Hoy cumplo 30 años; pero no os preocupéis, que me siento igual de joven que ayer o el mes pasado 😀
Al fin y al cabo la edad no es más que un número que aparece en el DNI, ya que en realidad es más una cuestión de actitud que de otra cosa. El caso es que aunque ha caído algún que otro regalito, al levantarme me he llevado una sorpresa «extra» que he disfrutado mucho: una mañana que comenzaba a cinco grados bajo cero. Un panorama ante el que no he podido hacer otra cosa más que abrigarme bien y bajar a dar una vuelta con la cámara en busca de imágenes inusuales. De hecho, el día que nací (10 de Enero de 1980) cayó una buena nevada sobre Madrid, de modo que el frío y yo nos llevamos bastante bien.
Por supuesto, sentarse en plena calle a tomar el sol de invierno (que ilumina pero no calienta) no era nada sensato para nadie que estuviera en su sano juicio, de modo que tenía a mi disposición un montón de bancos vacíos que retratar; siendo esta una de mis temáticas favoritas.

Mi primer destino fue acudir al parque Tierno Galván para comprobar cómo había amanecido la fuente que hay en su parte central, pues gracias a la forma que posee es relativamente sencillo que se formen algunos carámbanos de hielo. Sin embargo, mi sorpresa fue grande, pues también lo eran las estalactitas de hielo que había allí.





Mi siguiente destino era la fuente que hay en la puerta del Vado («las cigüeñas» como decimos los de por aquí) para comprobar si allí también se había congelado el agua. Sin embargo, de camino me encontré con un tipo que debía de ser por lo menos de Canarias porque le estaba haciendo fotos a un termómetro que a esas horas marcaba ya -3 grados. Vale, hacía bastante frío, pero es normal que todos los inviernos haya algún día así en Madrid y alrededores. A mí desde luego no me ha sorprendido demasiado levantarme con cinco grados bajo cero en el termómetro, y menos después de haber estado hace tres años a -12.5 grados (eso os lo contaré otro día, que tengo que buscar la foto correspondiente).

Por fin llegué a la puerta del Vado y, efectivamente, había algunos carámbanos. Pero entre que el listón estaba muy alto después de ver la fuente de antes y que a esas horas empezaba ya a dar el sol, los carámbanos de hielo no eran demasiado espectaculares. Aun así, me gustó la forma en la que colgaban del nido de cigüeñas hecho de metal y por eso hice la siguiente fotografía (aunque a esas horas se me empezaban ya a entumecer los dedos de las manos de andar sujetando la cámara; y eso que llevaba mis guantes para hacer fotos).

Al final quedó una mañana de lo más soleada y colorista; y aunque hacía bastante frío, la verdad es que el día se prestaba a seguir haciendo fotos. Al fin y al cabo podía aprovechar y seguir paseando un rato más; y luego en casa tomarme un té calentito para recuperar temperatura, porque me temo que durante toda la semana que comienza mañana pocas oportunidades de sacar la cámara voy a tener.

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