblada posible y allí hagáis vuestras peripecias usando siempre el sentido común, ya que por poner un ejemplo, me parecería una temeridad volar con el drone por encima de una autopista; ya que en caso de que caiga sobre la vía podéis causar un grave accidente.

En cualquier caso, os dejo un enlace que seguro os resulta de utilidad para aclarar cualquier duda que os pueda surgir con respecto a estos temas legislativos relacionados con el vuelo recreativo de drones en España. Echadle un vistazo porque es importante tener claro todo esto para no meternos en problemas.

La cámara

Vamos a echar un vistazo ahora a la cámara del drone. Como ya os dije se trata de una sencilla cámara con apertura f/2.2 y focal 1.98 mm la cual posee un ángulo de visión de 82 grados, que ya es un angular bastante majo. No llega a la amplitud de miras de una GoPro, pero para un producto como éste anda bastante bien. Por cierto, no es un ojo de pez, así que las líneas rectas lo siguen siendo en las imágenes que captamos.

Vamos a hacer una cosa: os voy a dejar a continuación con una imagen que hice en una mañana muy clara subiendo el drone a la máxima altitud posible (30 metros sobre el suelo) para luego analizar algunas zonas de la misma sin aplicar ningún tipo de reescalado y analizar así el detalle que es capaz de captar en esas condiciones.

A nivel general la imagen me sorprende por su buen nivel de detalle, si bien he de decir que la luz era especialmente propicia para ello en ese momento. A la ausencia de viento (el drone está estable en el aire evitando trepidaciones) se une que el día estaba realmente claro, lo que hace que todo se vea con mayor nitidez. Veamos ahora algunas zonas interesantes:

Éste es el centro de la imagen, que es donde los objetivos sacan lo mejor de si. Si os fijáis en el coche que está ahí aparcado, desde 30 metros de altura y con el objetivo angular del drone se puede distinguir la marca que es (por la forma de la parrilla) así como la forma y color de los asientos delanteros. También se aprecia buen nivel de detalle en los arbustos que conforman la vegetación de las aceras y además la tonalidad de todos los elementos es bastante real.

Si nos fijamos ahora en la esquina superior izquierda, que se corresponde con el fondo de la imagen, sí que se aprecia una notable pérdida de calidad. El pueblo que se ve en la imagen es Colmenar Viejo (a unos 6 Km en linea recta desde donde está hecha la foto) y las montañas del fondo son la sierra de Madrid. Puesto que es una zona captada por una de las esquinas del objetivo y además se trata de elementos muy lejanos (hay más aire entre la cámara y el motivo, lo cual provoca pérdida de nitidez) la calidad percibida es menor pero aun así no es ni mucho menos un borrón.

En la parte derecha de la imagen aparecen estas casas, las cuales con tantas líneas rectas serían candidatas ideales para apreciar en ellas deformaciones y aberraciones cromáticas. Sin embargo, no es así y además se perciben con una buena nitidez, especialmente para ser una cámara integrada en un drone de menos de 100 euros.

Por último, la zona de los columpios me parece muy representativa, ya que al estar el sol bastante bajo se aprecian perfectamente las sombras proyectadas, lo que me permite ver dos cosas: una es que la cámara gestiona bastante bien las zonas con claroscuros y otra es que el nivel de detalle es suficiente como para apreciar el relieve de la arena e incluso las sombras proyectadas por los elementos más pequeños (como esas cuerdas en forma de cuadrícula).

En definitiva, creo que el Tello posee una cámara que sorprende por su calidad en un drone de gama baja como el que tenemos entre manos. Eso sí, como os decía, es de vital importancia que la iluminación sea la adecuada para conseguir buena imágenes; ya que en el mundo de la fotografía todo es cuestión de luz.

Autonomía de vuelo

En cuanto a la autonomía del Tello, haciendo mis propias pruebas he podido comprobar que, efectivamente, el tiempo de vuelo con una batería totalmente cargada es de unos 12 minutos y que la zona delantera de la parte inferior del aparato es la que más se calienta durante su funcionamiento. Los motores también cogen algo de temperatura, como es lógico, pero puesto que las hélices lanzan un buen chorro de aire hacia abajo estos se refrigeran perfectamente.

Os dejo a continuación con un par de imágenes captadas con mi querida Flir One en las que podéis ver la distribución de calor del Tello tras unos 10 minutos volando tanto por su cara superior como por la inferior y confirmar que, efectivamente, lo que más se calienta es el módulo electrónico situado en la panza del aparato, que se pone a unos 40 grados estando la temperatura ambiente a 19.

También he podido constatar que en caso de batería muy baja el Tello aterriza sólo, aunque lo hace de una manera ligeramente diferente a como lo haría si lo hacemos posarse en el suelo con el control destinado a tal efecto: bajará de altura hasta quedarse a apenas un palmo de la superficie y ahí estará unos 10 segundos para, a continuación, bajar hasta tocar tierra y ahí es cuando parará los motores. Supongo que esto se hace para que si el drone va a aterrizar sobre una superficie poco adecuada (un charco, por ejemplo) nos de tiempo a posarlo en la mano o desviarlo hacia un lado.

El software de control

Hablemos un poco ahora de la aplicación oficial para controlar este pequeño drone, ya que mi impresión es la de un software fácil de usar y muy intuitivo. Todos los iconos son lo suficientemente explicativos y lo que voy a hacer es dejaros a continuación una serie de capturas de pantalla de mi propio móvil para que veáis cómo es la interfaz de usuario mientras usamos el Tello.

Como habéis podido comprobar en las capturas, a excepción de las pantallas de opciones estaremos visualizando en todo momento en segundo plano lo que la cámara del drone está viendo, lo que viene muy bien para tener sensación de control todo el tiempo y no temer que un despiste tonto se cargue una hélice o podamos perder el aparato por meternos en una zona indebida mientras pensábamos qué botón tocar para hacer un giro en el aire.

A mí la aplicación particularmente me gusta mucho por su sencillez y su claridad; y sobre todo porque con ella y el propio drone ya tenemos todo el material que nos va a hacer falta para echar a volar. Eso sí, no quiero pasar por algo que un día me encontré con la desagradable sorpresa de que usando un teléfono Nexus 4 la aplicación parecía ir bien, pero al llegar a casa me encontré con que las fotografías se habían grabado correctamente mientras que la totalidad de los vídeos consistían en archivos de apenas unos bytes que como podéis imaginar no contenían información alguna.

Y me dio mucha rabia, porque había unos cuantos captados el día de la primera foto hecha a 30 metros de altura que estoy seguro hubieran sido curiosos de ver. Por el contrario, en mi habitual Xiaomi Mi A1 la totalidad de las fotografías y los vídeos se almacenan siempre correctamente.

Imágenes de ejemplo

En este apartado de la review voy a ir colocando algunas imágenes que vaya haciendo con el Tello para que así tengáis algunos ejemplos prácticos de lo que es capaz de hacer este pequeño drone. Si veo que la cosa se alarga mucho iré borrando algunas para dejar sólo una pequeña selección más o menos representativa, pero la idea es que sea una sección que vaya cambiando y evolucionando con el tiempo.

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Puntos positivos

  • Sencillez de manejo
  • Relación calidad/precio
  • La calidad de las fotografías captadas por su cámara
  • Recambios y accesorios de bajo coste y fáciles de encontrar

Puntos negativos

  • Está por ver la durabilidad de los motores a largo plazo
  • Alcance WiFi algo limitado, sobre todo en zonas urbanas por la presencia de interferencias (NOTA: esto mejora sustancialmente empleando un repetidor WiFi)
  • Imposible sacarlo a volar con viento.Si veis bailar las copas de los árboles mejor dejad el Tello en la mochila
  • Baja calidad de vídeo, sobre todo por los microcortes y tirones debidos a la transmisión en tiempo real

Conclusiones

En definitiva, estamos ante un drone que ya ha cosechado gran éxito en los meses que lleva a la venta y que en mi opinión merece bastante la pena como introducción a este tipo de aparatos.

Espero que os haya quedado claro que no está diseñado para acometer vuelos extremos ni para captar imágenes imposibles como algunos modelos que cuestan diez veces más; pero si nos hace ilusión grabar nuestras propias imágenes desde puntos de vista inusuales o queremos hacernos con un drone que podamos manejar con facilidad y sin temor a perderlo o estamparlo creo que el Tello puede ser un buen candidato a convertirse en nuestro fiel compañero de aventuras.

Actualización 07/02/2019: Un complemento más que recomendable

Introduzco este breve anexo a la review para comentar que la experiencia con el Tello mejora todavía más si empleamos un repetidor WiFi. Esto se basa en que en lugar de conectarnos directamente con nuestro teléfono al drone, lo que haremos es enlazar el repetidor (alimentado con una batería externa) con la red WiFi que genera el Tello y a continuación conectar nuestro móvil al repetidor. En mi caso empleo el Mi WiFi 2 de Xiaomi, pero me imagino que valdrá cualquier otro similar.

De este modo, la señal emitida por el Tello, por débil que sea, es recogida por el repetidor y reenviada con más potencia a nuestro móvil, de tal modo que así aumenta tanto el alcance del drone como la velocidad de transmisión de la señal de vídeo así como las imágenes que captemos durante el vuelo (que os recuerdo que se transmiten en tiempo real al dispositivo móvil que estemos usando para controlarlo). Desde que uso el repetidor he notado también más precisión en el control de los movimientos del drone, menos retardos y ausencia de cortes en la señal, lo cual ayuda a la hora de volar con él.

En definitiva, una adquisición más que recomendable si queréis mejorar vuestra experiencia con el Tello a costa de sacrificar algo la portabilidad, ya que esto nos obliga a llevar encima tanto el repetidor WiFi como una batería externa con la que alimentarlo.

Actualización 13/03/2019: Recuperando la pasión por la fotografía

Después de muchos vuelos quería añadir un par de párrafos a la review para comentar algunas sensaciones. Veréis, el Ryze Tello ha conseguido algo que llevaba tiempo buscando y que casi creí perdido: disfrutar de la fotografía.

Hace ya unos años que el salir con la réflex a hacer fotos como solía hacer cuando vivía en Oropesa me da mucha pereza y no lo disfruto como entonces. Sin embargo, usando el Tello vuelvo a sentir esa especie de ansiedad por buscar la iluminación precisa, el ángulo adecuado, un rincón inexplorado… Gracias a ello a no ser que vea que va a ser un día de mucho viento, suelo llevarlo en mi mochila para poder hacer un alto en el camino en algún momento y disparar algunas fotos.

Y la cosa es que cuando estoy volando el pequeño Tello y estoy pensando desde dónde hacer la foto, dónde está colocado el sol para buscar la mejor iluminación, que no haya un árbol en los alrededores contra el que me pueda estrellar… me siento tan entretenido que cualquier preocupación que me ronde la cabeza simplemente se la lleva el viento durante esos minutos; y creedme que eso es algo que vale mucho.

En definitiva, que cada día estoy más contento con la compra del Tello y disfruto más haciéndolo volar y retratando los sitios que visito desde un punto de vista diferente y que no podría alcanzar de ninguna otra manera.

Actualización 18/04/2019: Cuenta de Instagram y divagaciones sobre el Spark

Hace ahora algo más de tres meses que tengo este pequeño drone y he de decir que aunque me estoy planteando el salto a un Spark, el Tello no para de darme satisfacciones. Si el Tello tuviera cámara orientable en el eje vertical sería perfecto, puesto que al ser de orientación fija al final hace que todas las imágenes que captas tengan más o menos el mismo ángulo; pero esto tampoco es que sea un gran problema porque hace que tu galería de imágenes tenga un aspecto muy heterogéneo.

Hablando de fotos, comentar que hace un par de meses me hice una cuenta de Instagram bajo el nombre de luiperdrone en la que voy subiendo las mejores fotos que hago con el Tello y que poco a poco va ganando seguidores. Como os digo, se trata de una cuenta en la que únicamente subo fotografías hechas con drones, y como de momento sólo tengo un Tello todas las imágenes que hay en la galería a día de hoy las he captado con él.

Como os decía antes, si me estoy planteando la opción de un Spark es porque echo de menos una cámara orientable y una mayor distancia de vuelo, aunque dado que el modelo actual tiene ya dos años de vida no me extrañaría que en breve presentaran a su sucesor.

De hecho, si hay algo que me tira para atrás del Spark es que al fin y al cabo no tiene mucha más autonomía por batería que el Tello (unos 15 minutos en el mejor de los casos) y ya puestos a pedir me gustaría algo que fuera igual de discreto pero que llegue a unos 20 minutos seguidos en el aire. Y sí, sé que modelos como el Mavic Air o el Mavic 2 llegan y superan esta cifra, pero para mí la discreción es importante y todo lo que sea más grande que un Spark me parece que llama mucho la atención.

Del mismo modo, un Spark pesa unos 300 gramos, lo que lo saca del grupo de drones que podemos usar en ciudades y creo que eso sería algo que me limitaría bastante, ya que viendo mi galería podéis ver que la inmensa mayoría de mis imágenes están captadas en entornos urbanos.

En definitiva, si DJI presenta un Spark 2 con un peso inferior a 250 gramos, cámara montada en gimbal y una autonomía de vuelo de unos 20 minutos me haré con él porque sería mi drone ideal para esas fotos que suelo hacer. De momento hay un evento programado para el día 23, así que ya os contaré, pero mientras tanto seguiré volando el Tello mientras el viento lo permita.

Actualización 20/04/2019: Los complementos del Tello

Recuerdo que en el primer vuelo que hice con el Tello sólo llevaba el drone en la mano y mi teléfono móvil, nada más. Sin embargo, poco a poco empiezas a documentarte y ves que con un repetidor WiFi tienes más alcance y estabilidad de señal, que con una batería el tiempo de vuelo enseguida se termina y quieres una segunda, y una tercera… Y claro, al final te ves con unos cuantos cacharros encima cada vez que quieres salir a volar un rato.

Como ejemplo, aquí os dejo una fotografía del mis elementos básicos de vuelo. Es decir, lo mínimo que me llevo cuando salgo a hacer fotos con el Tello: teléfono móvil, drone, repetidor WiFi, powerbank para el repetidor y cuatro baterías. Todo esto, a excepción del móvil, dentro de una funda acolchada en la que también va un juego de hélices de repuesto, un cable microusb, un cable especial para poder cargar una batería sobre la marcha, una gamuza de limpieza por si la lente del drone se ensucia…

Por cierto, lo que veis sobre la carcasa del drone es cinta adhesiva reflectante, ya que quería personalizar de alguna manera el mío y además me sirve para que destaque si cae por accidente en alguna zona sombría con la ayuda de una linterna LED que siempre me acompaña a todas partes. Por cierto, hay otra pequeña tira que he colocado en la parte trasera, justo bajo el hueco de la batería para que así se pueda ver desde el mayor número de ángulos posible.

¿Qué es la regulación mediante PWM?

Hay un concepto que estudié en la carrera y que siempre me ha llamado poderosamente la atención: la modulación por anchura pulso, más conocida por sus siglas en inglés PWM (de Pulse Width Modulation).

Aunque es algo que se aplica a muchos ámbitos, me gustaría explicaros este concepto usando para ello unos dispositivos a los que estoy muy acostumbrado: las linternas LED. De este modo creo que os puedo narrar en qué consiste este tipo de regulación y poneros unos ejemplos muy visuales de ello. Vamos allá.

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Dos modos de regular una magnitud de naturaleza analógica

Os decía que emplearía linternas para explicaros la regulación PWM porque es una aplicación muy típica de este concepto y creo que es un ejemplo que todos podéis imaginaros por ser extremadamente simple.

Imaginad una linterna LED que cuente con un regulador de la intensidad lumínica. Es decir, que podemos seleccionar varios escalones entre una luz muy tenue y toda la que pueda dar el diodo LED que transforma la energía de las baterías en fotones.

La potencia lumínica de una linterna viene dada en términos generales por el producto de la tensión por la corriente que recibe el LED. Para simplificar nuestros cálculos vamos a suponer que el driver mantiene la tensión constante de tal modo que la regulación de la potencia se realiza variando nada más que la corriente entregada. Esta suposición tampoco es que se aleje mucho de la realidad, ya que lo habitual en las linternas LED es que posean un regulador de tensión que hace que al LED le llegue el mismo voltaje independientemente de la carga de la batería.

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Circuitería de control (driver) en la cabeza de una Olight i3E EOS

El modo «caro» de modificar el grado de iluminación que da la linterna es empleando un regulador que permita variar la intensidad de la corriente entregada al LED. De este modo la linterna emitirá cierta cantidad de luz de forma continuada. Si el LED requiere 80 mA para lucir al 100% de su capacidad, el regulador entregará 40 mA para que luzca a la mitad (50%), 20 mA para que luzca a una cuarta parte de su capacidad (25%), 72 mA para que luzca al 90%… Creo que el concepto queda claro, ¿no?

Lo que ocurre, como os decía antes, es que la circuitería necesaria para regular esta corriente suele ser más compleja (y por tanto de mayor coste) que la electrónica necesaria para regular por PWM, que es lo que vamos a ver ahora.

El ciclo de trabajo

La regulación por anchura de pulso es un modo digital de conseguir regular una magnitud de manera que parezca analógica. En esencia se trata de conmutar muy rápidamente entre los estados de encendido (con el LED al 100% de su potencia) y apagado jugando con el ciclo de trabajo de tal modo que la intensidad lumínica obtenida es la de dicho ciclo de trabajo.

Para entenderlo de un modo sencillo vamos a poner como ejemplo una linterna cuya frecuencia de conmutación sea de 100 Hz, lo que significa que cada segundo hacemos 100 ciclos ON-OFF; lo que equivale a decir que un ciclo ON-OFF dura una centésima de segundo. También supondremos que el LED a plena potencia consume los 80 mA que puse antes como ejemplo.

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Algunas linternas de mi colección

Pues bien, si durante esa centésima de segundo (que equivale a 10 milésimas de segundo) hacemos que nuestra circuitería electrónica mantenga el LED encendido durante las primeras 5 milésimas y lo apague las 5 siguientes tendremos un ciclo de trabajo del 50% y esa será la intensidad lumínica de la linterna con respecto a la que daría el LED continuamente a plena potencia.

Si la electrónica mantiene el LED encendido las primeras 2 milésimas y apagado las 8 siguientes tendremos un ciclo de trabajo del 20% y, por tanto, una intensidad lumínica inferior al caso anterior. Otro ejemplo sería tener el LED encendido las primeras 7 milésimas de cada ciclo y apagado los 3 restantes, lo que daría un ciclo de trabajo del 70% y una intensidad lumínica de ese mismo valor.

Si nos vamos a los casos extremos (algo que a los ingenieros nos encanta) vamos a ver que si tenemos el LED encendido durante las 10 milésimas tenemos un ciclo de trabajo del 100% que indica que la linterna está encendida a plena potencia. Del mismo modo, si el tiempo de encendido es de 0 milésimas y las restantes 10 milésimas está apagado, el ciclo de trabajo es del 0% y por tanto la linterna no emite luz alguna.

Un modo gráfico de ver todo esto

El ladrillo que os he escrito en los párrafos superiores es sencillo de entender si hacemos una gráfica de cada caso, que es lo que os voy a plantar a continuación:

En ella, tenéis en cada caso en el eje horizontal la evolución en el tiempo y el eje vertical los dos estados posibles del LED (ON y OFF) donde el estado ON implica un consumo de corriente de 80 mA y el estado OFF de 0 mA. Asumimos también que el cambio entre los dos estados se realiza de forma instantánea.

Pues bien, si consideramos la intensidad lumínica en cada uno de los casos como el área rayada que se genera en cada ciclo ON-OFF, haciendo una cuenta sencilla observamos que la modulación PWM equivaldría en términos lumínicos a una corriente constante del valor proporcional al ciclo de trabajo.

Por tanto, si queremos obtener una luminosidad del 20% de la nominal del LED podemos introducir un regulador analógico de corriente que de 16 mA o bien diseñar un regulador PWM funcionando con un ciclo de trabajo del 20%; siendo esta última solución, por lo general, más sencilla y económica.

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LED de una Olight i3S EOS en modo firefly (el más tenue de todos)

Desventajas de usar PWM

No todo van a ser bondades; y es que a la hora de diseñar un sistema regulado por PWM (en nuestro caso una linterna) es muy importante tener en cuenta la frecuencia de conmutación del dispositivo, ya que de no ser lo suficientemente rápida el ojo va a percibir un parpadeo que puede llegar a ser bastante molesto. En el caso de una bombilla incandescente no es un punto crítico porque su tiempo de encendido y apagado es de algunos milisegundos, de modo que los escalones del cambio de estado están muy amortiguados; pero en un LED que se enciende y se apaga en un tiempo prácticamente nulo, si no elegimos una frecuencia de conmutación lo suficientemente rápida enseguida vamos a notar ese irritante parpadeo.

Esto que os comento puedo mostrarlo con la ayuda de una cámara de fotos, así que os voy a dejar en primer lugar con una fotografía de una linterna regulada sin PWM (Olight i3S EOS) moviéndose rápidamente delante del objetivo:

Olight i3S EOS moviéndose delante de la cámara a su mínima potencia. No hay rastro de PWM

Como veis, el trazo dejado por la luz es una línea continua porque el LED está luciendo uniformemente en todo momento. Sin embargo, cuando hago esto mismo empleado una linterna regulada por PWM (una Nitecore Tube en este caso) vais a ver que el resultado es bien distinto:

Nitecore Tube moviéndose delante de la cámara a su nivel de potencia más bajo y mostrando un marcado PWM

¿Veis los encendidos y apagados del LED? Son debidos a que aunque a simple vista parece que la linterna luce de forma constante en realidad el PWM la está haciendo encenderse y apagarse a toda velocidad tal y como os comenté en el apartado anterior.

Pues bien, ya que estamos vamos a ver la frecuencia de conmutación del LED en este caso concreto, pues si miramos los datos EXIF de la imagen que hemos capturado vemos que el tiempo de exposición es de 1/50 seg. Si contamos el número de parpadeos que ha hecho el LED durante ese breve lapso de tiempo (se ve claramente que han sido 11 veces) podemos calcular que la frecuencia de conmutación es de aproximadamente 550 Hz.

Este modelo de linterna tiene una frecuencia de conmutación bastante baja en el modo más tenue, pero algo mayor en los modos intermedios y no emplea PWM en el modo más brillante (lógico, ya que el LED recibe toda la corriente que puede admitir). Ya que estamos vamos a ver esos dos casos más que os comento.

La Nitecore Tube posee una frecuencia de PWM más alta en los modos intermedios

En la imagen que tenéis aquí encima la linterna está funcionando a potencia intermedia y su frecuencia de conmutación es mayor que en el caso anterior. Para hacer la fotografía he empleado un tiempo de exposición de 1/400 seg y cuento 9 parpadeos del LED. Esto nos da una frecuencia de conmutación de aproximadamente 3200 Hz. En este caso el parpadeo es apenas perceptible por el ojo humano, lo que hace que su uso sea más relajado para la vista.

Me gustaría aclarar que la frecuencia de conmutación en estos modos intermedios de la Nitecore Tube es la misma para todos ellos, pero lo que va a variar entre unos y otros es el ciclo de trabajo tal y como hemos visto en el diagrama de tiempo que os dibujé anteriormente.

La Nitecore Tube no muestra ningún tipo de PWM en su potencia máxima

Si ponemos la linterna a plena potencia no se hace uso de PWM para regular, ya que en realidad no hay nada que regular debido a que el LED está recibiendo continuamente la corriente de encendido, de modo que el rastro que deja es perfectamente continuo.

Comparativa visual entre la Nitecore Tube (arriba) y la Olight i3S EOS (abajo) funcionando en sus modos de potencia más bajos

Por último, no quería dejar pasar la oportunidad de mover a la vez ambas linternas delante de la cámara funcionando a su mínima potencia para que podáis apreciar la diferencia entre la que va regulada por PWM y la que está regulada a corriente constante. Como podéis ver, mientras que una ha parpadeado 15 veces en los 1/40 seg que ha durado la exposición de la imagen (esto me da una frecuencia de PWM de unos 600 Hz) la otra ha dejado un rastro perfectamente continuo.

La importancia de la frecuencia de conmutación

Ya os habréis dado cuenta de que el ejemplo que os puse en papel era muy teórico porque en él os hablaba de una frecuencia de conmutación para el PWM de 100 Hz; pero lo hice para poder usar unos tiempos muy definidos y fácilmente entendibles. En caso de fabricar una linterna LED que implemente esa frecuencia de conmutación sería prácticamente una luz estroboscópica y acabaríamos mareados si hiciéramos uso de ella.

Daos cuenta de que en su modo más bajo la Nitecore Tube tiene una frecuencia de conmutación de entre 500 y 600 Hz y os aseguro que a simple vista se nota bastante. Sin embargo, a esos aproximadamente 3 KHz a los que conmuta en los modos intermedios el ojo ya no aprecia parpadeo; pero es que se trata de una frecuencia 30 veces superior a la del ejemplo que os puse, por lo que os podéis hacer una idea de la velocidad a la que es capaz de encenderse y apagarse un LED. Para que os hagáis una idea, conmutar a 3000 Hz significa que el ciclo de encendido y apagado del LED dura aproximadamente 0,3 milésimas de segundo.

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Bueno, y hasta aquí este artículo cuya intención no era otra que compartir con vosotros un tema que a mí me parece muy interesante y que además tiene muchas aplicaciones tanto en el mundo industrial como en la vida diaria, ya que esta misma teoría que rige el funcionamiento del PWM en las linternas es aplicable a control de motores, caudales, temperaturas… Ahora que lo conocéis seguro que os dais cuenta de que estáis rodeados de aparatos controlados por PWM.

Como curiosidad, me gustaría sacar a relucir esta fotografía tomada en una isleta de la calle de Alcalá, donde a mi derecha pasaban coches que mostraban sus luces rojas de posición y/o freno y a mi izquierda los coches que venían de frente y, por tanto, haciendo brillar sus luces blancas de cruce.

Entre el tráfico de Madrid

¿Veis algún rastro de PWM? Pues no, porque la fotografía la hice hace ya doce años (todavía me acuerdo perfectamente del momento de captar esta imagen) y los coches todavía ni siquiera soñaban con llevar luces exteriores LED. Si hiciéramos esta misma foto hoy en día o aseguro que muchas de esas líneas difuminadas pero continuas serían una larga sucesión de puntos porque en los últimos tiempos los LEDs están copando el mundillo de la iluminación.

¡Nos leemos!

Fotografiando la Raspberry Pi Zero W y su ingeniosa antena

No sé si lo he comentado alguna vez por aquí, pero siento auténtica devoción por las Raspberry Pi hasta el punto que considero que es lo mejor que le ha ocurrido a la informática y a la electrónica a nivel de usuario en los últimos años.

Raspberry Pi Zero W

Dispongo desde hace tiempo de una Raspberry Pi 3, así como de un par de Raspberry Pi Zero (una de ellas la uso como reproductor multimedia) y en mis manos tengo ya una de las primeras Raspberry Pi Zero W que se han distribuido, pues la pedí el mismo día de su presentación y me llegó desde UK poco después.

Lo que ocurre es que aunque esa misma noche ya estuve instalando Raspbian y trasteando con ella un buen rato, no ha sido hasta hoy cuando he cogido la cámara y el objetivo macro con la idea de hacer unas fotografías que pudieran transmitir la belleza que yo siempre le encuentro a este tipo de cosas.

Raspberry Pi Zero W

Aunque esta nueva integrante de la familia Raspberry Pi es muy similar a la Zero «a secas» tanto físicamente como en potencia, la W de su apellido viene de que integra tecnología Wireless como ya hizo anteriormente su hermana mayor (la Raspberry Pi 3).

El reto principal era el integrar la conectividad inalámbrica en una placa electrónica de tan reducidas dimensiones y a la vez ya superpoblada de diminutos componentes electrónicos.

Raspberry Pi Zero W

Descartada la idea de colocar una antena WiFi al uso (la de la Raspberry Pi 3 es pequeña pero demasiado voluminosa para una placa tan minúscula) la gente de la Raspberry Pi Foundation se estrujó los sesos y decidió emplear una tecnología licenciada por la empresa Proant que es tan genial como simple: la antena es un triángulo cuidadosamente esculpido en la propia placa en cuyo interior resuenan las ondas de radio que son captadas por dos microscópicos condensadores situados en su vértice.

Raspberry Pi Zero W

Como amante que soy de las soluciones sencillas y los tamaños reducidos, contemplar ese destello de genialidad que es la antena de la Raspberry Pi Zero W me hace pensar en todas las cosas maravillosas que en el mundo de la tecnología nos van a asombrar durante los próximos años.

Por cierto, espero que hayáis disfrutado de las fotografías. Hacía tiempo que no agarraba la cámara y la verdad es que he disfrutado bastante buscando la mejor perspectiva para apreciar los detalles que tanto abundan en estas miniaturas tecnológicas.

Raspberry Pi Zero W

¡Nos lemos!

Usando una Gopro como cámara de fotos (2ª parte)

No sé si recordaréis una entrada de hace ya tiempo en la que os hablaba de mi manifiesta inutilidad para realizar vídeos mínimamente interesantes y de que el uso principal que le doy a la Gopro Hero que tengo es como cámara de fotos.

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Aunque en aquel artículo ya aparecía una fotografía hecha bajo el agua, la mayor parte de las imágenes estaban tomadas en lugares donde también podríamos usar una cámara normal y corriente, de modo que aunque traté de buscar perspectivas más o menos originales la cosa tampoco es que fuera excesivamente sorprendente.

Pues bien, en esta ocasión he aprovechado unos días de vacaciones en los que me he ido a la playa con mi chica para usar la Gopro en la piscina de la urbanización dando lugar a unas fotografías originales y, en cierto modo, refrescantes ahora que el sol pega con fuerza sobre las calles de Madrid.

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Como iréis viendo a lo largo de la entrada, casi todas ellas tienen algún tipo de tratamiento de color, ya que pretendía centrarme en las texturas y las distorsiones del agua dejando un poco de lado en este caso la representación fiel de la realidad.

Ya sabéis lo mucho que me gusta ese carácter misterioso de disparar las fotografías y no saber hasta llegar a casa qué aspecto tendrán, ya que me recuerda a la época de la fotografía analógica con la que me estrené en este mundillo a principios de los 90. El caso es que cuando volvíamos de la piscina (estas fotografías las hicimos a lo largo de tres jornadas) y metíamos la tarjeta de memoria en una tablet nos sorprendimos con muchas de ellas.

Gopro piscina Ago-16

Gopro piscina Ago-16

No hay que olvidar que esa especie de estado de ingravidez que el agua te otorga hace que las fotografías tengan ángulos extraños y posiciones que de otra manera no podríamos conseguir. También es verdad que si la piscina hubiera estado llena de gente muy posiblemente no hubiéramos tenido tanta «libertad creativa» (o tan poca vergüenza) y las fotos no hubieran quedado como han quedado.

Gopro piscina Ago-16

Gopro piscina Ago-16

Si vais a hacer fotografías bajo el agua la luz es un tema fundamental (en realidad siempre lo es). Por eso en una piscina tienes la ventaja de partir de un agua completamente cristalina. Y lo digo porque debajo del mar, a nada que haya algo de movimiento de la arena del fondo, el agua estará algo más turbia y perderéis mogollón de detalle.

Gopro piscina Ago-16

Gopro piscina Ago-16

Y luego están el resto de elementos que el agua implica: reflejos, burbujas, peinados imposibles… Elementos que también he intentado plasmar en esta serie de imágenes. Como podéis ver en la fotografía anterior, también es posible aprovechar la luz solar en el fondo de la piscina; sobre todo si luego tratamos la fotografía en clave alta para realzar los contrastes como hice en el caso concreto de esa.

Gopro piscina Ago-16

Gopro piscina Ago-16

Como veis aquí arriba, no todo son capturas bajo el agua, ya que colocar la cámara al ras de la superficie y tratar de captar el instante exacto de una zambullida también tiene su punto veraniego; especialmente si el tratamiento de color da lugar a una escena de lo más «californiana».

Gopro piscina Ago-16

Gopro piscina Ago-16

Y ya poco más me queda por mostraros en lo que a fotografías subacuáticas se refiere (al menos de momento). Ahora vuelve el asfalto, los semáforos y las tardes cada vez más cortas; pero al menos en esta entrada quedan plasmados los buenos ratos que pasamos mi chica y yo en la piscina durante unos días de agosto, así que seguro que dentro de unos meses me sorprendo releyendo estas líneas cuando tenga «mono» de agua pero me tenga que conformar con la bañera de casa.

Algunos consejos sobre fotografía macro

Para mí, amante desde siempre de los diseños minis y los nimios detalles, un objetivo macro era algo que tarde o temprano tenía que acabar en mis manos. Confieso que desde hace años le tenía echado el ojo al famoso Tamron 90, así que cuando lo vi hace unos días no me lo pensé dos veces y me hice con él sin pensármelo demasiado. Y he de decir que sólo me arrepiento de una cosa: de no haberlo comprado antes… Mucho antes.

Pentium 4

Pero no vengo hoy a hacer una review de este objetivo (eso puede que más adelante) sino a hablaros de la fotografía macro en general para contaros algunos conceptos muy particulares de este tipo de fotografía y tres o cuatro cosas que debéis tener en cuenta a la hora de disparar.

¿Qué es la fotografía macro?

Aunque lo del modo macro lo podéis encontrar en la práctica totalidad de cámaras compactas digitales desde tiempos inmemoriales (es ese modo marcado con una flor) disponer de un objetivo dedicado a estos menesteres en una réflex es garantía de calidad de imagen.

Un objetivo macro, académicamente hablando, es aquel capaz de proyectar sobre el sensor de la cámara una imagen al menos a escala 1:1. Es decir, que podríamos llenar el encuadre fotografiando un sello de tamaño 24x16mm en cámaras APS-C y de 36×24 en cámaras de formato completo, dando lugar por tanto a imágenes espectaculares en las que saltarán a la vista detalles que habitualmente permanecen ocultos como los contactos eléctricos del cabezal de disco duro que tenéis a continuación:

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Los objetivos macro, además de poder enfocar a unas distancias muy muy cortas, no producen deformaciones en las imágenes, dado que suelen ser de focal fija y por lo tanto están optimizados para su focal correspondiente. Si tenemos un objetivo de focal variable lo habitual es que haya cierto grado de distorsión de barril en las focales más cortas y de cojín en las más largas.

Eso sí, hay una característica «extraña» en los objetivos macro y es que su apertura máxima disminuye en función del grado de magnificación que empleemos. Es decir, que enfocando a infinito tendremos una apertura de, por ejemplo, f/2.8 pero a medida que vayamos enfocando a distancias más cortas (consiguiendo un mayor ratio de ampliación, por tanto) esa apertura máxima irá disminuyendo para caer entre uno y dos pasos dependiendo del modelo de objetivo cuando estemos enfocando a la mínima distancia posible.

Luz, luz, más luz…

A los tres o cuatro disparos que hagáis con vuestro flamante objetivo macro os vais a dar cuenta de que para conseguir buenos resultados vais a necesitar un porrón de luz. Si con un angular podéis disparar a pulso incluso al atardecer logrando una muy buena nitidez, para conseguir algo mínimamente decente con un macro vais a tener que disparar bajo una luz realmente potente; especialmente si vuestro objetivo es de una focal más o menos larga y no es estabilizado (el Tamron 90 cumple ambas características).

Desde luego, si os sobra la pasta podéis animaros a comprar un Nikon micro 105 VR, que es una maravilla y la estabilización nos va a ayudar mucho si disparamos a pulso, pero su precio casi triplica al del Tamron que tengo yo. En cualquier caso, a lo largo de una serie de apartados vamos a ver que la realización de fotografías en macro tiene una serie de particularidades que nos impedirán sacar todo el partido a nuestro recién estrenado objetivo si no las tenemos en cuenta.

Dinos

En cualquier caso, como siempre os digo en estos temas fotográficos, lo importante es divertirse practicando y aprovechar la inmediatez que nos ofrecen las cámaras digitales para comprobar nuestros resultados y corregir los fallos de nuestra técnica.

Profundidad de campo

La profundidad de campo, es la distancia en el eje perpendicular al plano de la fotografía en el que las cosas aparecen nítidas, quedando borroso todo aquello que esté por delante y por detrás de esta. Dependiendo de factores como el tamaño de la fotografía, la apertura empleada, lo cerca que estemos del motivo a retratar, la distancia focal… la PDC será mayor o menor; pero el problema que vais a tener en la fotografía macro es que esta PDC va a ser ínfima.

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Fijaos cómo en la fotografía que tenéis aquí encima, tan sólo uno de los estambres de esa flor de almendro permanece enfocado mientras que el resto aparecen totalmente fuera de foco (y, como sabéis, la flor del almendro es más pequeña que la yema de un dedo).

Por tanto, el enfoque es algo crítico en este tipo de fotografías y diferencias de medio milímetro pueden dar al traste con una buena fotografía convirtiéndola en un borrón.

¿Cuál es el truco para poder conseguir la máxima profundidad de campo? Pues emplear una apertura muy pequeña (en macro puro y duro suelto rondar f/14 o f/16 y a veces incluso he disparado a f/22). Por eso no me preocupa mucho que la apertura en 1:1 sea de f/5.6, ya que a esas magnitudes no me voy a acercar ni de lejos a esas aperturas.

No quisiera pasar por alto que aunque los objetivos actuales son todos autofocus, en el caso de la fotografía macro lo más recomendable es pasar a enfoque manual y realizar esta tarea con el anillo dedicado, ya que para lograr una buena precisión suele estar muy desmultiplicado y así podemos elegir exactamente lo que queremos que aparezca nítido y lo que preferimos difuminar en el espacio.

Contactos

Trepidación

Vale, pues para conseguir profundidad de campo disparo siempre a f/32 y arreglado… ¡Pues no! Si lo haces así te vas a encontrar que o bien estás disparando a pleno sol en la orilla de la playa o tu fotografía va a ser un borrón. A esas aperturas tan extremas los tiempos de exposición se alargan muchísimo y te vas a dar cuenta de que es imposible disparar a pulso sin arruinar esa fotografía que en tu cabeza parecía perfecta. Además, a aperturas tan reducidas puede aparecer el fenómeno de la difracción en nuestras fotografías.

¿Qué hacer para esto? Pues una de dos, o subimos la sensibilidad ISO considerablemente o bien llevamos con nosotros un equipo de iluminación que nos surta de la ansiada luz.

La opción más sencilla es la de elevar la ISO, pero ya sabéis que a mayor ISO mayor ruido aparece en la imagen. Y aunque siempre he pensado que es mejor tener un poco de ruido en una imagen a un borrón, en la disciplina de la fotografía macro esta máxima debéis tenerla bien presente.

Una fotografía macro impacta por su nitidez, por lo definido de sus colores y sus formas. Que aquello que queramos mostrar esté perfectamente enfocado y nítido hasta que duela será algo que aporte espectacularidad a nuestras imágenes y asombro en el espectador. No tengáis miedo, por tanto, de subir un par de pasos la sensibilidad ISO para así obtener la máxima nitidez posible.

RAM

La otra opción, como os decía, es conseguir una fuente de luz (o dos, si no queremos sombras) que nos permita iluminar el motivo de nuestras fotografías sin darle sombra con el objetivo. Exacto, el flash integrado de la cámara no vale para nada en distancias tan cortas, y de hecho hay flashes dedicados al mundo macro (sí, esos en forma de anillo) que cuestan una pasta.

Si disponéis de espacio para trabajar en casa con amplitud, una buena opción son un par de flexos potentes que nos permitan iluminar desde dos puntos y así minimizar la aparición de sombras en puntos no deseados. Yo lo que suelo hacer es iluminar desde un lateral y desde arriba, de modo que consigo una luz uniforme y suave; aunque cada foto es un mundo y hay que ser muy flexible en este aspecto.

El mundo del macro

Como habréis podido comprobar, el macro es una disciplina que depende completamente de la luz para poder brillar en todo su esplendor. En realidad toda la fotografía lo es, pero al acercarnos tanto a los detalles si la iluminación es deficiente nunca podremos hacer resplandecer la belleza oculta de las cosas.

Carburo de tunsteno

Se trata de una vertiente de la fotografía muy sacrificada en la que podemos hacer doscientas fotografías y al final seleccionar apenas dos o tres que realmente merecen la pena; pero os aseguro que os sentiréis orgullosos de aquellas fotos que pasen vuestro «filtro autocrítico».

Yo he entrado en el mundo macro hace poco, pero estoy contento porque me ha vuelto a meter en el cuerpo el gusanillo de jugar con la cámara, que es justo lo que quería cuando decidí comprar este objetivo.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Usando una Gopro como cámara de fotos

Aunque soy consciente de que soy un completo inútil en el tema del vídeo, recientemente me he comprado una GoPro Hero para ver si empleando puntos de vista alternativos soy capaz de hacer algo mínimamente interesante a nivel visual.

Conduciendo por Madrid

Por el momento tengo unas cuantas monturas diferentes y desde hace unas semanas estoy probando perspectivas diversas desde las que narrar la acción tanto desde el coche, una bicicleta, caminando, de día, de noche, por casa… Puede que al final la cosa se quede en nada; pero al menos de momento me lo estoy pasando bien cacharreando con mi nueva adquisición y el desembolso hasta el momento ha sido pequeño.

Lo que ocurre es que al final el «gen fotográfico» tira con fuerza de mí hacia el lado oscuro y el pasado fin de semana ha logrado que me llevara la diminuta cámara a Madrid pero sin que grabara ni un sólo minuto de vídeo; siendo todo el material en forma de fotografías.

Cobijo

Me estoy yendo un poco por las ramas en lo que quería que fuera una breve introducción, ya que lo que quería contaros es que hay una cosa que me gusta mucho a la hora de salir a hacer fotos con la diminuta GoPro: la sensación a la hora de disparar es muy similar a la de una Holga, Lomo, Diana y similares. Me explico:

Las GoPro no dejan de ser cámaras digitales, pero al no contar la mayoría de ellas con visor ni pantalla, las fotografías que realizamos son en plan «prueba y error». Es decir, que hasta que no llegamos al ordenador y las vemos en él, no sabemos si esa toma que tanto prometía es una obra de arte o un borrón (aunque estos términos pueden llegar a mezclarse en algunas ocasiones).

Mediterráneo

Cuando salgo con la GoPro a hacer fotografías simplemente la llevo todo el tiempo en la mano y disparo a todo lo que me parece interesante teniendo en cuenta que la óptica fija que lleva es de tipo ojo de pez y, por tanto, para lograr resultados visualmente logrados hay que echarse encima del objeto a fotografiar y buscar perspectivas diferentes. Preguntad a un lomógrafo por su decálogo a la hora de hacer fotografías y veréis que podéis aplicarlo al completo si utilizáis una GoPro.

Otoño

Puede parecer un engorro (y en realidad lo es) el hecho de no saber si la exposición es la correcta, si hemos mantenido el pulso lo suficientemente firme o si se nos habrá salido del encuadre el motivo principal de nuestra imagen; pero como os decía antes, hay algo muy retro en lo de disparar un puñado de fotografías y no poder ver el resultado hasta llegar a casa.

Es verdad que existen pantallas que se acoplan a la parte trasera de la cámara, que también podemos usar nuestro móvil como pantalla empleando el WiFi y que incluso la GoPro 4 silver ya incorpora «de serie» una pantalla trasera con la que podemos encuadrar y comprobar si la foto ha salido como esperábamos o debemos de repetirla; pero a mí me trae muy buenos recuerdos eso de disparar a lo loco y rezar para que la mejor foto del verano no fuera en realidad un manchurrón negro por culpa de un maldito dedo que nos habíamos dejado delante del objetivo. Yo lo llamaría «Shoot & Pray».

Gotas

Algunas de las fotografías que hice por Madrid el pasado fin de semana son las que ilustran esta entrada (excepción hecha, claro está, de esa en la que aparezco buceando en el mar). No son gran cosa porque, como quien dice, estoy aprendiendo a usar una de estas pequeñas cámaras; pero tanto a nivel de fotografía como de vídeo reconozco que me lo estoy pasando bien y eso me anima a seguir experimentando y aprendiendo de cara al futuro. Al fin y al cabo no se trata de vivir de esto, sino de pasar un buen rato. Y de momento esta pequeña cámara de 125 € lo está consiguiendo conmigo.

Descanso

¡Nos leemos!

Los hangares abandonados de la U.A.H.

Hoy me gustaría que os pusierais cómodos para escuchar la historia que os voy a contar: existe un lugar en Alcalá de Henares que me ha fascinado desde la primera vez que lo vi hace ya muchos años. Desde entonces, cada vez que he pasado por sus alrededores no he dejado de admirarlo y sentirme embrujado por esa extraña sensación que se tiene cuando uno se para a pensar en la historia de los hangares abandonados del campus de ciencias de la universidad de Alcalá de Henares.

Hangares abandonados UAH (I)

Recuerdo la primera vez que vi estos hangares: me había matriculado recientemente en mi ingeniería y en una de esas idas y venidas por el campus bajé por la cuesta adoquinada que comunica la facultad de farmacia con la de ciencias. Y en punto indeterminado del camino, a mi izquierda, como si el tiempo se hubiera detenido para siempre, envejecía bajo el sol una inmensa mole de hormigón armado que, si bien nunca tuvo la gloria que se le puede presuponer, hasta el más despistado se preguntaría qué diablos hacía aquello allí.

Hangares abandonados UAH (IV)

Pues bien, esa estructura gris de 157 metros de largo por 13 de alto que a día de hoy poco a poco se va desintegrando por el paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas es un hangar cuyo origen desconocen muchos de los estudiantes que día tras día pasan junto a él para coger el tren que les devuelva a su hogar.

Precisamente por eso, para saciar la curiosidad de aquellos que un día quieran saber algo más de esta extraña edificación y por si un día estos hangares sencillamente dejan de existir es por lo que hoy quería hablaros de ellos durante este rato que vamos a compartir.

Hangares abandonados UAH (V)

La cosa es que hacia 1936 se inauguró un aeródromo (en realidad poco más que un páramo y una torre de control) en las inmediaciones de este lugar llamado «Aeródromo de Barberán y Collar», que durante la guerra civil española sirvió de base de operaciones para los primitivos cazas que en aquella época sobrevolaban los cielos de Madrid y sus alrededores.

Veloces aviones soviéticos que debían ser manejados por manos de aquellas frías tierras debido a que en España todavía no habíamos alcanzado el nivel tecnológico necesario para desarrollar y pilotar máquinas capaces de volar a velocidades que para la época parecían de ciencia-ficción. Puede que precisamente por eso a alguien se le ocurriera que podría ser una buena idea formar a jóvenes aviadores y ahí resida la primera piedra de lo que se propondría tres años después.

Hangares abandonados UAH (VIII)

Dada la importancia del enclave, al término de la contienda se decide ubicar en él la sede central de la recién fundada Academia General del Aire, de modo que en 1943 se empieza a edificar la propia academia junto a las vías del tren (sí, es la actual facultad de ciencias ambientales) así como los hangares que protagonizan este artículo y una capilla que a día de hoy todavía permanece en un aceptable estado de conservación situada entre el hospital Príncipe de Asturias y las residencias universitarias.

El problema es que nunca se llegó a terminar el ambicioso proyecto porque al final la academia se llevó a tierras murcianas sin que nadie tuviera muy claro qué hacer con lo que ya se había levantado en Alcalá. Y es que aunque tanto el edificio donde se impartiría la formación a los alumnos como el propio hangar se usarían durante bastantes años con fines militares, en realidad las obras quedarían a medias y no sería hasta la década de los setenta cuando los terrenos pasarían a ser propiedad de la universidad y se aprovecharía la infraestructura existente para construir algunos de los edificios que conformarían el futuro campus de ciencias.

Hangares abandonados UAH (IX)

Sin embargo, al igual que la torre de control y el edificio principal se restauraron para cobijar algunas instalaciones universitarias, del hangar nadie quiso saber nada. Cierto es que además de las múltiples fiestas universitarias que se han celebrado bajo su techo desde los años ochenta, a lo largo del tiempo han surgido ideas para dotarlo de cierta funcionalidad (hubo un proyecto del que recuerdo haber leído algo en mi época de estudiante sobre aprovecharlo para el jardín botánico) pero la realidad es que a día de hoy los hangares son un esqueleto renqueante del que la universidad se ha desentendido por completo, limitándose a usarlo como mero almacén de contenedores de papel y residuos vegetales.

Hangares abandonados UAH (X)

Confieso que siento cierta pena cuando paseo entre sus columnas y veo cómo poco a poco el hormigón se va resquebrajando y desmoronando a pasos agigantados. Caminando por el centro de la nave en un día tranquilo uno puede verse sobresaltado incluso por el eco de sus pisadas; y es que esa sobrecogedora sensación que te invade cuando miras a sus cubiertas laterales bajo las mismas te hace sentir muy pequeño en comparación con ese mastodonte herrumbroso que parece mirarte en silencio.

Además de todo esto, he de reconocer que la estructura del lugar me recuerda poderosamente a la obra de M.C. Escher «Partición cúbica del espacio«, ya que la disposición de las columnas en ángulos rectos formando una estructura de cubos en sus extremos me hace pensar en esa curiosa obra mezcla de arte y matemáticas.

Hangares abandonados UAH (III)

Sinceramente, no creo que con el tiempo se le vaya a dar uso alguno a estos hangares. Dado que la obra necesaria para adecuar la estructura a las modernas normativas de construcción y que en el fondo no son más que columnas y una lámina curvada de hormigón a modo de tejado, me temo que en caso de hacer algo en esa zona se demolerá el hangar y se edificará algo nuevo partiendo de cero.

Por eso paso de vez en cuando por allí con mi cámara: porque cada vez que hago unas fotos allí pienso que podrían ser las últimas, porque puede que mañana aparezca una excavadora y comience a devorar lo que un día iba a ser la envidia de la aviación militar de medio mundo y que ahora no es más que una ruina sucia y olvidada.

Hangares abandonados UAH (II)

Si los hangares se acaban perdiendo (y creo muy a mi pesar que los años me acabarán dando la razón) habremos perdido un trocito de la historia de Alcalá; pero si con estas líneas he despertado vuestra curiosidad y la próxima vez que vayáis a coger el tren levantáis la mirada para fijaros un instante en esta singular construcción, entonces habrá merecido la pena redactar estos párrafos.

Hangares abandonados UAH (VII)

Realimentación: la clave para ser mejor fotógrafo

La realimentación es un concepto ampliamente utilizado en las diferentes ramas de la ingeniería (y que a mí particularmente me apasiona) pero que, sin darnos cuenta, también aparece en multitud de situaciones cotidianas. Es la base de las teorías de control y, como todo en la vida, se basa en un concepto bastante sencillo pero cuya aplicación da lugar a infinitas posibilidades.

En pocas palabras, la realimentación consiste en emplear la salida de un sistema para regular el funcionamiento interno del mismo optimizando así su funcionamiento y su respuesta.

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Como os podéis imaginar la cosa es mucho más extensa que eso, ya que existen varios tipos de realimentación cuya implementación en muchos casos es una labor ardua y compleja; pero para lo que hoy quiero explicaros con que comprendáis el concepto básico es suficiente. En cualquier caso, os voy a comentar un par de ejemplos para entender todo esto de un modo más práctico.

Ejemplo 1: Regulación de temperatura

Un ejemplo clásico de realimentación es el de la regulación de la temperatura de una caldera. Estas no calientan continuamente, sino que monitorizan la temperatura del agua de salida poniéndose en marcha la llama si esta baja de cierto umbral y parando cuando alcanza cierta temperatura. Éste es un ejemplo muy sencillo en el que sólo hay dos estados (marcha-paro) pero en realidad se tienden a implementar realimentaciones que van ajustando el proceso continuamente para mantener así la salida del sistema dentro de unos parámetros determinados evitando saltos y transitorios.

Ejemplo 2: Mercado de valores

Otro ejemplo de realimentación que puede que os sorprenda es el del funcionamiento de la bolsa y que explica por qué aunque haya rápidas subidas y bajadas de los índices bursátiles, visto en un periodo amplio de tiempo la tendencia es siempre bastante suave.

Grafica_bolsa

Cuando las acciones de una compañía suben de precio los inversores empiezan a venderlas, de forma que al aumentar la oferta en el mercado ese ascenso del valor de la acción comienza a amortiguarse y frenan por tanto las ventas masivas. Del mismo modo, cuando el precio de las acciones cae, los inversores comienzan a interesarse por ellas dado su bajo valor de compra, elevando su demanda en el mercado causando que el precio de las mismas comience a elevarse de nuevo al disminuir su disponibilidad. La teoría de la oferta y la demanda, vamos.

En definitiva, como os decía en el principio del artículo, se trata de analizar la salida de un sistema para con ella ajustar el proceso y así mantenerla en un rango estable. Esto es algo que sucede porque lo hemos diseñado así (el caso de la caldera) o bien por causas naturales como en el ejemplo de la bolsa; pero lo que quiero que entendáis es ese concepto de regulación de la salida del sistema.

¿Pero no era esto un artículo sobre fotografía?

Efectivamente lo es; y es que el concepto de realimentación es algo que debemos de aplicar a nuestro flujo de trabajo (o al menos así lo veo yo, que me encanta mezclar conceptos de ingeniería con el noble arte de la fotografía). Y que conste que no me estoy refiriendo para nada a los automatismos de la cámara, sino a nuestra propia metodología a la hora de disparar.

Nikon EM in the snow

Antiguamente con la fotografía analógica el bucle de realimentación era muy lento. Aquellos que pretendían mejorar y crecer como fotógrafos apuntaban pacientemente en una libreta los parámetros empleados a la hora de disparar cada fotograma y una vez reveladas y positivadas las imágenes analizar en qué habían fallado o qué es lo que había funcionado bien en una determinada toma.

Con esa información convenientemente analizada y asimilada, el fotógrafo variaba su forma de captar las imágenes para ir acercándose cada vez más a lo que quiere captar en cada situación que se le presenta. Esto es, en definitiva, un tipo de realimentación.

Paseantes de la calle Mayor

La gran ventaja de la fotografía digital

Hoy en día lo tenemos mucho más fácil para implementar este algoritmo de realimentación; y es que en las modernas cámaras digitales disponemos al momento de haber disparado la fotografía de todos los datos relacionados con la misma así como de la propia imagen en pantalla; de tal modo que la corrección sobre la rutina de disparo es casi instantánea y, por tanto, el bucle de realimentación que en al fotografía analógica podía llevar varios días ahora dura apenas unos segundos.

¿Que la imagen ha quedado excesivamente oscura? Aplicamos compensación de exposición positiva y repetimos la toma. ¿Que los elementos del fondo aparecen totalmente emborronados? Empleamos un número f más grande. ¿Que en un retrato el sujeto no destaca sobre el fondo? Utilizamos un toque de flash o abrimos un poco el diafragma.

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Como os digo, se trata de correcciones que ahora podemos hacer sobre la marcha; mientras que hace años había que esperar a tener las fotografías reveladas en la mano para saber qué debíamos cambiar para mejorar el resultado en el siguiente disparo que hiciéramos en similares circunstancias. De hecho, esa inmediatez a la hora de obtener los resultados es para mí la mayor ventaja de la fotografía digital con respecto a la analógica a la hora de mejorar nuestra técnica.

Normalmente esa realimentación que os comento la realizamos de forma natural e inconsciente; pero no está de más pararse un instante a pensar de dónde viene ese proceso natural de aprendizaje de la fotografía y por qué Henri Cartier-Bresson dijo aquello de que «tus primeras 10000 fotografías serán tus peores fotografías».

Reverencia

Desde luego, si machacamos el disparador sin más, da igual los miles de fotografías que hagamos porque siempre seguiremos estancados en el mismo punto. La cosa consiste en saber lo que hacemos, conocer nuestro equipo, tener curiosidad por las cosas y divertirnos todo lo posible.

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Rincones: Gijón, Oviedo y Ribadesella (Asturias)

Visitar Asturias era un eterno proyecto que teníamos mi chica y yo. Habíamos hablado una y mil veces de acercarnos a aquellas tierras verdes y frescas del Norte, pero no ha sido hasta el pasado mes de julio cuando nos hemos animado y, sincronizando unos días de vacaciones, hemos cogido el coche y recorriendo muchos rincones de su geografía que hoy comienzo a mostraros en forma de fotografías.

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Las imágenes que hoy os ofrezco están captadas en las ciudades principales que, curiosamente, son las que menos nos llamaron la atención. Y es que aunque Gijón, Oviedo y Ribadesella destilan hermosura por cada esquina, el verdadero encanto de aquella región lo encontramos en los pequeños pueblos costeros y del interior que os iré mostrando en las siguientes entradas.

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De Oviedo me gustó especialmente la zona centro dominado por el teatro Campoamor y sus jardines adyacentes que, aunque a menor escala, me recordaron un poco al madrileño parque del Retiro por lo frondoso de su vegetación. En cuanto a Gijón, está claro que es esa mezcla entre gran ciudad y playa lo que le confiere un aire especial del mismo modo que las vistas de la desembocadura del Sella es lo que otorga un encanto muy especial a la localidad de Ribadesella.

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Como os decía antes, será en las próximas entradas donde os vaya mostrando otros lugares que descubrimos y que a los dos nos dejaron un regusto muy especial.

Algunas cosas nunca cambian

Buscando entre mi colección de fotografías me di cuenta (una vez más) de que algunas cosas nunca cambian; especialmente las personas. Aquí tenéis una prueba de ello:

Julio de 1985

Julio de 1985

Julio de 2012 (27 años después)

Julio de 2012

Hay 27 años de diferencia entre estas dos fotografías (¡casi nada!) pero todavía recuerdo perfectamente el momento en el que mi madre me hizo la primera de ellas e incluso la cámara que utilizó: una Olympus Trip 35.

La segunda me la hizo mi novia el pasado verano con una Nikon D40 y un objetivo de 35mm; y lo más curioso es que sin haberlo buscado (en el momento del disparo no tenía en mente la instantánea de 1985) las dos imágenes resultan muy similares.

Me ha ocurrido siempre que me he encontrado con gente de mi colegio y amigos de la infancia a los que les tenía completamente perdida la pista: las vidas y las circunstancias de las personas van cambiando conforme pasan los años; pero a nada que nos fijemos nos daremos cuenta de que la esencia que hace que cada uno seamos como somos permanece intacta.

Hoy, viendo estas dos imágenes juntas, he experimentado de nuevo esa misma sensación.

Espacio negativo

El espacio negativo es un elemento compositivo muy potente pero que hay que emplear con bastante cuidado, ya que se trata de centrar la atención del espectador en un motivo muy concreto dejando el resto de la imagen sin contenido ni interés mediante la adopción de un fondo uniforme y sin textura.

Cristal

Como siempre, se trata de atraer la atención del espectador hacia el motivo principal de la fotografía. Un poco como cuando empleamos distancias focales largas y aperturas grandes para aislar el sujeto principal del fondo a la hora de hacer un retrato; pero en esta ocasión lo vamos a hacer de un modo más radical: haciendo que el fondo carezca del más mínimo interés para el espectador.

Apuntando al cielo

Esto lo podemos conseguir mediante la compensación de exposición (para obtener fondos muy claros o muy oscuros), fotografiando al motivo empleando una perspectiva tal que no aparezcan elementos en el fondo o bien en post-proceso. Lo que hagamos dependerá de la situación, del motivo y de nuestras habilidades; pero al final la cosa consiste en que el fondo sencillamente desaparezca del mapa.

Engranajes de piedra

Como os decía, hay que tener cuidado a la hora de emplear esta técnica porque corremos el riesgo de que la imagen no diga absolutamente nada. Por tanto, debemos de ser precavidos al elegir al motivo de nuestra fotografía, pues sus formas han de ser atractivas y perfectamente reconocibles por el espectador si queremos que nuestra imagen funcione.

Si el motivo no tiene interés y el fondo no existe ya me diréis qué atractivo va a tener nuestra fotografía; por lo que si decidimos emplear esta técnica tenemos que estar muy seguros de lo que estamos haciendo.

Oteando la ciudad

En resumidas cuentas, el espacio negativo es sencillo de aplicar (además de ser una técnica muy recomendable para potenciar nuestra creatividad) pero siempre hemos de asegurarnos de que la fotografía resultante posea fuerza y atractivo visual. Si no es así, será mejor emplear otros recursos compositivos más clásicos y menos arriesgados.

Nikkor 80-200 f/2.8

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La luz y las texturas: dos conceptos inseparables

Que una buena iluminación es un elemento decisivo a la hora de hacer una fotografía es algo incuestionable. En el pasado hemos hablado de las formas de plasmar un atardecer o de la importancia de elegir el instante preciso; pero hoy me gustaría abordar una cuestión algo más técnica: las texturas.

Secrets

A simple vista, un elemento se distingue por tres factores: forma, color y textura. A la hora de retratar ese elemento, podemos «modificar» su forma variando nuestro punto de vista o la distancia focal empleada. Del mismo modo, podemos alterar el color en mayor o menor medida empleando para ello el balance de blancos; pero ¿qué pasa con la textura?

Pues bien, para modificar la textura de un objeto sólo hay un modo de hacerlo (aparte de usar una lija, claro está) y es jugando con la luz que lo ilumina.

Vacaciones

A grandes rasgos se puede afimar que una luz que incida de manera oblicua sobre el elemento fotografiado va a resaltar el relieve de su superficie; mientras que si incide de forma perpendicular va a hacer que esas mismas rugosidades se aprecien en menor medida debido a las zonas de sombra y luz generadas por los resaltes de la superficie en función de la posición de la fuente de iluminación.

Metal

En la imagen anterior tenéis una simple tapa metálica de registro fotografiada a última hora de la tarde, justo cuando los rayos del sol incidían sobre ella lateralmente. Esto hace que se aprecie claramente el característico relieve antideslizante de la misma; algo que sería mucho menos visible si esa misma fotografía estuviera hecha a mediodía dado que no se proyectarían las sombras que veis en ella.

En cualquier caso, que una imagen esté captada en las horas centrales del día no implica ni mucho menos que no pueda tener definición en sus texturas, ya que si los rayos del sol inciden desde lo alto serán los elementos verticales los que resalten el relieve de su superficie.

Calvicie

Es decir, que lo importante para resaltar una textura es que la luz incida de forma oblicua sobre la superficie en cuestión, de modo que hemos de tener en cuenta para ello tanto la posición en el espacio del objeto como la de la fuente de luz empleada.

Como podréis ver, en los ejemplos que ilustran esta entrada he empleado como fuente de luz el propio sol (ya sabéis que no soy muy amigo del flash) pero esto mismo se puede aplicar a luces artificiales y, en general, a cualquier fuente de iluminación que nos podamos encontrar a la hora de plasmar una escena con nuestra cámara.

Tour de force

En todo caso, os recuerdo que si no podéis modificar la posición del objeto ni de la fuente de luz, también podéis recurrir a elementos como los reflectores o el uso del flash de relleno (siempre siendo conscientes de sus limitaciones) para adecuar a vuestro gusto la iluminación del motivo a retratar.

Como siempre, todo es cuestión de echarle imaginación y probar todo lo que se os ocurra.

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Correfoc en Oropesa del mar

Existe una tradición muy arraigada en los diferentes pueblos de la Comunidad Valenciana: el correfoc (correfuegos en castellano).

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

El correfoc consiste básicamente en que un grupo de personas realiza un espectáculo de fuegos artificiales, pero no disparándolos hacia el cielo como suele ser habitual; sino empleando para ello palos y diversos artefactos que les permiten encenderlos justo sobre sus cabezas para deleite de los espectadores que, en muchas ocasiones, pueden acceder libremente a la zona del correfoc para tomar parte en él.

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

La gracia del asunto es que los fuegos comienzan a arder y durante unos segundos generan una estela de chispas que se expande hacia todas partes creando una especie de paraguas destelleante. A continuación, cuando las chispas cesan, se produce una fuerte explosión y la persona que porta el palo iniciará el proceso de nuevo. Como os decía, es como encender un cohete pero éste, en lugar de volar, permanece fijo en el extremo del palo que podéis ver en la fotografía superior.

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

Fotográficamente hablando, lo más bonito de estos espectáculos pirotécnicos son los contrastes de luces y sombras así como las infinitas chispas que se generan sobre las cabezas de los responsables del correfoc. Precisamente para destacar estos dos aspectos (y para poder emplear sensibilidades ISO elevadas) es por lo que esa noche me llevé mi D300 con el Nikkor AF-D 50mm f/1.8 y nada más.

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

Como os digo, un correfoc es una experiencia bella, curiosa y espectacular en la que se mezcla luz, ruido y olor a pólvora. Es algo parecido a un castillo de fuegos artificiales; sólo que en esta ocasión el público es parte integrante del espectáculo.

Correfuegos en Oropesa del Mar (Julio 2012)

El sótano: repaso a tres conceptos fotográficos

Hoy vamos a ver con la fotografía de ejemplo que tenéis a continuación tres de los elementos que consiguen que una imagen atraiga la atención del espectador.

El sótano

1. Una buena iluminación puede cambiar radicalmente una fotografía.

Fijaos en cómo la luz que proviene del piso superior hace que las texturas de los ladrillos resalten más y la estancia adquiera un cierto aire de película de Tarantino. Si la luz hubiera provenido de mi posición los ladrillos se verían planos y toda la estancia hubiera quedado uniformemente iluminada.

2. El uso de elementos diagonales siempre hace que la mirada del espectador se mueva por el encuadre.

En este caso, la escalera que va desde la esquina inferior izquierda hasta la superior derecha delimita claramente dos zonas en la fotografía. Es justo la frontera entre la luz y las sombras, por lo que el espectador va a posar su mirada en una y otra debido a la disposición de las mismas.

3. Todo elemento que no queramos mostrar ha de ser sacado de la fotografía.

En esencia, esta fotografía no es más que una escalera a medio construir y una silla volcada bajo los peldaños. Si en la escena aparecieran más elementos estos conseguirían distraer la mirada del espectador apartándola de lo que quería mostrar aquí: un sótano con cierto aire hollywoodiense.

¡Nos leemos!

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