Mi curiosidad por la tecnología suele llevarme a probar aquello que me llama la atención, así que como hacía ya tiempo que tenía ganas de ver qué tal funcionan los estabilizadores de imagen en los objetivos Nikon me he hecho con un 18-55 VR que añade esta característica a la óptica que venía «de serie» con mi D40.
En la entrada de hoy me gustaría echar un vistazo a este sistema óptico de estabilización de Nikon así como hacer un pequeño análisis del objetivo que os comentaba hace un momento enfrentándolo a la versión sin estabilizar.

¿Qué es eso del VR?
VR son las iniciales de Vibration Reduction (reducción de vibraciones) y consiste en un sistema óptico en el interior del objetivo que mantiene la imagen estable para que podamos disparar a velocidades relativamente bajas sin que la fotografía salga movida. Ya os mostré en una entrada de hace unas semanas los resultados entre emplear estabilización o no en una cámara de vídeo; así que hoy vamos a meternos en aspectos algo más técnicos sobre el funcionamiento del sistema:
La clave de la estabilización óptica de Nikon está en una serie de elementos que detectan el temblor de nuestro pulso a la hora de sujetar la cámara y unos actuadores que mueven una lente en el interior del objetivo para compensar esos mismos movimientos de tal modo que al final la imagen llegue lo más estable posible a la superficie del sensor.

A grandes rasgos (ya sabéis que la finalidad de estos artículos no es dar una sesuda explicación científica; sino dar una visión global fácilmente comprensible de cómo funcionan las cosas) hay en el interior del objetivo dos sensores de movimiento que van a analizar constantemente el temblor de la cámara estado uno en el eje horizontal y otro en el vertical.
Estos dos componentes son muy precisos y envían instantáneamente la información de esos pequeños movimientos a un chip que se encargará de analizarlos y enviar en tiempo real los impulsos necesarios a dos pequeños motores que desplazarán una lente interna en sentido contrario a los movimientos detectados en los ejes X e Y. El movimiento de esta lente va a conseguir que la imagen que vemos por el visor (y por tanto la que llega al sensor) sea más estable y podamos sacar fotografías más nítidas, pues va a corregir esos minúsculos movimientos que a veces acaban con lo que podría haber sido una buena imagen.
VR y luminosidad: fines parecidos, cosas diferentes
Para hacer fotografías en condiciones de poca luz vamos a tener dos fieles aliados tanto en los objetivos equipados con estabilización óptica como en aquellos que son muy luminosos (aperturas de f/2.8, f/1.8, f/1.4…). Sin embargo, ambas cosas apenas tienen nada en común como vamos a ver a continuación.
Hay una regla clásica en fotografía que dice que si tenemos que disparar una fotografía a pulso evitaremos que esta salga movida si aplicamos un tiempo de exposición inferior a la inversa de la focal empleada en su equivalente en 35 mm.
Por cierto, aprovecho para comentar que la palabra que se emplea para denominar a una fotografía que ha quedado borrosa debido al movimiento de la cámara es trepidada; que seguro que lo habéis leído en más de una ocasión por diversos foros y páginas de fotografía.

Detalle de una fotografía claramente trepidada por el mal pulso del fotógrafo
A efectos prácticos esto indica que en una Nikon D40 (sensor DX, factor de multiplicación 1,5) empleando un objetivo de 50 mm debemos disparar nuestras fotografías con un tiempo de exposición inferior a 1/75 segundos. Del mismo modo, si empleamos en esa misma cámara un teleobjetivo de 300 mm debemos disparar con él a 1/450 o más rápido. Por la misma razón, con un ultra-gran angular de 10 mm podemos hacer fotografías incluso a 1/15 segundos sin miedo a que salgan trepidadas.
Ahora bien, como comprenderéis, todo lo aquí expuesto está sujeto al pulso del fotógrafo; y es que nada tienen que ver los resultados de disparar una misma fotografía con manos de relojero o dejándole la cámara a un tío que se ha tomado ocho cafés en apenas un par de horas.
Vamos a resumir un poco lo que es cada cosa:

AF 50mm 1.8D (objetivo luminoso) y AF-S 18-55 1:3.5-5.6 VR (objetivo estabilizado)
– Un objetivo luminoso nos va a permitir captar mucha luz gracias a su amplia apertura, por lo que va a aprovechar la iluminación existente de tal modo que no necesitaremos largos tiempos de exposición para obtener una fotografía correctamente expuesta y por ello evitaremos la trepidación de la imagen. Si abriendo lo suficiente el diafragma del objetivo conseguimos una correcta exposición a, por ejemplo, 1/100 podremos congelar el movimiento de una persona caminando o un coche circulando a poca velocidad.

Fotografía tomada a pulso con el 50mm 1.8D (f/2.5, 1/25)
– La estabilización óptica (VR en este caso) también evita la trepidación de la imagen, pero en este caso lo que hace es permitirnos disparar sujetando la cámara «a pulso» durante más tiempo del indicado por la regla de la inversa de la focal anteriormente comentada, logrando que la cantidad del luz que llegue al sensor acabe siendo la suficiente como para lograr una imagen bien expuesta pese a que las condiciones lumínicas de la escena no sean demasiado favorables. En este caso el tiempo va a ser largo; y vamos a poder hacer fotografías, por ejemplo, a 1/4 sin que los elementos estáticos de la escena aparezcan trepidados. Sin embargo, con un tiempo de exposición tan largo, cualquier elemento móvil que haya en la escena aparecerá borroso por su propio movimiento por muy lento que este sea.

Fotografía tomada a pulso con un Nikkor AF 50mm f/1.8D
Evidentemente la mejor solución es unir ambos conceptos en un objetivo muy luminoso y equipado con estabilización óptica; conjuntos de altas prestaciones que existen en la gama alta de los fabricantes pero para los que hay que pagar una millonada: sin ir más lejos el famoso 70-200 2.8 VR de Nikon se cotiza a 1700 euros; así que a la inmensa mayoría de los aficionados a la fotografía nos toca hacer números y decidirnos por una u otra opción en el mejor de los casos.
Nikkor AF-S 18-55 vs. Nikkor AF-S 18-55 VR
Como os decía al principio de la entrada, recientemente he adquirido un 18-55 VR para poder probar por mí mismo las bondades del sistema de estabilización. Aprovechando la posibilidad de poner un objetivo al lado del otro y compararlos punto por punto he decidido realizar un breve apartado dentro del artículo para ilustrar mejor las diferencias entre emplear VR o no.

Los dos objetivos en su forma más compacta (el VR es un poco más largo)

Máxima extensión (en este caso tienen la misma longitud)
Externamente ambos objetivos no se diferencian demasiado. De hecho, si lo montara en la cámara y me pusiera a hacer fotos por casa estoy seguro de que nadie me diría «oye, ese objetivo no es el mismo que tenías antes, ¿verdad?». A primera vista apenas se distinguen por el interruptor que activa o desactiva el sistema VR y las dos letras doradas que indican esta característica. En cuanto a dimensiones, la versión estabilizada es 6 mm más larga, 3 mm más ancha y 60 gramos más pesada que mi anterior objetivo. El resto de diferencias son poco menos que anecdóticas; como el acabado rugoso de la superficie, el leve cambio de aspecto del elemento frontal o el hecho de que la lente posterior tiene un diámetro ligeramente mayor.

Elementos ópticos frontales (leves diferencias)

Lentes posteriores (ligeramente mayor la del objetivo dotado de VR)
Internamente sí que hay bastantes cambios, y es que en condiciones de poca luz el sistema VR representa una seria ventaja con respecto a los objetivos no estabilizados. Es cierto que la diferencia es más acusada en los teleobjetivos porque son más propensos a sacar fotos movidas al más ligero temblor de manos debido a su mayor distancia focal; pero después de estar pensando sobre el tema he llegado a la conclusión de que un angular con VR se adapta bastante bien al tipo de fotografías que suelo hacer como os comentaré al final del artículo.
Además, Nikon ha modificado el diseño óptico de este modelo de objetivo, añadiendo algunas lentes más a las presentes en el original y modificando otras; lo que explica en parte el incremento de peso de la óptica estabilizada. Podéis apreciar ese aumento de la complejidad óptica en los dos diagramas siguientes:

Diseño óptico del 18-55

Diseño óptico del 18-55 VR
Como veis, en el objetivo estabilizado la luz atraviesa más lentes hasta que toca el sensor de la cámara; pero pese a ello la nitidez no se resiente en absoluto como demuestran todas las reviews que he leído sobre esta óptica y las imágenes que he sacado estos días con ella.
El VR en funcionamiento
Bueno, con respecto al funcionamiento he de comentar que el sistema de estabilización no está activo durante todo el tiempo, sino que entra en acción únicamente al pulsar el botón del disparador para enfocar y durante la toma de la imagen. Durante ese tiempo se activan los sensores y actuadores que os comentaba unos párrafos más arriba y la imagen se hace más estable. Eso sí, al emplear el objetivo equipado con el sistema VR se perciben dos pequeñas diferencias con respecto a la versión más básica:

Por un lado, acostumbrado a objetivos sin ningún tipo de estabilización, al mirar por el visor y pulsar el disparador hasta la mitad se nota que nuestro pulso queda «amortiguado». Los leves (repito: leves) movimientos de nuestros brazos y muñecas no se perciben en lo que vemos a través de la cámara, y reconozco que en la primera toma de contacto me sentía un poco extraño. Es como si nuestras manos y nuestro cerebro fueran desacompasados; y de hecho he leído alguna vez que los primeros usos del VR pueden dar lugar a una cierta sensación de mareo hasta que nos habituemos a su dinámica de funcionamiento.
Por otra parte, si estamos haciendo fotografías en completo silencio vamos a notar cómo dentro del objetivo se escucha una leve vibración (que no es más que el elemento óptico estabilizador haciendo su trabajo) así como un ligero «clack» cuando se activa y desactiva el sistema. Como os digo, son sonidos apenas perceptibles que sólo escucharemos en pleno silencio o si pegamos el oído al objetivo; algo no muy habitual al hacer fotografías, dicho sea de paso.
Eso sí, al encontrarnos ante un objetivo bastante básico el VR que equipa también lo es. De hecho, en objetivos más caros y de mayores prestaciones,además de la activación/desactivación del sistema, también contaremos con otros controles para diferentes tipos de situaciones (por ejemplo para disparar desde un vehículo en movimiento). Sin embargo, el principio de funcionamiento es esencialmente el mismo, por lo que todo lo explicado es válido para toda óptica equipada con VR sea de la gama que sea.
Las diferencias en forma de imágenes
Siempre digo que el movimiento se demuestra andando, así que después de toda esta teoría vamos a ver un par de ejemplos en forma de fotografías realizadas con el VR desactivado y activado respectivamente para que veáis con vuestros propios ojos las diferencias existentes:

Disparada a pulso con un objetivo Nikkor AF-S 18-55@44mm. Nikon D40, f/5.3, 1/4, ISO 200

Disparada a pulso con un objetivo Nikkor AF-S 18-55 VR@44mm. Nikon D40, f/5.3, 1/4, ISO 200
Como podéis ver, es muy complicado tomar una fotografía nítida a pulso cuando la cámara nos obliga a disparar a una velocidad de 1/4 de segundo. Sin embargo, con el objetivo VR la imagen quedó completamente nítida al primer intento, demostrando que la ventaja al emplear el sistema de estabilización es evidente.
Conclusión
Me encantan los paisajes, sobre todo cuando la oscuridad empieza a hacerse patente. Lo que ocurre es que para sacar una fotografía nítida ante la falta de luz tenemos la opción de subir la ISO de la cámara o abrir mucho el diafragma. Por un lado no soy muy partidario de subir el ISO alegremente, pues en las zonas de sombra va a aparecer un granulado coloreado que no me gusta nada. Debido a ello, la opción de abrir el diafragma parece mucho mejor, y de hecho lo es de no ser porque al hacerlo perdemos profundidad de campo, que es justo lo contrario que pretendemos a la hora de fotografiar un paisaje (¿recordáis aquella entrada sobre la distancia hiperfocal?).
Es verdad que mi 50mm f/1.8 me permite hacer fotos nocturnas a pulso sin demasiados problemas; pero del mismo modo siempre he dicho que no es una óptica adecuada para paisajes en general porque es demasiado «larga». Si abro el diafragma casi a tope pierdo mucha profundidad de campo y no podré tener todo enfocado ni de casualidad; a lo que hay que añadir el problema de que debemos olvidarnos de captar zonas amplias para centrarnos nada más que en los detalles debido a que el objetivo se convierte en términos de ángulo de visión en un 75 mm; demasiado estrecho para estos menesteres además de que en la D40 estamos obligados a enfocar a mano empleando esta óptica. Por eso, hasta el momento las fotografías de paisajes que he hecho han sido realizadas con mi 18-55 bajo la luz del sol; pues es el único modo de poder cerrar bastante el diafragma, captar un amplio campo de visión y mantener una alta velocidad de disparo.

Por todo esto que os he contado hoy es por lo que he creído que un angular VR me puede traer bastantes ventajas a la hora de fotografiar paisajes al anochecer: según Nikon gracias a la estabilización de la óptica es posible disparar entre cuatro y ocho veces más rápido (dos o tres pasos de diafragma) que con el objetivo no estabilizado; algo que en la práctica se traduce en que podemos hacer fotografías nítidas sin trípode a velocidades bastante bajas si tenemos un pulso más o menos decente como habéis visto en el ejemplo anterior, por lo que es un buen sistema para retratar la ciudad a la luz de las farolas sin necesidad de recurrir a aperturas extremas (ganando por tanto profundidad de campo).
En fin, con el tiempo iré viendo si realmente ha merecido la pena la inversión en esta nueva óptica, pero sobre el papel creo que me va a permitir hacer algunas cosas que hasta ahora no podía a no ser que fuera cargado con el trípode (cosa que evito siempre que puedo).
¡Ya os iré mostrando los resultados por aquí! 😉
* Todos los artículos de este tipo en https://luipermom.wordpress.com/fotografia
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