Recuerdos de Oropesa (XIII)

Recuerdo bien cómo hice la fotografía que ilustra esta entrada: una mañana de sábado del mes de enero me había despertado cuando todavía era de noche y puesto que soy incapaz de «vaguear» en la cama más de cinco minutos enseguida puse los pies en el suelo, desayuné y me pegué una ducha.

Mirando por la ventana observé que el día estaba extremadamente despejado. Soplaba viento y las estrellas se veían en el cielo con una claridad muy particular, de modo que sin pensarlo demasiado cogí la cámara y subí al mirador del monte Bobalar para ver si desde allí podía hacer una buena foto de Oropesa.

Cuando llegué allí los primeros rayos del sol estaban asomando ya por el horizonte dando a la escena una iluminación preciosa. Pero no fue la visión de Oropesa lo que me llamó la atención, sino unas «manchas» que se veían a contraluz en la lejanía del mar rompiendo lo que debería de ser una recta perfecta.

Usando el teleobjetivo a su máxima focal enseguida pude distinguir un pequeño saliente puntiagudo a la izquierda de la imagen que no era otra cosa sino el faro de la isla principal del archipiélago de las Columbretes.

Islas Columbretes (III)

Lo más curioso de aquello es que de pequeño había intentado varias veces ver esas islas subiendo a este mismo lugar con prismáticos en días despejados pero no tuve éxito. El día que hice esta foto entendí por qué nunca había conseguido divisarlas de aquella manera; y es que gracias a que en esas fechas (en las que, por cierto, nunca antes había estado en Oropesa) el sol sale justo por detrás del archipiélago, el contraluz creado consigue hacerlas destacar entre la bruma que siempre existe en el mar.

Si el sol hubiera subido un poco más en el firmamento o bien iluminara a las islas por un lateral seguramente no las hubiera distinguido; pero en este caso estuve en el lugar indicado y en el momento preciso llevándome de recuerdo una foto inesperada.

Recuerdos de Oropesa (I)

Han pasado más de siete meses desde que regresé a Madrid después de vivir durante más de dos años en la localidad castellonense de Oropesa del Mar y ahora que empiezo a ver aquello como algo lejano, me gustaría analizar con cierta perspectiva algunas de las muchas fotografías que hice por allí durante mi estancia.

Mediterráneo

Hoy me gustaría centrarme en la imagen que tenéis sobre estas líneas; y empiezo precisamente por ella porque tanto me gustó que en mi apartamento quedó un cuadro de 90 x 60 cm colgado en la pared del pasillo.

Recuerdo bien cómo capturé esta instantánea porque una de las cosas que más me llamaron la atención desde el primer día que puse el pie en Oropesa es la soledad del lugar fuera de la temporada de verano. Desde pequeño me he acostumbrado a ver esa playa atestada de gente a cualquier hora del día; de modo que esa visión despejada de personas que permite centrarse en el paisaje era algo casi mágico para mí.

La fotografía está hecha desde el paseo marítimo de la playa de La Concha, que se eleva unos metros sobre el nivel del mar y justo en la zona donde me coloqué abundaba esa extraña especie vegetal típica de esas latitudes que capta la atención de todo el que las ve por primera vez. Una vez que has pasado delante de ellas más de cien veces se hacen invisibles; pero los recién llegados siempre me preguntaban qué era esa especie de «espárrago» que crece tan alto.

La mañana estaba algo nublada y el sol había salido hace escasos minutos. Recuerdo también el frescor húmedo de esas horas y el susurro continuo del mar en cualquier rincón de la costa. Cierto es que no soy muy amigo de los contraluces; pero como os decía antes, la sensación de soledad, la silueta de las plantas en primer término, el batir del mar y las nubes flotando sobre el horizonte me hicieron mirar por el visor y apretar el disparador.

Una vez en casa, el post-procesado con Lightroom no fue excesivamente complejo: un virado a tonos morado-verdosos, un incremento de los negros y algo de viñeteado. Y como os digo, el resultado me gustó tanto que lo usé para decorar mi propia casa.

Poco a poco os iré comentando detalles y anécdotas de otras fotos tomadas durante mi época oropesina mientras voy acumulando material para retomar proyectos fotográficos que se me quedaron a medias hace años.

Campo y ciudad: tan cerca y tan lejos a la vez

Es cierto que en Madrid no puedo ver salir el sol por el mar y que para visitar rincones especiales me toca hacer unos cuantos kilómetros; pero con un mínimo de sensibilidad también se le puede encontrar el encanto a todo aquello que nos rodea allá donde nos encontremos.

Espigas

Además de que los campos están ahora preciosos por la llegada de la primavera y su delicada luz, me encanta el contraste existente entre los prados de tonos ocres que abundan por la zona y la ciudad de Madrid: tan cerca y tan lejos a la vez.

Campo y ciudad

Por cierto, comentar que estas dos imágenes están captadas a primera hora de la mañana con la Olympus E-PL1 y el 40-150mm que me compré hace unos meses; y viendo el resultado ya estoy deseando pasar por allí al atardecer con mi D300 y el 80-200 f/2.8 que reservo para las ocasiones especiales.

Un amanecer muy especial

No tenía pensado pasar por el mirador del balcó ayer al amanecer, pero la fuerza de la costumbre hizo que me despertara a las siete de la mañana y como soy incapaz de estar más de cinco minutos vagueando en la cama enseguida pensé en agarrar la cámara y salir a ver los primeros rayos de sol bañando esta localidad costera.

Ya subiendo por las curvas de la carretera que asciende por las faldas del Bobalar notaba que había una luz especial en el ambiente; y es que aquellos árboles cuyas copas rozaba la luz del sol habían adquirido una tonalidad rojiza nada habitual, de modo que imaginé que ese amanecer iba a tener algo especial (y no me equivocaba).

Islas Columbretes (I)

Nada más aparcar el coche observe que el horizonte parecía estar a punto de estallar en una gama de tonos anaranjados y rojizos, de modo que monté el angular y capté la imagen que tenéis sobre estas líneas tratando de enmarcarla entre dos árboles que hay allí.

Fijándome con detenimiento pude ver que había algún tipo de relieve justo en la línea del horizonte y pensé que serían algunos barcos como tantos otros que se mueven por las cercanías del puerto de Castellón. Sin embargo, entre la bruma teñida de color vino vislumbré el perfil de las islas Columbretes y enseguida monté el teleobjetivo para confirmar mis sospechas.

Islas Columbretes (II)

Efectivamente, se trataba de las Columbretes. Unas islas que se encuentran a 50 Km de distancia de Oropesa (más información en Wikipedia) y que teóricamente se pueden observar en días muy claros pero que yo no había visto todavía pese a haber subido a aquel paraje muchas veces en mi vida. Supongo que el hecho de que en estas fechas el sol salga justo por detrás de ellas ayuda a que se puedan distinguir «a contraluz» pero sea como sea tuve la impresión de estar ante un acontecimiento muy especial.

Desde que era pequeño había escuchado la historia de que las Columbretes se pueden divisar a simple vista si se dan las circunstancias adecuadas, de modo que todas y cada una de las veces que he subido a algún lugar elevado he mirado en esa dirección con la esperanza de dar con ellas aunque, como os decía, hasta ahora jamás lo había conseguido. Por eso, al verlas ayer con esa claridad hasta el punto incluso de distinguir el faro que hay en un extremo de la isla principal experimenté una sensación muy especial.

Islas Columbretes (III)

Lamenté no haberme llevado el 80-200 f/2.8 en lugar del 55-200 VR, porque pese a sus años, disparando a 200mm es mucho más nítido en f/4 que el 55-200 a f/8. No es que las fotos se vean mal; pero hubieran salido todavía mejor de haber contado con «mi pequeño trabuco» y además hubiera obtenido tiempos de exposición mucho más cortos, lo cual viene muy bien cuando se dispara a pulso.

Eso sí, ya os adelanto que estas no son las únicas imágenes que capté; de modo que en breve tendréis otra historia con trasfondo fotográfico por aquí.

Amanecer mediterráneo

Si tenemos la suerte de que durante la noche el cielo se puebla de nubes, podéis estar seguros de que a primera hora tendremos un precioso amanecer. Lograr una buena foto ya sólo es cuestión de elegir el momento y el lugar adecuados.

Siluetas mediterráneas

Por cosas como estas merece la pena madrugar un domingo, creedme.

El nuevo sol

Darse una vuelta por los alrededores de Oropesa del Mar en las horas centrales del día es contemplar un ir y venir de gente por todos sus rincones. Estamos en pleno mes de Agosto y esta localidad castellonense (como todas las del litoral mediterráneo) se encuentra prácticamente al completo en lo que a veraneantes se refiere.

Sin embargo, incluso a estas alturas del año podemos lograr imágenes llenas de paz y tranquilidad si somos capaces de sobreponernos a la pereza y ganar al sol en su carrera por conquistar los cielos. Si nos levantamos a las once de la mañana nos encontraremos un sol radiante que lo baña todo con una luz blanca azulada; pero si elegimos el momento preciso los tonos del cielo serán muy diferentes y la suave iluminación realzará todas las texturas.

Amanecer

Lo que veis en la fotografía que hay sobre estas líneas son las aguas de la playa de la Renegá al amanecer, ya que el sábado a primera hora me tuve que acercar por esa zona por cuestiones de trabajo y aproveché para llevarme la cámara porque ya en casa me di cuenta de que al estar saliendo el sol entre nubes podría conseguir alguna instantánea interesante.

Por cierto, algunos ya os habréis dado cuenta de que en esta ocasión no he hecho caso de la regla de los tercios; pero es que al fin y al cabo las normas de composición están para romperlas, ¿no?

El momento preciso

Hay gente que ve un amanecer de esos que te dejan pasmado y como no llevan la cámara encima miran el reloj y piensan: «Mañana vengo a la misma hora y hago la foto».

Por supuesto, al día siguiente están allí con puntualidad inglesa y se encuentran con que el sol se ha puesto en huelga y se niega a teñir el cielo de tonos pastel.

¿Qué ha pasado? Muy sencillo: que cada momento es único e irrepetible; y si no lo capturas se marcha para siempre.

El nuevo sol

Conseguir los tonos adecuados en una fotografía requiere estar en el momento preciso y en el lugar adecuado. Y es que, tomando como ejemplo la imagen que tenéis sobre este párrafo, os puedo decir que cinco minutos antes el cielo estaba demasiado oscuro como para que se apreciaran esos tonos naranjas y apenas unos segundos después de pulsar el disparados el sol ya flotaba sobre el horizonte dando lugar a un importante desequilibrio en el rango dinámico de la escena.

Por tanto, el momento exacto de hacer la fotografía era ese y no otro. Y es verdad que mañana el sol saldrá a las 8:05 (un minuto antes que hoy) y que podría acercarme de nuevo al mismo lugar con la misma cámara para tratar de repetir la misma fotografía; pero entonces el cielo tendrá otro color, el mar tendrá otro aspecto y yo mismo tendré otro estado de ánimo que dará lugar a una imagen completamente diferente.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Amanecer en las alturas

Visto en frío, levantarse un sábado antes incluso de la hora a la que lo suelo hacer entre semana para ir a trabajar puede parecer un poco raro; pero es que si en la cima de una montaña me está esperando una foto como la que os muestro a continuación bien merece la pena el madrugón.

Amanece sobre Oropesa

Supongo que por nuestras aficiones todos hacemos pequeñas locuras.

En fotografía la luz lo es todo

Aunque la importancia de la luz en fotografía es un concepto al que me he referido unas cuantas veces en este blog, hoy me gustaría redactar un artículo más inspirador que teórico; ya que aunque la luz se puede medir de diversas maneras (longitud de onda, intensidad…) más allá de números y ecuaciones una acertada iluminación hará ganar muchos puntos a nuestras imágenes.

The time goes by

De hecho, si nos paramos a pensar en la esencia del arte de la fotografía, esta no es más que la posibilidad de captar la luz que refleja el motivo que tenemos delante de nosotros; por lo que entenderéis que si la luz que lo ilumina es la adecuada mejor será la que éste refleje y, por tanto, la que captará nuestra cámara.

«Buena luz»

Aunque el concepto de buena o mala luz sea incluso un poco filosófico podemos afirmar que, en lo que a fotografía ser refiere, una buena luz es aquella que por su dirección, su suavidad o su calidez realza los relieves y texturas de aquello que vamos a fotografiar al tiempo que suaviza los contrastes. Por eso se suele considerar que para fotografía de exteriores las mejores horas del día son los instantes posteriores al amanecer y anteriores al atardecer porque los rayos del sol llegan hasta nosotros de forma más difusa gracias a la atenuación de la atmósfera.

A brand new day

Para fotografía de interiores, retratos de estudio y demás de lo que se trata es de emplear flashes y balancear la iluminación desde diferentes frentes con ayuda de pantallas sincronizadas con los flashes y el empleo de reflectores; pero eso queda fuera de mis aspiraciones, ya que si me seguís de forma más o menos habitual ya sabréis que el tipo de fotografía que más me hace disfrutar es aquel que tiene como escenario campos, ciudades, naves industriales y, en general, espacios abiertos.

A primera hora

«Mala luz»

Por el contrario, siempre se ha considerado como mala la iluminación exterior en las horas centrales del día; ya que hace que las transiciones entre zonas iluminadas y en sombra sean muy fuertes, llegando a sobrepasar el rango dinámico del sensor de la cámara y, por tanto, dando lugar a zonas quemadas y empastadas en la imagen respectivamente.

Watchers

Pero más allá de la buena o la mala luz, al final todo es cuestión de experimentar y probar nuestras propias ideas. A veces a las doce de la mañana los rayos del sol caen tan perpendiculares sobre la calle que podemos descubrir interesantes formas en las cornisas de las ventanas o en otros elementos arquitectónicos que en cualquier otro momento del día jamás captarían nuestra atención.

Cuestión de luz

De todos modos, si queréis un consejo muy sencillo para acertar con el tema de la iluminación os diré que probéis a hacer vuestras fotos a primera hora de la mañana o última de la tarde dejando el sol a vuestra espalda (o como mucho a un lateral).

Si disparáis con el sol de frente a esas horas tenéis muchas posibilidades de obtener reflejos indeseados, flares, zonas sobreexpuestas y pérdidas de contraste locales o generales; pero dejándolo detrás tendréis el motivo de vuestra fotografía bañado con una suave luz que siempre resulta de lo más favorecedora (aunque vuestra propia sombra puede acabar siendo la protagonista de alguna que otra imagen).

Horizontes

En fotografía no existen los milagros

Y que nadie piense que una fotografía hecha con una iluminación horrorosa puede mejorar radicalmente a base de postproceso (Photoshop, Lightroom, GIMP o similares) porque si bien es cierto que podemos corregir algún defecto y jugar con las curvas de nivel haciendo uso de este tipo de programas, si no partimos de una buena base fotográfica no hay forma de obtener resultados decentes. Al fin y al cabo, si todo se corrigiera a base de software ¿dónde estaría el mérito del fotógrafo?

No quiero decir que haya que tener una iluminación perfecta para conseguir una buena fotografía; pero si algo he podido comprobar desde hace ya mucho tiempo es que una fotografía que de primeras nos parezca mala (o que técnicamente sea un completo desastre) no llegará a ser buena por muchas horas que nos pasemos manos al ratón.

Días floridos II

Y ya poco más me queda por deciros con respecto a este tema. Tan sólo, como de costumbre, que agarréis la cámara y os deis una vuelta con ella en busca de inspiración y buenas fotos.

* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia

Las primeras luces de un sábado en Oropesa

No tenía previsto hoy ni madrugar ni ir a hacer fotos; pero el caso es que a las siete de la mañana abrí los ojos y viendo que todavía era de noche me pegué una ducha, desayuné y me lancé a la calle acompañado de mi cámara y mi 80-200 f/2.8 dispuesto a cazar las primeras luces del día.

Entre nubes

7:46 AM

Calles vacías

Al amanecer

Eso sí, no todo el mundo lleva igual de bien que yo eso de madrugar…

Malas pulgas

Un nuevo amanecer

Viváis donde viváis os recomiendo que hagáis esto alguna vez: sentaos antes del amanecer en algún rincón y esperad a que poco a poco la ciudad se vaya llenando de vida y de luz. Casi sin daros cuenta descubriréis que aunque el sol salga todos los días, en realidad cada uno de ellos es único e irrepetible.

A primera hora

Amanece, que no es poco (en realidad es muchísimo)

Pese a las tres semanas que ya llevo en Oropesa del Mar todavía no he conseguido acostumbrarme a los amaneceres de ensueño que este rincón del Mediterráneo ofrece a los ojos de quien se detiene a contemplarlos. Disfrutar de estampas como la que os muestro a continuación me hace darme cuenta una vez más de que algo tan aparentemente simple como la salida del sol es un auténtico espectáculo que merece la pena contemplar.

Amanecer entre nubes

Y el caso es que aunque todavía no me he ido ya echo de menos estos amaneceres.

Los silencios del amanecer

Hay gente que pone cara rara cuando digo que tengo por costumbre madrugar los fines de semana y dar una vuelta por las calles de Alcalá. Muchas veces voy con mi cámara en busca de imágenes que reflejen la tranquilidad de los rincones por los que paso, pero mi mayor motivación está en el silencio que se respira cuando un sábado o un domingo el sol acaba de salir por el horizonte.

El trasluz del amanecer

Si doy una vuelta por la tarde es posible que me lleve algo de música para animar mi caminata; pero a primera hora de la mañana el verdadero placer está en escuchar mis propios pasos retumbando en el asfalto, en disfrutar del canto de los pájaros que parecen extrañarse de la presencia de alguien a esas horas, en sobresaltarme con el crujido de algunas persianas levantándose poco después del despertar de sus dueños…

En esas circunstancias es cuando más disfruto de la ciudad, porque durante toda la semana estoy tan acostumbrado a los atascos, las prisas y el bullicio que, en realidad, los silencios del amanecer hacen que Alcalá parezca un lugar mucho más pequeño de lo que en realidad es.