Rincones: Islas Cíes (Pontevedra)

Creo que fue un brote de síndrome de Stendhal, porque según el barco se iba arrimando al embarcadero yo sólo era capaz de decirle a mi chica: «¡Pero peroooooo… mira el agua. Y mira la arena, qué blanca es… Diossssss, es que el agua parece de cristal… Fíjate cómo se ven las rocas del fondo… y los peces… Míralos, pero míralooooooos!» 150709_160004Tenía la sensación de estar en una playa del caribe; con la vegetación y la arena fundiéndose en una delgada línea y un agua tan clara que parecía sacada de un videojuego. Ya me habían dicho que las islas Cíes me iban a gustar, pero no creí que la cosa iba a ser para tanto. Y lo que más sorprende al visitante que para llegar a este paraíso terrenal tan sólo hay que tomar un barco en el club náutico de Vigo que nos dejará en la isla en menos de 45 minutos y que nos costará (ida y vuelta) entre 10 y 18 euros por persona dependiendo de la naviera que elijamos.

Pero bueno, retomando el hilo de mis recuerdos de aquel día, una vez superada mi euforia inicial llegaba el momento de tomar decisiones: hay en la isla varias rutas para realizar y disponíamos de unas seis horas antes de que zarpara el barco que nos devolvería a Vigo, de modo que tampoco podíamos entretenernos mucho. 150709_154110_01 Decidimos tomar la ruta de los faros y sobre la marcha decidir si subíamos al faro principal o bien nos desviábamos a uno secundario que no tenía tanto desnivel y, por tanto, se podía llegar a él en menos tiempo. La ruta no es que fuera especialmente larga ni complicada; pero dado que eran las horas centrales del día y que aquella jornada hacía un calor especialmente intenso para ser tierras gallegas preferimos no arriesgar y visitar el faro «pequeño». 150709_151654No quiero alargarme mucho en mis descripciones porque este tipo de entradas son principalmente gráficas; pero sí os diré que nos íbamos sorprendiendo y maravillando a partes iguales a medida que íbamos recorriendo la isla. Playas paradisíacas, embarcaderos de cuento, vistas maravillosas de las islas vecinas, gaviotas sobrevolando nuestras cabezas… Recuerdo especialmente cuando a las tres de la tarde, cansados ya de caminar, nos sentamos en una roca a la sombra de unos árboles y allí nos pusimos a comer unos bocadillos que nos supieron a gloria. Luego, ya con ánimos renovados, emprendimos el tramo final hacia el faro. Un tramo en el que no había sombra en la que cobijarse a esas horas de la tarde. 150709_132332La verdad es que mereció la pena visitar el faro pequeño viendo el infierno de rampas que dan acceso al faro principal. Obviamente la vista desde aquella elevación debía de ser espectacular; pero desde nuestra privilegiada posición estábamos muy cerca de la isla sur (a la cual sólo se puede acceder en barco privado o bien con unas barcas que salen desde la propia isla principal) y la perspectiva desde allí era muy muy bonita a costa de invertir mucha menos energía en llegar al final de la ruta. 150709_151909 El camino de regreso fue el mismo que el de la ida pero en sentido inverso; sólo que esta vez el sol empezaba a estar ya más bajo y las playas estaban todavía más radiantes de luz y de color. Prueba de ello son las fotos que tenéis a continuación y que intentan plasmar lo que vimos aquel día inolvidable. 150709_155711150709_135713 Por último, al llegar ya a las cercanías del embarcadero y viendo que todavía nos quedaba casi una hora para que saliera nuestro barco, optamos por pasar un rato en la playa y refrescarnos en aquellas aguas que tanto nos llamaban la atención. Volvimos a nuestro alojamiento con la sensación de haber vivido un día fantástico y de haber descubierto un rincón que había elevado (y mucho) el listón de los lugares visitados. Va a ser complicado descubrir un sitio con más encanto que las islas Cíes, pero estoy seguro de que al final lo lograremos. 150709_125743150709_171435 ¡Nos leemos!