Roban la cuenta de iTunes a mi hermana y usan su tarjeta para hacer compras

Mi hermana es una de esas personas que se loguea alegremente para mirar el correo en cualquier ordenador. Por eso tampoco me extrañó mucho que esta mañana (ahora mismo está en Alcalá pasando unos días) me comentara que le habían llegado un par de pagos de la iTunes store por cosas que no había comprado. En concreto tenía un pago de un euro de hace un par de semanas y otro de 28 euros del jueves pasado. El caso es que entre mi hermano, ella y yo estuvimos «atando cabos» y llegamos a reconstruir lo que había ocurrido; así que os lo comento aquí para que no os ocurra lo mismo que a ella:

Como os decía, mi hermana no tiene reparos a la hora de hacer login en cualquier ordenador para mirar el correo; siendo desde mi punto de vista una práctica muy poco recomendable tal y como os comenté hace ya unos meses. Obviamente a ella también le comenté este asunto en su momento pero, como mucha gente, no creía que fuera a pasar nada (y ya sabéis que nunca pasa nada… hasta que pasa). No sé si en aquel momento pensaría que era un poco exagerado en cuanto a medidas de seguridad a la hora de navegar por Internet; pero el caso es que al final parece que algo de razón tengo.

El problema es que mi hermana no sólo se saltó mi regla básica de no hacer login más que en ordenadores propios; sino que además tenía la misma contraseña en todos sitios, de modo que el agujero de seguridad era bastante grande. La cosa es que en alguno de los ordenadores desde los que consultó el correo alguna vez debía de haber un troyano de tipo keylogger que, sin que nos demos cuenta, se dedica a mandar todo lo tecleado a una dirección de Internet, de tal modo que no tiene ninguna ciencia descubrir el nombre de usuario y la contraseña de la persona que está utilizándolo.

Pues bien, una vez que la persona recibió los datos de mi hermana se ve que aprovechó para entrar a su correo y al ver que tenía cuenta en la iTunes store (suponemos que leyó algún correo remitido por Apple) intentó meterse allí empleando los mismos datos de acceso de la cuenta de email para ver si «sonaba la flauta». Y puesto que la contraseña para ambos sitios era la misma, a partir de ese momento pudo hacer y deshacer a voluntad todo lo que quiso; algo especialmente peligroso si tenemos en cuenta que toda cuenta de iTunes store va asociada a una tarjeta bancaria (si no, no se puede crear dicha cuenta).

Lo primero que hizo el ladrón fue cambiar la dirección de email asociada con la cuenta de la iTunes store por una con el mismo nombre de usuario pero asociada a una sospechosa web China, de modo que a partir de ese momento todas las facturas de las compras realizadas ahí irían al mail de esa persona en lugar del de mi hermana. De ese modo, a no ser que ella mirara los movimientos de la cuenta bancaria, no se daría cuenta de que alguien estaba haciendo compras con su cuenta. Además, como es lógico, también cambió la contraseña de acceso para así hacerla perder el control por completo de su propia cuenta de iTunes.

Tal y como os comenté al principio, el ladrón hizo dos pagos con la cuenta una vez robada: uno de un euro (suponemos que para comprobar que tenía acceso) y luego unos días después otro por valor de 28 euros. Ya sé que no es una gran suma, pero daos cuenta de que es muy lógico actuar así por parte del ladrón. Si tenemos la nómina y varios recibos domiciliados en la cuenta, entre los movimientos de cada mes un pago de unos treinta euros de vez en cuando se nos puede pasar completamente desapercibido. De hecho, si no llega a ser porque se metió en la web del banco y miró el extracto de su cuenta muy posiblemente ni se hubiera dado cuenta.

Obviamente ese tío no va a salir de pobre con esos 28 euros, pero pensad que si todos los días fusila alguna que otra cuenta y se dedica a hacer compras por importes similares (que de algún modo luego recibirá en dinero contante y sonante; aunque eso no sé cómo lo llevará a cabo) en un par de meses puede juntar una suma importante. Es decir, que como se suele decir: «Grano no hace granero, pero ayuda al compañero».

Lo que hemos hecho para solucionar el tema es llamar al banco y comentarles esto mismo, anulando al momento la tarjeta de mi hermana. Dentro de unos días le llegará otra con un número diferente, de tal modo que a partir de este momento el ladrón no podrá comprar nada más en la iTunes store usando la cuenta de mi hermana; pero aun así me temo que los 29 euros que le han robado no va a poder recuperarlos. De todos modos, el lunes llamará a Apple para comentar el caso (la atención al cliente sólo funciona de lunes a viernes) para ver si se puede hacer algo más.

Cómo evitar este tipo de fraudes

Para evitar que os suceda algo así, os remito a lo que aconsejé en la entrada reseñada anteriormente sobre cómo navegar con seguridad en Internet y que se resume en no mirar el correo más que en ordenadores de confianza y tener una contraseña para cada sitio en el que estemos registrados. No hace falta que sean contraseñas completamente distintas; pero sí que es una buena idea tener una «raíz común» en todas ellas y luego añadir un sufijo diferente para cada web.

Por ejemplo, podemos tener como raíz una combinación extraña de letras y números (por ejemplo 3498crynjarv88) y luego para cada sitio añadir algo relacionado pero no excesivamente sencillo de adivinar. Podemos usar buzoneo para el email, amigotes para Facebook, piopio para Twitter… El caso es echarle un poco de imaginación. Del mismo modo, os recomiendo que desactivéis la pregunta secreta para recuperar las contraseñas olvidadas, porque representa un riesgo considerable para la integridad de nuestros datos.

Hay que reconocer que mi hermana ha tenido relativa buena suerte, porque aunque el cargo ha sido de 29 euros en total, también podría haber sido diez veces esa cantidad y el ladrón igualmente hubiera salido tan campante; de tal modo que haber aprendido esta lección sobre seguridad en Internet no le ha salido demasiado caro dentro de lo que cabe. En cualquier caso, tentar a la suerte no es una buena idea, así que mejor os recomiendo extremar las precauciones y siempre actuar con lógica en todo aquello relacionado con los datos personales en Internet.

Batallitas

Me estoy dando cuenta de que estos días me siento especialmente sensible ante las cosas que me rodean: si ayer os mostraba una fotografía que hablaba sobre la belleza oculta de la geometría urbana, hoy me gustaría enseñaros algo relacionado con contar historias y batallitas, que es algo que suelo hacer con frecuencia en este blog.

Batallitas

Esta pareja de ancianos captó mi atención en cuanto los vi a lo lejos: sentados al sol en un banco, uno de ellos no paraba de hablar apasionadamente mientras el otro escuchaba con mucha atención (al menos esa era la impresión que daba). Estampas cotidianas de los domingos por la mañana que, por suerte, nunca cambiarán.

Marranos de sábado noche

Ya sabéis que siempre voy por la calle fijándome en las cosas que me rodean, tanto en las buenas como en las malas. Y precisamente por eso hoy quiero hacer hincapié en lo vergonzoso que resulta encontrarse esta estampa cada domingo por la mañana en muchos rincones de la ciudad.

Marranos de sábado noche

El hecho de dejar el banco de un parque lleno de bolsas, botellas y vasos ya es de por si bastante lamentable. Sin embargo, lo es todavía más cuando a escasos diez metros hay una papelera completamente vacía en la que se podían haber depositado todos esos desperdicios sin mayor problema.

Entiendo que haya gente que practique el botellón por los motivos que les parezcan oportunos; pero lo que no es admisible es que para el disfrute de unos pocos, los parques de la ciudad tengan que amanecer llenos de basura.

Hay personas a la que se les llena la boca exigiendo derechos; pero a la hora de la verdad se saltan a la torera hasta las normas más básicas de convivencia. Así nos va.

Lugares abandonados (25): el mini-mercado del campus universitario

Ignoro por completo qué ha llevado a un abandono casi total al pequeño centro comercial situado en el campus universitario de Alcalá de Henares. Hace unos años uno podía encontrar allí varios negocios como una copistería, una autoescuela o una tienda de alimentación entre otras cosas; pero a día de hoy lo único que queda es una sucursal del banco Central Hispano y un pequeño estanco en la parte exterior del recinto.

Mini-mercado en el campus universitario

Mini-mercado en el campus universitario

En la parte interna no queda absolutamente nada abierto: todo son cierres metálicos bajados, polvo y penumbra. Ni rastro de actividad en ningún lugar pese a que las residencias universitarias que hay junto a este lugar siguen llenas de estudiantes que, supongo, habrán decidido hacer sus compras en el Mercadona que hay a apenas 500 metros de este lugar.

Incluso el siempre bullicioso gimnasio parece haber perdido toda su actividad desde hace mucho tiempo viendo sus máquinas cubiertas de polvo y los grafittis que hay en los cristales.

Gimnasio abandonado en el mini-mercado del campus universitario

Hacía tiempo que no publicaba fotografías de estos lugares abandonados que siempre me llaman tanto la atención; y espero hacerlo más a menudo porque cuando me pongo a recordar cosas como las que viví en los alrededores de este mercado abandonado (sin ir más lejos una novia de aquellos años se sacó el carnet de conducir en la autoescuela que os decía antes) me traslado por unos instantes a épocas pasadas que ya no volverán.

A veces veo anuncios de ING por la calle

Cada vez que paso cerca de alguno de los bancos que hay en los aledaños de la playa de La Concha en Oropesa del Mar pienso que los encargados de pintarlos deben tener acciones en el ING.

¿Al ver la fotografía no se os viene a la cabeza Matías Prats diciendo Tu banco y cada día el de más gente ?  😀

ING

El credi-Tom

El sueño de hoy es un poco raro y mezcla de bastantes cosas (esto es algo que ya no me sorprende). Es curioso que haya recordado mis sueños de tres noches en el plazo de cinco días, pero me alegro por ello. A ver si con un poco de suerte encadeno una buena racha y os voy contando algunos más. De momento os dejo con el de hace un rato:

Camino de las oficinas de Nintendo en Madrid me encuentro con mi amigo Tomás (aunque yo le suelo llamar Tom) sentado en la puerta de un banco (Cajamadrid para más señas) con una cara de preocupación considerable y al borde del llanto.

Temiéndome que a él o a su familia le hubiera ocurrido algo grave me detengo pese a la prisa que llevo (hasta en los sueños siempre llevo prisa) y le pregunto qué hace ahí, a lo que me responde que ha pedido un crédito al banco y que está esperando la resolución ahí sentado.

Ante mi pregunta de para qué quiere un crédito me responde que es para una plaza de garaje, y que para ello necesita cien mil euros. Yo le entiendo «diez mil», pero él me insiste en que con esa cantidad no se compra ni una plaza para moto y que necesita diez veces más.

El caso es que al final aparece en escena un compañero de otro medio y me pide que le acompañe a Nintendo porque no sabe dónde está, así que le deseo suerte a Tom y me dirijo hacia mi destino acompañado de un tío que tiene los aros olímpicos tatuados en el brazo derecho.

Una vez en la puerta de Nintendo me doy cuenta de que me he olvidado mi cámara de fotos en la puerta del banco, así que vuelvo corriendo a aquel lugar para recuperarla. Allí me encuentro una lata de cocacola flotando en una fuente y un empleado de una tienda me dice que un amable ciudadano ha metido la cámara dentro de la lata para que nadie se la llevara.

Una vez recuperada con la ayuda de un abrelatas me encamino de nuevo a realizar mi reportaje pero atravesando esta vez calles sombrías en las que se escuchan terribles sonidos y de cuyas ventanas aparecen ojos que me acechan en la oscuridad. Finalmente me vuelvo a encontrar con el compañero de antes quien me recoje con su coche y me lleva a las oficinas donde nos esperaban ya desde hacía un rato.

Te espero en la plaza

Te espero en la plaza

La plaza de Cervantes de Alcalá de Henares en una tranquila noche de invierno. Gracias al frío que hacía el lugar no era el hervidero de personas que es en verano a esas horas y la foto puede transmitir su correspondiente ración de paz y tranquilidad.