Ir a Sevilla no fue parte del plan inicial, pero nos quedaba de camino hacia nuestro siguiente destino y decidimos hacer noche allí para conocer una ciudad que a los dos nos encantó.
Nada más dejar las maletas en una casa preciosa en pleno barrio de Santa Cruz (mi novia se ha destapado como una experta en buscar alojamientos) nos encaminamos hacia la plaza de la catedral para ver las luces y el ambiente de una ciudad que por las callejuelas de esa zona destila olor a jazmín y no paran de escucharse a los pájaros piar.
Reconozco que Sevilla me gustó muchísimo. Pese a ser un día entre semana del mes de febrero había gente en las terrazas, tranvías circulando, gente haciendo fotos… Vida en definitiva; de modo que decidimos acercarnos hasta el famoso puente de Triana para ver su reflejo iluminado en el tranquilo Guadalquivir. Un paseo que mereció mucho la pena.
Al día siguiente, ya con las luces del día, nos fuimos caminando hasta la imponente plaza de España, pero pasando también por la universidad y dando una vuelta por el parque de Maria Luisa, donde también se encuentra la plaza de América y su museo de tradiciones populares.
Lamentablemente no podíamos irnos demasiado tarde porque todavía teníamos casi tres horas de carretera hasta llegar a nuestro último destino; pero los dos guardamos muy buenos recuerdos de las horas que pasamos en Sevilla.
Itinerario hasta el momento: Oropesa del mar – Cuenca – Mérida – Sevilla