Ha pasado ya más de un año desde mi regreso a Madrid: la ciudad que ha sido mi cuna y mi casa durante casi toda mi vida y por la que siento un apego muy especial. Me siento contento y afortunado de haber podido volver a estas tierras; pero sobre todo tengo la sensación de que ahora veo Madrid desde la perspectiva del que la ha echado de menos en la lejanía.
Mentiría si dijera que no estuve a gusto en Oropesa del Mar, porque la experiencia de vivir allí durante más de dos años me ha dado alas tanto en lo personal como en lo profesional. Durante ese tiempo aprendí a organizar una casa, a valorar el tiempo libre, a echar de menos a la gente que quiero, a ser totalmente independiente… y en cuanto al trabajo se refiere, lo más satisfactorio para mí fue llevar el control de una planta industrial y dirigir a un equipo humano unido y sólido que espero que nadie desmonte ahora que otra persona es su responsable.
Sin embargo, siempre eché de menos Madrid. Cuando durante esa época de mi vida venía los fines de semana y paseaba con mi novia, siempre decía lo mismo: «Ahora es cuando más cuenta me doy de lo bonito que es Madrid». Por eso, cuando la empresa me ofreció la posibilidad de regresar no tuve que pensármelo mucho: eso significaba estar todos los días cerca de mi gente, volver a pasear por las calles que me han visto crecer y, en definitiva, ser más feliz.
Sólo lo sentí por la gente que conocí en Oropesa y de la que no me pude despedir por lo apresurado de mi regreso: el panadero del pueblo, los porteros de la urbanización, Paco el fotógrafo, los camareros de la heladería La Jijonenca, los dueños de Doña Resu, gente relacionada de un modo u otro con mi trabajo… Cuando vuelva por allí y me los cruce aprovecharé la ocasión para disculparme; pero creo que pasará una larga temporada hasta que vuelva a aparecer por aquellos rincones porque, aunque hace ya tiempo de mi regreso, el cuerpo todavía me pide «descansar» de Oropesa. Aun así, creo que en general se habrán alegrado por mí, porque ellos sabían que en mi mente siempre estuvo la idea de volver a Madrid algún día.
Madrid es vida y alegría, es gente por todos sus rincones, es tráfico y es polución, es el Retiro y el Palacio Real, es Malasaña y es Chamberí, es el Thissen, el Rastro, las cuatro torres y las corralas de Lavapiés. Madrid son ambulancias sonando en la lejanía, es la Plaza Mayor y el Mc Donalds de Callao, es el Metro entrando en la estación, es una terraza en la Castellana o un autobús descubierto en Colón. Es Cibeles y Neptuno, la M-30 y la Gran Vía, la estación de las Delicias, un enjambre de taxis, una tienda de antigüedades, un malabarista en un semáforo, un bocadillo de calamares.
Todo eso siempre estuvo ahí, pero es de un tiempo a esta parte cuando he empezado a valorarlo como se merece. Madrid, como toda gran ciudad, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas; pero Madrid siempre será ese Madrid al que odias cuando estás en él pero añoras cuando estás lejos tal y como cantaba Joaquín Sabina.
¡Nos vemos por Madrid!
Un placer leerte. y muy bonitas las fotos y la descripción de la ciudad. bien dicen por ahí que «nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde».
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Llevo casi un año en Alemania y se muy bien lo que dices. Cada fin de semana que regresó pienso en como me gusta ‘mi Madrid’ y la necesidad que tengo de volver. Como extraño esa vida que tiene la ciudad, y que aquí soy incapaz de encontrar. Y esa vida es la que a mi me hace falta.
Espero que con tus fotos sienta que estoy un poco más cerca 😉
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Pingback: Rincones: Palacio de Cibeles (Madrid) | No sé ni cómo te atreves
Hola Luis,
Te sigo desde que un amigo me comentó la existencia de este blog, y te encontrabas en Oropesa.
Me gustaban mucho las fotos, ya que como veraneo en Torreblanca, muchos de los lugares me son conocidos.
No obstante, me ha pasado temporadas largas fuera de Madrid, y me cuando venía un fin de semana me pasaba lo mismo, tenía que salir a ver Madrid.
Enhorabuena por el blog
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