De un tiempo a esta parte, concretamente desde que monté mi último ordenador de sobremesa, me he dado cuenta de la importancia de la ventilación en este tipo de equipos «potentes». Como hasta ahora no había tenido una tarjeta gráfica de cierta entidad y casi nunca había tenido problemas de calentones informáticos, era algo que siempre dejé de serie en mis ordenadores anteriores, pero en esta ocasión ha sido un punto importante en su diseño y de eso precisamente quería hablaros hoy.
Empecemos con una visión global de las cosas; y es que dentro de un PC actual hay dos elementos que necesitan refrigeración adicional: la tarjeta gráfica y la CPU. En los albores de la informática esto rara vez era necesario porque el número de transistores y su velocidad de funcionamiento eran relativamente bajos, pero con la carrera por el rendimiento cada vez estamos metiendo más potencia de cálculo en chips que consumen un montón de electricidad, lo que conduce a unas temperaturas de funcionamiento cada vez más elevadas. Y claro, si no somos capaces de disipar ese calor, nuestros preciados y carísimos componentes electrónicos se achicharrarían en pocos minutos.
Ahí es donde entran en acción los disipadores, que sirven para transferir el calor que se genera en el chip al aire circundante. Los primeros eran simplemente unas aletas de aluminio y ahora, para obtener un mejor rendimiento de refrigeración, aunque se siguen basando en el mismo principio de funcionamiento añaden ventiladores cada vez más grandes para refrescar esas aletas y que así puedan hacer su trabajo.
La tarjeta gráfica es, con diferencia, el componente que más calor disipa a día de hoy en un ordenador personal. Una tarjeta de gama media actual (mi RTX 2060 sin ir más lejos) llega a consumir unos 200 vatios ella solita cuando se le exige el máximo rendimiento, dispándose buena parte de los mismos en forma de calor, por lo que las gráficas actuales suelen contar con varios ventiladores y un disipador de tal tamaño que podríamos hacer unas salchichas sobre él.
La CPU por su parte no consume tanto (un procesador de gama media como el Ryzen 7 3700x que tengo ahora mismo consume unos 80 vatios de pico) pero también necesita un disipador hermoso y un ventilador de buen diametro para mantener su temperatura a raya porque esta se eleva con gran rapidez al ser un componente de pequeño tamaño. Para que os hagáis una idea, el límite de funcionamiento de mi microprocesador son 95 grados centígrados, que es prácticamente la temperatura a la que hierve el agua en un cazo, por lo que llevado al extremo os podéis imaginar el calorazo que desprende ese pequeño cuadrado metálico de 5 x 5 cm.
Pues bien, lo que hacen los sistemas de refrigeración de estos dos componentes cuando están en funcionamiento es contener la temperatura a base de intercambiar calor con el aire que hay dentro de la caja del PC, de modo que también es importante extraer el aire caliente de ahí dentro sustituyéndolo por aire fresco para que los disipadores que os decía hace un momento puedan hacer bien su trabajo. Y de eso se encargan los ventiladores de la caja del ordenador, que es otro de los puntos de este artículo, pues me ha llevado tiempo regularlos hasta dejar este aspecto a mi gusto y me gustaría contaros cómo lo he hecho.
Una vez descritos los dos elementos principales generadores de calor en un ordenador actual y vista la importancia de hacer circular el aire dentro de la caja vamos a hablar de la regulación de cada uno de estos tres elementos.
Tarjeta gráfica
Como os decía antes, éste suele ser el elemento que más calor genera dentro de la caja de un PC actual. No hay más que ver que la temperatura de la caja apenas se incrementa durante los benchmarks realizados al microprocesador pese a que este se ponga a unos 80 grados durante un buen rato, pero se eleva con cierta rapidez cuando es la tarjeta gráfica la que trabaja al límite de sus posibilidades como cuando lanzo el popular test FurMark. o le estoy dando caña un buen rato a Cyberpunk 2077.
Muchas gráficas tienen prefijada la opción de tener sus ventiladores parados hasta llegar a cierta temperatura (la mía sin ir más lejos). A diferencia de la BIOS del PC a estas normalmente no se les puede hacer poder variar el comportamiento de la refrigeración por hardware, pero sí que podemos hacerlo desde Windows con alguna aplicación del fabricante de la tarjeta o bien con la que para mi gusto es la que mejor funciona: MSI Afterburner.
En mi caso, como podéis ver en la curva que hay sobre estas líneas, prefiero que los ventiladores estén funcionando a baja velocidad desde el arranque y que luego progresivamente vayan subiendo de velocidad para pegar un último sprint si nos acercamos a los 80 grados, que empieza a ser ya una temperatura un poco excesiva. Con la configuración que veis la gráfica se me pone como mucho a 72 grados si estoy un par de horas dándole caña a juegos muy exigentes (Quake II RTX es un buen ejemplo de ello al estar toda la iluminación generada mediante Raytracing) o haciendo algún test de estrés de 3D Mark. Comentar que a partir de 83 grados la 2060 comienza a hacer thermal throttling para autoprotegerse, de modo que no conviene acercarse mucho a ese límite.
Microprocesador
Aquí la estrategia es también similar, pero en este caso como el ventilador del disipador que le he colocado recientemente es realmente silencioso he sido algo más permisivo y parto de una velocidad en idle más alta, ya que eso me permite aguantar pequeñas subidas de temperatura sin que lleguemos a tener que incrementar su velocidad. En cualquier caso, al contrario que en el Writh Prism que trae de serie el 3700x donde los cambios de velocidad por pequeños que fueran se notaban un montón, en el caso del Nox Hummer H212 que tengo ahora mismo hay que afinar mucho el oído para notar que el ventilador está acelerando o decelerando.
A diferencia de la tarjeta gráfica esta curva es directamente configurable desde la BIOS del PC, y aunque cada fabricante tiene su sistema, todos se basan en una serie de puntos sobre unas ejes de temperatura/velocidad de ventilador; de modo que ajustarlo es algo bastante intuitivo.
Aquí parto de un 50% mientras el micro no supere los 40 grados, y ya a partir de ahí voy incrementando velocidad hasta llegar a los 70 grados, momento en el que entraríamos en un punch final en el que a 75 grados o más iríamos al 100% de velocidad. Esto sí que he llegado a verlo en tests tipo CPU-Z y similares, pero por lo que veo no pasa de los 80 grados en estos casos extremos que os digo, por lo que todavía entramos dentro de lo que se considera normal para estos micros de AMD y más si estas temperaturas se alcanzan de una forma esporádica y puntual. En este caso la fiesta del thermal throttling comienza a los 95 grados, de modo que andamos con margen de movimiento incluso en las situaciones más extremas.
Sistema
El sistema es la temperatura interior de la caja del ordenador. Como os decía antes, en mi caso viene determinada principalmente por la carga de la tarjeta gráfica puesto que el microprocesador, debido a que tiene el ventilador trasero justo detrás del disipador, expulsa el aire caliente rápidamente al exterior. Sin embargo, la RTX 2060 evacua una gran cantidad de calor a través de su propio disipador que sube hacia la parte superior por el interior de la caja a diferencia de las tarjetas gráficas con ventilación «tipo turbina» que expulsan el aire directamente al exterior a través de unos conductos específicos que salen a la parte trasera del PC a cambio de hacer un ruido exagerado.
Tengo un total de 5 ventiladores de caja de 120 mm controlados desde la BIOS por esta función: dos de ellos en el frontal metiendo aire, dos en la parte superior sacando y otro más en la parte trasera también sacando el aire caliente (mi placa sólo tiene un puerto SYS_FAN, de modo que para poder conectarlos y que regulen he hecho uso de un hub específico para ventiladores PWM). Puesto que el aire al calentarse tiende a subir, la estrategia más adecuada es meter aire por la parte inferior de la caja y expulsarlo por la superior, que es lo que he hecho con este setup.
Estos ventiladores hacen algo de ruido cuando están a muchas RPM, por lo que mi estrategia ha sido en este caso que estén al 29% (unas 930 RPM) mientras la caja esté por debajo de 40 grados centígrados, que es la situación que se da siempre que no esté haciendo un uso intensivo de la gráfica, que a partir de ahí se eleve hasta llegar a un 60% a 65 grados y que si pasamos de esa temperatura incremente su velocidad hasta llegar a sus máximas RPMs a 80 grados, que sería una locura ya que los disipadores no serían capaces de refrigerar nada ahí dentro.
Esta refrigeración es la más laboriosa de regular, ya que a diferencia de micro y gráfica tiene bastante inercia y tanto las subidas como las bajadas de temperatura llevan unos minutos en notarse y, por tanto, las pruebas a realizar llevan bastante más tiempo. El micro tarda apenas unos segundos en llegar a su temperatura estable cuando estamos haciendo un test de estrés y en el caso de la gráfica puede llevar algo más, pero en apenas tres o cuatro minutos ya se empieza a estabilizar. La caja, para que estabilice su temperatura con el PC trabajando fuerte puede llevar del orden de 20 minutos, así que como os digo, dejar la curva a tu gusto va a requerir algo de paciencia.
En mi caso la temperatura de la caja se estabiliza sobre los 55 grados cuando gráfica y micro están trabajando a la vez a máxima potencia, de modo que estos cinco ventiladores giran a unas 1300 RPM y el ruido generado es más o menos llevadero. Cuando sí que hacen bastante ruido es justo en el instante de arrancar el PC, puesto que por defecto se ponen al 100% de velocidad (1800 RPM) durante un par de segundos hasta que se cargan las rutinas de la BIOS y a partir de ahí ya regulan mediante la curva que os mostraba antes, escuchándose nada más que un ligero zumbido si estamos en la misma habitación del PC.
Como os digo, usando durante horas aplicaciones que hagan un uso intensivo de micro y tarjeta gráfica, las temperaturas que obtengo se estabilizan en torno a 55 grados para la caja, 65 para la CPU y 70 para la gráfica sin que el ruido generado por la refrigeración sea especialmente molesto.
No son temperaturas altas para lo que se estila hoy en día en este tipo de componentes, pero como el frontal de mi caja es bastante cerrado soy consciente de que si tuviera un frontal de rejilla entraría más aire fresco y la temperatura de la caja bajaría unos grados y por tanto también la de los dos componentes principales cuyos disipadores estarían algo más frescos. Supongo que un día de estos me dará la ventolera de cambiar de caja aunque sólo sea por el bendito «cacharreo» (y sabéis que si estoy diciendo esto es porque ya lo tengo más que pensado y planeado).
Hay momentos en la vida en los que te tienes que plantear tomar grandes decisiones. Puedes retrasarlo desviando la vista hacia otro lado interesándote por el vuelo de un pajarillo o haciendo que tropiezas y te tuerces un tobillo, pero ten por seguro que al final no vas a poder esquivarlo. Una de esas decisiones trascendentales y que marcará un punto de no retorno en tu existencia es la compra de una vivienda.
Mi primer consejo (sobre todo si la idea es adquirir la vivienda a medias con otra persona) es que primero paséis una temporada de alquiler. No tienen por qué ser varios años; realmente con unos meses ya vale, y es que al final convivir es aprender a soportar las manías del otro; y eso es algo que en poco tiempo ya se ve si va a ser tarea fácil o un tormento chino. Que de visita o saliendo a cenar todos somos muy majos, pero cuando día tras día te encuentras el tubo de pasta de dientes espachurrado, tu cojín favorito manchado de keptchup o la luz del baño encendida «por deporte» puede salir a la luz ese pequeño dictador nazi que todos llevamos dentro.
Aparte de eso, el estar en un piso de alquiler donde, por lo general, no te dejan modificar nada va a servir para ver realmente qué nos hace falta para el día a día y de qué podemos prescindir; algo que te evitará muchos errores a la hora de elegir y diseñar la que será tu vivienda definitiva. En mi caso particular (y el de mi chica) nos ha servido para, además de ver que nos llevamos estupendamente, comprobar empíricamente que:
Las plantas crecen más y mejor en una terraza
Un barrio donde haya pequeños comercios evita visitas intempestivas al siempre abarrotado centro comercial
Con dos baños llegaríamos a tiempo a todos nuestros compromisos
El suelo de gres es gélido en invierno (mala idea para salón y dormitorios)
Al igual que los discos duros, el almacenamiento en la cocina (y en los armarios) siempre se acaba llenando, así que cuanto más mejor
Las ventanas oscilobatientes de PVC y doble cristal son el mejor invento del mundo a nivel térmico y acústico
La orientación y altura de la vivienda influye radicalmente en la cantidad de luz natural que nos llega y su temperatura interior
Pero bueno, aunque tengamos muy claras nuestras prioridades, nadie es experto en esas cosas: todos al principio somos muy optimistas y nos convencemos de que si buscamos un poco y aplicamos grandes dosis de paciencia algún día aparecerá alguien que venda por azares de la vida un chalet en La moraleja a precio de bajo en Villaverde; pero siento deciros que en el mercado inmobiliario no hay un Aliexpress de los pisos o un eBay donde con un poco de suerte te llevas algo con una única puja.
El que vende una casa se ha informado y sabe lo que tiene entre manos. Te la puede rebajar un poco si le caes bien y le das mucha pena; pero es algo irrisorio en comparación con la cantidad de pasta que vas a tener que soltar por tener un techo propio bajo el que caer muerto algún día. En serio, cuando piensas en la cantidad de años que vas a tener que trabajar para poder pagar eso te entra un vértigo que ni en lo alto de la torre Eiffel.
Para hacerlo de una forma ligeramente ingenieril (ya sabéis que me encanta) vamos a definir la fórmula de la compra de nuestra casa como X + Y = Z; donde X son los metros cuadrados, Y las calidades de la vivienda y Z los ahorros que vamos a invertir en ella. Lo malo es que da igual lo que tengáis en mente porque a medida que vayáis viendo casas os daréis cuenta de que tendréis que elegir entre bajar X e Y o bien buscar la manera de poder aumentar Z.
Si disminuis X está claro: casa más pequeña, cosa que de inicio no es un gran problema hasta que paséis a la siguiente gran decisión vital, que no es otra que formar una familia. Niños apretujados en el baño a la hora de ir al cole, cenas de bandeja en el sofá o tele de 21 pulgadas en el salón no apta para miopes.
Si optáis por que sea la Y la que disminuya podéis hacerlo de varias formas: casa que se cae a cachos, barrio chungo, ventanas de papel, suelos que crujen, quinto sin ascensor… Lo del barrio no tiene remedio; pero el resto con tiempo y pasta se podría corregir, así que no es descabellado y, desde mi punto de vista, si no hay que bajar muchísimo el listón creo que es mejor que la opción de bajar la X, ya que esos metros cuadrados de más nos darán mucho juego en el futuro.
Por último, claro está, tenemos la opción de que Z se incremente; cosa que podemos hacer con paciencia ahorrando mes a mes todo lo posible, de un modo mucho más rápido mediante formas ilegales poco recomendables (robo, extorsión, comercio ilícito…) o bien pidiendo una hipoteca al banco haciéndonos ricos por un instante pero pobres para el resto de nuestra vida.
Sea como sea, pasa el tiempo y al final damos con algo que nos encaja; y ahí cada persona (o cada pareja) es un mundo. Hay gente que es de adosados, otros de pisos altos, otros de áticos, otros de cabaña en medio de las montañas… Seas del tipo que seas, lo que te acabas de comprar es más pequeño, más cutre y más caro que aquello que tenías en mente el primer día; eso es así. Pero no te deprimas, ya que lo divertido empieza ahora; sobre todo si, como nosotros, has pensado que lo mejor era comprar un piso antiguo y reformarlo.
Por mi profesión me tengo que desplazar a diario a diferentes centros trabajo y para ello mi empresa me asignó un coche; sólo que por políticas de medio ambiente se decidió que fuera un vehículo eléctrico, concretamente un Renault Zoe de finales de 2018.
Como comprenderéis, entre lo amante de la tecnología en general que soy y mi fascinación por este tipo de vehículos (os dejo enlaces a la review del patinete eléctrico de Xiaomi y el repaso que le hice al cumplir mil 1000 Km) el primer día que me puse al volante del Zoe aluciné en colores porque esto ya jugaba en otra categoría de vehículos a pilas.
La idea de este artículo es la de plasmar mis experiencias en el día a día con este coche además teniendo en cuenta que en casa no tengo cargador y, por tanto, he de recargar la batería en el trabajo. Esto último no me supone un problema, pero esto es algo que matizaré más adelante porque considero que es uno de los aspectos más importante a la hora de utilizar este tipo de vehículos.
Para que os hagáis una idea, durante el último año he hecho con el Zoe algo más de 20000 Km, lo que creo que me da cierta perspectiva para hablar de él con propiedad. Lo he llevado en todo tipo de climas y he recorrido tanto carreteras como ciudades, así que vamos a ir punto por punto:
Si has conducido un coche automático ya sabes conducir un eléctrico
Los coches eléctricos sólo tienen dos pedales: acelerador y freno. Si nunca habéis llevado antes un automático (como fue mi caso) el consejo que os daré es que hasta que te acostumbres lo mejor es que el pie izquierdo lo escondas tras el derecho mientras conduces y de ese modo que te cueste sacarlo de ahí. Lo digo porque es un clásico que vas a detenerte en un semáforo, te crees que vas en un coche manual y al ir a buscar el embrague para que no se cale pisas el pedal de freno con todas tus fuerzas y el problema no es la reverencia que haces; sino que si llevas otro coche detrás lo mismo te reduce unos cuantos litros de maletero de golpe y porrazo.
La cosa es usar el pie derecho tanto para acelerar como para frenar, ya que en teoría no hace falta hacer ambas cosas a la vez (el punta-tacón no tiene sentido en un eléctrico). No cometáis el error de usar un pie para cada pedal porque el izquierdo lo tenéis acostumbrado al embrague y vais a clavar frenos todo el tiempo.
Par prácticamente constante
A diferencia de los motores de combustión, donde a cada régimen de revoluciones del motor corresponde un valor de par, en los coches eléctricos este es prácticamente constante desde parado hasta una velocidad determinada que en el Zoe se sitúa en torno a los 100 Km/h, bajando a partir de ahí el par y, por tanto, el empuje y el rendimiento.
Pero es precisamente en ese primer tramo del motor donde reside gran parte de la «gracia» de los eléctricos en ciudad; y es que mientras que los coches de combustión tienen que alcanzar ciertas RPM para empezar a acelerar con fuerza, un eléctrico lo hace según iniciamos la marcha, por lo que si hundimos el pedal del acelerador salimos disparados hacia delante de manera instantánea y constante (y además al no tener que cambiar de marchas ahí también ganamos ventaja, pues en los de combustión durante el cambio de marcha la aceleración es cero).
Vamos, que al salir de los semáforos siempre tendremos ventaja sobre el resto de vehículos en los primeros metros a no ser que el coche que tengamos al lado sea un Porsche 911 con cambio PDK o algún espécimen similar.
La influencia del clima en la autonomía
La autonomía de los coches eléctricos disminuye a medida que las temperaturas se hacen más extremas; hablando tanto de frío como de calor. Por tanto, de cara a maximizar la autonomía, las mejores épocas son la primavera y el otoño. Aun así, ya os adelanto que por mi experiencia el verano no es tanto problema como el invierno como ahora desarrollaré.
Esta disminución de la autonomía se debe fundamentalmente a dos factores: por un lado la batería ha de mantenerse siempre dentro de un rango de temperaturas fuera del cual corre el riesgo de deteriorarse con cierta rapidez, de modo que en caso de que la temperatura sea extremadamente baja se pone en marcha un sistema de calentamiento interno de la misma que la mantiene templada. En el caso de un calor extremo en la calle, la batería dispone de un circuito de refrigeración que la mantiene fresca para evitar problemas que podrían llevar a su degradación.
Por otra parte, como seres humanos que somos tenemos frío en invierno y calor en verano, y ambas cosas las combatimos mientras conducimos gastando energía ya sea en calefacción o en aire acondicionado. En el caso de coches de combustión interna la diferencia de consumo es escasa usando la calefacción o no porque lo que se hace es aprovechar el exceso de calor emitido por el motor para calentar el habitáculo, pero un eléctrico tira mucho de batería cuando queremos calentar el aire del interior (y ni os cuento cuando en invierno te encuentras el coche cubierto de hielo y tienes que esperar con la calefacción puesta a tope a que se derrita para poder ver).
Para empezar a poner cifras a todo esto, la autonomía oficial del Zoe que uso es de 300 Km con su batería de 41 KW. Pues bien, en tiempo primaveral u otoñal con una carga completa puedo hacer unos 270 Km reales, lo cual no está nada mal dado que de casa al trabajo tengo 33 kilómetros casi completamente de autopista y luego entre centros suelo desplazarme por carreteras nacionales de 90 o 100 Km/h. Lo habitual es que al día haga unos 120 Km de promedio, por lo que si apuro mucho podría cargar la batería en días alternos.
En verano la autonomía no se resiente demasiado, ya que aunque uso el climatizador a 22 grados en todos los trayectos menos en el primero de la mañana porque todavía hace fresco, la autonomía no baja demasiado y puedo hacer perfectamente unos 240 ó 250 Km. Todavía podría cargar cada dos días, pero el segundo día llegaría al trabajo al borde del infarto. Por lo que sea, el climatizador tira algo de batería, pero no demasiado.
Sin embargo, en invierno las cosas pintan peor: cuando el termómetro no sube de cero grados en todo el día a la batería le puedo sacar como mucho unos 200 Km si pongo la calefacción para ir a gusto (supongo que el sistema de calentamiento interno de la batería que os decía antes entra en acción). ¿El truco para maximizar la autonomía? Abrigarse más y usar la calefacción al mínimo para que no se empañen los cristales a diferencia de esa gente que en enero conduce en marga corta y con temperatura interior de sauna finlandesa. Si uso la calefacción lo mínimo imprescindible la autonomía sube a 220 Km aproximadamente. No parece mucho más, pero esos 20 Km pueden ser la diferencia entre llegar al cargador o llamar a la grúa.
Potencia de carga
Para cargar los coches eléctricos hay varios modos y cargadores. El más simple consiste en un cargador de emergencia con enchufe Schuko, pero el coche tardará un montón de horas en cargar la batería al completo porque en esos casos se limita a unos 3 KW/h como mucho. Lo ideal es usar cargadores tipo Wallbox que meten bastante más potencia de carga y en el caso de los más rápidos podemos cargar la batería al completo en apenas tres horas.
En números gordos y para que sea fácilmente comprensible, si la batería del coche es de 40 KW (es de 41, pero vamos a redondear), metiéndole 4 KW/h nos sale un tiempo de carga de 10 horas. Si el cargador es capaz de dar una potencia de 13 KW/h en aproximadamente tres horas tendremos la batería rellena suponiendo que hemos llegado al cargador «secos».
Si el cargador pudiera dar 80 KW/h tendríamos la batería cargada en apenas media hora; pero para aceptar potencias de carga tan altas el coche también tiene que estar preparado y no suele ser habitual en coches pequeños como el Zoe (esto es más de los Tesla, Porsche Taycan y similares). De serie, la carga más potente que admite el modelo de Zoe del que hoy os hablo es de 22 KW/h (el nuevo, aparecido hace apenas unos meses, puede llegar hasta los 50 KW/h).
En mi caso, puesto que dependiendo del día puede que me tenga que mover más o menos, siempre trato de ir con autonomía de sobra: si me quedan 100 Km de batería y sé que todavía voy a tener que hacer unos 70 Km no pienso en que todavía me sobrarían 30 Km, sino que cargo (aunque sea un rato) en cuanto puedo; y si puede ser en un cargador rápido mejor. Pensad que apenas un cuarto de hora en un cargador de 15 KW/h representan unos 25 Km más de autonomía, que ya es margen de sobra para ir tranquilo incluso si al final la cosa se complica y me toca dar un rodeo y hacer más kilómetros de la cuenta.
En la mayoría de los centros por los que suelo pasar hay cargadores, pero los hay más rápidos y más lentos. Os cuento: en mi base hay uno de 22 KW/h donde además pueden cargar dos vehículos simultáneamente; por lo que si llego seco en apenas dos horas tengo en coche cargado a tope. Sin embargo, en uno de los que están más alejados de mi base el cargador es de tan sólo 5 KW/h, de modo que si llego casi sin batería a ese lugar me va a tocar estar dos horas allí para ganar apenas 66 Km de autonomía y poder regresar.
Cálculo rápido de autonomía
Si hacéis un uso normal de un Renault Zoe el consumo promedio os va a salir de unos 15 KW/100 Km, lo que nos facilita mucho las cosas para realizar cálculos mentales rápidos de autonomía. Al final las matemáticas son las matemáticas y todo cuadra. Veréis:
La batería completa tiene 41 KW de capacidad, lo que quiere decir que la autonomía máxima que nos va a dar será (41/15)*100 = 273 Km. Visto de otro modo, para recorrer 100 Km necesitamos consumir 15 KW de la batería, y esto es con lo que os tenéis que quedar.
Conectados a un cargador de 15 KW/h, si estamos cargando durante media hora podremos recorrer unos 50 Km más. Si estamos dos horas enchufados a ese mismo cargador la autonomía se verá incrementada en 200 Km aproximadamente.
En el caso de que el cargador sea de tan sólo 3 KW/h (el Schuko que os decía hace un rato) para aumentar esos 200 Km de autonomía que decíamos hace un momento necesitamos meter 30 KW a la batería, cosa que nos llevará unas 10 horas, lo que quiere decir que si estamos conectados durante una hora tan sólo aumentaremos 20 Km la autonomía disponible.
Si tenemos la suerte de contar con un el cargador más rápido disponible para el Zoe (22 KW) esos 200 Km de autonomía los conseguiremos en aproximadamente una hora y veinte minutos, que sería el tiempo que tardaría en meter a la batería los 30 KW de los que hablábamos en el párrafo anterior.
Carretera: Velocidad vs. consumo
Cuando sales con un eléctrico a carretera la velocidad es un factor a tener muy en cuenta a la hora de estimar la autonomía. Aunque no lo parezca el aire que respiramos es denso y cuando circulamos en coche tenemos que abrirnos paso a través de él. A velocidades bajas esto es prácticamente despreciable, pero en cuanto cogemos velocidad el porcentaje de potencia que debemos invertir en esta labor ya tiene su importancia.
De hecho, la potencia necesaria para vencer a la aerodinámica tiene una relación cúbica con respecto a la velocidad. Es decir, que al doble de velocidad gastaremos ocho veces más potencia para vencer la resistencia aerodinámica. Imaginad que a 100 Km/h necesitamos emplear 3 KW/h en atravesar el aire; pues bien, a unos hipotéticos 200 Km/h tendremos que emplear 27 KW/h en esto mismo.
Por tanto, si hacéis mucha autopista con un Zoe tened paciencia y conducid tranquilamente a velocidades de entre 100 y 110 Km/h si no tenéis muy claro cuándo podréis recargar la batería.
Ciudad: cambia el chip
A diferencia de los coches de motor térmico en los que la ciudad es, con diferencia el entorno donde más gastan, en el caso de los eléctricos es todo lo contrario: si sólo usamos el coche en ciudad y somos finos dosificando la potencia podemos llegar a obtener autonomías incluso superiores a la oficial.
Por un lado circulamos a baja velocidad, de modo que la resistencia con el aire es menor y también está el factor de que las frenadas recargan la batería. Por eso los coches eléctricos hoy en día tienen en su mayoría un enfoque urbano y así es como la publicidad nos los quiere vender.
En el caso de los motores de combustión, cuando pisamos el freno y deceleramos el vehículo lo que estamos haciendo es convertir en calor por efecto de la fricción entre pastillas y discos la energía cinética que, en el fondo, ha salido del combustible del depósito. Por tanto, lo que estamos haciendo es gastar combustible en calentar unos discos de metal.
Hay un vídeo de Guille Alfonsín (Powerart) en el que en plenas Navidades se lía la manta a la cabeza y se le ocurre ir de viaje con toda la familia en un eléctrico para cenar en casa de sus suegros. Sobre el papel la autonomía era suficiente haciendo una paradita para recargar a mitad del trayecto, pero a los 30 Km de salir ya empezaron a darse cuenta de que cuando el coche va con peso y circulas a velocidad de autopista la batería baja que da miedo. Si estáis pensando en comprar un eléctrico porque pensáis que en viajes largos os puede hacer apaño, mejor mirad el vídeo y pensad si os merece la pena tanto sufrimiento al volante y que la cosa acabe en un proceso de divorcio.
Como siempre digo, para viajes desde luego que no, pero para la ciudad este tipo de coches eléctricos de pequeño tamaño no tienen rival por agilidad, ecología y silencio de marcha.
Las cuestas
Lo de las cuestas tipo puerto de montaña son una cosa que me fascina, ya que con los eléctricos son capaces de hacernos sentir terror, emoción, frenesí… Me explico: ahora ya no lo noto tanto porque mi casa y mi trabajo están aproximadamente a la misma altura sobre el nivel del mar, pero hasta hace unos meses había una diferencia de casi 200 metros de altitud, y esto me hacía ir echando cuentas mentales muchas veces.
La cosa es que cuando salía de casa y llegaba al trabajo, al ser todo cuesta abajo el consumo de batería era irrisorio. Había exactamente 37 Km de puerta a puerta y si salía de casa con una autonomía restante de, pongamos, 230 Km llegaba a mi destino con el contador marcando 217 Km. ¡Había gastado tan sólo 13 Km! Alguna vez se me ocurrió poner el contador de autonomía a cero justo antes de salir y, claro, al llegar a trabajar me decía que a ese ritmo podía hacer casi 400 Km con la batería restante.
El regreso al hogar me devolvía a la cruda realidad: al realizar ahora los 37 Km todos cuesta arriba, la autonomía se reducía en aproximadamente 60 Km durante el trayecto. De hecho, si hacía lo del reseteo del contador antes de este trayecto llegando a casa me decía que con la batería que me quedaba iba a poder hacer poco más de 150 Km.
Vamos, que si un día por lo que sea llegaba justito de carga a casa, al día siguiente no iba a tener muchos problemas porque la batería necesaria para llegar hasta el trabajo era mínima. Lo malo era cuando por lo que sea durante la jornada había tenido que dar más vueltas que una peonza y a la hora de irme el coche no había tenido apenas tiempo de cargar y la batería estaba renqueante. En ese caso alguna vez me tenía que quedar un buen rato mientras recargaba batería suficiente como para poder llegar a casa con un poco de holgura, ya que subir esos 200 metros requerían bastante más batería que el trayecto inverso y por aquella época el cargador que teníamos era de tan sólo 6 KW/h.
En cualquier caso, si echamos cuentas tenemos que para el trayecto de ida había bajado unos 15 Km, y para el de vuelta aproximadamente 60 Km, lo que suma un total de 75 Km. Si os fijáis los Km reales del trayecto completo de ida y vuelta eran 74, por lo que el cálculo de autonomía, si promediamos los dos recorridos es bastante preciso.
Neumáticos, frenos, suspensiones
Un coche eléctrico pesa un montón. El Renault Zoe, siendo un coche del segmento B (como un Fiesta, un Corsa, un Ibiza… todos ellos rondando los 1200 Kg) se va a entre 1500 y 1600 Kg. Los frenos no son un problema, ya que en el 95% de las ocasiones con el freno regenerativo eléctrico detendremos el vehículo, haciendo uso de discos y pastillas de freno sólo en el caso de que pisemos el pedal de freno con fuerza porque tengamos que detenernos con brusquedad. Y cuando se juntan los dos tipos de frenos os aseguro que el Zoe se clava.
El problema del mayor peso está en el desgaste de sobre todo neumáticos y amortiguadores. Por la distribución de pesos del coche y por la inercia que tiene en las rotondas (y sabéis que en España hay más rotondas que bares, que ya es decir) las ruedas delanteras tienden a comerse por la parte exterior de la banda de rodadura pese a que los lleves perfectos de presión. Me comentaron en la propia Renault que es algo típico de este modelo y me consta por otros compañeros que usan también un Zoe que aunque circulen despacio y lleven siempre bien de presión las ruedas, el dibujo de la parte central se mantiene bien pero por fuera se desgastan con una rapidez pasmosa.
Los amortiguadores siguen estando en buen estado tras más de un año circulando, pero supongo que al tener que sostener el mayor peso del coche también durarán menos que, por ejemplo, en un Clio.
El modo ECO
Todos los eléctricos tienen, al menos, dos modos de funcionamiento siendo uno de ellos ECO que busca maximizar autonomía a costa de recortar prestaciones y comodidades. Os explico lo que hace en el caso del Zoe:
Lo más evidente es la rebaja de la curva de aceleración. Con el modo ECO activado veremos que la aceleración del coche es mucho menor y que si queremos salir rápido tendremos que pisar el acelerador a fondo para que el modo se desactive momentáneamente y acelere con toda la energía que pueda. Por tanto, lo que consigue el modo ECO es que las aceleraciones sean más suaves y progresivas.
De la misma forma, la velocidad máxima en este modo está situada en 95 Km/h; mientras que en modo normal puede llegar a 140 Km/h (esto último no lo he comprobado, no tengo ganas de multas). ¿Os acordáis de lo que os decía que a partir de cierta velocidad baja el par y por tanto el rendimiento? Pues ya sabemos dónde está el punto de inflexión. Además, el evitarnos ir a más velocidad hará que baje la potencia consumida por la resistencia aerodinámica (recordad que la relación es cúbica con respecto a la velocidad) aumentado también por ello la autonomía.
Por último, en el modo ECO tanto la calefacción como el aire acondicionado funcionan a la mínima potencia posible pongamos la temperatura de consigna que pongamos, de modo que de ahí también se ahorran unos cuantos kilovatios. En invierno si vas abrigado se puede ir más o menos a gusto con el hilillo de aire caliente que sale, pero en verano a pleno sol es casi como no llevar AACC.
Sea como sea, tampoco es que el modo ECO consiga doblar la autonomía. Sí que es verdad que conduciendo en ECO todo el tiempo podemos sacar prácticamente los 300 Km de la batería porque podemos llegar a conseguir consumos de poco más de 13 KW/100 Km si circulamos sobre todo por ciudad, pero ir por la autopista a poco más de noventa por hora hará que nos adelanten hasta los camiones más grandes, de modo que mi consejo es que uséis el pie derecho con cabeza y dejéis el modo ECO sólo para situaciones chungas en las que la autonomía esté tan justa que te empiecen a entrar dudas sobre si llegarás a la estación de carga o no. Por suerte, no he llegado a experimentar esto último, pero que sepáis que tiene un nombre y se llama «la ansiedad del coche eléctrico».
Pequeños detalles
En este apartado os voy a contar algunas curiosidades que me han llamado la atención de una u otra manera sobre el Renault Zoe. Lo voy a hacer casi en plan telegrama:
El cuadro de instrumentos es completamente digital. Ahora ya me he acostumbrado, pero cuando me subí por primera vez me pareció una cosa prácticamente «de nave espacial». Precisamente hay un botón un poco escondido en la parte derecha del cuadro que nos permite cambiar entre seis pantallas diferentes para la instrumentación. En realidad son tres diseños en los que se muestra la información de diversas maneras y en cada una de ellas la posibilidad de mostrar o no un color de fondo que nos indicará si estamos siendo ecológicos al conducir (verde) o unos gastosos de cuidado (morado oscuro). Lo más cachondo es que el sonido de los intermitentes cambia según el diseño de la pantalla, siendo uno de ellos parecido al de dos trozos de madera golpeándose entre sí.
El coche puede trazar gráficas en tiempo real de potencia consumida y potencia regenerada en la pantalla central. Es muy interesante verlo en zonas de orografía irregular porque el perfil de las barras prácticamente calca el terreno por el que circulamos: se disparan al subir y se invierten al descender. Eso sí, aunque visualmente parece que recuperamos un montón de energía, si os fijáis en las escalas os daréis cuenta de que no es para tanto.
Una particularidad que me parece genial es que con el mando a distancia del coche podemos activar la climatización a la temperatura que tengamos seleccionada. Quiero decir que si tengo el coche a pleno sol y veo que me queda poco para irme, no tengo más que sacar la mano por la ventana y pulsar un botón del mando para que cuando suba al coche esté fresquito (o cálido en invierno).
De lejos el coche parece una pelotilla, pero esto es porque es más alto de lo normal ya que en el piso está la batería y eso hace que los asientos vayan más elevados y por tanto el techo tenga que ir más alto de lo normal. Sin embargo, si lo medís de largo tiene cuatro metros: igual que un Opel Corsa, Seat Ibiza, Ford fiesta… Por tanto, en realidad es una impresión visual.
Además de las formas redondeadas del coche (especialmente en la parte delantera) me llama la atención que la totalidad de los bajos del coche están cubiertos por planchas lisas de plástico para mejorar la aerodinámica; ya que de no ser así los elementos como las barras de dirección, amortiguadores, etc presentan cierta resistencia al viento incrementando así la energía necesaria para atravesar el aire como os comentaba hace unos párrafos.
Se hace muy extraño después de un trayecto largo, incluso en verano, tocar el capó y ver que está totalmente frío pese a que el motor eléctrico está en el mismo lugar que un típico coche de combustión. A diferencia de estos, se nota que éste no irradia calor y por tanto no se acumula en el vano motor.
Bajo el cuadro (en la parte izquierda bajo el volante, junto al botón de apertura de la tapa de carga y el ajuste de las luces) hay un botón que nos permite cambiar el sonido tipo OVNI que hace el coche por debajo de 30 Km/h para alertar a los peatones. Uno es discreto, otro tiene un punto intermedio (es el que yo uso) y el tercero hará que al entrar en el garaje todos los vecinos se giren extrañados. La elección es vuestra.
Lo que no me gusta tanto es que en un coche rodeado de un halo de modernidad como es el Zoe las luces sigan siendo halógenas en lugar de LED; y es que si os fijáis, tras las futuristas tulipas azuladas de los faros podréis ver las típicas bombillas de los coches de los años 80.
El nombre del coche viene de ZerO Emission; y es que aunque es verdad que la electricidad necesaria para recargarlo se ha de producir en algún lugar que de un modo u otro emitirá contaminantes a la atmósfera (la eólica y la solar son energía limpias, pero fabricar los generadores necesarios así como el propio vehículo también contamina) el coche circulando no emite CO2, partículas de hollín ni óxidos de nitrógeno, contribuyendo así a disminuir la contaminación en las ciudades.
La sensación de salir con el coche cargado
Esto es algo no cuantificable, pero no quería pasarlo por alto porque me parece una de las cosas más satisfactorias en un vehículo eléctrico: la sensación de ponerlo a cargar y saber que cuando lo vuelvas a coger tendrás toda la autonomía disponible; sobre todo si disponéis de un cargador más o menos rápido.
Lo digo porque a veces llego a la oficina con la batería al 30% y sé que a nada que me siente en mi mesa y me ponga a enviar unos correos o revisar hojas de Excel, si tengo que volver a salir para ir a algún sitio la batería ya estará casi cargada de nuevo y, por tanto, puedo volver a hacer más de 200 Km sin tener que preocuparme de hacer cola en gasolineras ni nada parecido. En serio, esa sensación es lo mejor de este tipo de vehículos más allá de prestaciones o cuadros de instrumentos futuristas.
Como fan incondicional de los aparatos de medida en general y de las cámaras termográficas en particular le tenía echado el ojo a la Flir One desde que apareció en el mercado su segunda generación hace ya unos años por parecerme un inventazo. Cierto es que ya tenía en mis manos la TG130 que he usado hasta la saciedad durante los últimos meses; pero lo malo de ese modelo es que no hay posibilidad de sacar las imágenes de la cámara lo que me obligaba a fotografiar la pantalla dando lugar a resultados «poco profesionales».
Pues bien, para paliar esto decidí aprovechar una oferta puntual de Amazon y hacerme con el modelo más reciente de la Flir One en su versión para Android para así poder compartir más fácilmente aquello que se esconde en el mundo de la termografía infrarroja y ya de paso redactar un análisis que os muestre qué podemos esperar de este modelo y qué lo diferencia de otros similares.
Termografía para móviles
Hoy en día ya no necesitamos disponer de una cámara termográfica como tal para poder ver en mundo en infrarrojos, y es que en los últimos años han ido apareciendo en el mercado una serie de modelos que de un modo u otro se acoplan a un teléfono móvil y nos permiten capturar las imágenes térmicas para así editarlas, enviarlas, clasificarlas… todo ello con la rapidez y sencillez habituales en un smartphone.
Por supuesto, las cámaras termográficas «al uso» siguen teniendo su utilidad y no se pueden comparar con estas soluciones móviles de las que hoy os hablo y que están orientadas a usuarios sin grandes pretensiones ni necesidad de prestaciones punteras. Sin ir más lejos, en estas cámaras acoplables a teléfonos no disponemos de una escala de temperaturas calibrada en la propia imagen como sí ocurre en los modelos orientados al uso profesional; así que podemos suponer que están pensadas para atraer a nuevos usuarios de la tecnología infrarroja que antes o después darán el salto a un modelo superior si sus necesidades aumentan.
En el campo de las cámaras termográficas, y sin salirnos de la marca Flir, la gama E orientada al mundo industrial parte de unos 1000 euros con el modelo E4 con resolución de 80×60, pasando por la E8 que prácticamente cuadriplica dicho coste pero ya cuenta con resolución infrarroja de 320×240 pixels y máxima temperatura detectable de 250 ºC y acabando en la E95, cuyo coste ya sube a unos 8500 euros pero cuenta con resolución de 464×348 pixels, y monitorización de temperatura de hasta 1500 ºC.
Por encima de esto está la gama T orientada al mantenimiento predictivo y cuyo máximo exponente es la T1020 con una resolución térmica nativa de 1024×768 pixels, objetivos intercambiables, pantalla táctil, frecuencia de refresco de 30 Hz, rango de temperatura desde -40 hasta 2000 ºC… y un precio aproximado de 40000 euros (no, no sobran ceros; son cuarenta mil euros).
Como os decía antes, este tipo de cámaras tienen su nicho de mercado y, sin ir más lejos, en mi trabajo utilizo habitualmente una Flir i7 para realizar inspecciones de motores, tuberías y cuadros eléctricos para así verificar el buen funcionamiento de estos elementos de un simple vistazo. Son herramientas que en las manos adecuadas nos permiten adelantarnos a los posibles problemas que puedan surgir en el interior de equipos y que de otra manera ni siquiera podríamos intuir.
Pero a fin de cuentas, la idea del artículo de hoy no es contar las múltiples bondades de las cámaras termográficas profesionales; sino la de estos pequeños modelos que han surgido en los últimos tiempos y que están pensados para los usuarios que, como yo en mi vida personal, hacen un uso más esporádico de esta tecnología. Por tanto, vamos a echar un vistazo a lo que ofrecen las diferentes marcas a día de hoy:
Por un lado está Flir, que actualmente va por la tercera generación de su Flir One disponiendo de tres modelos diferentes: Flir One, Flir One Pro LT y Flir One Pro. Las diferencias entre ellas son una mayor resolución térmica en la Pro (80×60 vs 160×120) así como la posibilidad de añadir puntos de control de temperatura en pantalla (la One «a secas» permite tener sólo uno en el centro de la pantalla). Por su parte, la dos que llevan el apellido Pro están algo más protegidas frente a golpes y caídas; pero aun así este tipo de cacharros son delicados.
La conexión al móvil es en todos los casos por USB tipo C y poseen una batería interna que se recarga por otro puerto del mismo tipo. Por tanto, si tenemos un móvil con USB-C, además de que no hay que andar con adaptadores para usar la cámara térmica (lo desaconsejo totalmente porque aumentarían exponencialmente las posibilidades de que se nos caiga al suelo) usaremos el mismo cargador para nuestro móvil y para la cámara. Su rango de precios está sobre los 250 euros para la One, 350 para la Pro LT y 450 para la Pro.
Otra marca que dispone de aparatos similares es Seek, sólo que estos nos dan nada más que la visión en infrarrojo sin la posibilidad de superponer una imagen real para aumentar de ese modo el grado de detalle del mapa térmico que obtenemos. Cierto es que la resolución térmica de estos modelos es, en general, algo más alta que en el caso de las Flir, pero luego veréis que la tecnología de superposición de imágenes es una herramienta muy potente para identificar las zonas de calor. En precios anda más o menos a la par con respecto a los modelos de Flir y su conexión es mediante microUSB. Un detalle curioso es que sus modelos cuentan con un anillo de enfoque de tal modo que podremos incrementar el detalle de la imagen ajustando cuidadosamente la distancia de enfoque.
Luego está Thermal-App, que dispone de modelos cuya peculiaridad es que se acoplan al móvil a través de un soporte tipo garra y se conectan mediante un pequeño cable microUSB, lo que les da mayor seguridad y estabilidad. Su resolución es considerablemente mayor que en Flir o Seek pero sus precios se van a entre 800 y 1900 euros en función del modelo, por lo que quedan más alejados de usuarios casuales.
En los últimos tiempos ha surgido también un modelo de bajo coste comercializado por varias marchas chinas (entre ellas HTi bajo la denominación HT-102) que ronda los 120 euros, posee una resolución térmica de 32 x 32 pixels, se conecta mediante USB-C y hace uso de la batería del móvil un poco al estilo de Seek. Poco os puedo contar de esa cámara porque apenas hay información de ella, pero por precio y características no creo que sea ninguna maravilla.
Y por último, un caso algo especial es el de Caterpillar (CAT para los amigos) que dispone en su catálogo de los teléfonos S60 y S61 los cuales además de ser móviles reforzados capaces de soportar incluso inmersiones, disponen de una lente infrarroja Flir integrada que les permite ser una cámara termográfica sin más que abrir la aplicación correspondiente. La idea es brillante, y está triunfando mucho en algunos sectores profesionales; pero para el gran público el problema es que son móviles muy pesados, muy grandes y con unas prestaciones más bien discretas. En cuanto a precios, andan ahora mismo entre los 500 y los 750 euros.
Conociendo la Flir One
El punto fuerte de Flir con su modelo One desde la primera generación ha sido el aunar una imagen térmica con una imagen real (lo que ellos denominan MSX) dando lugar a termografías un poco fantasmagóricas pero que permiten distinguir las distintas temperaturas con mucha más precisión que si sólo disponemos de la paleta de colores dada por el infrarrojo.
La Flir One consiste en un cuerpo rectangular metálico con un puerto USB-C macho en su parte superior para conectarse al móvil y un puerto USB-C hembra en su parte inferior para cargar su batería interna, así como un LED de carga y un botón de encendido/apagado. En la parte frontal nos encontramos con dos objetivos: uno óptico como puede ser el de la cámara de nuestro móvil y el otro, que es donde está la chicha del asunto, de tipo infrarrojo para poder captar el mundo de un modo muy especial.
En cuanto a características técnicas, comentar que su resolución es de 0,1 ºC, que el rango de detección de la cámara va de -20 ºC a +120 ºC y que tiene un peso de 34 gramos. De todos modos, si queréis mirar todos los datos en profundidad os dejo un enlace a los mismos en la propia web de Flir.
La cámara se acopla al teléfono simplemente conectándola al puerto USB-C y su manejo se realiza a través de la aplicación de Flir disponible de forma gratuita en la tienda de aplicaciones de Google. Aplicación que es bastante intuitiva y que además de la interfaz tipo cámara de fotos, cuenta con visor de imágenes así como algunos elementos de conexión con redes sociales para compartir nuestras imágenes térmicas con el mundo.
Una cosa que me ha gustado bastante es que podemos regular la longitud del conector USB con una pequeña ruleta para así poder alargarlo ligeramente si en nuestro móvil llevamos una funda protectora; pero también os digo que al ser el propio puerto USB la única sujeción de la cámara siempre voy con miedo de darle un ligero golpe a la Flir One y que esta salga volando. Sé que no es fácil por la cantidad de móviles que hay en el mercado, pero yo buscaría la manera de añadir algún sistema de fijación adicional para evitar accidentes. He pensado en usar un par de gomas elásticas, pero claro, pasarían por delante de la pantalla del teléfono resultando muy incómodas, así que por el momento iré con cuidado.
Usando la Flir One
El uso es bastante sencillo: se conecta la cámara al móvil, se enciende esta y se inicia la aplicación de Flir, lo que por defecto nos lleva a la interfaz de la cámara. Enseguida comenzaremos a ver el mundo a través de la pantalla en unas tonalidades amarillo-violáceas que podremos capturar con el botón redondo de la parte inferior de la pantalla. Como veréis, también disponemos de opción de grabar vídeos y de hacer time-lapses.
En cuanto a resolución, en términos fotográficos la imagen resultante va a ser de 1440 x 1080 pixels, si bien la resolución térmica se queda en 80×60. Lo que ocurre es que entre que Flir aplica un algoritmo de suavizado a la matriz de pixels térmicos y que además fusiona esta paleta cromática con los contornos visuales de los elementos, la sensación es la de tener más resolución de la que en realidad capta el sensor infrarrojo.
El vídeo, por su parte, se graba a la misma resolución que las fotografías sólo que a una tasa de frames muy baja. No lo puedo precisar, pero a simple visita diría que lo que vemos se mueve a razón de 3 o 4 fps, por lo que no esperéis grabar con detalle ruedas derrapando u otros elementos en rápido movimiento como se puede ver en algunos vídeos promocionales de la marca, ya que esos han sido captados con cámaras de muchos miles de euros.
En cuanto a los time-lapses, esto se graban a la misma resolución que las fotografías y los vídeos pero con un tiempo entre capturas de entre 1 segundo y 60 segundos, pudiendo elegir también la velocidad de reproducción del vídeo resultante entre 1 y 25 fps.
Energía y autonomía
La Flir One incluye una batería interna que alimenta la cámara para así no rebajar la preciada autonomía de nuestro teléfono. Y lo que sobre el papel es una ventaja en realidad es uno de los puntos débiles de la Flir One, ya que con la batería cargada a tope, si nos dedicamos a ir viendo el mundo en infrarrojos y vamos capturando imágenes y algún vídeo, nuestra autonomía será tan sólo de entre 30 y 45 minutos. Cierto es que en menos de una hora la tendremos de nuevo a tope de carga para seguir con nuestra sesión de termografía de bolsillo, pero aun así creo que la autonomía es demasiado reducida y ver la velocidad a la que baja la carga de la batería puede llevarnos a cierta frustración inicial.
Seguro que estáis pensando en que podéis echaros una batería externa al bolsillo con un cable USB-C largo e ir cargando la cámara mientras la usáis porque el puerto de carga queda a la vista cuando se usa la cámara; pero siento deciros que en el momento que conectamos un cargador a la cámara esta impide ser utilizada al mismo tiempo, por lo que vuestro plan maestro para conseguir la autonomía casi-infinita no va a funcionar.
Dicho esto, hay que reconocer que de inicio la autonomía parece un problema grave (bueno, ya sabéis, los problemas del primer mundo) pero luego se va llevando mejor una vez que pasa el «factor wow». Me explico: los primeros días vamos a ir mirando todas y cada una de las cosas que nos rodean para ver qué aspecto tienen bajo un visor infrarrojo y así sorprendernos de lo diferentes que son bajo el prisma de la temperatura en lugar de la luz visible: la nevera, la vitrocerámica, un mechero, el equipo de sonido, el escape de la moto, nuestras propias manos, el fantasma del sofá…
Tras estrenar la cámara todo nos va a llamar la atención y nos va a tocar cargar su batería varias veces al día hasta que empecemos a calmarnos un poco y empecemos a pensar en la Flir One para usos más concretos. De hecho, yo ya he pasado la época de la experimentación inicial y ahora que ya sé más o menos lo que puedo esperar de ella quiero empezar a hacer algunas cosas específicas que mostraros por aquí. Dadme un poco de tiempo y espero conseguir sorprenderos o al menos haceros pasar un rato entretenido.
El día a día con la Flir One
Para el uso en el día a día de la cámara, me gusta especialmente la funda que viene con la Flir One: Es pequeña, semi-rígida, y en su interior cabe tanto la propia cámara como el cable USB-C para cargarla contando con elásticos en su interior para que no se mueva ninguno de estos dos elementos. La cremallera dispone de una pestaña de plástico para poder abrirla con guantes y, en definitiva, parece estar hecha para durar.
Eso sí, una vez que sacas la cámara de la funda y la sostienes entre tus dedos tienes la sensación de que se te puede caer en cualquier momento por lo pequeña y delicada que parece. El fabricante asegura que aguanta caídas de 1,5 metros, pero yo prefiero no comprobarlo. Mi consejo es que la sostengáis siempre por los dos rebajes engomados de los laterales, ya que el cuerpo de metal puede ser resbaladizo y si la cogéis de otro modo podéis poner los dedazos en las lentes.
La conexión de la cámara al teléfono permite que esta mire tanto hacia delante como hacia atrás por la concepción simétrica del puerto USB-C, de modo que podéis haceros selfies térmicos; aunque os advierto que en general saldremos poco favorecidos.
En cuanto a la disposición del puerto USB-C de vuestro teléfono, da un poco igual si está en la parte superior o inferior, ya que si tenemos activada la rotación automática de pantalla la aplicación se adaptará a la orientación que haga falta y, por tanto, podremos tener siempre la cámara físicamente colocada en la parte superior, que es más natural, intuitivo y seguro que llevarla colgando por debajo.
La aplicación arranca rápido y enseguida se entiende con la cámara. Me gusta lo intuitivo que es todo, ya que los menús son a base de iconos y todo se asimila al momento. Cierto es que no hay opciones muy complejas debido a que es un dispositivo enfocado a usuarios no muy expertos en la materia, pero se agradece que en un par de toques de pantalla podamos cambiar lo que necesitemos.
Comentaros que empleo la Flir One con un teléfono Xiaomi A1 con 4 GB de RAM y 64 GB de almacenamiento actualizado a Android 8.1 de manera oficial y observo que la aplicación no corre con toda la fluidez que sería deseable. Lo que vemos por la cámara tiene un retardo de aproximadamente un segundo con respecto al «mundo real», cosa que podemos apreciar fácilmente sin más que mover nuestra mano delante del objetivo. No es un problema grave si estamos termografiando elementos inmóviles; pero en el caso de cosas que se muevan con cierta rapidez (un niño de cinco años puede ser un buen ejemplo) tenemos que tener en cuenta ese retardo.
Del mismo modo, a la hora de grabar vídeos se nota que la tasa de frames es muy baja (calculo entre 3 y 4 fps) por lo que la sensación de movimiento no es en absoluto fluida. El sensor interno de la cámara es capaz de refrescar la imagen a razón de 9 cuadros por segundo, pero no sé si el hardware del teléfono o el software de la aplicación hacen que el rendimiento decaiga bastante. Además, la batería del móvil baja muy rápidamente cuando estamos ejecutando la aplicación de la Flir One, y dado que la cámara posee una batería interna para su alimentación y que por tanto no consume energía de nuestro móvil, está claro que la aplicación es un verdadero come-recursos del teléfono. Puede que en versiones posteriores se vaya optimizando un poco este aspecto, pero no creo que de la noche a la mañana se convierta en una aplicación ligerita que corra rápido en cualquier teléfono de gama media.
Un aspecto que debéis tener en cuenta es que las cámaras termográficas no funcionan bien en exteriores. No es que no detecte el calor, porque eso lo hace igual de bien; si no que en el momento que el cielo «se cuele» de alguna manera en el encuadre el contraste térmico caerá en picado.
Si apuntáis una cámara termográfica al cielo vais a ver que éste se encuentra a una temperatura de varios grados bajo cero por su propia naturaleza. Y claro, eso hace que el contraste entre ese cielo y el resto de elementos de la escena sea tan radical que apenas podamos distinguir las diferencias de temperatura entre ellos. En este sentido es muy similar a lo que ocurre en una fotografía donde incluyamos al sol en el encuadre; y es que si pretendemos que el cielo aparezca azul en tales circunstancias, lo más seguro es que el resto de elementos adquiera un tono gris predominante que hará muy complicado distinguir unos de otros.
En interiores, por contra, todo va mucho mejor. La sensibilidad de la cámara no está mal para el precio que tiene (150 mK; es decir 0,15 ºC) y enseguida vamos a poder apreciar gradientes de color aunque las superficies posean poca diferencia térmica entre ambas. Una prueba que siempre queda muy resultona es la de poner nuestra mano sobre una superficie de madera como una puerta durante unos segundos y a continuación mirar a través de la cámara termográfica para descubrir que allí ha quedado una siniestra «huella térmica».
Otra cosa que debéis tener en cuenta es que con el tiempo el calor tiende a extenderse por las superficies. Si pretendéis termografiar el motor de un coche, lo mejor es hacerlo cuando está frío para arrancar el motor y en ese momento empezar a mirar por la termográfica. Enseguida veréis que las correas es lo primero que comienza a calentarse y poco después lo hará el líquido del circuito de refrigeración.
Digo esto porque si hacéis esto mismo después de un trayecto en el que se haya calentado el motor, el bloque entero será de un color predominante en el que apenas podréis distinguir unos elementos de otros. Al igual que os decía antes, se trata de un tema de contraste de temperaturas; y por eso mismo recomiendo hacer el experimento del coche en un parking cerrado o garaje, ya que si estamos a cielo descubierto ocurrirá lo que os decía antes de que toda la bóveda celeste aparecerá a una temperatura gélida y el motor será un gran bloque blanco.
No quisiera pasar por alto la importancia de iluminar correctamente el elemento que estamos termografiando para que la tecnología MSX se aproveche al 100%. Si termografiáis un elemento uniformemente iluminado en la imagen resultante vais a poder apreciar hasta los más pequeños detalles que darán lugar a una mezcla adecuada de la imágen térmica con la óptica; pero en caso contrario, la imagen óptica será borrosa o presentará mucho ruido desluciendo el resultado final de la termografía realizada; así que no descuidéis ese detalle tan importante. Por cierto, la aplicación de Flir nos permite usar el flash del propio móvil como linterna para iluminar el modelo, lo que es práctico en lugares que nos queden en penumbra y el objeto a termografiar esté cerca de la cámara.
Y ya que estamos, me gustaría hacer un apunte sobre las paletas de colores disponibles, ya que hay un total de nueve que se seleccionan directamente desde la aplicación en el momento de disparar. La información que capta el sensor es la misma, pero dependiendo de la paleta escogida la representación térmica será muy diferente. Mi favorita es la «hierro» porque haciendo uso de ella se pueden apreciar bastante bien los gradientes de temperatura. Para ilustrar este tema os dejo a continuación cuatro imágenes muy similares pero usando en cada caso una paleta diferente.
Los cristales son un mal amigo de la termografía por ser un espejo para los rayos infrarrojos. Si apuntáis con la termográfica a una ventana cerrada lo único que podréis conseguir es una especie de selfie fantasmal porque el cristal reflejará vuestro propio calor corporal siendo totalmente opaco a lo que haya detrás de él. Del mismo modo, las bolsas de plástico son todo lo contrario, ya que aunque nosotros no veamos a través de ellas, son completamente transparentes a los infrarrojos, por lo que si hay algo a cierta temperatura en su interior podremos distinguir su forma a la perfección.
En otro orden de cosas, me gustaría aprovechar para comentar un detalle que me parece de suma importancia y que va a marcar la diferencia entre hacer una termografía con la Flir One muy vistosa o que esta no pase del nivel de «chapuza»; y es que la clave es el paralelismo. Vamos a explicarlo:
Como os he dicho ya, lo que hace la Flir One es mezclar las tonalidades de la imagen térmica obtenida con el sensor infrarrojo y una imagen «normal» que capta al mismo tiempo mediante la segunda lente del dispositivo para así obtener un nivel de detalle superior. Pues bien, dado que aunque ambas están próximas entre si pero es imposible que sean coincidentes, las imágenes resultantes no van a solaparse exactamente; sobre todo si estamos muy próximos al objeto a termografiar como podéis ver en el siguiente ejemplo.
Para tratar de solventar esto, Flir ha implementado en su aplicación un control llamado paralelismo que desplaza la imagen real sobre la térmica para tratar de lograr así una coincidencia plena. Normalmente es un proceso que el software realiza de forma automática; pero aun así tenemos la posibilidad de regularlo de forma manual (ya sea en tiempo real o a posteri) para aquellos casos en los que vemos que ambas imágenes están notablemente desplazadas. Por cierto, en teoría no podremos conseguir plena coincidencia en distancias inferiores a 30 cm.
De todos modos, una vez capturada nuestra imagen térmica, el mundo no se termina ahí, ya que la aplicación de Flir nos permite hacer algunos ajustes interesantes en «post-producción». Para empezar, dentro de la aplicación podemos deslizar la imagen arriba y abajo en la vista de la galería para poder alternar entre el mapa termográfico y la fotografía, de modo que nos facilitará todavía más la tarea de discernir las zonas a diferentes temperaturas que hemos captado.
Por otro lado, también tenemos la posibilidad de colocar un termómetro en cualquier punto de la pantalla (varios en el caso de la Flir One Pro) que nos dirá a cuántos grados estaba tal o cual zona en el momento de hacer la fotografía. También podemos cambiar de paleta o ajustar el paralelismo del que os hablaba antes si a posteriori vemos que las imágenes parecían más coincidentes en el momento de hacer la captura.
Otra posibilidad es cambiar la paleta entre cualquiera de las nueve disponibles, por lo que durante la captura de las imágenes no hace falta que os preocupéis demasiado si consideráis que la que estáis usando no es la más adecuada para captar los detalles de aquello que estamos termografiando, ya que luego podréis variarla a voluntad sin perder datos.
Conclusiones
Después de todo lo comentado, quería hacer un breve resumen en apenas unas líneas. Por un lado, para los fans de la tecnología la Flir One es un cacharro sin duda muy apetecible: tiene un diseño muy cuidado, una calidad de construcción más que aceptable y su funcionalidad es, cuanto menos, sorprendente.
Eso sí, no os compréis una Flir One si sois profesionales del mantenimiento y creéis ver en ella una herramienta con la que detectar conexiones eléctricas defectuosas, motores mal refrigerados, tubos de agua caliente tras las paredes, humedades en techos, corrientes de aire en los cierres de las ventanas… Cierto es que la Flir One es capaz de detectar ese tipo de cosas, pero sus prestaciones (especialmente por rango de temperaturas y sensibilidad) hacen más recomendable la adquisición de un modelo de gama profesional cuyos resultados serán más precisos.
Creo que con las imágenes que he puesto para ilustrar esta entrada os podréis hacer una idea de qué esperar de este modelo, ya que en ellas se pueden ver elementos cotidianos vistos a través de la Flir One, apreciando de ese modo la resolución que presenta, el rango de temperaturas o la nitidez de los contornos de los elementos a termografiar.
Yo recomiendo la Flir One como un método sencillo y práctico de observar toda esa energía infrarroja que nos rodea y que nos hará redescubrir las cosas desde un punto de vista muy atípico y siempre sorprendente. En definitiva, para despertar al niño curioso que, en el fondo, todos llevamos dentro.
Mi querido Mijia M365 ha cumplido recientemente mil kilómetros y, como complemento a la review que publiqué en noviembre, me ha parecido interesante en este punto de su vida hacer un repaso a su estado viendo así qué elementos han envejecido bien y cuales han llevado peor el paso del tiempo comentando también soluciones a algunas pequeñas cosas que me han ido sucediendo.
Para poneros en situación, cuando compré el patinete su dueño le había hecho unos 350 Km, a los que yo sumé unos 200 Km más. Acto seguido, durante un par de meses mi novia lo estuvo usando a diario para ir a trabajar (hasta que conseguí otro para ella) tiempo durante el cual hizo 350 Km. Y por último, desde que volvió a mis manos he hecho 100 Km más hasta conseguir llegar a la cifra redonda de mil kilómetros.
Permitidme ahora que me vaya un poco por las ramas y aproveche para echar unos números:
La ruedas del patinete de Xiaomi son de 8,5″ de diámetro, que equivalen a 21,59 cm. Si aplicamos la fórmula de la longitud de la circunferencia (L = 2 * pi * r) vemos que por cada vuelta completa de las ruedas avanzamos 67,69 cm o lo que es lo mismo 0,677 metros.
Pues bien, si a día de hoy el patinete ha recorrido mil kilómetros, una simple división nos permite saber que cada rueda ha dado 1477104 vueltas. Si, prácticamente un millón y medio de giros. Y no penséis sólo en la goma de las ruedas, acordaos también de los rodamientos de los ejes, que llevan el mismo castigo.
NOTA: De todos modos, aunque parezca un montón, si hago esta misma cuenta para los ejes de mi coche, sale que han dado ya la friolera de 226 millones de vueltas, así que imaginaos la cantidad de subidas y bajadas que lleva cada uno de los pistones del motor. Pero vamos, que esto daría para otra entrada de esas mías en plan ingenieril.
Bueno, tras este offtopic, vamos a ir desgranando punto por punto qué tal ha digerido estos primeros mil kilómetros el patinete:
Zonas de contacto con el usuario
Se aprecia claramente que en los extremos del manillar la rugosidad de los puños se ha perdido, quedando la superficie totalmente lisa en esa zona. Cierto es que durante estos meses de frío mi novia ha estado conduciendo el patinete con unos guantes que llevan la palma forrada de goma, de modo que el desgaste habrá sido mayor que si se va con la palma desnuda, que siempre es más suave (a no ser que seáis jugadores de pelota vasca). Eso sí, como podéis ver a continuación el resto del puño tiene el patrón de bultitos ovalados intacto.
El desgaste de los puños podría esperármelo, pero el que realmente me sorprende es el de la pequeña almohadilla del acelerador, ya que pese a usar control de velocidad desde el primer día, se ha quedado totalmente liso. La verdad es que ese desgaste sí que me ha pasado desapercibido, pero cuando abrimos el patinete de mi novia y vimos el relieve del acelerador es cuando me di cuenta de que al ser una goma muy blanda enseguida se queda liso pese a que, como os digo, sólo pongo el pulgar sobre él cuando quiero cambiar la velocidad a la que circulo.
Eso sí, lo que sigue estando como el primer día es la tabla donde llevamos apoyados los pies. Pese a recaer sobre ella todo nuestro peso y usar calzado con suela de goma dura (incluso en ocasiones botas Doc Martens) su aspecto es impoluto y ni se ha desgastado o despegado lo más mínimo. La verdad es que me ha sorprendido para bien en ese aspecto, porque pensé que acabaría prácticamente lisa como ocurre con los papeles de lija de los skates y similares.
Ruedas
No sé en qué momento exacto le cambió la rueda trasera al patinete el usuario anterior por la maciza que lleva puesta, pero por lo que me dijo no tardó mucho en hacerlo cansado de los dichosos pinchazos. Sea como sea, dicha rueda tiene todavía un dibujo muy profundo y no veo ni por asomo el momento del cambio. Apuesto a que tengo caucho para dos mil kilómetros más por lo menos.
En cuanto a la rueda delantera, esta es la original que venía con el patinete; sólo que se le añadió una banda antipinchazos de kevlar entre cámara y cubierta para evitar tener que andar desmontando la rueda cada vez que pasaba sobre cualquier cosa puntiaguda. En este neumático se aprecia algo más de desgaste con respecto a uno nuevo, pero al igual que en los coches contamos con un testigo de desgaste al que todavía le queda tiempo para estar a la par con la superficie de la goma. En mi bola de cristal veo unos mil kilómetros más de vida útil para este neumático.
Estructura
Vamos a hablar ahora de lo que es la estructura mecánica del patinete, y este punto creo que va a dar bastante de si.
A ver, lo primero de todo, es recomendaros que una vez al mes repaséis el apriete de todos los tornillos. Durante este tiempo se aflojaron un poco los que sujetan el manillar a la tija de dirección y uno de los dos que lleva la pinza de freno. No supusieron gran problema más allá de notar algo extraño en el día a día, comprobar que estaban algo sueltos y apretarlos con la herramienta multiuso que siempre llevo conmigo cuando voy en el patinete.
Peor fue que un día de repente a mi novia se le abrió en marcha el mecanismo de plegado y descubrimos que se había perdido el tornillo frontal que ajusta la dureza de la leva que realiza el cierre. No dimos con el tornillo (se le perdería un par de calles atrás y como para ponerse a buscarlo) de modo que bajé a la ferretería y compré un tornillo con cabeza Allen de la métrica y longitud adecuadas para sustituirlo y una arandela porque la cabeza del tornillo original tiene más superficie. No queda tan elegante como el que viene de serie pero funciona igual de bien y éste no se perderá porque al colocarlo le puse fijador de tornillos en la rosca.
Aprovecho para comentar la vital importancia del punto de ajuste de este tornillo (una razón más para aplicar algún tipo de fijador) puesto que si está demasiado flojo veremos que el mecanismo de plegado tendrá holgura y si va demasiado apretado comprobaremos que no somos capaces de mover la leva que permite el plegado y desplegado del patinete. Por tanto, id probando hasta que encontréis el punto justo y fijadlo ahí para toda la eternidad.
Briconsejo: si no tenéis a mano fijador de tornillos (mi favorito es el Loctite 243) podéis usar esmalte de uñas, ya que cuando se seca hace que el tornillo no pueda aflojarse pero si hacéis fuerza con una llave acabará girando. Si usáis cosas más radicales como pegamento instantáneo, aparte de pegaros los dedos, como un día tengáis que soltar el tornillo ya podéis buscar un tubo largo para hacer palanca.
Y ya que estamos hablando de esa zona del patinete, comentaros que si de buenas a primeras empezáis a escuchar «grillos» cuando vais en marcha es debido al roce de las dos partes del sistema de plegado. Para remediarlo podéis hacer dos cosas: aplicar una capa de grasa a ambas superficies o bien, para solucionarlo de una forma más definitiva, pegar una fina lámina de teflón o similar en una de las caras de modo que ya el roce no se produzca metal contra metal (esto es lo que hice yo, que soy un maniático de los ruiditos, y desde entonces tan feliz).
Por cierto, se me perdió la goma que recubre el «gancho» sobre el guardabarros donde se fija el timbre al plegar el patinete. La funcionalidad es la misma, pero queda más feo. Ya se me perdió una vez pero lo encontré por casa y lo fijé con pegamento instantáneo; pero a las pocas semanas se volvió a perder y me temo que esta vez es la definitiva. Lo que voy a hacer es lijar la zona y pintarla con esmalte negro para que no se vea tan fea, ya que se han quedado los restos del pegamento que le eché y no me gusta nada.
Otra cosa más: el guardabarros trasero va anclado a la plataforma donde llevamos los pies mediante tres tornillos cuyas cabezas van cubiertas con otros tantos embellecedores plásticos. Pues bien, un día de estos y sin previo aviso el embellecedor del tornillo central decidió independizarse y al llegar a casa vi que lo había perdido. Por suerte, en uno de esos cajones en los que uno guarda cosas que de otro modo acabarían en la basura (una especie de síndrome de Diógenes) tenía una especie de tapón plano de plástico gris oscuro que resultó encajar a la perfección como podéis ver en la siguiente imagen.
En cuanto a golpes y rascones en general, a pesar de que tanto mi novia como yo somos cuidadosos, uno nunca está a salvo de un bordillo un poco más alto de lo esperado, un resbalón o una piedra que salta donde no debe; pero aun así tras estos primeros mil kilómetros el patinete no está demasiado castigado en este aspecto. Tan sólo reseñar un par de raspones «serios» en la zona del listón trasero izquierdo (tanto en el aluminio como en el embellecedor de plástico) como podéis ver a continuación. Por suerte en ninguno de los casos el disco de freno sufrió golpe alguno pese a su proximidad, porque si lo doblamos lo más mínimo nos tocará cambiarlo.
En la zona de plegado, concretamente en la «uña» que encaja en la parte inferior para fijar el sistema de plegado en su posición ha saltado un poco la pintura, pero no es nada grave (podéis verlo en una de las imágenes anteriores).
Ah bueno, y en la zona baja de la barra diagonal, donde suelo apoyar la punta del pie izquierdo al circular, la pintura se ha desgastado muy ligeramente, pero vamos, que el aspecto es prácticamente el mismo que el del resto del chasis como podéis apreciar en la siguiente fotografía.
Para mi sorpresa, la tapa inferior (tras la que se aloja la batería y el controlador de la misma) se encuentra en muy buen estado. Pese a lo expuesta que está a todo aquello sobre lo que rodamos, no tiene ningún rascón importante ni cruje o hace cosas raras. Me daban bastante miedo las cabezas de los tornillos, pues pensaba que podían destrozarse a base de roces con piedras, bordillos, etc pero no es así y por ahí abajo todo está en perfecto estado de revista.
En cuanto al cableado (tanto eléctrico como del freno trasero) no ha habido ningún problema ni de roturas, holguras, soportes sueltos… En ese aspecto un diez sobre diez.
Frenos
Por la forma en la que funciona la pinza del disco (sólo una de las dos caras es móvil) es complicado conseguir que las pastillas pisen correctamente sobre él. Por suerte, al disponer de freno regenerativo en la rueda delantera el freno de disco trasero se usa en contadas ocasiones, de modo que las pastillas aun tienen grosor de sobra y el disco no presenta desgastes apreciables a simple vista.
A lo que me refiero con lo del funcionamiento es que al ser sólo una de las caras de la pinza la que presiona contra el disco cuando pulsamos la maneta, éste flexa ligerísimamente y entonces también roza contra él la pastilla que va fija en la otra cara; pero esto hace que no haya una perpendicularidad exacta entre la superficie de las pastillas y el disco de freno, haciendo que en cada cara del disco haya una franja en la que roza la pastilla y otra en la que no.
Tal y como os comenté en la review, una de las cosas que más me gustan de M365 es su potencia de frenada, y tras estos primeros mil kilómetros esta sigue intacta.
Batería y motor
He dejado para el final el que para mí es el apartado más importante de un patinete eléctrico: todo lo relacionado con el motor y la batería, que al final es el alma del cacharro.
Como ya sabréis por la review, al poco de estrenar el patinete empezaron los problemas de batería típicos en este modelo. Me tocó abrir la batería, soldar las chapas de contacto principal y también reforzar las zonas de contacto de cada uno de los polos de las treinta celdas poniendo sobre ellas láminas de caucho y forrando luego todo con cinta americana para que quedara bien prensado. Desde entonces no he vuelto a tener problemas, pero tened esto siempre presente porque en el modelo original esto os va a pasar antes o después.
Se supone que en los modelos que hay ahora a la venta en las tiendas esto ha sido corregido y las chapas metálicas de la batería ya van firmemente soldadas; pero aun así como el modelo de mi novia no ha dado problemas (tocamos madera) no lo vamos a abrir de momento, de modo que no lo puedo corroborar.
Algo que no me ha gustado es que el último firmware disponible (1.3.4) hace que por debajo del 50% de batería el patinete apenas tenga fuerza para subir cuestas, imagino que en busca de no pegar fuertes descargas a la batería cuando esta anda ya baja de carga. Sea como sea, a mí me gustaba más el funcionamiento prácticamente lineal de las versiones anteriores, así que ojalá en el futuro eliminen esta característica, porque de momento no encuentro una manera fácil de hacer un downgrade.
Por tanto, si queréis sentir el viento en la cara es mejor que le deis caña al principio del recorrido (pero ojo, porque si os flipais demasiado puede que al final os toque impulsaros con la patita).
Por cierto, creo que sé a lo que se refiere Xiaomi con lo de que el motor es de 250W pero que permite picos de 500W. Si subimos una cuesta y pulsamos a fondo el acelerador veremos que la aceleración es bastante fuerte, pero no será así eternamente, ya que llegado un punto la potencia comienza a disminuir, y es que creo que el patinete permite aprovechar esos picos de 500W pero en cuanto empieza a detectar que el motor o la batería se están calentando por la elevada corriente demandada, la protección anti-estrés que lleva implementada la electrónica hace que disminuya el flujo de corriente eléctrica protegiendo así tanto al motor como a la batería, ya que para ambos el calor excesivo es siempre un enemigo a evitar.
En cuanto a la autonomía, compruebo que esta no ha variado demasiado desde que le hice el apaño de las patillas a la batería. Por Alcalá de Henares, que es casi todo llano, consigo sacarle unos 20 Km si circulo a ritmo tranquilo (modo ECO) y unos 15 Km si voy dosificando el acelerador con alegría en el modo normal. El tiempo de carga sigue siendo de unas cinco horas cuando vuelvo con la batería sobre un 20%, lo que es una prueba más de que la esta se sigue manteniendo más o menos en forma (cuando empiezan a cargar cada vez en menos tiempo, malo).
En cuanto a las luces, aunque yo no he circulado mucho por la noche, mi novia sí que las ha empleado todas las mañanas en su trayecto hasta el trabajo y no ha tenido nunca el más mínimo problema. Siguen iluminando igual de bien que al principio y no ha habido apagados inesperados ni molestos tintineos.
Conclusiones
En definitiva, el paso de sus primeros mil kilómetros no parece haber hecho demasiada mella en el M365. La pintura se mantiene en muy buen estado, las partes de goma se conservan bastante bien (excepto el relieve del acelerador), la potencia de frenado sigue intacta y la autonomía de la batería no parece haber mermado en exceso, que es lo que más me preocupaba de todos los posibles «envejecimientos».
Lo que no me ha gustado tanto es la facilidad con la que se aflojan algunos tornillos, y eso que llevan la típica banda azul en la rosca que hace que se queden fijos en su posición. Aun así, se ve que con las vibraciones al circular pueden aflojarse y por eso os recomiendo un reapriete de vez en cuando o la aplicación de un fijador de roscas «de verdad». Tampoco me parece buena idea el tema de que el último firmware limite la potencia disponible cuando la batería está a menos de la mitad de su capacidad, ya que eso prácticamente nos va a obligar a subir las cuestas caminando en cuanto queramos hacer una excursión más o menos larga.
Sea como sea, y al igual que os recomendaba en una reciente entrada sobre consejos de conducción, vais a ser vosotros mismos los que enseguida os vais a dar cuenta si algo va mal en el patinete. Si de repente empeora la frenada, notáis algo suelto, veis que el tiempo de carga se acorta considerablemente, escucháis ruidos raros en el motor… son todas ellas señales de que algo no va bien, y más vale echarle un vistazo y ver el origen del problema que dejarlo pasar y acabar con un vehículo en la basura que, además de costar un dinero, os puede servir para llegar a más sitios de los que imagináis.
Hace poco superé con mi fiel Opel Corsa Ecoflex de finales de 2011 los 260000 kilómetros, lo que equivale a dar seis veces y media la vuelta al mundo por el ecuador, que se dice pronto. El caso es que durante todos estos años (bueno, y los anteriores, pues llevo conduciendo diariamente desde 1998) he ido acumulando experiencia como conductor y de ahí que la finalidad de este artículo sea la de compartir con vosotros aquellas cosas que mejor me han funcionado tanto a nivel mecánico como de circulación.
Durante mis primeros años circulé sobre todo por ciudad, ya que mis trayectos solían ser de casa a la universidad en Alcalá de Henares. Después, con mi incorporación al mundo laboral empecé a alternar trayectos por ciudad con pequeños viajes por carretera; casi siempre por los alrededores de Madrid, pero cuando me destinaron a Oropesa del Mar es cuando comencé a hacer muchísimos kilómetros por todo tipo de carreteras, ciudades y pueblos y en las más diversas condiciones meteorológicas; y es en ese periodo cuando considero que más crecí como conductor.
De todos modos, ni mucho menos me las quiero dar de experto porque, para empezar no lo soy en el mundo del motor, pero sí que me considero un conductor ya con cierta experiencia por las circunstancias que antes os comentaba y que además se preocupa por las cosas que pasan más allá del volante, los pedales y la palanca del cambio.
MECÁNICA
Nada de acelerones con el motor frío
Cuando el motor de un coche está frío, lo peor que le podéis hacer es acelerar con fuerza y llevarlo muy alto de revoluciones para que se caliente antes. Haciendo eso lo único que vais a acelerar es el desgaste interno de las piezas móviles tanto porque en frío no ajustan tan bien como cuando ha cogido temperatura como porque el aceite a baja temperatura no lubrica igual de bien que cuando está caliente.
Por tanto, para empezar a circular con el motor frío, durante los primeros diez o quince minutos lo ideal es no pasar de 2000 RPM y acelerar con suavidad. Y esto es para mí es mantra impepinable que sólo me saltaré si tuviera que incorporarme a una carretera nada más empezar a circular y las circunstancias del tráfico me obligaran a acelerar con rapidez.
Una vez que el motor ha alcanzado su temperatura normal de funcionamiento ya podéis llevar el motor más alto de vueltas y pisar el acelerador con cierta alegría, pero mientras llegáis a esa temperatura es mejor circular con tranquilidad para alargar la vida de vuestro vehículo.
No racanees con el mantenimiento
Esto es un clásico. Hay gente que se gasta un pastón en un coche de gama alta pero luego le pone aceite marca «Nisupa» o lleva los amortiguadores tan destrozados que el coche parece una barca al circular por una rotonda.
El coste del mantenimiento de un coche va en función de su gama, de modo que mi consejo es que si quieres que el coche funcione bien durante toda su vida útil bajes un escalón en la compra pero luego le hagas un correcto mantenimiento en los plazos que le tocan. Si el coche tiene turbo, no se te ocurra racanear con el aceite o cuando casque te darás cuenta de que lo poco que habías ahorrado en lubricantes no cubre ni la décima parte de lo que cuesta un turbo nuevo.
Revisa los niveles con frecuencia
Muy ligado con lo anterior, es más que recomendable comprobar niveles de aceite, anticongelante, líquido de frenos, líquido limpiaparabrisas y presión de ruedas (incluyendo la de repuesto) una vez al mes como mínimo. Hay quien entre revisión y revisión ni siquiera abre el capó del coche y es una manera muy tonta de que nos quedemos tirados en una cuneta por llevar muy bajo el refrigerante o el aceite.
Mantén limpios los cristales
Sé que es de lo más incómodo de limpiar, pero si llevas sucio por dentro el parabrisas te vas a acordar de no haberlo hecho el día que tengas el sol a punto de ponerse en el horizonte porque no verás ni torta por mucho que le des a los limpiaparabrisas. Puedes hacer como yo y llevar a mano una bayeta para darle un repaso de vez en cuando, pero lo ideal es que en cuanto notéis que hay suciedad os hagáis con una bayeta de microfibra, limpiacristales o pongáis a frotar hasta que parezca que no hay cristal ante vuestros ojos.
Tampoco sirve de mucho tener los limpiaparabrisas hechos unos zorros, porque en caso de lluvia o suciedad el rastro que deja es casi peor que dejar el cristal como está.
Si notas algo raro, ponte a investigar
Hay gente que lleva el coche sonando como una carraca, echando humo azul por el tubo de escape y con varios indicadores luminosos de emergencia encendidos en el salpicadero, pero ellos son felices así. Estas personas suelen ser las que un buen día las ves con el chaleco en el arcén de la carretera llamando a la grúa porque el coche les ha dejado tirados, aunque en realidad éste venía avisándoles ya desde hacía meses de que algo no iba bien.
Sed conscientes de una cosa: pasáis un montón de horas tras el volante y es tal la costumbre que cualquier cambio (una rueda con poca presión, un ruido nuevo, falta de potencia…) lo vais a percibir al instante y sería buena cosa que os preocuparais un poco del origen de ese cambio porque puede que no sea nada; pero también puede ser el principio de una avería que pillada a tiempo se puede arreglar por cien euros mientras que si la dejamos pasar puede hacer que acabemos con el coche en el desguace.
Es muy recomendable también que le echéis un ojo al manual del coche, pues en él se explican muchos detalles que a lo mejor ni conocíais (por ejemplo en mi coche existen unos parámetros ocultos que se pueden almacenar en llaves diferentes para personalizar así ciertos aspectos para cada conductor).
CIRCULACIÓN
Tranquilidad, respeto y paciencia al volante
Este es mi consejo número uno a la hora de conducir. Hay que tomarse todo con calma y no perder los estribos, ya que luego vienen las consecuencias. Si hay mucho tráfico, por circular haciendo zig-zag, adelantando malamente y realizando toda clase de pirulas no vas a ganar más de un minuto y a cambio tienes muchas posibilidades de provocar un accidente con alguien que circulaba correctamente.
Del mismo modo, si ves que alguien está aparcando y no le sale a la primera no pegues el morro a su puerta ni empieces a pegar bocinazos. Todos nos hemos hecho un lío alguna vez aparcando y seguro que no os hubiera gustado que estuviera alguien al lado presionándoos.
Ajusta bien los espejos retrovisores
No hace falta para nada ver por los retrovisores los laterales del coche. Ajústalos de manera que maximices tu campo de visión lateral para así eliminar todo lo posible los ángulos muertos. Y por cierto, no están de adorno: úsalos para controlar el entorno. Recuerda siempre que adelantes echar un vistazo al carril de la derecha antes de volver a él porque a veces hay pirados a los que les da por adelantarte a ti aprovechando algún carril de aceleración o cosas así.
Respeta la distancia de seguridad
Si todo el mundo dejara más espacio con el coche precedente al circular nos evitaríamos miles de accidentes cada año. Especialmente en los días de lluvia, ya que hay quien circula a un palmo del paragolpes del coche de delante y cuando éste frena por cualquier cosa no hay tiempo material de evitar el golpe por alcance. Por favor, deja distancia también en las rampas de los aparcamientos para que si al de delante se le va un poco el coche para atrás no te golpee.
Hay una regla que me gusta bastante para saber si estamos manteniendo la distancia de seguridad suficiente, y es que si el coche que circula delante de nosotros pasa por un punto determinado y antes de dos segundos pasamos nosotros es que circulamos demasiado cerca de él. Así que ya sabéis: dos segundos entre coche y coche para poder frenar con seguridad en caso de cualquier imprevisto.
Anticípate
Si en la autopista ves que se va a incorporar un camión por tu derecha y te puedes cambiar de carril, hazlo. Si ves que vas a entrar en un banco de niebla ve levantando el pie del acelerador y pon las luces. Si se te están empañando los cristales no esperes a no ver nada: pon el aire acondicionado o baja las ventanillas. SI un peatón despistado parece que va a cruzar la calle sin mirar ve pensando que va a ser así y pon el pie sobre el freno… En definitiva, si ves que algo va a ocurrir no esperes al último momento para hacer algo; empieza a hacerlo ya.
No pierdas la atención de la carretera
Hay multitud de accidentes por culpa de distracciones: justo vas a coger algo de la guantera, el coche de delante frena y tu matrícula acaba en su maletero. Vas por la autopista, miras a la izquierda para ver ese atardecer tan chulo y no ves el socavón que está a punto de destrozar tu rueda… Vista al frente y vistazos rápidos y frecuentes a los retrovisores hacen que se reduzcan considerablemente las posibilidades de sufrir un accidente.
Ojo con los charcos en la calzada
Mucho cuidado a la hora de pasar sobre zonas de agua. Sólo he hecho acuaplaning una vez y no es nada agradable porque de repente es como si el volante se desacoplara de la columna de dirección y el tiempo parece detenerse mientras te das cuenta de que estás en manos del azar.
Si ves una lámina de agua en la carretera y tienes la más mínima sospecha de que puede tener más de un centímetro de profundidad, disminuye la velocidad antes de llegar a ella y mientras pasas por encima agarra fuerte el volante y al atravesarla no toques acelerador ni freno. Aquella vez tuve suerte y mantuve el control del coche, pero desde entonces ya me cuido mucho de no perder el contacto entre las ruedas y el asfalto.
Usa los intermitentes
Hay gente que parece esconder sus intenciones como si las vías circulatorias fueran una partida de poker. En las rotondas muchas veces tenemos que intuir qué salida van a tomar los coches porque ni se les pasa por la cabeza usar esa palanquita que hay junto al volante y que sirve para que unas luces naranjas que hay a ambos lados del vehículo se pongan a parpadear avisando de nuestro próximo movimiento lateral. Son gratis, así que podéis usarlos como si no hubiera un mañana y el resto de conductores os lo agradecerá.
Antes de entrar a una glorieta echa un vistazo al frente
Esto es otro clásico: estás esperando para incorporarte a una glorieta, el coche de delante avanza y ahora es tu turno. Miras hacia la izquierda y ves que tienes hueco así que levantas el pie del ambrague, aceleras un poco y… ¡PUM! Resulta que el coche que creías que ya estaba girando en la glorieta en busca de tomar su salida se ha parado por el motivo que sea y tú te has dado contra él.
Para evitar esto que, como os decía, es de lo más habitual lo mejor es que cojáis la costumbre de justo antes de avanzar para incorporaros echéis un rápido vistazo al frente para aseguraros de que tenéis vía libre.
Ante la duda enciende las luces
¿Entras a un garaje pero se ve más o menos bien? Da igual, pon las luces. ¿Está anocheciendo pero todavía queda una pizca de luz en el cielo? Da igual, pon las luces. ¿Vas a pasar por un túnel de apenas 100 metros y te da pereza estirar el dedo? No seas vago, pon las luces. ¿Vas por calles estrechas y sombrías en una ciudad pero aun es de día? Pon las luces. ¿Empieza a chispear? Pon las luces.
Las luces no son sólo para que nosotros veamos mejor; sino que también sirven para que nos vean, lo cual es siempre muy recomendable. Ojo, esto no vale para las luces antiniebla porque esas son sólo (como su nombre indica) para casos de niebla densa, que hay gente que las enciende «porque molan» y al que circula detrás es algo que le resulta de lo más molesto. Esto no sólo es sancionable; sino que hay un lugar reservado en el infierno para los conductores que hacen esas cosas.
Usa los carriles de aceleración y deceleración con sentido común
Ya sé que parece de perogrullo, pero hay gente que usa los carriles de incorporación a la autopista para pasarse al carril derecho de inmediato a 50 Km/h. El carril de aceleración está para tratar de adecuar nuestra velocidad todo lo posible a los vehículos que circulan por la vía y luego ya meternos en el carril derecho evitando así frenazos y sustos al resto de conductores.
Y con los carriles de deceleración más de lo mismo. Accedemos a él a la velocidad de la vía y una vez ahí frenamos con más o menos contundencia en función de los metros que tenga, que a veces la gente se pone a 60 Km/h por la autopista justo antes de abandonarla y luego por carril de deceleración tiene incluso que acelerar porque se da cuenta de que va a paso de tortuga.
Pasa por los radares a la velocidad de la vía
Esto es una práctica que me pone de muy mal humor: esa gente que va por la autopista a toda pastilla creyéndose los reyes del mambo (para correr están los circuitos) pero que luego ven un radar y pasan por él 30 Km/h por debajo de la velocidad de la vía «por si acaso». Hay un caso flagrante, que es el del radar de la A2 sentido Madrid a la altura del Carrefour de San Fernando de Henares, pues se trata de un breve tramo señalizado a 90 Km/h tras una larga recta en bajada y a veces me ha tocado frenar casi hasta los 50 Km/h para no comerme al coche de delante que segundos antes me acababa de adelantar a 110 Km/h.
Si el radar es de 90 Km/h se puede pasar tranquilamente a esa velocidad, porque entre el margen de 7 Km/h que dejan antes de multar y que el marcador del coche siempre indica un poco más de la velocidad que en realidad llevamos (lo podéis comprobar con cualquier GPS) no vamos a tener problema ninguno con la DGT.
Bueno, pues de momento es todo. Sea como sea, no descarto volver a tocar el tema conducción porque es algo que forma parte de mi día a día y, por tanto, creo que se pueden sacar cosas interesantes aunque sólo sea por la cantidad de horas al año que me paso tras el volante. Espero que estos párrafos os sean de utilidad (y que hayáis disfrutado de las fotos del artículo, que su tiempo me ha llevado recopilarlas de mi archivo personal).
Desde mi casa al trabajo tengo una distancia de 33 Km (y otros tantos para volver) de modo que la opción del Xiaomi Mijia M365 no es viable para ir hasta allí. Si trabajara en la misma ciudad en la que vivo os aseguro que lo llevaría todos los días para ir a la oficina porque me parece ideal para ese tipo de desplazamientos cotidianos; pero no se da el caso y la verdad es que es una pena.
Sin embargo, mi novia sí que tiene la suerte de trabajar a unos 3 Km de casa, de modo que es ella ahora la que usa mi patinete eléctrico hasta que nos llamen de la tienda Xiaomi de La Vaguada para que vayamos a recoger la unidad que va a ser suya y así tener cada uno su propio M365. Además, el recorrido hasta su oficina es todo el tiempo cuesta abajo y al regresar, después de todo un día de trabajo, se agradece poder subir todo el desnivel sin esfuerzo y con rapidez.
Lo que ocurre conmigo es que como el gusanillo de los «transportes alternativos» me ha picado muy fuerte, hace unas semanas estuve valorando la opción de hacerme con un patinete plegable para adultos con tracción animal para seguir recorriendo la ciudad a través de los carriles bici y tras informarme bastante, al final me decanté por el Oxelo Town 7XL que venden en cualquier Decathlon.
Al igual que hice al analizar el M365, voy a centrar esta review en las sensaciones y en el día a día del uso del patinete. Hace ya algo más de un mes que lo tengo y la verdad es que lo estoy usando más de lo que pensaba, así que a grandes rasgos os adelanto que estoy bastante contento con él; sobre todo por su gran portabilidad. También trataré de comentar a lo largo del artículo diferencias, ventajas y desventajas con respecto al modelo eléctrico de Xiaomi, pues creo que son dos reviews que se pueden complementar muy bien entre ambas.
Datos técnicos
Os voy a enumerar a continuación las características técnicas principales del patinete para que os hagáis una idea rápida de lo que ofrece:
Material de chasis y manillar: aluminio 6061
Material de horquilla delantera y balancín trasero: acero
Ruedas: macizas fabricadas en poliuretano, diámetro 200 mm, dureza 87A, rodamientos 608-2Z ABEC-5
Frenos: freno de fricción mediante guardabarros trasero y freno auxiliar mediante maneta en manillar
Suspensión: mediante amortiguadores de elastómero/muelle en horquilla delantera y balancín trasero
Peso del patinete: 5,5 Kg aprox.
Peso máximo del usuario: 100 Kg
Altura del usuario: entre 145 y 190 cm
Altura de la plataforma al suelo: 15 cm
Longitud del patinete plegado: 86 cm
Accesorios incluidos: juego de llaves Allen y correa de transporte
Colores disponibles: gris, negro y verde
Precio oficial: 98,99 euros
La suspensión delantera consiste en un amortiguador compuesto de muelle helicoidal y elastómero con unos 2 cm de recorrido el cual se comprime aproximadamente a la mitad cuando me subo al patinete, de modo que tiene recorrido tanto en extensión como en compresión suavizando así las pequeñas irregularidades del camino.
En cuanto a la suspensión trasera, esta consiste en un sistema de balancín del que «cuelga» el eje trasero y que se ancla al chasis principal a través de un amortiguador que, al igual que el delantero, consta de un muelle helicoidal y un elastómero. Al igual que la suspensión delantera cede algo cuando me subo al patinete pero aun tiene recorrido de compresión.
Tengo la impresión de que la suspensión trasera va más dura que la delantera, pero la verdad es que en marcha sí que se nota que las dos actúan filtrando las pequeñas irregularidades del terreno. Ojo, que con el poco recorrido que tienen a nada que el bache que pisemos sea un poco grande va a hacer tope (sobre todo la delantera) y sentiremos la vibración en nuestras manos; pero con lo duras que son las ruedas de PU, de no contar con las suspensiones fliparíamos al pasar sobre cualquier tipo de relieve. Por cierto, el peso máximo del usuario del patinete es de 100 Kg y yo peso 67.
El freno trasero es de fricción y no es más que el guardabarros trasero el cual debemos pisar para que su cara interna roce contra la superficie de la rueda deteniendo el patinete y volviendo a su posición con un muelle en cuanto levantamos el pie. Tenemos también una maneta de freno junto al puño derecho el cual actúa sobre una pequeña leva que fricciona contra la rueda trasera pero cuyo poder de frenada es menor que el del freno principal. Hablaremos luego de esto en más profundidad porque para mí es importante.
Los puños del patinete son de goma y su relieve está pensado para amortiguar las vibraciones del camino. Aun así cuando recorro distancias grandes luego me hormiguean las manos durante un buen rato, de modo que si le vais a dar caña al cacharro os recomiendo que uséis unos guantes acolchados o bien que cambiéis los puños por unos de espuma, ya que son estándar de bicicleta. Por cierto, a la hora de plegarlo los extremos del manillar se sacan de su emplazamiento y se fijan en un par de pinzas para que así la anchura del patinete sea mucho menor.
En cuanto a la tabla (la plancha horizontal sobre la que vamos de pie) esta va recubierta con una goma cuya rugosidad consiste en pequeños triángulos enfrentados. No agarra igual de bien que las «burbujas» del Xiaomi M365 pero no he tenido ningún resbalón, así que tampoco me voy a quejar. Como detalle curioso, hay en la parte trasera de la tabla una pequeña «ventana» a través de la cual podemos ver el muelle encargado de la amortiguación trasera.
Nuestro contacto con el suelo son dos ruedas de poliuretano de 200 mm de diámetro exactamente iguales en ambos ejes. Como ya os apunté antes son bastante duras pero a cambio sabemos que no vamos a pinchar jamás porque están hechas del mismo material que las que llevan los patines en línea. Eso para mí también es una gran ventaja sobre el M365 sobre todo sabiendo que las ruedas neumáticas y los abrojos no se llevan nada bien.
Las ruedas tienen unas minúsculas ranuras en los laterales que supongo que están pensadas para desalojar agua si nos inclinamos con el suelo húmedo. De todos modos, este tipo de ruedas son totalmente desaconsejables en tales condiciones, de modo que si estáis circulando con el patinete y se pone a llover mi consejo es que bajéis y caminéis si no queréis besar el duro suelo a las primeras de cambio.
Un detalle que no quiero pasar por alto es que el mecanismo de plegado no es tan rápido como me gustaría. Al usar el patinete tengo que hacer las siguientes operaciones antes de empezar a recorrer la ciudad:
Soltar la leva del seguro junto a la articulación principal
Pulsar la palanca de plegado y desplegar el patinete
Volver a apretar la leva del seguro para asegurarme de que el patinete no se va a cerrar si piso la palanca de plegado mientras voy en marcha
Sacar los dos puños de sus soportes e introducirlos en sus alojamientos
Soltar la leva que regula la altura del manillar, llevarlo a su altura correcta y volver a apretar dicha leva
A ver, no es que se tarde una eternidad. En total me lleva menos menos de un minuto, pero sí que son unas cuantas operaciones a realizar para hacer el despliegue total del patinete y si por lo que sea tenemos que hacerlo con frecuencia podemos acabar un poco hartos.
Por cierto, el patinete no trae ningún tipo de luz (ni timbre) pero tenemos una ranura en el guardabarros trasero para poner una de tipo VIOO de las que venden en Decathlon (en algunas fotos de esta review podéis ver la que llevo yo ahí colocada, que es una pulsante roja recargable por microUSB) y en el manillar hay algo de espacio para colocar una luz frontal de pequeño tamaño. Más complicado es añadir también un timbre; de modo que si ponéis una luz frontal el timbre va a tener que ser vuestra propia voz alertando a todos esos peatones que tienen la fea costumbre de caminar por los carriles destinados a bicis y sucedáneos como el que hoy nos ocupa.
Por último, el patinete incluye una pequeña pata retráctil en el lateral izquierdo para poder dejarlo de pie y una correa de transporte que se engancha a la barra que une la plataforma con el manillar y nos permite llevarlo colgado al hombro una vez plegado.
Y creo que con esto ya os he descrito todo el patinete, así que vamos a pasar ahora a tratar la experiencia de uso y los problemas que nos podemos encontrar en el día a día, que al fin y al cabo es la chicha de este tipo de análisis.
Usando el patinete
Veréis, siempre llevo el patinete plegado en el maletero del coche y he de decir que no abulta nada. A diferencia del M365, cuyo peso y tamaño son mayores de lo que sería deseable, este patinete una vez plegado abulta muy poco y se nota relativamente ligero al levantarlo del suelo.
Por tanto, a veces salgo de trabajar y cuando dejo el coche en el garaje directamente lo saco del maletero y me voy a dar una vuelta antes de subir a casa. También en ocasiones se ha dado el caso de aparcar en alguna zona lejana que tengo ganas de explorar, sacar el patinete del maletero y usarlo para dar una vuelta por allí. Ya sabéis lo fan que soy de las cosas que se pueden llevar siempre encima y por eso este patinete es para mí una buena inversión.
Como os decía, este es un patinete al uso, es decir, que tenemos que ir pateando el suelo para movernos (a no ser que vayamos cuesta abajo, claro está) y por eso debéis de tener una cosa en cuenta: si no estáis acostumbrados las agujetas en los tobillos van a ser bestiales durante los primeros días de uso. Con el tiempo se fortalecerán y no habrá más problema, pero cuando los primeros días hagáis algún recorrido más o menos largo, al levantaros de la cama al día siguiente y apoyéis los pies en el suelo os vais a acordar de la madre del puñetero patinete.
Eso sí, al menos la plataforma queda bastante cerca del suelo, lo cual hace que si bajamos algún escalón montados en el patinete éste pueda pegar algún rascón sobre todo en la zona del muelle de la suspensión trasera (queda algo expuesto al sobresalir entre los listones longitudinales del chasis) pero también consigue que no haya que flexionar mucho la pierna de apoyo para impulsarnos haciendo que nos cansemos algo menos. Aun así, os aseguro que con uno de esos se hace más deporte de lo que parece.
Más cosas que me han sorprendido (en este caso para mal): igual que el M365 frena de maravilla, en la primera bajada que hagáis con un patinete de este tipo lo vais a pasar mal. El freno del manillar apenas reduce la velocidad y si no queréis acumular boletos para un piñazo de los gordos debéis presionar el freno de fricción trasero con mucha fuerza constantemente y aún así veréis que el patinete tarda bastante en detenerse.
Esto es debido a que la fricción del poliuretano de las ruedas con el metal del freno trasero es muy pequeña, de modo que la deceleración es baja. Nada que ver con el freno de disco trasero del Xiaomi en conjunción con el freno eléctrico delantero que detienen el patinete a la más mínima insinuación sobre la maneta.
Ya os digo que la primera vez que me metí en una cuesta prolongada fríos sudores empaparon mi espalda al ver que por mucho que apretaba el freno aquello apenas reducía su velocidad. Por suerte era un carril bici totalmente recto y en una zona despoblada de San Sebastián de los Reyes, pero aun así fue una experiencia algo traumática.
Una curiosidad acerca del freno: sobre el guardabarros trasero tenéis una pegatina que advierte de peligro de quemaduras al tocar la superficie del mismo; algo que me pareció a todas luces exagerado cuando la vi por primera vez mientras desembalaba el patinete. Pues bien, tras la bajada prolongada que os narraba en el párrafo anterior me acordé de aquella señal de advertencia y cuando puse mi dedo sobre el guardabarros poco me faltó para gritar porque éste había alcanzado una temperatura tan elevada que parecía que estaba tocando una olla puesta al fuego.
Si pensamos en términos de energía tiene todo el sentido, ya que al ser un freno de fricción, la mezcla de energía cinética y potencial que lleva el patinete cuando está bajando una cuesta se convierte en calor por efecto del roce entre el freno y la rueda durante la deceleración; y dado que la superficie es pequeña, esa energía es capaz de elevar su temperatura considerablemente.
En el caso del patinete eléctrico de Xiaomi, la mayor parte de la energía que transformamos al frenar se emplea en recargar la batería, de modo que la que se disipa en forma de calor en el disco trasero es mucho menor y además se trata de un disco metálico ventilado capaz de disipar mucho mejor el calor generado.
Hay una cosa en la que antes ni me fijaba al caminar y que ahora miro con otros ojos: es rarísimo encontrarse con tramos perfectamente llanos por los que circular; y es que en un patinete como éste del que hoy os hablo al tener tan poco rozamiento a nada que la calle pique ligeramente hacia abajo vamos a ver que la velocidad aumenta y en cuanto tenga medio grado de subida vamos a notar que hay que darle al pie con mucha frecuencia.
Del mismo modo, vais a ver que al impulsarnos sobre un suelo perfectamente pulido vamos a avanzar un montón de metros mientras que si el suelo tiene algo de relieve (losetas, rizados, piedrecitas…) el patinete se frena mucho antes obligándonos a impulsarnos con más fuerza y/o frecuencia. Esto lo vais a ver perfectamente en los típicos pavimentos de acera hechos de puntitos, estrellas, rayas y cualquier otra forma de relieve destinada a que los peatones no resbalen en los días de lluvia.
Hablando de impulsarnos, os recomiendo que no os volváis locos tratando de ir siempre a la mayor velocidad posible, ya que usar uno de estos patinetes cansa (y mucho). Sobre todo vais a notar agotamiento no en la pierna que nos impulsa; sino en la que va apoyada sobre la plataforma, que a cada «patada» se ve obligada a flexionarse y estirarse de nuevo. Por eso es importante ser, por decirlo de algún modo, ambidextro y usar por igual las dos piernas para impulsarnos para así ir cambiando y no agotarnos enseguida.
Una cosa que me gusta mucho de este modelo de patinete es la suavidad y el silencio de marcha. La primera vez que lo probé fue en un parking subterráneo hecho de hormigón perfectamente pulido del propio Decathlón y me encantó la facilidad con la que las ruedas deslizaban sobre el suelo. Daba la sensación de que con un par de impulsos iba a ser capaz de cruzar el parking entero.
Luego en calles con su suciedad, sus baches, sus raíces, sus hojas caídas y sus piedrecitas vamos a ir notando cada uno de esos elementos que, además, se encargarán de robarnos velocidad obligándonos a impulsarnos con más frecuencia de lo que nos gustaría; pero al menos en esos casos las suspensiones hacen algo más llevadero el trayecto. Si el patinete no llevara los amortiguadores las vibraciones harían que hasta vierais borroso al coger algo de velocidad.
De momento las ruedas no presentan desgaste significativo pese a haber hecho ya unos 100 Km aproximadamente. Donde si veo algo de desgaste es en el freno principal, puesto que la parte del interior del guardabarros que roza con la rueda ha perdido ya algo de la capa negra que lo recubre y se ve el color metálico. Esto es algo que podéis apreciar en la foto que os voy a poner a continuación. De momento es una cosa mínima, pero creo que con el paso del tiempo (muuuuucho tiempo) esa pieza llegará a desgastarse bastante y lo suyo sería cambiarla antes de que alguna arista de la estructura interior pueda llegar a dañar la rueda. Por lo que sé, Decathlon cuenta con recambios para todos los elementos del patinete.
Como os digo los desgastes de ruedas y frenos son mínimos pero, sea como sea, de momento ambos elementos se están haciendo amigos y eso es bueno. Me explico: la superficie de la rueda tiene curvatura hacia los lados y la superficie del freno es plana, por lo que al estrenar el patinete la superficie de contacto entre ambos es mínima cuando frenamos. A medida que vamos usando el freno, ambas superficies se van desgastando y por tanto sus formas cada vez «encajan» mejor, por lo que la frenada va ganando algo de potencia; si bien ya os decía que no tiene nada que ver con el rendimiento de los frenos del patinete eléctrico de Xiaomi.
Lo de la correa de transporte me parece algo innecesario. Al final cuando vas en marcha con ella colocada en la barra vertical los enganches metálicos van haciendo ruido y rayando el plástico del guardabarros delantero y cuando te echas el patinete al hombro tiendes a mancharte la ropa con el polvo (y cosas peores) que siempre cogen las ruedas. Por tanto, cuando tengo que transportar el patinete lo que hago es plegarlo y o bien lo cojo a pulso con la mano o bien lo agarro del centro del manillar y lo llevo como si de un trolley se tratara.
Por la calle con este patinete no eres el centro de atención de todo el mundo como ocurría con el Xiaomi. Es bastante más discreto y pequeño, de modo que sólo los niños parecen fijarse en nosotros quedándose mirando a las ruedas porque en comparación con sus patinetes de ruedas de 100 mm éste parece un deportivo. Si no os hace gracia ir llamando la atención allá donde vayáis, un patinete como éste es una opción mucho más discreta que su primo eléctrico oriental.
Una cosa que hacía con el patinete eléctrico y que con este casi me hace salir por orejas es meterme por hierba directamente desde el carril bici. Dado que el Xiaomi es de tracción delantera, si pasamos del asfalto a la hierba no pasa apenas nada porque la rueda tira de nosotros igualmente. En el caso de un patinete como éste, en el momento que la rueda delantera toca la hierba se frena radicalmente y si vamos muy deprisa y/o llevamos el peso desplazado hacia delante podemos hacer un Superman en toda regla. Es un patinete pensado para el asfalto y los pavimentos en buen estado, así que ni penséis en hacer off-road de ningún tipo ni acrobacias como las de Claudius Vertesi.
En cuanto a labores de mantenimiento, un detalle que me gusta mucho es que con un juego de llaves Allen podemos desmontar cualquier componente del patinete a excepción de la clásica tuerca-contratuerca de la dirección. En realidad no hay demasiado que hacer ya que viene todo apretado de fábrica y lo más seguro es que nuestra única labor en este sentido será la de cambiar las ruedas cuando estén muy machacadas (cuestan 10 euros cada una en Decahlon y vienen con los rodamientos incluidos) y el freno trasero cuando tenga un «surco» apreciable.
Aparte de esto yo os recomiendo comprobar de vez en cuando que no haya nada suelto y mantener más o menos limpio el patinete en general, ya que esto ayudará a que no se acumule polvo en zonas que pueden ocasionar un desgaste prematuro de ciertos componentes como los rodamientos de las ruedas.
Y a grandes rasgos eso es todo. Como os decía antes, a día de hoy llevo unos 100 Km recorridos con este patinete y estoy bastante contento con él. No diré que sea mejor que el Xiaomi porque son dos cosas diferentes y reconozco que para desplazarse es mejor la opción eléctrica; pero la sencillez y la facilidad de transporte del Town 7XL es lo que me llevó a hacerme con él.
Lo mejor
El silencio y la suavidad de marcha sobre suelo liso
La ligereza y tamaño del patinete a la hora de cargar con él una vez plegado
Las suspensiones, que aportan un plus de comodidad al circular
Lo peor
La escasa capacidad de frenada, sobre todo durante los primeros días de uso
Poca adherencia de las ruedas sobre suelos húmedos
La ausencia de luces y timbre, elementos básicos para desplazamientos urbanos
Conclusiones
Poco a poco los patinetes para adultos se están convirtiendo en un medio de transporte muy válido para las abarrotadas ciudades. Desde mi punto de vista los modelos eléctricos son mucho más cómodos para movernos sobre ellos, pero si tenemos que plegarlos y cargar con ellos todavía son demasiado pesados y voluminosos además de que si surgen problemas con sus baterías la resolución de los mismos puede ser costosa y/o compleja.
Por eso no debemos descartar del todo la opción de hacernos con un patinete «de los de toda la vida»; ya que aunque va a requerir de nuestro esfuerzo para movernos de acá para allá, a la hora de cargar con él es más pequeño y liviano. Además, su precio es mucho menor, el mantenimiento a realizar es prácticamente nulo y la autonomía va a depender exclusivamente de las fuerzas de nuestras piernas.
Seguramente una bicicleta urbana sea un medio más cómodo y eficaz, pero sigue siendo un problema a la hora de meterla en un centro comercial, un autobús, la consulta del médico… Cosas que con un patinete como éste del que hoy os hablo no os causarán ningún quebradero de cabeza.
-Actualización 20/05/2018-
Han pasado ya varios meses desde que adquirí el Oxelo Town 7XL y creo que es buen momento para, con ayuda de la perspectiva que dan el tiempo y la experiencia, comentar alguna cosa al respecto, ya sea para afianzar conceptos que salieron en la review inicial como para desmontar otros.
Por un lado, compruebo con alegría que pese a que le he dado bastante uso al patinete, no se aprecian desgastes significativos en las piezas sometidas a abrasión como son los frenos, los puños o las ruedas. De hecho los puños se encuentran exactamente en el mismo estado que el día que saqué el patinete de la caja, así que en ese sentido un diez para Decathlon.
Por su parte, la pieza metálica que actúa sobre la rueda al presionar la maneta de freno en el manillar presenta un ligero desgaste (inicialmente era plana) de tal modo que ahora la rueda y ella tienen el mismo perfil, mejorando en la medida de lo posible la frenada. Sea como sea, el uso del freno del manillar sólo es recomendable si vamos a baja velocidad en llano y queremos ir más despacio teniendo la situación controlada. En caso de frenazo brusco lo mejor es emplear directamente el freno de pie lo más fuerte posible, ya que es capaz de detener el patinete en mucho menos espacio.
Este freno de pie tan característico de los patinetes también se ha ido desgastando ligeramente hasta ir adoptando la misma forma de la rueda, de modo que ahora la fricción es mayor y eso se nota en el poder de detención. De todos modos, éste sigue siendo algo escaso, sobre todo a la hora de bajar pendientes y especialmente si lo comparamos con mi admirado freno de disco del Xiaomi M365, por lo que os recomiendo que extreméis la atención al entorno si vais rápido.
Por cierto, comentar también que en mojado los frenos están prácticamente de adorno, por lo que me reafirmo en aquello que os decía de que si os pilla un chaparrón por el camino es mejor que os bajéis y continuéis vuestro trayecto a patita si no queréis partiros la crisma.
Ah, y ya que hablamos de frenos me gustaría comentaros una cosa curiosa que no quiero pasar por alto. En ocasiones, en bajadas pronunciadas en las que iba a cierta velocidad como es lógico mantenía pisado el freno trasero con fuerza para ir más despacio. Una vez que la calle iba recuperando la horizontalidad y mi velocidad ya era adecuada soltaba el pie y entonces, al ir a apoyar mi dedo índice en la maneta de freno (una manía que tengo desde mis tiempos de mountain biker) sentía un picotazo que al principio pensaba que era cosa de algún insecto.
Pues bien, no era ninguna avispa ni nada que se le pareciera; sino electricidad estática: el patinete se cargaba con la fricción del freno trasero y como va aislado tanto de mí como del suelo mantiene la diferencia de potencial hasta que yo tocaba algo metálico y entonces… ¡ZAS! Chispazo al canto.
En invierno no es un gran problema porque al ir con guantes no me daba la descarga de estática, pero en verano, con los dedos al aire iba temeroso del posible chispazo en cada bajada larga. Al final lo que hice fue usar funda termoretráctil de 13 mm para aislar la maneta de freno y que así no me pegara el chispazo de ninguna manera.
Mi teoría es que la maneta me pegaba el calambrazo porque está unida al conjunto de freno trasero y leva a través del cable metálico que lo acciona y de ahí que el potencial eléctrico que adquiría esa pieza al rozar con la rueda pasará a mí a través del dedo cuando me disponía a usar el freno manual. La prueba de esto es que desde que he aislado la maneta no me ha vuelto a ocurrir, así que si os pasa lo mismo os recomiendo que pongáis el termoretráctil, porque una tira de un metro cuesta menos de un euro en cualquier tienda de electrónica y siempre podéis darle otros usos a lo que os sobre.
Por lo demás la suspensión sigue teniendo el buen tacto de siempre (tenía miedo de que con el paso del tiempo algún elemento de la misma se fuera ablandando y fuera haciendo tope en cada bache), la estructura apenas tiene arañazos, no hay holguras de ningún tipo en la dirección o el mecanismo de plegado, las rodamientos de las ruedas siguen girando sin ningún tipo de fricción, la plancha de caucho con relieve donde apoyamos los pies sigue en perfecto estado y, en general, el patinete sigue teniendo el mismo aspecto de cuando lo estrené pese a haber hecho con él bastantes kilómetros (no podría precisar cuántos, aunque calculo en números gordos que del orden de 300) y haber ido siempre guardado en el maletero de mi coche con lo que ello implica en cuanto a cambios de temperatura, pequeños golpes, rozamientos con otros elementos…
Ah, por cierto, en todo este tiempo no se ha aflojado ni un sólo tornillo ni he tenido problemas con los cierres rápidos. Lo único que sí he tenido que hacer es engrasar ligeramente la zona de plegado porque al no tener grasa originalmente al poco tiempo empezó a crujir a cada impulso; pero aunque es algo bastante escandaloso con dar una fina capa de grasa se acabaron los ruidos, así que si os ocurre no os preocupéis.
Me gustaría comentar que una de las cosas que más me gustan de este patinete es que cuando circulas con él tienes la sensación de que por su robustez y sencillez de construcción nunca te va a dejar tirado. Daos cuenta de que no hay una batería que vaya a fallar, ruedas neumáticas que puedan pinchar en cualquier momento, un motor que pueda dar problemas mecánicos y/o eléctricos… Y como os digo, esa sensación de fiabilidad es una cosa que a mí me resulta reconfortante.
En cuanto a la forma física, con el tiempo he llegado a recorrer del orden de 15 Km de una vez sin que eso supusiera grandes agujetas al día siguiente. Como os comenté en su momento, al final todo es acostumbrarse a los movimientos de tobillo que requiere este medio de transporte para poder movernos. Eso sí, os recomiendo que le cojáis el truco a impulsaros con cualquiera de las dos piernas, porque la que va flexionando se os va a ir cargando poco a poco y llegará un momento en el que o cambiáis de pierna o tendréis que parar un rato.
Lo peor de un patinete como este es subir pendientes, porque al tener que patear el suelo con más fuerza y frecuencia es algo realmente agotador. Yo lo que hago en cuestas pronunciadas es ir caminando mientras empujo el patinete, ya que por la suavidad con la que rueda y el escaso peso que representa se puede decir que va casi sólo.
En definitiva, sigo estando muy contento con la adquisición del Oxelo Town 7XL y cada vez le encuentro más la gracia a eso de no depender de baterías ni pinchazos para recorrer los carriles bici de la ciudad. Eso sí, cuando llegan las subidas se echa de menos un motor eléctrico que ayude a nuestras maltrechas piernas, porque la gravedad, en este tipo de cacharros, parece tirar más que de costumbre.
Le tenía echado el ojo al patinete eléctrico de Xiaomi desde incluso antes de su lanzamiento en China, ya que me parecía un dispositivo práctico, bonito, moderno e ideal para los apasionados de la electrónica como yo. En mi mente la idea de tener uno de estos patinetes eléctricos cobraba fuerza, pero me tiraba para atrás lo poco acostumbrados que estamos en España a estas cosas viendo que incluso la gente mira con extrañeza a aquellos que van a trabajar en bicicleta.
Sin embargo todo esto cambió este pasado verano en un viaje con mi novia a París, ya que en sus calles me harté de ver a gente que iba y venía en estos aparatos. Jóvenes, mayores, gente de compras, ejecutivos de traje con portátil a cuestas… En ese momento me di cuenta de que aquello era una revolución en ciernes y que yo quería formar parte de ella sin importar que los demás me miraran con gesto raro.
Con esa premisa empecé a buscar por Madrid algún Mijia M365; y aunque de importación no salían demasiado caros me daba miedo que lo pararan en aduanas (la caja es muy grande) y al final la broma me saliera mucho más cara de lo esperado. El caso es que mirando en anuncios de segunda mano al final di con uno a buen precio y me hice con él sin darle muchas vueltas al asunto porque estaba más que convencido desde hacía unos días. Por fin, ya tenía mi Xiaomi.
Cuando lo recogí vi que la batería estaba casi totalmente cargada, así me dirigí directamente al parque Juan Carlos I, donde hice mis primeros kilómetros con un scooter eléctrico y me di cuenta de que la sensación de desplazarse con un vehículo que no hace ruido ni quema zumo de dinosaurio es fantástica y que subido en él eres el centro de atención de niños y mayores. Los niños alucinan: te señalan, gritan, corren detrás de ti, les dicen a sus padres que quieren uno de esos… Y los mayores por su parte hacen comentarios que van desde el típico «¡hala, cómo mola!» hasta algún «parece un taca-taca» o «la gente es que ya ni se molesta en caminar».
Recuerdo aquella tarde de sábado recorriendo el anillo ciclista del parque, adelantando a las bicicletas en las subidas, yendo por los caminos de tierra y pudiendo alcanzar sin esfuerzo cualquier rincón del recinto en pocos minutos y me viene a la cabeza el subidón mental que llevaba porque no hacía más que pensar «esto es flipante, es flipante…». Estaba seguro de que había hecho una compra que de alguna manera iba a cambiar mi concepto de los desplazamientos por las ciudades.
Pero bueno, el caso es que después de tres meses usando prácticamente a diario el Mijia M365 y tras unos 300 Km recorridos sobre él tengo claro que el futuro es eléctrico y que de aquí a unos años vamos a ver un avance en el sector del transporte impulsado por este tipo de energía que cambiará radicalmente el sistema de movilidad actual basado en su mayor parte en combustibles fósiles.
Podríamos sentarnos a debatir sobre la prohibición de la circulación de vehículos de combustión en las ciudades y jamás llegaríamos a un consenso; y por eso lo que hoy pretendo no es más que hacer un análisis de un patinete eléctrico que consigue sacarte más que una sonrisa cuando vas sobre él y que creo sinceramente que es uno de los primeros esbozos de un cambio de mentalidad urbana en ciernes.
Datos técnicos
No me extenderé mucho en este apartado porque los datos técnicos los podéis encontrar a nada que hagáis una búsqueda en Google. Pretendo centrar la review en sensaciones y experiencias, pero aun así aquí tenéis algunos de los fríos números que da el fabricante mezclados con algunos detalles que he visto yo:
Autonomía: 30 Km
Velocidad máxima: 25 Km/h
Batería: 30 celdas litio LG 18650 en formato 3P10S. 7800 mA/h @ 36 Vcc. 1,5 Kg
Motor: Tipo brushless integrado en la rueda delantera. 250 W con picos de hasta 500 W
Subida de pendientes: hasta 14% aprox.
Sistema de frenado: frenada regenerativa (KERS) en la rueda delantera con e-ABS y freno de disco en la trasera
Luces: frontal blanca y trasera roja fijas. Luz de freno parpadeante cuando actúa el freno de disco. Catadióptrico trasero
Conectividad con app de la marca a través de Bluetooth
Material principal: aluminio
Dimensiones: 1080x430x1140 mm (extendido). 1080x430x490 mm (plegado).
Altura de la tabla con respecto al suelo: 15 cm
Peso: 12,5 Kg
Capacidad máxima de carga: 100 Kg
Colores disponibles: negro y blanco
PVP en España: 349 euros
Experiencia de uso, consejos y advertencias
Mi intención en estos párrafos es tratar de transmitiros las sensaciones que me ofrece este patinete durante su uso. Quiero centrarme en qué se me pasa por la cabeza, que echo en falta y también en comentaros algunas cosas importantes de cara a su manejo y su mantenimiento; así que espero que el esfuerzo de escribir todo esto os sirva para guiaros en la compra o no de este gadget y al mismo tiempo para ayudaros a resolver los problemas que os puedan ir surgiendo con el tiempo.
Lo primero que noté al verlo en directo es que su aspecto dista mucho de ser un juguete. El patinete está hecho de aluminio de muy buena calidad, con un grosor de las paredes considerable que le da un tacto sólido como una roca y unas soldaduras perfectamente ejecutadas que contribuyen a la rigidez general del conjunto. Es verdad que esto hace que pese un poco más de lo que me gustaría, pero la robustez del patinete es indudable y no vamos a notar flexiones raras en los materiales ni nada parecido. Del mismo modo, la pintura que se ha usado en este modelo tiene un tacto áspero y que aguanta bien los roces del día a día así como también parecen de lo más resistentes las zonas de goma blanda (puños y tabla) que son los puntos de contacto con el usuario.
Como os decía, a día de hoy llevo ya unos 300 Km recorridos con el patinete y todavía me sorprende la fuerza que tiene cuando en el modo de funcionamiento estándar pulsas el acelerador a fondo y vas a poca velocidad. De hecho las primeras veces agarraba con mucha fuerza el manillar porque me daba la sensación de que se me podía escurrir si me sudaban las manos (no olvidemos que lo compré a finales de agosto). La aceleración no es como en un coche o una moto en la que esta depende del régimen de revoluciones en el que estemos, sino que en un vehículo eléctrico el par está disponible desde el primer momento y es prácticamente lineal.
Una peculiaridad de este modelo es que desde parado el patinete no se mueve aunque pulsemos el acelerador que tenemos junto al puño derecho; ya que el «arranque» consiste en subirse en él, darle un impulso inicial con el pie y a partir de ahí ya el acelerador comenzará a actuar. No nos hará falta volver a poner un pie en el suelo a no ser que nos detengamos, pero el arreón incial hay que dárselo por seguridad. Por cierto, que se enciende y se apaga con una pulsación larga sobre el único botón que hay en el centro del manillar.
Para que os hagáis un poco una idea de cómo nos deplazamos sobre el patinete os voy a poner a continuación un breve vídeo que grabé en el campus de ciencias de la UAH en la que trato de captar el movimiento el patinete a través de una serie de tomas rápidas.
Y hablando de aceleración, disponemos de dos modos de funcionamiento en el Mijia: el modo normal y el modo ECO. Se cambia entre modos dando una doble pulsación al botón del manillar y la diferencia entre ambos es la velocidad máxima (18 Km/h en el ECO) y la aceleración, que es considerablemente más suave en el modo ahorrativo. Yo, habitualmente, uso el modo ECO porque maximiza la duración de la batería; pero aun así alguna vez si veo que voy sobrado de batería cambio un rato al modo normal y me doy alguna alegría. Cuando estamos en el modo ECO el LED inferior de los cuatro que hay en el manillar se ilumina en color verde; mientras que si estamos en modo normal este LED será blanco como el resto.
Estos LEDs sirven para conocer en todo momento la carga de la batería, teniendo ocho estados intermedios: con la batería al 100% están encendidas de forma fija las cuatro, cuando está al 88% comienza a parpadear la superior, cuando llegamos al 75% se apaga la luz superior quedando fijas las tres inferiores… Y así hasta que cuando nos queda un 12% parpadea la luz inferior apagándose esta (y todo el patinete) si la carga de la batería llega al 0%.
Me gusta mucho el relieve tanto de la tabla del patinete como de los puños, pues es resistente y bastante antideslizante. Hasta el momento no he pegado ningún resbalón ni se me ha escapado la mano del manillar incluso al pasar sobre algún bache yendo rápido, así que cumplen su cometido bastante bien y tiene pinta de que el relieve no se desgasta con facilidad porque incluso en los puños (zona de contacto permanente) el aspecto es prácticamente como el del primer día.
Las ruedas agarran bastante bien. Si habéis probado patinetes con ruedas de poliuretano sabréis que los giros a veces son un poco un acto de fe y en mojado es mejor no ir ni en línea recta. En el caso del Xiaomi las ruedas tienen dibujo y agarran muy bien; sobre todo en seco. En mojado no he hecho mucho el animal porque a mi edad no me apetece partirme la crisma, pero he girado con cierta alegría y frenado con todas mis ganas sin irme al suelo. Eso sí, lo que os sugiero es que tengáis cuidado al acelerar fuerte, pues en zonas húmedas o con tierra si llevamos el peso hacia atrás la rueda delantera derrapa que da gusto y yo particularmente ya me di un susto un día en el parque Juan Carlos I. No me fui al suelo, pero falto poco porque al acelerar girando un poco sobre tierra la rueda delantera empezó a derrapar y el patinete se me fue de lado; si bien fui capaz de sacar el pie a tiempo y la cosa no pasó de ahí.
Algo que debéis tener siempre presente es que el motor no está completamente sellado frente a la humedad, de modo que no os metáis en charcos muy profundos porque si entra agua entre el neumático y la llanta delantera (no debería, pero puede pasar si sumergís la rueda más allá del grosor del caucho) el líquido elemento podría llegar al interior del motor provocando un desastre. Ah, eso sí, en mojado los guardabarros que lleva el patinete hacen que no nos salpique ni una gota de agua, así que en ese sentido un 10 para Xiaomi.
Por cierto, ojo al bajar bordillos altos porque aunque tiene bastante altura libre al suelo, como la plataforma es muy larga podemos pegarle un rascón a la tapa inferior, la cual es de plástico y se marcará. Como orientación, podéis pasar sin problemas por los típicos rebajes de las pasos de peatones y cosas así; pero si vais a bajar un bordillo «al uso» es mejor bajar y tirar del manillar hacia arriba al sortearlo, porque además del rascón que os comentaba, al no llevar ningún tipo de suspensión el golpe contra el suelo es fuerte y más adelante veremos que ese tipo de sacudidas no le van a sentar bien a la parte eléctrica del bicho.
Ya que estamos, vamos a hablar de la batería, porque es uno de los puntos principales (si no el que más) del patinete: la batería se recarga en un enchufe estándar con el cargador que viene con el patinete y normalmente tardará en ello un máximo de cinco horas (siempre en función de cómo haya quedado de carga en el último viaje).
Sea como sea, al igual que en un coche, el estilo de conducción va a ser una factor muy importante de cara a la autonomía. Xiaomí dice que el patinete puede recorrer 30 Km con una sola carga, pero por mi experiencia os puedo asegurar que no es fácil sacarle más de 20 Km en realidad. Ojo, 20 Km está más que bien, pero para homologar esos 30 Km han debido usar a un niño de 25 Kg dando vueltas a una pista hecha de teflón. Vamos, lo mismo que los fabricantes de coches y sus medias de consumo inalcanzables en el mundo real.
Lo fundamental para maximizar la autonomía es controlar las aceleraciones: la corriente que absorbe el motor se dispara durante las aceleraciones fuertes, y eso hace que la autonomía baje muchos kilómetros. Lo mismo ocurre en subidas prolongadas y cuando hay mucho viento en contra. Y es verdad que tenemos un sistema de recuperación de energía que actúa en las bajadas y en las frenadas inyectando corriente a la batería; pero aun así lo que vamos a recuperar en estas situaciones es mucho menos que lo que consumiremos en el uso habitual. Es decir, por poner un ejemplo numérico, que si gastamos un 50% de la batería al subir una pendiente muy larga, no recargaremos más de un 15% al bajarla después, de modo que el balance de energía no nos beneficia.
El cargador es como el de un portátil (tanto en apariencia como en dimensiones) y entrega una potencia de unos 70 W/h. Cuando queremos recargar la batería del patinete primero debemos abrir la tapa de goma roja que tenéis en la fotografía de ahí arriba y conectar el cargador, el cual encenderá un LED rojo en su cuerpo. Si el patinete está encendido los LED del manillar se irán iluminando y la luz trasera se irá enciendiendo y apagando con suavidad de una forma bastante hipnótica. Sea como sea, si no queréis tener ese juego de luces a la vista (por la noche parece una feria) lo mejor es cargarlo con el patinete apagado y cuando haya terminado la carga el LED del cargador se pondrá de color verde y ya está.
Por cierto, es muy importante cerrar bien la tapa cuando desconectemos el cargador porque si nos vamos a la calle con la tapa abierta se nos puede colar polvo (malo) dentro del conector de alimentación o si el suelo está mojado, agua (mucho peor). Advertidos quedáis.
Volviendo a la experiencia de uso como tal, me gustaría contaros que lo que hago yo cuando quiero batir mi récord personal de autonomía es usar el modo ECO con el control de velocidad activado a una velocidad de entre 10 y 12 Km/h y tratar de circular por rutas que sean lo más planas posibles y, si es posible, que no me obliguen a parar y reanudar muchas veces la marcha (para esto los carriles bici son idóneos). En esas situaciones veréis que las luces que indican la autonomía restante de la batería bajan muy despacio incitándonos a llegar un poco más lejos; si bien hemos de tener en cuenta que si el recorrido que estamos haciendo es lineal luego hay que volver, así que mi consejo es que como muy tarde cuando el indicador marque 50% (cuando el tercer LED del manillar deje de parpadear y sólo queden fijos los dos inferiores) vayáis dando la vuelta si no queréis usar «tracción animal» al final del recorrido.
Y precisamente como de lo que se trata es de evitar la exigencia de corriente para maximizar la carga de la batería, una cosa muy recomendable es ayudar al patinete a coger velocidad usando el pie como un patinete de los de toda la vida. Por el mismo motivo también es recomendable darle una ayudita en subidas fuertes.
Con respecto a la batería tened presente una cosa que por desgracia os va a pasar antes o después: la batería está compuesta de una serie de celdas de litio tipo 18650 (10 grupos en serie de 3 celdas en paralelo cada uno) cuyos contactos metálicos no van soldados; sino que son unas láminas que hacen presión sobre los extremos de las celdas y esos contactos con las vibraciones van a ir cogiendo holgura y os va a tocar desmontar la batería para soldar esas patillas y que así no den más la lata.
Dependiendo de qué patillas se aflojen podéis notar que perdéis autonomía de golpe o incluso que se apague el patinete y se niegue a arrancar de nuevo e incluso que tampoco cargue. Como os digo, es un problema muy común que os va a ocurrir con las vibraciones del uso diario como el relieve de las aceras, pequeños bordillos, piedrecitas… Podéis tener más o menos cuidado y el defecto tardará en aparecer; pero siento deciros que antes o después se manifestará a no ser que Xiaomi le de un toque a LG y en los nuevos modelos estas patillas vengan ya soldadas (cosa que, de momento, parece ser que no es así).
A mí me ocurrió más o menos a las dos semanas de empezar a usarlo y en cuanto me puse a buscar el tema en Google vi que a mucha gente le había ocurrido y que había varios tutoriales explicando cómo detectar y arreglar el tema, así que al final de este artículo os dejaré algún enlace que os puede ser de utilidad. Si sois manitas y controláis un poco de electrónica no tengáis miedo porque la cosa no es complicada; pero si no es el caso mejor que vayáis localizando a alguien que sepa de estos temas para que os eche una mano llegado el caso.
Algo que sirve de gran ayuda para controlar si la batería está dando problemas es acceder a la información de la misma en la app de Xiaomi llamada «Mi Home» y consultar ahí el voltaje de las celdas. En teoría todas deberían estar más o menos igual, pero si veis que alguna(s) está(n) mucho más altas o más bajas que las otras tendréis el problema que os digo con las patillas. Para que os hagáis una idea, a la hora de recargar la batería, el cargador corta corriente cuando una de las celdas alcanza los 4,2 voltios y deja de extraer corriente de una de ellas cuando baja de 3,2 voltios. Por tanto, los voltajes deberían de estar entre ambos valores en función de la carga de la batería y con las 10 celdas presentando más o menos el mismo valor. Os pongo a continuación unas capturas sacadas de la aplicación que os decía para que veáis lo que podemos monitorizar en ella:
Por ejemplo, cuando a mí me empezó a ocurrir el problema de la batería, me daba cuenta de que a lo mejor iba con la batería al 50% y de repente se me ponía a parpadear el último LED; señal de que andas ya por debajo del 12%. Si en ese momento miraba la tensión de las celdas veía que la 2 y la 9 estaban marcando menos de dos voltios, lo que hacía que la tensión total de la batería cayera en picado. Como os decía, al tratarse de un mal contacto eléctrico, con soldar las patillas y reforzar la presión en las zonas de contacto el problema desapareció y a día de hoy (toco madera) no ha vuelto a reproducirse. Si os fijáis en la última de las tres capturas veréis que aun así esas dos celdas me marcan unas centésimas de voltio menos, y aunque no es relevante de cara a la autonomía, creo que es consecuencia del mal contacto que durante un tiempo estuvieron haciendo durante las cargas y descargas.
Otra cosa que os va a pasar también antes o después es que vais a pinchar alguna rueda, ya que el patinete originalmente lleva cámaras de aire de muy poca calidad. Ya no es sólo que en cuanto paséis sobre algo puntiagudo traspasará la cubierta de goma y pinchará la cámara; es que por lo visto incluso con el uso normal al final a estas cámaras les acaban saliendo poros y pierden el aire; sobre todo sin van algo bajas de presión.
Para remediar esto hay dos opciones: por un lado comprar cámaras mejores y añadir una banda de kevlar antipinchazos como suelen hacer los ciclistas de carretera y por otro radicalizarse comprando ruedas macizas.
Las cámaras que lleva son para ruedas de 8,5 x 2″, que es una medida un poco rara pero que la marca Continental fabrica y comercializa. Eso sí, cambiarlas no es tan fácil como en una bicicleta, ya que el ser de tan poco diámetro no salen de la llanta con la facilidad que lo hacen en una bicicleta de ruedas grandes.
La opción de la rueda maciza parece mejor porque la cambias una vez y ya es (casi) para siempre; pero al ser más pesada y de caucho toda ella perdemos autonomía y capacidad de aceleración y además vamos a sufrir muchas más vibraciones cuando circulemos sobre suelos irregulares (sí, haciendo que aparezca antes el problema de la batería que antes os comentaba).
Cuando compré el patinete ya venía con la rueda trasera maciza y la delantera con cámara cambiada y banda de kevlar porque el usuario anterior había sufrido varios pinchazos y la verdad es que no he tenido el más mínimo problema en todo este tiempo, más allá de que cuando pillo baches se nota que la parte de atrás del patinete rebota más que la delantera. Tras los 300 Km que le he hecho al patinete la rueda trasera tiene el mismo relieve que cuando lo estrené, de modo que no parece sufrir demasiado con el paso de los kilómetros.
Con las ruedas originales, al llevar aire en su interior, se notan menos las irregularidades del terreno y es en lo que Xiaomi se escuda para no haber implementado algún tipo de sistema de suspensión. De cualquier modo, hay en el mercado algún modelo de otra marca que pese a llevar el mismo tipo de neumáticos sí que incluye suspensión, ganando en comodidad; por lo que en ese sentido hubiera sido de agradecer que Xiaomi hubiera incluido una horquilla con un par de centímetros de amortiguación (no haría falta mucho más) e incluso algún tipo de balancín con un pequeño muelle/elastómero en la parte trasera.
En cuanto a la plataforma, es decir, la superficie sobre la que van apoyados nuestros pies he de decir que es de buen tamaño y si tenemos un número de zapatilla no demasiado grande (yo tengo un 42) podemos llevar los dos pies de forma cómoda. En mi caso el derecho lo suelo llevar detrás en paralelo al sentido de la marcha y del izquierdo ligeramente cruzado hacia el interior y apoyando la punta de los dedos en la barra diagonal que une dicha plataforma con la barra de dirección.
Os comentaba antes que tenemos disponible un control de velocidad de crucero, así que os voy a contar un par de cosas sobre él. Lo primero es que se utiliza activando primero la opción en la app para móvil «Mi Home» con el patinete conectado por bluetooth y una vez que nos aseguramos de que está activa hay que hacer lo siguiente: cuando vamos en movimiento debemos dejar pulsado el acelerador en la misma posición durante 5 segundos de modo que cuando escuchemos un pitido ya podemos soltarlo y el Mijia mantendrá la velocidad constante.
En realidad no es en un control de velocidad sino de potencia; ya que con él activado si subimos una pendiente el patinete baja su velocidad aun teniendo reserva de potencia disponible al igual que si descendemos la aumenta. Como os decía, no mantiene constante la velocidad como tal sino la corriente entregada al motor; pero aun así es de gran ayuda a la hora de circular con el patinete y nos evitará tener que ir con el acelerador pulsado constantemente, lo cual es un descanso para nuestro dedo pulgar derecho. Por cierto, el control se desactiva al más mínimo toque al acelerador o al freno y si hacéis un alto en el camino la pata que tiene en un lateral hace que no haga falta buscar un sitio donde apoyar nuestra montura.
Ya que estamos, aprovecho para deciros que el patinete es capaz de superar cuestas más o menos empinadas (hasta un 14% según el fabricante) pero sólo en el modo normal. En el modo ECO, en cuanto el terreno pica hacia arriba unos grados el patinete va perdiendo velocidad y os va a tocar darle algún empujoncito con el pie. Es el precio a pagar por intentar tener la mayor autonomía posible.
Ahora bien, en llano, la velocidad máxima del patinete es de 25 Km/h en el modo normal (18 en el ECO) y os aseguro que cuando la alcanzáis tendréis la sensación de estar yendo bastante rápido. Tened en cuenta que vamos circulando sobre dos ruedas canijas y totalmente expuestos al aire, por lo que el pensamiento de «cómo se me cruce algo el piñazo va a ser de los gordos» se os pasará por la cabeza más de una vez; aunque es verdad que el tema del frenado está resuelto con muy buena nota.
El freno trasero es de disco, y es una de las cosas que más me gustan de este modelo de Xiaomi. Va accionado por cable, frena con contundencia y en muy poco espacio. Sólo tenemos que tenerlo bien regulado y tener cuidado de no golpear la pinza de freno o el disco para que no se mueva de su posición. Si se nos gastan las pastillas o el disco es más o menos fácil de encontrar porque son componentes estándar de bicicleta (disco de 110 mm y pastillas Clarks tipo CMD-5/7/12).
La pinza de freno está, según vamos en el sentido de la marcha, en el lado izquierdo; de modo que debéis ser cuidadosos al bajaros del patinete en marcha como por ejemplo para subir un bordillo porque al tirar del manillar si el patinete se inclina hacia nuestro lado podéis golpear la pinza de freno bien contra el propio bordillo (me paso una vez y se descolocó, quedando la rueda trasera bloqueada por la pastilla de freno) o bien contra la pierna haciéndoos daño (también me ha pasado alguna que otra vez). Si la pinza se descoloca no os asustéis, ya que se recoloca aflojando los dos tornillos que hay en la parte superior de esta y centrándola de nuevo con respecto al disco de freno. Lo de la pierna se pasa sólo al rato.
Aprovecho para contaros una manía que me viene de mis tiempos de mountain biker y que sigo usando en cada medio de transporte que lleve manillar y manetas de freno: siempre llevo el dedo índice apoyado en la(s) maneta(s) de modo que si tengo que frenar con urgencia ese escaso medio segundo que tardo en mover el dedo del manillar a la maneta puede ser la diferencia entre darme un golpe o quedarme a centímetros de dármelo. Podéis comprobar esto en el vídeo que os puse antes, pues hay un breve plano en el que se aprecia.
El freno delantero (eléctrico) actúa de dos maneras: cuando el patinete alcanza más velocidad de la que debería llevar por lo que dicta el acelerador la rueda delantera ejerce un par de frenado que genera electricidad que va a la batería recargando esta (es lo que ocurre en las bajadas o en las deceleraciones). Del mismo modo, llevemos la velocidad que llevemos, si pulsamos la maneta de freno el motor delantero también ejercerá ese par resistente que os decía antes frenando el patinete.
Mi consejo es que ajustéis el freno trasero para que entre en acción después del delantero. Es decir, que si pulsamos ligeramente la maneta será el freno delantero el que actúe, recargando algo la batería además. Si la situación requiere una frenada más potente, al pulsar algo más la maneta entrará el freno trasero que no regenera energía pero detiene el patín en nada de espacio actuando más como un freno «de emergencia» que otra cosa. Además, al hacerlo así gastaréis menos las pastillas de freno, que siempre es un poco engorroso cambiarlas.
Por cierto, me encanta el detalle de los rápidos destellos de la luz de freno cuando pulsamos la maneta de freno porque si llevamos a alguien detrás le va a llamar la atención y no se va a chocar contra nosotros. La detección de esta pulsación es a través de un sensor hall situado dentro de la maneta del freno.
Hablando de luces, con una pulsación del botón del manillar apagaremos y encenderemos la iluminación del patinete. Ambas luces van de la mano, siendo un foco frontal LED de color blanco que alumbra bastante (probad a circular por una zona oscura de noche) y una luz trasera de posición en forma de 0 de lo más resultona.
Más cosas: si sois tan maníaticos de los ruidos como yo lo soy os gustará saber que el patinete apenas hace ningún sonido más que el del siseo del motor al circular, pero yo me he encontrado con «grillos» en la zona de plegado, los cuales se pueden arreglar con una gota de grasa bien extendida por las zonas metálicas en contacto (podéis verlo porque al abrir la bisagra se nota que rozan por el acabado que presentan) o mejor aun, colocando una fina lámina de teflón recortada con la forma de la pieza. Sé que es un mal menor, pero si os pone nerviosos escuchar un ñi-ñi-ñi al pasar por zonas bacheadas podéis solucionarlo en cinco minutos y sin manchar nada.
Una cosa que echo en falta en este patinete es contar con una pantalla LCD en la que pudiera ver los tres parámetros principales: batería restante, velocidad y kilometraje. Son datos que la app de Xiaomi nos da, pero no hay manera de circular con el móvil en la mano y el manillar no está tan sobrado de espacio como para poner un soporte para móvil. Muchos otros patinetes eléctricos llevan este tipo de pantallas, así que me da en la nariz que si Xiaomi saca una segunda versión de este M365 la incorporará porque, al margen de los problemas mecánicos ya comentados, creo que es algo muy mejorable.
Algo que me gusta mucho de este patinete que se puede desmontar con herramientas estándar. Con un juego de llaves Allen y otro de llaves Torx podéis llegar hasta el último rincón y arreglar cualquier problema que se pueda plantear. Algo que, desde mi punto de vista, se agradece porque no hace falta hacer apaños raros o contar con herramientas especiales para ponernos manos a la obra.
Os comentaba antes que el freno delantero tiene ABS; y el caso es que así es. Por muy fuerte que frenemos la rueda delantera va a estar en todo momento bajo control. La trasera puede llegar a derrapar si apretamos muy fuerte la maneta porque al final es un freno de disco mecánico sin ninguna electrónica que lo gobierne; pero en el caso de la rueda delantera, si el sistema que controla el patinete detecta que la rueda se ha bloqueado disminuye el par de frenado para que la rueda pueda seguir girando y así mantengamos el control. Es una pena que no se haya implementado un control de tracción para evitar situaciones de patinaje de la rueda delantera al acelerar en casos como el que os comentaba antes, pero no es así.
Creo que aun no os he dicho cómo es el sistema de plegado del patinete. La cosa consiste en que mediante una leva presente en la parte baja de la barra del manillar podemos doblar esta y ponerla horizontal de tal modo que el timbre queda enganchado en un resalto que tiene el guardabarros trasero y nos sea más sencillo transportarlo. De todos modos, el patinete pesa más de 12 Kg y a no ser que seamos unos forzudos si lo llevamos así por la calle enseguida nos empezarán a doler los brazos. Tampoco lo veo práctico para llevarlo en un autobús o en el cercanías porque pesa y abulta más de la cuenta. No olvidéis que tiene algo más de un metro de largo y el manillar son unos 40 cm de ancho, que no es poco.
Por cierto, hay una cosa que me llama mucho la atención y es cómo se calientan las ruedas con el uso (vamos con la parte friki de la review). Fijaos en las siguientes fotografías hechas con mi cámara termográfica en las que podéis ver que la rueda delantera se calienta entera por tener en su interior el motor eléctrico ya que la circulación de corriente genera calor por su propia naturaleza (en verano, tras una buena sesión dándole caña, nos podemos asustar al tocar la superficie del motor). Sin embargo, la rueda trasera también coge cierta temperatura, pero en este caso es simplemente por el efecto de la fricción entre la rueda y el pavimento y eso se nota en que sólo es esa zona de la rueda la que coge temperatura. Curioso, ¿verdad?
Precisamente por esto es por lo que debemos de llevar los neumáticos hinchados a entre 3 y 3,5 bar de presión, ya que si los llevamos más flojos aumentará el rozamiento y además podemos pinchar por pellizco de la cámara si pasamos sobre un resalto o pisamos una piedra grande. Tened en cuenta que ese calor que se genera en la superficie de las ruedas no es más que energía de la batería transformada en energía térmica (un tema que me apasiona y sobre el que algún día escribiré un artículo) y que por tanto no hemos aprovechado en avanzar.
Hay un tema que, desde mi punto de vista también es importante, y es el aspecto legislativo a la hora de circular con él. En resumidas cuentas, y para no liaros mucho, os diré que como norma general no podréis circular con él por la calzada, siendo su ámbito los carriles bici y las aceras (en este último caso circulando a una velocidad que no represente un peligro para los peatones). Eso sí, cada municipio tiene potestad para legislar al respecto, de modo que si tenéis pensado comprar uno y no queréis tener líos mi consejo es que os acerquéis al ayuntamiento y preguntéis por el tema, ya que puede que haya algún tipo de ordenanza municipal o similar que limite el uso de este tipo de patinetes.
En todo caso, si no circuláis por la calzada y aplicáis el sentido común no deberíais tener ningún problema con la ley, ya que lo que siempre se intenta es que no haya líos entre los distintos usuarios de las vías urbanas sean del tipo que sean. Es decir, que si la policía local os ve circulando con el patinete por la acera a una velocidad tranquila y con cuidado sería raro que os dijeran algo; pero si os ven haciendo slalom entre los peatones a la máxima velocidad que da el patinete no os extrañe que os caiga una multa por poner el peligro a los que os rodean.
Como os decía al principio de esta review, el patinete eléctrico de Xiaomi es uno de los primeros modelos de una revolución que cada vez está más cerca. Yo tengo claro que el futuro de la movilidad en las ciudades es eléctrico, y de aquí a unos años vamos a vivir una expansión del coche propulsado por baterías para los trayectos largos y de los vehículos como este Mijia M365 para esos pequeños trayectos del día a día que a pie nos llevarían mucho tiempo pero que con un patinete eléctrico podríamos realizar de forma rápida y cómoda.
Cierto es que hasta que no pase un tiempo cada vez que salgamos con él a la calle vamos a ser el centro de atención allá por donde circulemos; pero eso es algo que debería daros igual. En mi caso, cuando voy circulando con este vehículo me invade una sensación de felicidad que no sabría muy bien describiros; pero que creo que proviene de una mezcla de satisfacción y diversión mezcladas a partes iguales.
Por último, me gustaría comentaros algo que creo que es bastante revelador; y es que desde hace unos días el patinete lo tiene mi novia porque conseguí convencerla para lo usara para ir a trabajar (tarda 20 minutos caminando) y desde el primer día que lo utilizó me dijo que le encanta y que le vaya buscando uno para ella. Y ya veréis como al final creará tendencia en su oficina; tiempo al tiempo.
Lo mejor
La sensación de libertad al circular con un vehículo que no contamina, que recargarlo cuesta apenas unos céntimos de euro y que nos permite llegar a cualquier punto de la ciudad sin esfuerzo.
La calidad de construcción, acabados y tacto en general.
Los frenos tienen un rendimiento impresionante
Lo peor
Los problemas de batería y pinchazos, que pueden acabar con el patinete arrinconado si no estamos dispuestos a remangarnos, desmontarlo y ponerle solución.
Se echa en falta una pantalla LCD en la que ver el porcentaje de la batería, la velocidad actual, el kilometraje…
Sus 12,5 Kg y su tamaño son demasiado elevados como para cargar con él de manera habitual por la calle o en transporte público
Conclusión
Si bien estamos ante un gadget que a mí personalmente me encanta y que estoy convencido de que creará escuela; hay que ser realistas y reconocer que los problemas que hemos visto en los párrafos anteriores no lo hacen aconsejable para todo el mundo. Por suerte, ahora que Xiaomi va a comercializarlo oficialmente en nuestro país tendremos servicio post-venta y, me imagino, que mayor facilidad para conseguir recambios; pero aun así los problemas de batería y de pinchazos seguirán ocurriendo a los usuarios.
Yo os lo recomiendo totalmente si no os asusta el tema que de que un día os encontréis con que el patinete se niega a cargar y os toque soldar la batería o que si pinchamos haya que pedir cámaras de repuesto a través de ebay o Amazon. Cuando recorremos la ciudad sobre él la sensación que otorga compensa con creces todas las pegas, pero tened en cuenta que no es ni mucho menos perfecto y que modelos posteriores seguramente corregirán algunos de sus fallos.
*Actualización 27/01/2018: Por fin llegan unidades a las tiendas españolas
Han llegado unidades a la tienda Xiaomi de La Vaguada y por fin he podido comprar el patinete de mi novia (lo que implica que he recuperado el mío) así que me gustaría comentaros algunos detalles que nos han parecido interesantes:
Lo primero es deciros que la caja donde viene el patinete pesa 18,1 Kg y abulta una barbaridad. Tanto que en el maletero de mi Opel Corsa D no entraba ni de casualidad, así que la metí en los asientos traseros y allí le sobraban apenas diez centímetros a lo ancho con respecto a las puertas. Os dejo un par de fotos para ilustraros esto que os digo.
Lo que más nos ha llamado la atención es que el patinete que hemos comprado hoy viene con un juego de cámaras y de cubiertas de repuesto. Las cubiertas que vienen montadas de fábrica tienen un perfil más redondeado que las que lleva el mío, mientras que las del juego de reserva son más cuadradas y me da la sensación de que son como las que tengo yo montadas.
Cuando juntemos los dos patinetes para hacer alguna ruta ya os pondré algunas fotos de esto que os digo. Espero que las cubiertas redondeadas, además de tener menos rozamiento y por tanto consumir menos energía de la batería, estén más reforzadas contra los tediosos pinchazos.
Por lo demás, el patinete es exactamente igual a excepción del cable que sale por la parte derecha del manillar, siendo negro en mi M365 y gris en el de mi novia. Lo que sí me ha comentado en los primeros kilómetros de uso es que el suyo, posiblemente por las cubiertas de perfil más redondeado, es más nervioso a la hora de girar y que tiene más fuerza al acelerar y subir cuestas.
No sé si esto último será también porque su batería es capaz de entregar algo más de corriente que la mía o porque al ser mis ruedas más pesadas (maciza detrás y con cámara más gruesa y banda de kevlar delante) se nota en las inercias.
Ya escribiré alguna actualización más a medida que vayamos usando los patinetes juntos y así podamos intercambiar opiniones entre el modelo actualmente a la venta y el que tengo yo.
*Actualización 10/02/2018: He publicado una nueva entrada tituladaUn repaso al patinete eléctrico de Xiaomi después de 1000 Km en la que tras recorrer esa distancia analizo cómo ha ido envejeciendo el patinete y explico algunas cosas que me han ido pasando con él. Creo que el artículo puede ser de utilidad tanto a los que están pensando en comprarse este modelo como a los que ya lo tienen y buscan algo más de información.
Siempre me ha fascinado la tecnología GPS. Tuve conocimiento de ella gracias a la mítica revista ON-OFF en la década de los 90 pero hasta que no pasaron unos cuantos años no tuve ocasión de probarla por mí mismo.
Mi admiración por los GPS
Recuerdo que la primera aplicación práctica de un GPS que pude ver fue en un navegador Navman que mi padre compró para un viaje familiar que hicimos por Galicia hace ahora 10 años y que nos vino estupendamente para no perdernos por las carreteras entre pueblo y pueblo durante las muchas excursiones que hicimos aquellos días.
Casi al mismo tiempo un buen amigo mío se compró un navegador similar y para probarlo recuerdo que programamos una calle de Guadalajara como punto de destino saliendo desde Alcalá de Henares. Lo que queríamos comprobar era la capacidad del aparato para recalcular la ruta si te pasabas el desvío indicado, de modo que estuvimos todo el tiempo haciendo justo lo contrario a lo que nos indicara la voz del aparato: si había que girar a la derecha, nosotros seguíamos rectos, si había que tomar la segunda salida en una glorieta nosotros cambiábamos de sentido, cuando por la autopista nos indicaba que tomáramos una salida nosotros seguíamos y tomábamos la siguiente…
Y sin embargo, no había manera de liar al puñetero GPS porque a los pocos segundos siempre encontraba otro camino que nos acababa llevando al destino prefijado. Algo que seguramente a día de hoy os parecerá muy normal porque estaréis hartos de ver y usar sistemas de navegación para ir a muchos sitios, pero en aquellos momentos en los que un GPS para coche costaba trescientos o cuatrocientos euros era algo todavía no muy extendido y, para nosotros, casi de ciencia-ficción.
Cuanto más trasteaba y más me informaba de la tecnología que gobierna los GPS más fascinante me parecía: que un aparato que cabe en un bolsillo pueda darte tu posición en cualquier lugar del mundo con una precisión de pocos metros gracias a la triangulación de señales que una constelación de satélites en órbita transmiten continuamente era algo que facilitaba la vida enormemente a mucha gente.
He tenido un par de GPSs de coche (un Mío y un TomTom) y varios smartphones los cuales cuentan con el servicio de Google Maps para navegación; pero también es cierto que me faltaba un cierto tipo de dispositivos que siempre había mirado con ojos golosos pero hasta ahora no me había decidido a comprar: los GPS de mano.
Dado que lo quería básicamente para «cacharrear» un poco y medir en tiempo real distancias, velocidades de paso, promedios, etc… me decidí por el modelo más básico de Garmin a sabiendas de sus limitaciones. Se trata del Etrex 10, el cual cuenta con unos 8 MB de memoria interna que utiliza para todos los datos que tenga que almacenar, incluyendo mapa base, rutas, tracklogs y waypoints.
Efectivamente, la cantidad de memoria es muy escasa y no existe posibilidad de ampliarla, de modo que lo que pretendo es explicaros qué he hecho yo para adaptar este modelo de GPS a mis necesidades (muy básicas, todo sea dicho) resumiendo un poco lo que he ido aprendiendo de aquí y de allá gracias a toda la información que hay disponible en Internet. Comentaros también que ahora mismo lo tenéis por 85 € en las tiendas Decathlon, que es donde lo he comprado yo.
Características del dispositivo
Para no enrollarme demasiado, os copio a continuación las especificaciones técnicas oficiales dadas por el fabricante:
Características físicas y de rendimiento
Dimensiones de la unidad (Ancho/Alto/Profundidad)
2,1″ x 4″ x 1,3″ (5,4 x 10,3 x 3,3 cm)
Tamaño de la pantalla (Ancho/Alto)
1,4″ x 1,7″ (3,6 x 4,3 cm); 2,2″ en diagonal (5,6 cm)
Resolución de pantalla (Ancho/Alto)
128 x 160 píxeles
Tipo de pantalla
transflectiva, monocroma
Peso
5 oz (141,7 g) con pilas
Batería
2 pilas AA (no incluidas); se recomienda NiMH o litio
Duración de la batería
25 horas
Clasificación de resistencia al agua
IPX7
Receptor de alta sensibilidad
Sí
Interfaz del equipo
USB
Mapas y memoria
Mapa base
Sí
Puntos de interés personalizables (posibilidad de agregar puntos de interés adicionales)
Sí
Waypoints
1000
Rutas
50
Track log
10.000 puntos, 100 tracks guardados
Es importante dejar claro que el Garmin Etrex 10 es un modelo que en teoría no admite más mapas que el mapa base que trae de serie. Este mapa, llamado gmapbmap.img, abarca todo el globo terráqueo pero con tan poco detalle que sólo veremos los contornos de los países y las principales ciudades de cada uno. Olvidaos de carreteras, senderos, lagos, puntos de interés y cualquier otra cosa que no sean fronteras y ciudades grandes.
Sin embargo, que el Etrex 10 no acepte otros mapas nativamente no quiere decir que estemos limitados a usar el espartano mapa que trae, ya que buscando un poco por Internet di con la solución: el servicio de descarga de mapas de BBBike.org y un poco de trabajo por nuestra parte.
En dicha web contamos con una funcionalidad de lo más interesante (y gratuita): podemos seleccionar cualquier parte del mapa del mundo permanentemente actualizado y convertirlo a un formato digerible por nuestro dispositivo, contando además con varias opciones al respecto para adaptarnos a nuestras necesidades. Mapas que, dicho sea de paso, son los del ambicioso proyecto Open Street Map.
Una vez elegida la zona que queremos exportar debemos elegir el tipo de mapa, siendo el más completo (siempre hablando de los dispositivos Garmin) el OSM estándar. Para que os hagáis una idea, exportar en este formato un área rectangular que comprenda Alcalá de Henares, la parte Este de Madrid, Alcobendas y Algete ocupa aproximadamente 6 MB; y si lo que queremos es un mapa que abarque al completo la ciudad de Alcalá de Henares al final nos va a ocupar cerca de 1,5 MB.
En este formato de mapa vamos a poder ver carreteras, calles, senderos, zonas boscosas, ríos, multitud de puntos de interés… Para mí es el formato de mapa ideal para «todo uso». De todos modos, disponéis también de un formato que ocupa aproximadamente una octava parte de este pero en el que sólo aparecen calles y ríos, de tal modo que podéis haceros un mapa de toda la Comunidad de Madrid que os ocupará unos 5 MB en total, si bien como os decía, carecerá de muchos detalles y no os valdrá de mucho si tenéis pensado salir de zonas urbanas.
Desde mi punto de vista, lo ideal sería tener mapas detallados de las zonas por las que vayamos a transitar y cargarlos en el dispositivo en función del plan que tengamos en mente. Es decir, que si este fin de semana vais a ir a la sierra de Madrid y al que viene os vais a acercar a Valencia a conocer el centro de la ciudad (cosa que os recomiendo totalmente, por cierto) podéis cargar hoy el mapa de la sierra y a la vuelta de la excursión borrar ese y cargar el de Valencia, porque hacer un mapa que abarque las dos zonas puede ocupar mucha más memoria de la que nuestro Etrex 10 dispone.
Cuando solicitáis un mapa, la web de BBBike os preparará un zip con el mapa y algunos archivos más, y de lo que se trata es de borrar el mapa gmapbmap.img que trae el dispositivo sustituyéndolo por el que acabamos de descargar, el cual tiene por defecto el nombre gmapsupp.img así que habrá que renombrarlo para que nuestro dispositivo lo reconozca. El resto de archivos del fichero zip podéis ignorarlos. Para otros modelos de GPS de Garmin que sí aceptan mapas, con copiar la carpeta y su contenido al dispositivo, la información del nuevo mapa se agregará automáticamente al mapa base.
Por cierto, no os he comentado que para acceder a la memoria del Etrex 10 desde un ordenador tenemos que conectarlo mediante un cable miniUSB estando seleccionada la opción de «almacenamiento masivo» en las opciones del GPS. De ese modo será como si conectáramos un pendrive USB a la hora de copiar, renombrar y reemplazar ficheros. Más sencillo imposible.
Si curioseáis un poco por la web de BBBike veréis que hay multitud de formatos de salida para los mapas incluyendo algunos de curvas de nivel, cosa que agradecerán los amantes de la montaña. Dado que yo soy más bien de terrenos llanos en general (ya sea en ciudad o por el campo) es para mí un tema secundario, pero sé que habrá gente que se alegrará de contar con ese recurso. También hay alguno optimizado para ciclismo en el que se destacan los carriles bici y los senderos transitables e incluso alguno pensado para navegación marítima.
A modo de ejemplo os pongo una fotografía de mi Etrex 10 con una parte del mapa del parque Juan Carlos I para que os hagáis una idea del detalle con el que podemos contar en el mapa ofrecido por BBBike. Como podréis ver, aparecen además de los caminos, la ubicación de las fuentes, los servicios, el canal de agua que recorre el parque, algunas zonas destacadas…
Tracks, waypoints, logs…
Vamos a empezar la parte técnica explicando lo que es un waypoint, que no es otra cosa que unas coordenadas que marcan de manera inequívoca un punto de la superficie de la tierra. Es decir, que es una manera de registrar un lugar al que queremos volver en un futuro o bien queremos darlo a conocer a otras personas por cualquier motivo.
Un waypoint puede ser el portal de nuestra casa, el lugar en el que hemos aparcado el coche, la entrada a una cueva que hemos descubierto o el punto exacto de una calle en la que se ha producido una rotura en una tubería de agua. Las aplicaciones son muchas y diversas, y dependen de la imaginación y las necesidades de cada usuario.
Tenemos por tanto en nuestro dispositivo una serie de puntos guardados que podemos emplear como «paradas intermedias» de una ruta. Es decir, que podemos seleccionar como punto de inicio el portal de casa, como primera parada el quiosco de prensa, luego ese monumento tan conocido en el centro de la ciudad, a continuación una cafetería en la que pararemos a tomar algo fresco para recuperar fuerzas y por último, una panadería en la que comprar una buena hogaza para la hora de comer.
Esas serán las etapas de nuestro paseo, pero cuando salgamos del portal en el mapa del GPS vamos a ver una perfecta línea recta que llega hasta el quiosco, y luego otra hasta la estatua… y así hasta completar toda la ruta planificada. ¿Por dónde tenemos que ir entonces?
Bueno, lo que tenéis que tener claro a la hora de emplear un Etrex 10 es que no se trata de un dispositivo de navegación que os vaya a marcar el camino a seguir para llegar a tal o cual sitio como hace, por ejemplo, Google Maps o un TomTom para el coche. Cuando tú marcas un punto de destino el Etrex 10 te va a indicar la distancia y la orientación en línea recta hasta dicho punto, dando igual si está a 20 metros o tienes que cruzar la cordillera del Himalaya para llegar a él. Eso ya, depende de ti.
A lo mejor os parece un atraso, pero es que el dispositivo está pensado para que te lo curres un poco. Me explico: la gracia del Etrex 10 (y en general de todos los dispositivos de este tipo) es que a medida que nos vamos moviendo va dejando en el mapa un rastro de «miguitas de pan». Es decir, que nuestra trayectoria se va grabando en lo que se llama un tracklog que podemos consultar, grabar e incluso invertir para volver al punto de inicio en un momento dado.
Como podéis ver en la imagen superior, mi ruta planificada son una serie de waypoints por el centro de Alcalá de Henares entre los que el GPS va marcando líneas rectas gruesas al más puro estilo «une los puntos». Por otra parte, el tracklog que mi movimiento va generando es esa fina linea punteada, de modo que podéis ver que poco importan las calles que yo vaya recorriendo siempre que vaya pasando por los diferentes waypoints para que el GPS considere que voy cumpliendo con la ruta planificada.
Una vez que tenemos el tracklog grabado en memoria, el dispositivo sí que va a poder ir dirigiéndonos de nuevo por la trayectoria que hemos hecho, ya que el tracklog no es más que una sucesión de muchos waypoints por los que el GPS nos va a ir guiando secuencialmente. Es decir, que es como la ruta de cinco waypoints que planificamos al principio pero ahora con, supongamos, doscientos waypoints que se han ido generando internamente en puntos significativos del camino y que, por tanto, nos llevará exactamente por el camino recorrido anteriormente.
Como ya os podréis imaginar, una de las ventajas de los GPS de este tipo es que vamos a poder compartir nuestros tracks con el resto del mundo y del mismo modo vamos a poder grabar en nuestro dispositivo tracks hechos por otras personas para así descubrir nuevos parajes.
Algunos consejos
Emplead un rato en echarle un ojo al manual del equipo (os dejo aquí el enlace al mismo) para familiarizaros con los controles y las diversas opciones que nos permitirán configurar el equipo en base a nuestros gustos y/o necesidades.
En el primer arranque al dispositivo le llevará unos minutos fijar nuestra posición y para ello es recomendable buscar una zona lo más despejada de edificios posible. A partir de ahí fijar la posición será cuestión de segundos siempre que tengáis cielo sobre vuestras cabezas. Supongo que a estas alturas del artículo ya tendréis claro que los GPS no funcionan bajo techo.
Aunque las pilas duran bastante, os recomiendo llevar siempre un par (o dos pares) en la mochila. No abultan y pueden sacarnos del apuro. Aparte de esto yo también llevo siempre encima una linterna pequeña, pero eso es ya otra historia diferente.
Al crear nuestro propio mapa no apuréis mucho la escasa memoria libre del dispositivo, ya que al ser compartida por todo lo que se graba en él podemos encontrarnos con que a mitad de ruta nos hemos quedado sin espacio para seguir almacenando el tracklog. Es muy tentador meter el mapa de toda nuestra comunidad autónoma en el pequeño GPS y así no tener que preocuparnos de nada, pero al final seguro que no recorréis más de un 5% de su superficie y estaremos ocupando memoria innecesariamente.
Al inicio de cada excursión es importante borrar el tracklog y los parciales/totales de distancia recorrida, velocidad media y de ese modo ahorrar algo de la preciada memoria de almacenamiento además de para evitar mezclar recorridos diferentes y que luego nos volvamos locos al pasarlos al ordenador.
La retroiluminación gasta muchas pilas. No la uséis si no es estrictamente necesario. La pantalla, al ser en blanco y negro, no la necesita para nada bajo la luz del día. ¿Recordáis lo bien que se veían al sol los móviles de principios de la década del 2000? Pues eso mismo pasa con la pantalla del Etrex 10.
Y por el momento eso es todo. No es un artículo especialmente técnico, pero es que lo que pretendía es dar unas pistas sobre cómo poder emplear mapas personalizados en este pequeño dispositivo, ya que según sale de la caja puede hacer que muchos usuarios queden descontentos pero con un poco de esfuerzo podemos conseguir cubrir nuestras «necesidades excursionistas» empleando un dispositivo sencillo, fiable y económico.
Para mí, amante desde siempre de los diseños minis y los nimios detalles, un objetivo macro era algo que tarde o temprano tenía que acabar en mis manos. Confieso que desde hace años le tenía echado el ojo al famoso Tamron 90, así que cuando lo vi hace unos días no me lo pensé dos veces y me hice con él sin pensármelo demasiado. Y he de decir que sólo me arrepiento de una cosa: de no haberlo comprado antes… Mucho antes.
Pero no vengo hoy a hacer una review de este objetivo (eso puede que más adelante) sino a hablaros de la fotografía macro en general para contaros algunos conceptos muy particulares de este tipo de fotografía y tres o cuatro cosas que debéis tener en cuenta a la hora de disparar.
¿Qué es la fotografía macro?
Aunque lo del modo macro lo podéis encontrar en la práctica totalidad de cámaras compactas digitales desde tiempos inmemoriales (es ese modo marcado con una flor) disponer de un objetivo dedicado a estos menesteres en una réflex es garantía de calidad de imagen.
Un objetivo macro, académicamente hablando, es aquel capaz de proyectar sobre el sensor de la cámara una imagen al menos a escala 1:1. Es decir, que podríamos llenar el encuadre fotografiando un sello de tamaño 24x16mm en cámaras APS-C y de 36×24 en cámaras de formato completo, dando lugar por tanto a imágenes espectaculares en las que saltarán a la vista detalles que habitualmente permanecen ocultos como los contactos eléctricos del cabezal de disco duro que tenéis a continuación:
Los objetivos macro, además de poder enfocar a unas distancias muy muy cortas, no producen deformaciones en las imágenes, dado que suelen ser de focal fija y por lo tanto están optimizados para su focal correspondiente. Si tenemos un objetivo de focal variable lo habitual es que haya cierto grado de distorsión de barril en las focales más cortas y de cojín en las más largas.
Eso sí, hay una característica «extraña» en los objetivos macro y es que su apertura máxima disminuye en función del grado de magnificación que empleemos. Es decir, que enfocando a infinito tendremos una apertura de, por ejemplo, f/2.8 pero a medida que vayamos enfocando a distancias más cortas (consiguiendo un mayor ratio de ampliación, por tanto) esa apertura máxima irá disminuyendo para caer entre uno y dos pasos dependiendo del modelo de objetivo cuando estemos enfocando a la mínima distancia posible.
Luz, luz, más luz…
A los tres o cuatro disparos que hagáis con vuestro flamante objetivo macro os vais a dar cuenta de que para conseguir buenos resultados vais a necesitar un porrón de luz. Si con un angular podéis disparar a pulso incluso al atardecer logrando una muy buena nitidez, para conseguir algo mínimamente decente con un macro vais a tener que disparar bajo una luz realmente potente; especialmente si vuestro objetivo es de una focal más o menos larga y no es estabilizado (el Tamron 90 cumple ambas características).
Desde luego, si os sobra la pasta podéis animaros a comprar un Nikon micro 105 VR, que es una maravilla y la estabilización nos va a ayudar mucho si disparamos a pulso, pero su precio casi triplica al del Tamron que tengo yo. En cualquier caso, a lo largo de una serie de apartados vamos a ver que la realización de fotografías en macro tiene una serie de particularidades que nos impedirán sacar todo el partido a nuestro recién estrenado objetivo si no las tenemos en cuenta.
La profundidad de campo, es la distancia en el eje perpendicular al plano de la fotografía en el que las cosas aparecen nítidas, quedando borroso todo aquello que esté por delante y por detrás de esta. Dependiendo de factores como el tamaño de la fotografía, la apertura empleada, lo cerca que estemos del motivo a retratar, la distancia focal… la PDC será mayor o menor; pero el problema que vais a tener en la fotografía macro es que esta PDC va a ser ínfima.
Fijaos cómo en la fotografía que tenéis aquí encima, tan sólo uno de los estambres de esa flor de almendro permanece enfocado mientras que el resto aparecen totalmente fuera de foco (y, como sabéis, la flor del almendro es más pequeña que la yema de un dedo).
Por tanto, el enfoque es algo crítico en este tipo de fotografías y diferencias de medio milímetro pueden dar al traste con una buena fotografía convirtiéndola en un borrón.
¿Cuál es el truco para poder conseguir la máxima profundidad de campo? Pues emplear una apertura muy pequeña (en macro puro y duro suelto rondar f/14 o f/16 y a veces incluso he disparado a f/22). Por eso no me preocupa mucho que la apertura en 1:1 sea de f/5.6, ya que a esas magnitudes no me voy a acercar ni de lejos a esas aperturas.
No quisiera pasar por alto que aunque los objetivos actuales son todos autofocus, en el caso de la fotografía macro lo más recomendable es pasar a enfoque manual y realizar esta tarea con el anillo dedicado, ya que para lograr una buena precisión suele estar muy desmultiplicado y así podemos elegir exactamente lo que queremos que aparezca nítido y lo que preferimos difuminar en el espacio.
Trepidación
Vale, pues para conseguir profundidad de campo disparo siempre a f/32 y arreglado… ¡Pues no! Si lo haces así te vas a encontrar que o bien estás disparando a pleno sol en la orilla de la playa o tu fotografía va a ser un borrón. A esas aperturas tan extremas los tiempos de exposición se alargan muchísimo y te vas a dar cuenta de que es imposible disparar a pulso sin arruinar esa fotografía que en tu cabeza parecía perfecta. Además, a aperturas tan reducidas puede aparecer el fenómeno de la difracción en nuestras fotografías.
¿Qué hacer para esto? Pues una de dos, o subimos la sensibilidad ISO considerablemente o bien llevamos con nosotros un equipo de iluminación que nos surta de la ansiada luz.
La opción más sencilla es la de elevar la ISO, pero ya sabéis que a mayor ISO mayor ruido aparece en la imagen. Y aunque siempre he pensado que es mejor tener un poco de ruido en una imagen a un borrón, en la disciplina de la fotografía macro esta máxima debéis tenerla bien presente.
Una fotografía macro impacta por su nitidez, por lo definido de sus colores y sus formas. Que aquello que queramos mostrar esté perfectamente enfocado y nítido hasta que duela será algo que aporte espectacularidad a nuestras imágenes y asombro en el espectador. No tengáis miedo, por tanto, de subir un par de pasos la sensibilidad ISO para así obtener la máxima nitidez posible.
La otra opción, como os decía, es conseguir una fuente de luz (o dos, si no queremos sombras) que nos permita iluminar el motivo de nuestras fotografías sin darle sombra con el objetivo. Exacto, el flash integrado de la cámara no vale para nada en distancias tan cortas, y de hecho hay flashes dedicados al mundo macro (sí, esos en forma de anillo) que cuestan una pasta.
Si disponéis de espacio para trabajar en casa con amplitud, una buena opción son un par de flexos potentes que nos permitan iluminar desde dos puntos y así minimizar la aparición de sombras en puntos no deseados. Yo lo que suelo hacer es iluminar desde un lateral y desde arriba, de modo que consigo una luz uniforme y suave; aunque cada foto es un mundo y hay que ser muy flexible en este aspecto.
El mundo del macro
Como habréis podido comprobar, el macro es una disciplina que depende completamente de la luz para poder brillar en todo su esplendor. En realidad toda la fotografía lo es, pero al acercarnos tanto a los detalles si la iluminación es deficiente nunca podremos hacer resplandecer la belleza oculta de las cosas.
Se trata de una vertiente de la fotografía muy sacrificada en la que podemos hacer doscientas fotografías y al final seleccionar apenas dos o tres que realmente merecen la pena; pero os aseguro que os sentiréis orgullosos de aquellas fotos que pasen vuestro «filtro autocrítico».
Yo he entrado en el mundo macro hace poco, pero estoy contento porque me ha vuelto a meter en el cuerpo el gusanillo de jugar con la cámara, que es justo lo que quería cuando decidí comprar este objetivo.
Llevo conduciendo el mismo coche desde hace algo más de tres años y medio: un Opel Corsa D 1.3 Ecoflex con el que he recorrido 160000 kilómetros durante ese tiempo, lo cual creo que me permite hablar de él con cierto conocimiento. Dado que el coche hasta el momento no me ha dado ni un sólo problema (toco madera, pero hasta ahora las únicas «averías» han sido un par de luces de cruce fundidas) me gustaría compartir con vosotros algunas conclusiones que he sacado de mi experiencia al volante con este vehículo, ya que supongo que algo tendré que ver en esa ausencia de problemas mecánicos.
1. Lee el manual
Se que soy un caso atípico, pero adoro leer los manuales de todo lo que me compro hasta el punto de que no estreno ningún gadget tecnológico hasta que no me he mirado su manual de arriba a abajo. De hecho, uno de los mayores defectos que le veo a la videoconsola OUYA es que su manual se limita a un DIN-A5 con apenas unas lineas impresas.
Todos los coches vienen con un manual en el que se detalla desde lo más simple (cómo abrir la puerta del coche) hasta aspectos más técnicos como los significados de los iconos del salpicadero, las presiones de las ruedas o el mantenimiento a realizar por el usuario. Es fácil de entender y echándole un vistazo descubriréis la cantidad de cosas que se pueden configurar en un coche actual en el que todo está controlado a base de electrónica.
2. Conoce las limitaciones de tu vehículo
Lo primero de todo es que uno ha de ser consciente de lo que llevamos entre las manos. Un utilitario como el mío no aspira a quemar ruedas en los semáforos ni a apurar marchas hasta el corte de inyección. Y digo esto porque a diario vemos gente que a bordo de un utilitario del segmento B (y a veces incluso del A) toma las glorietas haciendo chirriar sus ruedas de 13 pulgadas con el consecuente riesgo para el resto de usuarios de la vía.
Sí que es verdad que la electrónica que gobierna buena parte de los coches actuales ayuda a que manos inexpertas puedan salir airosas de ciertas situaciones, pero cuando pienso en este tema siempre recuerdo lo que ponía en el manual de instrucciones del coche que tenía un amigo con respecto al control de estabilidad: «Recuerde que el ESP no cambia las leyes de la física». Y es que de nada sirve tener todos los sistemas de seguridad disponibles en el mercado si vamos a 160 Km/h directos a una curva cerrada bajando un puerto de montaña.
Los que me conocen saben que soy el enemigo público número uno de los transitorios. Los transitorios en electricidad son los instantes de «descontrol» que siguen a un cambio brusco hasta que todo vuelve al equilibrio y, como os digo, es algo que intento evitar en todo lo que hago. En mi concepción particular de la vida, siempre que sea posible los cambios han de suceder poco a poco y sin salirnos mucho del punto de equilibrio y eso mismo también lo aplico a la hora de ponerme al volante.
Un cambio brusco de dirección es un transitorio del mismo modo que un acelerón a fondo o una frenada en la que actúe el ABS también lo son. Son situaciones que el coche está diseñado para soportar, pero lo ideal sería no llegar a esos extremos porque acabarán pasando factura.
De cara a la conservación de la mecánica en un turbodiesel un acelerón a fondo implica una descompensación en la mezcla aire/gasóleo que se traduce en una humareda negra saliendo por el escape (el conocido como «ataque del calamar«) debido a que la combustión del gasóleo es deficiente y lo que no se quema en los cilindros se expulsa en forma de hollín (también conocido como carbonilla). Pasados unos segundos el motor vuelve a encontrar el punto de equilibrio en el que la mezcla de aire y gasóleo es óptima y cesa la producción de ese hollín; pero durante los instantes de transitorio estamos llenando de resíduos todo el sistema de evacuación de los gases de escape.
En tiempos no había tanto control de las emisiones como ahora; de modo que la mayor parte del hollín se expulsaba a la atmósfera y el resto ya saldría en los acelerones sucesivos. Sin embargo, desde hace unos años la totalidad de los coches diesel llevan el llamado Filtro Anti-Partículas (FAP) también conocido en inglés como «Diesel Particle Filter» (DPF).
A grandes rasgos, el filtro es como un «colador» muy fino situado en la línea del escape que retiene las partículas de hollín y cuando llega a una determinada cantidad de suciedad acumulada incrementa su temperatura para quemar esos residuos y autolimpiarse un poco al estilo de los hornos pirolíticos que muchos tenemos en casa. Aunque este filtro esté diseñado para regenerarse, este proceso se realiza bajo determinadas condiciones de conducción (normalmente requiere conducción a más de 2000 RPM con el motor caliente; es decir, carretera despejada) que si no se dan harán que el filtro se acabe saturando y nos toque pasar por el taller para que nos lo limpien por otros medios.
Estas condiciones desfavorables para la regeneración del filtro son atascos, cambios bruscos de velocidad, trayectos cortos, semáforos… Es por eso que un coche diesel moderno no es muy aconsejable para trayectos exclusivamente urbanos, ya que además del consecuente desgaste de piezas como frenos, embrague, dirección, neumáticos… también el filtro de partículas empezará a darnos problemas antes o después.
Si sólo hacéis trayectos cortos por ciudades (y más si tienen mucho tráfico) lo más sensato es comprarse a día de hoy un coche de gasolina y el día de mañana un GLP, un híbrido o incluso un eléctrico puro cuando estas tecnologías se desarrollen lo suficiente; porque aunque es verdad que están avanzando mucho, todavía se encuentran un poco en pañales y ya sabéis que los early adopters son como el conejillo de indias de lo que será la verdadera forma de la tecnología y además a un precio mucho más asequible.
En resumidas cuentas (veo que me empiezo a ir por las ramas en este punto del artículo) si queréis evitar problemas mecánicos en los modernos turbodiesel, debéis evitar la excesiva formación de carbonilla; y para ello una buena medida es evitar los acelerones bruscos especialmente con el motor frío.
4. Haz las revisiones
Es muy importante no alargar los intervalos de revisión fijados por el fabricante. Cuando recogí mi coche y en la Opel me comentaron que las revisiones son cada 30000 Km se me quedó cara de asombro, ya que en mis dos coches anteriores estas eran cada 10000 Km (cambio de aceite y filtros así como revisión de pastillas de frenos, correas y otros elementos de desgaste habitual) pero me dijeron que utilizando los aceites adecuados y empleando el coche en circunstancias normales no tenía por qué tener ningún problema.
El caso es que el coche ha pasado escrupulosamente todas las revisiones en los talleres de Opel cada 30000 Km y hasta el momento no ha dado el más mínimo problema y es que, de hecho (salvo casos atípicos, claro está) un coche moderno, bien cuidado y al que se le realizan las revisiones oportunas siguiendo las directrices del fabricante, debería darnos muchos años de tranquilidad.
5. Controla la temperatura
Es básico no exigirle demasiado a un coche cuando el motor no ha alcanzado su temperatura nominal de funcionamiento (que suele rondar los 90ºC). Tened en cuenta que el aceite que lubrica todas las partes móviles a temperaturas bajas no es todo lo fluido que debe y si pretendemos llevar el motor a corte de inyección nada más arrancar podemos dañar elementos mecánicos que con el tiempo no darán más que problemas.
Uno de los más delicados es el turbocompresor, ya que éste puede llegar a girar a varios miles de RPMs y si no está correctamente lubricado lo griparemos en menos que canta un gallo. Del mismo modo, es bueno para el turbo dejar el coche al ralentí unos segundos antes de apagar el motor, ya que de ese modo dejará de girar y se enfriará con la circulación del aceite evitando así que éste se queme y produzca residuos que pueden dañar los precisos rodamientos que lleva este caro componente.
Un caso que me viene ahora a la cabeza es el de un chico de mi calle al que he visto en más de una ocasión en las mañanas de invierno meterse en su coche, arrancar, meter primera y subir de vueltas hasta el infinito y más allá mientras se perdía por los confines del barrio. Obviamente ningún coche está preparado para este tipo de prácticas salvajes; pero mucho menos un vehículo sencillo pensado para nuestros desplazamientos cotidianos.
Curiosamente el Opel Corsa no posee aguja para la temperatura del refrigerante del motor, de modo que mi consejo es que no paséis de 2000 RPM ni peguéis acelerones bruscos hasta que hayan transcurrido diez minutos desde el arranque del motor. Es verdad que en apenas cinco minutos el refrigerante ya estará a los 85 grados de rigor; pero el aceite suele tardar algo más en calentarse y por eso es mejor dejar ese «margen de seguridad».
Recordad: exprimir el motor en frío es fuente de problemas a medio y largo plazo; así que tomaos las cosas con calma y vuestro coche os lo agradecerá.
6. Conoce el régimen de funcionamiento
Un motor de combustión tiene una zona de revoluciones en la que su funcionamiento es óptimo y para tratar de mantenerlo el mayor tiempo posible dentro de dicha zona debemos de hacer uso de la caja de cambios.
Si no os queréis complicar con tecnicismos, la zona óptima de funcionamiento del motor es aquella en la que éste da su máximo par. Dentro de ese intervalo de revoluciones el motor optimiza su funcionamiento y trabaja más cómodo, dando lugar a un menor consumo entre otras ventajas. Lo normal es que en un turbodiesel esta zona se inicie con la entrada del turbo y finalice cuando las RPMs son tan altas que las pérdidas por inercias internas y tiempos de combustión empiezan a hacerse notables.
En el caso concreto de mi Opel Corsa, la zona óptima se encuentra entre las 1750 y las 2500 RPM. Dentro de ese intervalo el coche se convierte en un mechero y tiene empuje suficiente como para afrontar cualquier repecho. Por debajo de 1750 RPM se nota que el turbo todavía no es capaz de meter presión a los cilindros haciendo del coche un verdadero «muerto» mientras que por encima de las 3500 RPM ya se nota que el empuje decae mucho y merece más la pena engranar la marcha siguiente.
De hecho, pienso que muchos turbodiesel se han averiado en los últimos tiempo por hacer caso de algo en lo que insistieron hace unos años en los medios de comunicación y que desde entonces no he vuelto a escuchar. La cosa es que afirmaban que si queríamos optimizar consumos debíamos cambiar de marchas de la siguiente manera: primera hasta 10 Km/h, entonces meter segunda y así seguir engranando marchas cada 10 Km/h. Es decir, que debíamos meter 5ª a 50 Km/h y en el caso de que nuestro coche tuviera 6ª velocidad, hacerlo a la friolera de 60 Km/h.
Al margen del hecho de que cambiar muy pronto de marcha mete al coche en la «zona muerta» de la curva de par, esto estaría muy bien si no tuviéramos en cuenta lo que os comentaba hace un rato acerca de la carbonilla y lo malo que es para los diesel la acumulación de esta en el sistema de escape. Llevando el motor ahogado (y cambiar de la forma que os decía antes es ahogar el motor cada cinco segundos) también genera un montón de hollín que se va a acumular por todos los rincones por los que pasen los gases de escape (incluyendo, por supuesto, filtros de partículas, EGRs y demás) dando lugar a problemas de todo tipo.
Si estáis subiendo una pendiente fuerte y prolongada y veis que llevando el acelerador casi a fondo el coche va perdiendo velocidad, no dejéis que se ahogue e id bajando marchas a medida que el coche os lo vaya pidiendo, pues de lo que se trata es de llevar el motor alegre de revoluciones mientras superáis el desnivel.
Por supuesto, como ingeniero que soy trato siempre de optimizar procesos, y llevar el motor al punto en el que obtenga su máximo rendimiento con el menor consumo posible es una forma de optimizar lo que tenemos.
7. Controla el nivel de aceite
Hay gente que comete el error de llenar el aceite por encima del nivel máximo que marca el fabricante «para no tener que rellenar si consume algo». Pues bien, en un coche diesel eso es algo sumamente peligroso, ya que podemos entrar en una realimentación positiva que lleve incluso a la destrucción del motor. Me explico:
El gasóleo es un compuesto orgánico similar al aceite (de hecho su tacto es muy parecido) que bajo la enorme presión y temperatura que ejercen los cilindros y mezclado con aire, provoca una explosión que al final genera un esfuerzo mecánico que es el que impulsa al coche. Pues bien, si el nivel de la cámara de aceite es muy elevado y el motor gira alto de revoluciones, debido a la agitación de ese aceite por acción de las partes mecánicas móviles del motor, éste podría llegar a entrar en la admisión, quemarse en los cilindros como si fuera combustible provocando un aumento de las RPM y agravando cada vez más el problema en una espiral de autodestrucción que llevará al gripado del motor entre una enorme humareda de color blanco y terminará con el coche en el taller (y muy posiblemente en el desguace).
Si esto nos ocurre lo único que podemos hacer es tratar de calar el motor engranando la marcha más larga que tengamos y pisando el freno a fondo; si bien reconozco que hay que tener mucha sangre fría para no dejar el coche en la cuneta con el motor ahuyando como un lobo siberiano y salir corriendo para ponernos a salvo y pedir ayuda.
Obviamente, quedarnos sin aceite también representa un grave problema, ya que la falta de lubricación dañará irremediablemente todas las partes móviles del motor. Por lo tanto, lo mejor para no tener ningún problema relacionado con el aceite es llevarlo siempre entre las marcas min y max de la varilla, que para eso están.
8. No apures demasiado el depósito por sistema
Hay gente que tiene la costumbre de llegar a la gasolinera con la aguja del depósito «tumbada», lo cual no es recomendable por lo siguiente:
Por muy refinado que esté el gasóleo, éste no deja de ser un combustible fósil que posee algunas impurezas sólidas que por la acción de la gravedad decantarán en el fondo del depósito. Por tanto, si lo apuramos hasta la última gota hay bastantes posibilidades de que alguna de esas partículas pase al sistema de inyección y tapone algún componente.
No sé si sabéis que los inyectores de los coches diésel modernos meten el combustible en los cilindros a unas presiones altísimas (pueden rondar perfectamente los 2000 bares) y para ello el orificio de salida del inyector ha de ser prácticamente microscópico.
Y sí, me diréis que previo al sistema de inyección hay un filtro de gasóleo que en teoría retendrá cualquier partícula que provenga del depósito; pero ya sabéis que en el mundo real hay errores de tolerancia, filtros con poros, mantenimientos mal realizados y cosas por el estilo. Por tanto, es mejor no depender al 100% del filtro para prevenir atascos en el sistema de inyección y poner algo de nuestra parte para no favorecer este arrastre de sólidos que os decía.
Conclusión
No pretendo con este artículo dar lecciones a nadie. No soy ningún experto en coches y lo que aquí os cuento se basa en mi experiencia y en aquello que he ido aprendiendo en relación al tema «sobre la marcha». Del mismo modo, ya habréis visto que no he entrado en demasiados tecnicismos y es que, al igual que hago en mis artículos sobre fotografía, lo que pretendo es que la información llegue a la mayor parte de gente posible y no sólo a aquellos que tienen conocimentos de ciclos de combustión, curvas de par o ratios de compresión. Si os fijáis, la mayor parte de lo que aquí os he contado se basa en la simple aplicación del sentido común y en tener un poco de curiosidad por las cosas.
Si con la publicación de este artículo consigo que alguna persona evite problemas mecánicos en su coche y de paso se interese mínimamente por lo que ocurre debajo del capó, el esfuerzo habrá valido la pena.
La realimentación es un concepto ampliamente utilizado en las diferentes ramas de la ingeniería (y que a mí particularmente me apasiona) pero que, sin darnos cuenta, también aparece en multitud de situaciones cotidianas. Es la base de las teorías de control y, como todo en la vida, se basa en un concepto bastante sencillo pero cuya aplicación da lugar a infinitas posibilidades.
En pocas palabras, la realimentación consiste en emplear la salida de un sistema para regular el funcionamiento interno del mismo optimizando así su funcionamiento y su respuesta.
Como os podéis imaginar la cosa es mucho más extensa que eso, ya que existen varios tipos de realimentación cuya implementación en muchos casos es una labor ardua y compleja; pero para lo que hoy quiero explicaros con que comprendáis el concepto básico es suficiente. En cualquier caso, os voy a comentar un par de ejemplos para entender todo esto de un modo más práctico.
Ejemplo 1: Regulación de temperatura
Un ejemplo clásico de realimentación es el de la regulación de la temperatura de una caldera. Estas no calientan continuamente, sino que monitorizan la temperatura del agua de salida poniéndose en marcha la llama si esta baja de cierto umbral y parando cuando alcanza cierta temperatura. Éste es un ejemplo muy sencillo en el que sólo hay dos estados (marcha-paro) pero en realidad se tienden a implementar realimentaciones que van ajustando el proceso continuamente para mantener así la salida del sistema dentro de unos parámetros determinados evitando saltos y transitorios.
Ejemplo 2: Mercado de valores
Otro ejemplo de realimentación que puede que os sorprenda es el del funcionamiento de la bolsa y que explica por qué aunque haya rápidas subidas y bajadas de los índices bursátiles, visto en un periodo amplio de tiempo la tendencia es siempre bastante suave.
Cuando las acciones de una compañía suben de precio los inversores empiezan a venderlas, de forma que al aumentar la oferta en el mercado ese ascenso del valor de la acción comienza a amortiguarse y frenan por tanto las ventas masivas. Del mismo modo, cuando el precio de las acciones cae, los inversores comienzan a interesarse por ellas dado su bajo valor de compra, elevando su demanda en el mercado causando que el precio de las mismas comience a elevarse de nuevo al disminuir su disponibilidad. La teoría de la oferta y la demanda, vamos.
En definitiva, como os decía en el principio del artículo, se trata de analizar la salida de un sistema para con ella ajustar el proceso y así mantenerla en un rango estable. Esto es algo que sucede porque lo hemos diseñado así (el caso de la caldera) o bien por causas naturales como en el ejemplo de la bolsa; pero lo que quiero que entendáis es ese concepto de regulación de la salida del sistema.
¿Pero no era esto un artículo sobre fotografía?
Efectivamente lo es; y es que el concepto de realimentación es algo que debemos de aplicar a nuestro flujo de trabajo (o al menos así lo veo yo, que me encanta mezclar conceptos de ingeniería con el noble arte de la fotografía). Y que conste que no me estoy refiriendo para nada a los automatismos de la cámara, sino a nuestra propia metodología a la hora de disparar.
Antiguamente con la fotografía analógica el bucle de realimentación era muy lento. Aquellos que pretendían mejorar y crecer como fotógrafos apuntaban pacientemente en una libreta los parámetros empleados a la hora de disparar cada fotograma y una vez reveladas y positivadas las imágenes analizar en qué habían fallado o qué es lo que había funcionado bien en una determinada toma.
Con esa información convenientemente analizada y asimilada, el fotógrafo variaba su forma de captar las imágenes para ir acercándose cada vez más a lo que quiere captar en cada situación que se le presenta. Esto es, en definitiva, un tipo de realimentación.
La gran ventaja de la fotografía digital
Hoy en día lo tenemos mucho más fácil para implementar este algoritmo de realimentación; y es que en las modernas cámaras digitales disponemos al momento de haber disparado la fotografía de todos los datos relacionados con la misma así como de la propia imagen en pantalla; de tal modo que la corrección sobre la rutina de disparo es casi instantánea y, por tanto, el bucle de realimentación que en al fotografía analógica podía llevar varios días ahora dura apenas unos segundos.
¿Que la imagen ha quedado excesivamente oscura? Aplicamos compensación de exposición positiva y repetimos la toma. ¿Que los elementos del fondo aparecen totalmente emborronados? Empleamos un número f más grande. ¿Que en un retrato el sujeto no destaca sobre el fondo? Utilizamos un toque de flash o abrimos un poco el diafragma.
Como os digo, se trata de correcciones que ahora podemos hacer sobre la marcha; mientras que hace años había que esperar a tener las fotografías reveladas en la mano para saber qué debíamos cambiar para mejorar el resultado en el siguiente disparo que hiciéramos en similares circunstancias. De hecho, esa inmediatez a la hora de obtener los resultados es para mí la mayor ventaja de la fotografía digital con respecto a la analógica a la hora de mejorar nuestra técnica.
Normalmente esa realimentación que os comento la realizamos de forma natural e inconsciente; pero no está de más pararse un instante a pensar de dónde viene ese proceso natural de aprendizaje de la fotografía y por qué Henri Cartier-Bresson dijo aquello de que «tus primeras 10000 fotografías serán tus peores fotografías».
Desde luego, si machacamos el disparador sin más, da igual los miles de fotografías que hagamos porque siempre seguiremos estancados en el mismo punto. La cosa consiste en saber lo que hacemos, conocer nuestro equipo, tener curiosidad por las cosas y divertirnos todo lo posible.
El espacio negativo es un elemento compositivo muy potente pero que hay que emplear con bastante cuidado, ya que se trata de centrar la atención del espectador en un motivo muy concreto dejando el resto de la imagen sin contenido ni interés mediante la adopción de un fondo uniforme y sin textura.
Como siempre, se trata de atraer la atención del espectador hacia el motivo principal de la fotografía. Un poco como cuando empleamos distancias focales largas y aperturas grandes para aislar el sujeto principal del fondo a la hora de hacer un retrato; pero en esta ocasión lo vamos a hacer de un modo más radical: haciendo que el fondo carezca del más mínimo interés para el espectador.
Esto lo podemos conseguir mediante la compensación de exposición (para obtener fondos muy claros o muy oscuros), fotografiando al motivo empleando una perspectiva tal que no aparezcan elementos en el fondo o bien en post-proceso. Lo que hagamos dependerá de la situación, del motivo y de nuestras habilidades; pero al final la cosa consiste en que el fondo sencillamente desaparezca del mapa.
Como os decía, hay que tener cuidado a la hora de emplear esta técnica porque corremos el riesgo de que la imagen no diga absolutamente nada. Por tanto, debemos de ser precavidos al elegir al motivo de nuestra fotografía, pues sus formas han de ser atractivas y perfectamente reconocibles por el espectador si queremos que nuestra imagen funcione.
Si el motivo no tiene interés y el fondo no existe ya me diréis qué atractivo va a tener nuestra fotografía; por lo que si decidimos emplear esta técnica tenemos que estar muy seguros de lo que estamos haciendo.
En resumidas cuentas, el espacio negativo es sencillo de aplicar (además de ser una técnica muy recomendable para potenciar nuestra creatividad) pero siempre hemos de asegurarnos de que la fotografía resultante posea fuerza y atractivo visual. Si no es así, será mejor emplear otros recursos compositivos más clásicos y menos arriesgados.
Que una buena iluminación es un elemento decisivo a la hora de hacer una fotografía es algo incuestionable. En el pasado hemos hablado de las formas de plasmar un atardecer o de la importancia de elegir el instante preciso; pero hoy me gustaría abordar una cuestión algo más técnica: las texturas.
A simple vista, un elemento se distingue por tres factores: forma, color y textura. A la hora de retratar ese elemento, podemos «modificar» su forma variando nuestro punto de vista o la distancia focal empleada. Del mismo modo, podemos alterar el color en mayor o menor medida empleando para ello el balance de blancos; pero ¿qué pasa con la textura?
Pues bien, para modificar la textura de un objeto sólo hay un modo de hacerlo (aparte de usar una lija, claro está) y es jugando con la luz que lo ilumina.
A grandes rasgos se puede afimar que una luz que incida de manera oblicua sobre el elemento fotografiado va a resaltar el relieve de su superficie; mientras que si incide de forma perpendicular va a hacer que esas mismas rugosidades se aprecien en menor medida debido a las zonas de sombra y luz generadas por los resaltes de la superficie en función de la posición de la fuente de iluminación.
En la imagen anterior tenéis una simple tapa metálica de registro fotografiada a última hora de la tarde, justo cuando los rayos del sol incidían sobre ella lateralmente. Esto hace que se aprecie claramente el característico relieve antideslizante de la misma; algo que sería mucho menos visible si esa misma fotografía estuviera hecha a mediodía dado que no se proyectarían las sombras que veis en ella.
En cualquier caso, que una imagen esté captada en las horas centrales del día no implica ni mucho menos que no pueda tener definición en sus texturas, ya que si los rayos del sol inciden desde lo alto serán los elementos verticales los que resalten el relieve de su superficie.
Es decir, que lo importante para resaltar una textura es que la luz incida de forma oblicua sobre la superficie en cuestión, de modo que hemos de tener en cuenta para ello tanto la posición en el espacio del objeto como la de la fuente de luz empleada.
Como podréis ver, en los ejemplos que ilustran esta entrada he empleado como fuente de luz el propio sol (ya sabéis que no soy muy amigo del flash) pero esto mismo se puede aplicar a luces artificiales y, en general, a cualquier fuente de iluminación que nos podamos encontrar a la hora de plasmar una escena con nuestra cámara.
En todo caso, os recuerdo que si no podéis modificar la posición del objeto ni de la fuente de luz, también podéis recurrir a elementos como los reflectores o el uso del flash de relleno (siempre siendo conscientes de sus limitaciones) para adecuar a vuestro gusto la iluminación del motivo a retratar.
Como siempre, todo es cuestión de echarle imaginación y probar todo lo que se os ocurra.
Ya sabéis lo mucho que me gustan los objetivos de focal fija. Sin ir más lejos, el 35mm f/1.8 suele ser la pareja de mis réflex Nikon en muchas ocasiones ya sea por estas tierras o en algún que otro viaje a Madrid.
Precisamente por eso la compra hace aproximadamente un año de la Olympus E-PL1 sólo tuvo un «pero»; y es que no encontré en aquel momento el kit que venía con el 17mm f/2.8 de la misma marca, teniendo que conformarme con un 14-42 de prestaciones básicas.
Sin embargo, desde hace un tiempo le tenía puesto el ojo encima al Panasonic Lumix G 14mm f/2.5 ASPH, de modo que al final conseguí hacerme con uno que, dicho sea de paso, no he desmontado de la cámara desde el momento en que lo recibí.
Ya os comenté hace poco que lo bueno del estándar micro cuatro tercios es que mientras los objetivos se ajusten a dicha especificación podemos montarlos en el cuerpo que tengamos ya sea de una marca u otra. Por eso aunque esta óptica esté firmada por Panasonic funciona al 100% en los cuerpos Olympus y viceversa (las ópticas Olympus funcionan perfectamente en cuerpos Panasonic).
Tres Oreos apiladas
Había leído que el tamaño de este objetivo es más o menos como el de tres galletas Oreo apiladas; y aunque de primeras pensé que sería una exageración, en cuanto lo tuve en la mano me di cuenta de que la comparación es bastante acertada, porque de verdad que la óptica es realmente diminuta.
Lamentablemente no tengo por aquí tres galletas de la conocida marca para hacer la comparación; pero sí una moneda de dos euros y mi Nikkor AF-S 35mm f/1.8 para que veáis lo poco que abulta esta pequeña creación de Panasonic.
La bayoneta es metálica, el cuerpo (sin las tapas protectoras) mide apenas un par de centímetros de grosor y la lente frontal ni sobresale ni es de gran tamaño; por lo que estamos ante una óptica de lo más discreta que no atraerá demasiadas miradas ajenas como ocurre, por ejemplo, cuando llevo la D300 con el Nikkor 80-200 f/2.8.
Todavía recuerdo cuando una pareja pasó a mi lado mientras hacía fotos del triatlón que se celebró recientemente por aquí y ella dijo «Uy mira, parece que esto va a salir en el periódico» mientras me señalaba claramente a mí.
Una cámara m4/3 con este objetivo de tipo pancake montado en ella dará lugar a un conjunto ligero y de pequeño tamaño que cabrá en cualquier bolsillo amplio (desde luego no en unos vaqueros ajustados) y que nos permitirá captar imágenes de buena calidad siempre que sepamos lo que tenemos entre manos (ya sabéis de mi insistencia en conocer las limitaciones de nuestro equipo).
Para que os hagáis una idea, mi Olympus E-PL1 con el objetivo montado, batería y tarjeta de memoria pesa exactamente 400 gramos; mientras que una Nikon D40 con el 35mm f/1.8 que os decía antes sube hasta los 780 gramos.
Es un angular
Como ya sabréis, el formato m4/3 tiene un factor de recorte de 2x, de modo que este 14mm va a darnos un ángulo de visión similar al de un 28mm montado en una cámara full frame: una focal de lo más clásica que siempre ha sido un referente para la fotografía social dado que al entrar en el terreno del angular nos permitirá situar en su contexto al motivo principal de la imagen.
De todos modos, como siempre os digo, vale que el ángulo de visión sea similar al de un 28mm en una cámara FF; pero en lo que respecta a la percepción «cerca-lejos» es un 14mm y eso es algo que tendremos que tener en cuenta (si lo usamos para hacer un retrato en primerísimo plano la nariz aparecerá más grande de lo normal ocurriendo justo lo contrario con las orejas; aunque eso no siempre tiene por qué ser un problema).
Como ya os he comentado alguna vez, los angulares son mucho más complejos de utilizar que los teleobjetivos, ya que mucha gente tiende a emplearlos para que «entren más cosas en la foto» y esto sólo da lugar a imágenes vacías de contenido dominadas en gran parte por cielos y suelos sin ningún interés.
Un angular sirve para jugar con los conceptos de cerca y lejos; algo para lo que tendremos forzosamente que llenar el encuadre con el motivo principal de nuestra fotografía. Y, claro, con un ángulo de visión tan amplio si queremos hacer eso no nos queda más remedio que acercarnos mucho a lo que queramos retratar (principal motivo por el que no son las mejores ópticas para ir de safari a Kenia).
Por tanto, mi recomendación es la misma que a la hora de emplear cualquier distancia focal corta: acercarse mucho al motivo a fotografiar para llenar el encuadre con él y lograr así un punto de vista muy distinto al que estamos acostumbrados cuando vemos el mundo a través de nuestros ojos.
Características técnicas
Aunque en los primeros párrafos ya os he comentado a grandes rasgos las características de este objetivo, voy a enumerarlas a continuación de una forma más ordenada para aquellos amantes de los datos técnicos. Un aspecto del que yo cada vez paso más para centrarme principalmente en la composición y en jugar con la luz.
Construcción: 6 elementos en 5 grupos (3 elementos asféricos)
Dimensiones: 55 mm de diámetro por 21 mm de grosor (sin tapas)
Haciendo fotos
Aunque parezca una perogrullada, no debemos olvidar que la función de un objetivo es hacer fotos (a no ser que esté estropeado, en cuyo caso podría servir como vistoso pisapapeles) y éste es el punto al que ya tenía ganas de llegar. Nada más tener la óptica en mis manos y alucinar con su pequeño tamaño la monté en la cámara y desde entonces toda la luz que he captado con la E-PL1 ha pasado a través de los cristales del pequeño Panasonic.
Lo primero a destacar con respecto al 14-42 f/3.5-5.6 que venía originalmente con mi cámara es la precisión y la velocidad al enfocar. Una apertura mayor implica que llegará más luz hasta el sensor de la cámara y, por tanto, todo lo que tenga que ver con la evaluación de la imagen en tiempo real por parte de la electrónica interna funcionará mucho mejor.
Es como si nos ponemos a leer un libro bajo la luz del sol o en penumbra. En el primer caso veremos las letras con total claridad y nitidez, mientras que si no disponemos de mucha luz siempre tendremos que forzar más la vista y a veces podemos confundir ciertas letras que tengan trazos similares.
Con respecto a las aperturas disponibles (de f/2.5 a f/22) he de decir que aunque los resultados a plena apertura son bastante buenos, no son uniformes en todo el encuadre. Disparando a f/2.5 el centro de la fotografía aparece nítido y brillante, pero en las esquinas se aprecia cierto viñeteo y pérdida de definición que si bien no son demasiado graves (cuando disparamos a plena apertura es porque queremos centrar la atención del espectador en el motivo principal de la fotografía, que ocupará seguramente todo el centro del encuadre) sí que restan algo de nota a esta óptica.
Si disparamos entre f/3.5 y f/6.3 obtendremos mejor comportamiento en las esquinas; pero entonces obtendremos las mismas imágenes que podríamos captar con el 14-42 que venía originalmente con la cámara. Estamos de acuerdo en que todo objetivo mejora su comportamiento si cerramos ligeramente el diafragma; pero el caso es que si nos compramos un objetivo de apertura generosa será para sacarle partido a esa característica, ¿no?.
Lo que no os recomiendo como norma general es disparar por encima de f/9 aproximadamente porque la pérdida nitidez debida a la difracción empieza a hacerse evidente a simple vista. Ya sabéis que cuanto más pequeño es el tamaño del sensor a mayor apertura (número f más pequeño) comenzará a aparecer la difracción. Además, con una focal tan corta no es necesario cerrar mucho el diafragma para tener una buena profundidad de campo.
Desde mi punto de vista, lo mejor de este 14mm es la ligereza y la discreción que otorga a la cámara; y eso que la E-PL1 no es precisamente una de las m4/3 más pequeñas que hay en el mercado. Me gustaría ver esta misma óptica montada en una E-PM1 porque el conjunto resultante debe de ser del tamaño de una compacta avanzada, sólo que con un sensor de mayor tamaño.
Como podréis ver en algunas fotografías que ilustran este artículo, este 14mm montado en una cámara m4/3 no da ningún tipo de distorsión óptica. Las rectas son rectas aunque discurran cerca de los bordes del encuadre, si bien esta linealidad es producto de la corrección por software que realiza la propia cámara; ya que de no aplicarse las imágenes sí que mostrarían un acusado efecto de barril por lo que he leído en algunos análisis más técnicos de esta óptica.
Del mismo modo, me gusta comprobar que pese a disparar contra fuentes de luz intensas (el sol, sin ir más lejos) no suelen aparecer flares ni reflejos fantasma. Esto nos permitirá captar bellas puestas de sol que lucirán de una forma muy natural. Tampoco parecen apreciarse excesivas aberraciones cromáticas aunque forcemos algunos contraluces.
Conclusiones
Me apetecía mucho hacerme con esta óptica por varios motivos. Uno de ellos es que una focal fija siempre te obliga a moverte más y trabajar los encuadres. No sé si tendréis la misma opinión que yo, pero a veces los zooms nos hacen vagos y en lugar de acercarnos o alejarnos del motivo a fotografiar en busca de nuestra propia perspectiva, nos situamos en un mismo punto y nos limitamos a variar la distancia focal del objetivo. Con un fijo, si queremos acercarnos al motivo a fotografiar tendremos que emplear lo que yo llamo pedestrian zoom.
Por otra parte, como ya os decía antes, los angulares son focales más complicadas de usar que los teleobjetivos. Con un tele podemos centrarnos en los detalles obviando todo el resto de la escena; mientras que con focales cortas tendremos que tener especial cuidado con la composición porque van a aparecer multitud de detalles en el encuadre y alguno de ellos puede dar al traste con una buena foto. Un angular es una buena manera de mejorar nuestra técnica y la percepción del entorno a la hora de hacer nuestras fotografías.
Por último, tenía muchas ganas de poder llevar en un bolsillo una cámara que me diera una buena calidad de imagen. No sé si es que me estoy haciendo mayor o es que cada vez le doy menos importancia a la técnica y más a la creatividad; pero el caso es que hay veces en las que hasta la D40 me parece demasiado voluminosa como para llevármela a dar un simple paseo.
Si voy específicamente a hacer fotos no me importa cargar con la D300 y las ópticas que crea necesarias porque el resultado final hace que merezca la pena el esfuerzo; pero para el día a día valoro algo ligero, discreto y de pequeño tamaño que me permita captar escenas de los sitios por los que voy pasando. Para cumplir con estas premisas, este conjunto de cámara y objetivo del que hoy os hablo se adapta perfectamente.
Más ejemplos
Tal y como os decía antes, un objetivo se usa para hacer fotos, así que considero que puede venir muy bien terminar este análisis con algunas fotografías más captadas a través de esta pequeña y ligera óptica que os ayudarán a haceros una idea de lo que puede ofrecer.
Otros análisis de este mismo objetivo (en inglés)
Por si queréis ampliar información, os dejo enlaces a algunas reviews que leí en su momento y que me ayudaron a decantarme por esta óptica por encima de otras opciones que hay en el mercado.