Recuerdos de Oropesa (III)

La fotografía que ilustra la entrada de hoy la capté a primera hora de la tarde de un lunes de primavera cuando iba de camino a mi trabajo en Oropesa del mar.

Pasa la vida

Pulsé el disparador porque quería transmitir una sensación con esa fotografía: que el tiempo es fugaz, que aunque hoy estamos aquí puede que mañana nos despertemos en otro lugar y, sobre todo, que vayamos hacia donde vayamos nunca debemos de olvidar nuestros orígenes. De ahí la importancia del retrovisor; porque si está ahí puesto es para que por muy rápido que avancemos siempre podamos mirar hacia atrás de un simple vistazo.

A nivel técnico la fotografía es muy simple, ya que se basa en enfocar al infinito para obtener nitidez en el reflejo y conseguir un tiempo de disparo más o menos largo con idea de dar una cierta sensación de movimiento (algo que se aprecia en el asfalto). En cuanto a la composición, he tratado de centrar el espejo tratando de llenar con él buena parte del encuadre y al mismo tiempo intentar que aparezca también el marco de la ventanilla para situar así al espectador en el contexto de la imagen.

No echo de menos aquellos días a orillas del Mediterráneo porque me siento muy feliz de haber vuelto a Madrid; pero he de admitir que tenía cierto encanto aquello de que el camino hacia la oficina estuviera flanqueado por cientos de almendros y naranjos.

¡Hasta la próxima fotografía!

La virtud de la paciencia

Hay gente que no lleva nada bien las esperas por breves que sean. Se trata de esas personas que todos hemos visto alguna vez y que se caracterizan porque en la consulta del médico están dando paseos de esquina a esquina constantemente, en el supermercado se lanzan en pos de ser los primeros de la fila de la caja que acaban de abrir y a la hora de conducir circulan a escasos centímetros del parachoques del vehículo que les precede.

La espera eterna

A mí, sin embargo, las esperas nunca me han supuesto ningún problema: de hecho me gusta llegar a los sitios con tiempo para, una vez allí, dedicarme a observar el entorno y recrearme en algunos detalles. Cuando quedo con alguien a una hora determinada y se retrasa un rato en la mayoría de las ocasiones viene pidiéndome perdón por la tardanza; y aunque sé que mi habitual «no te preocupes, a mí no me importa esperar» le suena a forma políticamente correcta de aceptar sus disculpas, en realidad le estoy diciendo una verdad como una catedral. Para mí, una espera no es una pérdida de tiempo; sino una ocasión perfecta para detenerse por un rato, mirar alrededor y aprender todo lo posible.

Esto mismo aplicado a una escala mayor representa mi propia filosofía de vida según la cual lo importante no es tomar atajos para llegar a los sitios lo antes posible; sino elegir un itinerario que te permita contemplar paisajes desconocidos de los que poder disfrutar y aprender al mismo tiempo. Precisamente, la carretera por la que circulo desde hace meses me sigue enseñando cosas sorprendentes cada día, pero en la lejanía veo un pueblo costero en el que voy a hospedarme durante unos días para empezar a trazar mi futuro más inmediato.

Carreteras

Al fin y al cabo, las carreteras menos transitadas son las que llevan a los lugares más bellos.

M-230, Km 3

La vida es una carretera de montaña en la que nunca se sabe lo que vendrá detrás de cada curva. En ocasiones una placa de hielo nos pillará desprevenidos y nos dará un buen susto; pero otras veces tendremos ante nuestros ojos un paisaje de ensueño que merecerá la pena contemplar.

Sea como sea, mi filosofía de vida consiste en no tomar atajos, circular a la velocidad adecuada e ir con los ojos bien abiertos para aprender todo lo posible durante el trayecto. De ese modo, cuando uno llega a su destino lo hace con una sonrisa en la cara y la sensación de que cada kilómetro ha merecido la pena.

Los recuerdos del L’Atall

Durante los días que pasé recientemente en Oropesa del Mar hubo una tarde en la que me puse a caminar hasta llegar al inicio del camino L’Atall». Allí, a apenas unos metros del nuevo centro médico recién inaugurado distinguí un edificio que me transportó a aquellos años en los que compartía mañanas, tardes y noches de verano con mis amigos y que tan atrás parecen haber quedado ya.

Cine L'Atall

El cine L’Atall cerró hace ya varios años y daba por hecho que habría sido derribado para construir en su lugar algún edificio de apartamentos como ha ocurrido con buena parte de los terrenos que rodean a esta localidad castellonense. Desde principios de los 90, el perfil de esta zona costera ha cambiado radicalmente y ya nadie se extraña si de un año para otro ha aparecido alguna nueva mole de ladrillos en cualquier lugar.

En Oropesa llegó a haber tres salas de cine por aquellas épocas. Bueno, llamarlas salas no es del todo correcto porque en realidad dos de ellas eran terrazas al aire libre y la tercera (situada muy cerca de la plaza del pueblo) añadía una zona cerrada que se utilizaba durante el invierno. En aquellos cines vi varias películas de la época con mis amigos, pero de la sesión que más recuerdos guardo fue la de aquella noche de 1990 en la que fuimos a ver La Sirenita precisamente en ese cine que podéis ver en la foto de ahí arriba.

A nuestras edades (yo tenía 10 años por aquel entonces) jamás se nos hubiera ocurrido ir caminando en plena noche por el borde de la carretera que sale del pueblo hasta alcanzar esa verja metálica que franquea la entrada al recinto, de modo que la madre de una de las chicas de la pandilla se ofreció a llevarnos en coche, metiéndonos un total de ocho personas en un Seat Ibiza de la época. Una vez allí, salimos a presión de aquel coche, vimos la película y al término de la misma volvimos a repetir la maniobra de acoplamiento para poder entrar todos en aquel coche tan pequeño. Y menos mal que eramos todos bastante delgados y no excesivamente altos, porque si no a alguno le hubiera tocado ir en el maletero.

De la película la verdad es que no recuerdo gran cosa; pero sí que ha vuelto varias veces a mi memoria aquella sensación tan aventurera que suponía ir al cine L’Atall. Aquella noche fue la última vez que vi una película sentado en sus butacas porque en los años posteriores los integrantes de aquella pandilla fuimos separándonos poco a poco y cuando quise darme cuenta me enteré de que el cine había cerrado sus puertas.

Por eso me sorprendió tanto descubrir que, pese a tener sus puertas ocultas bajo gruesos tablones de madera y ver crecer las hierbas sin control en la explanada donde la gente hacía cola para comprar las entradas, el edificio estaba prácticamente intacto.

Mirándolo detenidamente me pareció volver a aquellos años locos donde cada pequeña experiencia que se saliera de lo normal era para nosotros toda una hazaña; y os aseguro que sentir algo así, aunque sólo sea por un segundo, es algo muy grande.

Conduciendo por la vida

A la hora en la que vuelvo del trabajo no hay ni un sólo lugar en mi barrio donde aparcar, de modo que siempre dejo el coche en una zona de chalets a unos cinco minutos de casa. Esto no me supone un gran problema (aunque hay gente que vendería su alma al diablo con tal de no dar tres pasos) pero como nunca me ha gustado ir por las mañanas con prisas, siempre que tengo oportunidad trato de acercar el coche al portal si hay huecos libres para así al día siguiente poder quedarme cinco minutos más en la cama  ^__^

Pues bien, puesto que hoy mi empresa me ha dado el día libre, a eso de las nueve de la mañana me he ido a recogerlo con intención de dejarlo por aquí cerca durante el fin de semana. Sin embargo, una vez al volante y cuando ya llevaba unos metros recorridos, se cruzó por mi mente la idea de aprovechar que a esas horas no hay apenas tráfico para irme a dar una vuelta con el coche sin rumbo definido; de modo que eso fue lo que hice: en lugar de dirigirme hacia mi calle, tomé la carretera que lleva a Loeches y continué por ella hasta ir mucho más allá de dicho municipio.

Loeches vs. Madrid

En realidad no sé exactamente hasta donde llegué, porque conduje y conduje por carreteras secundarias entre campos bañados por el sol de la mañana hasta que consideré que había llegado lo suficientemente lejos. La verdad es que no me importaba encontrarme completamente perdido porque estaba disfrutando de un fantástico trayecto entre paisajes relajantes y con la música de Radio 3 acompañándome. De hecho, la omnipresente visión de las cuatro torres de Madrid resplandecientes me mantenía orientado y provocaba en mí una grata sensación de libertad.

Como os digo, llegado a un punto indeterminado en el que tuve la impresión de que ya estaba lo suficientemente lejos de casa comencé a buscar un acceso a la autovía A-2 para que me llevara de vuelta a Alcalá de Henares. Y el caso es que tuve suerte porque no tardé demasiado en ello: un cartel que indicaba un desvío hacia Valdemingomez también marcaba el camino a tomar para salir a la autopista que buscaba, de modo que en apenas un par de minutos estaba circulando a 120 Km/h dirección Zaragoza y poco después la silueta del cerro del Viso en la lejanía me indicaba que mi excursión empezaba a terminar.

120

Durante ese tiempo en soledad también aproveché para pensar en todas las cosas que me están ocurriendo últimamente y, de hecho, como si de una metáfora de mi propia vida se tratara, me di cuenta de que nos pasamos nuestra existencia en un camino del que no sabemos lo que habrá detrás de la siguiente curva. A veces hay barrancos temibles, pero en ocasiones también te puedes encontrar con preciosos campos de trigo dorado.

Cuando llegué a mi casa eran poco más de las diez de la mañana, de modo que mi paseo había durado aproximadamente una hora y durante ese tiempo había recorrido algo más de noventa kilómetros. Un trayecto que tal vez algunos de vosotros veáis como una pérdida de tiempo y/o como una forma de gastar gasolina a lo tonto; pero yo, que siempre me alimento de buenas sensaciones y pequeños detalles, los encontré a montones en medio de ninguna parte.

Tráfico

La historia de la autopista A-2 a su paso por Alcalá de Henares

A estas alturas ya sabréis que soy muy aficionado a la historia reciente de Alcalá de Henares. Es la ciudad en la que resido desde 1984 y a la que tengo bastante apego porque creo que aúna lo mejor de un lugar medianamente tranquilo con las comodidades de una urbe moderna.

Y hablando de Alcalá, precisamente hace unos días mi compañera de trabajo me preguntaba que si la carretera A-2 había pasado alguna vez por el centro de la ciudad, ya que en la mañana anterior alguien le había hablado de «la antigua nacional dos». Pues bien, un par de minutos después y gracias a la ayuda de google maps ya estaba situado sobre la ciudad complutense dispuesto a darle a María una clase teórica sobre trazados de carreteras en la actualidad y en el pasado.

María quedó muy contenta con mi charla, de modo que enseguida pensé en redactar una entrada en el blog hablando del tema, pues considero que puede resultar un tema interesante para cualquier persona, así que… ¡Vamos a ello! 😉

Cruzando puentes con la mirada

La A-2 es la autopista que une Madrid con Barcelona pasando por Guadalajara y Zaragoza en una trayectoria prácticamente recta. A su paso por Alcalá de Henares describe una curva muy amplia de tal modo que si vamos hacia la ciudad condal dejaremos la cuna de Cervantes a nuestra derecha. Cualquiera que no conozca la historia alcalaína pensará que esto ha sido así desde el principio de los tiempos; pero hoy os mostraré que este trazado es relativamente reciente y que hace años la carretera pasaba directamente por el centro de la ciudad.

Que yo sepa, ha habido en total tres trazados diferentes, así que vamos a ir viéndolos en imágenes comenzando por el más antiguo:

EL TRAZADO ORIGINAL DE LA CARRETERA MADRID-BARCELONA

Puerta de Madrid

Resulta sorprendente comprobar que hace varias décadas la ruta que hoy conocemos como «carretera Madrid – Barcelona» seguía el trazado del viejo camino real que atravesaba la ciudad de Oeste a Este. Este trazado data de la edad media y atravesaba la ciudad por su parte central (bueno, prácticamente su única calle en los tiempos posteriores su fundación) de Oeste a Este.

Dicho camino tiene su origen en la antigua calzada romana que recorría el valle del Henares uniendo las ciudades de Mérida, Toledo, Titulcia, Complutum (o lo que es lo mismo: Alcalá) y de ahí a Caesar Augusta (Zaragoza) y a Tarraco (Tarragona) para seguir hasta Barcino y a la frontera con Francia. Como podéis ver, la misma N-II pero en calzada.

primer-mapa

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En el mapa que tenéis aquí encima podéis ver el trazado aproximado de aquella ruta sobreimpreso a las actuales calles de la ciudad. Su discurrir alcalaíno comenzaba en lo que hoy son las ruinas de Complutum y se adentraba en la ciudad por el Camino del Juncal para continuar por la avenida Nuñez de Guzman. A continuación atravesaba las calles Postigo y Victoria, la Plaza de los Santos Niños, las calles Escritorios, Santa Úrsula y Colegios para tomar a continuación el Paseo del Val, desviarse por Lope de Figueroa, tomar el actual Camino de los Afligidos y finalmente, aproximadamente a la altura del centro comercial La Dehesa, seguir por la actual autopista A-2.

EL ANTIGUO TRAZADO DE LA N-II

Via Complutense

La primitiva carretera fue útil mientras los vehículos que circulaban eran poco más que carromatos tirados por caballos. Cuando los coches y camiones propulsados a motor fueron poco a poco conquistando los caminos y los viajes se empezaron a popularizar, aquella vía que atravesaba la ciudad bajo la puerta de Madrid y que se adentraba por las calles Mayor y Libreros se convirtió en una fuente de problemas y hubo que optar por buscar una solución acorde a los nuevos tiempos.

Calle Carmen Calzado en 1963

En algún instante entre los años 1918 y 1958 (hasta el momento me ha sido imposible fijar una fecha exacta) se construyó el segundo trazado de la carretera N-II a su paso por Alcalá de Henares: una pequeña ciudad que apenas tenía casas más allá de las murallas que la delimitaban. Precisamente por eso aquella carretera se ideó de forma paralela a la muralla Norte y a escasos metros de ella como podemos ver en la siguiente imagen.

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Originalmente esta vía consistía en un simple camino de tierra preexistente (en las fotografías de la zona hacia los años 1910/1915 se puede apreciar con claridad) pero en un momento indeterminado de mediados de siglo, este camino se asfaltó convirtiéndose en una importante travesía que dejaba al trazado original relegado a un uso estrictamente urbano.

Si elevamos un poco más nuestro punto de vista nos vamos a encontrar con una importante calle de dos carriles en cada sentido llamada «Vía complutense» (marcada en color amarillo en la siguiente imagen) que atraviesa la ciudad de izquierda a derecha bordeando el centro histórico de la misma por su parte Norte. Dicha vía no es otra que la antigua N-II, y lo más sorprendente es que hasta el año 1985 todos los vehículos que se dirigían hacia Barcelona procedentes de la capital tenían que pasar forzosamente por allí.

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Tráfico a media tarde

Poco a poco Alcalá fue creciendo en todos los sentidos y lo que era una carretera que bordeaba la ciudad acabó prácticamente atravesándola por su parte central. Evidentemente esto no suponía ningún problema cuando el parque automovilístico en España era escaso (algo que podéis apreciar en muchas de las fotografías originales de la serie Alcalá de Henares ayer y hoy) pero cuando en los primeros compases de la década de los ochenta los coches empezaron a aflorar como las margaritas en primavera, el tráfico por Alcalá empezó a ser una importante preocupación para políticos y ciudadanos que obligó a diseñar un nuevo trazado que es el ahora vigente.

EL TRAZADO ACTUAL DE LA AUTOPISTA A-2

La actual autopista data del año 1985 y es el trazado que está marcado en color naranja en la siguiente imagen. Podéis apreciar cómo evita el centro de la ciudad (como es lógico) atravesando los polígonos industriales de la zona norte de Alcalá y dejando aislado al campus universitario de ciencias (parte superior derecha de la imagen) del resto de la urbe.

Para que veáis la diferencia con la carretera anterior, ésta sigue marcada en color amarillo pálido y se puede distinguir perfectamente porque atraviesa la ciudad por el centro prácticamente en línea recta (sólo hemos subido de altitud con respecto a la captura anterior).

Vista general del trazado de la A-2 a su paso por Alcalá de Henares

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¿Os imagináis el tráfico de una carretera tan importante como la A-2 circulando por las estrechas calles del centro de la ciudad? Es cierto que resultaría como mínimo sorprendente, pero si pensáis en esa infinidad de pequeños pueblos atravesados por alguna de las pequeñas carreteras que todavía existen en España comprenderéis que lo que ha sucedido en Alcalá de Henares no es más que una evolución lógica necesaria para adaptarse a los nuevos tiempos.

La calle mayor

Bueno, espero que os haya entretenido este pequeño reportaje y os haya enseñado alguna cosilla que no conociérais. Yo he de reconocer que he disfrutado mucho informándome y recopilando imágenes de las diferentes épocas pese a que se me han ido unas cuantas horas en su confección, pero no importa, y de hecho todavía voy a dar unas cuantas vueltas más para ver si consigo averiguar el año exacto de inauguración del segundo trazado para así dejar el reportaje completamente terminado. Tras muchos libros consultados y muchas personas preguntadas, ese es un dato que todavía no he conseguido sacar a la luz, pero no quiero retrasar más la puesta de largo de estas líneas. Cuando consiga el dato ya actualizaré ligeramente el artículo, pero creo que tal y como está ahora mismo servirá para despertar la curiosidad de algunos de vosotros y por eso he elegido el día de hoy para mostraros esto.

De todos modos no quisiera terminar este artículo sin dar las gracias a la oficina de turismo de Alcalá de Henares por toda la lata que les he dado a base de preguntas, a la encargada de la biblioteca del distrito IV por mostrarme algunos libros que me han sido de gran ayuda y también a Maza y a Manolo; dos lectores que me apuntaron en los comentarios importantes datos sobre el origen romano de esta carretera y el trazado exacto de la misma respectivamente. Sin su inestimable ayuda muchos datos se me hubieran pasado por alto y el reportaje hubiera quedado bastante «cojo».

Como os decía, espero que estos párrafos hayan sido de vuestro agrado. ¡Gracias por vuestro tiempo!  😉

Paisajes (I)

Aunque las nubes siempre me habían llamado la atención como os decía en el post anterior, también es cierto que hasta que hace un par de años nunca pude apreciar la fotografía de paisajes como es debido. En la ciudad es raro encontrar extensiones de campo tan grandes como para captar una imagen en la que no aparezca rastro alguno de edificio y por lo tanto la sensación de amplitud es menor; pero eso no era así en un pequeño pueblecito de Soria en el que estuve durante una semana hace dos veranos y en el que miraras hacia donde miraras las espigas, los caminos de tierra y los árboles se perdían en el infinito.

Aquellos días capté varios centenares de imágenes con mi cámara; pero estas tres que muestran kilómetros y kilómetros de campo son, para mí, bastante representativas de lo que se puede encontrar uno cuando se aleja de la ruidosa urbe.

El camino II

Campos sin fin

El camino