Buscando entre mi colección de fotografías me di cuenta (una vez más) de que algunas cosas nunca cambian; especialmente las personas. Aquí tenéis una prueba de ello:
Hay 27 años de diferencia entre estas dos fotografías (¡casi nada!) pero todavía recuerdo perfectamente el momento en el que mi madre me hizo la primera de ellas e incluso la cámara que utilizó: una Olympus Trip 35.
La segunda me la hizo mi novia el pasado verano con una Nikon D40 y un objetivo de 35mm; y lo más curioso es que sin haberlo buscado (en el momento del disparo no tenía en mente la instantánea de 1985) las dos imágenes resultan muy similares.
Me ha ocurrido siempre que me he encontrado con gente de mi colegio y amigos de la infancia a los que les tenía completamente perdida la pista: las vidas y las circunstancias de las personas van cambiando conforme pasan los años; pero a nada que nos fijemos nos daremos cuenta de que la esencia que hace que cada uno seamos como somos permanece intacta.
Hoy, viendo estas dos imágenes juntas, he experimentado de nuevo esa misma sensación.
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