No todo eran paisajes en Oropesa del Mar (aunque volveremos a ellos más adelante) porque también había otros elementos que llamaban la atención de quien no se limita a ir de un punto a otro sin detenerse a mirar lo que hay a su alrededor.
Dado que la costa levantina es uno de los más claros exponentes del «ladrillazo» que prosperó en España durante la primera mitad de la década pasada, son numerosos los ejemplos prácticos de la crisis de la construcción en forma de esqueletos de viviendas a medio construir por éste y otros rincones de nuestro país.
En uno de mis paseos por una zona de chalets cercana a la playa de La Concha existía (y supongo que sigue existiendo) una interminable fila de pareados en los que apenas estaban levantados los tabiques externos y la estructura de la escalera que iba desde el garaje hasta la planta baja. Una especie de radiografía que dejaba a la luz la fragilidad de la economía cuando las cosas se hacen sin pensar en el día de mañana.
Lo que me hizo pulsar el disparador en esta ocasión fue la extraña iluminación proveniente del piso superior, ya que le daba un aire muy cinematográfico. Y eso sin contar con esa silla volcada (que añade un sutil «toque Tarantino» a la escena) y los desvencijados puntales metálicos que sujetaban la estructura de la escalera. Por último, comentar que el elemento clave de la composición es la propia línea diagonal que trazan los escalones y que es la que divide el fotograma en dos zonas donde reinan la luz y la penumbra respectivamente.
El mar, los atardeceres, las montañas… son elementos que durante el tiempo que viví en Oropesa fueron para mí fuente de inspiración; pero también es verdad que algunos elementos construidos por la mano del hombre pueden dar lugar a imágenes muy potentes.
¡Hasta la próxima foto!