Negro panorama laboral para los recién titulados

Ayer me acerqué a la escuela politécnica a ver las ofertas de empleo que cuelgan de los tablones dispuestos para ello. Tablones donde en años anteriores era realmente complicado encontrar un centímetro cuadrado libre porque las ofertas se solapaban unas sobre otras. Eran tiempos de bonanza económica y todas las empresas necesitaban profesionales para seguir expandiendo sus actividades.

Sin embargo, el panorama que me encontré en mi reciente visita fue absolutamente desolador, hasta el punto que cuando me planté delante del tablón no me podía creer lo que estaba viendo:

Negro panorama laboral

En la parte derecha del tablón se colocan las ofertas de proyectos de fin de carrera y, aunque no son muy numerosas, siempre hay algo porque todo alumno ha de realizar uno para terminar sus estudios de ingeniería y a la universidad le interesa porque son cosas que en futuro podría llevar a la práctica y apuntarse un logro.

Pero, sin duda, lo peor se encuentra en la parte izquierda del tablón; el lugar donde se colocan las ofertas de empleo, tanto las de trabajo como las de prácticas en empresas. Y es que  lo único que uno se encuentra allí actualmente son las grapas y chinchetas que sujetaban los carteles que hubo en tiempos pasados.

Negro panorama laboral (detalle)

Puede que solo sea un tablón, puede que sólo sea algo temporal y que dentro de una semana haya algo allí colgado; pero llegar esta mañana y encontrarme con ese vacío me pareció todo un icono de la actual situación laboral para los recién titulados: nuestro futuro como trabajadores a corto plazo está bastante negro.

De todos modos, esto no quiere decir que haya que rendirse. Hay que ser constante y seguir llamando a todas las puertas posibles porque estoy seguro de que antes o después algo saldrá.

Los fantasmas que nos rodean

¿Veis a toda esa gente que hay en la cola del supermercado del barrio? ¿En la panadería? ¿En el atasco de cada mañana para ir a trabajar? ¿Verdad que no conocéis a ninguno de ellos? ¿Nunca os habéis planteado por qué si siempre acudimos a los mismos sitios las personas que vemos cada día son diferentes?

La respuesta es sencilla: todos ellos en realidad no existen. Son fantasmas; seres etéreos creados para dar sentido a nuestras vidas y que no nos demos cuenta de que vivimos en la más absoluta soledad. Llevan siglos entre nosotros y siempre son diferentes porque cada noche, cuando la ciudad duerme y en las calles sólo se escuchan los maullidos de los gatos, se marchan a otras ciudades para ser relevados por nuevos espíritus al salir el sol.

Los fantasmas de la noche

Algunos de ellos son fijos; y lo son porque ese es el premio a haber llevado una vida honesta. Ahí están los comerciantes, la familia, los carteros, nuestros vecinos y amigos… Sin embargo, esa otra gente con la que nos cruzamos cada día sin intercambiar ni una palabra no son más que meros espíritus vagando de ciudad en ciudad por toda la eternidad y jugando un papel más importante de lo que parece en nuestra propia existencia.

Precisamente por eso siempre nos ocurre algo tan habitual como que al día siguiente de pensar en alguien a quien no vemos desde hace años nos lo cruzamos nada más bajar a la calle: porque en el preciso instante en el que esa persona aparece en nuestro pensamiento una alarma se activa en algún lugar y ese espíritu hace acto de presencia pocas horas después para que no nos demos cuenta de que algo raro está ocurriendo.

No me digáis que nunca os habíais fijado…