Ayer me acerqué a la escuela politécnica a ver las ofertas de empleo que cuelgan de los tablones dispuestos para ello. Tablones donde en años anteriores era realmente complicado encontrar un centímetro cuadrado libre porque las ofertas se solapaban unas sobre otras. Eran tiempos de bonanza económica y todas las empresas necesitaban profesionales para seguir expandiendo sus actividades.
Sin embargo, el panorama que me encontré en mi reciente visita fue absolutamente desolador, hasta el punto que cuando me planté delante del tablón no me podía creer lo que estaba viendo:
En la parte derecha del tablón se colocan las ofertas de proyectos de fin de carrera y, aunque no son muy numerosas, siempre hay algo porque todo alumno ha de realizar uno para terminar sus estudios de ingeniería y a la universidad le interesa porque son cosas que en futuro podría llevar a la práctica y apuntarse un logro.
Pero, sin duda, lo peor se encuentra en la parte izquierda del tablón; el lugar donde se colocan las ofertas de empleo, tanto las de trabajo como las de prácticas en empresas. Y es que lo único que uno se encuentra allí actualmente son las grapas y chinchetas que sujetaban los carteles que hubo en tiempos pasados.
Puede que solo sea un tablón, puede que sólo sea algo temporal y que dentro de una semana haya algo allí colgado; pero llegar esta mañana y encontrarme con ese vacío me pareció todo un icono de la actual situación laboral para los recién titulados: nuestro futuro como trabajadores a corto plazo está bastante negro.
De todos modos, esto no quiere decir que haya que rendirse. Hay que ser constante y seguir llamando a todas las puertas posibles porque estoy seguro de que antes o después algo saldrá.