En casa nunca hemos tenido mucha costumbre de celebrar el Carnaval, pero en el del año 1986 a mis padres les pareció divertido vestirme de karateka y hacerme posar de esa guisa delante de la cámara de fotos. Fruto de aquello salieron unas cuantas diapositivas de las que he seleccionado la siguiente por ser aquella en la que menos ridículo aparezco.
Al margen de mis escasas cualidades para las artes marciales, en la escasa porción de habitación que aparece en la fotografía podéis distinguir un colorido elemento que destaca sobre los demás: la casa de los Pitufos. Se trata de uno de los juguetes que recuerdo con más cariño porque aunque hace ya años que acabó en la basura, fueron innumerables las horas pasadas jugando con mis Playmobil como habitantes de la misma.
Y ya que estamos con estos temas, me gustaría contaros que yo era un niño extremadamente cuidadoso con mis juguetes, pero la llegada de mi hermano (que en esta época tenía dos años recién cumplidos) hizo que todas esas cosas que trataba con esmero acabaran destrozadas gracias a su costumbre de patear todo lo que tenía a mano y lanzar cosas por la terraza en cuanto veía la puerta abierta. De hecho, una de las pérdidas que más me dolió (junto con unos cuantos juegos de Spectrum que acabaron estampados sobre la calle) fue precisamente una nave espacial de Playmobil sobre la que un día mi hermano decidió ponerse de pie destrozándola en mil pedazos.
Y es que aunque si hoy en día le conocéis y veis que casi ni se atreve a toser sobre su iPhone o que no os deja sentaros sobre su cama «porque se arruga», os aseguro que tiene un pasado de «destrozón» que en su día me provocó mil y una lágrimas.
Dentro de unos días escribiré algo sobre una foto de 1987 de la que recuerdo perfectamente cómo y dónde se hizo. Ya os contaré… ^__^